Capítulo 3: Telaraña

Metido en su laboratorio en el Polar Tang, Law esperaba con paciencia los resultados de la prueba de sangre que había realizado a su tripulación mientras Ace dormía. Era sólo un chequeo anual rutinario para el comprobar que todos estaban bien.

Al pensar en Ace, lo recordaba dormido en esa silla ¡O era un chico demasiado temerario o un idiota... o tenía una enfermedad! Es lo que Law pensó cuando le vio dormirse súbitamente en su silla frente a su escritorio.

Se conocían de una noche donde ni siquiera hablaron demasiado. Lo más lógico, era dudar de las intenciones de otro pirata, pero Ace era demasiado confiado, tanto... que rozaba lo absurdo.

Por un instante, la mente de Law se fue lejos de ese laboratorio, se fue a esa noche lluviosa sin estrellas, el día en que conoció a Ace. Todo había salido demasiado bien. Él quería alejar al comandante del resto y lo hizo sin apenas esfuerzo, incluso fue el propio Ace el primero en acercarse a él para ofrecerle esa botella. ¿Podría ser...?

Una alarma se activó en su mente. Siempre había creído que él había pensado un plan para acercarse a los comandantes y salirse con la suya pero, ahora que veía a ese chico, ¿Podría ser al revés? ¿Podría haber sido Ace el que idease todo ese plan de acercamiento dándole a él la falsa idea de que su plan funcionaba cuando en realidad caía en una red bien tejida por ese chico? ¡Absurdo! Es lo que pensó pero... Ace parecía conocerle. Sabía que le apodaban el cirujano de la muerte, quería su ayuda para algo de Barbablanca...

Con eso en mente, Law salió del laboratorio para ir hacia su camerino donde había dejado a Ace durmiendo. Era un chico inteligente, quizá por eso mismo que todo estaba saliendo según su plan es por lo que se daba el lujo de estar tan cómodo y tranquilo. Planeaba algo que desde luego, no se lo había contado en esa conversación y ahora, quería saber exactamente qué es lo que era.

‒ ¡Capitán! ¡Capitán! – se escuchó la voz infantil de alguien que Law conocía muy bien: Bepo – espere capitán.

‒ Ahora no Bepo, tengo algo importante que hacer – comentó Law en un intento por frenar a Bepo. No lo consiguió.

Bepo que llegaba hasta Law en ese momento, se abalanzó sobre él juntando su mejilla a la de Law en un típico y tradicional "Garchu" de los Minks. Law esperó unos segundos a que Bepo terminase de restregar su peluda mejilla blanca por la suya y entonces, el oso habló con preocupación.

‒ Capitán, tenemos un intruso, está en su camerino – comentó realmente alarmado.

‒ No es un intruso Bepo. Yo le invité a venir. Estábamos en plena negociación cuando se quedó dormido.

‒ ¡Oh! – fue lo único que pudo exclamar Bepo sin saber qué más decir. Era raro que su capitán trajera visitas al barco y más a su camerino.

‒ Iré a despertarle. Guárdame el secreto de momento.

‒ Vale.

Cuando Law consiguió entrar por su camerino, miró automáticamente hacia el colchón donde él dormía siempre. Era una cama individual pero él no necesitaba más que eso. Si odiaba algo, era compartir su lugar de dormir con alguien más. Ahora, su cama estaba ocupada por Ace que dormía plácidamente agarrado a la almohada como si fuera un niño pequeño.

Law se acercó un poco enfadado por la idea de sentirse manipulado por un crío de veinte años. Él, a sus veintiséis años, ya era mayorcito como para caer en esos juegos. ¿Cómo había sido posible que creyendo tener todo bajo su control, hubiera caído en un plan creado por un crío? Se había descuidado, aunque podría no ser verdad lo que estaba pensando que ocurrió.

‒ Ey, despierta.

No tenía tiempo para sutilezas ni para despertar a un crío como él de forma cariñosa o dulce, él no era así. Por eso mismo, optó por darle en la espalda a Ace con la punta de su bota. Éste se movió incómodo por el golpe. No se despertó. Se echó más hacia la pared como queriendo evitar la bota y siguió durmiendo.

¡Irremediable! Ese chaval era un caso perdido. Era imposible que un pirata buscado como era Ace, estuviera allí durmiendo despreocupadamente. Estaba muy acostumbrado a que el resto de piratas le respetasen tanto, como para no entregarlo a los marines.

Law volvió a levantar la bota y le dio de nuevo con ella en la espalda, pero esta vez, la mano de Ace agarró la punta de su bota evitando que pudiera apartarla. Giró el rostro y le miró con una mirada que heló a Law. Daba miedo, sin embargo, pronto se apaciguó.

‒ Oh... eres tú – se quejó Ace antes de soltar la bota y bostezar. Apenas un segundo le costó erguirse y quedar sentado sobre el colchón lanzando un bostezo tras otro y tratando de desperezarse.

‒ Sí, claro que soy yo. Te has quedado dormido en mi camerino.

‒ Es posible. Vaya forma de despertarme.

‒ Tienes un mal despertar.

‒ No es verdad, es sólo que odio que me despierten de forma brusca – se quejó Ace antes de sonreír como un niño pequeño – no eres nada delicado y menos con alguien con el que te acabas de acostar.

Law se sonrojó ligeramente ante aquella frase, más que nada, por los recuerdos que tenía de esa noche de sexo desenfrenado que vivieron ambos.

‒ No estoy de humor para esto, quiero saber algo importante.

‒ Pues tú dirás.

‒ ¿Acostarte conmigo era una treta para pedirme un favor? – preguntó Law.

‒ Puede – sonrió Ace.

‒ Eres un bastardo.

‒ Oh, ¿es que tú no tenías un plan para apartarme de los demás y robar mi corazón para chantajearme?

‒ ¡Cierto! Era su plan apartarle de todos y chantajearle, pero le había sentado mal que Ace ya tuviera también un plan en marcha y se hubiera salido con la suya. Caer ante un crío era algo impensable para él.

‒ Eres buen estratega para lo joven que eres.

‒ Soy comandante por algo – dijo Ace – sabía que querías algo de nosotros. Lo supe en cuanto me seguiste al baño.

‒ Tú te acercaste a mí primero, ¿qué es lo que querías?

‒ Ya te lo dije, un buen médico para Barbablanca.

‒ ¿No tienes buenos médicos en la tripulación?

‒ Oh si, claro que los tenemos. Marco es brillante pero no puede hacer lo que tú puedes. Te necesito a ti. Eres el cirujano de la muerte. Si los rumores de lo que puedes hacer son la mitad de ciertos de lo que se dice, te necesito a ti y sólo a ti.

‒ ¿Por qué?

Ace observó a Law y entonces, se calló.

‒ Creo que he hablado de más. ¿Vas a ayudarme con el problema de Barbablanca o no?

Law lo pensó. Era un chico inteligente y estaba claro que en ese bar, Ace se acercó a él sabiendo claramente quien era y lo que quería. Lo había hecho adrede, se había dejado robar su corazón como si nada, tenía algo planeado y odiaba meterse en problemas de los que no sabía nada.

‒ ¿Vas a ayudarme con Doflamingo?

‒ Claro que si, ya te dije que iré donde digas cuando lo digas. Sé que eres un hombre de palabra, algunos piratas hablan de ti, dicen que eres temible pero legal, cumples tu palabra, así que, estoy dispuesto a encargarme primero de tu asunto porque sé, que luego tú me ayudarás a mí.

‒ Puedes darlo por hecho. Siempre cumplo con una promesa.

‒ Pues pon rumbo a Dressrosa. Tengo que ocuparme de ese pajarraco de Doflamingo.

***

Comía despacio sin embargo, comía en abundancia. Era al menos el tercer plato que pedía ¿y qué decir de la bebida? La botella de sake no faltaba nunca encima de su mesa a su lado. Law le observaba comer. Tenía modales en la mesa, eso seguro y era educado a la hora de pedir más comida. ¿Dónde metía toda esa comida? Su físico era bastante delgado, era cierto que tenía un cuerpo tonificado, más que el suyo de hecho pero... era un chico delgado y atractivo.

Miró hacia uno de los lados del comedor y vio a toda su tripulación mirando en dirección a su mesa. Todos se sorprendían de ver allí a Ace y desde luego, miraban el tatuaje de su espalda desnuda. Todos allí conocían a la temible tripulación de Barbablanca y por eso mismo, no se atrevían ni a acercarse, pero tenían intriga por saber qué hacía un comandante allí comiendo con su capitán.

‒ ¿Qué plan tienes en mente? – quiso romper finalmente Ace el silencio.

‒ ¿Plan? Creía que tú eras el de los planes...

‒ No te lo tomes tan a pecho que mi plan funcionase y no te enterases de caer en él – sonrió Ace – no seas rencoroso.

‒ No soy rencoroso, pero no me gusta que me hagan creer que mis planes tienen efecto y luego darme cuenta de que en realidad, todo lo que hacía era seguir un plan maestro tuyo.

‒ Tenías un buen plan, estoy seguro de ello – sonrió Ace – pero yo no me la juego cuando la salud de mi padre está en peligro. Actúe antes que tú, eso es todo.

‒ ¿Y te acuestas con cualquiera con tal de obtener lo que quieres?

‒ Es sólo sexo, no es nada importante – dijo Ace.

¡Serio! No había dicho esa frase con su típica sonrisa o tono infantil, lo había dicho de una forma que a Law le pareció demasiado extraña, tanto, como para suponer que había un pasado ahí que a Ace no le gustó.

‒ ¿Sólo sexo? – preguntó Law – suenas como si no le dieras importancia a...

‒ Y no se la doy – Ace se apresuró a cortarle pero entendió que quizá, Law podía sentirse algo ofendido con esas palabras – pero que yo no le dé importancia a con quien me acuesto no quiere decir que el sexo estuviera mal. Estuvo muy bien, eres bueno si es lo que te preocupaba.

‒ No puedes asegurar eso, ibas borracho y te acuerdas a trozos de anoche.

‒ Eso es cierto, pero lo que recuerdo era bueno – sonrió Ace.

"Bum, Bum"

Su corazón no había acelerado ni un ápice. Ese chico no estaba nervioso, escuchaba las válvulas abrirse y cerrarse con total normalidad. Law llevó su mano dentro de la gabardina y agarró el cuadrado donde dentro estaba el corazón de Ace. Sentía el latido en su mano y entonces, aproximó su rostro al de Ace en un intento por saber si su ritmo cardíaco cambiaría.

"Bum, Bum" "Bum, Bum"

¡No lo hizo! Ace no parecía nervioso casi nunca, ni siquiera por su cercanía, lo que significaba, que tenía razón en una cosa, sólo fue sexo sin nada más, Ace no sentía nada hacia su persona.

‒ Eres un chico interesante – dijo Law.

‒ ¿Vas a contarme tu plan? – se acercó esta vez Ace, tan cerca, que sí puso nervioso a Law pese a que no se apartó para no demostrárselo. Fue su propio corazón el que sintió palpitar ligeramente más rápido.

‒ ¿Qué sabes de Doflamingo? – preguntó Law.

‒ Que es un Shichibukai, que tiene un buen negocio montado en frutas falsas, que se guarece en Dressrosa y que es un tipo sin corazón. Mató a su propio hermano por una fruta que busca desesperadamente. Eso dicen los rumores. ¡Oh! Y dicen por ahí que le gustaría reclutarme para su banda – añadió Ace – nunca he coincidido con él.

‒ No podremos atacarle como Shichibukai, mandarían a toda la Marina detrás de nosotros.

‒ Hay formas de despojarle de ese título y sobre todo, hay formas en las que tocarle las narices – sonrió Ace.

‒ Quieres destruir su negocio.

‒ Para empezar. Eso le cabrearía mucho. Empezaría a cometer locuras, quizá alguna de ellas le lleve a despojarse de su título de Shichibukai.

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