Capítulo 1: Bar de medianoche

"Bum, Bum", "Bum, Bum"

El corazón.

Su órgano favorito que tenía melodía propia. Un órgano capaz de bombear la sangre a dos kilómetros hora. Esa era la media del latido humano. 90 mililitros de sangre viajando en un minuto con un único propósito: recorrer todo el cuerpo para transportar oxígeno a sus células.

Un trabajo brillante. "Bum": la válvula pulmonar, la de más corto recorrido expulsa la sangre a los pulmones para recoger el oxígeno. "Bum": la circulación sistémica, la sangre cargada de oxígeno sale a gran presión para recorrer el cuerpo humano.

"Bum, Bum", "Bum, Bum"

El relajante sonido del corazón. A Law le encantaba ese compás. En su mano, metido en un cubito que parecía hielo aunque no lo era, ese corazón palpitaba sin descanso.

La sístole perfecta, los ventrículos se contraen y la sangre es bombeada a la artería aorta y pulmonar. Law sonríe ante ese primer sonido, son las válvulas aurículoventriculares al cerrarse para impedir que la sangre pueda regresar. A la vez que esas se cierran, la válvula aórtica y pulmonar está abierta para que la sangre pueda entrar. Hecho el trabajo, los ventrículos dejan de contraerse y las válvulas aórtica y pulmonar se cierran, "bum", el segundo sonido del latido cardíaco.

¡Es un corazón sano! Muy sano, pero no es por ese motivo por el que Law lo robó a su portador. Pese a lo hermoso que le resultaba, sólo era parte de un plan mayor.

Todo el mundo había escuchado hablar de la gran tripulación de Barbablanca y él no era menos aunque jamás prestó atención a los rumores. ¡Hacerse con el viejo corazón de Barbablanca habría sido imposible! Jamás se acercaría tanto a él como para tener la opción, pero... sus comandantes... buscaba al primer comandante de su flota, el que tenía mayor influencia sobre su capitán. ¡Ahí estaba su corazón! Entre sus dedos, a su vista.

Cerró los párpados y quiso escuchar de nuevo el ruido de las válvulas cerrándose. Ese ruido le relajaba y entonces...

"Bum, Toc, Toc"

¡Arruinado por un toque en la puerta!

‒ Adelante – pronunció Law la palabra algo molesto por la interrupción. Desde luego sabía quien no iba a ser: Bepo, quien siempre entraba a lo bruto sin tocar y se lanzaba sobre sus mejillas para saludar con su "garchu" mañanero.

‒ Con permiso.

¡Esa palabra si que nunca la escuchó en su tripulación! Por ese motivo, totalmente sorprendido, lanzó la mirada hacia la puerta para encontrarse al dueño de ese corazón que entraba con calma y seguridad.

Otra sonrisa se dibujó en el rostro de Law. Un chico raro, muy pero que muy extraño. Cuando robaba un corazón, la gente se ponía histérica. Lo querían de regreso, se asustaban, ponían el grito en el cielo o se lanzaban como locos a intentar recuperarlo, pero allí estaba ese chico con toda la calma del mundo como si no le hubieran robado el corazón.

‒ Vaya, el fugitivo nocturno. Te fuiste muy rápido anoche.

Ace le observó con una sonrisa en su rostro. Law, sentado en la silla de su despacho sólo estaba cubierto de cintura para abajo con la sábana de la cama. Su pecho, todavía desnudo era prueba de lo que había ocurrido esa noche entre ellos. En su mano, un corazón que bombeaba todavía.

‒ No quise despertarte y tenía que volver con mi tripulación. No paran de regañarme cada vez que desaparezco toda la noche sin avisar – sonrió como un niño inocente, lo cual causó más inquietud en Law. ¡Sí era un chico raro!

‒ Eso suena a que sueles desaparecer.

‒ A veces – se rascó la parte de atrás de la cabeza como un niño pequeño que miente o cree no estar diciendo absolutamente toda la verdad. Law sonrió al ver esa faceta relajada e infantil.

‒ ¿Vienes buscando esto? – preguntó entonces Law, elevando el corazón en su mano para que lo viera mejor.

‒ No sé muy bien cómo funciona tu fruta pero, supongo que si mi corazón está fuera de mi cuerpo pero yo estoy vivo, es que no me hace falta realmente por el momento. Puedes quedártelo si quieres.

‒ ¿No tienes miedo a morir? Podría matarte en cualquier momento.

‒ Si quisieras matarme ya lo habrías hecho. Has tenido toda la noche y la mañana para hacerlo. ¿Por qué esperar? Es porque quieres algo de mí.

¡Inteligente! Infantil pero inteligente. Una rara combinación que a Law le volvía loco, sumado a ese cuerpo trabajado y excitante que tenía el chico.

‒ Si no quieres esto de vuelta, ¿qué te trae de nuevo por aquí?

‒ He escuchado por el puerto que eres el mejor médico conocido.

‒ ¿Por qué no te sientas y hablamos tranquilamente? ¿Quieres sake?

‒ ¿Por qué no?

Law sonrió como si anoche no hubiera bebido ya suficiente. Ese chico era un pozo sin fondo para el alcohol y para la comida. Le recordaba a otra persona que conoció hacía ya tiempo. Un chiquillo insensato que golpeó a un noble mundial en una subasta.

Ace se adentró más en el cuarto para sentarse al otro lado del escritorio de Law. Movió la silla hacia atrás y se sentó. ¡Un chico tranquilo, infantil pero educado! Es lo que pensó Law. Quiso hacer una prueba.

Con una sonrisa, dejó el corazón sobre la mesa para saber si sería la tentación de Ace para agarrarlo y llevárselo mientras él se daba la vuelta para recoger unos papeles de la estantería de atrás. Buscaba unos planos.

¡Ace no se movió! Miraba su corazón casi como si tuviera curiosidad por él más que otra cosa, pero no se acercó a él. ¡Tampoco habría podido llevárselo a tiempo! Con un simple "room, shambles", habría tenido el corazón en su mano en menos de un segundo reemplazándolo por cualquier cosa. Aún así, le sorprendió que Ace no intentase nada. Parecía un pirata honrado dentro de lo que era la piratería.

Law tomó los planos y los puso también sobre la mesa mientras los extendía. Ace no se movió aunque sus ojos se desviaron a los planos.

‒ Así que buscas un médico – dijo Law finalmente.

‒ Para Barbablanca – comentó con total claridad, Law sonrió. Pocos piratas eran así de sinceros.

Para Law, el mundo era hostil y despiadado. Él, que perdió a toda su familia por el miedo colectivo a una enfermedad que no se transmitía, que asesinaron a toda la ciudad a sangre fría cuando en realidad, ellos mismos acabarían muertos porque no había una cura para ella... era de locos. Simplemente, ese mundo era de locos. Y a veces, en muy pocas ocasiones, se sorprendía de que aún hubiera gente decente como ese chico que tenía frente a él.

‒ Vaya, menuda sinceridad del primer comandante.

‒ ¿Primer comandante? – preguntó Ace con duda. Al ver los ojos de Law que también le observaron sin entender nada, Ace volvió a hablar – yo no soy el primer comandante.

‒ ¿Qué?

‒ Que no soy el primer comandante – repitió Ace.

‒ ¿Pero...?

‒ ¡Oh Dios mío! – rió Ace sin poder evitarlo –. ¿Buscabas al primer comandante?. Ese es Marco, no soy yo. Te has confundido. ¿Quieres que vaya a buscarle? – señaló hacia la puerta como si esa fuera la mejor solución posible al problema, aunque no podía dejar de reír. Jamás de los jamases, le habían confundido con Marco. ¡Le sacaba 24 años de edad! Marco tenía 45 años y él tan sólo 21.

¡Dudas! Ahora sí tenía muchas dudas Law al respecto. Era verdad que él nunca quiso ser un pirata, no estaba interesado en conocer a otros piratas ni nada por el estilo. Nunca se dio tiempo para estudiar a la tripulación de Barbablanca porque simplemente, no iba a enfrentarse a ellos, no necesitaba saber nada. En aquel bar... se había confundido de persona.

Flashback:

Llovía con intensidad cuando Law entró por la puerta del bar en busca de un refugio y una botella de Sake. Llevaba un mal día y lo único que deseaba, era salir del submarino y dejar de pensar durante un rato en su venganza personal.

Las gotas cayeron de su ropa y cabello empapando las tablas de madera del suelo. Había pocos civiles, pero una de las mesas del fondo estaba abarrotada de unas dieciséis personas que disfrutaban de su bebida. Reparó en ellos sólo porque uno de los que le daba la espalda no llevaba camiseta y se veía tatuado el emblema de su compañía: los piratas de Barbablanca.

¿Los conocía? Pues no, únicamente de oídas. Los rumores decían que eran una banda tranquila, pacífica a menos que se metieran con ellos, algo que él no pensaba hacer. Todos sus miembros eran muy conocidos, sobre todo los comandantes pero la realidad era, que él nunca prestó atención. Si los rumores eran ciertos y eran tan tranquilos, sabía que jamás se cruzaría en su camino como para pelear, no eran una amenaza y tenía muchos otros piratas a los que estudiar, sobre todo, Doflamingo, a quien quería ver caer fuera como fuera.

Se acercó a la barra y dejó la katana apoyada entre el suelo y la madera para poder sentarse en la butaca. Todo el lugar estaba muy silencioso a excepción de la zona de los piratas que reían, bromeaban y bebían animadamente aunque sin armar ningún revuelo.

¿Qué le sirvo?

‒ Una botella de Sake, si es que han dejado alguna – sonrió Law al ver todas las botellas que tenían encima de la mesa.

El camarero sonrió antes de ir a buscar una botella de Sake y volvió con las manos vacías. El sake se había terminado.

Lo siento señor, no nos queda Sake. ¿Le gustaría otra cosa?

Law resopló. No, lo que más le apetecía era Sake, pero estaba claro que había llegado tarde a la fiesta. Esos piratas se habían bebido todo el sake y ahora irían a por otra bebida, ya fuera ron, tequila o cualquier otra cosa que pillasen.

Sólo quería sake – susurró Law algo decepcionado, buscando con su mano la Katana para volver a la lluvia en busca de otro bar.

‒ Lo siento, nos lo hemos bebido todo, pero espera... - la voz de un chico joven sonó a su lado. Law le observó, parecía que había venido a pedir algo de beber y sin querer, escuchó su conversación. El chico dio la vuelta en dirección a la mesa del resto de piratas y buscó hasta encontrar una botella llena que aún quedaba. En su espalda, estaba tatuado el emblema de los piratas de Barbablanca.

Cuando regresó, el chico dejó la botella encima de la barra frente a Law.

Lamento las molestias, quédate esta, nosotros invitamos por las molestias.

¿Estás seguro de esto? – preguntó Law mirando hacia la mesa. No quería enfrentarse a ellos por algo así, pero ninguno de esos piratas le miraba a él, les había dado igual que ese chico se llevase la botella. Law supuso que debía ser alguien importante para esos piratas si no le tenían nada en cuenta.

Si, tranquilo. Ya hemos bebido mucho sake, les llevaré otra bebida. Les dará igual mientras sea alcohol – sonrió el muchacho.

¿Qué le sirvo? – preguntó el camarero entonces al chico joven.

Cerveza para mí y saca cinco botellas de ron para ellos – pidió la bebida. Ese chico también parecía ir ya algo contento, lo que significaba que había estado bebiendo bastante.

El chico regresó a su mesa con su botellín de cerveza y el camarero desapareció en busca de las botellas de ron que llevaría a los piratas. Law en cambio, agarró la botella y se sirvió una copa antes de mirar hacia la mesa donde seguía la fiesta. Uno de los piratas agarraba por los hombros al chico que le había dado el sake y reía con él como si fueran colegas de toda la vida.

Law miró a la derecha entonces donde otro cliente bebía en silencio.

Perdona, ¿Conoces a los de la mesa? – preguntó.

Los comandantes de Barbablanca. Rara vez coinciden, estarán celebrando que se han podido reunir todos – dijo aunque se le notaba a la legua que iba borracho. A veces, se entrecortaban sus palabras por el hipo.

¿Sabes quién es el primer comandante?

Ese – señaló el borracho en dirección al chico joven.

Fin flashback

Law intentó hacer memoria de esa mesa. Aquel borracho no señaló a Ace, señaló al que estaba frente a Ace, Marco, pero por alguna razón, él pensó que se trataba de Ace pese a sus primeras dudas iniciales por verle tan joven. ¿Cómo podía ser comandante a esa edad? Estaba claro que era fuerte y le vio echar pulsos con los de la mesa, él siempre ganaba, ¿Cómo no iba a pensar que era él a quien señalaba el borracho? La mesa le respetaba, no se quejaron cuando les quitó la última botella llena de Sake y desde luego, tenía toda la pinta de ser fuerte. Incluso con sus dudas por la edad, algo le hizo despejar esa duda y creer completamente que era él el primer comandante.

‒ ¡Mierda! – se quejó Law.

‒ Debo suponer entonces que querías acostarte con Marco y no conmigo – rió Ace todavía ante esa duda.

‒ ¿Puedes dejar de reír?

‒ Es que es muy gracioso. ¿Cómo me has podido confundir? ¿No has visto los carteles de Marco y los míos? Somos famosos en la tripulación de Barbablanca, de hecho hay carteles nuestros en todos los puestos de avanzada de la Marina.

‒ Pues no. No los he visto. ¿Quién eres tú entonces?

‒ Portgas D. Ace, segundo comandante, "puño de fuego" – comentó con una sonrisa.

¡D. Ace! Esa D le hizo reaccionar a Law. Él también la tenía pero la ocultaba. Ese chico la decía como si no ocurriera nada con ella. Estaba claro que sería perseguido a muerte por todo el gobierno sólo por decir esa D. ¡Era fuerte! No sólo por la D, sino también porque puede que no fuera el primer comandante, pero era el segundo, eso le colocaba el tercero más fuerte de la tripulación, sólo superado por Barbablanca y Marco.

‒ Ni siquiera sabes con quién te acuestas – rió Ace como si fuera lo más gracioso del mundo.

‒ ¡Ni que tú estuvieras tan bien informado!

‒ Eres Trafalgar Law, el cirujano de la muerte, parte de la peor generación. Dicen que eres el mejor médico del mundo y con eso me basta. A menos que quieras explícitamente la ayuda de Marco, si yo te sirvo, te ayudaré con lo que tengas entre manos a cambio de que seas el médico de mi padre.

‒ ¿Cómo de fuerte eres?

‒ ¿Quieres comprobarlo? Podemos pelear tú y yo – dijo Ace – amistosamente, claro – le guiñó un ojo como si fueran amigos de toda la vida – nunca me echo atrás en un duelo.

‒ Quiero derrotar a Doflamingo. ¿Te ves capaz?

‒ Sólo dime dónde y cuándo. Siempre que aceptes tratar a mi padre.

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