Epílogo: No más desdichas

Aterrizó en el bosque a trompicones, su visión le engañaba en tal estado, alcanzó a mantenerse recto hasta que una punzada de dolor le obligó a doblegarse y fruncir totalmente el ceño. Tanteó la mano al aire y se encontró con el tronco de un árbol, cuando se apoyó inmediatamente resbaló por la sangre impregnada en su piel y terminó con la cabeza descansando ahí. Trató de regularizar su respiración aspirando con fuerza.

El dolor de sus ojos era espantoso, no comparado con la herida de su costado. Lo menos que podía hacer era curarse.

Llevó la mano a su estómago emanando chakra curativo, agradeció que su esposa le haya enseñado lo básico para atenderse de estos percances. Lo único que no podía hacerse era aliviar su dolor, fue debido al exceso de consumo de chakra.

Mientras se curaba, suspiró empezando a caminar en línea recta, se le hizo familiar el entorno y, tras echar una hojeada, entendió que había aterrizado cerca de la aldea. Incluso desde ahí podía ver las puertas de la aldea.

Se preguntó si inconscientemente abrió un portal directamente ahí, lo único que pensó cuando fue atravesado por el arma fue en su familia. Sakura y Sarada. Su único pensamiento... ¿Moriría sin verlas después de cinco largo años?

Gimió por debajo ante el dolor.

A medida que se acercaba sus pasos eran más vacilantes y cortos, con la vista alzada al frente cruzó las puertas. Llegó a un punto de ver nuevamente doble y se tambaleó bruscamente al intentar retomar su equilibró.

No vio cuando un par de Ninjas se acercaban a él corriendo para sostenerlo.

—¡Uchiha-sama! ¿Se encuentra bien? —preguntó uno preocupado. En cuanto tocó su estómago sintió la sangre entre sus dedos, y, alarmado, se dirigió a su compañero—. ¡Hay que llevarlo al hospital!

—S-Sakura —susurró Sasuke con pesadez, a cada segundo sus ojos se cerraban más y más—. Sarada...

Un momento más y fue peso muerto para los dos Ninjas, que no dudaron en pasar un brazo sobre sus hombros y comenzar a ir de salto por los tejados al hospital. Era urgente.

En el mismo instante que pisaron el hospital, lo pusieron en una camilla. Las enfermeras se exaltaron al verlo y no dudaron en atenderlo inmediatamente.

—¡Que alguien llame a Sakura-sama!

Apenas abrió los ojos se encontró con un techo blanco, miró su entorno analizando en qué lugar estaba. No tardó mucho en descubrir el lugar sentir la intravenosa de su brazo. No le tomó mucha importancia y se sentó como pudo ayudándose de su brazo.

La molestia en sus ojos era menos persistente, llevó una mano a su rostro frotando sus sienes en un ejercicio de relajación, necesitaba pensar seriamente en lo que se venía. Si estaba en el hospital quería decir que de alguna u otra forma Sakura vendría a verlo.

Y no quería. No tenía el suficiente valor para verla a los ojos y decir: "Estoy de vuelta" en este estado, sobre todo, de tantos años sin haber pisado su casa.

Todo pensamiento se disipó en cuanto escuchó la puerta abrirse, giró su cabeza en dirección y su respiración se cortó.

Era ella. Sakura.

Le clavó los ojos en su rostro agraciado, a medida que se acercaba iba notando algo extraño en ella. Primeramente, su semblante estaba sereno y relajado, ¿no debería estar... molesta o preocupada? Después notó que se detenía frente a su camilla con los brazos cruzados y sin soltar ni una sola palabra.

¿Qué demonios...?

Cayó en cuenta en un detalle en particular. Ese no era el chakra de su esposa.

Más bien...

—¿Quieres que te reciba con un abrazo o sigues rehuyendo del contacto físico?

La sonrisa grutesca y burlona que le dedicó le confirmo sus sospechas.

Era Sakura-Hime.

El semblante de Sasuke decayó un poco, pero después esbozó una sutil sonrisa.

—Sakura-Hime, ¿por qué no me sorprende?

—Seguramente estabas deseando venir a visitarme para hacer valer los cupones del bar, por supuesto —retó ella divertida, Uchiha recordó aquel tiempo en que ambos perdieron el control, sí, aunque no lo admitiera en voz alta, fue agradable.

La mujer caminó entorno a la cama y jaló una silla para dejarse caer en ella, al instante movió un poco el cuello disipando la tensión del trabajo y se enfocó de nuevo en Sasuke con extrema curiosidad disimulada.

—A decir verdad, es una gran sorpresa verte de nuevo. Pensé que jamás volverías... ¿qué te trae por aquí?

Él achicó los ojos tras recordar.

—Estaba en una misión, fui atacado por el enemigo. Tras ser herido abrí un portal para retirarme...

—Y terminaste cayendo en esta dimensión —acertó asintiendo en entendimiento—. Ciertamente me desconcerté cuando me avisaron que tú... bueno, mi Sasuke estaba lastimado. Vine inmediatamente, pero cuando me dijeron que te faltaba un brazo, pensé: "Oh, tal vez sea el bastardo".

Uchiha le dirigió una mirada cargada de reproche. Hasta ahora nadie se atrevía a decirle así, todos menos ella. Tenía suerte a que se parecía físicamente a su esposa, si no gozaría de un descanso eterno.

—Pusiste a trabajar un poco ese cerebro —le insultó cómo de costumbre. Como de antaño años atrás seguían manteniendo esa camarería extraña con hostilidad a ofensas que parecían una versión distorsionada de apodos cariñosos.

La mirada de Sakura-Hime se afiló mientras cruzaba una pierna y con la misma le dio una patada a la orilla de la cama como amenaza.

—Mira, tengo muchas cosas por hacer. Así que siéntete privilegiado de que haya venido a verte. No a cualquiera le doy ese honor.

—Claro, muchas cosas por hacer —refutó el azabache medio incorporándose—. En todo caso, ¿Qué estabas haciendo?

El rumbo de una conversación casual era lo que necesitaba Sasuke para disipar los pensamientos de anhelo y tristeza. Se repetía una y otra vez que aquella que tenía enfrente no era su esposa, por más que se pareciera en apariencia, su esencia no era la misma. Reprimía el impulso de abrazarla, no era lo correcto.

Lo logró después de concentrarse debidamente.

—En mi oficina, recientemente me nombraron Hokage —dijo con el pecho inflado de orgullo. Incluso a Sasuke le pareció ver su sonrisa de autosuficiencia y brillos imaginarios alrededor de su silueta.

Sasuke dejó de lado su ironía y la miró un poco más relajado.

—¿Quién fue el loco que te admitió? No debió estar en sus cincos sentidos.

—Ja, ja, ja —recitó ella con sarcasmo, pero sonriendo al final—. Tsunade-sama admitió mis conocimientos después de tanto esfuerzo... ¿Y tú? ¿Cómo va todo por allá?

La pregunta hizo que el semblante de Sasuke se endureciera terriblemente, hubiera preferido mil veces que le enterraran la espada y experimentar aquel dolor a que su mente le diera una mala jugada y le hiciera recordar su agonía. Evadió su mirada y la dirigió a la ventana, el cielo todavía era oscuro. No tenía ni idea de la hora, pero estimaba que era noche.

Un rato en silencio y Sakura-Hime logró comprenderlo un poco, ese tipo de mirada era cuando alguien sufría en silencio. Por más que quisiera preguntar sería irrespetuoso presionarlo, sinceramente le preocupó un poco, más, tras abrir y cerrar la boca un par de veces optó por dejarlo en paz. Dejaría que él lo contara cuando lo sintiera necesario;

Suspiró mientras se incorporaba, era tarde y necesitaba ir por su hija a casa de sus suegros. Charasuke no estaba en la aldea y prometió a su pequeña hija pasar la noche con ella en ausencia de su padre.

—Tengo que irme. Por hoy permanecerás en el hospital, ¿te parece?

Lo vio asentir nada más, y ella, tras darle un apretón en el hombro y recitarle: "bienvenido", se retiró dejando a Sasuke en soledad, únicamente con la compañía del sonido del monitor y sus negruzcos pensamientos.

—Pobre Sakura-sama, de nuevo se quedó sola y ahora con una criaturita.

—No debió casarse con Uchiha, ni siquiera ha venido a verlas durante estos años. ¿Qué le será de su futuro?

—Aún es joven, y puede rehacer su vida.

A Sakura le mortificaba escuchar los comentarios de los aldeanos cada vez que caminaba por la calle en compañía de su hija que sonreía y mostraba sus dientes, sonrosada de las mejillas y con sus ojos negros como los de su padre. Le recordaba mucho a él.

Quisiera ser como ella, una niña de seis años que no se percata de las habladurías de los aldeanos que no tienen nada mejor que hacer más que opinar sobre la vida de los demás. En ocasiones le entran las terribles ganas de plantárseles de frente y decirle un par de cosas a la cara. Ellas no conocían las razones por el cual Sasuke no estaba en la aldea, solamente se dedicaban a destilar sus prejuicios.

Pero se controla a tiempo porque estaba con Sarada. Su hija no tiene por qué escuchar y enterarse de las cosas. Pase a su corta edad es lista, y tampoco pasar por alto la ausencia de Sasuke. Aunque ya le había explicado que él estaba en una misión importarte y que no podía regresar por el momento, veía su tristeza.

La última vez la apaciguó asegurándole que él las amaba con todo su corazón, y dándole el golpecito en la frente, tratando así que sintiera a su padre por medio de ella, aunque fuera sumamente difícil. En ese momento puso la mejor de las sonrisas para motivar a su hija.

Y al llegar a su habitación, sola en medio de la noche, lloró en silencio por su suplicio, extrañando su cálido cuerpo en el lado de su cama.

Era duro para ambas.

Al llegar a casa, dejó la bolsa del mandado sobre la mesa sin dejar de pensar en las frases que mayormente escucha. Afortunadamente Sarada no le dejaba considerarlo mucho.

—Mami, ¿hoy me quedaré en casa de los abuelos por tu trabajo? —preguntó Sarada sentada en la mesa mientras coloreaba en su cuaderno.

La pelirrosa le dirigió una sonrisa radiante.

—Te tengo una excelente noticia —aseguró inclinándose a ella, apoyándose de los codos. Los ojos de su hija brillaron al intuir la respuesta—. Me dieron dos días libres en el hospital para quedarme contigo.

—¡Genial! —exclamó feliz la niña, apretando los colores de sus manos—. Entonces, ¿Mañana podemos ir al parque? ¿Podemos? ¿Sí? ¿Sí?

Siempre que ponía esa expresión entusiasmada le daba ternura, difícilmente le podía decir que no a esa petición. En la última semana había tenido largas rondas en el hospital y tenía que dejar a Sarada en casa de sus padres que siempre se veían dispuestos a apoyarla desde que Sasuke se fue. Todo se convirtió en una rutina para ella.

—Claro que sí iremos.

Sarada sonrió de oreja a oreja. Su madre le devolvió el gesto sonrió y se mostró emocionada dándole un abrazó tan fuerte, Sarada se quejó de que la dejaba sin aire por tanta fuerza y Sakura la soltó entre risas disculpándose. Su hija siempre rebatía porque le causaba risa su actitud, sólo de esa forma podía mantener la sonrisa y alegría de su pequeña.

Después se concentró en preparar la cena, hablando trivialidades. La mente de los niños era sumamente inocentes y curiosas, especialmente la de su hija, preguntándole cosas sobre las constelaciones y los cuentos que le regala Naruto cuando tiene la oportunidad. Era su única compañía en esa casa, lo único por el cual aún se mantiene de pie y con todos los ánimos posibles.

Al pasar los minutos, se escuchó el timbre de la casa. Ambas se miraron extrañadas, ¿quién podría ser a tales horas de la noche?

Sakura se limpió las manos y fue a la entrada para abrir la puerta, en cuanto lo hizo. Dio una exclamación de asombró por ver la persona de pie frente a ella, que le sonrió ligeramente.

—¿¡Hotaru!? —exclamó impresionada.

—Sigues siendo ruidosa —saludó él sonriendo.

La pelirrosa, envuelta en alegría, lo abrazó por la emoción que sentía. Hotaru se sorprendió por tal recibimiento y no supo qué hacer con sus manos, así que optó por darle unas caricias a su cabello hasta que se separó de él. Seguía sonriendo.

—No puedo creerlo, ¿en verdad eres tú? ¡Ha pasado mucho tiempo!

—Sí, ¿seis años? Ya no recuerdo.

—Adelante, pasa. Viniste justo a la hora de la cena —le invitó Sakura haciéndose un lado.

Hotaru aceptó la invitación y se adentró. De pie en el tatami observó los pares de zapatos, el de Sakura y uno más pequeño, seguramente el de su hija. Cuando alzó la vista, vio una pequeña cabeza asomarse tímidamente por el umbral de una puerta. Tenía el cabello negro y ojos del mismo color, no pasó desapercibido sus lentes rojos.

Sonrió divertido cuando Sarada se escondió al verse descubierta.

—Parece que una pequeña persona es tímida —comentó él.

Sakura rio pasando por su lado yendo directamente hasta su hija, la tomó de su mano y la guio delicadamente hasta quedar frente a Hotaru. Sarada alzó la cabeza y lo miraba con cierta curiosidad en su mirada.

—¿Quién es él? No se parece a papá —preguntó Sarada.

El joven casi se atraganta con su saliva al reprimir una risa, logró controlarse y seguir sonriendo afable para no asustarla. Se puso de cuclillas antes de que su madre pudiera decir algo, quedando frente a frente con la niña, le extendió su mano.

—Un gusto Sarada, mi nombre es Hotaru, soy un viejo amigo de tu mamá —se presentó, sin perder su tono amable—. Creciste demasiado, la última vez que te vi apenas habías nacido.

—¿Enserio? —La niña alternaba la vista en su madre que le invitaba a estrecharle la mano. Titubeante, estiró su pequeña mano y dio el saludo, al sentir su mano cálida sonrió con más entusiasmo—. ¡Es un gusto hermano Hotaru!

—¡Sarada! —le reprendió Sakura sorprendida.

—No te preocupes, Sakura. Está bien si quiere decirme así —Le restó importancia Hotaru sintiendo el nudo en su garganta, la miró de nuevo mientras se incorporaba. Ciertamente los años la volvían más hermosa, con su cabello más largo y sus ojos...

Detuvo su análisis.

La tristeza y desolación de sus bellos ojos eran demasiado para él, unos ojos ocultando tanto dolor. Apretó su puño, ¡ese Uchiha! Cuando lo viera juraría que no se escaparía de él sin antes haberle enterrado una estaca de hielo. ¿Ocurrió algo grave?

Sakura lo invitó a cenar, aceptó gustoso adentrándose a la comodidad del hogar. No pasó desapercibido la ausencia de Sasuke, las fotos sobre la encimera. Llenó de impresión, se observó a sí mismo más joven en una de las tantas fotografías. Lo que más le sorprendió, fue reconocer que aquella fotografía fue tomada en el tiempo que se conocieron, después de la guerra.

Estaba él sonriendo a la cámara, o más bien, con una amago de sonrisa, y detrás Sakura apoyando las manos en sus hombros, a su alrededor, parecía haber más personas posando para quedar inmortalizados, pero se ve que cortaron aquella parte solamente enfocándolos a ellos dos.

Entrecerró los ojos, absorto en sus pensamientos.

—Fue suerte que consiguiera esa fotografía —comentó Sakura desde atrás, la miró de reojo, servía su porción indicándole con un gesto que se acercara, no dudó en hacerlo mientras veía a Sarada impaciente a comer, acomodándose sus gafas de vez en cuando—, lo encontré de casualidad en unos reportes y decidí enmarcarlo.

Hotaru bufó ligeramente, agradeció por la comida agarrando los palillos.

—No creo que a Uchiha le entusiasme verme la cara todos los días, es un milagro que esa fotografía siga ahí —comentó casualmente masticando con toda la naturalidad del mundo.

Pudo ver la sonrisa de Sakura titubear un momento, y de reojo enfocarse en Sarada que no había prestado mucha atención, estaba más concentrada tratando de llevarse su porción correctamente a la boca. Hotaru lo notó y su semblante se reflejó la culpa de haber tocado una fibra sensible.

—Dudo mucho que le moleste si no lo ve —murmuró la pelirrosa a medias.

El resto de la cena Sarada fue quién retomó su curiosidad atacando con preguntas entusiastas a Hotaru, de dónde provenía, si igual hacía misiones importantes igual que su padre o cuidaba a las personas igual que su madre. Hotaru, con toda la paciencia del mundo, respondía sus preguntas con una pequeña sonrisa, admirando a la infante cómo si quisiera descubrir un secreto.

Aún no terminaba de creer que esa linda e inteligente niña fuese hija de Sakura, su amor unilateral. A pesar de los años transcurridos, no había podido desprenderse del todo de sus sentimientos por ella, por más que lo intentó, en verdad la amaba con todas sus fuerzas. Por eso en silencio su corazón se estruja al notar la tristeza y dolor en la sonrisa falsa del rostro de la mujer.

Esos gestos que incluso él conocía.

Sarada bostezó en medio de su monólogo de porque le parecía interesante las constelaciones y Hotaru rio quedamente.

—Creo que ya es hora de dormir, Sarada —dijo su madre enternecida yendo hasta ella.

—Pero no podré platicar más con Hotaru —se quejó la niña aferrándose a la manga del joven que la miró desde arriba. Imposible resistirse a esa mirada tierna.

—Mañana podremos hablar más, me quedaré en la aldea esta noche.

—¿¡En verdad!? Entonces mañana podrás acompañarnos al parque.

Sarada expresó la pregunta exclamada que Sakura pensó. Observó tranquilamente al joven, sus ojos amarillos libres de toda la maldad que lo consumía antes, dándole palmaditas suaves a la cabeza de su hija, una manos que cometieron muchas atrocidades. Sin embargo... sus expresiones hablaban por sí solas.

Cargó a su hija entre brazos al verla bostezar más, frotándose los ojos, llevándola a su habitación a que durmiera. Con sumo cuidado, la dejó en la cama, abrigándola con la sábana hasta el cuello, alcanzando sus peluches para ella y durmiera abrazándolos. En ocasiones Sarada dormía con ella, pero al tener de visita a Hotaru no sería el caso, tenía intriga de lo que sucedió con él hasta ahora y tenía el presentimientos que tardarían charlando sobre ello.

—Mami —le llamó Sarada en cuanto la luz se apagó y Sakura se recostó a su lado, cómo todas las noches que podía, esperando a que se durmiera.

Los ojos jades de la mujer se enfocaron en su pequeña luz, sus ojos oscuros parecidos tanto a los de su amado esposo.

—¿Sí, cariño?

La niña se quedó un momento callada que Sakura pensó que se había dormido por fin, hasta que la escuchó hablar de nuevo.

—¿Crees que papá venga de sorpresa cómo tu amigo?

Agradeció la oscuridad de la habitación, así no tuvo que reprimir su dolor, naturalmente salió en sus ojos y su mirada llena de tristeza en cuanto acarició la frente de su niña. Que más quisiera decirle que sí, que en cualquier momento Sasuke cruzaría esa puerta y las abrazaría a ambas. Pero no quería mentirle a su pequeña, mucho menos crearle falsas ilusiones.

Más que nadie sabía los riesgos de la misión que llevaba a cabo su esposo, y, sobre todo, el motivo por el cual procuraba mantenerse alejado de la aldea; el mismo que lo obligó a marchar en el tiempo después de la guerra: muchos lo querrían a él por sus ojos y no quería ponerlas en riesgo.

—Buenas noches, Sarada —le deseó dándole un beso en la frente. Se había quedado dormida.

Al salir de la habitación sus piernas no respondían bien, tuvo que apoyar su espalda en la puerta que cerró, al igual que sus ojos. No fue necesario ver para saber que Hotaru se encontraba ahí, recargando en la pared con los brazos cruzados y mirando al frente con un semblante serio. Vagamente le recordó a Sasuke con ese mismo ceño fruncido en cuanto descubría algo que no le agradaba.

—Sakura, ¿acaso ese bastardo las abandonó? ¿Te hizo sufrir? Si eso ocurrió créeme que lo haré sufrir cómo no tienes idea.

Pero las preguntas de Hotaru sólo la agotaban más. Abrió los ojos, intentando controlar sus lágrimas que amenazaban sus ojos, no lo miró, el suelo fue un punto fijo en su vista. Escuchó de nuevo su nombre, pero en esta ocasión el tono fue más sutil y preocupado.

—Lo siento, no debí... —Hotaru se separó de la pared, acercándose a ella. Se maldijo por debajo por ser un insensible—... preguntarte sobre Uchiha.

—No... yo sólo... —Sakura se llevó las manos a su rostro, conteniéndose. El joven solamente la miró en silencio, viéndola encogerse lentamente en sus menudos hombros—. Me siento mal por ser egoísta, por pensar que quizás sea mejor abandonar mis convicciones y vivir tranquilamente solo mi hija, sin esperar con anhelo a que Sasuke cruce esa puerta y diga que por fin se quedará con nosotras.

Hotaru permaneció en silencio presintiendo que la pelirrosa hablaba para sí misma más que para él, llorando sin emitir sonido alguno, sólo derramando lágrimas que resbalaban por sus mejillas y caían al suelo. Sus ojos verdes lo enfocaron por fin, enderezándose a su dirección.

—Pero sé que no sucederá, no mientras seamos ninjas. Nuestro debes es proteger a la aldea, incluso... incluso encima de nuestra familia —susurró—. Es cansado esperar a quién amas sabiendo que no volverá pronto.

Hotaru se acercó a ella, viéndola romperse en su propio llanto silencioso, conteniéndose para no levantar a Sakura. La abrazó brindándole consuelo. Él más que nadie entendía ese sentimiento, sabiendo que jamás será correspondido, aún seguía esperando que Sakura lo eligiera a él, sin embargo, sabía que nunca ocurrirá. Sakura amaba a Sasuke, y tenían una hija; ese mismo dolor la carcomía a ella, por ese amor intenso sufría al no tener a su amado cerca.

¿Cuánto tiempo habría pasado?

Le acarició el cabello permitiendo que llorara en su pecho, ahogando sus gemidos lastimeros, dejándola que sacara su dolor. Un dolor de sentirse sola y abandonada criando sola a su hija, de su corazón oprimiéndose a cada segundo al escuchar los rumores de que la habían abandonado; y a pesar de que la confianza de sus sentimientos mutuos entre Sakura y Sasuke, ella dudaba de su perduraría por más tiempo si esto continuaba así.

Incluso ella tenía un límite.

—Pero volverá, algún día —rectificó Hotaru estrechándola entre brazos, entrecerrando los ojos al final del pasillo, visualizando a un imaginario Sasuke que los miraba desde ahí, en silencio y un rostro atormentado—. Algún día volverás a ver a tu amado, y cuando llegue ese momento, asegúrate de dejarle en claro tus pensamientos.

Sakura no respondió, sólo se aferró más a él, pensando una vez más que era egoísta pensar en su felicidad cuando otras vidas dependían de su esposo. Pero no podía evitarlo, lo único que quería era que Sasuke fuera feliz con ellas, más fue obligado a irse a esa misión que solamente él podía cumplir.

Abrió sus ojos, preguntándose si acaso él tendría los mismos pensamientos que ella.

En cuanto recuperó parte de su energía al día siguiente, Sasuke se debatió si quedarse por más tiempo postrado en la camilla o marcharse. Al final optó en arrancarse la intravenosa del brazo y se escabullirse por los pasillos del hospital intentando ocultar que no era Charasuke, a pesar de que todas las enfermeras y doctoras lo veían con ojos soñadores y le saludaban, y el solamente asentía y emitía su monosílabo, no sospecharon de su dudosa actitud.

Por favor, hasta un ciego lo vería. Pero nadie pareció notar que no era el idiota sonriente, ¿acaso le veían la estúpida sonrisa en el rostro? Por supuesto que no.

Su meta era alejarse lo suficiente para crear otro portal y marcharse de ese universo. Aunque le era beneficioso permanecer en esta dimensión para recuperarse de sus heridas, lo menos que quería era toparse con su familia alterna. Estaba en paz con ellos, pero algo en su interior sentía que no podía soportar verlos ahora, menos con sus negruzcos pensamientos sobre su propia familia. Quizás otra ocasión tras haber descubierto cómo llegar a esa dimensión.

Pero, lo que en realidad temía era otra cosa. Parte de su culpa se apareció en el hospital ondeando su cabello rosado, pero sin ser realmente la mujer que amaba. Y su segundo castigo vendría de la segunda mujer en su corazón.

Su hija. Sarada. No lo soportaría.

Se escabulló por los tejados de las casa, brincando en pleno día. Moviendo su vista de un lado a otro analizando a su alrededor. La villa seguía siendo similar a cómo recordaba, las extensiones de Ichiraku se habían multiplicado, si Naruto lo viese se volvería loco, pensó con cierta gracia.

Frunció el ceño ante la molestia de su estómago, se tocó dicha parte y se obligó a aterrizar en un callejón, apoyándose en la pared recuperando el aire. Cerrando los ojos aspirando disimuladamente, sus oídos captando las voces de los aldeanos que pasaban por la calle principal. Mantuvo su postura y calibre concentrándose en serenarse, el dolor parecía aumentar por ratos, y cuando por fin aminoró, hubiera preferido mil veces a que le enteraran mil armas a pasar una situación en que su garganta se cerró.

—¿Papi?

Abrió los ojos de sopetón enfocándola en el suelo que pareció desaparecer bajo sus pies, mareado, sofocado y con su mente perturbada, no quiso voltear a la entrada del callejón. No después de haber escuchar una voz infantil, dirigido a él. Pasos acercándose, hablándole, una sola persona podía confundirlo y llamarlo con ese apelativo que no había escuchado desde hace varios años.

No después de ver por última vez a su hija de un año, llorando en los brazos de su madre llamándolo «papá» una y otra vez, pidiéndole que no se fuera de su lado.

Le fue imposible cerrar sus ojos cuando en su campo de visión se interpuso la niña, mirándolo desde abajo con sus ojos curiosos y una sonrisa resplandeciente dirigida a él. Lo único que pudo hacer en ese momento fue admirarla en silencio, cómo una estatua. Cada rasgo de su pequeño rostro tan parecido a Sakura, sobre todo su frente y la forma de sus ojos, unos ojos tan negros como los suyos, tan parecido a él...

Pero a la vez no siendo su primogénita.

Ella no era su hija.

No lo era. La imagen de la dulce bebé en brazos y sus ojos oscuros fue rota por la niña frente a él, con una frazada amarrada alrededor de su cabeza y con unas pulseras de colores en sus muñecas, vistiendo un tierno conjunto de ropa cómoda con el abanico en su espalda.

Fue cómo si un balde de agua le cayese encima y reaccionó tenso cuando Sarada lo tomó de la capa, sin borrar su sonrisa.

—¿Papi? ¿Te encuentras bien? —preguntó preocupada la pequeña niña acercándose más.

Y lo que quería hacer Sasuke, por primera vez en su vida, era fundirse con la pared. No encontró las palabras a emitir.

—¡Sarada!

Más emociones, Uchiha giró su cabeza se movió a la entrada del callejón. De ahí se acercaba Mikoto preocupada, en cuanto sus ojos se cruzaron, bastó un segundo para que la mujer lo reconociera, abriendo sus ojos llena de sorpresa combinada con la alegría. Pero fue un solo segundo, porque, detrás de todo esto, identificó cierto temor y recelo en sus ojos negros ante la insistencia de la pequeña Sarada.

Aunque no sabía el motivo, sospecho que Sasuke no quería ver a Sarada. Rápidamente actuó.

—Ven aquí, cariño —ordenó Mikoto extendiendo sus brazos. La niña de seis años miró dudosa al azabache antes de sonreír más y saltar a los brazos de su abuela. Mikoto le sonrió y se enfocó en Sasuke que parecía haber recobrado parte de su compostura, no pasó desapercibido el desosiego escondido en los ojos tristes de él—. No agobies así a... Sasuke, ¿por qué no te adelantas a casa con tía Izumi?

—¡Abuela, no quiero! —rebatió berrinchuda estirando los brazos al azabache que parecía haber perdido la capacidad de hablar y sólo mirar—. ¡Quiero ir con papi! Prometió llevarme a dejarle el almuerzo a mami en cuanto volviera de misión, ¡y ya casi es hora! ¡Dijo que me llevaría!

—Todavía falta para la hora del almuerzo, cariño. Papá te llevará, te lo aseguro —siguió convenciéndola Mikoto alejándose a la entrada del callejón dónde apareció Izumi preocupada.

—Mikoto-san... —murmuró, después enfocó detrás de ella a Sasuke, le pareció extraño verlo envuelto en una capa y con una mirada sombría. Se preguntó cómo rayos había llegado tan rápido ahí si hacía unos segundos lo vio pasar por la aldea junto a Itachi a dejar el reporte de la misión en conjunto con Akatsuki—. ¿Cómo fue qué...?

—Luego te explico —le interrumpió la mujer dejándole a cargo a Sarada—. Las veremos en un rato, papá irá por ti pronto, Sarada. Así que pórtate bien.

La niña, con un puchero muy pronunciado, agarró la mano de Izumi y enfocó de nuevo a Sasuke.

—Te espero en casa, papi.

Y con eso, el corazón de Sasuke se oprimió mientras las veía desaparecer a ambas. Llevándose su mano al rostro, apretó los dientes intentando controlar las incontrolables ganas de gritar lleno de frustración y desesperación, y finalmente desaparecer en la nada. Sería un castigo justo para él.

¿Le habría quitado ese momento a su propia hija de querer verlo después de una misión? ¿Esperaría ella su regreso ansiosa así cómo él anhelaba volver a casa y a abrazar a su familia?

No soportó más, simplemente pretendió soportar la ausencia de ellas en su vida, pero tras ver a la versión de ambas en un mundo diferente, le rompió su propia alma. ¿Lo seguirían esperando? ¿Sakura se habría cansado de esperarlo? ¿Sarada se habría olvidado de él?

Una lágrima silenciosa resbaló por su mejilla, misma que fue acunada por unas manos gentiles que le dieron consuelo. Al dejar su rostro al descubierto, su madre se encontraba ahí, mirándola comprensible a pesar de que él no había emitido palabra alguna al respecto. Con sólo mirarlo a los ojos sabía de su sufrimiento.

—Sasuke, hijo mío —dijo Mikoto cariñosa—, ¿quieres hablar de lo que te pone triste?

—Mamá... —su voz fue apenas un susurro.

El silencio le parecía tan reconfortante junto a la brisa fresca que llegaba a su rostro al estar sentado en el muelle del gran lago perteneciente al distrito Uchiha. Con sus pies colgando, admirando su reflejo en el agua junto a Mikoto, ella también veía la imagen distorsionarse. Sentada a su lado, no había dicho nada al respecto, se dedicaba a hablar sobre su logro de no explotar más la casa desde que Sarada nació.

A pesar de que en un inicio quería hablarle sobre su incertidumbre, permaneció callado, escuchando a su madre hablar.

—Itachi e Izumi no quieren tener hijos... —dijo Mikoto un poco triste, pero retomó su actitud y volteó a Sasuke que seguía mirando el lago con un gesto sereno—. Pero no hemos venido a hablar de tu hermano, no es así, ¿hijo?

El aludido sonrió a medias, a pesar de que en el pasado le insistió hasta el cansancio que no le dijese así, jamás se rendiría. Le supo bien en ese momento escucharlo. Ahora que era padre comprendía un poco los sentimientos de Mikoto al alcanzarlo con sus palabras y acciones. Su pecho se estruja al pensarlo. Era un padre... un mal padre.

—¿Cómo está Sakura-chan? —preguntó delicadamente.

Lo vio sonreír tristemente.

—Quisiera responderte que bien, pero hasta este punto, creo que le sigo causando dolor —respondió amargamente, apretando su puño apoyando en la rodilla—. Sigo haciéndole daño.

—¿Por qué dices eso? —Mikoto pensó lo peor, incluso que ellos dos no estaban juntos y Sarada nunca nació en ese universo.

—No las he visto en años —Sasuke alzó la vista al cielo, admirando las nubes que les brindaban una sombra reconfortante, un pájaro surcó entre ellas, aleteando sus imponente alas en dirección a su hogar. Por un momento deseó ser ese animal—, las dejé en la aldea para cumplir una misión larga. Ha tomado demasiado tiempo y no puedo regresar hasta descubrir que planea el enemigo.

Mikoto lo miró preocupada, su voz cada vez se teñía de angustia.

—¿Su dimensión está en peligro?

—Siempre habrá amenazas contra la aldea —rebatió Sasuke frunciendo el ceño—. Esta misión sólo la puedo hacer yo por mis ojos, decidí tomar los riesgos y las consecuencias, entre ellas... dejar por un largo tiempo a Sakura y Sarada.

«Entonces sí nació» pensó la azabache ablandando su semblante, conocía el sentimiento de estar lejos de tu hijo, y Sasuke lo experimentaba a carne propia por tanto tiempo. Por eso sus ojos se veían distantes y apagados, cómo la primera vez que lo vio, pero ahora eran por otras razones. Incluso aunque él no lo dijese, conocía la razón de la cual no regresaba a la aldea: también las protegía a ellas.

Así era un Uchiha. Protegiendo lo amado para él. Sea dónde sea la dimensión, estaba segura de que compartían ese lazo de amar con intensidad.

—Te fuiste para protegerlas, porque si ese enemigo ataca la aldea ellas también correrían peligro —acertó, Sasuke apenas la miró en confirmación—. ¿Sakura sabe eso?

—Siempre lo supo. Durante el viaje que hicimos nos atacaron mucho, mis ojos son codiciados —se tocó las sienes distraídamente—. Al igual que lo serán los de Sarada en cuanto crezca, la buscarán para intentar quitárselos.

Aquel sentimiento de impedir que su hija pasara por esa atrocidad era lo que le impulsaba a seguir eliminando los enemigos de Konoha, haciendo el trabajo sucio entre las sombras sin ningún reconocimiento, corriendo el riesgos de morir en el intento. Aquello no le importaba en lo absoluto, si con ello protegía a las dos personas que más amaba en el mundo; de copete la aldea se incluía, Itachi murió protegiendo Konoha y él continuaría con su trabajo en honor a su hermano que lo dio todo.

Sin embargo...

—Sin embargo... yo... —Movió su mano al rostro, escondiendo su expresión de sufrimiento—. Hay momentos en que pienso que sería mejor abandonar todo y regresar a casa con Sakura. Vivir una vida pacifica a su lado, ver crecer a Sarada, dejando todos mis deberes de lado, sólo protegiéndolas a ellas.

La amargura tintaba su voz, despegando la mano de su rostro, miró su reflejó una vez más.

—Pero sé que no sucederá mientras haya una amenaza potencial para la aldea, no podré volver con ellas.

Mikoto abrazó a Sasuke, verlo tan desolado le partía el corazón. Su hijo sufría a causa de estar alejado de su pequeña familia, de las dos únicas personas que más le importaban en el mundo. Ensanchó los ojos al sentir la mano de Sasuke apretar su vestido, permitiendo que ella le brindara consuelo. Acarició su cabello con dulzura, pensando las palabras que le diría para amortiguar su dolor.

—El hecho de que no puedas volver con ellas pronto, no significa que no puedas verlas.

Sasuke ensanchó ligeramente sus ojos, separándose de la mujer, mirándola directamente a sus ojos negros que rebosaban comprensión y cariño a él.

En ocasiones titubeaba, esta era una de esas veces en que sentía que la soledad de nuevo se cernía sobre él, bastaba en recordar su propósito de porqué estaba lejos de su hogar —un lugar en el que podía pensar en volver y lo esperarían con una sonrisa— para retomar su misión con objetividad y retomar sus labores.

Pero otras veces le superaban sus sentimientos, amenazaban en tomar control sobre él.

Sí, había considerado hacerlo. Volver un par de días, ver a su familia e irse de nuevo; pero sería demasiado duro para los tres. Mejor tomar las distancias y no intensificar el dolor.

—No puedo permitirme hacerlo, no quiero causarles más sufrimiento —dijo separándose de Mikoto.

—¿Y si ellas también están dispuestas de aceptar ese dolor con sólo verte unos segundos?

Tal pregunta lo dejó helado, desplazando su vista de nuevo a ella que tenías las manos juntas en su regazo y le sonreí compresiva. Como si entendiera todos sus pensamientos que nunca diría en voz alta para no verse descubierto con los anhelos que su corazón gritaba destrozado a cada segundos que pensaba en Sakura y Sarada.

—Sólo piensa en esto —siguió diciendo la mujer sin borrar su apacible sonrisa—. Todo lo que estás sintiendo en este momento quizás Sakura-chan lo experimente. Debe tener estar en una posición similar a la tuya, ambos se aman y esperarían mutuamente, pero ¿soportarán el dolor? Eres humano que sufre, no una máquina sin sentimientos —tocando su mejilla, Sasuke pareció reaccionar a su palabras—. Así que ve, hijo, corre a retomar las fuerzas que necesitas para continuar con tu largo viaje. Nadie te reprochará por querer ver a tu familia una vez más...

Fue una señal, las palabras que dijo Mikoto fueron una especie de revelación. Abriendo los ojos, enfocó a los de ella. Una vez más le decía lo que necesitaba escuchar. No dejó que las dudas y el remordimiento lo carcomiesen ahí mismo. Ella tenía razón, nadie podía reprocharle nada por querer ver a su familia, y conocía muy bien a Sakura para saber sus sentimientos a pesar de la distancia. Priorizó los suyos sobre los de su esposa y se sintió fatal.

Movió su mano, dándole un abrazo corto a Mikoto, sorprendiéndola por su acción.

—Gracias, mamá.

Sin media palabra más, Mikoto esbozó una mueca de felicidad. En un susurró Sasuke desapareció de su vista y dejó de agitar su mano, admirando el cielo que el azabache vio minutos atrás. Llevándose una mano a su corazón, le deseo que retomara las fuerzas que necesitaba para retomar su arduo camino para proteger a sus seres queridos.

—Vaya, no llegué a tiempo para despedirme del amargado.

La mujer volteó en cuanto escuchó la voz de su hijo mejor. Ahí estaba Charasuke, acercándose a ella con su sonrisa característica. Se sentó a su lado dónde antes estuvo Sasuke y también miró el cielo que admiraba en silencio, se preguntó porque no se acercó antes a ellos, había sentido su chakra en los alrededores.

—Quería preguntarle por Sakura-chan, pero no alcance a verlo.

—No creo que haya sido prudente hacerlo, cariño. Está pasando por un tiempo difícil —comentó la mujer, sintió que su hijo apoyaba su cabeza en el hombro. Internamente sabía que Charasuke se sentía un poco celoso de la vista de Sasuke, rio enternecida y acarició sus cabellos azabaches.

—Espero que volvamos a verlo en mejores condiciones —dijo él esperando que Sasuke haya conseguido consuelo de su madre, no quería ni imaginar lo que sería sin ella. Cerró los ojos deseando que ese par estuviese bien en su mundo, siendo felices a su manera. De alguna u otra forma tenían que serlo, ¿verdad? — ¡Uhm! Debemos irnos, mamá. Sarada seguramente está desesperada.

—Es igual que tú cuando niño, demasiado consentida.

—¡Mamá! Sarada es mi princesa —se excusó ayudándola a incorporarse—, ¿cómo no consentirla si es mi adoración?

Mikoto rio quedamente al caminar junto a Charasuke por el muelle, dirigiendo sus pensamiento a Sasuke. Deseo que encuentres la calma a tu corazón, hijo mío.

—Gracias por permitirme acompañarlas. —Hotaru admiró a Sakura de pie en el recibidor de su casa, su humor había mejorado, pero se veía algo triste ante su partida. De cierta manera le hizo feliz, eso significaba que era importante para ella de alguna forma—. Debo presentarme ante el Hokage para mi primera misión. Espero que mi próxima visita sea muy pronto.

Desde ahora sería un ninja más de Konoha, al enterarse de este hecho, Sakura se alegró por él. El pertenecer a una villa le parecía maravilloso, y eso quería decir que lo podía ver más a menudo. Le tenía mucho apreció a ese joven a pesar de todos los problemas y situaciones situados en el pasado.

Pero aquello era pasado, y no debía escarbar más. El presente se escabullía entre ellos y los sentimientos se fortalecían o cambiaban.

—Cuídate mucho, Hotaru —pronunció suavemente. Sus ojos se abrieron de sorpresa cuando el joven se acercó y la envolvió en sus fuertes brazos. Cerró los ojos aceptando el abrazo, y después de suspirar se separó de él, expresándole su gratitud—. Y gracias por tu compañía.

Le agradecía que le hiciera olvidar momentáneamente su dolor, y aunque Hotaru lo quisiera, no lo haría para siempre. Odiaba esa parte, pero no podía hacer nada al respecto cuando no le correspondía ese pedazo del corazón de la pelirrosa. No hizo otro amago de gesto, tampoco quería alargar su propia agonía.

Se colocó sus botas y abrió la puerta de aquella casa, al mirar al frente, titubeó un momento y entrecerró los ojos. Después volteó a Sakura que lo veía desde ahí, sonriente y despidiéndose con la mano. La pequeña Sarada yacía durmiendo después de caer agotada de una sesión de juegos en el parque siendo él su compañía, así que Sakura estaría sola con sus pensamientos agobiantes.

Se repitió que no podía hacer nada al respecto, cerró los ojos y se despidió una vez más de ella.

En cuanto la puerta se cerró, Sakura bajó la mano que despedía de él. Sintiéndose una vez sola en compañía de su respiración. En esta ocasión ni Sarada podría ser una fiel distracción, yacía durmiendo plácidamente en su habitación. Despejó la tristeza de la despedida de su amigo y se propuso a terminar de lavar la vasija de la cena.

Trató de no pensar mucho en todos esos sentimientos que la perseguían por días, el pecho se oprimía al pensar en Sasuke y ausencia una vez más. Tocando sus labios con la yema de sus dedos, anhelado un contacto suyo. Su brazo rodeándola, haciéndola sentir segura. No era lo mismo recibir un abrazo de Hotaru que el de Sasuke, siempre lo esperaría a él, aunque pasara una eternidad.

Pero, días como estos le hacían dudar si era lo correcto. ¿Él volvería algún día? Un dolor insoportable se instalaba en el pecho. Cerró los ojos, llevándose una mano a su frente, Sasuke prometió que volvería en cuanto su misión acabara, y sabía que todavía faltaba demasiado tiempo.

Miró el pasillo, lentamente acercándose a su habitación. No le gustaba dormir sola, no cuando la cama matrimonial sólo la acobijaba a ella y el lado izquierdo quedaba vacío. Comúnmente abrazaba una almohada intentando imaginar que era su esposo, pero terminaba pensando que resultaba tan patético que la almohada salía disparada al otro lado de la habitación.

Días como aquello solía llorar hasta la madrugada y caer rendida en cansancio.

Se abrazó así misma ante la corriente de aire que pasaba en la fresca noche, los ventanales abiertos de par en par, agitando su vestido rojo y cabello largo amarrado en una coleta baja. Sus ojos vacíos mirando la cama, una vez más no quería dormir.

—Te extraño tanto, cariño...

Cerró los ojos, pensando en que quizás debía dormir con Sarada.

—Siempre sabes que es lo que pienso.

Sakura abrió de sopetón los ojos al escuchar esa varonil voz proveniente del balcón. Se giró a la entrada del ventanal, esperando que su mente no le jugara una ilusión; y ahí estaba él, de pie en la entrada de la habitación, con la luz de la luna reflejando apenas sus fracciones. Sus ojos oscuros se le veían atormentados, cuales pasaron a alivio en cuanto vio a su amada correr a él para envolverlo en un cálido brazo.

La recibió, estrechándola por la cintura. Escuchándola llorar, quebrantando su semblante en dolor. Odiaba causarle llanto. Mayormente la hacía sufrir y estaba cansado de provocar ese sentimiento en ella.

—Cariño... en verdad estás aquí —decía Sakura aferrándose a su capa temiendo a que si lo soltaba se iría.

Sasuke acarició su larga cabellera notando lo mucho que había crecido. Le fascinaba el hermoso cabello de su esposa, retiró el listón blanco liberando sus mechones rosados que se agitaron con el viento. La sintió temblar junto a él, las palabras siempre sobraban con ellos. Le transmitía con su mirada y acciones cuanto la extraño también, sus ojos verdes lo veían con anhelo y tanto amor.

Tomó su nuca entrelazando sus dedos en su cabellera, acercando sus labios con los de ella. Besándola con intensidad queriendo fundirse una vez más, recorriendo cada parte de su cuerpo cubierto por una hermoso vestido rojo, de reojo vio el emblema Uchiha sobre la espalda.

A pesar de los años le seguía reconfortando ver ese símbolo en su espalda.

—Sasuke-kun... —murmuró Sakura en cuanto sintió la mano de Uchiha aferrarse a su cintura, acercándola más a él. Se miraron a los ojos, transmitiéndose todo el amor que se profesaban. El tiempo intensificó sus sentimientos, la distancia les hicieron anhelarse mutuamente, y el azabache no la dejaría ir tan pronto.

—Esta noche no me separaré de ti, Sakura —dijo con cierta suavidad atrapando de nuevo sus labios.

Por primera vez en cinco años Sakura se despertaba con la compañía de su esposo a su lado, esbozando una sonrisa complaciente, se aferró más a su torso sabiendo que ese momento no sería para siempre. Cuestión de minutos para que él tuviera que marcharse de nuevo y eso le entristecía de sobre manera. Por más que quisiera que se quedara con ella, Sasuke debía partir.

Tal parece que sus pensamientos estaban conectados, pues Sasuke se giró a ella llevando su mano a la barbilla, alzando su rostro para besarla dulcemente. Dándole una promesa silenciosa que volvería a ellas a su debido tiempo. Sakura correspondió el beso, apegándose más a él sabiendo que en cuanto culminara, tendría que irse y alejarse de nuevo por muchos años más.

—Es imposible que te diga que no te sientas triste —Sasuke lo sabía, por eso siguió besándola y hablando apenas, no quería separarse, pero debía hacerlo—. Pero, lo único que puedo prometerte es que regresaré.

—Lo sé... —la pelirrosa suspiró, acariciando su torso. Se sintió vacía en cuanto el cuerpo cálido a su lado tuvo que separarse y alejarse de ella. Sus manos quedaron suspendidas y suspiró, sintiendo un sabor agridulce en sus labios.

Le reconfortaba saber que Sasuke siempre pensaba en ellas y tenía las mismas dudas, no había dejado de amarla y jamás lo haría. El sentir el calor de sus labios, la intensidad de sus sentimientos, la delicadeza con la que recorría cada rincón de su cuerpo; había olvidado como se sentía esa sensación de sentirse amada. Y en cada gesto Sasuke la hacía sentirse querida.

Se desplazó por la cama colocándose la bata para cubrir su desnudez, observó a medias que el amanecer estaba próximo. Ni siquiera se quedó completamente al amanecer y no lo vería dentro de muchos años más.

No dejó que los pensamientos negativos domaran su mente y se acercó a Sasuke para ayudarle a vestirse como en antaño. En silencio, ninguno dijo nada en cuanto le ayudó a colocarse el chaleco, pasando la manga caída y abrochándolo. Delicadamente le colocó la capa sobre sus hombros y se aferró a las orillas de esta, ocultando su rostro en el torso. Sintió la mano de Sasuke alrededor de su cintura para darle un escaso beso más.

Después de lo que pareció una eternidad, Sasuke se desplazó a la habitación de su hija. Sintió a Sakura quedarse en el umbral, siendo una espectadora de cómo él se acercaba a la cama y veía a su niña dormir plácidamente, abrazada de un enorme conejo, su corazón se alegró al recordar que ese peluche fue el que él envío hacía un año para su cumpleaños.

Le causó cierta alegría verla, aunque sus ojitos estuviesen cerrados, le bastaba por el momento acariciar su rostro y saber que se encontraba bien. Esta sí era su amada hija, por el cual arriesgaba su hija allá fuera para construir un futuro en el que no tenga que pasar por las misma atrocidades que él en su infancia.

No la despertó, únicamente acarició su cabello por un rato y salió de la habitación. Ambos lo sabían. Sarada no soportaría de nuevo la ausencia de Sasuke si la despertaba para verlo, la niña sufriría más y ninguno de los dos deseaba eso. Por eso mismo Sakura suspiró a su lado, cruzada de brazos al detenerse de nuevo en su habitación, bajando la vista.

—No quiero te vayas, pero sé que es necesario para cumplir tu misión—expresó la mujer vulnerable, mirándolo con lágrimas en los ojos, acunando su rostro entre las palmas de sus manos. Sasuke junto sus frentes queriendo atraer a él la fortaleza de su esposa. Siempre le pareció tan admirable su capacidad de soportar el dolor, ahora necesitaba un poco de esto.

—Debo hacerlo —reafirmó él con delicadeza, enfocándola con sus ojos negros—, para que ustedes estén a salvo.

Las lágrimas rodaron por el rostro de Sakura y lo besó una vez más. Siempre lo supo, no es sólo con el propósito de cumplir la misión de proteger a la aldea, ellas venían incluidas en todos sus planes, Sasuke jamás hacía un movimiento antes de analizarlo debidamente; aunque, en ocasiones como esta, dejaba que su corazón dominara sobre la mente.

—Siempre estaremos esperándote, no lo olvides nunca.

Lo que Sasuke necesitaba escuchar. Sonrió de medio lado, la pelirrosa siempre sabía qué decir. Esa frase le brindo la fortaleza necesaria para retomar su misión y sentir que lo esperaban en casa, en un hogar cálido que jamás lo rechazaría, lo esperarían con los brazos abiertos porque sabía del porqué de su ausencia.

Las protegería con su vida si fuera necesario, lo eran todo para él. Su verdadera familia que no estaba dispuesto a perder.

Acarició su mejilla con delicadeza, queriendo que el recuerdo se quede con él por mucho tiempo. Después dio la media vuelta y sin mirar atrás desapareció por el balcón en pleno amanecer, dejando a Sakura, por primera vez en días, con una sonrisa sincera en el rostro mientras veía el sol saliendo en el horizonte, sabiendo que la próxima vez que Sasuke llegara a casa, él entraría por la puerta anunciando su llegada y se quedaría por fin con ellas.   

¡Hola!

Lo prometido es deuda y finalmente después de casi todo un año después el epílogo fue entregado, oficialmente el fin a terminado. No quise enfocarlo en ellos en cuanto Sarada y los demás más mayores porque iba abarcar un montón, y esa no era la idea del principio. Si no un encuentro entre Sasuke y Mikoto que quedó pendiente y un Hotaru, un pequeño vistazo a los personajes como Sakura-Hime y Charasuke. 

Espero que les haya gustado, a pesar de que este fic es risas quise hacer el epílogo de esta forma, centrándome en lo que sintió Sasuke y Sakura cuando estuvieron separados en los años de misión. Le tengo mucho cariño a este fic por eso hice lo posible de escribir este epílogo porque significa el fin de una vez por todas *vuelvo a estar triste*  Me costó mucho escribirlo porque no quería ponerle fin hahahaa.

¡Muchas gracias por leer nuevamente! 

Alela-chan fuera. 

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