Capítulo 34: Si es feliz, es más que suficiente
Un año y medio después.
Las tardes de primavera en Konoha eren frescas y coloridas, en las calles eran inundadas por pétalos de flores, desprendidas de su cuna y adornando el espacio, avivando sin parar el ambiente. A Ino, que para flor hay un significado, siempre le ha parecido embellecedor tal espectáculo, podría pasar las horas admirando las flores sin cansarse.
Un pétalo cayó sobre su hombro mientras caminaba, admiró en silencio su belleza y continúo avanzando hasta el puesto de dangos, en una de las mesas vislumbró a Hinata y Temari que sonreía al bebé que su amiga traía en brazos.
—Chicas —saludó una vez que llegó—. Disculpen el retraso.
—Ino, pensé que ya no vendrías —dijo Temari sin dejar de hacerle mimos a Boruto.
—Tsunade-sama quería asegurarse de que todo estuviese en orden —se tocó su vientre de cinco meses, sus ojos brillaron cuales enfocaron al bebé en brazos de Hinata—. ¿Y a quién tenemos aquí? ¡Se parece tanto a Naruto!
Hinata rio, asintiendo con la cabeza.
—Aún no puedo creer que ese tonto haya sido papá —Temari se cruzó de piernas, con cuidado. La comodidad era primordial para ella—. Felicidades por su hijo, Hinata.
—Gracias, Temari.
—Oh, oh. ¿Se han dado cuenta? —Ino se inclinó un poco a la mesa—. Este año tendremos a nuestros hijos, sólo por diferencias de meses.
Habían escuchado de la mayoría llamarlo "la fiebre del amor", puesto que en esta generación las bodas siguieron tras otras después del de Naruto y Hinata, posteriormente también vinieron los embarazos. Por ello, en ese año la nueva generación dentro de los nueve novatos resplandecería en Konoha.
—La única que falta es Sakura —convino Temari después de un rato de platicar amenamente.
—¿No has sabido algo de ella? —le preguntó Hinata a Ino, genuinamente preocupada.
Yamanaka torció el gesto. Hace un poco más de año y meses que su amiga se marchó con Sasuke, recuerda la alegría que experimento al verla tan feliz cuando él se lo pidió después de la celebración de su boda con Sai. Antes de irse a su luna de miel se despidió de ella, supo de Tsunade que se marcharon una semana después tras dejar en orden el Centro de Rehabilitación que dirigía.
Se alegraba por su amiga, sin duda alguna, pero no podía evitar preocuparse por ella. Ocasionalmente le envía recados cuando se comunican con Kakashi, siempre viene una pequeña carta para ella. Pero dentro de los últimos meses, no ha recibido una respuesta. Kakashi insiste que está bien.
Y quería creerlo.
—Sí, la última vez que supe de ellos estaban cerca del País de las Aguas termales.
—Ah, espero que no hayan desperdiciado el tiempo —espetó Temari—. Realmente deseo que estén felices. Me iría de espaldas si regresan un día de estos y ni siquiera estén casados.
—Más bien, dudó mucho que a estas alturas no lo estén —objetó Ino. Conociéndolos a ambos, y de la forma en que lo hace, ya habrían dado ese gran paso—. Aunque extraño a Sakura, ¿cómo pudo Sasuke raptarse a mi mejor amiga? —hizo un puchero.
—Vendrán pronto, dentro de dos meses o eso me dijo Naruto —comentó Hinata mientras acomodaba a su hijo sobre el hombro.
—¡Dos meses! —exclamó emocionada la rubia—. Oh, no puedo esperar más... La daré la más cordial bienvenida.
—Debemos hacer una reunión para entonces.
Un chico las interrumpió al dejar el pedido de Ino, el que siempre pide en ese puesto, sus antojos llegan demasiado lejos que incluso envía a su marido en medio de la noche a conseguirle especialmente esos dulces.
—Por cierto, últimamente no he visto al mocoso —dijo Temari tras observar un rato la calle. Comúnmente lo veían haciendo misiones simples como ayudar a los aldeanos en sus tareas cotidianas, no había ni un solo día que no apareciera con su expresión malhumorada cual pasaba a una sonrisa cordial al hacer sus deberes.
—¿Te refieres a Hotaru? Se fue hace una semana —dijo Hinata, extrañada de que no se hayan enterado.
—¿¡Se fue así sin más!? —exclamó sorprendida Ino, incluso abrió la boca—. Pero todavía no termina su condena. ¿Hokage-sama lo dejó ir?
La pelinegra se encogió un poco de hombros.
—Imagino que le redujo la sentencia por buen comportamiento, ha demostrado comportarse y ser leal todo este año.
Como no hacerlo, estar con Sakura antes de que ella se fuera le hizo bien, pensó Ino.
—Pienso que también contribuyó la opinión de Tsunade-sama, dijo que estaría bien emocionalmente —opinó Ino, y Hinata le dio la razón—. Ha sido un gran voluntario en el hospital en ausencia de Sakura.
—Eh, ser la esposa del futuro Hokage tiene sus beneficios, consigues información de primera —insinúo Temari a Hinata que se sonrojo un poco.
—Ya no se le puede hacer nada —aseguró Ino, mirando por la entrada, mientras se llevaba un par de dangos a la boca—. Sólo espero que todos estén bien dónde se encuentren.
La lluvia no aminoró con el pasar de los minutos. En un principio creyó que sería una simple llovizna y que estaría de paso, sin embargo, no esperó que el cielo se soltara de repente. Cada gota que golpeaba el suelo parecía cargada de ira, impidiéndoles continuar con su viaje al pueblo más cercano.
Afortunadamente encontró una cueva en la cual podrían refugiarse. Se preocupó que su esposa se haya expuesto demasiado a la lluvia y rápidamente se apresuró a ayudarla a sentarse para que descansara, ella sonrió dulcemente agradeciéndole y procedió a recostarse contra la pared. Estos últimos días han sido agotadores y él lo sabía.
Juntó hiervas secas dentro de la cueva e hizo una fogata, bastó que hiciera un sello y se acercara para expulsar el fuego por la boca. No tardó en regresar con la pelirrosa, sentándose detrás con ella entre sus piernas para que recargara la espalda en su torso, extendió el brazo y dejó que su capa la cubriera.
La escuchó suspirar largamente.
—¿Sucede algo? ¿Tienes frío? —le preguntó Sasuke mirándola.
Sakura negó apenas, acomodándose la capa alrededor de su cuerpo.
—No te preocupes, cariño.
Sonrió ligeramente al escuchar esa dulce palabra. Recordó cuando salió de sus labios después de casarse al tercer mes de su viaje, en un pequeño templo a las afueras del País de Fuego. Su bella sonrisa durante la mañana, llamándole con ese peculiar apodo; Sasuke casi tiró la taza que sostenía su mano, y cuando ella le preguntó casualmente si sucedía algo, él secretamente lo aceptó.
Porque le hizo feliz sentir ese lazo de amor más fuerte. A pesar de las dificultades que tuvieron en cuanto regresaron de la dimensión paralela, la separación de un mes debido a sus demandas en el trabajo, finalmente regreso por ella y le pidió que fuese con él en su viaje.
Sucedieron muchas cosas de las cuales podría expresar con cierta dicha y felicidad. Entre ellas, Sakura pudo caminar a su lado sin temor a que lastimara su corazón. Están conscientes de que su matrimonio no será un camino de rosas, pero harían lo posible para sacarlo a flotes.
Bajó un poco la cabeza, observando un poco el perfil de su esposa que acariciaba lentamente su vientre abultado. No tuvo reparos como las primeras veces en dejar reposando su mano junto la de ella, sintiendo las ligeras pataditas de su hija al reconocer su calor y presencia. Le gustaba sentir esa sensación.
—¿No sientes un malestar? —preguntó de repente.
—Estamos bien, sólo es el frío —aseguró ella, ciñéndose más a Sasuke, buscando su calor.
Sakura sabía el estado de alerta en el que se encontraba él, desde que se enteró de su embarazo se volvió muy sobreprotector. Y cuando le dieron la fecha del parto que estaba próximo, estaba más ansioso de lo normal, pero lo manejaba bien.
Por ello tomó la decisión de asentarse en un pequeño pueblo hasta que su bebé naciera, no querían correr riesgos. Sabía que pronto ya no podría moverse mucho, así que debían apresurarse.
No correrían ningún riesgo.
Se sobresaltó, una patadita en su vientre y una sonrisa en su rostro. De reojo observó a Sasuke, él lo había sentido en su mano, por ello se quedó un segundo quieto, disfrutando de la sensación y las emociones que inundan su pecho.
Besó la cabeza de Sakura y apoyó su quijada, observando la fogata y sus llamas ardientes.
Durante la madrugada, Sasuke sintió presencias extrañas alrededor de la cueva. A medio dormir, abrió los ojos sin moverse mucho, la pelirrosa dormía plácidamente sobre él. No quería despertarla ni dejarla sola por mucho tiempo, pero teniendo en cuenta la inminente situación, tendría que hacerlo para indagar.
—Sakura —susurró sobre su oreja, ella gimió por debajo, correspondiéndole.
No la sobresaltó mucho, la dejó sentada junto a su invocación, Aoda. Los ojos jades estaban fijos en la entrada de la cueva a medida que el sueño abandonaba sus sentidos, parecía preocupada al ver sombras acechando entre la lluvia. Esta no había aminorado y le costaba ver entre ella.
—Ten cuidado —le pidió al verlo partir.
Recibió una mirada de soslayo y lo perdió de vista cuando su espalda se perdió en la negrura de la noche. Se aferró a su vientre, totalmente aterrada. Así era mayormente, sus emociones jugaban terriblemente sobre su mente y le hacían perder fácilmente la tranquilidad. Con el tiempo aprendió a controlarlo un poco.
Pero estando sola no ayudaba en mucho. Agradecía el calor que le brindaba Sasuke, mantenía su mente ocupada en otros asuntos. El sentir su ausencia le causaba malestar.
Estiró las piernas y a ligeras patadas apagó la fogata para no dar su ubicación. Pensó en las presencias en el exterior, ¿Quiénes podrían ser? ¿Aldeanos que van de paso? Quiso creerlo fieramente.
Pero ¿y si eran enemigos? Hace un mes Sasuke se había enfrentado con un grupo de bandidos con el fin de ayudar a una pequeña aldea cual les dieron hospedaje. ¿Serán los compañeros de estos? ¿Vinieron a cobrar venganza? El nombre de su esposo se tronaba famoso en los bajo lares y el terrible desenlace de quienes lo enfrentaban a una batalla.
Temió por él, por ella y su bebé.
A cuestas se levantó, la lluvia afuera no parecía calmarse. Escuchaba el goteó incesante, y si se concentraba, el sonar de espadas chocando entre sí. Son enemigos, pensó con un escalofrío. Varios chakras se agrupan alrededor el de Sasuke.
Apretó los puños. Quedarse ahí parecía ser la mejor opción, en su estado actual le era imposible ayudarlo. Su deber era proteger a su hija.
Y se habría aferrado a ello si fuera por la presencia que se separó del resto y venía directo a ella.
—Sakura-sama, no debería moverse —le dijo Aoda a su lado.
—Tengo que hacerlo, alguien se acerca —reiteró ella.
Con toda su fuerza de voluntad, se acercó rápidamente a la entrada. Lo interceptaría apenas cruzara la entrada. Vio la figura emerger y no le dio tiempo de que reparar completamente en ella, con el chakra que podía manejar a estas alturas debido a su embarazo, estampó su puño directo en el rostro del individuo.
Salió disparado en sentido contrario. Vio a Aoda deslizarse velozmente hasta el bandido para cubrir todo su cuerpo e impedirle inmovilidad. Se movió al exterior sin importarle la lluvia y vio entre los árboles centellas de electricidad, las técnicas de Sasuke estampaban a los bandidos sin piedad.
Sus temores se volvieron realidad cuando varios hombres comenzaron a acercarse a ella.
—Que gran botín, aquí está su amada e hijo —uno de ellos la señalo con su alabarda. Pase a que su cuerpo temblaba, Sakura lo miró desafiante mientras se abrazaba.
—Rápido, hay que sacar al engendro primero —apresuró su compañero.
Sakura se horrorizo de aquello. ¡Querían a su bebé! Hizo sus conjeturas pase al miedo: quería su línea sucesora que corría por la sangre de su hija.
¡No lo permitiría!
Comenzó a mover sus piernas dispuesta a correr. El bello de sus brazos se erizó ante la inminente amenaza que ellos representaban, pero no les dejaría hacerle daño a su bebé.
—Como si fuera a permitirlo, bastardos —gruñó Sasuke apareciendo detrás de los bandidos, trazando un arco con la katana sobre sus cuerpos. La sangre bañó su rostro y la lluvia no tardo en limpiarlo.
Los cuerpos cayeron sin vida, y Sasuke pasó sobre ellos para acercarse a Sakura, tomándola del brazo, reparó en sus ojos aterrados y envuelta en miedo. Lamento tal situación. Aquellos no eran más que rezagados del grupo que enfrentó tiempo atrás, debió prevenir su actitud contra él, sus enemigos eran diversos.
No la expondría a ese peligro.
—Sasuke-kun, ¿Quiénes son ellos...?
—Eso no importa ahora, tengo que ponerlas a salvo —dijo Sasuke mientras se apresuraban entre los árboles.
Maldición, sentía las presencias acechándolas. Le sería imposible luchar con toda libertad si Sakura estaba ahí, podría salir lastimada entre la batalla y es lo que quería evitar. Pensó mientras sus pasos se hacían más intensos, la respiración de ella y su propia desesperación.
Al mirar rápidamente a sus costados, la jaló detrás de un árbol para esconderla.
—Oculta de chakra y quítate la capa —le pidió mientras él hacia lo mismo con la suya.
Una vez que ella estuvo descubierta, tuvo un segundo para observarla, frágil y temerosa, pero sus ojos ardían en determinación mientras se aferraba a su vientre cubierto por su vestido rojo. Un nudo se formó en su garganta, despejó sus vacilaciones y le colocó su capa oscura encima de su cabeza.
—Escúchame, tendrás que huir sin mí.
Los ojos de la joven se ensancharon.
—Sasuke-kun... yo no...
—Tienes que alejarte lo más que puedas en dirección al norte, escóndete en el primer refugió que encuentres, te encontraré —acarició su pálido rostro con fervor, observándola intensamente—. Protege a Sarada, que yo las protegeré a ambas.
Juntó sus frentes, permaneciendo así unos segundos para infundirle el valor necesario. Al sentir su respiración sobre su rostro, aspiró su aroma y se alejó de ella sin darle oportunidad de decir algo más, agitando su katana a un costado, le hizo una señal para que se fuera.
La kunoichi dudó al principio, pero sabía la razón por la que le pedía separarse. Sasuke podría luchar y contenerlos ahí sin ella cerca, odiaba pensarlo, pero no le sería de ayuda si permanecía ahí.
Entrecerró los ojos y comenzó a correr por el fogoso bosque, pidiendo en ruego que no saliera muy lastimado de esa batalla. Pisando cuidadosamente el suelo por dónde iba, se dirigió a la dirección que le indico, esperanzada de que él llegaría a su lado más tarde.
Sasuke viró al frente y sus contrincantes aparecieron cautelosos y precavidos, después de todo, se enfrentaban a Uchiha Sasuke, y sus ojos brillaban más amenazantes que nunca con aquella línea sucesora. Su rostro permanecía sereno, pero ahí estaba su rabia e ira contenida.
—¿La lindura de tu amada se fue? —preguntó uno acercándose más—. Esto se convertirá en un juego de escondidillas, ¿eh?
El azabache afilió su mirada al avanzar, la electricidad emergió de su única mano.
—Cometieron el peor de su vida —dijo en susurró, apenas se escuchó por el sonido de la lluvia.
—¿Y cuál es ese error que mencionas? —el mismo hombre sintió escalofríos al ver el Sharingan girar incontrolablemente.
—Tocar lo más apreciado para un Uchiha.
Ya no sabía que rumbo iba, su desorientación hizo mecha en ella cuando la lluvia intensificó su fuerza. Aún se aferraba a la capa de Sasuke con vigor y buscaba desesperadamente una cueva en la cual pudiera refugiarse. Caminó de un lado a otro, sus pies dolían horriblemente y las patadas de su bebé no cesaban.
—Shh, shh... —murmuraba tocando su vientre mientras caminaba, su angustia crecía y trataba de reconfortarse así misma—, papá estará bien, Sarada. Él vendrá con nosotros pronto...
Fatigada y al límite, se apoyó en uno de los árboles, su respiración agitada rompió las olas del silencio y la oscuridad parecía tan aterradora sin la vista de la luna. Trato de serenarse y decirse que todo estaría bien. Sasuke vendría por ella y los dos irían al pueblo a esperar el nacimiento de su bebita.
Sí, así sería.
Por lo pronto, debía encontrar una cueva, ponerse a salvo o el esfuerzo de su esposo sería en vano.
Se enderezó con esfuerzo y siguió caminando, apoyándose en los árboles. El tiempo pareció tan relativo cuando sintió un chakra acercarse por detrás. Al principio creyó que se trataba de Sasuke, pero estaba tan ligada a él que no necesitaba de mucho esfuerzo para saber que no veía.
Su desesperación la atrapó de nuevo y apresuró su caminata, ¿se le fue un cabo suelto? ¿Sasuke se encontraba bien? Rogó a los cielos que así fuera. Todos sus sentidos se dispararon al sentirlo detrás de ella.
Una mano la atrapó del brazo, alzó la pierna dispuesta a patearlo, pero el hombre la esquivó alejándose de ella. Sakura se puso en guardia, sus piernas temblaban, pero no se rendiría ahí por nada del mundo, prácticamente el miedo la impulsaba a moverse.
—¡Tranquila, Sakura, soy yo! —exclamó aquel individuo.
La joven tembló al escuchar su nombre, lo vio destaparse la cabeza de la capucha y el rostro de Hotaru fue expuesto entre la lluvia. Su cuerpo se relajó considerablemente cuando sus ojos chocaron, sus piernas apenas pudieron soportar el peso y cayó al suelo. Jamás impactó, los brazos del hombre la sujetaron a tiempo.
—Hotaru... —murmuró fatigada. ¿Era una ilusión?
—No hables —le pidió él, estrechándola con fuerza en sus brazos—. Primero te pondré a salvo de esta lluvia.
Hotaru sobrevivió a su herida tras ser curado por Sakura en cuanto estuvieron en su mundo. El peso de la ley cayó sobre él al estar en condiciones de recibir un castigo por sus delitos, entre ellos figuraban el tratar de asesinar, en ese entonces, a Haruno Sakura.
Aceptó los cargos declarándose culpable y su sentencia quedó reducida a un año de servicio dentro de la aldea haciendo misiones de clase C y D —todo gracias a influencia de Naruto, Sakura y hasta, sorpresivamente, el mismo Sasuke—. Asimismo, siendo voluntario en el Centro de Rehabilitación junto a Sakura con un ANBU vigilándolo día y noche —por Kami, ni siquiera podía bañarse a gusto—; pudo aprender y reforzar sus conocimientos. Sobre todo, cuando marchó de la aldea después de ello.
Su relación con Sakura la retomó con esfuerzo, ella se empeñó en hacerle ver que lo que trató de hacer quedó atrás y le ayudó a crecer mentalmente. Él veía en ella una figura de sus sentimientos unilaterales, pues ella sólo esperaba a Sasuke y a nadie más. Le dolía, pero es su realidad.
Se tragó su orgullo y su odio tras comprenderlo. Aunque su desagrado por Sasuke fue moderado, y por lo menos ya no quería matarlo, el resentimiento seguía ahí, picando cada vez que escuchaba su nombre. No quería causarle más sufrimiento a Sakura al intentar matarlo, así que sobrepuso sus metas y sentimientos por la felicidad de ella.
Su mayor deseó fue que el año pasara rápido para que pudiera salir de la aldea y fuera a ver a sus padres, Ino ya le había dado la dirección exacta de su paradero. Creyó que el tiempo se iría volando con Sakura cerca, pero en cuanto Uchiha regresó y le pidió que fuera con ella, la vio partir con una gran sonrisa en su rostro.
Debió reconfortarlo, pero no lo hizo. Cada día pensaba en ella y su felicidad, después de un tiempo... se resignó.
Si ella es feliz, para él es más que suficiente.
Se convencía una y otra vez.
Por eso, ahora al verla embarazada, le traía una emoción extraña a su pecho. Una aplastante y desquiciada. Oprimía su corazón de una forma dolorosa, y aún podía respirar pase a la sensación.
—Así que serán padres —susurró inconverso, viéndola dormir profundamente.
La examinó sin llegar a profundizar, averiguó un poco de la estabilidad del bebé, era extraño. Una sensación rara le recorrió el cuerpo. Ensanchó los ojos y se apresuró a salir de la cueva.
En la hora que estuvo dentro, la lluvia por fin se convirtió en un chispeo molesto. Al fin podía ver la luna en lo alto del cielo, brindándole su luz nocturna.
Apresurándose, caminó directo al bosque en busca de Sasuke. Aún no comprendía porque Sakura estaba sola en medio de ese escenario, perdida y al borde del colapso. Por mucho que le doliera admitirlo, Uchiha no la dejaría abandonada, había una poderosa razón para que la dejara sola.
Y si no, le rebanaría la cabeza sin piedad.
Después de barrer la zona, encontró su presencia a un costado. Lo vio cruzar lejos de él en dirección a dónde estaba Sakura. Dudó en un principio en acercarse a él, pues desde hace meses que no lo veía y su relación seguía tensa.
Pero Sakura estaba de por medio.
Corrió entre los árboles y lo dejó que se percatará de su presencia, Sasuke le clavó la mirada y su ceño fruncido demostró su desconcierto por su presencia.
—Uchiha —dijo impasible.
El aludido se detuvo, sin saber exactamente cómo reaccionar ante su aparición.
—Encontré a Sakura —con su sola mención el rostro de Sasuke se enmudeció—. Te llevaré a dónde está. Es por aquí.
Sasuke lo vio irse y dudó un segundo si seguirlo, pero tras sentir el chakra de su esposa venía de esa dirección, fue tras él.
Lo más importante para él era saber como estaban su esposa e hija.
Siguió al chico que lo guiaba entre el sendero del fogoso bosque. En completo silencio, llegaron a la pequeña cueva dónde podía ver la silueta de Sakura recargada en la pared, respirando compasadamente. Se adelantó sin preámbulos, con su rostro reflejando preocupación al verla casi inconsciente.
—Se desmayó por el cansancio, la he atendido y dado un poco de mi chakra —dijo Hotaru pasando de él, en ese momento Sasuke vislumbró la fogata que ardía frente a él—. Será mejor que le des calor corporal, en su estado no es recomendable que su temperatura descienda en su estado.
—Afuera —espetó sin emoción el Uchiha, apuntando con el dedo al exterior.
Hotaru contuvo las ganas de insultarlo a sabiendas que necesitaba privacidad pues e quitaría la ropa mojada, y en silencio se aproximó a la negrura de la noche.
Cuando hubo estabilizado la temperatura de su amada, ella respiraba con dificultad, se preocupo por su estado, se aferraba a su camisa con fuerza y su ceño fruncido demostraba su incomodidad. La ayudó a acomodarse entre sus piernas, pidiéndole que le hiciera saber si tenía dolor.
Ella negó con la cabeza, visiblemente se le dificulta el habla.
Sasuke la acobijo más, dándole un beso en la frente, intentando que se tranquilizara, al tocar su pecho aún sentía su corazón desbocado. Le hizo saber que debía serenarse, ya estaba ahí.
—Lo... sé —suspiró, tratando de hacerle caso.
Unió su mano con la de él, apretándola con fuerza. Sasuke le transmitía un poco de su chakra, era... cálido y reconfortante, emanaba seguridad. Poco a poco su mente fue dispersando toda desesperación y pudo aspirar profundamente, el cansancio estaba sobre ella, pero no era impedimento para no recodar como llegó hasta ahí.
—¿Y Hotaru? —preguntó al no verlo de reojo.
Antes de que Sasuke pudiera contestar, el chico se adentró a la cueva trayendo consigo un par de manzanas y ciruelas. Cuando fijó su vista en ella, hubo reconocimiento y la sonrisa en su rostro femenino le hizo sentir cierto desosiego, pero no flaqueó.
—Veo que estás mejor, no te ves tan pálida —comentó ignorando la mirada penetrante del Uchiha cuando se acercó un poco para extenderle una manzana, incitándola a que comiera—. Es lo único que conseguí en los alrededores, debes comer un poco para recuperar fuerzas.
Sakura alargó su mano para tomarla, agradeció por debajo y se propuso a devorarla con suavidad, sus energías escasean.
—Lamentablemente no traje nada para ti —dijo Hotaru con falso pesar al mirar a Sasuke, comiéndose en su cara una almendra, el azabache le envió una mirada furtiva. Después se desplazó al otro lado, dejándose caer contra la pared de la cueva.
Los ojos jades de la Uchiha se viraron a él instantáneamente, sin dejar de masticar, le preguntó que hacia por ese rumbo. Le sorprendía que estuviese lejos de Konoha.
—Reduciendo un mes mi condena por excelente conducta, vengo de visitar a mis padres —informó desinteresadamente, evadiendo por completo un tema delicado que involucraba a Sasuke, no quería alterar los nervios de Sakura. Se encogió de hombros y se permitió relajarse un poco—. Pensaba ir a unas aguas termales cuando sentí tu charkra cerca.
—Gracias por ayudarme —expresó la pelirrosa, terminando la manzana, dejó el corazón a un costado y siguió sonriéndole. El brazo de su esposo que se ceñía a su cuerpo se volvió tenso.
—Ciertamente no esperaba encontrarte... con la panza del tamaño de una sandía —expresó con cierto aire divertido. Antes no podía permitirse demostrar esa parte frente a nadie, mucho menos de Sasuke, pero ahora, después de la visita de sus padres, su visión del mundo cambió radicalmente
Sakura parpadeó, llevándose las manos a su vientre, acariciándolo con ternura.
—Vaya sorpresa —siguió diciendo, mirando el exterior de la cueva, la lluvia era historia. Se levantó, estirando sus músculos—. Bien, voy a serle una revisión a Sakura, me preocupa su estado.
Sus acciones contradijeron sus palabras, por supuesto que notó la mirada letal que le profesó Sasuke. No dejaría que se acercara libremente y lo sabía.
—Uchiha —dijo insistente.
—Mitsu —respondió en gruñido.
—Sakura se fatigo demasiado y estuvo expuesta a emociones severas —indicó serio. Sakura permaneció en silencio, a punto de caer dormida—. En su estado, por lo que estimo a poco de dar a luz, podría ser grave.
—¿Y qué sabes, imbécil?
—Estoy preparándome para medic-nin, estúpido.
Sasuke iba a contestar, lo detuvo la mano suave de su esposa apoyada en la mejilla, le pedía con sus grandes ojos cansados que dejara a Hotaru.
—No me siento muy bien —susurró.
Él enmudeció la mandíbula por su padecimiento y con un gesto permitió que el chico se acercara, claro que sin despegarse de ella. Ni estando completamente loco la dejaba a merced de Hotaru.
Aunque le purgaba ver como él le tocaba la frente a Sakura y le pedía que se tranquilizara, le costaba a Sasuke hacerlo. Logró controlarse a tiempo, por más que fuera habilidoso y uno de los ninjas más fuertes de las naciones, fracasaba en cuanto a Ninjutsu médico, a pesar de saber lo básico, no estaba a la altura de evaluar esta situación.
—Mierda —le escuchó decir.
Ensanchó los ojos cuando su esposa soltó un gritillo inconfundible de susto, mientras se aferraba a él. Sintió vestigios de líquidos manchar su pantalón. Alarmándose, vio como escurría entre las piernas de su esposa que cada vez la respiración se le aceleraba.
Expresó una mueca de horror.
—¿Sakura?
—Yo... uf —cerró los ojos, jadeando.
—Se le rompió la fuente —avisó Hotaru tratando de tranquilizarse—. Fue demasiado para ella en ese estado.
—¿Quieres decir qué...? —Sasuke en verdad no estaba preparado para esto.
—No puede nacer aquí, no tenemos las herramientas necesarias y corre el peligro de... —se calló al ver la desesperación marcar el rostro de Sasuke, no lo hizo por él, sino por Sakura que negaba con la cabeza, ella lo sabía—. Apenas está sintiendo las contracciones, tenemos que ir a un pueblo cercano.
—Está a mas de medio día de viaje.
—Maldición —Hotaru apretó los dientes, golpeándose un poco la frente tratando de encontrar otra alternativa.
El azabache estaba tan tenso y comenzó a estresarse, Sakura se aferraba a él y daba jadeos incontrolables, pidiéndole que no se alterara, que iban a estar bien. Quiso hacerle un comentario sarcástico, pero se abstuvo, lo menos que necesitaba era asustarla más.
Apretó los dientes, pensando rápidamente en lugares candidatos para traer a su hija al mundo. Divagó unos segundos hasta que recordó que cerca de ahí estaba uno de los sinfines guaridas de Orochimaru.
A vista de sus escasas alternativa y su propia desesperación de que le ocurriera algo a las dos, irían ahí. Si esa serpiente estaba ahí, lo cobraría como un favor.
La cargo tratando de no ser tan brusco, ella se aferraba a su capa tratando de hacer los ejercicios de respiración que Hotaru le indicaba mientras comenzaban la marcha tan rápido como sus piernas le permitían.
—Respira Sakura, por la nariz y suelta por la boca. Y si quieres golpear algo, pégale al rostro de Uchiha —le decía Hotaru a su lado.
—¿¡Cómo quieres que...!? ¡Ah! —exclamó cerrando los ojos.
—Debes de tranquilizarse, las contracciones seguirán. No te preocupes por tu bebé, estará bien una vez que lleguemos —expresó.
Sasuke solamente se concentraba en correr cada vez más rápido, apretando el cuerpo de Sakura a su torso, dedicándole miradas intensas, transmitiéndole su pasividad, conectándose en ese momento. Alentándole a que fuera valiente, pudiendo soportar aquel dolor. Sabía que sería peor, durante su viaje habían recabado —o de su parte, obligado a escuchar— experiencias en parto, y el indescriptible dolor que conllevaba.
A palabras: no se comparaba con nada con la peor golpiza del mundo.
Anduvieron por el bosque, cada vez Sakura jadeaba más rápido y en él su desesperación comenzaba a manifestarse.
En la lejanía notó el arco de la entrada, a simple vista de todos como una simple cueva. Pero tras adentrarse a lo más profundo, se podía ver aquel pasillo que alumbraba apenas una antorcha, luego seguía recto abriéndose paso a la guarida con el interminable laberinto de pasillos e intersecciones. Las paredes cambiaban de piedras sin formas a un tapiz fino y con líneas sin figura algunas, el aire ahí era un poco sofocante y el ambiente sumamente frívolo al estar bajo tierra.
Las antorchas le ayudaron a guiarse y recordar vagamente una de las habitaciones más cercanas.
—Detesto estar bajo tierra —soltó en un gruñido Hotaru mientras avanzaba a paso rápido. El panorama le traía oscuros recuerdos de cuando fue esclavo de Orochimaru.
—Aquí podrá nacer... —dijo Sasuke, pasándose del detalle en que Hotaru ayudaría a que su hija viniese al mundo. Lo único que le importaba era que Sakura y Sarada estuviesen a salvo.
Escucharon una tercera voz femenina y a medio grito que exclamaba groserías al aire. Se detuvieron de sopetón y esperaron. Sasuke pudo reconocer de quién se trataba, estuvo conviviendo con ella por mucho tiempo para no saberlo.
La vio aparecer por la intersección, caminando acalorada mientras se ajustaba sus gafas. Después de suspirar fuertemente, giró la cabeza a su dirección. Inmediatamente sus ojos se ensanchan al reconocerlo y una fugaz sonrisa se asoma en su rostro.
—¿Sasuke-kun? —preguntó, acercándose. Y a medida que lo hacía iba reparando rápidamente en la situación. Él traía una pelirrosa en brazos, que jadeaba y se aferraba a su camisa con fuerza, no paso desapercibido el bulto de su estomago y tampoco el rostro de desesperación de Sasuke.
Por una vez en su vida, Karin vio un semblante con una emoción más humana en él.
—Ayúdame, por favor, Karin —pronunció el azabache—. Mi esposa está a punto de dar a luz.
Se le fue el aire cuando él la miró intensamente.
El retorcijón en su pecho no cesó, alternó mirada en la pareja y el ceño fruncido de la kunoichi. Sin creer realmente lo que veía ante sus ojos.
—Recuéstala en la camilla —ordenó Karin al entrar a la habitación.
Apenas los vio de reojo, sus manos temblaban un poco y hallaba por todos los medios serenarse. La vida de esposa y bebé de Sasuke dependían de sus conocimientos, con ese pensamiento se acercó rápidamente a Sakura, pidiéndole que respirara con frecuencia. Aún con el nudo de su garganta, aceptó silenciosamente que sólo la pelirrosa podía provocar expresiones humanas en Sasuke.
Él se veía preocupado.
—Pronto será —murmuró Karin tras revisar a Sakura, tomando el tiempo de sus contracciones—. Respira hondo Sakura, todo saldrá bien.
Pase a estar sudando y con muecas adoloridas, ella le sonrió débilmente, sus ojos centellaban de una emoción, de esa misma que una amiga lo hacía. Confiándose la vida sin reparos.
Dejándoselo en sus manos.
Se abrumó un poco por tantas emociones, atinó a devolverle el gesto con sinceridad.
—Salgan de la habitación.
—Yo puedo ayudarte —dijo Hotaru, repelando la orden—. Tengo una noción de esto.
—Serás de gran ayuda —la pelirroja suspiró, más posibilidades de éxito—. Sasuke-kun, espera en el pasillo.
El Uchiha, que estaba tomando con fuerza la mano de su esposa, la miró a los ojos, esas gemas verdes que amaba. Le transmitió todas sus emociones tras una mirada, ellos no necesitaban palabras para hacerse entender, con un simple gesto y sus acciones. Le tocó su rostro sudoroso y le brindo un beso en la frente.
—Estaremos bien —susurró Sakura a sabiendas de su preocupación.
Asintió, dándose fuerzas. Sabía los riesgos, no podía evitarlo. Una vez la miró fijamente antes de apartarse y soltar su mano.
—No te preocupes, haremos todo lo posible para traer a tu hijo al mundo —dijo Karin, sonriéndole para infundirle apoyo.
Pero lo que realmente preocupaba a Sasuke, era la presencia de Hotaru. Se lo demostró con una basta mirada.
—Mira, Uchiha. Me importa un carajo lo que suceda contigo. Pero estamos hablando de Sakura y su bebé —bufó Hotaru cruzado de brazos—. No dejaré que nada les suceda.
Una vez más, Sasuke no supo si confiar o no. Arriesgarse estaba demás ...
Miró desde ahí a su esposa que jadeaba, adolorida por las contracciones mientras Karin le ponía la manda encima y le hacía flexionar las piernas.
—Si veo algo sospechoso...
—Me enviarás al otro mundo —recitó Hotaru agitando su mano totalmente fastidiado, como si se lo supiera de memoria—. Sí, sí, ya entendí.
Sin más, se alejó. Cerrando la puerta tras sí.
De nuevo gritos.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro...
Después de ese número perdió la cuenta del tiempo. Pudieron transcurrir minutos que los sintió horas. Tratando de concentrarse en sus propias emociones, impidiendo que su desesperación le ganara y entrara a irrumpir el trabajo de ambos. Movía su pierna derecha, un tic que lo mantenía ocupado.
Pasó una mano por su rostro, como si así evitara que la preocupación no colisionara. Además de ello, los nervios no lo dejaban en paz. Su hija... estaba a punto de nacer, estaba a instantes de poder verla, conocerla finalmente. Después de todo... después de tanto tiempo...
Su familia estaría completa.
Aquella que la vida se encargó de arrancarle injustamente, la que nunca pensó que llegaría a formar. Cuando habló de restablecer su clan, no le pasó por la mente esa clase de lazos emocionales que crearía con Sakura, con el fruto que cargaba en su vientre y ya la amaba.
Ese tema fue tocado con su esposa, al sentirse frustrado por el futuro. ¿Y si no era un buen padre? Las dudas siempre lo carcomían, sus demonios trataban de resurgir, agarrándose de sus inseguridades. Y era tan sorprendente como una palabra de Sakura los derrumbaba, con un abrazo y cariño, todas sus sombras se apaciguaban.
Alzó la cabeza, pensando en su propia familia en ese universo alterno en el que viajaron hace un año. Tratando de imaginarse sus reacciones al saber que una nueva Uchiha llegó al mundo.
Él ya no estará envuelto en soledad.
Sus oídos, después de tanto, captaron el llanto de un bebé.
Su corazón sufrió un hueco y se levantó de un salto del suelo, con los ojos dilatados y aterrorizados fijos en la puerta. Despertó en él una ansiedad. Los segundos que transcurrieron fueron una eternidad hasta que la puerta se abrió y de ahí salió Hotaru, cuya ropa estaba ensangrentada. A Sasuke casi le da un paro cardiaco ahí.
—Quita esa cara de llorica, Uchiha —le insultó Hotaru, pase a ello, no pudo evitar sonreír burlón—. ¿No pasarás a conocer a tu hija?
Frunció el ceñó y se adentró a la habitación, el chico lo siguió detrás.
No prestó atención a nada más en el mundo. Sólo a Sakura, cuya sonrisa cansada y llena de dicha resplandecía en su rostro, sus ojos verdes centellantes de una inmensa felicidad y lágrimas al tener en sus brazos el pequeño bulto cual admiraba con ternura. Murmuraba unas palabras y tocaba las manitas que salían de la tela.
Se quedó ahí, estático y ansioso a la vez.
Karin, emocionada, le hizo señas.
—Los dejaremos solos —dijo mientras alejaba de ellos, para darles espacio. Se llevó a rastras a Hotaru que no hizo más que suspirar de resignación y cerrar la puerta para darles privacidad a los padres primerizos.
Una vez que estuvieron solos, Sakura alzó la vista enternecida, notando los gestos de su esposo.
—Ven aquí, cariño. Sarada quiere verte.
Sasuke se obligó a avanzar lentamente, con la respiración pausada. Al llegar, tomó la mano de Sakura y la apretó con cariño. Desde ahí pudo ver la mota de cabellos negros envuelta en la manta amarilla. Jamás había visto una criatura más hermosa, admiró todo de su bebé, sus ojitos cerrados y pequeña nariz, sus manitos se aferraban en puño a la manta y balbuceaba apenas.
—Es... hermosa —susurró inverso en ella. Admirándola con adoración.
—Tiene tu cabello —comentó Sakura acariciándole la cabeza con cuidado—. Espero que tenga tus hermosos ojos.
Sasuke la miró fijamente, parecía tan relajada y sumamente feliz de tener a su hija en brazos. Se inclinó un poco para verla mejor.
—Nuestra Uchiha Sarada —susurró él, alargando su mano para tocar su mejilla sonrosada. Hasta su piel parecía de algodón, tan delicada como ella.
Sonrió al ver que su mano atrapaba uno de sus dedos, aferrándose a él como si no quisiera soltarlo jamás. Un sentimiento de melancolía se instaló en su pecho al ver un acontecimiento demasiado prematuro.
Aquella bebé abrió lentamente los párpados, revelando entre ellos unas hermosas pupilas negras y brillantes, expuestos al mundo al que acaba de llegar recibida con tanto amor y cariño.
En ese momento, Sasuke se vio reflejado en sus pupilas brillantes, se vio cómo una figura más.
Se vio como un humano, como un padre.
Jamás imaginó que ese amor que compartía con Sakura se extendiera de esta manera a su bebé. Que incluso antes de nacer y ahora que la tenía frente a él, daría su propia vida para mantenerla a salvo.
Porqué era el fruto de su amor con Sakura, aquella mujer que jamás se rindió con él. Y ahora cumple totalmente la promesa que le hizo cuando eran gennin, en medio de la noche, frente a esa banca blanca que fue testigo de la fatalidad de su destino.
"Felicidad".
Sarada...
Sakura...
Él...
Su familia...
Ya no estaría solo en el mundo.
Apretó los labios y agachó un poco la mirada, tratando que las lágrimas que amenazaban sus propios ojos no cayesen. Pero le fue imposible de impedir, aspiró con fuerza entreabriendo sus labios y la delicada mano de su esposa le acarició su rostro, la atrapó entre sus dedos y la apresó con vehemencia. Desvió sus ojos a los de ella, lloraba más que él y le ofrecía una linda sonrisa.
Que todo estaría bien.
Que su familia estaba aquí.
—Gracias, Sakura... —murmuró, acercándose a juntar sus frentes. Besando cada parte de su rostro, su frente, su nariz, sus labios. Aferrándose a su mano sin querer soltarla—. Gracias por traerla al mundo y permanecer a mi lado. Gracias por amarme.
—Siempre estaré a tu lado, cariño —Sakura lo miró a los ojos, transmitiéndole su infinito amor. Bajó la mirada a su bebé, que los veía con sus grandes ojos negros—. Siempre estaremos a tu lado —corrigió.
Sasuke volteó a Sarada, tocando su mejilla una vez más.
Madre, padre, Itachi... ¿la estarán observando desde dónde estén?
—... Y toma estas mantas para Sarada-chan —decía Karin mientras le entregaba una mochila a Sakura cual Sasuke tomó, puesto que su esposa cargaba a su hija.
Estaban a las afueras de la entrada de la guarida en pleno ocaso, el azabache esperó un par de días para que descansaran y fueran al pueblo más cercano cual pudieran revisar a Sarada. El parto traía secuelas cuales necesitaba que descansara lo mejor posible, rechazó la invitación de Karin para que permanecieran en la guarida, no soportaría el presentimiento de que Orochimaru apareciere en cualquier momento.
Así que apenas Sakura aseguró que podía caminar, se pusieron en marcha.
—¿Dónde conseguiste esa ropa? —preguntó Sakura con cierta curiosidad.
—¿De dónde más? Me obligó a obtenerla —replicó Hotaru bufando por debajo por la horrible experiencia de ser atado por preguntas de la vendedora.
—No te quejes, que aceptaste la misión muy gustoso—la pelirroja afiló su mirada. No le tenía ningún apego en especial, pero lo reconoció en cuanto ambos platicaron sobre su procedencia. En algún momento de sus vidas cruzaron caminos después de la guerra.
La Uchiha le sonrió agradecida.
—Una vez gracias por asistirme, Karin-san —por supuesto que Sakura jamás lo olvidaría.
—Tómalo como parte de la deuda de vida que tengo —refutó un poco sonrojada Karin, ajustándose los lentes.
Aún no asimilaba el hecho de que Sasuke haya tomado a la pelirrosa como esposa y ya tuvieran una hija. Sakura es una persona muy honorable y amable, pudo comprobarlo en el día que estuvo a su cuidado. Además, se encariñó sorpresivamente con la hija de ambos. Veía en los ojos de Sasuke la adoración en la que miraba a Sakura y Sarada, su familia.
Si él es feliz, para ella es más que suficiente.
—Se me olvidaba —la Uzumaki sacó de su bolsillo una cajita transparente, cual resguarda el cordón lumbrical de madre e hija—. Ten, lo guardé para ti.
Sakura lo observó un momento, mientras se acomodaba a Sarada en brazos dormía plácidamente. Al cabo de los segundos, pensó en la mejor manera en agradecerle a la pelirroja por Sarada, estaba consiente de los sentimientos que tenía hacia su esposo y el repentino cariño a su bebita. Simplemente creía que Karin era una mujer de gran corazón, delicado y un poco recio a demostrarlo abiertamente.
Como una amiga. No quería deshacerse de ese lazo.
—Ahora es tuyo —dijo suavemente, a la vez que le sonreía con sinceridad al presenciar el semblante estupefacto de la kunoichi—. Es una muestra que eres parte de la vida de Sarada.
Los ojos de Karin se ensanchan delicadamente, impactada y sobre todo con la creciente opresión familiarizada de su pecho, viró sus ojos a ella, encontrando más allá de la sinceridad y agradecimiento de su parte. Una emoción verdadera, comprensiva y alegre.
Le dejaba ser parte de su vida. La de él de alguna forma. Ella lo sabía. Se avergonzó.
Giró disimuladamente a Sasuke que se mantuvo callado, en respeto y afirmación de su esposa, aceptándolo en silencio y una mueca tranquila. Aceptando que pudiera estar cerca de la pequeña, de ellos y formar parte de ese vínculo.
Finalmente sonrió, abochornada por su propia alegría que amenazaba con escaparse en lágrimas. Pasó sus manos sobre su rostro y movió sus lentes.
—M-Más les vale ser felices, ¿entienden?
Una petición que le salía del fondo de su corazón.
—¡Y vengan con Sarada-chan la próxima vez! Le tendré preparado un regalo —exclamó feliz viéndolos partir por la senda.
Llegando a un prado más abierto, Sakura se permitió respirar con profundidad. Enalteciendo la belleza a su alrededor. Sarada seguía acurrucada y tranquila, aún no tenía la suficiente noción para moverse demasiado, pero estaba segura de que es sana, tampoco es que no quiera verificarlo al llegar al pueblo y buscar a un doctor.
A su lado, Hotaru tenía los bolsillos ocupados por sus manos, admiraba desde ahí a Sarada, adormitada. Sasuke le había concedido unos minutos a solas con la kunoichi para despedirse, sentía su presencia a los alrededores, acechándolo. Le causaba risa y tristeza a la vez.
Una vez pensó en matar a Sakura. Cuanto se arrepentía. ¿Qué fuera de esta realidad si lo hubiera conseguido? Jamás hubiese sido capaz de conocer a la hermosa bebé que reposaba en los brazos de su...
—Entonces te marchas —dijo ella, sacándolo de sus pensamientos.
Parpadeó y la miró directamente a los ojos.
—Andaré viajando un poco para ayudar a mis padres. Regresaré a Konoha... algún día. Te visitaré, después de unos meses... o años —rectificó, no muy seguro.
Sakura sabía de sus pensamientos, reconfortarlo no sería suficiente.
—Ve y sana tu corazón, cuando estés listo, puedes visitarme —alegó ella.
Hotaru se permitió sonreír ligeramente. Sacó su mano del bolsillo y la alargó a la mejilla de Sakura, quién se sorprendió por su acción, pero no se movió, aceptando las emociones que vio en sus ojos mieles y cuales jamás podría corresponder.
Y él lo sabía perfectamente.
El viento se llevó las palabras que salieron de sus labios, y las dolencias que se permitió deslindarse.
—Sé feliz, Uchiha Sakura, siempre estarás presente en mi mente —dijo.
Se inclinó un poco para ver a Sarada, que apenas abrió de nuevo sus ojos. Le parecieron dos gemas tan profundas, clavándose en sus memorias.
—Y tú, Sarada, espero que no seas amargada como tu padre, ya tenemos suficiente con él —bromeó ligeramente dándole una espontanea caricia en su cabeza—. Crece y vuélvete una hermosa flor como tu madre.
Después de eso, la pelirrosa no supo cuanto tiempo se quedó mirando al horizonte de la pradera, perdiendo de vista poco a poco la espalda de Hotaru. Recordando aquel niño escuálido e iba corriendo tras ella para ayudarla a recoger hierbas medicinales y hacer remedios a los enfermos. De aquella admiración en sus ojos al verla trabajar y sus gestos de niño resentido.
El tiempo pasa, las heridas se cierran o engrandecen. Esperaba con todas sus esperanzas que él pudiera encontrar la paz, así cómo su esposo la halló en ella y Sarada. Que todo el rencor de su corazón sea disipado y pudiera vivir su vida sin lamentaciones.
Se aferró a su bebé, Sasuke llegó a ella poco después y se quedó ahí, en silencio.
—¿Se fue? —preguntó él.
Asintió, con una mueca.
—Volverá, algún día —dijo con seguridad.
Se volteó al azabache, se notaba pensativo desde que partieron de la guarida de Orochimaru.
—¿Te preocupa algo?
—No, simplemente... calculaba los tiempos para llegar al pueblo más cercano.
Sakura hizo una pequeña mueca y acomodó a Sarada, pues comenzó a moverse más. Al ver sus ojos de nuevo, los comparó con los de su esposo, eran iguales y diferentes a la vez. Expresaban diferentes tonalidades de profundidad y sus rasgos, diría que heredo las de ella y su enorme frente.
—Relájate un poco, sé que llegaremos con tiempo —le dijo dándole un beso en la mejilla. Inmediatamente Sasuke dejó de pensar y se enfocó en ella.
Le devolvió el gesto a su manera: acariciando su mejilla.
—Ahora que lo pienso —de pronto Sakura era la pensativa—. ¿Ya habrá nacido Sarada en el otro universo?
Recordar aquellos días siempre les traían una sensación semiamarga a ambos, especialmente para Sasuke por obvias razones. Pero sin duda fue una experiencia inolvidable. Tantas alegrías que se trajeron consigo, diversión y muchas risas, sin duda. Más que el dolor experimentado en ese lapso, su relación floreció y marcó un rumbo allí.
Recordándoles a quién amaban.
—Seguramente Sasuke-san se puso muy nervioso y haya desesperado Itachi-san, sin duda Sakura-san le estuvo gritando y tratando de golpearlo aún embarazada —Sakura divagó y se rio un poco al imaginarlo.
Incluso a Sasuke se le asomó una fina sonrisa de diversión al imaginarlo, sí, Sakura-Hime tiene un carácter peor que su amada esposa; y Charasuke se dejaría ser con tal de no empeorar las cosas.
—Tal vez. Pero, aunque ambas Saradas se parezcan en nombre y apariencia —volviendo a su pregunta inicial, agarró la mano de su hija, apretándola con delicadez—, la que tengo frente a mí es únicamente nuestra hija. No hay otra como ella, al igual que tú.
—Sí, tienes razón —Sakura los miró a ambos con afecto. El aire levantaba los pétalos de las flores, brindándoles un trasfondo digno de admirar y grabar en sus retinas—. Es nuestra Sarada. Nuestra única hija.
De manera clara, Sasuke solamente tenía corazón y alma para ambas. No importaba si había quienes se parecieran en otro universo paralelo. Aunque compartieran el mismo nombre y apariencia, las esencias eran completamente diferentes a su manera. Dos polos opuestos unidos con diminutas similitudes.
Al mirarse a los ojos, se reconocían sin más.
Sabían a quiénes eran.
Y a quiénes amaban hasta la muerte.
.
.
.
Fin
.
.
.
Estoy llorando.
No puedo creer que después de dos años, por fin haya puesto - verdaderamente - fin a esta historia. Lo que comenzó con una idea de 15 capítulo, ha terminado con 34 apartados.
En el capítulo anterior por pensaba ponerle un fin, pero no había aclarado que había sucedido con Hotaru después de su herida, y no me pareció propio dejarlo como final abierto. Aunque, después de todo, ya culminó la trama del fic. Su aventura en esa dimensión terminó. Y no tenía intención de plasmar el viaje de Sasuke y Sakura como tal. Para mí, así terminaría desde un principio.
Este proyecto primeramente comenzó como una distracción para escapar a algo nuevo de mis otros fics, no pensaba a hacerlo extenso. Pero, aquí estamos. Las ideas comenzaban a surgir y más material en cada capítulo.
Me divertí mucho escribiendo cada capítulo, sobre todo aquellos que les hicieron reír a carcajadas, mientras escribía me detenía un momento para carcajearme y seguir plasmando las ideas, tratando de transmitirlas tal cual para que los alcanzará de alguna forma.
Agradezco mucho, a montones todo el apoyo que he recibido, cada voto, cada comentario, cada leído; nunca esperé que Road To Ninja llegaría tan lejos. Lo que comenzó de algo pequeño se ha convertido en esto gracias a ustedes, lectores. Gracias por permanecer aquí hasta el final, y si estas leyendo esto, tú del otro lado de la pantalla, gracias por leer las ideas de esta loca cabeza.
Esto no es un adiós, si no un hasta pronto.
Nos leemos en otras de mis historias.
¡Gracias por leer ❤️!
¡Alela-chan, fuera!
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