Capítulo 9

Capítulo 9

Título: Mirada al frente

Cass Enif Wayne

Un delicioso olor inunda mis fosas nasales, y deduzco que es algo exquisito. Mis ojos permanecen cerrados, aun no quiero abrirlos. Necesito esperar un poco para reponerme de todo.

«Mi vida es agotadora»

Intento volver a dormir, pero ya no lo consigo. El olor a pan de chocolate me embriaga y me hace dar hambre.

«Benditas las manos que hacen ese pan»

Abro mis ojos y me encuentro con la luz del día, la hermosa mañana y cálida presencia de Sony a mi lado. Mi rebelde nota mi despertar y lame mi cara un par de veces.

—Buenos días, Sony —saludo y ella me ladra.

Sonrío e intento moverme para desenredar mi cuerpo de la sábana, pero todo se complica al instante por la fuerza que algo impone sobre mi mano. Bajo la mirada y me encuentro con el brazo de Cyan sobre el mío, juntando nuestras manos y con su cabeza sobre ellas.

El ojos bonitos duerme en una silla, sujetándome aun cuando la posición le dará un dolor de cuerpo atroz.

Me sorprendo.

«¿Por qué simplemente no se fue a su habitación?»

—¿Cómo llegamos a esta situación? —susurro, incrédula—. No recuerdo haberlo vis...

«Thalía» pienso.

Niego y vuelvo a reír.

Enfoco nuevamente su rostro en mi dirección, se ve tan... tranquilo, ingenuo e inefablemente inocente. Pero también cansado, rendido y demacrado. Aunque es loco, me genera quietud. Es curioso, pocas personas logran hacerme sentir calmada... como él. No nos conocemos, pero aquí estamos, cerca del otro. Sin embargo, no debo aferrarme, eso lo tengo muy presente; ni quererlo.

Amar a alguien es condenarse a total sufrimiento. Para el resto es exageración, para mí experiencia.

Su cabello es hermoso y menos rizados que el mío, pero aun así es lindo, alocado como su portador. Tengo ganas de masajearlo como con el pelaje de Sony. Bajo lentamente mi mano hasta su suave y cabello oscuro y me entra una envidia por lo cuidado que parece estar. No está quebradizo ni sucio.

Quizá el leve masajeo lo alerta de la situación y siento como presiona mi mano derecha un poco fuerte.

«¡Ay!»

Cyan se mueve un poco y yo aprovecho la ocasión para apartar mis manos de él. Siento los nervios ahondarme y cuando quiero aparentar dormir, ya es tarde, porque él nota mi sonrisa de desconcierto.

No me muevo aunque es inútil. Me lleno de vergüenza y lo único que puedo decir para que todo aparentemente sea normal, es saludar.

—¿Buenos días?

Pasar vergüenza es parte mi rutina diaria.

Él parece despertar bien de todo y se reincorpora inquieto en su silla.

—Buenos días, Tom... —casi dice mi apodo, pero lo nota, aclara su gargantea y empieza otra vez—. Buen día, señora de cara de tomate.

No me privo de estallar de risa. Él también ríe y se ve algo...

«¿Atractivo? ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Atractivo? Bueno, mal, mal, así como que ¡Uy, que horrible es! pues no está»

Abandono mis pensamientos y lo noto observarme curioso.

—¿Tengo algo en la cara? —inquiero precavida y él niega—. Ah, entonces ¿podrías darme un poco de espacio para salir? Es que no puedo...

El ojos bonitos se da cuenta de nuestra condición y se sonroja un poco y vuelvo a estallar de risa, muy sorprendida.

«¡Se avergonzó! ¡Qué tierno!»

Punto para la indestructible Cass.

—¿Cómo amaneciste, además de ser cuidada por este joven y apuesto caballero? —me pregunta y sutilmente veo su apariencia, su camisa blanca, pantalones oscuros y su cabello desordenado cayendo por su frente, junto a esa estrepitosa sonrisa que provoca...

«¡No! Controla tus pensamientos»

—¿Joven y apuesto caballero? ¿Dónde? —lo busco, burlándome.

—Qué graciosa —rueda los ojos y vuelve a sonreír.

«Ya no lo hagas»

—Lo único que logro ver es un niño irritante, con aires de ser un casanova —se ofende.

Nos quedamos en silencio por un momento sin saber qué decir. Quiero preguntarle cómo llegó aquí anoche y otras cosas más, pero las dudas e inseguridad no me lo permiten. Opto por callar, quizá sea mejor preguntar después.

Recuerdo mi pesadilla, aquel mal sueño que trajo mis temores de niña. Pero también sus palabras alentadoras y las de Thalía.

—Ayer... yo lo siento, no quise portarme infantil. Solo que... —necesito excusarme—... fue un mal momento, sí, eso, un mal momento.

—No se trata de infanterías. Es normal que hayas tenido esa reacción después de... —calla—... después de todo. ¿Quieres contarme?

Lo observo y noto en su rostro melancolía.

—No —suelto—. Prefiero no hablar de eso.

—Entiendo.

—¿Por qué Thalía pareció tan afectada anoche?

Cyan me observa curioso.

—¿Qué te dijo?

Niego.

—Nada en especial —miento—. Solo me pareció que... nada, olvídalo. No es nada.

—Thalía es muy sensible —dice y se levanta de la silla para sonreírme por quinta vez —. Huele muy bien, iré a ver que comeremos hoy, cara de tomate.

Le lanzo la almohada entre tanto el se echa a correr para salir de la habitación.

—¡Empezaste! ¡No comeremos juntos, y no me digas cara de tomate!

Sonrío.

«Este hombre está loco»

Me levanto y tiendo la cama en lo que puedo, puesto que Sony duerme aún. Salgo de la habitación y me dirijo al baño. Entro y me admiro en el espejo, ya no estoy tan demacrada como ayer. Lavo mi cara y me aseo. Cuando termino, salgo y veo nuevamente la puerta al final del pasillo. Ya no genera miedo, sino curiosidad.

Inhalo y exhalo, tomando valor para descubrir si lo que se encuentra realmente detrás de esa puerta es un patio que da al bosque como vi en mi pesadilla.

Cyan Orión Dankworth

—Huele delicioso —halago y Thalía asiente orgullosa.

—Lo sé —contesta—. Ross todavía duerme.

—Gracias —me sonríe y cuando me retiro, veo a Henry entrar a casa.

—Ayer te perdiste.

—Hola, buenos días. ¿Cómo amaneciste? ¿Bien? ¿Qué cómo estoy? Muy bien, también.

—No empieces, mejor dime donde estuviste anoche.

Niego sonriendo. Y cuando pienso en ir a ver a Cass, me sorprendo por su inesperada aparición. Ella aparece frente a nosotros calmada y con una mejor cara que ayer.

—Buenos días.

«Qué radiante es»

Recuerdo que Henry también tiene ojos y mente, por lo que me apresuro a presentarlos.

—Henry, ella es... —ella me interrumpe.

—Cass, mi nombre es Cass.

Asiento.

—Soy Henry, hermano de Thalía —se presenta, extendiendo su mano. Mas dudo que Cass quiera tomarla.

—Prefiero no... hacerlo.

Es como una puñalada en corazón saber que gracias a mí probablemente no querría tener contacto físico con los hombres. Sin embargo, Henry no se molesta, sólo sonríe y la quita.

De pronto Thalía aparece con una sonrisa de oreja a oreja con una canasta de pan de chocolate y con un buenos días a todos, incluyendo a Sony, se encuentras Cass.

—Qué bueno que ustedes si descansaron, porque alguien... —mira a su Henry con desdén—... no se dignó a llegar.

Henry carraspea.

—Thalía, no hay razón para desmantelarlo —dice y río.

—Perdón que interrumpa —habla Cass y todos la observamos—. Solo quiero un minuto para agradecerles el lugar que nos hicieron a mí y a Sony anoche. No lo olvidaremos.

—Nada de eso —musita Thalía—. Es un placer. Por cierto, ¿Prefieres té o leche?

Ella niega sonriente.

—Muchas gracias, pero ya tenemos que irnos.

La observo con una ligera sorpresa, aunque es de esperarse.

—¿Por qué? ¿Te sientes incomoda? ¿O qué te hizo este tonto? —me golpea acusatoriamente.

—¿Yo? —me quejo.

—No. Tranquila, todo está bien —informa—. Pero aun así, es momento de retirarnos.

Sony viene a mi lado y mueve la cola, como si esperara que dijese algo para contradecirla. Y por supuesto lo haré.

Thalía se rinde y suspira. Por experiencia propia sé que es complicado hacerlo cambiar de parecer.

—Eres bienvenida siempre —la abraza inesperadamente. Cass me divisa sin saber qué hacer, pero segundos después le devuelve el abrazo sin incomodidad.

Henry no opina, está confundido y es comprensible. Después le explico todo. Ahora lo importante es impedir que Cass se marchara.

—¿Podemos hablar? —digo, una vez que se separan—. Solo cinco minutos.

Ella asiente y pronto camino hasta el patio. Ella me sigue y antes de cruzar el umbral se detiene, pero retoma su andar muy veloz.

—¿Por qué quieres irte? ¿Es por él? —yo quiero cuidarla—. ¿Temes a que te dañe de nuevo? —no obtengo respuesta, ella yace observando el lugar con... inquietud—. ¡Por favor, responde! —mi tono la asusta, pero logra traerla al presente—. Lo siento, no quería gritar.

Pienso que se molestará y me mandará al demonio, pero nada de eso ocurre.

—Este no es mi hogar —buen punto—. Agradezco la hospitalidad, pero nada ha cambiado. Todos son extraños para mí —hizo una pausa, para mirar el cielo y después a mí—... incluso tú.

«Que no te afecte tanto, Cyan. Es lógico, no tiene motivos válidos para confiar. No puedes culparla aunque te duela»

-¡Dime qué hago para que me perdones! -me acerqué sorprendiéndola-, ¡para que te quedes! -no podía dejar que se marchara, no podía dejarla a su suerte. Estaba dispuesto a lo que hacer sea con tal de que me perdone y se quede conmigo.

—Es suficiente, Cyan. Déjalo así —se acerca—. Ni siquiera nos conocemos y haz hecho mucho por nosotras. Te lo agradezco, pero yo no pertenezco aquí —toma mi mano y la toma—. Gracias.

Ella sonríe y se voltea, pero no puedo, no quiero permitirlo. Así que tomo su brazo y me acerco, pero no se voltea.

—Quédate, por favor —susurro y siento mi respiración un poco pesada por lo nervios. Por un momento, siento que mi pecho encuentra la calidez que tanto necesitaba.

—No puedo, no debo —noto su indecisión a pesar de los no.

Ya he perdido a mucha gente, no quiero que eso pase otra vez. Cass no puede marcharse.

—Sólo un tiempo breve —aclaro—. Hazlo por Sony. Ambas necesitan un lugar.

«Lo admito, eso fue jugar sucio, pero en la guerra y el amor todo se vale»

Cass se voltea y me escanea detenidamente, quizá verificando que no la estuviera engañando.

—No entiendo por qué quieres que me quede —entiendo su confusión—. En mi vida, no te había visto. Pero tú —achica sus ojos—... eres extraño, protector.

—También soy guapo —sonrío—. Y este guapo no quiere que te vayas.

Cass ríe y rueda sus ojos.

—Estás loco —se suelta y se va. Pienso que fallé en mi misión, pero cuando antes de cruzar el umbral se detiene y dice—. No te acostumbres mucho, algún día ya no estaré aquí.

—Eso me tranquiliza un poco —le informo y ella vuelve a reír, esfumándose de mi vista.

Cass Enif Wayne

—Definitivamente está loco.

Nunca había conocido a una persona así de insistente y capaz de poner mi mundo de cabeza con sus locuras. Es extraño, sensible, protector, loco.

«Y atractivo»

Quiero ir a mi habitación, pero oigo un gritillo de felicidad genuino e infantil, por lo que me sorprendo. No había visto a ningún niño o niña por aquí ayer. Me acerco al lugar de donde provino, el comedor, y veo a Sony lamiendo la cara de una pequeña niña rubia de ojos miel, sonriendo y abrazándola.

«Esos ojos. Me recuerdan a...»

—¿Es tuya? —nota mi presencia y me pregunta.

Quiero afirmar, pero otra presencia interviene en nuestra conversación.

—Al fin despiertas —Cyan desordena su cabello.

—¡Oye! —se molesta.

—No seas llorona —le dice y me cruzo de brazo frente a su comportamiento.

¿Cómo puede molestarla así?

—No la molestes —digo y él sonríe.

—Que no te engañe, Cass. Eso que ves ahí —la señala y ella le saca la lengua—... no es un ángel, sino un discípulo del diablo.

Tengo ganas de reírme, pero lo evito por la mirada de la niña sobre mí.

—No seas exagerado. ¿Qué te puede hacer una niña? —la miro.

Ella sonríe cómplice.

—Mucho. Cass, ella es mi hermana Ross —presenta—. Ross, ella es...

—¡La chica con la que te besaste! —grita.

Cyan la enfoca confundido.

—¿Qué? ¡No!

Ross ríe escandalosamente y yo niego. Los dos están locos.

«Eso ya viene en la sangre»

—Es un gusto conocerte, Ross —extiendo mi mano, ella me observa y la toma—.

—Igualmente, cuñada. ¿Cuándo se van a casar? ¡Quiero ser tía! —dice y Cyan la observa tan despavorido como yo.

—¡Ross! —reprende su hermano.

Ross le vuelve a sacar la lengua.

—Y bien, extraña familia, ¿Van a seguir discutiendo o van a comer?

—¡Comida! —grita Ross y se siente en la mesa.

—Disculpa a mi hermana —me susurra, apenado.

Cada uno toma sus asientos y pronto Thalía nos sirve el desayuno. Antes de que se marche, le anuncio que yo me encargaré de los trastes como pago y ella niega al principio, pero finalmente, asiente.

Si soy una carga, debo al menos ayudar en algo.

«Son una bonita familia»

Cuando termino de comer, lavo los trastes junto con la compañía de Thalía. Conversamos sobre cosas triviales y gustos personales. Su carisma me recuerda a Lisbeth. Y aprovechando que Henry y Cyan, salieron a la plaza, recorro el patio a mi antojo después de acabar nuestra plática. Los recuerdos vuelven y tiemplo mi corazón para que no sufra más. Ser débil no me ayuda en nada.

Respiro el aire puro que emana el bosque y siento su frescura. Sin duda, uno de mis placeres más preferidos. Pienso en quedarme por unos minutos más en silencio, pero Thalía se postra a mi lado y me habla.

—Iremos al pueblo ¿Quieres acompañarnos?

Por supuesto que deseo salir, respirar otro aire, pero no puedo andar deambulando en el único lugar prohibido para mí. Sería mi fin y además, prefiero evitar cualquier encuentro indeseado.

Ella nota mi dudas y se apresura a decir:

—No tardaremos —intenta convencerme—. Además, te haría bien.

Lo pienso mejor. «¿Por qué esconderme como si realmente fuese una ladrona? No, por supuesto que no.

—Iría, pero necesito... —señalo mi vestimenta.

—Tú no te preocupes. Sígueme —dice y obedezco.

Entramos a su habitación de su armario busca algo para mí. Hay pantalones, camisas, vestidos y zapatos. Cuando consigue algo, lo observa detenidamente y luego a mí y me lo pasa.

—Esto te quedará bien. Esperaremos afuera con Sony, cámbiate tranquila —termina y sale de su habitación.

Primero me detengo a pensar como puede confiar tanto en mí; yo no dejaría a nadie en una habitación con mis cosas.

—Ella también es extraña —sonrío y admiro en mis manos una camisa un poco grande y un faldón negro—. Esto me cubrirá muy bien.

Me visto y coloco nuevamente mis botas. Ato mi cabello, haciéndolo pequeño para evitar encontrones con imbéciles y salgo de la habitación, tomando el valor necesario para enfrentarme a otro día en Antares. Cuando salgo de la casa, hallo a Ross jugando con Sony y a Thalía observando el sol. Las tres con capas negras.

—Ten, esto es tuyo —me extiende la mía. Me lleno de alegría, está limpia y como nueva—. ¡Me siento como una espía! —murmuró encantada con la suya.

—Nunca dejes tu capa, úsala con orgullo —le digo—. Muchas gracias.

«Ahora sí, estoy lista»

¡Hola, corazón! ¿Cómo estás? 

Te dejo aquí el noveno capítulo de REMDLO. ¿Te gustó? ¡Prepárate para el décimo!

Melany V. Muñoz

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top