3 - ¡Qué amargo que sos!

Lo mejor del verano era tener tiempo para estar con sus amigos, aunque hicieran 50 grados de sensación térmica y el viento le calcinaba hasta las orejas de lo caluroso que era. Neji tenía aire acondicionado en la pieza, así que tampoco se sentía tanto la tortura infernal de mediados de Enero justo en lo más profundo del Conurbano bonaerense. La verdad era que las altas temperaturas le chupaban un huevo y medio a Lee y, como buen argentino, se puso a calentar agua en la pava eléctrica de su novio sin siquiera preguntar.

Habían estado juntos por tanto tiempo que él ya iba y se servía solo, como pancho por su casa. Y es que pasaba mucho más tiempo en el hogar del Hyuga que en el propio, tan solo para evitar intercambiar palabra alguna con su mamá lo más posible.

– ¿Estás haciendo mate? ¡Yo quiero! – exclamó Tenten desde la otra punta del living, abandonando el chinchón que estaba jugando con Neji para acercarse a su amigo con una gran sonrisa decorando su rostro.

La chica se invitaba sola a sus reuniones, pero los pibes ya se habían acostumbrado a que se les apareciera en frente a cualquier hora del día, así que ya no se les hacía raro verla materializarse en el aire ante la mera mención de que se iban a encontrar en cualquier lado.

Según ella, “las cartas de Tarot se lo decían todo.” Aunque Lee no le terminaba de creer ese verso, tampoco tenía pruebas de que no fuese cierto.

Es más; su amiga otra vez había aparecido en la puerta de la casa de Neji, con una bolsa de Pepas de membrillo de un kilo o dos en la mano y mochila al hombro. No le podían decir nada porque les daba comida, así que siempre la dejaban pasar.

El Hyuga era siempre refinado con todo, incluso puso las galletitas en un platito porque “agarrar de la bolsa quedaba mal.” Eran pequeñas costumbres que le habían inculcado desde chiquito en su familia, y no se le iban a ir de un día para el otro. A Lee se le hacía adorable lo educado que su novio era, así que nunca se quejó.

Sin embargo, Tenten agarró directamente del paquete, chupándole tres huevos lo formal que su amigo quería ser. Neji revoleó los ojos pero no le dijo nada para no tener que pelear.

Y el agua por fin empezó a burbujear, aunque no a tal punto de hervir; como buen matero que era(mejor dicho, porque su novio y su amiga nunca tenían ganas de cebar), Lee puso el agua en el termo y le metió tres hojitas de cedrón al mate antes de colocar la yerba en el pequeño recipiente de metal y madera. El primer mate era derecho del cebador, quien le puso un sobrecito de edulcorante antes de tomar un poco.

Lee se acaparó los sobrecitos de Hileret, para luego abrir uno y colocar el edulcorante en la yerba como había hecho antes sin preocupación alguna, hasta que escuchó el bufido de uno de sus acompañantes pues era quien seguía en la ronda.

– ¿Cuánto edulcorante le vas a poner a eso, amor? Te va a agarrar diabetes, – exclamó Neji, aunque su preocupación no era compartida por ninguno de los presentes.

– Pero, ¡qué amargo que sos, Neji! El mate si no es dulce es horrible, – se quejó Lee, sacándole la lengua al otro chico solo para recibir una risilla de parte de Tenten. – Ya sabés cómo tomo mate yo.

– Dos a cero. Hacete otro mate si no te gusta, nene, – dijo la castaña, chupando de la bombilla mientras se divertía al ver como su amigo se iba enojando gradualmente.

Neji no tenía forma de quejarse, y tampoco tenía ganas de volver a levantarse para buscar algún otro mate para poder compartir. Así que se cruzó de brazos e hizo un puchero como cualquier nenito, que solo se le fue cuando Lee se acercó a él para robarle un beso, juguetón como siempre.

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