Veinticuatro
No os olvidéis de votar (♥️) y comentar (💬) si os gusta el capítulo y la historia. Además, si compartís el link con otras personas que estarían interesadxs en leer sería la bomba. De esta manera puedo ver vuestro apoyo y me alegra los días de un modo inimaginable🙈.
Odiaba que hubiésemos elegido mi casa como lugar de reunión para este día.
La biblioteca era imposible porque estaban intentando arreglar algo y poner una mejor conexión a internet. Oliver propuso su apartamento, pero Alek estaba haciendo otros trabajos y sus compañeros estaban allí; Heather estaba en una residencia de estudiantes y era imposible. Por lo que la última y única opción era mi casa, la cual estaba sola, quizás solo estuviese Jason, pero era improbable.
Coloqué todos los útiles necesarios para la reunión de hoy en la mesa de madera que teníamos en el comedor, la cual no se utilizaba, pues nunca comíamos allí y, mucho menos, lo hacíamos todos juntos. Encendí mi portátil y busqué la información antes de que llegasen, para tenerlo todo preparado. Dejé todos los folios en blancos y las cartulinas para el plano, también dejé varios lápices y gomas, por si acaso se les olvidaban a ellos.
Escuché el timbre de casa, por lo que caminé hasta la entrada y abrí la puerta. Oliver me miraba con una sonrisa irónica y con los brazos por detrás de su espalda. Heather me miraba con una sonrisa normal. Les invité a entrar, a una con más amabilidad que al otro, consiguiendo que me diese un golpe en la cabeza.
—Uy, que frío, ¿no? —comentó Heather con una voz suave, abrazándose a sí misma para encontrar calor.
Desvié la mirada, sabía que hacía frío. A pesar de estar en marzo y que la primavera estuviese a la vuelta de la esquina, seguía haciendo bastante frío y eso en mi casa se notaba más que nunca, pues, desgraciadamente, se había roto la calefacción y debíamos estar llenos de capas para no congelarnos. Estaba esperando a cobrar para poder arreglarlo, ya que no era muy caro, pero apenas tenía dinero para ello y mi madre ya había pedido un adelanto.
—Bah, no hace tanto frío —pero vi como tiritaba.
Nos sentamos en la mesa del comedor y les ofrecí agua, pero negaron. Comenzamos a hacer el trabajo. La última vez no pudimos designar quien realizaba cada parte de este, pues, debido a mi llanto, Oliver se excusó y nos sacó a ambos de la biblioteca, para luego llevarme a mi casa, donde se quedó esperando a que me calmase, hasta que no tuve más remedio que echarle.
No había vuelto a estar a solas con él desde ese día, es decir, desde la semana pasada llevaba evitando cualquier contacto a solas. Nos veíamos cuando el grupo se juntaba, pero no intercambiábamos más palabras a parte de sus habituales pullas a mi persona. Ninguno habló sobre el abrazo, ni el llanto, nadie dijo nada. Y quería que eso se quedase así.
—Entonces, ¿estas van a ser las dimensiones? —preguntó Heather con una voz suave. Asentí y comencé a preparar el informe en el ordenador.
La sala se quedó en silencio, tan solo se escuchaba las teclas del ordenador ser pulsadas y las respiraciones del orangután y de la pelirroja. Por el rabillo del ojo vi como Oliver tiritaba, pero no decía nada.
—Cervatillo, ¿el baño? —habló, rompiendo el silencio sepulcral en el que estábamos sumidos.
Le di las indicaciones y se levantó para ir. Le vi seguir el pasillo hasta llegar al cuarto de baño de invitados. Me concentré en seguir haciendo el informe y buscando la información necesaria.
—¿Sabes si Oliver está interesado en alguien? —levanté la pregunta ante su pregunté y la centré en ella, mordía el capuchón de su bolígrafo mientras miraba al folio.
—No, no lo sé —contesté, sintiendo un malestar en el estómago.
—Genial, ya lo descubriré yo.
Asentí y el susodicho volvió a la sala, ajeno a la minúscula conversación, si se podía llamar así, que habíamos mantenido la pelirroja y yo. Suspiró a medida que se sentaba y continuaba con su parte del trabajo. Heather recibió un par de notificaciones, haciendo que parase de dibujar y las mirase mientras se reía, haciéndome fruncir el ceño ya que me desconcentraba.
Cuando llevábamos una hora y media en la casa, recibió una llamada, pidiéndonos disculpas, se levantó y la atendió en otra parte de la vivienda, para que no escuchásemos nada y para no molestarnos. Miré al orangután, quien seguía en lo suyo, sin despegar la mirada de su trabajo.
—Este trabajo es más pesado de lo que parecía —suspiró, pasándose la mano por el cabello.
—¿Os importa que lo dejemos aquí? Tengo que irme —nos dirigió una mirada apenada.
Aparté la mirada, porque me hubiera gustado dejarlo más avanzado, ya que íbamos a tener que hacer más trabajos a lo largo del cuatrimestre y quería ir quitándome los más pesados cuanto antes.
—Yo quiero terminar esta lámina por lo menos, así que me quedaré hasta eso —habló Oliver, haciendo que levantase la mirada y la dirigiese a él, me miró y sonrió divertidamente—. A menos que me vayas a echar de tu casa, cervatillo.
—Gilipollas —su sonrisa se hizo más amplia.
—Vale, ¿pues nos vemos el próximo día? ¡Nos vemos en el partido, Oliver! —asentimos ante su primera pregunta y miré extrañada a la pelirroja por su despedida, luego la acompañé hasta la puerta—. Si logras averiguar algo, ¿me lo dirías?
—Claro.
Estúpida.
Volví a la sala, donde el orangután había desaparecido. Fruncí el ceño y le vi volver con un vaso de agua en la mano mientras bebía de él y miraba su teléfono. Cuánta cara tenía. El egocéntrico había ido él mismo a buscarla y se había recorrido la casa en busca de ella. Será estúpido.
—Que bien sabe el agua robada.
—Vete al tártaro.
Sonrió divertido y se sentó de nuevo. Volvió su vista a la pantalla y comenzó a buscar algo. Rodé los ojos y continué con el informe, el cual era demasiado largo y parecía no tener fin. Cuando llegué al punto donde no podía avanzar ya que necesitábamos más información y tener más adelantado el trabajo práctico, dejé el portátil a un lado y cogí los folios para empezar mi parte.
—Oye, cervatillo.
—¿Qué quieres, pesado?
—Nada.
—Estúpido.
—Me lo dices mucho, sé más original.
Rodé los ojos y continué.
—Pst —le ignoré—. Pst—continué ignorándole—. Cervatillo —me dio con el boli en el brazo.
—¿Qué? —pregunté, exasperada.
—¿Vas a venir al partido del sábado?
—Ni aunque me paguen.
—Aburrida.
—Egocéntrico.
—Dime algo que no sepa.
Levanté la ceja izquierda y le miré, divertida, tomándomelo como un reto. Él percibió mi sonrisa, por lo que apoyó la cabeza en las palmas de sus manos y esperó expectante mi respuesta.
—La constelación más grande en el cielo, Hidra, la serpiente monstruo de agua, es 19 veces más grande que la constelación más pequeña, Cruz del Sur.
Me miró embobado, como si hubiese dicho una cosa increíble. Sonrió lentamente, sin despegar la mirada de mí, lo que hizo que desviase la mía y que su sonrisa aumentase al ver lo nerviosa que me ponía.
—Vaya, vaya, menudo cerebrito que eres, cervatillo. Y ¿tú sabías que la superficie de la Luna refleja solo el 12% de la luz que incide sobre ella?
—¿Qué tengo 10 años para no saberlo?
Oliver rio, haciendo que yo riese también y centre mi atención en él, en el movimiento de su cabeza para atrás mientras soltaba una carcajada sincera, hartándose de reír. Le sonreí, calmando mi risa y, cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, me puse seria.
—Vamos a terminar esto cuanto antes.
Asintió, dándome la razón por una vez, y continuó con su parte, mientras que yo miraba el folio en blanco que estaba sobre la mesa, una y otra vez. Levanté la cabeza y recorrí con la mirada toda la sala, harta de estar sentada.
—Cervatillo, ¿estás bien? Ya sabes, por lo del otro día —tragué saliva y volví mi vista al folio.
—Sí, solo tuve un mal día.
—Haré como que te creo.
—Haz lo que quieras, orangután.
Ignoré su incesante mirada sobre mí e intenté concentrarme en mis deberes. Sentía como su mirada estaba fija en mí, pero le ignoré hasta que no se cansó de mi vacío. No quería recordar ese día, como me había roto por ver un simple mensaje y como el había juntado todas las piezas de mi corazón hecho pedazos con un abrazo, el cual fue muy reconfortante. No hablamos en todo el tiempo, solo me abrazó, en silencio, con el único sonido de mis sollozos y sorbos de mocos. No se metió conmigo por verme así, ni hizo ninguna pregunta del por qué de mi estado. Simplemente nos quedamos parados, en la puerta del baño, abrazados, sosteniéndonos unos a otro.
Y nos quedamos así hasta que me trajo a casa, donde me preparó una sopa caliente y se sentó conmigo en la cama, esperando que se me pasase el llanto, para continuar metiéndose conmigo, como si nada hubiese pasado.
Porque Oliver sabía que no iba a hablar, pero, sobre todo sabía, lo duro que era, porque lo pude ver en su mirada, porque Moore también tenía algo que llevaba guardando en su interior. Así que, antes de irse, antes de que le echase de mi casa, le di un abrazo.
Un abrazo que salió de mí misma.
Mi atención se perdió en otro punto de la sala.
Me perdí en el perfil de Oliver, quien, completamente concentrado, dibujaba con la escuadra y el cartabón las medidas del plano. Se veía metido en su mundo a medida que movía las reglas para poder hacer las líneas mejor. De vez en cuando miraba al ordenador, se mordía el interior de la mejilla y continuaba haciendo líneas. Fruncía el ceño, concentrado.
—¿Vas a mirarme por más tiempo? Si quieres haz una foto, que dura más, cervatillo —dijo sin siquiera mirarme.
Por Einstein, otro deja vu. Me puse colorada y desvié mi mirada, centrándola en los folios en blanco, en los cuales no había sido capaz de hacer nada, solo tenía el nombre de los integrantes del grupo escrito y de la parte que me tocaba realizar. Habíamos llegado a un acuerdo sobre las dimensiones que debía tener, por lo que no necesitábamos estar juntos, como yo había dicho, pero Heather explicó que así era mejor por si a alguno se nos daba mal algo o encontrábamos una piedra en el camino que nos dificultase el proceso. Oliver le dio la razón.
Dejé de mirarle y me concentré en mi trabajo, pero mi mano se movió de manera distinta a lo que requería. No, no cogí la regla, ni la escuadra ni nada más. Me centré en mi recuerdo, en los segundos anteriores. Daba gracias a que estuviésemos lo suficientemente lejos para no ver lo que estaba haciendo, pues, desde luego, no estaba haciendo mi parte del trabajo.
La mano se me movía sola, por instinto, al igual que el lápiz en esta. No supe que estaba haciendo hasta que tomó forma. Tragué saliva, pero continué dibujando, a sabiendas de lo que estaba haciendo. Poco a poco, el rostro de Oliver apareció en el papel. Ya no era un borrón ni un garabato, sino el orangután que tenía delante de mí. Tenía esta imagen en mi mente desde hacía tiempo, desde uno de sus partidos, pero, ahora, al tenerle delante de mí, se había quedado más clara y lista para dibujar.
De vez en cuando levantaba la vista y la bajaba de manera rápida, solo para cerciorarme que plasmaba todos sus rasgos en el papel, desde su lunar en la mejilla superior izquierda hasta su incipiente barba de tres días, sus cejas pobladas y sus labios carnosos.
Hacía tiempo que no dibujaba un rostro y no me esperaba que el primero después de tantos años fuese Oliver.
Oliver, quien me había visto en mi peor momento en varias ocasiones. El mismo Oliver que se había cachondeado de mí, el Oliver que había visto mis dibujos y los había alabado a su manera. Y yo, a cambio, le dibujaba a él, aunque era algo que nunca iba a saber.
—¿Se puede saber que has estado haciendo durante esta hora?
Se acercó a mí y, rápidamente, metí el folio con su retrato debajo de la carpeta, intentando disimular. El corazón me iba a mil por hora porque había estado a punto de pillarme con las manos en la masa. Por Einstein, que cerca.
—¿Eh? ¿Qué escondes, cervatillo?
Intentó quitarme el folio, así que me levanté para pararle, pero fue más rápido, como siempre. Silbó al ver su retrato y lo mantuvo en alto, pues, a pesar de yo tener altura, él me superaba y que tuviese el brazo en alto dificultaba mi objetivo de quitárselo.
—Vaya, vaya, cervatillo. Cuando te dije que me tomases una foto, no pensaba que te lo ibas a tomar tan literal. Me encanta, has plasmado toda mi belleza —sonrió y le miré con el ceño fruncido.
Estaba completamente roja, en una mezcla de vergüenza por haberme pillado y de rabia porque no me devolvía el dibujo y encima se cachondeaba. Comencé a saltar para quitárselo.
—¿Quieres esto? —sonrió divertido. Esa emoción predominaba en sus facciones—. Pues vas a tener que saltar más alto, cervatillo.
Le gruñí, cabreada, y seguí saltando, cada vez más cerca de él, hasta que no pude más. Me quedé mirándole a la cara, con la cabeza en alto y el ceño fruncido. Su sonrisa no flaqueó, ni siquiera cuando bajó la mirada de mis ojos y la concentró en otro lugar: mis labios. Tragué saliva, de manera lenta y cuidadosa, y me remojé los labios suavemente, casi por inercia. Con este movimiento, volvió la vista a mis ojos.
Azul contra verde.
Moore bajó un poco la cabeza, con el brazo todavía en alto, sin bajar la guardia, sospechando que se trataba de un truco para desconcentrarle. Ahora fue mi turno de bajar la mirada hasta sus labios entreabiertos. Me puse de puntillas, con el brazo en alto. Su nuez bajaba a medida que tragaba saliva. Sentí su respiración en mi cara, su aliento mentolado, el cual dejaba mi rostro con frescor. Levanté la mirada, centrándome en sus verdes ojos y coloqué mis manos sobre su pecho para apoyarme y no caerme. Su mano izquierda, con la cual no sostenía nada, viajó hasta mi rostro y lo sostuvo, acariciándolo con el pulgar.
Oliver dejó caer el dibujo, pero no podía importarme menos.
Porque que me estuviese besando era más impactante.
Dejé los ojos abiertos, asustada ante el repentino choque de labios, pero pronto reaccioné. Cerré los ojos y continué el beso, poniendo mis manos sobre las suyas, las cuales estaban sosteniendo mi mandíbula de manera delicada y moviendo los labios a su ritmo, uno rápido, frenético... ansioso. Se separó de mí y me miró fijamente a los ojos, un brillo extraño predominaba en ellos.
—Ya, ya, ya lo sé. Esto no ha...
No le dejé continuar. Volví a colocarme de puntillas y lo atraje hacia mí, colocando mis manos en su nuca. sus manos se dirigieron inmediatamente a mi cintura, acercándome más a él. Sus enormes manos hacían presión en mi cintura y me llevaron, caminando de espaldas, hasta la mesa del comedor donde habíamos estado minutos atrás trabajando.
Nuestras lenguas se movían en un ritmo frenético, en un juego que ninguno pensaba perder ni nadie iba a dejar ganar a nadie. Mi trasero chocó con la mesa de madera y, con tan solo un movimiento, Oliver me montó sobre esta, rompiendo un momento el beso, dejándome con un vacío y con los labios rojos e hinchados, él se encontraba de la misma manera, con la respiración completamente acelerada.
Volvió a unir sus labios con los míos en un segundo. Mordió mi labio inferior y siguió un camino de besos húmedos por todo mi cuello, levanté la cabeza, dándole más acceso a ello. Suspiré por el placer. Oliver levantó la cabeza, le vi una sonrisa divertida, sincera y extasiada. Volvió a besarme y yo volví a poner mis brazos sobre su nuca para atraerle a mí y profundizar el beso.
Ya no importaba que la calefacción se hubiese roto, ni que tuviésemos que estar con tres abrigos y mantas para no congelarnos ni coger una hipotermia debido al helado clima de esta ciudad, pues, ahora hacía calor, un calor infernal. Y todo era a causa de él, de sus besos y de sus caricias.
Bajé las manos hasta su pecho, luego hasta su abdomen y, con un movimiento de él de cabeza, dándome permiso, metí mis manos por dentro de su sudadera, entrando en contacto con su piel desnuda.
Tragué saliva, nerviosa por la situación. No era mi primer beso, había tenido un par y uno de ellos fue con él, pero llegar hasta aquí era completamente nuevo para mí, pero no me importaba ahora, pues estaba feliz y en un estado de éxtasis mientras sus labios estaban sobre los míos. Sentí un escalofrío y pegué un salto cuando sus dedos tocaron mi cintura, por debajo del jersey. Le miré a los ojos y volví a besarle, levanté los brazos, dándole permiso para que el amplio y grueso jersey desapareciese. Tragó saliva y empezó a levantar los bordes, pero un portazo interrumpió este movimiento.
—¡AAAAHHH!
Nos separamos rápidamente al escuchar el grito. Miré asustada a la persona que estaba ahí. Pero esa persona tenía más cara de horror que yo, estaba más pálido que Oliver, quien, sin pensárselo dos veces, se echó para atrás. No podía despegar la mirada de mi hermano.
Jason miraba a Oliver como si le quisiera matar, pero, en cambio, dijo:
—¡Buscaos una habitación, por Dios! —gritó, tapándose los ojos y corriendo escaleras arriba hasta su habitación.
Miré asustada a Oliver, por todo lo que había pasado. Tragué saliva y me bajé de la mesa, quitándome las arrugas de la ropa y estirándola, luego me peiné con los dedos los pelos revueltos, evitando mirar a Oliver. Pero no pude evitarlo.
Oliver seguía con la respiración agitada y no apartaba sus ojos de mí, lo que hizo que me volviese tímida ante su mirada, me encogí en el sitio, deseando que dejase de mirarme como si pudiese leerme la mente, como si pudiese ver a través de mí.
—El dibujo me lo quedo, acosadora —habló, con la voz grave y ronca, rompiendo la tensión que se había generado en la casa.
Comenzó a recoger, con una minúscula sonrisa en el rostro. Yo seguía conmocionada por todo lo que había ocurrido. Por Einstein, le había continuado el beso y lo había hecho a lo bestia, con ganas y, ahora que no lo sentía cerca, sentía un vacío en mí.
Como si su cercanía era la pieza que faltaba en este rompecabezas que era mi mente y mi vida.
En cambio, lo que dije fue:
—Oliver, esto... —me atraganté—, esto no puede saberlo nadie. Por favor.
Le vi apretar la mandíbula y desviar la mirada. Cogió su maleta y se la colgó en los hombros. Asintió, aunque pasó desapercibido debido a que iba caminando hasta la puerta.
—Ahora hay un testigo, cervatillo.
Lo sabía, sabía que mi hermano nos había visto, pero no iba a contar nada, porque no sacaba ni conseguía nada de ello. Ni le importaba.
—Yo... yo creo que es mejor que cada uno hagamos nuestras partes por separado o que Heather esté con nosotros —terminé por decir. Apretó la mandíbula y desvió la mirada.
—Cómo tú veas —habló a la par que salía por la puerta.
Apoyé la frente sobre la puerta y suspiré, sintiendo como los ojos se me llenaban de lágrimas.
Por Galilei, otra vez estaba actuando como una cobarde, pero era que...
Me daba miedo admitir que este beso había roto todos mis esquemas, me había descolocado todo y había sacudido mi mundo y mi paz interior.
Y, sobre todo, me daba miedo admitir que me había gustado y no quería que se acabase ni, mucho menos que se fuese.
La primera lágrima cayó, chocando con la alfombra, luego le siguió otra, y otra más. Hasta que no pude más y me senté llorando en el suelo.
Porque estaba empezando a sentir cosas que no quería sentir.
Y no me gustaba nada esta sensación.
Por eso necesitaba hacer un movimiento para eliminar cualquier rastro de lo que fuese que estaba sintiendo.
¡Hola!
OMG
¿QUÉ HA SIDO ESO?
VIOLET SABE QUE SIENTE COSAS POR EL ORANGUTÁN AAAAAAAA
ESPERA, ¿qué planeas, cervatillo?
Heather, Heather... aléjate del orangután, él ya tiene a alguien🤭
Oliver confortando a Violet y no queriendo dejarla sola😭💔
Basta, les amo😭
Jason, siempre en el peor momento💔🥴
Es que le ha gustado, pero no quiere que le guste💔
Mi niño estaba todo emocionado y Vi le ha roto el corazoncito😭
¿Sois más de frío o de calor? Yo prefiero el frío🤧
Capítulo dedicado a @ImBelle04 ¡gritos de perra loca AAAAAAAAA! esos comentarios me sacan 30.000 carcajadas💖
2/3
Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️
¡Muchas gracias! Nos leemos,
Maribel❤️
Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top