Treinta y siete

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Odiaba la impuntualidad, pero mis amigos no pensaban lo mismo.

Comencé a exasperarme cuando quedaban pocos minutos para salir y todavía no se habían terminado de arreglar. Y habían comenzado temprano a hacerlo, pues, cuando Oliver y yo llegamos, ya estaban en ello.

Pero claro, había que tener en cuenta que Morgan necesita dos horas para estar lista. Porque tardaba bastante en maquillarse, en lograr ese delineado, tan marcado y característico, en aplicar todos los productos que utilizaba lograr ese resultado. Y ya no me hagáis empezar con el conjunto que se iba a poner, pues ella se había traído casi medio armario de su casa y, aun así, no sabía que ponerse. Luego teníamos a Sam, quien ya estaba vestida, pero gritaba por la casa y corría como un pollo sin cabeza porque no encontraba las sandalias que le conjuntaban con el vestido de flores que llevaba. Si hablábamos de Oliver, él se había metido en su habitación a cambiarse y llevaba allí un gran rato.

Por lo que quedábamos Alek y yo. Él llevaba preparado desde hacia un rato, con su camisa blanca a rayas en negro y amarillo y sus vaqueros negros, combinando con unas zapatillas bancas y negras. Estaba sentado en el sofá, completamente relajado mientras navegaba en su teléfono y jugaba a un juego en él, por el cual no paraba de gritar frustrado cuando perdía. Yo estaba sentada a su lado, moviendo la pierna con rapidez y nerviosismo porque íbamos a llegar tarde.

La primera en terminar fue Sam, quien con una sonrisa de alivio se sentó en el sofá junto a su novio y comenzó a acariciarle la cabeza. Después salió Morgan, sonriendo con diversión mientras tecleaba algo en su teléfono. Me lanzó una mirada confusa al verme cruzada de brazos y seria, rodé los ojos y la ignoré. Me revolvió los pelos y me sacó la lengua, dejando ver la perforación que tenía en su lengua. El último en salir fue Oliver, el cual se estaba peinando el tupé que llevaba mientras caminaba hasta nosotros.

—¿Cómo habéis podido tardar tanto? —inquirí con una pizca de cabreo.

Por Einstein, sabíamos a la hora que habíamos quedado, con quien y donde. ¿Por qué se tomaban su tiempo? ¿Por qué no podían ser puntuales por una vez en su vida? ¿Acaso les gustaba llegar tarde? Por primera mano sabía que Morgan amaba llegar tarde, no sabía por qué lo hacía hasta que comencé a sacar mis propias conclusiones. Morgan amaba llamar la atención y ser la última en llegar le concedía eso.

—Relájate, cervatillo. Vamos bien de tiempo —le miré incrédula.

¿Estaba de coña? El restaurante debía de estar a diez pasos del apartamento para llegar a tiempo y ya me había encargado de revisarlo y no lo estaba. ¿Por qué estaba tan tranquilo? Íbamos a ver a su abuela, por todas las leyes de Newton.

—No entiendo como puedes haber tardado tanto en arreglarte. Has tardado más que yo —mascullé cuando pasó por mi lado mientras salíamos de casa.

—Es que yo tengo sentido de la moda, cervatillo —contestó con diversión. Rodé los ojos y me monté en el ascensor.

Seguía preocupada con el tiempo y por la tardanza. ¿Qué imagen íbamos a darle a esa mujer? Ella nos había dicho la hora y el lugar donde vernos e íbamos a llegar tarde y le íbamos a dejar allí esperándonos sola. ¿Qué impresión era esa? Por Einstein, me iba a odiar.

Pero pronto descubrí que la tardanza no importaba, pues a pesar de llegar diez minutos más tarde de la hora acordada, ella no estaba aquí y yo me quise tirar de los pelos. ¿Tanto alboroto para que ella llegase tarde? Oliver me miró con una sonrisa.

—¿Ves? Te dije que íbamos bien de tiempo —rodé los ojos y crucé los brazos sobre mi pecho.

Sam y Morgan cuchicheaban en la puerta del restaurante, hablaban en susurros y de vez en cuando reían. Alek se unió al cotilleo y comenzó a hablar con ellas. Miré a Oliver, quien miraba su teléfono. Apenas habíamos hablado desde que salimos de su casa y nos quedamos abrazados junto a su coche, pues, al llegar al apartamento, se metió en su habitación junto a su mejor amigo a charlar. Tragué saliva y me preparé para hablar.

—¿Cómo estás?

—Pues buenísimo, cervatillo —me guiñó un ojo y sonrió, lo que causó que yo rodase mis ojos y le diese un golpe en el brazo.

—Hablo en serio, estúpido.

—Estoy bien, en serio, estoy acostumbrado que mis padres hablen así de mí —se encogió de hombros, pero esa sonrisa no mostraba que de verdad estaba hecho a esos comentarios—. Me fui de casa por algo, ya he aprendido a que no me afecten los comentarios esos, cervatillo.

—Solo para que lo sepas —desvié mi mirada de él y la centré en la acera de enfrente, jugueteé con mis propios dedos mientras mi boca se movía sin pensar—, no eres un incompetente ni un desagradecido. Un poco idiota sí eres, pero nada de lo que dicen tus padres de ti es cierto —sentí como me revolvía el pelo y me despeinaba, lo que hizo que le mirase con el ceño fruncido.

—He mentido, sí que me afectan, así que dime cosas buenas de mí para animarme —sonrió ampliamente y eso hizo que rodase mis ojos, con una leve y casi imperceptible sonrisa en mis labios —. Aunque tengo muchas cosas buenas, soy perfecto, así que va a ser algo imposible elegir.

—Eres un idiota —le contesté mientras le daba un golpe en el brazo.

—Eso no es una cosa bonita, cervatillo —se quejó.

Volví a pegarle en el brazo, pero él me agarró de la mano e impidió el golpe. Rodé los ojos y me separé de él, abochornada porque Morgan, Sam y Alek lo estaban viendo todo. Miré a la tatuada pidiéndole ayuda, pero esta sonrió ampliamente y caminó hasta nosotros.

—Oye, tío, yo tengo hambre, ¿cuándo vamos a comer? —le puso una mano en el hombro y le miró.

—Mi abuela tiene que estar al llegar —contestó con simpleza mientras miraba su teléfono.

—Tengo muchas ganas de verla, la señora Moore es muy peculiar —Sam se acercó a nosotros con una sonrisa, con sus manos tras su espalda y con Alek pisándole los talones.

—¿Cuántas veces voy a tener que decirte que me llames Vivien, Samantha? —exclamó una voz desconocida a nuestras espaldas.

Todos nos dimos la vuelta rápidamente y yo me quedé de piedra. Cuando pensaba en la abuela de Oliver, me imaginaba a una señora mayor, de las típicas achuchables y viejecillas, a las cuales hay que ayudar en muchas ocasiones a cruzar la calle o de las que se quedan haciendo punto de cruz mientras ven el telediario y se quejan de lo mal que va el país y el mundo. Me imaginaba a su abuela como era la mía. No a esta mujer.

Sus delgados y arrugados brazos rodearon el esculpido y gran cuerpo de su nieto, quien le devolvió el abrazo con una sonrisa en el rostro. La mujer, Vivien, le agarró la cara, haciendo que sus pulseras se movieran y comenzasen a sonar, le apretó levemente los pómulos y le miró con una sonrisa. Sus ojos azules brillaban llenos de ternura y cariño al ver a su nieto. Oliver le miraba de la misma manera. Pero el rostro de la rubia cambió rápidamente y le dio un golpe en la frente, haciendo que el castaño soltase un quejido y le mirase con confusión.

—Eso por llegar ayer y no pasar a verme —sonreí levemente ante la regañina que le estaba dando y por ver la actitud de Oliver al estar junto a ella—. Ahora ve a pedir la mesa mientras saludo a tus amigos —el castaño la miró con una sonrisa divertida, por lo que ella levantó las cejas perfectamente maquilladas y depiladas y le hizo unas señas con las manos—. Vamos, que se va a cancelar la reserva —Oliver rodó los ojos y caminó hasta el interior del restaurante. Entonces, la señora se giró hacia la parejita y abrió los brazos—. Aleksander, que mayor estás ya.

—Vivien sigo igual que la última vez que nos vimos y eso fue en navidades —el rubio rio pero aceptó el abrazo de ella. Estrechó entre sus brazos a la mujer, la cual era más alta que él.

—Bah, tonterías —hizo un gesto restándole importancia con la mano y miró a Sam—. Venga, tonta, no seas tímida ahora y dame un abrazo.

Morgan y yo nos mirábamos completamente confusas y conmocionadas por la actitud de la abuela. No parecía para nada una abuela, con las familiaridades y naturalidad con la que hablaba, ni por como vestía. Traía un body de color negro de encaje muy parecido al que llevaba Morgan y una falda de tubo con un estampado de animal, además, la joya de la corona eran los tacones que llevaba y la cantidad de accesorios. Se notaba la edad que tenía por las manchas en la piel y por alguna que otra arruga, pero tenía pocas. Morgan la miraba con admiración y supe que ella quería ser como Vivien de mayor.

Finalmente fue el turno de presentarnos. Morgan fue primera, quien la miraba con fascinación y alegría. Vivien sonrió con orgullo y comprendí el parentesco que compartía con el orangután, ambos sonreían de la misma manera. Era una sonrisa amplia, de las que dejaba ver las perfectas perlas que tenían como dentadura. Y esa sonrisa se incrementó cuando fijó su atención en mí, lo que me hizo sentirme una niña chica y me hizo querer salir corriendo de ahí.

—Tú tienes que ser Violet —me estrechó entre sus brazos y me tensé levemente, sin saber como comportarme. Ella rio un poco y susurró algo en mi oído—. Que alegría conocerte, Oliver no para de hablar de ti —se separó y me agarró de los hombros mientras me miraba a los ojos. Yo estaba roja y algo incómoda—. Que si Violet esto, que si Violet lo aquello. Es como un niño chico —acabó con una sonrisa. Y, yo quería que la tierra me tragase.

Y hablando del rey de Roma, Oliver salió del restaurante y nos hizo entrar a todos. Un camarero nos acompañó a la mesa, donde nos sentamos de tal manera que Oliver acabó a mi lado en la amplia mesa redonda que nos habían asignado. Vivien se encontraba en frente nuestra, junto a Morgan a su lado, quien no paraba de hacerle preguntas.

—¿Qué te ha dicho cuando te ha saludado? —me preguntó Oliver en un susurro. Me tensé al recordar como había mencionado que hablaba de mí con ella.

—Espero que lo que hables de mí sean cosas bonitas, orangután —disimulé mi tensión con una sonrisa, pero tenía el corazón acelerado. Mis palabras causaron un efecto en él, pues se le veía algo cortado al escuchar lo que su abuela dijo de él.

—Esa vieja delira mucho. ¿Por qué iba a hablar yo de ti, cervatillo?

De repente un trozo de pan voló por encima de la mesa e impactó en la cara de Oliver. Abrí ampliamente los ojos en sorpresa y me llevé las manos a la boca. Moore miró con el ceño fruncido en completa indignación hacia la dirección proveniente del trozo. Vivien tenía una ceja levantada mientras miraba a su nieto con una mueca de seriedad.

—¿A quién estás llamando vieja, Oliver? —habló sin cambiar su tono de voz. Era sereno y tranquilo, pero algo en él hizo que Alek y Oliver se tensasen.

—A ti no, Vivien —contestó con una sonrisa mientras le miraba. Se me acabó escapando una carcajada que hizo que toda la mesa me mirase.

—Y bueno, Violet, ¿qué tal te va la universidad?

—Muy bien —contesté una vez dejé de reírme—. Esta semana dan los resultados de los exámenes, pero voy bien.

—¿Mejor que a mi nieto? —preguntó de nuevo.

—Es imposible que vaya mejor que yo —contestó él por mí con una sonrisa arrogante. La cual me hizo mirarle con la ceja levantada.

—Te recuerdo que en el trabajo de Expresión Gráfica tenemos un diez gracias a mí —repliqué. Su sonrisa se acrecentó.

—¿Te refieres a ese trabajo en el que estabas más tiempo dando órdenes y dibujando mi bello rostro? —la sonrisa desapareció de mi rostro y fue reemplazada por una mueca. Le pegué una patada por debajo de la mesa y fue Alek quien se quejó.

—¿Pero por qué me llevo yo siempre los golpes? —habló con la voz llena de molestia. Sam se reía por lo bajo. Le pedí perdón repetidas veces hasta que el camarero llegó con nuestras órdenes.

—¿Cómo es estar en clase con este energúmeno? —preguntó con una sonrisa. Oliver le miró frunciendo el ceño.

—Vivien, ¿no tienes una copa de vino que beber? —inquirió su nieto con una mueca burlona.

Otro trozo de pan voló por encima de la mesa, pero esta vez lo esquivó.

—Háblale con más respeto a tu abuela.

—Pero ¿no decías que no te llamase abuela? —la rubia con su moño perfectamente recogido y peinado le miró y le señaló con su dedo.

—Bueno, Violet, ¿entonces cómo es? —le ignoró y volvió a centrar su atención en mí.

—Es un poco pesado y siempre tiene que quedar por encima.

—¿Estás hablando de ti misma, cervatillo?

—¿Cervatillo? —inquirió con una sonrisa divertida. Oliver le miró negando con la cabeza. Esta rodó los ojos—. ¿Os está gustando Boston? ¿Qué os parece el apartamento? Espero que este desordenado lo esté limpiando porque sino me va a tener allí con él —nos preguntó a todos en general.

—Mañana íbamos a ir a visitar museos —respondió Sam con una sonrisa—. Y creo que a la playa un día de estos.

—Y esta noche a emborracharnos —soltó Morgan con una sonrisa, lo que hizo que le mirase con los ojos abiertos. Miré a Vivien, quien tenía el rostro serio e hizo que a Morgan se le borrase la sonrisa y le mirase con algo de respeto.

—¿Habéis planeado emborracharos y no me habéis dicho nada? —comentó indignada, se llevó una mano al pecho y Morgan sonrió con alivio—. Aleksander, me parece muy feo que no me hayas tenido en cuenta.

—Lo siento, Vivien, pero ya tenías planes —sonrió el rubio y le dio un sorbo a su bebida.

—Es verdad, esta noche vamos a ir a cenar y luego a tomarnos una copa.

Esta señora con sus sesenta años vivía mucho mejor que yo con mis dieciocho. Parecía que se había caído en una fuente de la juventud por la manera en la que vivía.

—No me vayáis a destrozar la casa, eh —nos señaló a todos y cada uno de nosotros y siguió comiendo su plato de pasta.

Y así acabó el almuerzo, con comentarios vacilantes de Vivien hacia Oliver cada dos por tres, con preguntas de Morgan hacia esa mujer sobre moda y las tendencias, sobre como se cuidaba y con Sam tirándose encima el risotto en un despiste y manchándose el vestido que tanto había tardado en elegir. Vivien insistió en pagar y no dejó que nadie viese la cuenta.

Ya en la calle y con el botón de los vaqueros a punto de reventar, se despidió de todos nosotros con un abrazo y un beso en la mejilla. Sus pulseras de plata chocaron contra mis brazos con un leve roce y me sonrió con simpatía. Esta vez no estaba incómoda, así que acepté su abrazo y le devolví la sonrisa.

—Gracias por todo, Violet. Sigue molestando a Oliver y haciendo que se pique de esa manera, es muy divertido verle así.

—No es nada, Vivien.

—Y gracias por estar con él cuando ha ido a lo de sus padres —me tensé ante eso. Tragué saliva y asentí—. El ingrato de mi hijo me ha llamado diciendo tonterías sobre mi querido y adorable nieto, pensaba que iba a cancelar el almuerzo o a venir hecho una fiera, pero ha estado bastante tranquilo y te lo atribuyo a ti.

—Solo necesitaba una amiga y un hombro en el que desahogarse —contesté, sin saber muy bien que decir.

—Oh, pequeña ingenua.

Rompió el abrazo y sonrió con ternura y tristeza. Sentí una leve presión en los hombros y le devolví la sonrisa, con un nudo en el estómago y en la garganta. Luego, Vivien caminó hasta su nieto y ambos se fundieron en un abrazo. Estuvieron hablando entre susurros hasta que ella se despidió de nosotros, con la llave de su Mercedes en la mano. Sus tacones repiquetearon mientras caminaba por la acera hasta su vehículo privado.

—Si llego a su edad, quiero ser como ella —dijo Morgan con un tono soñador.

Todos reímos, mas mi atención se centró en cierto cerebrito engreído que jugaba a pelearse con su mejor amigo, el rubio pasota. Ambos tenían una guerrilla comenzada. Sam se acabó acercando y agarró a sus mejores amigos por las orejas y los separó mientras estos soltaban quejidos e imploraban perdón, porque Samantha era todo algodón de azúcar y corazones hasta que se cabreaba. Morgan grababa toda la escena entre risas.

Y yo me di cuenta que por cada segundo que pasaba con ellos iba a ser más complicado irme sin despedirme.

Los vecinos nos iban a echar del apartamento.

Tenía los ojos abiertos ante la escena que tenía en frente de mí. Morgan bailaba con un botellín de cerveza en la mano y un cigarrillo en la otra encima de la mesa de café que estaba en el salón. Sam estaba a su lado y ambas bailaban juntas las tantas canciones que salían en la lista de reproducción de la tatuada.

A pesar de estar solo los cinco, el ambiente era muy extraño. La casa olía a tabaco y a cannabis, ya que la tatuada y el rubio se habían encargado de liar sus porros y tenerlos preparados para algún momento de la noche. Era un olor molesto e incómodo y ya mismo iba a comenzar a tener dolores de cabeza. De repente, vi como las chicas paraban la música a conciencia y ponían algo en su teléfono, cuando les vi bailar supe que estaban haciendo. Me arrastraron hacia ellas y me explicaron el baile varias veces, a pesar de mis múltiples quejas y negativas. Reí a carcajadas cuando la coreografía no me salía y era un desastre tras otro, pero a las demás no les importaba y continuaron bailando.

Divertida, pero harta, me senté en el sofá de nuevo y desde ahí vi como bailaban. Sentí como el sofá a mi lado se hundía y un leve aroma a menta invadió el espacio. Sin mirar al causante de ese olor ni de las descargas eléctricas con un simple roce, le di un sorbo a mi cerveza, tensa y algo incómoda por su presencia. Sabía que me estaba mirando fijamente, pero no miré de vuelta. Y, cuando, su aliento rozó mi perfil izquierdo y un escalofrío me recorrió de arriba abajo, fue cuando me atreví a volver la cara, con una mueca tatuada en ella.

—¿Qué estás haciendo? —susurré nerviosa por su cercanía. Oliver sonrió y se dejó caer en el sofá, con los brazos sobre el respaldar y por detrás de mi cabeza. Su mano alcanzó un mechón de mi cabello y jugó con él.

—Eres como un pato mareado bailando, cervatillo —rodé los ojos, pero una sonrisa peleaba por escapar y dejarse ver—. Pero ha sido divertido. No podía apartar la mirada de ti —tragué saliva y miré hacia el frente, sintiendo calor en la cara—. Debería haber grabado como le dabas una torta a Sam bailando, me haría rico en internet por eso —se carcajeó y le di un golpe en el hombro. Soltó un quejido falso y actuado, rodé mis ojos y sonreí levemente, divertida con sus bromas.

—¿Más rico, orangután? Que ambicioso eres —reí levemente, intentaba con todas mis fuerzas que el calor que sentía en mi cara desapareciese por completo.

—Es una de mis múltiples cualidades.

—La modestia no es una de ellas —le di un sorbo a mi cerveza con diversión. Este sonrió también.

—La modestia es para los aburridos y yo no lo soy —su sonrisa orgullosa y amplia me hizo sonreír. Rodé los ojos para bajarle un poco los humos, pero nada.

—Vi, ¿quieres otra cerveza? —levanté la cabeza hacia Alek y asentí con una sonrisa.

No me hacía mucha gracia beber este brebaje no destilado de cebada, pero era lo único que la tatuada había podido conseguir y en la casa no había ningún otro tipo de bebida alcohólica. Aunque ya no era tan molesto tomar esta bebida amarga, pues, al final, mis papilas gustativas se habían acostumbrado a ellas y le encontraba un sabor agradable. Además, ya me encontraba algo alcoholizada y no me importaba seguir bebiendo.

Alek me dio otro botellín de cerveza e hicimos un intercambio. Reí levemente cuando se sentó en el sofá y comenzó a darme conversación. Morgan bajó un poco la música y se unió al círculo pequeño que habíamos formado, sentándose en una de las butacas junto al sofá. Le dio un largo sorbo a su bebida y rio ante lo que contaba Sam. Estuvimos hablando y contando anécdotas, hasta que me dolía el estómago de tanto reírme.

—¿Entonces nunca has besado a una chica? —preguntó Morgan con la voz arrastrada. Negué divertida y le di un sorbo a mi quinto botellín de cerveza. Ya iba a tener que parar—. Vale —hipó mientras se levantaba y se acercaba a mí con una sonrisa divertida—, pues eso está a punto de cambiar, novata —reí con diversión, pero mi risa se quedó atorada cuando sentí sus carnosos labios sobre los míos. Sentí como todo el efecto del alcohol que corría por mis venas desaparecía y estaba completamente sobria—. Ahora ya no puedes decir que no lo has probado —abrí y cerré la boca varias veces, incapaz de articular palabra. Sam vitoreaba y los chicos miraban con la boca abierta, sin saber que decir ni hacer.

—Voy a comenzar a ponerme celoso —el susurro lento y suave de Oliver en mi oído no ayudaba nada—. Yo quería ser quien besase esos labios con sabor a cerveza, pero la tatuada se me ha adelantado —realizó un chasquido con la lengua. Bebí el resto de mi bebida y le miré con una sonrisa lenta y vacilante.

—¿Quién ha dicho que no puedes hacerlo? —su sonrisa vaciló y abrió los ojos, pero se recompuso y volvió a su postura orgullosa y vacilona. Aunque su respiración estaba algo más errática.

—No sabes lo divertida que te vuelves cuando bebes, cervatillo —le dio un sorbo a su bebida y sonrió.

A pesar de todas las horas que llevábamos sentados mientras charlábamos y bebíamos, a Oliver no se le veía borracho ni perjudicado, y le había visto con varios vasos en las manos. Vi a Alek encenderse el cigarro que había hecho con la pelinegra y, entre los tres, se lo fumaron y pasaron. Negué cuando me lo alcanzaron, con los cuatro botellines de cerveza iba ya bastante mal. El olor a cannabis comenzó a inundar la estancia y me hizo fruncir el ceño porque estaba muy concentrado. Oliver se levantó y caminó hasta la terraza, donde, a través de la cristalera, pude ver como se apoyaba sobre la barandilla. Llegué hasta él con algo de dificultad y arrastrando los pies, chocándome con cualquier mueble de la casa y riñéndome a mi misma por los golpes. El orangután se reía levemente al ver como llegaba hasta él en tal estado.

—¿Buscando un ratito a solas conmigo, cervatillo? —rodé los ojos y me coloqué a su lado. Vi como le daba un sorbo a su vaso mientras miraba el cielo. Notó mi mirada, por lo que sonrió con lentitud—. ¿Quieres?

—Como entre una gota más de alcohol en mi cuerpo, creo que me muero —contesté como negativa. Él comenzó a reír.

—No es alcohol. ¿Tan lista eres y no te has dado cuenta de que solo me he recargado refresco? —dijo con diversión. Abrí los ojos con incredulidad. Y comencé a reír, no sabía por qué, pero lo hice.

—¿Por qué no bebes?

—Me recuerda a mi padre.

—¿Tu padre te...? —quise preguntar, pero no encontraba las palabras idóneas.

—No, pero se volvía más controlador y agresivo cuando bebía —contestó sin mirarme. Tragué saliva y me quedé mirando su perfil—. Y tú ¿por qué bebes, cervatillo? —su pregunta me pilló desprevenida—. No es que me queje, me encanta verte tan suelta y divertida, que me sueltes comentarios con doble sentido o que te rías de la nada, como estás haciendo ahora —soltó con diversión.

—Supongo que es por lo que tú dices —dije una vez que terminé de reír. Apoyé las manos en el barandal y miré hacia el cielo estrellado. Hacia calor y bochorno a pesar de la hora que era—. Tengo miedo de depender del alcohol para soltarme y ser yo misma, pero es una ayuda. Hago cosas que no me atrevería hacer estando sobria —terminé por contestar.

—Y dime, Violet, ¿qué es eso que no te atreverías a hacer sin dos cervezas encima?

Su sonrisa divertida y sus ojos brillantes, esos ojos verdes que me traían mal, con el reflejo de las estrellas sobre ellos. Esos luceros del color de la esmeralda brillaban ansiosos y deseosos de conocer mi respuesta. Era como si su mirada me hiciese confesar, como si de una especie de elixir de la verdad se tratase. Todo eso fue lo que me hizo dar un paso hacia mi derecha, hacia él.

Dejé de mirar al cielo y me giré hacia él. Tragué saliva y sentía como se me revolvía el estómago de los nervios, como me temblaban las manos cuando acuné su cara entre estas. Oliver tenía la respiración algo irregular y me miraba con ese brillo en los ojos. Así que me acerqué más e hice que nuestras respiraciones pasasen a ser una sola. Oliver tenía las cejas fruncidas, cerró los ojos y agarró mis muñecas, acercándome hacia él.

—Esto haría —susurré junto a sus labios. Su aliento cálido chocaba en mi rostro, haciendo que el calor de la noche subiese.

—Entonces hazlo cuando no las tengas.

De repente la distancia aumentó. Oliver se había separado de mí y había creado una distancia entre los dos. Le miré dolida y sintiéndome una imbécil. Se apoyó de nuevo en el barandal y habló con la voz lenta y pausada.

—Me encantaría besarte ahora, pero estás borracha y dices cosas de las que mañana te vas a arrepentir.

—Solo llevo dos cervezas —pero sí que me notaba borracha todavía. Por lo que no dije nada más ni insistí, pero sí que me fui de allí, sintiendo una molestia en el estómago y como los ojos se me aguaban—. Buenas noches, Oliver.

—Buenas noches, cervatillo.

Entré de nuevo en la casa y esta estaba llena de humo, el cual me tragué y pasé de largo hasta llegar a mi habitación, donde me tiré en la cama y me quedé dormida entre lamentos y vergüenzas.

¿Por qué no era capaz de comportarme así de normal?

¿Qué me frenaba tanto?

La pesadilla era la misma una y otra vez.

Tenía un sudor frío recorriéndome la nuca y la respiración agitada. Giré la cabeza y palpé la cama con la mano para despertar a Morgan, como ella me había pedido, pero había desaparecido, no estaba allí. Solo había un gran espacio en la cama y, una vez más, estaba sola.

Intenté volver a dormirme, pero no había manera. Pensé en dibujar hasta quedarme dormida, pero hacía tanto calor que descarté esa idea. Me abaniqué la cara con las manos y acabé en la cocina a por un vaso de agua. Me asusté al ver a Morgan dormida en el sofá, con la boca abierta y roncando amplia y ruidosamente. Pero pude respirar aliviada, no había hecho ninguna tontería ni salido así de borracha ni drogada. Me eché agua fría en un vaso y me apoyé en la encimera mientras bebía del vaso.

—¿No puedes dormir? —casi se me resbala el vaso de las manos al escuchar una voz grave y de recién despertarse a mis espaldas.

—Casi me matas del susto, pongo abelii —dije una vez me tranquilicé. Pero el corazón empezó a palpitar con fuerza y sentí como mis mejillas se calentaban al ver al orangután sin camiseta. Él tenía el ceño fruncido en confusión.

—¿Pongo abelii? ¿Me acabas de llamar orangután de Sumatra en latín? ¿Sigues borracha? —proclamó divertido.

—¿Por qué estás sin camiseta? —era lo único que podía decir. Él se dio cuenta de la situación y en lugar de mostrarse avergonzado, sonrió con alegría y orgullo.

—Hace calor, cervus elaphus —contestó con diversión. Avanzó hacia mí y yo, como acto reflejo, avancé hacia atrás, hasta que mi trasero chocó con la encimera. Su respiración se mezcló con la mía y yo comencé a ponerme nerviosa. Pensé en las horas de atrás, en donde estábamos en la misma situación, pero lo que cambiaba era que en ese momento estaba borracha y mis inhibidores habían desaparecido. Y a esto me refería cuando el alcohol me ayudaba a desenvolverme en la situación—. ¿Me vas a decir que haces despierta a estas horas? —respiré con tranquilidad cuando se separó de mí una vez alcanzó un vaso de cristal del mueble—. ¿Morgan te ha despertado con sus ronquidos y puñetazos? —diversión en su voz, negué con una leve sonrisa. Esta vez no había sido eso—. ¿Una pesadilla? —asentí. Avanzó de nuevo y sus brazos me rodearon—. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? —habló en un susurro. Me pensé la respuesta, pero no había nada. Nada me calmaba cuando tenía un mal sueño.

—¿Puedes dormir conmigo? —acabé preguntando con la voz triste y llena de vergüenza.

Oliver se separó de mí y asintió con su cabeza. Agarró mi mano mientras me guiaba hasta su habitación. No me paré a observarla, solo me tiré en la cama junto a él.

Sentí como sus brazos me rodeaban en un abrazo y así me quedé dormida, con mi cabeza sobre su pecho desnudo, contando las pulsaciones de su corazón acelerado ante mi tacto y bajo sus caricias en mi brazo. Me acurruqué junto a él y sentí un pequeño beso en mi cabeza, por el cual sonreí.

Sobre el pecho de Oliver me di cuenta de una cosa.

Hogar no se le llamaba solo a un lugar, sino también a las personas.

Y Oliver se había convertido, poco a poco, en mi hogar y refugio.

¡Hola!

Por fin conocemos a la yaya Moore.

¿Os la imaginabais de esa manera? Tiene el alma de una joven y es que es Morgan 2.0

Yo también quiero ser como ella, se le nota que le tiene muuucho cariño a su nieto y sabe lo especial que es Violet para él :)

Aja, fiesta!!!

Ya sabemos que Oliver no va a besar a Violet a no ser que esta se lo pida o esté sobria, mi niño es un niño respetable y respetador jajajjja

Violet, niña, abre ya los ojos, confiesa tu amor, deja de complicarlo todo

Ya le has besado mil veces estando sobria, ¿qué te cuesta decirle «Me gustas, orangután»?

Ambos dirigiéndose con los nombres científicos de sus motes >>>>

De verdad, que te vas dentro de nada
:((((((

Al final duermen juntitos :)

Y esa confesión para ti misma😭

***

Os tengo una noticia, creo que voy a hacer un maratón en estos días🤭 pero no prometo nada!!!

Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️

¡Muchas gracias! Nos leemos,

Maribel❤️

Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)

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