Treinta y seis

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La cabeza me dolía a rabiar.

Parecía que tenía un taladro funcionando sin parar al lado de ella debido al dolor que me consumía. Intenté tapármela con mi almohada para amortiguar un poco el ruido que había en el exterior. Un suave aroma a detergente de lavanda me entró por las fosas nasales e hizo que me relajase un poco. Intenté volver a dormirme, dejé cerrar los párpados y aspiré el relajante aroma. Pero unos golpes en mis piernas y en mi estómago lo impidieron.

Iba a matar a Morgan.

La tatuada tenía la ligera manía de moverse como un gusano durante toda la noche en medio de la cama y no paraba ni un segundo, por lo que era imposible dormir a su lado. Pero, si añadías a la ecuación lo borracha que estaba debido a la cantidad de vodka caramelo que había ingerido en la improvisada fiesta en el apartamento, era un tornado. Ya sí que sí, era misión imposible dormir en la misma cama que ella, por muy grande que fuese. Encima, no paraba de roncar escandalosamente.

No había dormido más de una hora seguida por culpa de sus exagerados ronquidos y de su sueño frustrado de ser karateka profesional. Además, ahí estaba que las pesadillas no cesasen y las tuviese noche tras noche. Cada vez era una diferente, pero la esencia era la misma. Un sueño idílico, éramos una familia feliz, pero, de repente, todo se estropeaba y los rostros se transformaban en la nueva familia de mi progenitor, en esa que exhibía por sus redes sociales, haciéndose pasar por un padre y marido modelo y de revista.

Lo que había cambiado esta vez era que no me despertaba gritando, ni con la voz desgarrada, ni jadeando envuelta en una fina capa de sudor. Solo abría los ojos, agitada y con la respiración a la velocidad de la luz, pero no había ningún sonido ajeno. Pero seguía estando la frustración de no poder despertarme sola, sabía que estaba en un sueño, siempre lo descubría, pero no podía hacer nada para cambiarlo ni remediarlo.

Como no podía dormir, repetí lo mismo que había estado haciendo los últimos días. Me levanté de la cama y saqué de la maleta de viaje un cuadernillo de dibujo y unos lápices. No tuve que encender la luz de la habitación, la luz de la luna que entraba por el gran ventanal fue más que suficiente. Y allí, sentada junto a la cómoda, me quedé dibujando, en paz, en harmonía, en completo silencio, hasta que las estrellas desaparecieron del firmamento y fueron reemplazadas por el abrasador sol de junio.

—Novata —escuché una suave voz mientras mi cuerpo era zarandeado con delicadeza—. Ts, novata. ¡Novata! —abrí los ojos de golpe ante el pequeño grito junto a mi tímpano y miré a la causante algo desorientada—. Tía, que te has quedado dormida en el suelo —habló con preocupación teñida de diversión —. ¿Estás bien? ¿Otra pesadilla?

—Sumémosle a eso tus ronquidos y tu pasión oculta por las artes marciales —acepté su brazo cuando me ayudó a levantarme. Vi su cara llena de ojeras de rímel y delineador de ojos corrido por no habérselo quitado por la noche. Tenía el pelo revuelto y parecía que tenía un nido de pájaros por melena—. ¿Cómo es que estás tan bien para todo lo que bebiste?

Mi pregunta era muy sincera y estaba llena de curiosidad. Yo me había bebido una copa y un chupito y parecía que había engullido tres botellas de lo mareada que estaba, en cambio, ella estaba perfectamente con tantas copas que se tomó en el salón del piso. Se encogió de hombros con una sonrisa.

—¿Por qué no me has despertado si tenías pesadillas? Podríamos haber hablado en lugar de haberte quedado dormida en el suelo, pava —contestó con preocupación, borrando su sonrisa pretenciosa.

—No quería molestarte.

—Deja de ser tan tonta, sabes que no molestas. A la próxima, me despiertas y te hablo para distraerte, ¿vale? —asentí con lentitud, pero sentía como una calidez se asentaba en mi corazón y me hacía mirarla con ternura y gratitud—. Ahora vamos a lavarnos la cara y a desayunar. Me comería a mi madre del hambre que tengo —reí en voz baja y le seguí.

Pero eché un rápido vistazo al dibujo que se quedó a medias antes de salir. No supe en que momento me quedé dormida, pero los edificios que tanto habíamos visitado durante el día estaban ahí, sin terminar, con algunas esquinas sin completar. Pero sí que había algo completo en esos esbozos a medio terminar y realizados con cansancio, Oliver sonreía mientras esperaba que yo le hiciese las fotos. No sabía tampoco por qué decidí dibujar eso, ni por qué su silueta era lo único acabado, pero no me molestaba.

Cerré el bloc de dibujo con una leve sonrisa. Iba a necesitar uno nuevo pronto, pues, la mayoría de las hojas estaban ya llenas de esbozos y en todas había una invariable: los ojos verdes de Oliver. Había pasado de no dibujar nada en años, a llenar en cuestión de semanas un libro entero de las facciones de a quien creía mi rival.

Solté un gran bostezo que intenté ocultar con la palma de mi mano al entrar en el baño. Morgan estaba lavándose la cara y quitándose cualquier rastro de maquillaje, pero la mancha no se desvanecía del todo y parecía que tenía dos grandes círculos negros bajo sus ojos marrones oscuros. Dejé ver mi diversión con una pequeña e imperceptible sonrisa. A pesar de mi intento por ocultarlas, la pudo ver y, por consiguiente, me salpicó con las manos el agua fría que caía del grifo abierto. Samantha entró en el baño llamando a la puerta. Realizó las mismas acciones que nosotras, se lavó la cara e intentó eliminar cualquier rastro de cansancio por culpa de las escasas horas de sueño que habíamos tenido. Las tres salimos del baño entre leves risas y sosteniéndonos la cabeza del dolor.

Al llegar a la cocina, Alek ayudaba a Oliver a hacer el desayuno. Me tensé al ver el desorden y caos que había en la encimera, desde cáscaras de huevos a manchas de harina. Las varillas estaban sucias y, en lugar de reposar en el recipiente utilizado, estaban tiradas sobre la pulida encimera de mármol, manchándolo todo con la sospechosa mezcla. ¿Cómo podían trabajar así? Encima, a parte del desastre que estaban formando al cocinar, la casa estaba todavía sin recoger desde la improvisada fiesta de anoche. Morgan, descifrando mi mirada, me lanzó una advertencia con sus ojos y me obligó a sentarme en uno de los taburetes que estaban junto a la mesa. En ese momento, Oliver se dio la vuelta y contuvo una carcajada. Alek se dio la vuelta justo cuando el orangután le dio un golpe. Ambos hicieron todo lo posible para no reírse.

—Oliver, no tendrás el número del zoológico, ¿no? Parece ser que se les han escapado tres osos panda.

Comenzaron a carcajearse en serio, consiguiendo que las tres les mirásemos con mala cara. Alek se tapaba la boca con la mano donde sostenía una espátula, manchándose el rostro con la mezcla. Sam le tiró un trozo de pan que había en la mesa a su novio y este dejó de reírse y la mirase divertido. Morgan no cambiaba sus facciones, al contrario, seguía seria y se masajeaba las sienes mientras miraba a los dos con la mirada fulminante. Yo hacía más de lo mismo, me dolía la cabeza a reventar y escuchar tantas risas por la mañana me hacía peor, además, no ayudaba que todo estuviese patas arriba. Eso me daba más dolor de cabeza incluso y todo debido a mi obsesión por tenerlo todo ordenado y limpio, ya que estaba probado que mejoraba el rendimiento.

Oliver sacó de uno de los cajones algo y nos lanzó a las tres una tableta de pastillas. Alek sirvió agua de la jarra de cristal que había en la nevera y nos puso los vasos en nuestras narices. Les di las gracias y me tomé el analgésico que esperaba que matase el dolor de cabeza que me consumía. Dejé caer mi cabeza sobre la mesa e hice todo mi esfuerzo en no ponerme a limpiar como una maniática, pues Morgan podría reñirme y pegarme por hacer las cosas sola. Pero no duré mucho, el dulce aroma a tortitas me hizo levantar la cabeza. No sabía el hambre que tenía hasta que las tripas me sonaron con fuerza, causando un leve sonrojo en mis mejillas, el cual nadie se dio cuenta. Excepto Oliver, porque él siempre se daba cuenta de todo. Por eso me acercó un plato con tortitas y con chocolate por encima. No pasó desapercibido el guiño que me lanzó, pero decidí ignorarlo y centrarme en el delicioso desayuno que había preparado.

Odiaba tanto que se le diese tan bien cocinar. ¿No podía ser un desastre en esto como en la pintura?

—¿Qué vamos a hacer hoy? —interrumpió Morgan con la boca llena de comida. Le miré asqueada y Sam le dio un pequeño golpe en el brazo—. Auh, que en alguna cultura es normal hacerlo —respondió.

—No, no lo es, Morgan —le dijo Sam con la voz dulce que tanto le caracterizaba. Le dio un mordisco a su desayuno y casi gimió del gusto, lo que nos hizo mirarla divertida—. Lo mejor que hice fue darte esta receta, Oliver —dijo mientras se llevaba a la boca otro trozo de tortita. Alek sonrió divertido y acercó su brazo hasta su cara para quitarle el chocolate que manchaba su boca y la comisura de sus labios con una servilleta—. Gracias. En serio, has mejorado la receta por mil.

—Solo la he mejorado porque soy un cocinero divino, Samy Samy —contestó con una sonrisa prepotente.

Y ahí fue cuando caí en algo. En una cosa que no se me había ocurrido y debí de haberme dado cuenta hace mucho tiempo. Recordé esa tarde en la cafetería, en la cual tuvimos una pequeña competición tras la barra. Tal competición que gané porque no sabía hacer un café con la máquina que utilizábamos.

—¿Te dejaste perder? —el tenedor se le quedó a mitad del camino. Frunció el ceño, confundido por mi repentina pregunta. La mesa se quedó en silencio.

—¿De qué estás hablando?

—Cuando no supiste encender la cafetera, cuando derramaste la leche sobre la encimera, ¿era un truco? ¿te dejaste perder? —centré mi atención en sus ojos verdes como el césped primaveral.

—Nunca me dejaría perder, cervatillo. Soy un campeón nato —sonrió con orgullo, pero no me fiaba de esa sonrisa ni de esos ojos achinados.

—Mientes —sentencié mirándole con los ojos entrecerrados y dejando de comer.

—¿Por qué iba a hacerlo? Soy un cocinero increíble, pero no sabía como funcionaba una cafetera de esas, yo utilizo la de cápsulas —se encogió de hombros y procedió a mirarme fijamente mientras le daba un sorbo a su taza, sin romper el contacto, demostrando que decía la verdad. No me quedó más remedio que apartar la mirada y centrarla en mi desayuno.

—Entonces ¿cuáles son los planes para hoy? —ahora fue el turno de Alek de hablar con la boca llena, rompiendo el silencio sepulcral que se formó en cuestión de segundos. Hizo una mueca y supe que Sam se había encargado de darle una patada por debajo de la mesa.

—Primero limpiar toda la casa, que como venga mi abuela y la vea así nos deja en la calle. No sé que haremos por la tarde —se encogió de hombros y continuó comiendo.

—Yo quería ir a la playa —Morgan hizo un mohín, pero se centró en su desayuno y engulló todas las tortitas que estaban en su plato y las mías que rechacé—. Esta noche podríamos hacer una fiesta.

—¿Otra? —pregunté sorprendida. La noche anterior habíamos tenido una, ¿tenía aguante para otra?

—Nunca son suficientes. Además, las hacemos aquí, no es como si estuviésemos rodeadas de desconocidos. Podemos irnos a dormir cuando queramos —se encogió de hombros. Alcanzó un bote de crema de cacao y avellanas y esparció el contenido por las tortitas que me sobraron.

¿Cómo podía comer tanto y no engordar?

—Yo con ver a la mojigata esta emborracharse y decir tonterías me vale, así que me apunto a hacer una fiesta aquí —contestó el orangután con una sonrisa. Alek me sonrió y Sam rodó los ojos con una sonrisa en el rostro. Le hice un corte de mangas al estúpido y llevé mi plato al fregadero.

Estuvimos un rato más charlando. Morgan sola hizo todos los planes para la noche y dijo que ella iba a ir a comprar las bebidas. A pesar de no tener edad para comprar alcohol, ella tenía un carné de identidad falso que utilizaba cuando le venía en gana. Le di una mirada recriminatoria por hacer algo tan ilegal como eso, pero me ignoró, como cada vez que le sacaba el tema. Si pillaban que era falso y que no tenía la edad se iba a meter en un lío, aunque cumpliese este año la mayoría de edad para eso. Recogimos la casa y lo dejamos todo medianamente decente antes. Después de eso nos sentamos todos en el sofá y charlamos entre risas de lo mal que se le daba a Oliver la limpieza, ahora entendía su desordenado dormitorio cada vez que entraba. El orangután odiaba la limpieza más que yo el desorden. Observé las paredes y, desde la distancia del sofá, miré las fotografías que colgaban en los marcos de fotos. Oliver de pequeño era una monada, vestido de jugador de rugby, con la pelota más grande que él sobre sus pequeñas manos, con quienes parecían sus abuelos cogiéndole y levantándole en peso. Era una auténtica monada.

Que pena que ahora no lo fuese.

—Bueno, yo me voy —Oliver se levantó del sofá y caminó hasta la entrada—. Acordaos de que hemos quedado para almorzar con mi abuela —nos señaló a todos y a cada unos con un dedo de manera amenazadora.

—Sigo sin entender por qué vamos a almorzar en lugar de a cenar —Morgan habló mientras tecleaba algo en su teléfono.

—Ha quedado con sus amigas a la noche —se encogió de hombros a la par que giraba las llaves de la casa en sus manos. Le lanzó el juego de llaves a Alek y cogió otras.

—¿A dónde vas? —Sam hizo la pregunta que tanto me moría por realizar. Oliver se quedó con la mano junto al pomo de la puerta y se giró con una sonrisa hacia nosotras, pero se notaba a leguas que no la sentía. Me preocupé porque no significaba nada bueno.

—A casa de mis padres, tengo varias cosas que recoger.

—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó Alek, entendiendo también que era un tema duro y complejo para su mejor amigo. Oliver negó manteniendo esa sonrisa falsa. Me levanté del sofá y me planché con las manos los pliegues del peto que llevaba. Todos me miraban confusos, aunque Morgan tenía una leve sonrisa al mirar el teléfono. No sabía de donde había salido mi valentía para levantarme y, mucho menos, sabía de donde había salido mi voz segura.

—Yo te acompaño.

—No hace falta, cervatillo. Solo voy a casa de mis padres, no a la guerra —dijo con la voz divertida, pero no lo era. Porque conocía a Oliver y algo me decía que ir a la casa donde vivía sus padres era lo mismo con él que ir a un país en pleno conflicto bélico. Caminé hacia él y me despedí de mis amigos. Miré con la ceja alzada a Oliver y esperé a que caminase y cerrase la puerta, pero seguía pasmado mientras me miraba.

—¿Piensas moverte algún día o...? —inquirí con fingida diversión.

Estaba atemorizada, ¿por qué me había atrevido a decirle algo? Él podría haber ido solo a su casa, a recoger lo que sea que tuviese que recoger y volver solo, tranquilo. ¿Por qué tenía que atreverme a acompañarle? ¿por qué no me había quedado callada? Era una estúpida que solo se metía en problemas.

—Puedes quedarte en el apartamento, cervatillo. ¿Quién si no va a limpiar cuando los guarros esos ensucien algo? —preguntó con diversión.

—Que lo recojan con la lengua —hablé a la par de que entrábamos en el ascensor. Él sonrió a causa de mi comentario. Algo revoloteó en mi estómago al ver que sonreía con algo que yo decía—. ¿Qué tienes que recoger de casa de tus padres? —pregunté con curiosidad, ignorando ese sentimiento que me embargaba cada vez que veía como su lunar subía y sus ojos se achicaban. Él tragó saliva y miró al frente mientras me contestaba.

—No pasaré el verano aquí, así que me llevaré más ropa y cosas de mi habitación —se encogió de hombros. Me moría por preguntarle por qué no se iba a quedar aquí, si rechazó la beca del campamento por pasar tiempo cerca de su abuela y de Boston.

—Genial, pues tienes un par de manos más para ayudarte —eso fue lo que terminé diciendo.

—No sé si esos brazos van a ser de mucha ayuda —dijo divertido. Le di un golpe en el brazo con todas mis fuerzas, pero ni aun así se inmutó. Lo que me hizo cabrear y a él sonreír con superioridad.

Acompañé al castaño hasta su coche y él se encargó de conducirnos hasta su antiguo hogar. Hice todo lo posible para que no se me notase la estupefacción ni asombro al ver la rica urbanización en la que entrábamos. Parecía un hogar de ricos y millonarios. Sabía que la familia de Oliver tenía dinero, pero esto era más de lo que yo pensaba. No tenía ni punto de comparación con la urbanización en la que yo vivía.

—Vale, cervatillo. Mis padres no están en casa, pero no sé por cuanto tiempo, así que tenemos que darnos prisa. No quiero encontrármelos, ¿entendido? —asentí con lentitud. ¿Tan pocas ganas tenía de verlos? En realidad, lo entendía, parecía yo cada vez que Andrew decidía hacer de las suyas.

Una mujer vestida de sirvienta nos abrió la puerta y nos dio paso con un leve y rápido saludo a Oliver. La casa por el exterior era del mismo estilo que por el interior, era fría y sin apenas decoración hogareña y familiar. Estaba decorada con cuadros impresionistas y modernos, pero no había ni un simple retrato familiar. Bueno, sí que lo había, y daba mucho miedo al ver a los tres tan serios y con las facciones tan severas. En cambio, la habitación de Oliver era todo lo contrario. Estaba todo ordenado y debía ser gracias a los sirvientes que había por toda la inmensa casa, pero, lo mejor de su habitación era la gran estantería llena de premios, galardones y medallas tanto de deportes como de certámenes escolares. Todos de primer puesto, tanto en las ferias de ciencias como en los campeonatos deportivos. Lo que diferenciaba a los premios y lo que me llamó la atención era que en ninguna foto sonreía tanto como lo hacía cuando sostenía el primer premio de fútbol americano. ¿Ganar ahí le daba más satisfacción que en un concurso de inteligencia y maña a la hora de realizar una maqueta?

—Ya está.

Me había quedado tan ensimismada mirando los cuadros y premios que se me había olvidado a lo que habíamos venido. Me di la vuelta con una sonrisa incómoda y de perdón, pero él me ignoró con el rostro tenso y me alcanzó una mochila, la cual me colgué en los hombros. Salimos de su dormitorio en silencio y, de repente, noté como mi espalda chocaba contra una pared y sentí como todo el aire se me salía de los pulmones debido al impacto. Le miré con el ceño fruncido y con enfado, dispuesta a gritarle por lo gilipollas que estaba siendo. Pero unas voces desconocidas en la planta baja me dejaron paralizada e incapaz de decir palabra. Oliver frunció el ceño y puso la palma de su mano contra mi boca, haciendo que abriese mis ojos en conmoción.

—Mierda —susurró.

Estaba nervioso, pero yo también, aunque por circunstancias diferentes. Tenerle tan cerca, con la respiración agitada sobre mi rostro era algo que me ponía de los nervios y él parecía no saberlo y, si lo hacía, lo ocultaba muy bien.

Cuando las voces se acallaron volvió a hablar, dejando libre mi boca. Desvié la mirada y caminé junto a él hasta la planta baja, donde casi corrimos hasta la puerta. Una vez que llegamos al coche pude respirar tranquila. Apoyé las palmas de mis manos en mis rodillas mientras recuperaba el aire. Oliver tenía la respiración agitada y la mirada llena de furia, y era lo normal después de lo que había escuchado. Coloqué una mano en su hombro con miedo y delicadeza. Al ver sus ojos verdes cargados de ira, pero también de tristeza, tiré de su brazo hasta fundirnos en un abrazo.

—Odio a mis padres —susurró con la voz desgarrada.

—Lo sé, lo sé —contesté con el mismo tono de voz y acariciándole la espalda.

Sentí sus brazos rodear mi cintura y pegarme a él, afianzando el abrazo. Mi respiración era un remolino cuando sentí como las yemas de sus dedos podían traspasar la tela de mi camiseta bajo el peto vaquero que llevaba.

La descarga eléctrica no tardó en llegar cuando nuestros ojos se conectaron. No pasó desapercibido el escalofrío que me recorrió debido a la intensidad de su mirada.

Pero con Oliver no me importaba recibir descargas eléctricas.

Porque cada una de ellas me daban la vida.

¡Hola!

Vaya, vaya... era cierto que Morgan es un desastre durmiendo🥴

Oliver es la inspiración de Violet😍

Mi niña sigue con sus pesadillas, a ver si Oliver le calma

¿Creéis que se dejó perder? Oliver es capaz de todo

Vi acompañándole a casa de sus padres❤️

¿Qué habrán dicho? ¿Qué lo habrá puesto así?

Menos mal que tenemos a Vi para calmarle con sus abracitos

¿Qué es esa frase del final, cervatillo?🥴

***

Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️

¡Muchas gracias! Nos leemos,

Maribel❤️

Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)

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