Treinta y cinco
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—¿Falta mucho?
Dejé caer mi cabeza contra el respaldo del asiento del copiloto al escuchar esa pregunta por quinta vez en los últimos diez minutos. Morgan se había llevado todo el camino realizando la misma pregunta una y otra vez, como si de una niña pequeña se tratase. Ella iba en la parte trasera, en el asiento del medio y, de vez en cuando, se echaba para delante y metía la cabeza entre los dos asientos para hablarnos.
Giré mi cabeza y miré por la ventanilla el paisaje. Era el mismo una y otra vez, árboles y arbustos en la zona exterior de la autopista, pasando los arcenes. Toda la naturaleza estaba húmeda a pesar del tiempo caluroso que nos rodeaba, pero así era el estado de Massachussets, un clima húmedo y templado durante todo el año, aunque a veces tiene picos de calor. Y yo, como odiaba el calor y cualquier cambio alto de temperatura me molestaba mucho, estaba sudando y molesta.
Noté como la temperatura descendía y el aire se hacía más frío dentro del vehículo. Pude ver como Oliver había configurado la calefacción para bajarla y que saliese más aire de los conductos. Le sonreí en agradecimiento y dejé de abanicarme la cara. Seguí mirando el paisaje a las afueras y tarareé la melodía de la canción que comenzaba a sonar por la radio.
—Dale más voz. Me encanta esta canción —Morgan se abrió paso a través de los asientos y le dio ella misma volumen—. The lights shines. It's getting hot on my shouldes. I don't mind... —comenzó a cantar en voz alta, simulando que su puño era un micrófono, movía la cabeza de un lado a otro y su melena se movía con ella. Colocó su puño junto a mi boca y exclamó eufórica y sintiendo la música—. Vamos, canta conmigo, novata —negué con la cabeza mientras reía levemente—. Aburrida —me sacó la lengua y le correspondí de la misma manera. Entonces cambió el puño de posición y lo puso junto a Oliver—. Venga, orangután, muéstranos tu talento oculto.
—Under the lights tonight, you turned around, and you stole my heart—Oliver continuó la canción y, con sus puños, chocó el volante al compás de la música del estribillo—. Venga, cervatillo. Que borracha bien que cantas —se carcajeó, haciendo que Morgan me mirase sorprendida e indignada.
—¿Con él sí, pero conmigo no? Ay, cervatillo, me duele esta amistad —se llevó una mano al pecho con fingido dolor y traición. Volví a poner su puño junto a mi rostro—. Canta, me lo debes ahora —comenzó a cantar de nuevo. Rodé los ojos pero continué la letra que sonaba por la radio.
—Under the lights tonight, you turned around, and you stole my heart. With just one look, when I saw your face I fell in love...
Acabamos los tres cantando al ritmo de la música durante varias canciones más, hasta que comenzaron a sonar canciones que no conocíamos en la emisora que estaba configurada. Morgan se dio un concierto ella sola y cantó todas y cada una de las canciones que sonaban. Pegó un par de gritos de niña emocionada cuando su cantante favorito habló deseando una buena tarde y agradecía por escuchar esa emisora.
—Oye, cervatillo. ¿No era ese el Adam Foster que tanto te gustaba? —comentó Oliver con voz burlona. Rodé los ojos y continué mirando por la ventanilla.
—Pues sí. Ojalá me lo encuentre por las calles de Boston, le pediría salir —contesté intentando buscarle las cosquillas al orangután. Este se carcajeó, completamente divertido.
—Ya, claro. No podrías ni decirle hola —se rio y me miró levemente, para luego volver la vista a la carretera—. Seguro que te pondrías muy nerviosa y se te trabaría la lengua.
—Como con Noah —me tensé ante la mención de su nombre. Vi como Oliver miraba a la tatuada por el espejo retrovisor con el ceño fruncido y la mandíbula apretada—. Novata, ¿has hablado ya con Noah? Se le veía muy dispuesto a hablar contigo —solo por el tono que estaba utilizando, sabía que estaba sonriendo.
—¿Qué coño tienes que hablar con el sosainas? —inquirió Oliver con la mandíbula apretada y desviando la mirada de la carretera—. ¿No decías que no te gustaba? ¿Qué coño tienes que decirle entonces?
—Ojos en la carretera, cenutrio —contesté ignorando sus preguntas. ¿Estaba loco? ¿Cómo iba a desviar la mirada de lo importante para ir inquiriendo cosas que ni le iban? Estaba demostrando el peligro que era, el muy imbécil —. Y no es de tu incumbencia.
—Hombre, yo creo que después de todas las veces que nos hemos liado, sí que es de mi incumbencia, Campbell —miré al piloto con los ojos bien abiertos, impactada por su forma de soltar tal cosa delante de la tatuada—. No me mires así, cervatillo. Morgan no es estúpida y yo tampoco, ¿o me vas a decir que no le has dicho nada? —preguntó con un deje de diversión, pero el rastro de molestia seguía ahí.
Ignoré su rabieta y me crucé de brazos mientras miraba por la ventanilla. Estas estaban siendo las dos horas más largas de mi vida. Oliver seguía de morros y ni todas las canciones que sonaban cambió el ánimo.
—¿Falta mucho? —suspiré sonoramente ante la pregunta de Morgan, la cual estaba sonriendo como si nada.
—Mira —señalé un cartel que señalizaba donde nos encontrábamos—. A cinco kilómetros está la ciudad —contesté.
—Genial, se me está quedando el culo dormido —se meneó en su asiento y se echó para atrás, recostándose en este.
—Solo quiero hablar con Noah de un par de cosas, quiero que seamos amigos —contesté en un susurro. Oliver dejó de apretar los puños en el volante y dejó de estar tan tenso.
—Yo no podría ser amigo tuyo —contestó después de un rato. Sus palabras se clavaron en mí y me dolieron en lo más profundo.
Pero dejó de hablar, no dijo nada más en todo el camino restante. Morgan seguía comportándose como una niña chica mientras preguntaba cuanto faltaba y señalaba los edificios que veíamos por la ventanilla. Yo me quedé maravillada ante las grandes y altas edificaciones, la ciudad estaba llena de vida y era lo normal en la capital del estado y en la ciudad más grande de todo Massachussets.
Después de varios minutos más recorriendo la ciudad en coche, Oliver aparcó. Sam y Alek nos esperaban allí, sentados en unas maletas junto a las escaleras de un edificio nuevo. Al vernos, empezaron a saludarnos y nos ayudaron a bajar todas las maletas. Como nos íbamos a quedar una semana, Morgan traía una maleta inmensa. Además, la parejita amortiguaba el viaje trayéndose sus cosas de Holmgraves para pasar las vacaciones en su hogar familiar. Pero Oliver no había hecho eso, solo se había traído un pequeño equipaje. En cambio, yo, después de este viaje, iba del tirón a Washington, ya que tenía el billete comprado y el vuelo salía del aeropuerto de Boston.
Oliver sacó unas llaves y abrió la puerta, sin necesidad de esperar a nadie más. Saludó al recepcionista y habló con él, escuché parte de la conversación y escuché el nombre de su abuela, por lo que supuse que estaba diciendo que veníamos de parte de ella. Después de eso, nos montamos en los dos ascensores que había, dividiéndonos y subiendo a la planta que Oliver nos había indicado.
Al entrar en el apartamento, estaba en completo silencio. Me pregunté donde estaba su abuela, ya que íbamos a quedarnos en su hogar, pero, al parecer, no estaba aquí. Me quedé mirando la estancia con la boca abierta, nunca había visto tanto lujo ni tanta ostentación en un apartamento y, mucho menos, de una señora mayor, ya que mis abuelos tenían la casa llena de cuadros, jarrones y estatuillas macabras que me atemorizaban cada vez que iba a visitarles.
—Vale, hay cuatro habitaciones. Una es la de mi abuela, pero como no vive aquí, no se utiliza; otra es la mía y ya está pillada. Por lo que quedan dos habitaciones más, ambas tienen camas de matrimonio, aunque, cervatillo, si quieres puedes dormir conmigo —me guiñó un ojo con picardía y yo rodé los míos.
—Paso.
—Bueno, tú te lo pierdes.
—Vamos a dormir juntas, novata —Morgan rodeó mi cuello con su brazo y me dio un sonoro beso en la mejilla—. Espero que no ronques mucho, porque te puedo sacar de la cama a patadas —contestó divertida mientras arrastraba su maleta por el pasillo de la casa hasta nuestra habitación designada.
—Eres tú la que ronca, estúpida —ella rio mientras caminaba, sabiendo que yo tenía la razón. Era horroroso dormir con ella entre que hablaba en sueños, las patadas que daba y los ronquidos que soltaba por su boca.
Entramos en la habitación y me quedé maravillada de nuevo. Por Einstein, esta casa era una maravilla y la habitación era tres veces mi dormitorio. Tenía una amplia cama, más grande de las típicas de matrimonio en el centro, con unas sábanas blancas perfectamente dobladas y puestas; una cómoda blanca que brillaba de lo limpia que estaba y un armario empotrado, también del mismo color puro. Encima había un ventanal. Era la habitación de mis sueños, toda limpia y ordenada. Estaba en el paraíso de la limpieza. Incluso pasé un dedo por la mesita de noche y ni una sola mota de polvo.
—¿Te vas a correr por tu obsesión con la limpieza, novata? —preguntó la tatuada con diversión al verme inspeccionar toda la habitación completamente maravillada y extasiada.
—Si fuese posible, seguro que lo haría —contesté siguiéndole el rollo.
Se carcajeó y llevó su maleta hasta un lado de la habitación, comenzó a guardar sus prendas en las cajoneras. Íbamos a estar una simple semana, pero traía equipaje para tres meses. Vi como guardaba varios bikinis y trajes de baño, además de muchas mudas de ropa interior.
—Es una pena que no podamos ir de fiesta, que asco no tener veinte y un año para entrar en pubs —frunció el ceño mientras guardaba una minifalda en el armario. No entendía porqué guardaba todo si solo íbamos a estar un par de días en esta ciudad—. Oye, novata —me habló cuando me senté y seguí sus pasos para guardar mi ropa para que no se me arrugase.
—¿Cuándo vas a cambiarme de mote? O mejor, ¿cuándo vas a comenzar a llamarme por mi nombre?
—Nunca —contestó de vuelta. Dejó de guardar ropa y miró a la puerta, la cual estaba entreabierta. Volvió su atención a mí y habló con un susurro, con algo de preocupación y curiosidad—. ¿Cómo lo vas a hacer?
—¿A qué te refieres? —pero sabía a lo que se refería perfectamente.
—Ya sabes, no te hagas la tonta. ¿Cómo piensas irte sin despedirte de nadie?
—Ellos ya saben que me voy.
—Pero no cuando, novata. A Oliver le has dicho que eres muy insegura con la ropa y no sabías que traerte para una simple semana. No entiendo como se lo ha tragado, pero yo sé que, después de esta semana, te irás a Washington sin decirle a nadie nada.
—No me gustan las despedidas —susurré compungida—. Es mejor que no lo sepan. Además, ellos van a pasar las vacaciones aquí, ¿qué más da?
—Da y mucho, cariño. No puedes desaparecer así como así.
—Van a estar bien —sentencié y dejé de prestarle atención, pero tenía un nudo en la garganta.
Pero ¿iba a estar yo bien?
Estúpido Andrew y estúpido Boston.
Quería salir con mi hermano en mi primer día aquí, ya que hacia dos semanas que no lo veía, pero el gilipollas de mi progenitor no le dejaba salir solo y por eso tenía que venir a recogerlo a la puerta de su casa. Observé la fachada con el ceño fruncido y con asco. Oliver, a mi lado, bostezó aburrido y miró la hora en su teléfono móvil. Ambos habíamos venido andando, yo pensaba que iba a ir a ver a su abuela, ya que nos había invitado para eso, pero dijo que quería acompañarme.
Vi como la puerta de la entrada se abría y dejaba ver a Jason, tenía el rostro contraído y el ceño fruncido, hacía un mohín. Di un paso, pero me quedé a medias cuando vi que Andrew salía detrás de él. Oliver se incorporó y gritó.
—Venga, Jason, que te tengo que enseñar la ciudad —Andrew miró con el ceño fruncido y con confusión al orangután, quien había interrumpido la estúpida e insignificante conversación de mi progenitor.
Jason se zafó del agarre y caminó hasta nosotros.
—¿No queréis pasar a tomar un café? Olivia ha hecho galletas —preguntó en voz alta. Yo fruncí el ceño y bajé la cabeza, Jason llegó hasta nosotros y le gritó una negativa desde nuestro lado—. No llegues muy tarde, ya sabes a la hora en la que cenamos.
—Que tío más toca pelotas, por Dios —exclamó irritado y comenzó a caminar. De repente se paró y miró hacia los lados. Sentí sus brazos rodearme rápidamente, para luego soltarme a una velocidad increíble. Sonreí porque estaba haciendo como si nada—. ¿Qué me vas a enseñar, gilipollas número uno? —preguntó con una sonrisa divertida.
—La verdad es que no tenía ningún plan —se encogió de hombros y yo me quedé confundida.
—Pero dijiste que ibas a hacerle un tour.
—Ya, también dije que iba a ser el presidente de los Estados Unidos —se encogió de hombros.
—Venga ya, Oliver. Deja de mentir —le di un golpe en el brazo y me miró con una sonrisa, rodé los ojos.
—Vamos a Back Bay, un museo al aire libre —sentí como los ojos se me iluminaban de la ilusión. Oliver no dejó de sonreír y Jason rodó los ojos mientras se abría paso entre los dos.
—Venga ya, tórtolos, que no tenemos todo el día.
Le di un pequeño golpe en la cabeza a mi hermano menor y lo seguí. Oliver nos condujo hasta la estación de metro de la ciudad, donde compramos un par de billetes para la estación donde se encontraba el vecindario ese del que tanto hablaba. Quedé maravillada con la arquitectura de todos los edificios y por la naturaleza que se respiraba allí. La mayoría de las casas eran de un estilo victoriano de piedra rojiza.
—Venga, cervatillo, ponte que te haga una foto —habló Oliver cuando pasamos por la Biblioteca Pública de Boston, una de las más emblemáticas de la ciudad. No importaron las negativas, tuve que hacérmelas, sabía que salía con una sonrisa incómoda y nerviosa, pero Oliver no paró de hacerme fotos en cada edificio que parábamos a visitar.
—Tórtolos, ¿vais a querer una foto juntos? —habló mi hermano.
—Deja de llamarnos así.
—Yo prefiero que nos digas parejita —contestó Oliver divertido. Le pasó su teléfono a mi hermano menos y se colocó a mi lado. Rodeó mis hombros con su brazo izquierdo y me atrajo hacia él, causando que yo me tensara—. ¡Procura sacar mi lado bueno! Aunque solo tengo lados buenos —sonreí ante su arrogancia y pasé mi brazo por su cintura, causando que fuese él quien se tensase ahora. Sonreí más todavía.
Después de eso, acabamos en el Boston Public Garden, el jardín botánico más grande y antiguo de todo el país. Caminamos por todo el jardín, el cual estaba precioso con su gran cantidad de plantas y todo tipo de vegetación. Incluso el pequeño estanque lleno de patos era una maravilla. Miré con ilusión las pequeñas barquitas que flotaban y navegaban por allí, mientras algunas familias, parejas y grupos de amigos disfrutaban de la experiencia. Acabamos sentándonos en una explanada de césped, Oliver sacó de su maleta un balón de rugby, haciendo que frunciese el ceño y que a Jason se le iluminasen los ojos de la ilusión de jugar.
—Voy a comprar algo de beber —me sacudí la suciedad de los pantalones cortos y estiré las piernas a medida que me levantaba.
—Coge dinero de mi cartera —exclamó Oliver mientras cogía al aire el balón que mi hermano le lanzaba—. Sigues siendo un lanzador horroroso —se carcajeó de mi hermano, causando que se picase y le lanzase la pelota con más fuerza.
Sonreí y caminé hasta uno de los puestos que había en el parque. Pedí las bebidas para los tres y saqué mi cartera del bolsillo trasero. El teléfono móvil me vibró a medida que le daba las gracias al vendedor. Le di un sorbo a mi botella de agua mientras miraba la notificación.
Morgan: ¿qué tal te va la cita? ;)
Violet: no es una cita.
Morgan: ajá. Estáis los dos visitando Boston, a solas.
Violet: viene Jason, por si se te ha olvidado.
Morgan: detalles insignificantes.
Me la imaginaba moviendo la mano como si le restase importancia. Rodé los ojos y esperé que me enviase lo que estuviese escribiendo.
Morgan: es una cita, novata. Si se ha negado a que fuésemos nosotros tres a ver a tu hermano. Estoy segura de que se ha quedado devastado por no ver a tremenda diosa.
Violet: cada día te pareces más a Oliver, deja de juntarte con él.
Estaba divertida. Reí levemente y esperé que nadie pensase que estaba loca por reírme mientras hablaba sola por teléfono. Aunque era divertido, a Morgan no le faltaba razón. Yo había dicho de venir sola, pero Morgan también quería hacer algo de turismo. A pesar de los deseos de la pelinegra, Moore dijo que me iba a acompañar y miró a Morgan con los ojos entrecerrados, quien levantó las manos en señal de paz. Yo insistí en que viniese, ya que prefería que saliésemos todos, pero acabó negándose con un:
—Id ustedes a lo de los empollones y eso, yo voy a preparar las cosas para la fiesta de esta noche —se acarició las manos como si estuviese planeando algo maquiavélico a la par que se reía. Alek chocó los cinco con ella y Sam me miró con una sonrisa.
—¡Protégeme! —escuché un pequeño grito y como alguien se ponía detrás de mí.
Me tensé y asusté un montón ya que un completo desconocido estaba detrás de mí mientras se agarraba a mi espalda y no me dejaba moverme. ¿Me iba a matar? ¿Me iba a secuestrar? ¡Yo era la que necesitaba protección! ¿Dónde estaba Oliver? ¿Por qué no se hacía el valiente y me espiaba como siempre?
—Por favor no me mates, solo soy una estudiante y no tengo dinero —hablé rápidamente, con la voz atropellada de los nervios—. Por favor, Einstein, Hubble, Copérnico, que alguien me escuche y me ayude —susurré completamente asustada porque la persona no me soltaba.
—Sophie, por favor, solo ha sido una broma —abrí los ojos al escuchar la voz de miedo de la persona que me sostenía y vi a una chica delgada, con el pleno rubio platino y con unas botas militares caminar hasta nosotros enfadada.
—Me has manchado el vestido entero de helado, zanahoria —le señaló con el dedo y temí más por la vida de él, que por la mía. La chica daba miedo —. Y deja a la chica tranquila, la estás asustando.
—Si la suelto, me vas a pegar —dijo con la voz temblorosa.
—Si no la sueltas, el que te va a pegar voy a ser yo —contestó una voz conocida. Suspiré con alivio al ver a Oliver con el ceño fruncido y la voz más grave y tensa.
—Tío, ¿qué haces hablando así delante de Sophie Thompson? —dijo mi hermano con la voz acelerada.
—¿Quién? —pregunté estupefacta. La chica me miró con el ceño fruncido y con indignación, se llevó a una mano al pecho mientras jadeaba del disgusto.
—Como se nota que eres una rata de biblioteca —mi hermano negó con la cabeza, decepcionado—. Sophie Thompson es la estrella del cine —esta sonrió contenta porque un fan le reconociese—. Tiene taquillazos y, con su primera película, ganó un premio —seguía sin saber quien era—. Además, es amiga de April Williams y tú amas sus libros.
—Exacto, muchachito —Jason sonrió—. ¿Quieres una foto?
Jason asintió encantado y me pasó el teléfono. Pude salir de la estupefacción y se la hice. Miré a la persona que tenía a mis espaldas, pude entender el mote que le había puesto ya que el chico tenía el cabello completamente anaranjado y lleno de pecas.
—¿Conmigo no quieres una foto? —preguntó el chico. Jason le ignoró y yo me tensé por lo maleducado que estaba siendo—. Oye, que soy Mason Kane —colocó los brazos sobre las caderas y sonrió heroicamente.
—¿Has salido en alguna película? No, pues no hay foto —miré con los ojos como platos ante la contestación de mi hermano a esa persona.
—Eres malo, te pareces a mi prometida —hizo un puchero y se cruzó de brazos, causando una leve sonrisa en mí. Oliver se acercó por el otro lado. Sentí como susurraba en mi oído y un escalofrío me recorría.
—Si conoce a April, también conocerá a Adam, ¿tú no querías pedirle salir?
—Están en una relación, nunca me interpondría en una. No sería una destroza hogares —contesté segura.
—Ajá, y ¿no será porque te gusto yo?
—Deja de soñar —contesté con diversión, pero con nervios por dentro.
—Ay, chica, lamento la que ha liado el tonto este. Tiende a exagerar las cosas —me dijo con cariño—. Mason, pídele perdón —le dio un codazo.
—Perdón —pidió apenado. Sonreí levemente.
—Has asustado a mi chica, cúrratelo más.
Mi chica.
Mi chica.
Mi chica.
Sentí como el corazón bombeaba más sangre a una velocidad increíblemente acelerada. Tragué saliva y esperé que se pensasen que el sonrojo se debía al calor que hacía y a lo pálida y blanca que estaba bajo el sol ardiente y abrasador. Y no que estuviese así por el efecto que tenían su elección de palabras sobre mí.
—Oh, perdona chica desconocida y chica del armario este —reí ante el adjetivo que había utilizado—. Por favor, aceptad mis disculpas y no vayáis pensando que soy un loco —se inclinó ante nosotros. Me aferré al brazo de Oliver por el susto.
—Por cierto, chaval, si pudieses tardar un poco en publicar las fotos, nos gustaría un poco de tranquilidad antes de que nos atosiguen los paparazzi —sonrió con ternura y preocupación. Parecía que a Jason se le iban a salir los ojos de las cuencas y la baba.
—No te preocupes, monada —contestó coqueto. El pelirrojo frunció el ceño y rodeó la cintura de su pareja y la pegó hacia ella. Luego se despidieron y se fueron de la mano.
—De esto ni una palabra a Morgan —dijo mi hermano con las mejillas sonrojadas por el beso que le había dado antes de irse—. No tiene por qué enterarse, ¿vale? —nos señaló a ambos y yo solo pude reír.
—Vaya, y yo que pensaba que te gustaba. ¿Qué tal le sentará a ella que te hayas enamorado de otra chica?
—Nadie podrá reemplazar a Morgan —sentenció mientras caminaba.
—Échate un noviecillo o una noviecilla de tu edad, mocoso —Oliver le revolvió el pelo y se separó de mí, lo que me causó una sensación de vacío en el costado.
Acabamos volviendo ya y terminando la ruta turística que Oliver había preparado para nosotros. El viaje el metro fue algo catastrófico y no se lo recomendaba a nadie, era mil veces peor que un autobús. Estaba más lleno de personas de todo tipo y muy pegadas a ti, lo que consiguió que el orangután me pegase a él durante el corto trayecto. Caminamos hasta la urbanización de mi progenitor y nos despedimos de Jason con un pequeño abrazo. Le prometí volver a salir con él con todo el grupo durante la semana de vacaciones.
Después de la pequeña despedida y de las malas miradas que le dirigí a mi progenitor, Oliver y yo volvimos caminando hasta el apartamento. Me limpié el sudor de la frente y suspiré del agotamiento, ni siquiera el pelo recogido en una coleta alta me ayudaba a combatir el calor. En la vuelta, Oliver me señaló algunas calles y edificios y me explicó varias cosas de la ciudad, como datos históricos que me parecieron fascinantes e increíbles. El asfalto era algo irregular y lleno de piedras, por lo que tuve que caminar con cuidado de no caerme y tropezar debido a mi torpeza. Al llegar al edificio, el orangután ya me había agarrado de un brazo y obligado a caminar a su lado para no resbalar.
—Oliver —le llamé—. ¿Dónde vive tu abuela? —solté la pregunta que llevaba guardándome desde que habíamos llegado. Llamamos al ascensor y esperamos hasta que llegase.
—Cuando se murió mi abuelo se buscó un piso más pequeño, este me lo deja cuando estoy aquí y así no soporto a mis padres —se encogió de hombros y entró en el ascensor. Sonrió como si recordase algo y metió las manos en los bolsillos de las calzonas después de darle al botón de la planta—. Según ella es su herencia para mí. Mi padre se vuelve loco cada vez que lo menciona porque quiere venderla. Mi abuela no se lo va a dejar ni muerta, vamos —contestó—. Aquí es donde vivió con mi abuelo durante años y, a pesar de lo reformado y nuevo que está, tiene mucha historia detrás. Su cuarto no se toca porque solo tiene cosas de mi abuelo —habló lleno de nostalgia, le sonreí levemente.
—¿Tú abuela es tu persona favorita? —pregunté con curiosidad. No se pensó la respuesta.
—Claro que es mi persona favorita, a la que más quiero en este mundo —le sonreí con felicidad y él me devolvió la sonrisa—. Aunque si sigues sonriéndome así, a lo mejor cambio de persona —rodé los ojos mientras le di un golpe en el brazo y salí del ascensor. Oliver salió riéndose y frotándose el lugar del golpe—. Cervatillo, eres una bruta, así no vas a conseguir ser mi segunda persona favorita.
—No me importa —contesté con indiferencia y volviéndole a pegar, pero el puño se quedó en el aire ya que lo paró con su palma de la mano. Le fruncí el ceño y meneé el brazo esperando que me soltase—. Suéltame, bruto.
—No hasta que pidas perdón —sonrió y yo rodé los ojos, divertida pero fingiendo cabreo—. De rodillas —su sonrisa se amplió y sus ojos se achicaron debido al gesto—. Aunque de rodillas puedes hacer otras cosas, cervatillo.
—Eres asqueroso —contesté intentando zafarme de su agarre, pero lo que conseguí fue que lo afianzase y me pegase más a él. Le miré con el ceño fruncido a los ojos, pero solo sonreía.
—Ya, pero bien que te encanta este asqueroso —rodé los ojos ante su egocentrismo.
—Sigue soñando, orangután —rio y afianzó el agarré. Me quedé perdida en su sonrisa y en la forma en la que soltaba aire antes de volver a carcajearse, en como su lunar subía y bajaba al ritmo de la risa.
Me encantaba escucharle reír.
Y por eso le sonreí de vuelta.
Y ahí ya me di cuenta de lo perdida que estaba.
¡Hola!
Ya estamos en Boston siuuuu
Morgan es Asno de Shrek
Vale, si Violet se va de cabeza al campamento ese, ¿cuándo hablará con Noah?
Y lo más importante, ¿se enterarán que planea irse sin decir ni pío?
Boston es precioso y que ganas tengo de narrar más de sus aventurillas.
Os digo que lo he pasado canutas para escribir la última parte, no me gustaba nada de lo que escribía :( (y todavía no estoy segura de si está bien😭)
Oliver, Violet y Jason son como una familia :)
Aparición estelar del gran dúo dinámico, les amo y que les echo de menos
Oye, que yo quiero conocer a la yaya ya, eh
Amo el toque pícaro que tiene Olivercín ;)
¡Que la ha llamado mi chica! I'm a simp.
Por favor que se dejen de tonterías y se líen de una puta vez sin problemas.
***
¿Qué os gustaría ver en los próximos capítulos? Al menos hay dos o tres capítulos más en Boston porque este grupito tiene mucho que contar ;)
*
Estamos a puntito de llegar a los 1.000 votos ;)
Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️
¡Muchas gracias! Nos leemos,
Maribel❤️
Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)
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