Seis

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Trabajar de cara al público me estaba enseñando que, si quisiera ser actriz, podría serlo perfectamente. Una sonrisa cordial por aquí, un saludo amable por allá. Una sonrisa agradable y una voz suave y tranquila ayudaba mucho en este trabajo. Si mantenías a tus clientes contentos, más contento estará tu jefe y con eso te ganas algún que otro privilegio. Pero Tyler no se encontraba en la cafetería, por lo que fingir una sonrisa y fingir que me encanta ver que las personas tardan veinte años para acabar pidiendo lo más simple y sencillo de la carta no era plato de buen gusto. Aún así, tenía que fingir. No me importaba hacerlo, pues, aunque no estuviese, las propinas nunca venían mal.

Sonreí con ímpetu y agradecimiento al ver como la chica echaba algo de dinero en el bote de las propinas, el cual será abierto a final de mes y repartido entre todos los trabajadores. Seguí trabajando, siempre manteniendo mi sonrisa y siendo la persona más amigable del mundo, aunque por dentro quisiese gritar y mandar a todos al traste.

Me di la vuelta hacia el otro mostrador cuando escuché a Morgan llamarme. Vocalizó algo, pero no se me daba muy bien leer los labios. Esta rodó los ojos y con el dedo índice señaló de forma discreta a la persona que entraba por la puerta. Mi sonrisa falsa murió al instante, pero me recompuse cuando vi que se dirigía a una mesa, sin pasar por caja ni pedir nada. Centré mi mirada en el siguiente cliente y continué mi labor de barista. Entregué cupcakes y galletas de miles de sabores, además de sándwiches de todo tipo. Grité el nombre de la persona que acababa de pedir su café y volví a la caja para continuar tomando órdenes.

La mano se me quedó suspendida en el aire, con los dedos a unos centímetros de la pantalla táctil del ordenador. La sonrisa se me congeló, pero no me acobardé. En mi rostro, una sonrisa más amplia surgió. No iba a perder los nervios, era un cliente cualquiera.

Moore me miró como si me hubiese reconocido del tirón, por lo que una sonrisa vacilona e irónica se instaló en su rostro. Se llevó una mano a la barbilla y se arrascó la escasa barba que tenía. Con los ojos entrecerrados, miró el gran cartel que tenía a mis espaldas, donde estaba el menú con todos nuestros productos. Mierda, había dos mostradores más y tenía que venir a este a tocarme las narices.

—Mmm, ¿qué me recomiendas? —la sonrisa falsa no abandonaba mi rostro. Con la mano derecha, señalé el escaparate, donde teníamos nuestras galletas recién hechas, además de una gran variedad de dulces y pasteles. Frunció el ceño, divertido —. ¿Ves que tengo cara de comer dulces? —apreté los puños. Me quedé callada y evité decirle de qué tenía cara—. ¿Qué lleva el café mocca? —parpadeé lentamente, como si hubiese dicho una estupidez. Estaba segura de que él sabía que era lo que llevaba, pero como había que seguir una política, procedí a explicárselo —. ¿Y el Fredo? —respiré, soltando todo el aire de mis pulmones, intentando mantener la calma. Se lo expliqué, le expliqué que llevaba ese café y que llevaban todos los tipos de bebidas que vendíamos. Estuve un rato explicándole todo, y sabía que me estaba tomando el pelo, pero tenía la mirada de Tyler, quien llegó poco después que el estúpido, y centró su atención en mí—. ¿Sabes qué? Tomaré una café con leche —apreté mis puños, tomé aire y conté hasta tres para no sacar un brazo del mostrador y ponerme a gritarle. Sonreí y tomé nota de su pedido. Le entregué su cambio de mala gana, dejándolo en el mostrador, cabreada—. Esa no es forma de tratar a los clientes, cervatillo —otra vez ese estúpido apodo. Su sonrisa no decaía, al contrario, era cada vez más amplia.

Se alejó del mostrador y se sentó con sus amigos en una mesa. Entrecerré los ojos y miré en su dirección, este bebió un lento sorbo de su café y me guiñó un ojo. Apreté los labios, con cabreo y volví mi atención a otra cosa. Morgan miraba la escena, completamente divertida por lo que había pasado.

—No puedes negar que está buenísimo —dijo acercándose a mí. Apoyó los codos sobre el mostrador y se quedó mirando donde estaba él, sin disimular ni un pelo.

—De nada sirve la belleza si estás podrido por dentro —contesté. Continué tomando notas de los pedidos, pero con un mal sabor de boca al saber que el idiota me había hecho perder el tiempo y solo se había gastado un mínimo de dinero, sin dejar propina ni nada, y haciendo que varios clientes se fuesen sin pedir, solo por hacerme quedar mal y jugar con mi trabajo.

Morgan me dio unos golpecitos en la cabeza, divertida, y se alejó, volviendo a su caja. Me alegraba que el tropiezo del otro día no hubiese entorpecido ni arruinado nuestra floreciente relación. Siempre había sido una persona solitaria, pero me gustaba tener alguien con quien reírme, a pesar de no ser capaz de contarle mis cosas todavía ni de ser capaz de llamarle amiga, pero, supongo, que era lo más cercano que tenía a una.

Azul contra azul.

Los ojos azul eléctricos de mi hermano me observaban fijamente, los tenía entrecerrados, pero, aun así, se podía observar lo bonitos que eran. Levanté mi cabeza en desafío y aferré bien la toalla en mis manos. Jason movió la pierna, indicando que se iba a empezar a mover, por lo que hice lo mismo. No era muy buena en los deportes, al contrario que mi hermano menor, quien, a pesar de ser un flojo amante de los videojuegos, era un auténtico atleta si se lo proponía.

Aporreé la puerta blanca del baño cuando él se encerró en este, llegando antes que yo y siendo así el primero en ducharse y, seguramente, gastaría el agua caliente y me tocaba a mí ducharme con agua fría a primera hora de la mañana. Me pasé las manos por la cara, frustrada, y volví a mi habitación.

Las alarmas no me habían hecho mucho efecto, anoche llegué más tarde de trabajar debido a la bulla que entró y que hizo que tuviésemos que cerrar un par de horas más tarde. Además, tenía que estudiar para el parcial de física que tenía a la vuelta de la esquina. Por lo que me quedé dormida encima de todos mis apuntes e hice caso omiso a las alarmas, inconscientemente. Despertarme de esta manera hizo que no atinase una y que el mal humor estuviese presente. No había tenido tiempo a hacer todo lo que hacía por las mañanas y que mi hermano me quitase tiempo para ducharme no ayudaba.

Bajé a la cocina, donde mi madre desayunaba sus tostadas con mantequilla y su café. Esta vez no había podido hacerlo yo, por lo que me molestaba ya que era su momento de descanso y no quería que perdiese su tiempo en cosas como estas. Le di un beso en la cabeza y me serví algo de café. Le di un sorbo a mi café y, cuando vi a Jason bajar por las escaleras con una calma increíble, arrugué la nariz, dejé la taza en la encimera y empecé a subir al baño.

Grité y maldije a mi hermano pequeño al sentir el agua fría caer sobre mi cabeza.

El rápido movimiento de mi pierna era un claro indicio del estado nervioso en el que me encontraba. Esta era mi forma de aliviar tensiones, mover la pierna sin parar. Con el bolígrafo empecé a darle golpes a la mesa, a la espera de que el profesor entrase en la clase.

Era la primera en llegar, por lo que el asiento en primera fila era mío. No miré hacia arriba, no levanté la mirada. Mi mente solo se centraba en memorizar todas las fórmulas y en repetirlas una y otra vez, hasta no tener ninguna duda sobre su utilización. Me llevé el pulgar derecho a la boca y empecé a morderme las uñas, desgastando, poco a poco, el esmalte de mis dientes y de mis uñas. Era un mal hábito que debía cambiar, pero los nervios y el estrés me impedían dejarlo. Era mi manera de buscar consuelo.

Cuando el profesor llegó, dio todas las instrucciones necesarias antes del comienzo y luego puso el reloj, indicando que no podíamos pasarnos de las dos horas que daba para realizar el parcial. Había estudiado, me había preparado para esto durante días, desde el primer día de clase me llevaba preparando para los parciales. Podía hacerlo.

Iba por la tercera borrada del ejercicio y me estaba empezando a agobiar. Los nervios estaban jugándome una mala pasada, a pesar de todo el esfuerzo y dedicación que había echado. Todavía quedaba una hora, pero a mí me quedaban los dos ejercicios más largos y difíciles.

Ver a Moore levantarse y entregar el examen, que el profesor mirase todas las preguntas y que no le dijese nada, me cabreó. El idiota se fue con una sonrisa. Centré mi odio en el examen y pude salir del bloqueo en el que entré sola.

Entregué mi examen poco después. Salí con un poco más de alegría que con la que entré. No terminé tan rápido como esperaba, pero no había salido mal. Aunque me molestaba mucho la forma tan tonta en la que me había bloqueado, a pesar de saber como iba el ejercicio y cual era la forma de resolverlo.

Leí el mensaje de texto que me había dejado Tyler, el cual decía que era mi día de descanso y que se disculpaba por informarme con tan poca antelación. Coloqué el cabello que me caía en la cara detrás de mi oreja izquierda y continué caminando, hasta llegar a la entrada de la facultad.

Solo tenía este examen en el día, ya había dado el resto de las clases. Por lo que podía irme a casa a limpiar y ponerme al día con otras asignaturas. Frené en seco y fruncí el ceño al ver a Morgan apoyada al lado de mi bicicleta, mientras se fumaba un cigarrillo. Sus castaños ojos se centraron en mí y soltó el humo que tenía en su boca cuando me acerqué. Coloqué el teléfono en el bolsillo trasero de mis vaqueros y le miré, confusa.

—¿No tienes que trabajar? —pregunté. Si yo tenía el día de descanso, al resto de la plantilla le tocaba cubrir mi turno. Esta sonrió y le dio otra calada a su cigarrillo, echó el aire hacia el lado contrario a mí.

—Tyler nos ha dado el día libre a todos, es día de cierre. Suele ocurrir un día cualquiera al mes —se encogió de hombros. Me observó y una lenta sonrisa se le formó en su rostro. Se dejó el cigarrillo colgando en los labios y me pasó un casco. Levanté las cejas y negué con la cabeza—. Vamos, ponte el casco. Que vamos a dar una vuelta.

—Tengo que estudiar —contesté. La mirada que Morgan me dio fue todo lo que necesité para saber que no le importaba una mierda y que iba a tener que ir con ella a donde fuese que fuésemos—. Morgan, que tengo que estudiar.

—Te llevas todo el puto día estudiando o trabajando, aprende a vivir un poco la vida, por Dios —apreté la nariz. Mi manera de vivir la vida se basaba en estudiar, era lo que me gustaba hacer. No compartíamos gustos, por lo que sabía que no iba a entenderlo, pero me molestaba que dijese que no vivía la vida. Cada uno lo hacía a su manera, a algunos le gustaba derrochar su dinero, salir de fiesta y hacer miles de cosas increíbles, pero a otras, como a mí, les gustaba la tranquilidad y la paz, así que estudiar era de las mejores sensaciones que existían para mí. Morgan agarró mi mano y me arrastró por todo el campus hasta su moto.

Tragué saliva cuando mi amiga encendió el motor y se montó. Miró para atrás, indicando que me montase, pero no era capaz. No. No pensaba montarme ahí, negué con la cabeza y retrocedí, con el casco todavía en mis manos. Morgan vio mi cara de pánico y rio un poco. No me gustaban las velocidades ni las motos, sin tener un cinturón que rodease ni me asegurase. Ir en bicicleta era distinto, pues no podía ir tan veloz.

—Venga, novata, que no pasa nada. No voy a correr mucho —intentó calmarme y convencerme con palabras suaves y amables. Después de muchos intentos me monté en la máquina inventada por el demonio y me dejé llevar por la sensación.

Cumplió su promesa. No fue muy rápido ni muy lejos. En una hora estábamos de vuelta en la facultad y sentía mi mente mucho más tranquila y relajada. Como si el viaje hubiese sido una especie de terapia y escape de la realidad que no sabía que necesitaba hasta que ocurrió. Reí, feliz y con ganas, por primera vez desde hacia mucho tiempo, cuando sentí el aire sobre mi rostro y al escuchar la risa de la pelinegra.

—El viernes hay un partido de fútbol americano —se quitó el casco y se pasó una mano por el pelo. Su maquillaje seguía intacto, era increíble como su largo eyeliner no se hubiese corrido ni un poco. Abrí la boca para protestar, pues sabía cuales iban a ser sus próximas palabras—. Shhh —me chistó—. No voy a aceptar un no por respuesta. Vas a venir conmigo y vamos a reírnos de lo paquete que es nuestro equipo —sonreí, levemente. Sabía la historia detrás del equipo universitario. No valía para nada, perdieron la fama hace unos años y no han sido capaz de recuperarla, por lo menos no una buena reputación.

Suspiré, pero cedí. Lo que hizo que mi compañera de trabajo aplaudiese y me diese un golpecito en el hombro, feliz por mi respuesta. Sonreí y le devolví su casco, para luego caminar hasta el aparcamiento habilitado para bicicletas. Me despedí con la mano de Morgan y llegué a mi destino. Saqué el casco de la bolsa de tela que llevaba conmigo todo el día y me lo puse correctamente. Con ayuda de mis brazos, saqué la bicicleta de allí y, cuando llegué a la acera permitida para ir con este vehículo de dos ruedas, me monté.

Frené en seco cuando vi a una persona pasar por mi lado, sin siquiera mirar, mientras corría. Apreté los dientes e ignoré al culpable del susto. Continué mi camino hasta casa sin ningún otro contratiempo.

—Oh, hola, Violet —me saludó mi vecino, Noah, cuando llegué a la calle. Llevaba unas bolsas de la compra en sus brazos, y la maleta en la espalda, lo que mostraba que se había parado a comprar después de salir de la universidad—. ¿Qué tal las clases? Sigo sin saber como puedes estar en una carrera tan complicada —le sonreí cordialmente, sin saber como comportarme a su lado—. Yo estoy en Magisterio, que es lo que la gente suele decir que es fácil, y me sigue costando la misma vida, a pesar de estar a punto de terminar —rio. Era cierto que su carrera era mil veces más fácil, pero no pensaba decírselo a la cara. No todo el mundo podía elegir ni continuar en una carrera como la mía, no había punto de comparación entre las dos—. Oh, quédate aquí un momento —corrió hasta su casa. Aproveché su ida para meter la bicicleta en el desarreglado y desatendido jardín y caminé hasta la entrada—. Mi madre ha hecho comida para alimentar a dos ejércitos —rio de nuevo, me entregó un túper con comida y sonrió, le devolví la sonrisa con gusto. La señora Parker era la amabilidad personificada y siempre nos daba comida cuando hacía de más—. ¿Te has enterado de...?

Noah empezó a contarme el último cotilleo de la calle. Le sonreí amable y escuché todo lo que tenía que decirme. Noah era una persona muy charlatana, no era que tuviésemos una relación muy estrecha, la verdad era que solo nos saludábamos por la calle, aunque de pequeños éramos más unidos, pero de un día a otros nos separamos, pero no me molestaba que se llevase todo el tiempo hablando. Noah era dos años mayor que yo y vivía en la calle de enfrente; tenía la tez algo morena y el pelo castaño oscuro, lo que más destacaba de él era su mandíbula algo dislocada y desviada hacia la derecha. Una sonrisa inconsciente se formó en mi rostro a medida que le escuchaba hablar.

La razón por la que no me importaba escucharle hablar ni que me distrajese, era el pequeño enamoramiento que comencé a sentir por él hace unos años. Por eso podía escucharle hablar de la cosa más estúpida del mundo, porque sentía que tenía una oportunidad con él. Aunque sabía que era solo una fantasía. Porque sabía que Noah no sentía nada por mí, no algo más que una relación de vecinos.

¡Hola! ¡Estoy de vuelta!

Lamento mi ausencia, pero he tenido una semana movidita en la universidad y todo mi tiempo se vio absorbido por ella.

¿Qué os ha parecido?

A lo largo de estas dos semanas, la historia ha conseguido varias lectoras nuevas, así que me interesa mucho saber vuestra opinión ;)

Oliver es un poco capullo, no nos vamos a engañar. Anda que hacer a Violet recitarte toda la carta...

Violet se frustra en el examen pero cuando ve que Moore termina antes, se pone las pilas. Veo que la competitividad está ahí.

Morgan, te amo. Gracias por ir sacando a Violet de su zona de confort poco a poco.

Noah, Noah, Noah... no le des falsas ilusiones a Violet, eh.

Creo que todos sabíamos del pequeño crush de esta JAJAJA

Tyler Posey como nuestro amigable vecino Noah Parker.

***

¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!

NOS LEEMOS,

MARIBEL.

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