Epílogo


Unos años después...

Desde que era pequeña siempre había soñado con ser una artista profesional y vender todas mis obras. A medida que fui creciendo cambié el pincel por un telescopio y el bloc de dibujo por una calculadora. 

Pensé que cuando mi vida se fue a la basura no merecía disfrutar de lo que me hacía feliz y solo podía estudiar para poder tener un trabajo fijo en unos años y que lo que pasó no se repitiera de nuevo. 

No podía estar más equivocada. 

Había dejado de lado mis pasiones y había olvidado lo feliz que me hacía dibujar algo tan simple como una flor. Dibujar era mi forma de expresarme, mi forma de desahogarme, pero también mi manera de ser. 

Me perdí a mí misma durante años, pero volví a encontrar mi rumbo gracias a unos lápices del número dos, a una pelinegra llena de tatuajes y a un orangután que tenía como propósito en la vida sacarme de mis casillas con una competición.

Observé a las personas que estaban sentadas a mi lado y sentí como las manos me temblaban más todavía a causa de los nervios. Mis compañeros estaban con una sonrisa nerviosa y, la chica a mi derecha tenía los ojos llenos de lágrimas y luchaba por no derramar ninguna. Eso no consiguió disipar mis nervios ni mis ganas de vomitar debido al estado en el que me encontraba. 

Coloqué las manos sobre el regazo y apreté los dedos para calmar mi ansiedad creciente. Tomé aire lentamente y expulsé todo el dióxido de carbono que se concentró en mis pulmones. En mis labios bailó una sonrisa temblorosa cuando escuché mi nombre en voz alta. Los oídos me pitaban mientras caminaba por el auditorio repleto. El repiqueteo de mis tacones se convirtió en la melodía principal de mi ceremonia de graduación. 

¡Por Einstein! ¡Qué me estaba graduando! ¡Ya habían pasado cuatro años desde que recibí esa carta que cambió mi vida!

A partir del día de hoy, era oficialmente una Ingeniera Aeroespacial.

A partir de hoy dejaba atrás mi vida universitaria. 

Cambiar los flecos de mi birrete a la izquierda fue el factor último para confirmarlo. 

Aguanté las lágrimas lo máximo que pude y aplaudí cuando siguieron llamando al resto de mis compañeros. El corazón me iba a toda velocidad cuando la encargada de decir nuestros nombres terminó. Sonreí desde la distancia mientras escuchaba a un personaje público y famoso que estudió en nuestra universidad dar su discurso sobre como le había cambiado la vida. 

—Y ahora, el alumno con el mejor expediente de esta promoción dará su discurso —coloqué el diploma bajo mi hombro y sonreí con más ímpetu—. ¡Un fuerte aplauso para Oliver Moore!

La multitud rompió a aplaudir y los vítores se hicieron más elevados una vez que subió de nuevo al escenario y se situó junto al decano, quien le dio la mano y le sonrió con formalidad. Apreté los labios mientras seguía intentando contener las lágrimas y evitar que me estropearan el maquillaje en el que Morgan había invertido su tiempo. 

Oliver colocó las manos en el atril y dejó caer su cuerpo. Su sonrisa era orgullosa, que estuviese ladeada le delataba. Además, su porte y actitud era de orgullo y prepotencia. El escenario era todo suyo. La atención estaba puesta en él y eso le gustaba. Eso me hizo reír. Siempre tenía que llamar la atención y hacerse denotar. Se mojó los labios antes de saludar con picardía y comenzar a hablar. 

—Cuando me admitieron en la Universidad Politécnica y Local de Holmgraves nunca pensé que iba a dar el discurso de despedida. Mi propósito era venir, aprobar con un cinco pelado y jugar al rugby hasta que mis piernas no pudieran más —una parte del público comenzó a reír con sus palabras. Yo sonreí porque había escuchado el discurso varias veces debido a sus ensayos. Además, estaba consiguiendo su objetivo—, pero a veces la vida no es como queremos. Hoy me ha tocado ser el centro de atención, que es lo que más odio —sonrió con amplitud y yo rodé los ojos desde la distancia. Siempre tan egocéntrico—. Es mentira, amo que me miréis —guiñó un ojo a la multitud y asintió antes de continuar—. Mi punto es que pensaba que la universidad iba a ser algo diferente. Es cierto que me ha dado dolores de cabeza y más de una vez he pensado en abandonar, pero también me ha dado muchas buenas experiencias que no cambiaría ni olvidaría por nada en el mundo. 

»Gracias a esta universidad he crecido como persona, he cambiado y he hecho amistades que espero tener a mi lado durante muchos más años. Nunca pensé que iba a llegar hasta aquí por mí mismo y, mucho menos, imaginé acabar la carrera con matricula de honor —agachó la cabeza para leer lo que tenía escrito en sus tarjetitas, luego continuó—. No sé si esto lo verán más personas a parte de las que estamos aquí, pero por si acaso, si tenéis dudas sobre dónde estudiar, este lugar es perfecto. Van a ser los mejores años de vuestras vidas. ¿Quién sabe? A lo mejor salís con una novia que está súper enamorada de vosotros como yo he hecho. Gracias compañeros por aguantarnos mientras nos picábamos en clase. Ha sido más difícil de conquistar de lo que pensaba —guiñó un ojo en mi dirección después de haberme estado buscando. Yo sentía que me sonrojaba y me escondí en la toga mientras escuchaba a la multitud reírse—. Eso es todo lo que quería decir. Mucho ánimo en vuestro futuro laboral y ¡paz! —se alejó del atril pero volvió corriendo para decir algo más en el micrófono—. Por cierto, cervatillo. He ganado la competición. Ya sabes lo que toca —se despidió con el símbolo de la paz con sus dedos y bajó del escenario seguido de muchos aplausos y vítores. 

A la cuenta de tres, nuestros birretes fueron lanzados por los aires entre risas y más aplausos por parte de nuestros acompañantes. Sonreí mientras recogía mi sombrero del suelo y grité cuando sentí que mis pies se despegaban del suelo. Rompí a reír a carcajadas cuando Oliver corría conmigo sobre su hombro hasta llegar a donde estaban nuestros acompañantes. Bajé entre risas y colocándome bien los mechones ondulados que caían sobre mi cara y le di un golpe juguetón en el brazo, al cual respondió guiñándome el ojo. 

Unos brazos me rodearon por la espalda y sonreí al ver las manos llenas de callos de mi madre. Sam le había hecho la manicura y le había enseñado unos trucos para cuidarse la piel y que no se le secasen tanto las manos por el trabajo. Al darme la vuelta, sus ojos brillaban al contener las lágrimas, pero se notaba que ya había llorado en otro momento previo. Al lado de ella estaba Jason, quien observaba la escena con una pequeña y casi imperceptible sonrisa. Tenía las manos metidas dentro de los bolsillos de sus pantalones, las cuales solo sacó para chocarme los cinco, pero no lo permití y le di un rápido abrazo. 

—Mamá, ¿me haces una foto cómo la de la graduación del instituto? —pregunté sacando mi teléfono del mini bolso y le sonreí cuando aceptó. 

—Esperad, yo os la hago —Oliver habló quitándome el teléfono de las manos. Le sonreí y mi madre se puso a mi izquierda agarrando mi brazo y sonriendo. Jason se quedó al otro lado con las manos en los bolsillos y con rostro serio. Oliver frunció el ceño y comenzó a picar a mi hermano menor—. Enano, sonríe un poco, que no se ha muerto nadie.

—¿Te digo lo qué tengo enano, capullo? 

—¡Jason Campbell! ¡Cuida ese vocabulario!

Oliver rompió a reír al escuchar la regañina de mi madre a mi hermano, el cual suspiró con pesadez y vergüenza, y sacó un par de fotos más. Mi hermano ya se acercó más y posó algo más feliz y de manera diferente. Las manos me temblaban al sostener el diploma, pero mi sonrisa de alegría no vacilaba. 

Lo había conseguido. 

—Orangután, ¿te haces una foto conmigo? —le pregunté con algo de vergüenza, pero poco tiempo le faltó a Oliver para ponerse a mi lado y sonreír mostrando el diploma que habíamos recibido. 

—Mocoso, que no te tiemble el pulso. Recuerda que mi lado bueno son todos, así que no tengas miedo a moverte —le guiñó el ojo a mi hermano y se puso a posar. 

Jason le hizo un corte de mangas y le entregó al castaño su teléfono con un golpe divertido. La personalidad de mi hermano a los dieciocho seguía siendo la misma. El mismo gruñón que no se aguantaba ni a sí mismo, pero todo era porque seguía esperando la carta de admisión a la universidad. La había echado en muchas universidades a lo largo de todo el país, pero seguía esperando que alguna le aceptase. Según él su objetivo era ir lo más lejos de Andrew Griffin, con el cual seguía viviendo hasta hacía poco. 

—Violet, cariño, ¿tienes lo necesario para la Escuela de Artes? —me preguntó Vivien con alegría y entusiasmo. Asentí con el mismo entusiasmo que ella. 

La señora Moore se encargó ella misma de contactar con los altos cargos de una de las escuelas de arte más prestigiosas de Boston. Me concedieron una entrevista y ahora tenía un puesto como ayudante que iba a cubrir en las vacaciones de verano. Después de acabar el verano, tenía previsto mandar solicitudes para lo que había estudiado. Morgan estaba trabajando en una empresa de videojuegos y conocía gente que trabajaba en el sector de las infraestructuras aeroespaciales. 

—Si sigues sin encontrar un lugar donde quedarte, ya sabes lo que tienes que hacer —asentí con alegría y acepté su abrazo. Los dedos huesudos de Vivien me apretaron al abrazarme y asentí ante lo que me decía—. Oliver está que da saltos de alegría desde que se enteró que ibas a pasar todo el verano en Boston. 

—Abuela, ¿no teníamos una reserva para ir a cenar? —reí ante la interrupción premeditada de su nieto

—Qué aguafiestas eres, niño —rodó los ojos y me dio un último abrazo antes de despedirse de mi madre y hermano. 

—Nos vemos luego, cervatillo —sonreí al volver a estar entre sus brazos y enterré mi cabeza en su pecho aspirando el aroma a coco tan característico que tenía. Le pegué un pellizco en el costado cuando me sopló en el oído y le di un golpe en el brazo—. No seas bestia, cervatillo —se frotó con delicadeza la zona afectada y sonrió con picardía—. Por cierto, ya sabes lo que tienes que hacer luego, Campbell. 

—Deja de recordármelo, Moore. 

—Nunca.

Le di un empujón y sonreí mientras rodaba los ojos. Oliver se estaba hartando de reír y persiguió a su abuela hasta donde sea que tuvieran el coche. Nosotros tres caminamos hasta el coche que habíamos conseguido comprar a lo largo de los años, no era el mejor, pero, después de sacarme el carnet de conducir, necesitaba un vehículo con el que practicar. 

—¿Qué es eso que tienes que hacer? —preguntó mi madre con curiosidad mientras conducía hasta casa. 

Resoplé y me encogí en el asiento del copiloto con pesar. Jason tosió para cubrir una carcajada que luchaba por salir de su garganta. Mi madre levantó ambas cejas en respuesta y bajó el volumen de la música. 

—Perder la poca dignidad que me queda.

—¡Ahora la perdedora tiene que decir unas palabras! 

Oliver abrió los brazos con exageración y dramatismo. Su cabeza se inclinó hacia atrás y soltó una carcajada. Morgan, quien bebía de su cerveza, dejó el botellín a un lado y comenzó a aplaudir. Sam se tapaba la boca con las manos intentando aguantar la risa. Alek, en el otro lado de la mesa, apretaba los labios. 

Me levanté con pesadez y me coloqué junto a Oliver, quien no había podido coger otro sitio que justo en el centro del bar en el que estábamos. Tener la edad suficiente para poder beber alcohol había hecho que nuestro lugar de reunión dejase de ser Ross's para ser este bar. También estaba el hecho que nuestra cafetería favorita estaba cerrada debido a la finalización del curso académico. Sentí las miradas del resto del establecimiento sobre mí y carraspeé. 

Oliver sonreía mientras me miraba con una amplia sonrisa cargada de egocentrismo y orgullo. Iba a matarle.

—Yo, Violet Campbell —comencé a hablar, pero el estúpido me paró y me hizo hablar más alto. Resoplé y tomé aire antes de hablar con más fuerza—. Yo, Violet Campbell, admito que no soy tan inteligente como pensaba y declaro que Oliver Moore es el simio, digo persona más inteligente de la faz de la tierra —recité con monotonía, pero al orangután le hizo gracia de igual manera—. Ahora hago entrega del premio y de la corona del campeón. 

El castaño se agachó hasta quedar a mi altura y le puse la corona de plástico que Sam le había robado a su hermana menor. La corona estaba decorada con signos matemáticos y un número uno. Oliver alzó las manos en señal de victoria y besó el premio de juguete, como hizo con la copa del torneo de rugby que ganó en el segundo año de carrera. Sentí su brazo rodearme el hombro y acercarme a él. 

—¿Qué se siente al ser la novia de la persona más inteligente del planeta? —rodé los ojos ante su fanfarronería y volví a sentarme junto a mi mejor amiga, quien no podía parar de reír. 

Oliver se sentó recolocándose bien la corona y le dio un sorbo a su refresco de cola. La corona se amoldaba a su cabeza y a su cabello castaño, el cual recortó hacía unos días atrás para prepararse para la graduación. Sus labios se curvaron ante lo que Alek contaba y dejó escapar una risa.

—¿Cómo vas a ser capaz de meterte quince nubes de azúcar en la boca? —habló Morgan llevándose una gomita que traía escondida en su bolso a su boca. 

Alek asintió con convicción y diversión. Luego nos enseñó un vídeo en el que lo lograba debido a que Sam se encargó de metérselas a presión para comprobar cuántas le cabían. Arrugué la nariz asqueada y Morgan rio con más alboroto. 

—¿Sigue en pie lo de ver los fuegos artificiales? —preguntó Samantha. Tenía los mofletes colorados debido al calor que hacía dentro del establecimiento. Todos asentimos en afirmación. Habíamos hablado de ir a verlos hacía unos días—. Pues id pidiendo la cuenta —guiñó un ojo y así ella se escaqueó de pedirla. 

Morgan fue la encargada de levantar la mano y pedirla. El camarero le guiñó un ojo y, al traer la cuenta, dejó un papelito con su número de teléfono. Alek y Sam se carcajearon cuando le vimos rodar sus ojos marrones y tirar el papel a la basura con aburrimiento. 

—Nosotros nos encargamos de recoger las bebidas y a Jason —hablé a la par que salía del establecimiento y caminaba hasta el coche de Oliver. 

El castaño me persiguió y ambos vimos al resto de nuestros amigos desaparecer. Observé el perfil del jugador de rugby durante todo el trayecto hasta mi casa, donde nos esperaba mi hermano con la nevera llena de refrescos y paquetes de patatas para ver los fuegos artificiales. No había venido con nosotros porque no le dejaban entrar en el bar de copas y dijo que tenía otras cosas que hacer antes de ver las luces. 

—Si sigues mirándome voy a tener que empezar a cobrarte, cervatillo —habló con diversión y haciendo así que me asustase. 

—Deja de ser tan egocéntrico, Oliver.

—Está en mi naturaleza, guapa —rodé los ojos, pero sonreí mientras miraba por la ventanilla. 

Oliver estaba muy tranquilo. Se había llevado toda la ceremonia de graduación muy tranquilo y relajado. Aunque el día de antes estaba hecho un manojo de nervios y le dio un ataque de pánico, de esos que decía que no tenía desde hacía años. Todo fue por culpa de que sus padres le enviaron un mensaje diciendo que iban a ir a la graduación, pero menos mal que Vivien se enteró y le echó una bronca a su hijo y le impidió ir. Además, no tenía invitación. Aunque tratándose del Gobernador del estado poco importaba, si hubieran querido venir, lo hubiesen hecho. La cosa era quedar bien, dieron la noticia y quedó grabada en la televisión, pero luego informaron que no podían venir porque la madre de Oliver había enfermado. Todos sabíamos que era porque Vivien se había impuesto, además de Oliver, quien despotricó durante horas contra sus padres para luego tener ese ataque de ansiedad que acabó con ambos llorando en el sofá de su apartamento y con Bambi maullando desesperada. 

—¿Estás bien? —desvió un segundo la mirada y asintió para tranquilizarme. Él sabía a lo que me refería.

—Me jode que sigan teniendo tanto poder sobre mí, pero estoy bien, de verdad —sonrió para disimular la mueca que puso y fue su turno de preguntarme—. ¿Tienes ya una respuesta, cervatillo?

Apreté los labios y desvié la mirada hacia el cartel que avisaba que estábamos entrando en mi calle. Cuando se enteró que su abuela me había conseguido una entrevista en Boston, después de que él le preguntase a su abuela si podía conseguirlo, me ofreció su apartamento en el centro de la ciudad y así no tenía que gastarme todos mis ahorros en el alquiler de uno. Vivien se mostró de acuerdo y, me dijo que para no hacerme sentir mal, aceptaba que le diese una parte de alquiler, lo que yo quisiera, pero me sentía que estaba abusando de su confianza. Así que dije que me lo tendría que pensar. 

A decir verdad, sí que me apetecía. Me iba a ahorrar mucho dinero y no tendría que comerme la cabeza buscando un apartamento ni firmando contratos de alquiler que me iban a volver loca debido a los requisitos. Además, no estaría sola tampoco. Oliver viviría allí conmigo. Bueno, yo viviría con él. Y eso me daba algo de temor. ¿Vivir juntos? ¿Qué tal si eso rompía la relación? Por Einstein, llevábamos tres años juntos, no quería que por culpa de la convivencia nos odiásemos. 

—Sé lo que estás pensando, cervatillo. Al principio la convivencia es dura y extraña, pero hemos superado retos peores que vivir juntos —respiré con tranquilidad y asentí, tenía razón—. Incluso me comprometo a limpiar y ser más ordenado. ¿O es que no has visto cómo está mi habitación desde que salimos juntos?

Rompí a reír y asentí. Era cierto, desde que empezamos a salir su dormitorio estaba más ordenada o, por lo menos, lo aparentaba cuando iba a verle y me quedaba allí a dormir. También era cierto que me llevaba más tiempo en su casa que en la mía o viceversa. Por Einstein, incluso mi madre le había asignado un asiento en la mesa y le había dejado una mesita de noche vacía para que dejase su ropa y no tuviese que ir siempre con la misma cada vez que se quedaba en casa. 

—Es solo el verano, cervatillo. No es como si fuese para toda la vida. Que, oye, no me quejo si fuese así, eh —me dio un toque en la punta de la nariz y sonrió con picardía—. Aunque no sé si aguantaría a alguien que tiene una alarma para cada tarea durante mucho tiempo. 

—Vete al tártaro. 

—Me amas —a pesar de estar en el coche, comenzó a hacerme cosquillas y yo, como respuesta, di patadas a diestro y siniestro, haciendo que se asustase y preocupase por su preciado coche. 

La puerta trasera se abrió y cerró con un golpe. Vi a Jason a través del espejo retrovisor y le saludé. Oliver dio el último golpe con un casto beso en mis labios que me hizo sonreír ante la sorpresa.

—Dejad de coquetear. Tú, deja de meterle la lengua a mi hermana hasta la campanilla —reí ante el tono sobreprotector de mi hermano y me acomodé en el asiento cuando Oliver dejó de estar aparcado en doble fila para conducir hasta la monte donde habíamos quedado. 

El camino fue tranquilo, aunque no silencioso. Los cuñados se llevaron todo el camino lanzándose pullas y picándose el uno al otro. Jason se llevó la mayor parte del tiempo mirando el teléfono, pero eso no le impedía contestar a todas las bromas que le hacía el castaño. Mi hermano, gracias a los consejos de Oliver y de su entrenador, también se había vuelto un buen jugador de rugby y había seguido los pasos de Oliver de pedir una beca de deportes, solo esperaba que le aceptasen. Quería irse lo más lejos posible, pero también con sus mejores amigos. 

Al llegar a la montaña, Sam y Alek ya tenían extendida la manta y estaban sentada sobre ella. Morgan hablaba a lo lejos por teléfono mientras que se fumaba su típico cigarro. Saludó con la mano a Jason y este le devolvió el gesto por la cabeza. Me preguntaba si había superado ya el enamoramiento adolescente que tenía hacia mi mejor amiga. Oliver, a mi lado, llevaba la nevera y la dejó en el suelo. Le lanzó una lata de refresco de limón a su mejor amigo y este le lanzó un beso en respuesta. Oliver lo cogió al vuelo y se lo llevó al pecho mientras le guiñaba un ojo. 

—Deja de ligar con mi novio, Olivercín —Sam le tiró un palo a Oliver y yo comencé a reír ante la situación. 

—Ha empezado él, Sammy Sammy —el castaño se sentó al lado del rubio, dejándome un hueco en el otro lado. A mi lado se sentó Morgan y expulsó el humo del cigarro que se seguía consumiendo entre sus dedos. Sam le sacó la lengua a Oliver cuando este le revolvió el cabello. 

—Oye, guapa, ya soy mayor de edad —rodé los ojos ante el tono de mi hermano. 

Ahí tenía la respuesta.

—¿En serio? Para mí sigues siendo el mismo mocoso de siempre —Morgan sonrió con fingida inocencia. 

Oliver comenzó a reírse. Mi cuerpo vibraba junto al suyo ya que pasaba su brazo sobre mi hombro. Aspiré el aroma a coco y a colonia que llevaba y sonreí. Morgan siguió mirando su teléfono y tiró el cigarro en una botella de agua para apagarlo. Apoyé mi cabeza sobre su hombro. Sentí como la pelinegra entrelazaba nuestros dedos y sonreí. 

—Todo va a estar bien —le susurré y ella asintió creyéndome poco. 

Morgan me lo contaba todo, pero, a veces, seguía siendo muy reservada y prefería dejarse pensamientos para ella sola. 

—¿Sigues dudando sobre vivir con el orangután?

Mis dudas se habían disipado un poco. Sabía que quería hacerlo, me conocía lo suficiente para saber que tenía ganas de aceptar, pero me daba miedo dar el paso y que todo se fuese al traste. Miré la hora en mi teléfono para ver cuanto quedaba para que comenzasen los fuegos artificiales. Sonreí al meterme en la galería y ver las últimas fotos. Morgan y yo nos habíamos hecho una cantidad inhumana de fotos cuando vino a ayudar a prepararme. Sonreí al pasar el dedo por la pantalla y ver la foto con mi madre y hermano. Era como la que estaba colgada en la pared de la escalera, solo que esta vez no estaba sola; tenía a mi familia a mi lado. Sonreí más todavía al ver las fotos con Oliver: en una salíamos ambos haciendo los tontos; en otra sosteníamos el diploma y, la que más me gustó fue en la que salía Oliver agarrándome la cintura y sonriendo mientras me miraba con ese brillo en los ojos que mi madre decía que tenía cada vez que me miraba. 

—Oliver —susurré en su oído y dejó de hablar un segundo con Alek y Sam para girarse hacía mí y prestarme atención—. Podemos intentar qué tal es nuestra convivencia este verano —exclamé con seguridad mientras le miraba a sus verdes ojos, los cuales se achicaron al sonreír con alegría y entusiasmo. 

—Verás que nos lo pasamos de puta madre, cervatillo. 

Sonreí al sentir sus labios sobre los míos en un beso suave y delicado, pero corto debido a los vítores que Morgan decidió realizar. Oliver no era vergonzoso, pero yo sí y ya estaba lo suficientemente colorada. No sabía que había sido el factor que me había hecho aceptar, pero debía afrontar mis miedos. Oliver y yo habíamos pasado por mucho. Por Einstein, tuvimos varias peleas gordas antes de comenzar a salir y alguna que otra durante estos años en los que hemos sido pareja, pero habíamos superado estos problemas y nos habíamos fortalecido. No habíamos roto en ningún momento. Lo único que se había roto había sido la nariz de Cole cuando volvió a molestarme. 

Así que estaba segura que podíamos con esto. Teníamos veintiún año, podíamos vivir juntos y, ¿por qué no? Ambos lo queríamos y nadie se imponía a esto. Solo iban a ser tres meses de prueba y, luego, volveríamos a nuestras casa o, quién sabía, quizás la cosa iba bien y nos veíamos capaces de vivir juntos por más tiempo. Solo era cuestión de tiempo y de probar. No había miedo. Había que darle una patada al miedo como decía Morgan y mi psicóloga. Ya había comprendido que Oliver no era mi padre. Así que mi mayor miedo había desaparecido poco a poco. 

—Oye, Moore, ¿vas a explicar de una puta vez por qué llamas a mi hermana cervatillo? —preguntó Jason llevándose una palomita a la boca y masticando con la boca llena. Morgan le quitó un puñado de la bolsa y nos miró con curiosidad. 

—Eso, Moore, creo que es hora de qué lo cuentes —contesté cruzándome de brazos. 

—¿Tú tampoco lo sabes? —Sam preguntó impactada. Negué con la cabeza y le pegué un pequeño pellizco para que lo confesase. 

Las mejillas de Oliver comenzaron a colorearse y Alek se guardó la carcajada. El castaño tragó saliva con dificultad y sonrió con diversión, no sabía si era fingida o no. 

—Verás, todo comenzó en ese pasillo del supermercado —fruncí el ceño al recordar ese día—. Ya sabéis que los cereales de avena recubiertos de chocolate negro están riquísimos y son mis favoritos —también eran los de Jason y por eso estaba en ese pasillo—. Pues solo quedaba una caja y la vi desde la distancia, pero había alguien que también la quería, pero, cuando vi que se trataba de la chica que se había pasado una semana entera mirándome con odio en clase, tuve que cogerla yo antes.

—Eso no explica el mote —replicó Morgan y yo asentí. 

Se había callado la razón del estúpido mote por años. Necesitaba saberla. 

—No sé, simplemente le vi correr despavorida porque también se dio cuenta de que era la última. Encima me miró con ojos esperanzados cuando vio que la cogí. Me recordó a un cervatillo aprendiendo a andar. 

Morgan y yo parpadeamos a la vez. Mi hermano comenzó a reír mientras que las mejillas de Oliver se coloreaban más y más. Alek no paraba de reír, dijo que cuando se lo dijo también se quedó igual de impactados que nosotras. Sam se mordía el dedo pulgar intentando aguantarse la risa, pero acabó saliendo esa risa escandalosa que tanto le caracterizaba. 

—No me puedo creer que ese sea el motivo de tu mote. Me esperaba cualquier cosa menos esa —contesté con sinceridad y conmoción. 

¿Por correr hacia unos cereales me había atormentado durante años con ese mote? ¿Estaba loco? Oliver me sonrió con fingida inocencia y me guiñó el ojo. 

—¡Mirad, qué ya empiezan! —Sam señaló el cielo oscuro que comenzó a iluminarse con explosiones de colores. 

Suspiré y me acurruqué junto al pecho del castaño, quien pasó un brazo por mis hombros y me atrajo más hacia él. Me susurró algo en el oído y sacó un par de cuadernos y estuches con lápices y rotuladores para dibujar y pintar. 

—Por si te inspira el cielo —sonrió y me dejó un beso en la frente. 

Oliver Moore, ¿de qué clase de cuento has escapado?

—Por cierto, cervatillo —me volvió a susurrar y le sonreí esperando a que me dijese algo bonito—. La competición de este verano va a ser a ver quién consigue ganar más partidas al Trivial.

Solté una carcajada porque me esperaba otra cosa. Estaba loco. 

Le quería. 

Estaba tan enamorada de Oliver Moore. 

No entendía como había podido estar tan ciega y haberlo negado durante tanto tiempo. 

—Vas a morder el polvo. 

¡Hola!

Ahora sí que sí es el FIN

JO, quiero llorar :(((((

¿Qué os ha parecido el epílogo?

¿Quién os esperabais que ganase la competición final?

AAAAAAAAAA SE VAN A VIVIR JUNTOS

MORGAN Y VIVIEN OS AMO TANTO

Jason quiere ir a la universidad... ¿qué significará eso? ¿Un año lleno de locuras como el de su hermana?

Basta, estoy tan enamorada de Oliver <3

¿Qué opiniones tenéis sobre este final? ¿hay algo más que os hubiese gustado ver?

Nos leemos en los agradecimientos. Os quiero mucho.

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