Diez

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—Tenéis dos horas —fueron las únicas palabras del profesor una vez que nos entregó los folios del examen. Se sentó en su escritorio y se puso a mirar el ordenador, como si nada. Respiré, expulsando lentamente el aire y centré mi atención en el folio lleno de letras que tenía delante de mí.

A medida que iba leyendo las preguntas, una sonrisa se me iba formando en el rostro. Me había matado a estudiar y había merecido la pena, pues la mayoría de las preguntas me sonaban y sabía contestar la parte teórica sin ningún tipo de inconveniente. A la hora de realizar los problemas, sí que tuve varias complicaciones. No lograba calcular la velocidad de retroceso de la escopeta, que era lo que pedía el enunciado. Lo releí mil veces, hice las cuentas más de una vez y la borré más de las que podía contar. Con los dientes superiores, atrapé el labio inferior y lo mordí, intentando encontrar la inspiración y salir del bucle en el que yo misma me había metido.

Suspiré, agobiada, porque las horas del reloj pasaban, haciendo que quedase cada vez menos para la finalización del examen y todavía me quedaban un par de problemas que resolver más. Los ojos me viajaban por toda el aula, intentando encontrar la inspiración y concentración, pues por más que mirase el folio, no se me ocurría el resultado ni me acordaba de la fórmula que había que utilizar. Mi mirada acabó en la pizarra, donde había un cartel pegado con cosas sobre física, pero que no era muy relevante a la hora de hacer un examen. Pero, por increíble que pareciese, me ayudó. La fórmula me vino a la mente y logré salir de ese bucle, completando el ejercicio de una vez.

Una vez repasado todo, me levanté con una sonrisa de satisfacción y le entregué el examen al profesor, quien lo recogió sin ningún ánimo y siguió mirando su pantalla del ordenador. Rodé los ojos internamente por su falta de actitud y profesionalismo, ya que en un examen debía estar atento por si había algún que otro ojo curioso o jugarreta para copiarse de algún alumno, no jugando al solitario en los ordenadores de la facultad.

A pesar de este inconveniente, salí con una sonrisa del examen, feliz porque me había entrado lo que me había estudiado. Instintivamente, los ojos se me fueron para una figura al fondo de la clase, quien seguía mirando su folio, soltando varios suspiros sonoros. Levantó la cabeza en el momento en el que pasé por su lado, llegando a la puerta. Cruzamos miradas, frunció el ceño y apartó la mirada, haciendo que mi sonrisa creciese.

Salí del aula con la cabeza en alto. Quien ríe el último, ríe mejor y yo ahora mismo estaba descojonándome viva.

Ya había movido mi primera pieza, el peón había dejado su puesto y había avanzado un par de casillas. Solo quedaba que mi adversario hiciese un movimiento, pues la partida no había hecho más que comenzar. Y, por ahora, yo tenía todas las de ganar.

La alarma sonó, indicando que tenía que dejar de estudiar y prepararme para ir al trabajo. Con un leve suspiro, me quité los tapones para aislar el ruido exterior. Inmediatamente escuché a mi hermano como jugaba a la videoconsola. Me levanté de la silla de escritorio, estiré las piernas y los brazos, haciendo crujir mis huesos debido al repentino movimiento y cogí mi mochila, para luego bajar a la entrada. Dejé en la nevera de la cocina una nota, junto a la que había dejado mi madre, indicando que me iba ya. Antes de salir, cogí una manzana y la metí en la mochila. Me coloqué las zapatillas y los auriculares, dándole a iniciar un nuevo Podcast, como siempre hacía y salí de la casa.

La brisa otoñal me dio de lleno, haciéndome sonreír y aspirar el aire húmedo que corría. Coloqué el casco sobre mi cabeza y lo abroché, asegurándome de que estuviese bien colocado. Cogí los manillares de la bicicleta y la arrastré hasta la entrada del descuidado jardín. Me subí en la bicicleta y empecé a pedalear hasta el campus de la universidad, donde se podía encontrar la cafetería donde trabajaba.

Nada más llegar a mi humilde puesto de trabajo, el característico olor a galletas recién horneadas y a café recién hecho entró por mis fosas nasales, haciéndome babear y suspirar de la alegría.

Está claro, este es mi olor favorito en el mundo. Pensé para mis adentros, sonriendo como una tonta.

Me dirigí a la zona de empleados para ponerme el uniforme. Mis dudas sobre la falta de Morgan se disiparon cuando entré y la vi sentada en una silla, con los pies cruzados sobre la mesa y con un libro en las manos. Estaba absorta en la lectura, no se dio cuenta de mi llegada hasta que cerré la taquilla, causando un golpe seco, que hizo que ella saltase del susto. Colocó un marcapáginas justo donde se había quedado y me miró, con una sonrisa traviesa en sus labios.

—Me has interrumpido en la mejor parte —levanté la ceja y puse una mueca. No intentaba interrumpir su momento de lectura, simplemente no calculé la fuerza a la hora de cerrar la taquilla—. Khal estaba apuntando con su daga al cuello de Sebastian y la tensión sexual se notaba a leguas —apreté mis labios, divertida por la pasión de la que hablaba sobre el libro, pero estaba algo perdida debido a mi desconocimiento sobre la historia y personajes de los que charlaba—. Espera, ¿no sabes de qué libro hablo? —abrió los ojos, impactada y jadeó escandalosamente, conmocionada—. No me lo puedo creer —Y yo no me podía que creer que Morgan amase la literatura fantástica y romántica de esa manera. Esta chica era una caja de sorpresas. Su presencia me hacía ver lo errada que estaba y que no debía juzgar un libro por su portada, pero es que, su portada era de una chica malota, pero en su interior solo había unicornios y arcoíris.

—No suelo leer mucho. Y menos ese tipo de libros —me encogí de hombros, con una sonrisa de disculpa en los labios. Morgan abrió la boca y me miró fijamente.

—No me digas que eres la típica que se cree moralmente superior por no leer fantasía juvenil —fruncí el ceño, sin saber como tomarme lo que me estaba diciendo.

—Ni mucho menos, es solo que el tiempo libre que tengo lo dedico a otras cosas. Y, cuando leo, suelo leer artículos científicos y cosas que me ayuden a ser una mejor estudiante —Morgan entrecerró los ojos, lo que me hizo desviar la mirada, incómoda ante la seriedad con la que me miraba—. No digo que la literatura juvenil no esté bien, solo que no es mi estilo —finalicé.

—Eso es porque no has encontrado un libro que te enganche. La fantasía es lo mejor del mundo, novata. La capacidad de los autores de inventarse un nuevo mundo, desarrollar una trama llena de seres fantásticos y, por supuesto, meter unos personajes maravillosos e increíbles, en donde podemos ver sus virtudes, pero también sus defectos. Es simplemente maravilloso —sonreí al verla así. Sin quererlo, me estaba trasmitiendo su entusiasmo—. Ya sé. Mañana, cuando me termine este, te lo dejo para que te lo leas. Si no te gusta, no pasa nada. Pero tienes que probar cosas nuevas y diferentes —acepté su oferta y observé la portada del libro que me había pasado—. Es una pasada de libro. La protagonista es la puta ama y una guerrera increíble. Tiene un montón de giros en la trama que te dejan loca, Violet. Además, la autora ha sacado una nueva trilogía sobre brujas que maravilla pura, me queda el último por leer —me quitó el libro de las manos y me arrastró hasta el exterior de la sala de empleados, posicionándose en su correspondiente mostrador y yo en el mío—. Que bien que vaya a tener a alguien con quien hablar de él en persona, mi madre está harta de escucharme parlotear sobre teorías todo el tiempo.

—No prometo ni aseguro que me vaya a gustar —le dije mientras limpiaba el mostrador y la pantalla táctil de la caja registradora, quitando todo rastro de suciedad y gérmenes del compañero de trabajo que estaba relevando.

—Ya verás que sí. April Williams tiene una forma de escribir única y mágica.

La conversación se vio cortada con la llegada de nuevos clientes, quienes nos hicieron ponernos manos a la obra y trabajar. Hice lo mismo de siempre, coloqué mi mejor sonrisa y atendí con cordialidad y amabilidad a todos los clientes que pasaban por la cafetería, ya fuese que se quedasen a tomárselo o se los llevasen a otro lado. De vez en cuando me paraba a limpiar la encimera cuando un poco de café o sirope se me salía de la batidora, manchando mi puesto de trabajo.

La jornada laboral fue tranquila, lo normal para ser un miércoles, ya que ese día de la semana era el que menos clases eran impartidas en el campus, por lo que no había muchos estudiantes por el campus. Era raro que recortasen las clases los miércoles en lugar de los viernes, aunque también solían hacerlo en ese día de la semana.

—¡Hola! —un saludo entusiasmado me hizo salir de mi ensoñación. Delante de la barra se encontraba una parejita que me miraba con una sonrisa de felicidad, les sonreí de vuelta, pero, esta vez era sincera y no las cordiales que tenía que dar mientras trabajaba.

Samantha llevaba su rizado pelo recogido en dos largas y gruesas trenzas, aunque algunos mechones se le escapaban por las zonas laterales de la frente, haciendo parecer que estaba completamente despeinada. Llevaba un vestido de flores por debajo de un gran cárdigan rojo. El cabello rubio de Alek seguía igual de alborotado, cayendo leves ondas por su frente, haciéndole parecer desenfadado. Hicieron sus pedidos a la par que me hacían preguntas. Después de recibir sus órdenes, se sentaron en una de las mesas del fondo y me invitaron a sentarme con ellos cuando tuviera un descanso.

—Mira eso —observé hacia la dirección que me indicaba Morgan y vi como una pareja que había dentro del recinto empezaba a discutir. La pelinegra miraba la escena completamente ensimismada y atenta, yo, en cambio, preferí mantenerme distante y desigual ante el drama ajeno y me concentré en mi trabajo.

En el tiempo que llevaba conociendo a Morgan me había dado cuenta de lo cotilla y fan del drama ajeno que era. Se sabía la mayoría de los cotilleos y siempre tenía un chisme nuevo que contar, daba igual si conocía a la persona o no. Si querías saber algo sobre alguien, Morgan era la persona a la que debías acudir. No se le escapaba una. A veces me daba miedo lo perspicaz que era. Pues parecía que podía leer mi alma y sacar cosas de mí, pero, si lo hacía, no lo mencionaba.

—Oye, no te lo pregunté —le miré. La pelinegra ahora limpiaba las tazas mojadas y las repasaba para secarlas con un trapo para, luego, colocarlas en el mueble—. ¿Qué tal el examen de ayer?

—Bien, estoy deseando que den la nota. Espero que no tarde mucho —sonreí. Morgan sonrió de vuelta y continuó con su labor.

Tyler hizo acto de presencia finalmente y nos relevó, dando así por comenzado nuestros treinta minutos de descanso. En los cuales aproveché los primeros minutos para ir al baño y coger mi teléfono móvil de la taquilla. La misma llamada perdida de los últimos días se reflejaba en las notificaciones. Suspiré y me tallé los ojos con las manos, agotada mentalmente de recibir sus incesantes llamadas. ¿Por qué no se daba por vencido?

Solo quería que me dejase, que nos dejase, en paz. Lo estuvo haciendo durante años. ¿Por qué volvía ahora? ¿Por qué no nos dejaba en paz ahora que no lo necesitábamos? Con que nos pasase la manutención bastaba, aunque no era como si la necesitase, ni la quería. Además, solía hacerlo de vez en cuando y mandaba la cantidad que le daba en gana cada vez. Por Einstein, solo quería que volviese a ser el padre desaparecido que nos mandaba dinero, no quería que empezase a preocuparse por nosotros ni hacer como que le importábamos.

—¿Estás bien? —salté debido al susto, haciendo que me chocase con el metal de la taquilla y haciéndome soltar un quejido de dolor. Una lágrima me recorrió la mejilla derecha, pero no sabía si era debido al dolor del golpe o debido a los anteriores pensamientos que estuve teniendo segundos atrás. Asentí y me sobé la zona del impacto levemente, con una pequeña, pero falsa, sonrisa en el rostro. Morgan me miró preocupada, pero no dijo nada. ¿Se habrá dado cuenta de mi indecisión y ganas de llorar anteriores al golpe?

Solo me tendió una galleta y un vaso desechable hasta arriba de café. Aspiré el aroma y le di un sorbo, un leve regustillo a caramelo se quedó en mi esófago.

Sí, definitivamente amaba trabajar aquí.

Caminé junto a Morgan hasta la mesa donde se encontraban nuestros recientes conocidos y nos sentamos junto a ellos. Pronto, reíamos ante algo que contaban. Nos incluyeron en su conversación sin ninguna dificultad. Aunque, al igual que el día de la fiesta, Morgan era quien más participaba y quien más involucrada estaba en la conversación. Lo que no significaba que no me hiciesen preguntas en las que pudiese participar sin dificultad. Samantha era mucho más graciosa sin alcohol corriendo por sus venas, además era muy simpática y tierna, se reía por todo y siempre te ponía una buena cara. Con una sonrisa de ilusión y entusiasmo, agarró el brazo de Morgan y examinó cuidadosamente los tatuajes que adornaban su antebrazo y muñeca derecha.

—Siempre he querido uno, pero me dan pánico las agujas—Sam fingió un escalofrío ante su última palabra pronunciada, haciendo que Alek le pasase el brazo por los hombros y sonriese—. ¿Te acuerdas de esa vez? —rieron en complicidad. El rubio tenía los ojos brillosos y cada vez que miraba a su novia más se le iluminaban. Ese gesto tampoco pasó desapercibido para los ojos de Morgan, quien apoyó la cabeza en las manos y les miró, con una sonrisa socarrona en los labios—. Vale, una vez, fuimos a hacernos un tatuaje. Iba súper convencida, me había estado mentalizando durante semanas, pero en el momento en el que me senté y la tatuadora acercó la maquinilla esa que utilizan, me desmayé. Ni me tocó y ya estaba en el suelo —rio tímidamente. Alek tenía una sonrisa burlona en el rostro, al igual que Morgan. Yo la miré con pena y empatía porque, seguramente, era algo que me pasaría a mí.

El sonido de una notificación rompió el ambiente de las risas y diversión. Alek puso una mueca cuando miró el contenido de los mensajes que había estado recibiendo. Samantha, muerta de curiosidad miró por encima de su brazo e hizo una mueca extraña cuando vio lo que su novio estaba viendo. Lentamente, se les formó una sonrisa en sus rostros a la par.

—Deberías mirar el campus virtual —fue lo que dijo la morena. Fruncí el ceño, confundida, pero los cabos se ataron rápidamente en mi mente.

—¿Ya? —logré formular—. Pero si el examen lo hicimos ayer... —murmuré para mí misma. Me extrañaba mucho que el profesor tan pasota e irresponsable que teníamos los hubiese corregido ya. Era cierto que era un gran profesor y, muchas veces, sus clases eran muy entretenidas, pero después de ver su pasotismo en el examen me había generado muchas dudas.

Repetí el mismo proceso que con la nota del examen de matemáticas: ingresé con el móvil en la web de la facultad, identificándome con mis datos personajes y busqué la asignatura en el menú. Cliqueé en el enlace de "Física I" y busqué el documento con las notas. Busqué mi apellido y respiré al ver la calificación. Alivio corrió por mis venas y una sonrisa de satisfacción se me formó.

—Oliver tiene que estar que echa humos por las orejas —fue el comentario de Samantha, quien empezó a reírse. Alek le miró serio, pues era de su mejor amigo de quien se estaba cachondeando, pero, pronto, se unió a las risas.

—No me gustaría ser tú ahora mismo —el rubio se metió el último trozo de galleta en la boca y sonrió, divertido.

Pero el mal humor del orangután ese no era algo de lo que tenía que preocuparme. Eso es problema de la Violet del futuro. Ahora solo debía disfrutar de la satisfacción de haberle superado como dije que haría.

Ahora sí que sí. Estábamos en un empate, pero ninguno de los dos nos íbamos a conformar con eso. Yo iba a dar la mejor versión de mí, pues Oliver lograba sacar a flote mi vena más competitiva, la cual llevaba encerrada bajo llave mucho tiempo, metida en un cajón en el fondo del armario. Pero que estaba saliendo por su culpa, pues no me iba a dejar perder.

Iba a ganar esta estúpida competición en la que nos habíamos enzarzado como que me llamaba Violet Campbell.

—Yo creo que Violet lo está disfrutando mucho y que no le importa eso. Creo que solo quiere ver su reacción —la pelinegra a mi lado solo se reía de la situación.

Morgan no se equivocaba. Por Einstein, que llegase ya el día siguiente.

¡Hola!

El esperado día del examen ha llegado. Baia baia, Oliver, veo que tienes problemas... no será que el talento no te ha servido ahora, ¿no?

Mención súper especial a mi otra niña, April. Que orgullosa estoy de ella.

Mami Morgan educando a los lectores y a Violet, que es muy lista pero a veces...

Samantha, te amo. Es que eres súper carismática y un cachito de pan. A Alek le amo más todavía. Cásate conmigo, por favor te lo pido.

Jejejejeje

1-1

Yo también pagaría por ver la cara de Oliver.

¿Cómo se tomará esto Oliver? ¿Habrá más competitividad?

Jo, que de tiempo sin pasarme por aquí. ¡Tenía un montón de ganas! Pero es que la universidad no me deja vivir. La cosa es que me vino la inspiración y no podía desaprovecharla.

Así que... ¡estoy de vuelta! (aunque no sé si para el próximo día de actualización estaré, pero a partir de julio pienso volver con más fuerzas que nunca.

Y muchísimas gracias por las 1.000 lecturas💖

No os lo dicho pero tenemos a Ross Lynch como Alek Hawks🥴

Aunque ya sabéis que os podéis imaginar a los personajes como os de la gana😝

Gracias por leer💖

Maribel❤️

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