Dieciocho
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El invierno llegó pronto y, con él, las vacaciones de Navidad y las fiestas.
Como los últimos años, las pasé de la misma manera. Cenar sola en casa una comida precalentada mientras que mi hermano jugaba a la Playstation en su habitación y mientras que mi madre cubría un turno extra en el hospital porque estaba a rebosar de nuevos pacientes en emergencias. Pero algo nuevo pasó, algo diferente y que me hizo sonreír y disfrutar las fiestas. Gracias a eso no me las pasé llorando completamente ni quedándome dormida mientras veía un documental.
Morgan fue mi salvadora.
Después de la cena con sus padres, se pasó por mi casa y me sacó a rastras para ir a dar un paseo por el centro de la ciudad, el cual estaba a rebosar. Me estuvo hablando de lo deseosa que estaba de que llegase el día siguiente para poder abrir los regalos, pues, a pesar de su edad, los seguía amando y sus padres lo sabían, por lo que siempre tenían una sorpresa preparada para ella. Además, pude darle su regalo de navidad. Era un pacto silencioso que hicimos. En realidad, nunca hablamos de regalarnos nada, pero ambas aparecimos con un regalo para la otra.
Sonreí ante el recuerdo de sus ojos brillosos e iluminados al rasgar el papel de regalo y ver un dibujo de sus personajes favoritos hecho por mí y una vela que le compré con el dinero que había ganado en esa quincena en la cafetería y gracias a las propinas.
"Para que te metas más en el mundillo." Fue lo que dijo al entregarme mi presente, el cual se trataba de un libro de astrología. Reí bastante, no me lo esperaba, pero, además del libro, me regaló un nuevo suéter, el cual amé y el cual llevaba puesto.
Ahora mismo, nos encontrábamos en la misma fraternidad de siempre, en dónde se solían realizar las fiestas. Le di un sorbo a mi bebida y observé el panorama. Morgan danzaba junto a Sam en la pista de baile, siendo las dos el centro de atención. Alek, a mi lado, charlaba con sus amigos, pero, en un momento, se relamió los labios y se dirigió hasta la pista, donde empezó a bailar pegado a su novia, haciendo que Morgan levantase los brazos y profiriese un grito de éxtasis. Reí ante esa estampa. Volví a llevar el vaso de plástico a los labios y le di un leve sorbo, sentí el sabor anaranjado manchándome los labios y como pasaba la bebida efervescente por mi esófago.
Despegué mi mirada de la pista cuando vi a la parejita besarse apasionadamente en medio de la muchedumbre. Observé mis manos sobre mi regazo y jugueteé con mis dedos, incómoda y sin saber que hacer. Se suponía que íbamos a reunirnos los cinco después de que ellos volviesen de Boston, lugar que yo no pensaba pisar en mi vida. Pero no había sido así, la reunión se había convertido en una fiesta. Pues todos los universitarios estaban desestresarse y divertirse antes de que llegase la tormenta y el desastre de los exámenes de mediados de enero.
Llevé el vaso a mis labios, pero no pasó ningún liquido por ellos. Miré el recipiente y estaba vacío. Hice una mueca, pues tenía que levantarme e ir hasta la cocina para rellenarlo. Me abrí paso entre la multitud y me disculpé cuando pasé por al lado de dos personas que estaban en medio de un coqueteo desenfrenado. Me quedé impactada cuando vi que una de las personas se trataba de mi amiga. La otra persona se fue, meneando su larga melena morena a medida que caminaba y desapareciendo por la puerta, perdiéndose entre la multitud.
—Pero ¿tú no eras hetero? Te he visto mil veces ligar con tíos —hablé, confusa, en voz alta.
No sabía cómo hablarle de esto, pues no quería meter la pata ni decir algo que le molestase. Mi pesadilla se hizo realidad al ver la leve mueca en el rostro de mi amiga, aunque duró poco, ya que una sonrisa minúscula y apenas perceptible se posó en sus carnosos labios.
—¿Sabes qué es la bisexualidad? —me preguntó, tomando un sorbo de su bebida mientras me miraba fijamente a los ojos. Asentí, sintiéndome una estúpida por la pregunta que le había formulado—. Me gustan los chicos y las chicas y, cuando me atrae cualquiera de los dos, ligo con ellos. Y ahora, esa tía me mola que flipas, así que... —se encogió de hombros. Tragué saliva y pasé mi lengua por el labio inferior, mojándolo y humedeciéndolo—. No puedes ir haciendo suposiciones de la gente solo por lo que ves. Hay más caras en el poliedro, no solo las que tú ves desde tu perspectiva. Las personas son algo más que lo que tú ves de ellas, una primera impresión no sirve de nada. Para juzgar a alguien, que no deberías, primero debes conocerla.
Hablar con Morgan, muchas veces, me hacía sentir estúpida y una imbécil. Siempre me estaba enseñando cosas que pensaba que estaban claras, cosas que no necesitaba en mi vida, pero con ella me daba cuenta de lo contrario. No sabía socializar, era muy directa y mis expresiones se podían leer ya que era como un libro abierto. Por lo que su compañía y amistad me estaba ayudando mucho a la hora de relacionarme y de encontrarme a mí misma.
—No pretendía ofenderte—era cierto. No era mi intención hacerle sentir mal ni hacer una suposición tan arriesgada, pero me había salido sola.
—No te preocupes, sé que no lo has hecho a posta. Es solo que... —se dejó caer en la encimera y cerró los ojos durante unos míseros segundos, conectamos nuestras miradas cuando los abrió—. Estoy algo harta de que me digan "¿pero no eras lesbiana? "¿qué es? ¿Cincuenta y cincuenta?" "¿No te conformas con un solo género?" "Seguro que así ligas más" y una gran cantidad de más comentarios bifóbicos —puso una voz grave, imitando a quien sea que le haya dicho esas cosas. Mi mueca de disculpa se acentuó. Caminé y me coloqué a su lado, imitando su postura de dejarme caer sobre la encimera—. A pesar de lo que digan, de que somos un país liberal, moderno y avanzado, la bisexualidad, entre otras orientaciones, sigue estando poco vista y tiene muchos clichés y suposiciones. Si en un momento de mi vida tengo una relación con una chica, no significa que sea lesbiana, ni en el caso contrario. No estoy en una fase de indecisión, sé que me gusta —sonrió y me miró. Volvió a darle un sorbo a su bebida e hizo una mueca al probar su bebida alcohólica—. No me ha molestado tu comentario, al contrario. Me hace sentir bien saber que te he ayudado a comprender algo nuevo. Me siento importante al enseñarle yo algo a la sabelotodo Violet Campbell —solté una pequeña risotada. Me despegué de la encimera y rellené mi vaso de refresco de naranja. Mis ojos se me fueron a una de las botellas de alcohol que se encontraban en la encimera—. ¿Quieres que te eche, aunque sea un poco?
No pretendía beber, no necesitaba hacerlo para pasármelo bien, a pesar de que me hubiese encontrado algo incómoda minutos anteriores al ver a mis amigos beber y disfrutar mientras que yo no era capaz de moverme por culpa de la vergüenza. Desvié mi mirada en el momento que escuché una voz conocida en la puerta de la cocina. Noah acababa de llegar, dejándome sin palabras y sin aliento. Le vi saludar a sus amigos y comportarse con ellos de forma amigable y cariñosa.
Tragué saliva y miré a los ojos a mi amiga. Asentí, pensando muy bien mis palabras. Quizás, si bebía algo, mis inhibidores se reducirían, dejaría de tener tanta vergüenza y sería capaz de entablar una conversación con Noah sin ponerme roja y sin tartamudear cada tres palabras.
—Vale, bébetelo lento para que no te suba mucho —me alcanzó el vaso.
Era lo mismo que probé la última vez por accidente, pero mucho más suave, apenas podía distinguir el alcohol del refresco. Aunque sí que se notaba. Morgan se rio al ver la mueca que realizaba, como sacaba la lengua y fruncía el ceño con cara de asco.
—Voy a estar pendiente de ti.
—Tú vete y disfruta. Voy a estar sentada en el sofá viéndote bailar, no necesito una niñera —le dije. Quería que se divirtiese, no que cuidase de mí.
—Vale, pero ten mucho cuidado —se pensó mucho antes de hablar—. Ahora, si me disculpas y si no es mucha molestia, voy a ligar con la morena del sofá —me revolvió el pelo y se fue, abriéndose paso entre la multitud a medida que bailaba la canción que sonaba a través de los altavoces y con el brazo en alto para que no le tirasen el vaso.
Me quedé mirando mis manos, con una sonrisa divertida plasmada en el rostro. Estaba muy feliz de haber conocido a Morgan y que me estuviese enseñando cosas así, que me abriese los ojos poco a poco y me enseñase a disfrutar y a vivir mi vida, aunque no haya salido completamente del cascarón. Volví a llevarme el vaso a mis labios y una nueva mueca de asco se me formó en la cara al darle otro sorbo.
¿Cómo podía beber la gente? Era horroroso.
—Buh.
Salté del susto y me giré a la izquierda, donde estaba el causante de mi casi infarto. Por Einstein, debería haber venido más tarde, cuando me hubiese hecho efecto la bebida, no ya. No cuando era consciente de todos mis movimientos y de que todo lo que decía pasaba antes por un filtro para no estropearlo.
Noah me dedicó una de sus características sonrisas. De esas de las que hacía que me derritiese por dentro y que un zoológico entero patease todos mis órganos internos. Le devolví la sonrisa, lentamente, notando como la sangre subía hasta mis mofletes y se quedaba allí durante un rato. Le di otro sorbo a mi bebida, deseando que me subiese rápido y tener el nivel de desparpajo y sinvergüenza de Morgan y Sam.
—No pensaba verte en una fiesta —habló.
—Ni yo, pero últimamente me están arrastrando a muchas —contesté—. Nunca te he visto en una de estas —me armé de valor para decirle eso.
—Mis amigos han decidido venir a esta hoy. Normalmente vamos a las fraternidades de la otra facultad —se encogió de hombros y le dio un sorbo a su bebida, desviando la mirada—. Pero menos mal que hemos venido —sonrió, haciendo que me pusiese más roja todavía. Daba gracias por el juego de luces que le impedía notarlo.
Una sonrisa más de esas y estaba segura de que me caía. ¿Por qué me gustaba tanto si apenas habíamos hablado? Nunca fuimos muy cercanos de pequeños. Era cierto que jugábamos en el vecindario junto al resto de vecinos y, al ser nuestras madres amigas, nos veíamos más, pero nada más. Solo sabía con certeza que un día empecé a fijarme más en él. Llevaba enamorada de él desde hacía un par de años, pero solo le admiraba desde la distancia y nuestras únicas conversaciones eran cuando nos cruzábamos en la calle. No sabía por qué me sentía así con él.
—¿Cómo llevas el curso? —preguntó, rompiendo el silencio que se había formado.
—Bien, tengo los exámenes pronto.
Continuamos hablando durante un ratito. Bueno, era él quien hablaba casi todo el tiempo y el que preguntaba. Yo me limitaba a contestar, temerosa de decir algún infortunio. Le miraba con una sonrisa estúpida en el rostro, odiándome por no ser capaz de ocultar lo mucho que me gustaba y por dejarme llevar por el corazón y los inútiles sentimientos que teníamos los humanos.
—¿Te apetece hacer...?
No terminó la frase, pues alguien pasó por nuestro lado a toda velocidad. Miré con mala cara a Sam, pues parecía que Noah iba a pedirme algo importante, como una cita, pero su llegada como un huracán había roto el ambiente. ¿No nos había visto?
—Morgan me ha dicho que estás bebiendo, así que tienes que unirte a la ronda de chupitos —no me dejó contestar, simplemente agarró mi muñeca y me arrastró por toda la cocina. Giré la cabeza y vi a Noah apretar los labios y darle un sorbo a su bebida mientras que miraba a otro punto de la cocina.
Llegamos al pequeño circulo improvisado. Morgan rellenaba los vasos de chupito de un líquido rosa que no me digné a preguntar de que se trataba, pues una vez que la morocha se enteró que era la primera vez que bebía, entró en un modo de emoción y entusiasmo para que nos pillásemos una borrachera juntas. Pero no entraba en mis planes acabar en el estado de ellas de la última fiesta.
Observé a la pelinegra alzar su mini vaso y a todos mis amigos. Chocamos los vasos de plástico unos con otros y reí, notando como la bebida de antes empezaba a hacer algo de efecto.
—¡Quién no apoya no folla! —gritó Morgan antes de llevarse el vaso a sus labios y beberse el contenido.
Repetí su acción, pero sin imitar el mantra. Sentí un ardor pasar por mi garganta que me hizo toser. Pero no era incómodo, se me quedó un regustillo dulce en el paladar que me gustaba. Rompí a reír al sentir la mano de Morgan tomar la mía y obligarme a bailar con ella. No bailé en realidad, solo me paré y movía la cabeza al ritmo de la música y de Morgan. Sentí sus manos en mis caderas y bailó.
El chupito ya estaba haciendo efecto. Pues dejé de comportarme como un palo. Cansada de tanto bailoteo, recordé la conversación y propuesta que había dejado a medias con Noah. Me excusé con la pelinegra y caminé hasta Sam, armándome de valor le pedí otro chupito.
—¿Estás segura? —fue Alek quien preguntó. Asentí, aunque no estaba al cien por cien segura.
Levanté el vaso y me lo bebí con ímpetu. Esta vez de golpe, no poco a poco como la vez anterior. Coloqué una mueca en mi rostro y jadeé, buscando aire para que se me pasase el sabor amargo del principio. El regustillo dulce impactó de nuevo. El segundo chupito hizo efecto inmediatamente.
Me fui en búsqueda de Noah. Morgan alzó los dedos pulgares en señal de apoyo, causándome una sonrisa divertida. Sam, en cambio, frunció el ceño y negó con la cabeza. No sabía que mosca le había picado.
Divisé a Noah charlando con sus amigos. Todavía con la cabeza dándome vueltas y con el alcohol corriendo por mis venas, me limpié unas pelusas imaginarias del jersey y avancé hasta él. Noah me vio y levantó la mano para saludarme e invitarme a acercarme. Formé una sonrisa en mi rostro, coloqué unos mechones traviesos que se posaron en mi cara por detrás de mis orejas y caminé hasta el grupo.
Una persona me lo impidió al pararse en frente de mí.
Levanté la cabeza. Mi sonrisa vaciló, convirtiéndose en una mueca y haciendo que rodase los ojos.
—Yo también me alegro de verte, cervatillo —sonrió sarcásticamente. Se peinó el tupé y centró su mirada en la mía.
—Déjame tranquila —le señalé con el dedo índice. Sentía como me tambaleaba un poco.
—Vaya, vaya, cervatillo. ¿Cuánto has bebido? —rio. ¿Por qué lo decía?
—¿Qué te importa?
—¿A mí? Nada —se encogió de hombros.
El gran cuerpo de Oliver se interponía en mi objetivo. No veía a Noah. Meneé mi cuerpo a un lado y miré hacia la dirección donde estaba Noah, pero había desaparecido. Chisté y desaparecí de allí yo también, no queriendo aguantar más al orangután.
Divisé de nuevo a Noah. Se encontraba en la cocina recargándose su bebida. Suspiré y me armé de valor para caminar hasta él. Pero fue él quien vino a mi encuentro. Le sonreí, notando todo el alcohol en mis venas, el cual, cada minuto que pasaba, era más fuerte y notorio. ¿Se daría cuenta él de que estaba borracha?
—Qué de tiempo —reí ante su comentario.
—Mucho —sonrió y metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros, se balanceó sobre sus talones. Imité su acción, solo que yo puse los brazos en mi espalda.
—¿Ha pasado algo interesante?
—Nah —apoyé mi espalda contra la pared, cambiando la posición de mis brazos a mi abdomen—. Solo he bebido un poco —junté mis dedos, explicándole lo poco que había bebido. Me notaba la voz arrastrada, pero no me importaba.
—¿Un poco? —rio, completamente divertido.
—Un poquito —asentí y solté una risotada.
Nos quedamos riendo los dos. Se notaba que ambos habíamos bebido, pues Noah tenía los ojos brillosos y se reía por todo. Yo tendría que verme de la misma manera.
—¿Había algo que querías preguntarme antes? —saqué por fin la pregunta que tanto me moría por hacer.
—Ah, sí. Cuando termines los exámenes...
Esto tenía que ser coña. ¿Acaso había sido una asesina en el pasado? No sabía si en el pasado, pero estaba a punto de convertirme en una.
Observé con irritación a Moore y a su brazo sobre mis hombros. Con un movimiento brusco intenté apartarle de mi vera, pero el orangután tenía resistencia.
—Cervatillo, ¿estás estudiando lo suficiente para los exámenes? Sabes que, si no lo haces, no podrás superarme. Pero ¿a quién vamos a engañar? Estoy a años luz de ti —le observaba con rabia e ira.
—¿Cervatillo? —murmuró Noah, confuso por la presencia del orangután.
—Oh, ¿tú eres? —el idiota reparó en la presencia de mi acompañante—. Encantado, Oliver Moore. Vencedor de la competición y futuro jefe de cervatillo —volví a apartarle. Esta vez lo conseguí.
A pesar de haberme chafado de su agarre, no pude evitar que me arrastrase por todo el salón. Dejando a Noah atrás, completamente confuso con todo lo que había ocurrido en unos simples segundos. Por Einstein, era la segunda vez que nos cortaban. Me cayó peor que cuando Sam lo hizo.
—¿De qué vas? Imbécil. Estaba a punto de pedirme salir —chisté y centré mi mirada en la suya, intentando mostrarle lo enfadada que estaba.
—¿Te gusta el memo ese? —espetó, incrédulo, pero con un matiz de diversión—. Tiene pinta de ser un muermo. Bueno, seríais la pareja de aburridos perfecta —se carcajeó.
—Vete al tártaro.
—Ay, cervatillo. Estoy empezando a pensar que te gusto porque a pesar de saber las condiciones, lo sigues diciendo. No querrás venirte conmigo al tártaro, ¿no?
Ignoré su comentario y busqué a mis amigas. Sam y Morgan seguían dándolo todo en la pista de baile. Sentí a Moore detrás de mí, siguiendo mis pasos y caminando hasta el grupo. Alek estaba sentado en el sofá, viendo la escena y riendo, completamente sobrio, no como el resto de la pandilla. Me senté a su lado y cogí mi móvil, resoplando porque Oliver me había cortado el rollo con Noah, sintiendo como todo el alcohol se desvanecía.
Fruncí el ceño pues había estado todo el tiempo sin cobertura y ahora me estaban llegando todos los mensajes y notificaciones. Apreté la mandíbula al ver uno de los mensajes. Olvidé bloquearle y todavía seguía recibiendo SMS suyos, por mucho que me dedicase a ignorarlos y borrarlos.
El innombrable: Espero que os haya llegado el regalo a ti y a tu hermano. Que paséis unas felices fiestas y estamos deseando que vengáis un día a Boston. Papá.
¿Se creía que por mandarnos dinero iba a ser suficiente? Ni todo el dinero del mundo iba a cambiar el hecho de que era un padre de mierda ni iba a hacer recuperar todos estos años en los que no ha estado presente.
Cabreada de repente, me levanté de un salto y le quité la botella a Sam, quien se estaba rellenando su vaso. Alek me miró alarmado, imaginándose lo que estaba a punto de hacer. El alcohol no era la solución, pero estaba harta de mi progenitor y de sus estúpidos mensajes. Estaba harta de no ser capaz de hablar con Noah y de que cuando lo estaba consiguiendo, el idiota de Moore tenía que aparecer y arruinarlo todo.
A la mierda.
Llevé la botella a mis labios y bebí a morro, sintiendo como bajaba el líquido por mi garganta y me quemaba con su paso. Hice una mueca de horror y asco, pero volví a llevarme la botella a la boca, aunque un brazo musculoso atrapó la botella y me la quitó de las manos. Le miré con rabia.
—Cervatillo, ya es suficiente.
—No eres mi padre —solté una risa amarga—. Aunque, ¿qué se yo de cómo se comportan los padres? —sentí como se me empañaban los ojos y me odié.
¿No se suponía que los borrachos se hartaban de reír?
Me arrepentí al instante de mi comentario y de haber bebido de esta manera. No se me había bajado el ciego y ya lo estaba recuperando. Por Einstein, ¿por qué la habitación me daba vueltas? Moore cambió la expresión, suavizando más los rasgos, pero sin dejar de agarrar la botella.
Confundida por mi estado, dejé atrás al orangután y caminé hasta la puerta, queriendo salir para tomar algo de aire. Sentía que todo me daba vueltas. Me apoyé sobre la pared. La fiesta ya estaba en sus últimas, apenas quedaban invitados, aunque pude ver a unos cuantos en el césped, charlando mientras fumaban, aguantando el frío infernal de la noche. Cuando abrí los ojos, todo me daba más vueltas todavía. Estaba mareada, muy mareada.
De repente empecé a reír. No supe de donde venía mi risa, pues en el único momento que me lo había pasado bien esta noche era bailando y en los momentos con Noah. El resto de la noche había sido un infierno viviente, entre el orangután y el donante de esperma me habían arruinado la fiesta que estaba empezando a disfrutar. Continué riéndome sola, me llevé las manos a la barriga intentando acallar mis risas, pero no podía.
Vale, aquí estaba la risa de la que tanto hablaban.
—Te odio —dije entre risas cuando vi a Oliver frente a mí.
Más reí cuando me di cuenta de la forma en la que Alek llevaba a Sam y a Morgan a rastras. No podía parar de reír, por mucho que lo intentase.
—Vete en tu coche —habló el orangután.
El rubio asintió y siguió avanzando. Morgan se le escapó y empezó a correr, borracha, pidiendo comer algo. Sam secundó su idea. Oliver negó con la cabeza, divertido, pero cambió la expresión cuando volvió a mirarme.
—Relaja el ceño —hablé divertida, llevando uno de mis dedos hasta su frente y apretando para que dejase de fruncirlo, como Morgan hacía conmigo. No cambió su expresión—. Bah, aburrido —le saqué la lengua.
¿Por qué me comportaba así? ¿Por qué me sentía tan relajada? ¿Por qué me gustaba tanto esta sensación? Me sentía libre, sin presiones ni preocupaciones. Estaba relajada, me reía y hacía cosas que sobria no tendría ni una pizca de valor. Pero ¿me gustaba depender de una bebida alcohólica y dañina para ello? ¿Merecía la pena?
—Has bebido mucho, cervatillo. Venga, te llevo a casa.
—No —sonreí divertida.
—Vamos.
—No—canturreé. Me moví para un lado cuando intentó atraparme—. No me pillas.
Me escabullí de su lado y me volví a meter en la casa, corriendo mientras me reía y esquivándole, intentando encontrar a Noah y convencerle de irme con él a casa. Varias personas observaban la escena divertidas. No les culpaba. Debía ser muy cómico ver a un orangután perseguir a una borracha escurridiza. Pero, una vez más, ignoré que Oliver era jugador de rugby y tenía buenos reflejos además de velocidad. Chillé y pataleé cuando me cogió en brazos y me puso sobre su hombro izquierdo.
—Bájame.
—No —sabía que estaba sonriendo.
Empecé a darle golpes en la espalda, pero fue en vano. Tenía la espalda como una roca, unos golpecillos míos no iban a hacerle nada. Aproveché para darle un cabezazo en la espalda, como una salvaje. Me quedé mirando un punto fijo, dándome por vencida.
Espera, ¿por qué tenía un culo más grande que el mío?
—Cosas de la genética y del gimnasio —habló, divertido. Sentí como su cuerpo vibraba a causa de las risas.
¿Lo había dicho en voz alta?
—Sí. Cervatillo, te pones muy graciosa cuando bebes.
—Cállate —la sonrisa divertida no desaparecía de mi rostro.
Llegamos hasta su coche. Cuando me bajó de sus hombros sentía que todo me daba vueltas de manera desproporcionada. Miré a los ojos a Oliver en modo de pánico. Este me devolvió la mirada y supo lo que estaba a punto de pasar, pero fue demasiado tarde.
Vomité en sus zapatos.
No lo podía controlar. La risa volvió a poseerme y no podía parar, haciendo que Moore me mirase con rabia y con asco, pero también con algo más que mi yo borracha no pudo descifrar.
—Me las vas a pagar, cervatillo.
Abrió la puerta de su coche y cogió una botella de agua. Bebí e hice gárgaras intentando eliminar cualquier rastro de vómito, pero con la borrachera no podía y la acabé escupiendo en los zapatos de Moore, quien volvió a mirarme con odio.
Ignorando su ayuda, me monté en el asiento del copiloto y acepté su viaje hasta mi casa. En el cual no paraba de reír ni de cantar a todo pulmón las canciones que pasaban en la radio y que me había aprendido gracias a la pelinegra y a su manía de ponerlas en altavoz cuando nos tocaba limpiar la cafetería. Hacía hasta los coros. De vez en cuando, el orangután me miraba a través del rabillo del ojo y se reía. Cuando me veía mirando fijamente un punto, se alarmaba y paraba, esperando que vomitase en el alcen, en lugar que en su coche.
—¿Qué haces? —le pregunté, calmando mi risa, al ver que paraba el coche y se quitaba el cinturón cuando llegamos a mi casa.
—Estás muy borracha como para subir esas escaleras sola, te voy a acompañar.
—No necesito tu ayuda —todavía arrastraba las sílabas.
—Me da igual lo que digas.
Me bajé y caminé sin él hasta mi puerta. Intenté introducir la llave en la cerradura, pero no encajaba.
¿Me había equivocado de llave?
Imposible, solo había dos llaves en el llavero y la otra era de la bicicleta.
Oliver me quitó las llaves de las manos y abrió la puerta. Abrí la boca, impresionada. ¿Había hecho magia? Entré riéndome, pero enseguida me mandé a callar a mi misma, causando que me entrase más risa, si eso era posible.
—¿Cómo la has abierto? A caso a parte de orangután, ¿eres mago? ¿Harry Potter? ¡Alohomora! —meneé el brazo como si tuviese una varita mágica en las manos, causando una pequeña risa en Oliver.
—Vas a despertar a tu madre —su expresión cambió a una más seria, aunque en sus ojos se notaba un brillo.
El orangután pasó un brazo por mi cintura, haciéndome tambalear y reír. Unas descargas eléctricas recorrieron todo mi cuerpo, pero era todo a causa de la borrachera. Me mandó a callar, pero lo único que consiguió fue que riese todavía más. Caminamos hasta mi habitación, donde me dejó suavemente en la cama y me quitó los zapatos. Me acurruqué junto a los cojines y reí.
Cerré los ojos y poco a poco, mi respiración se ralentizó. Sentía como Moore rebuscaba algo en mi escritorio, pero la cama estaba tan blandita que no me importaba lo que estaba haciendo. Luego lo noté muy cerca de mí, por lo que, haciendo un esfuerzo, abrí los ojos. Moore dejaba algo en la mesita de noche.
—Descansa, Violet.
Apagó la luz y desapareció por la puerta, a la par que mis párpados se cayeron del cansancio y del sueño.
Dormí con una sonrisa, como hacía años que no hacía.
¡Hola!
Morgan, te amo mucho.
Noah, Noah, Noah... ¿qué intentas preguntarle a Violet?
Oliver... ¿por qué interrumpes? Maldito orangután.
...
Mentira, no podría meterme contigo, te amo.
Mmm, quiero más de esta Violet divertida. Lo necesito.
Oliver vuelve a guardar el hacha de guerra para ayudarle. Te amo.
¿Qué os ha parecido? Ha sido el capítulo más largo hasta la fecha :)
Debo decir que no sé si el domingo habrá capítulo ya que me voy de vacaciones y no voy a tener el ordenador conmigo :(
¿Os gustan las fiestas? A mí no mucho, pero ahora las echo de menos :(
¡Espero que os haya gustado!
Capítulo dedicado a @g-espiral quien lleva desde el principio de la historia y siempre me alegra con sus comentarios. Muchas gracias, Rosa, por estar aquí.
Además, ella también escribe y ¿sus obras? Mamma mia que calor y que tensión todo el tiempo ;))))
Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️
¡Muchas gracias! Nos leemos,
Maribel❤️
Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)
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