Cuarenta y tres

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Por Einstein, ¿no había más restaurantes en la ciudad?

Oliver me apretó más a él y tapó mi boca con su mano. Fruncí el ceño y esperamos a que los dos individuos se marchasen. Pero no lo hacían. Seguían charlando y pude escuchar el sonido que hacían al orinar. Aguanté una carcajada, pero Oliver no parecía divertido. Seguía con el ceño fruncido y la quijada apretada ante la conversación que estaban manteniendo esas dos personas. Clavé mis azules pupilas en las verdes de la persona que tenía junto a mí. Todavía sentía el calor de su cuerpo junto al mío, irradiando calidez.

Quise preguntarle cómo se encontraba, pero solo con la mirada sabía que no estaba bien. Negó y continuamos esperando a que desapareciesen. Cuando lo hicieron, me dejó libre y se pasó las manos por la cara y el cabello, completamente agobiado y frustrado. Posé una mano en su brazo y tiré de él hasta un abrazo.

No conocía al fondo la historia que compartía con sus padres. Solo sabía lo que me había contado y no era mucho. Tampoco le culpaba, yo odiaba hablar de mi padre. Su mano se posó en la parte baja de mi espalda y dejó suaves caricias que traspasaron por encima de la tela sedosa.

—Salgo yo y miro si hay alguien. Luego sales tú —habló al separarse.

Vi como tomaba aire con sus pulmones de manera lenta y pausada y se armaba de valor para salir.

—Podemos quedarnos aquí hasta que se vaya —no quería hacer que se sintiese mal al ver a sus progenitores.

—Si nos quedamos aquí vamos a levantar más sospechas. Morgan y Vivien nos esperan, cervatillo. Ya sé que estás deseando sentir este magnífico cuerpo junto al tuyo, pero guárdate el calentón para esta noche —sonrió con un gesto burlón, pero la sonrisa no llegaba a sus ojos.

Sam me había dicho mi mecanismo de defensa era la seriedad; el de la morena era la alegría; pero Oliver ocultaba su malestar y dolor con bromas sexuales y de doble sentido. Era su forma de acabar con las cosas que le causaban miedo.

Intenté hacer que se quedase un rato más, pero tenía razón. Si veían la puerta cerrada por más tiempo iban a venir a ver qué pasaba o Morgan iba a venir y divertirse a nuestra costa. Así que le hice caso y esperé a que me avisase para salir. Eso sí, aproveché para entrar en el baño de señoras y retocarme. Tenía el pelo algo revuelto y las mejillas coloradas cuando me miré en el espejo. Intenté peinarme con los dedos y dejarlo algo más formal. Formé una mueca de dolor cuando salí del baño por culpa de los tacones, Oliver me ofreció su brazo para agarrarme de vuelta.

—Si por casualidad están en nuestra mesa, no hables mucho. Son unos embaucadores natos y van a ir de buenas. No creas nada de lo que dices —me susurró. Estaba tenso y se notaba que no le hacía ni pizca de gracia la situación—. Espero que no estén porque me han arruinado el polvo y me dejan de mala leche.

—Te dije que podíamos habernos quedado allí —susurré de vuelta. Vi la sonrisa que soltó y me arrepentí de mis palabras al instante.

—¿Es muy tarde para darnos la vuelta? —le di un pequeño codazo con una sonrisa, la cual murió al ver como Morgan nos miraba con una ceja enarcada y una sonrisa de suficiencia.

Vivien estaba centrada mirando la carta de postres, pero levantó la mirada al escucharnos llegar.

—¿Mucha cola en el baño? —preguntó con una sonrisa mientras cerraba la carta. Me separé al instante de Oliver sintiendo como todos los colores se me iban a la cara. Morgan soltó una carcajada. Oliver carraspeó y se sentó en su silla.

—Muy larga —fue lo único que contestó.

No mencionó lo que había escuchado. Si Vivien sabía que su hijo estaba aquí tampoco dijo nada. Ambos evitaron el tema y supuse que no era algo de lo que les gustaba hablar. Por lo que sabía, Vivien se encargó de la crianza de su nieto ya que los padres pasaban del tema y se preocupaban más de dar una buena imagen de familia feliz frente a las cámaras y el público, pero luego eran unos padres nefastos. Así que intuía que a Vivien le molestaba que su único hijo tratase así a su único nieto.

El camarero nos trajo nuestros postres y yo casi que me muero del gusto cuando probé la tarta de zanahorias. Morgan miraba con pasión y con algo de baba cayéndosele de la boca al volcán de chocolate con una bola de helado. La cuchara se me quedó suspendida en el aire a ver a una pareja perfectamente vestida venir hacia nuestra mesa. Por Einstein, ¿eran quiénes yo creía? Qué se diesen la vuelta, qué se diesen la vuelta.

—Cuando el encargado me dijo que mi madre estaba cenando aquí con mi hijo no me lo creía —una voz grave resonó por toda la mesa.

Santa Teoría de la Relatividad. ¿Por qué no habían seguido para delante? Oliver estaba tenso en su silla y había dejado la cuchara en el plato con un golpe seco. Tragué saliva y me tensé en el sitio. Morgan parecía ajena al drama, pero también se intuía algo de lo que pasaba. Vivien se levantó y con una sonrisa abrazó a su hijo y a su nuera.

—Hijo, que grata sorpresa. No esperaba veros hoy aquí. Pensaba que teníais una cena importante, por eso no os he llamado.

En los rasgos del senador podía ver la semejanza con Oliver: los mismos ojos verdes que parecía que podían traspasar tu alma y conocer todos tus secretos, el mismo porte regio, la misma constitución y el mismo cabello castaño, aunque el suyo estaba algo canoso debido a la edad. La madre de Oliver tenía los ojos azules y un cabello rubio platino. Estaba perfectamente vestida con una falda de tubo negra y una blusa blanca. Parecía que el código de vestimenta de este restaurante era blanco y negro, pues todos veníamos con las mismas tonalidades.

—Se ha cambiado la localización a aquí —sus ojos viajaron por toda la mesa hasta acabar en su hijo, quien no dejaba de mirar el plato—. Vaya, pero sí es mi hijo que no ha tenido la decencia a venir a vernos en toda la semana —su voz era calmada y lo dijo con una sonrisa, pero sabía que era una farsa.

Ahora deseaba estar a su lado en lugar de en el de Morgan. Así podía apretar su mano bajo la mesa para intentar calmarle y brindarle paz. Los ojos del senador cayeron en Morgan y en mí y sonrió, colocando una pose más formal.

—No sabía que teníais compañía. Frederick Moore —acepté su mano para no parecer una maleducada, pero no había cosa que más me repulsara—, senador del estado de Massachussets y futuro candidato a gobernador —su tono formal me asqueaba. Todo en él gritaba que era como mi progenitor, alguien que fardaba de ser lo que no era.

—Señor Moore, una foto con su familia para el periódico —una persona desconocida interrumpió la tensión del ambiente.

Oliver se levantó con pesadez y se colocó junto a su abuela. Metió las manos en los bolsillos de los pantalones y posó de manera tensa y rígida. Vi como su madre le decía algo en el oído y forzaba una sonrisa. Me tragué el nudo en el estómago mientras veía como hablaba con su padre con fingido entusiasmo y admiración.

—Estoy tensa hasta yo, ¿cómo no se dan cuenta de lo mal que se llevan? —susurró Morgan en mi oído.

—Las personas solo ven lo que quieren —le contesté y descrucé los brazos.

El senador y su mujer se despidieron de nosotros haciendo una especie de propaganda para que le votásemos en las próximas elecciones, pero no pensaba hacerlo. Nunca me había caído bien y, después de ver lo que había visto me caía mucho peor.

Oliver se sentó de nuevo y pidió la cuenta. Vivien agarró su mano y le sonrió con ternura y en un intento de calmarle. Podía sentir como su pierna temblaba bajo la mesa en un ritmo nervioso y frenético.

—Violet y Morgan, ¿por qué no os vais ya para casa? Yo me encargo de pagar todo, no os preocupéis —Vivien se dirigió hacia nosotras.

La pelinegra y yo nos miramos y asentimos con preocupación. Se despidió de nosotras y de su nieto dentro del restaurante. Sus delgados dedos rodearon mi espalda al darme un abrazo, escuché el susurro en mi oído y asentí en respuesta. El aparcacoches le tendió la llave a Oliver.

—Creo que voy a dar una vuelta por Boston, hay cosas que no he visitado todavía —habló Morgan una vez que nos montamos. Fruncí el ceño y le miré con confusión. Se acercó a mí y me dio un abrazo —. Creo que es mejor que vayáis a algún sitio a solas, tranquilízale como tú sabes, novata.

Asentí levemente y me separé de ella. Aunque a decir verdad, normalmente le ponía más de los nervios que otra cosa. Oliver apretaba el volante con una mano y con otra la palanca de cambios. Le indiqué que ya podíamos irnos, asintió y arrancó el coche. Vi a Morgan sacar un cigarro del bolso y encendérselo mientras que salíamos del aparcamiento. A medida que nos movíamos más, el coche aumentaba la velocidad. Oliver era un auténtico loco al volante. Mi mano viajó hacía la agarradera y se quedó allí apretándola con fuerza debido el miedo que me daba.

Las calles de Boston no se conocían por ser muy circulables y menos para hacer una carrera como estaba haciendo Oliver. Temía por nuestra vida y porque un policía midiese la velocidad y decidiese pararnos y multarnos. Por lo que clavé los talones en las alfombrillas del coche y exclamé el nombre del conductor.

—¡Oliver! ¡Para, qué nos vas a matar! —rebajó la velocidad y continuó conduciendo hasta que aparcó en el aparcamiento de un descampado. El aire cálido de la noche entraba por la ventana.

Pegué un salto en el asiento cuando le escuché gritar y pegarle al volante. Recordé el día en el que le vi tirar la pelota de rugby al suelo y proferir un grito en el campo de la universidad. Ese día no fui capaz de acercarme porque no creía que fuera mi lugar hacerlo, pero ahora sí. Ahora era mi turno de devolverle el favor que me hizo el día del ataque de pánico. Agarré su cara con mis manos y le obligué a mirarme, acaricié la escasa barba que le estaba comenzando a crecer. Eso hizo que centrase su atención en mí.

—No pensé que fuese a aparecer. Y si lo hacía, pensé que iba a ser capaz de soportarlo, pero no lo hago. No los soporto a ninguno —le sonreí con tristeza. Sus ojos llenos de lágrimas terminaron de romperme—. Están siempre con que seamos una familia perfecta y modelo, pero es una mierda como una casa de grande. Solo quieren quedar bien ante las cámaras. Odio estar aquí y pasar tiempo con ellos, solo vengo por mi abuela y nada más —su voz estaba cargada de rabia e ira. Asentía a cada palabra que decía y le acariciaba los pómulos como consuelo—. Intento venir lo menos posible y hablar con ellos lo justo y necesario. Siempre tienen algo que decir para sacarme de mis casillas y criticarme.

—¿Por eso te quedas el verano en Holmgraves? —asintió. Agarró una de mis manos y dejó un beso en ellas, le sonreí levemente—. Ahora tiene sentido que te viese en navidades por la ciudad —rió levemente y apoyó la cabeza contra el asiento del coche. Era una risa irónica y llena de dolor.

—¿Sabes lo qué más odio? Que por mucho que me esfuerce por estar lejos de ellos, siempre hay algo que me hace volver. Por mucho que los odie no puedo desaparecer de su vida ya que comenzarían las preguntas y ¿qué pensaría el pueblo si el hijo del senador no hace caso a sus padres? Tengo la excusa de la universidad y por eso me pierdo la mayoría de los eventos, pero odio posar y fingir que me llevo de puta madre con ellos, como he hecho hoy —se había desabrochado los dos primeros botones de la camisa y hablaba con los ojos cerrados—. Mi abuela me cubre una parte de los gastos y porque no dejó de insistir, pero el resto lo pago yo con la beca. Aun así, tengo que aparecer de vez en cuando y hacerme el hijo perfecto que ellos quieren.

—Espera, rebobina. ¿De qué beca estás hablando? —pregunté con incredulidad. Él abrió un ojo y sonrió con diversión, dejando a un lado el malestar y cabreo que le causaba hablar de sus progenitores.

—Tengo una beca para estudiar gracias al rugby, cervatillo. ¿No lo sabías? —me quedé con la boca abierta—. A los dieciséis años decidí desvincularme de mis padres, así que comencé a estudiar más en serio y a dedicarme al fútbol. El entrenador Pitcher me recomendó echar una beca y vinieron unos patrocinadores —se encogió de hombros—. Me cubre la mayor parte de los gastos, también tengo ahorros y la ayuda de Vivien. El apartamento es suyo y no tengo que pagar alquiler. Me pasa algo de dinero al mes, pero no lo toco ya que no quiero aprovecharme de ella ni que mis padres le digan algo.

—¿Me estás diciendo que sí que necesitabas una beca? —estaba confundida e impactada. Asintió con diversión. Le di un golpe en el pecho con la mano y le miré incrédula—. ¡Me he llevado desde principio de curso pensando que la echaste por orgulloso! Por eso te llamaba niño de papá —Oliver rompió a reír y yo me tapé la cara avergonzada.

—En realidad soy un niño de la abuela —continuó riendo, olvidando el cabreo que tenía minutos atrás. Negué con la cabeza mientras me mordía el labio inferior.

—Eres un bucéfalo, pensaba que eras un tipo de niño rico.

—Ya, me quedó claro con todas las cosas que me decías. Y no te falta razón, soy un niño rico, pero gracias a mí mismo y a mi abuela.

—Eres increíble.

—Gracias.

—No era un cumplido, orangután —él continuó riéndose, sus ojos se achicaron debido a la gracia que le hacía mi confesión. Su risa era sincera, con la cabeza echada para atrás mientras se carcajeaba.

Me volví a reafirmar.

La risa de Oliver era el sonido más bonito que mis oídos habían escuchado.

Su mano tiró de la mía en el asiento, quedé a horcajadas de él mientras él continuaba riéndose de mí. Le di un golpe en el pecho, pero su mano atrapó la mía hasta que nuestros pechos se tocaron. Cerré los ojos cuando chocó en un suave roce nuestras narices, sonreí con ternura. Chillé cuando tiró de la palanca del asiento para ponerlo horizontalmente, él solo rio a causa mi desconcierto.

La tela del vestido se me había subido hasta los muslos debido a estar encima suya, cosa que aprovechó para llevar sus manos de mi cintura hasta mi trasero y dejar un apretón. Apoyé una mano al costado de su cara y con la otra me aparté el mechón de pelo que me caía por la cara. Oliver levantó el rostro y unió nuestros labios en un lento y suave beso.

—¿Voy a poder quitarte ya el vestido? —reí junto a sus labios y asentí.

El ritmo del beso cambió debido a esa afirmación. El apretón en mi trasero me hizo gemir en sus labios y eso le hizo sonreír. Mis manos buscaron los botones de su camisa y desabroché con algo de torpeza los que quedaban puestos. La correa de sus pantalones desapareció después. Por Einstein, esto era más incómodo que como lo pintaban las películas. Apenas nos podíamos mover y ya ni comentaba la que lio Oliver para sacar su cartera del bolsillo.

—No me acordaba de lo complicado que era hacerlo en un coche.

Reímos a la par y continuamos. Nuestra ropa interior desapareció en pocos minutos. Solo fue testigo de lo que ocurrió en ese coche la luna que brillaba desde lo alto del firmamento.

El aeropuerto Internacional Logan era más imponente de lo que parecía en fotos.

O quizás no era imponente en nada y lo que me pasaba era que me daba miedo irme sola a Washington. Quizás me daba pánico tener que irme por tres meses y estar sola de verdad. O quizás solo eran los nervios de tener que montarme por primera vez en un avión. No me daban miedo las alturas, me gustaría trabajar en la NASA, pero era extraño viajar por una máquina de metal por el aire.

Oliver arrastró mi maleta hasta la zona pública del aeropuerto. Se propuso acompañarme por la mañana y esperar a que entrase en la zona de embarque. Morgan iba a mi lado, agarrándome el brazo y bostezando de sueño. Eran las ocho de la mañana, dos horas antes de que saliese el vuelo, y era bastante temprano para lo que estaba mi amiga acostumbrada a despertarse. Pero tenía un gran sentido de la puntualidad y prefería llegar con horas de antelación a los sitios en lugar de llegar con el tiempo justo, como solía hacer la tatuada.

Como todavía quedaba más de una hora para que abriesen las puertas del avión, decidimos quedarnos en la zona pública y aprovechar el tiempo. Morgan estaba sentada a mi lado con una gran sudadera negra cubriéndole el torso y la cabeza. Parecía que se iba a quedar dormida de nuevo de un momento a otro. Oliver fue en busca de algo para beber y refrescarnos. Morgan aprovechó su marcha para levantar la cabeza con una sonrisa pícara y divertida.

—¿Anoche qué, novata? —me acomodé en la silla de metal y sentí como me sonrojaba—. ¿En qué habéis quedado? ¿Amigos con derecho? ¿Pareja? ¿Vais a dejar estancado lo que sea que tengáis hasta que vuelvas?

—Pero ¿tú no estabas a punto de quedarte dormida? —cuestioné interrogante. Ella meneó la mano restándole importancia a ese dato.

—Mis ganas de cotilleos vence al sueño —aclaró y reí con diversión.

Me encogí en el asiento y pensé en la respuesta. Tenía las manos metidas en la sudadera de color rojo que Oliver me había prestado al salir del apartamento y darnos cuenta de que hacía más frío del que esperábamos en una mañana de junio. Recordé la noche anterior, en cómo nos habíamos quedado tirados en la parte trasera de su coche mientras charlábamos antes de volver al apartamento, en todas las cosas que conocí de él. Recordé sus yemas dejando caricias por todo mi brazo y en su forma de acariciarme la cabeza. Todo eran gestos e indicaban lo que no éramos capaces de decir con palabras; lo que yo no me atrevía a decir.

—Vamos a ver como va la cosa —respondí.

Cuando Oliver me preguntó cómo lo íbamos a hacer, no supe que responderle. Me daba miedo que fuésemos pareja y por culpa de la distancia se rompiese todo. Sabía que él no queríamos que fuésemos amigos con derecho ni mucho menos, pero tampoco dijo con palabras lo que esperaba de nosotros. Así que llegamos a la conclusión de ver como se desarrollaba la cosa mientras estaba fuera. Incluso hice una planificación para las llamadas y para poder hablar. Él se rió de mi amor al orden y planificación, pero estuvo de acuerdo. Así que eso decidimos, no tener nombre a lo que fuese que éramos.

«—Cuando vuelvas, pienso llevarte a una cita en condiciones —comentó con convicción, reí levemente ante su determinación y asentí.

—Buena suerte con eso, orangután.

Su sonrisa divertida incrementó, al igual que las cosquillas en mi vientre. Reí sobre su cuerpo y deseé que estuviésemos en un espacio más amplio, no en el asiento trasero de su coche. Pero no me importaba, me encontraba a gusto y en paz a su lado.

Y eso era lo importante».

—La estúpida máquina expendedora no tenía croissants —lanzó una bolsa de plástico que Morgan cazó al vuelo. Dentro había galletitas que no tardó en comenzar a comer. Oliver nos tendió los cafés de máquina y me relajé en el asiento. Hice una mueca porque estaba asqueroso, pero era mejor que nada—. ¿A qué hora abrían las puertas? —su nuez bajó junto al líquido marrón. Me relamí los labios antes de hablar.

—Media hora antes del vuelo —le di un sorbo a mi bebida y miré mi teléfono.

Todavía quedaba un rato para que abriesen, por lo que podía quedarme un par de minutos más con ellos. Eché en falta a la morena y al rubio, pero no habían podido venir y ya nos habíamos despedido el día anterior. También eché en falta a mi hermano, pero no sabía si iba a poder venir y no habíamos podido ir a recogerle.

—Voy al baño. Cuídame la maleta, Morgan —señalé la maleta negra y a mi amiga, esta asintió con desgana y se acomodó más en el asiento.

Yo llevaba tiempo despierta porque los nervios no me dejaban dormir, pero no tenía tanto sueño como mi amiga, quien parecía que se iba a quedar dormida de un momento a otro en los incómodos asientos del aeropuerto. Se lo dije a ella, pero sabía que no iba a prestar mucha atención. Al salir del baño me choqué con una persona, le pedí perdón incontables veces. Al parecer sí que estaba más dormida de lo que pensaba.

—Pero sí es la chica del otro día —fruncí el ceño confusa y me di la vuelta.

El chico pelirrojo de la otra vez me sonreía con alegría. Hice memoria de su nombre. Era Mason Kane, el novio de la actriz que mi hermano tanto parecía admirar, Sophie Thompson. Llevaba un gorrito de lana que tapaba parte de su anaranjada cabellera, junto a unos vaqueros y una camiseta de un grupo de rock.

—No voy a hacerte de escudo otra vez —no pude evitar hablar, causando su risa.

—Oh, no, no te preocupes por eso —se rascó la parte trasera de la cabeza con una sonrisa incómoda. Miró por todos lados y se tensó en el sitio al clavar su mirada detrás de mí. Me di la vuelta y vi a Oliver con cara de perro acercándose hasta nosotros—. Tu rottweiler quiere matarme —reí levemente y sentí el brazo de Oliver rodear mis hombros. Su aroma a coco se hizo más evidente.

—¿Algún problema? —sonrió divertido y miró al pelirrojo. Le di un codazo en el estómago y me miró con diversión.

—Le estaba pidiendo disculpas a tu chica por lo del otro día. Fuiste a la primera persona que vi. Sophie cuando se enfada es una fiera.

—¿Qué estás diciendo de mí, zanahoria? —el chico se tensó cuando sintió la mano y la voz de su novia en su hombro. Reí levemente, pude notar que había un hombre vestido completamente de negro a unos metros de distancia de nosotros. Se debía tratar de su escolta.

—Que tu belleza es como una esfera de bella —la chica rodó los ojos, yo fruncí mi ceño en confusión y Oliver rió descaradamente por la reformulación del pelirrojo.

Me quedé de piedra cuando una tercera y cuarta persona se unieron a la conversación. Tuve que pellizcarme en brazo y el brazo de Oliver, quien me miró con diversión, para asegurarme de que era cierto y no se trataba de un sueño.

—Mason, si sigues entreteniéndote, vamos a perder el vuelo —el chico pelinegro le dio un golpe juguetón en la cabeza. Abrí la boca y la cerré varias veces por culpa de la vergüenza que tenía.

—Cervatillo, cierra la boca que te van a entrar moscas —empujé fuera de mi alcance al orangután y sentí como me ponía colorada al haber llamado la atención del grupo de cuatro.

Sus ojos azules se centraron en mí y sonrió con algo de timidez. Su cabello era tan negro como había visto en los videoclips que Morgan me había mostrado una y otra vez. La chica al lado, algo más bajita y regordita, enfocó sus ojos marrones y me sonrió también. Estaba soñando, era algo definitivo. No podía creerme que tuviese delante de mis narices a Adam Foster y a April Williams.

¿Dónde estaba Morgan para ver esto?

—Venga, cervatillo, ¿tú no estabas tan enamorada de Adam? Ahora es el momento de decírselo —susurró Oliver, pero lo dijo lo suficientemente alto para que se enterasen. Le fulminé con la mirada y quise pegarle un puñetazo. La chica del cabello castaño por los hombros comenzó a reírse.

—Es todo tuyo si lo quieres, pero prepárate para que te despierte por estar ensayando —reí en un intento de disipar la vergüenza que tenía en mi organismo. Adam se quejó con diversión, pero revolvió el cabello a su novia y le miró con los ojos llenos de admiración y ternura.

—¿Quieres una foto? ¿Cervatillo? —dijo el mote con el que había sido bautizada con confusión. Ese mote en sus labios era música para mis oídos.

—Solo yo puedo llamarle así —carraspeó Oliver llamando la atención de todos.

—Soy Violet y sí, me encantaría hacerme una foto con ustedes —empujé al orangután y le di mi teléfono para que hiciese la foto. Este rodó los ojos, pero no se opuso y me hice una foto con la parejita y con la otra parejita, pues le prometí a Jason ver alguna película de su actriz favorita—. Mi mejor amiga fue la que me mostró todos tus libros y con él comenzó mi amor a la lectura de fantasía juvenil — le comenté a April.

—¿En serio? ¡Qué ilusión! —vi como sus ojos se llenaban de lágrimas y recordé a Morgan contarme como siempre que recibía noticias sobre su vida de escritora, se ponía a llorar de la emoción.

¿Dónde diantres estaba Morgan y por qué no me cogía el teléfono?

De repente, la voz de mi amiga se escuchó por todo el aeropuerto. Los seguratas se pusieron alerta y le impidieron el paso, pero con unas palabras de Adam, pudo pasar. Saltó en los brazos de la castaña y le entregó un libro completamente nuevo, ya se lo había leído porque reconocí la portada que me regaló. Le temblaban las manos al decirle su nombre.

—En cuanto he recibido el mensaje que corrido hasta la librería del aeropuerto y he comprado el ejemplar que más me gusta de tus libros —juraba que Morgan iba a comenzar a llorar en cualquier momento. Pero April no se quedaba atrás.

—Jo, qué ilusión, en serio —su novio miraba con alegría y orgullo la escena. Nos miró a las dos con secretismo y se acercó a nosotras susurrando—. No puedo decir mucho o mi mánager me mata, pero pronto habrá noticias de algo nuevo —sonrió con alegría y Morgan y yo nos miramos sabiendo lo que significaba: estar pegadas todo el día a sus redes sociales.

—Señor Foster, hay que coger el vuelo ya o tendrá que esperar al siguiente —uno de los guardaespaldas habló e hizo que todo el grupito se tensase y moviese.

—¡Ha sido un placer conocer a dos fans tan leales! —habló el pelinegro despidiéndose con la mano.

Nos despedimos entre lágrimas por parte de la tatuada, sonrisas por mi parte y diversión por parte del orangután.

—Vaya que le gusta causar revuelo —se estiró y nos llevó hasta la zona donde estábamos sentados.

—Tú eres más creído todavía, orangután —le respondí con diversión.

Estaba tan centrada en conocerles y en que Morgan llegase, que no vi que no llevaba la maleta con ella. Entré en pánico porque llevaba mi ordenador y todo lo necesario ahí dentro. Pero mi hermano estaba junto a la maleta, nuestro progenitor estaba a un lado mientras miraba el teléfono móvil. Cuando Jason me vio, se levantó y quiso chocar los puños, pero yo lo apreté en un abrazo. Saludé con un movimiento seco de cabeza a Andrew y me centré en mi hermano. Estaba algo agradecida porque lo trajese a despedirse, pero no pensaba demostrárselo.

—Llámame si necesitas algo, lo que sea —apretujé a mi hermano entre mis brazos y le miré a la cara.

—Qué te vas tres meses, no tres años, pesada —sus mejillas estaban coloreadas, pero su rostro serio y avergonzado. Me separé de él y le revolví la melena que se estaba dejando—. No te vuelvas más friki y pelmazo.

—Y tú estudia para que vuelvas antes a casa, cabezón.

—Por no verle la cara a ese saco hasta matrícula —reí con ganas ante sus palabras.

Sentí el aroma a tabaco de Morgan y me giré con una sonrisa.

—No te vayas a echar a una mejor amiga fan de los cohetes allí. Para cohete el que me fumo de maría —rodé los ojos y estreché entre mis brazos a la pelinegra—. Lo digo en serio, en tres meses da tiempo para mucho —susurró en mi oído y reí entre sus brazos. Sus uñas de gel negras me pincharon las mejillas a la par que sonreía—. Pásatelo muy bien y disfruta de la experiencia, no te pases todo el día encerrada. Estoy segura de que las personas que van harán algo para divertirse, únete a ellos. A no ser que sea ilegal —me advirtió. Sus negros ojos me miraron con un brillo de diversión—. Si es ilegal me llamas a mí y yo me uno a la diversión.

Me separé de ella y busqué a Oliver con la mirada, pero había desaparecido para ir al baño. Ya quedaba poco para meterme en la zona de pasajeros y buscar mi puerta de embarque. Ya había facturado la gran maleta que traía y solo me quedaba despedirme. Oliver era la única persona que me quedaba, ya que hice caso omiso de mi progenitor y me centré en las personas importantes.

—Voy a buscar al orangután —hablé.

—Muñeca, estaba pensando que podrías pasarte un día por aquí.

Escuché como mi hermano le decía a Morgan en un tono coqueto y galán. Sonreí con diversión mientras escuchaba la respuesta bromista de mi amiga y como le daba un corte. Vislumbré la trabajada espalda de Oliver, sus músculos estaban tensos bajo la apretada camiseta de manga corta gris que llevaba. Fruncí el ceño y frené en seco cuando vi que estaba hablando con alguien. Todos mis instintos de pusieron alerta al ver que se trataba de una chica con la tez morena y pelo oscuro. Era Yvonne. Ambos mantenían lo que parecía ser una seria discusión.

Me tensé cuando los negros ojos de la chica me divisaron. Lo hizo de manera disimulada. Abrí los ojos y tragué saliva cuando vi como se alzaba de puntillas y acercaba el rostro de Oliver al suyo. El labio inferior me comenzó a temblar al ver como unían sus labios en un beso.

Me di la vuelta sin miramientos. Sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas y un nudo en la garganta que me impedía respirar. Agarré la maleta sin decir nada a mis amigos y me la coloqué sobre los hombros. Morgan me miraba preocupada e interrogante, Jason lo hacía con confusión. Negué con la cabeza mientras intentaba ahuyentar las lágrimas que amenazaban con salir. Intentaron pararme, pero no lo permití. Entré en la zona de embarque en el momento que Oliver llegó frenético y nervioso hasta la zona donde estaban mi amiga y hermano. Pude ver el resto de labial rojo en la zona superior de la boca. Jason también lo vio.

Lo siguiente que vi fue a Oliver recibir un puñetazo por parte de mi hermano menor en la mandíbula.

Los ojos verdes del orangután conectaron con los míos desde la distancia, tenía la boca abierta e intentó correr detrás de mí, pero le impidieron el paso los de seguridad.

Escuché su voz gritar mi nombre en desesperación, pero yo ya estaba lejos de su alcance.

Mi lado racional decía que no era su culpa. Yvonne había sido la que lo había besado, lo había hecho a conciencia de que yo estaba presente. Lo había hecho para hacerme daño.  Aunque mi lado emocional no quería verlo así. Mi lado emocional y sentimental se preguntaba por qué había estado hablando con ella y por qué no había reaccionado al verla acercarse tanto a él. No me paré a mirar si la quitó de su lado, no quería saberlo. Él y mi madre volvían a tener razón: amaba huir de los problemas y adversidades. Pero no me quería quedar a comprobar por qué ni de qué estaban hablando.

No quería saber nada más de Oliver Moore.

La cita en condiciones podía irse al infierno.

¡Hola!

Lo prometido es deuda jeje

¿En serio no hay más restaurantes en la ciudad?

Quiero golpear al padre de Oliver muy seriamente. Deberían haberse quedado en el baño :(

¿Quién se iba a imaginar que Oliver tenía una beca por el rugby? Ahora entiendo por qué se toma tan en serio los partidos jajaja

eeeee

Vi con la sudadera de Oliver <33333

¿qué ha pasado?

Violet conociendo por fin a Adam y a su escritora favorita. Morgan corriendo de una punta a otra para poder tener su libro favorito firmado <3

Wait, ¿qué coño hace Yvonne?

Violet, quiero abrazarte y pegarte al mismo tiempo :) ¿sabes que es cosa de Yvonne y aun así te vas sin esperar respuestas? ¿por qué huyes tanto? :(

El puñetazo de Jason >>>>>>>

El grito de Oliver llamando a Violet <<<<<<

¿Qué pensáis vosotras de todo lo que ha ocurrido?

Mención especial a todas esas personitas que se han empezado a leer Rivales en la cima y dejan su amor con votos y comentarios. Me hacéis muy feliz :)

@inesukki este capítulo va dedicado a ti, gracias por seguir la historia de Oliver y Violet. Me hace mucha ilusión ver lo rápida que te has puesto al día y tus aportaciones a la historia.

***

El otro día participé en una ronda de portadas que hacía una cuenta. La portada me parece preciosa y es una maravilla. La chica hace magia y tiene portadas que son alucinantes en su repertorio. Desgraciadamente, estoy tan arraigada a la actual que me duele mucho cambiarla y no soy capaz, pienso que lo cambiaría todo.

Aun así, debido al esfuerzo y tiempo que se tomó, quiero que la veáis por encima y que le echéis un vistazo a su trabajo por si queréis que os haga una portada en algún futuro. Muchísimas gracias ❤️

La portada:

La encargada de hacer esta obra de arte:
DreamsGraphics

***

Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️

¡Muchas gracias! Nos leemos,

Maribel❤️

Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)

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