Cuarenta y siete
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El ambiente estaba cargado de tensión. No sabría decir si lo estaba más que cuando Noah estaba en la ecuación, pero, sin dudas, estaba muy caldeado y podía reventar en cualquier momento.
Cole mantenía su brazo sobre mis hombros y sonreía con fingida inocencia. Todavía me seguía recomponiendo del beso falso y de la sensación de sus labios sobre los míos. Sobria no me causaban nada. Aunque tampoco era como que despertase mil sentimientos en mí cuando nos besamos yendo como una cuba. Simplemente no me causaba nada. Pero había aprendido a fingir y a poner cara de que me encantaba. Y eso era lo que Oliver veía.
Me paré a mirarle por primera vez en toda la noche. Todavía me dolía mirarle porque solo veía los labios de Yvonne sobre los suyos y rodear a la pelirroja con sus brazos en un cariñoso abrazo. Pero ese dolor se iba cuando le miraba a los ojos y veía como su mirada solo mostraba un brillo extraño y dudoso, pero no sabía que significaba. Por lo que desvié mi atención de sus ojos y recorrí el resto de su cuerpo. La camiseta negra de mangas cortas se le ajustaba a la perfección a los bíceps marcados por el arduo entrenamiento que realizaba. Tragué saliva ante esa imagen y volví mi atención a su cara, donde me encontré una quijada apretada y una sonrisa nada divertida.
—Oh, creo que no nos han presentado. Soy Cole Martins, el novio de esta traviesilla —me tensé bajo sus brazos y quise pegarle un codazo por la elección de sus palabras—. Nos hemos visto varias veces por la universidad, aunque nunca hemos hablado.
—Ah, ¿sí? Pues yo no tengo ni puta idea de quién eres —contestó con simpleza y sequedad. Su voz estaba cargada de veneno y ácido dirigida al rubio, quien solo sonrió. Yo rodé los ojos ante el comportamiento de ambos.
—Está claro, el mariscal del equipo no tiene tiempo para nadie nada más que para sí mismo —mencionó con sorna y el otro apretó más la mandíbula, si eso era posible. Por Einstein, ¿por qué no me había quedado en casa?
—Sam no me había dicho que habías llegado ya —le ignoró y se dirigió a mí. Tragué saliva y me encogí de hombros fingiendo indiferencia.
—Le dije que no te lo contase —asintió con lentitud.
Iba a decir algo más, él iba a añadir algo, pero una cabellera pelirroja corría a nuestro alrededor hasta lanzarse en los brazos de Oliver, quien la agarró con algo de sorpresa, aunque no despegó la mirada de la mano que Cole tenía sobre mis hombros. Heather abrió los ojos en incredulidad y me dio un gran abrazo que me dejó sin respiración. ¿Por qué me abrazaba? ¿No sabía que odiaba los abrazos que venían de la nada? Heather me resultaba muy extraña y sentía que ocultaba algo raro y malo, por eso era por lo que odiaba y me molestaba tanto que Oliver hubiese pasado página con ella.
—¡Ese vestido te queda de muerte! —exclamó mirando el vestido rojo que Morgan me había prestado. La verdad era que cuanto más lo miraba, más me gustaba como me sentaba. Incluso las ondas que Morgan me había hecho en el pelo me encantaban—. ¿Y este chico tan mono? ¡Pero qué pilla eres, Violet! ¡Menudo novio te has echado! —exclamó de nuevo con una amplia sonrisa. Le sonreí de vuelta con falsedad y le pedí a Einstein que se largase ya.
—Heather, ¿no querías una cerveza? —preguntó Oliver con simpleza. La pelirroja asintió y le sonrió con gratitud. Hizo un puchero y junto las manos de manera inocente mientras miraba al orangután con ojos tiernos. Esa escena hizo que agradeciese haber cenado de manera ligera o, de lo contrario, iba a vomitar.
—¿Me acompañas hasta la cocina, Olivercín? —borré mi sonrisa y me tensé bajo los brazos de Cole, quien me miraba sin entender. Oliver apretó los labios con algo de tensión y malestar mientras que miraba a la pelirroja sonreír con inocencia. La cual, a medida que pasaba más tiempo con ella, pensaba que se trataba de una farsa.
Heather no parecía nada inocente ni tierna como aparentaba ser. Sabía donde atacar para hacer daño. Y le estaba funcionando muy bien, porque que utilizase el mote que yo utilizaba con Oliver para dirigirse de manera cariñosa hacia él dolía. Dolía mucho porque él no hacía nada para corregirle. ¿Se habrá pasado todo el verano diciéndole así? ¿Tendrá él un mote ridículo y estúpido para ella? ¿Lo odiará y amará a partes iguales como yo hago con el «cervatillo»? Por Einstein, ni siquiera sabía si quería saber la respuesta a eso.
—Podríamos quedar un día los cuatro juntos —sugirió Cole cuando Oliver y Heather se dirigían a la cocina. El primero apretó los labios y siguió a la pelirroja hasta la habitación para coger unas nuevas bebidas.
Me volví hacia el rubio y quité su brazo de mi hombro de forma brusca. Este me miró frunciendo el ceño en confusión. Apreté los labios y le miré con cabreo. Resoplé con fuerza y solté lo que llevaba pensando durante la corta conversación con el orangután.
—No vuelvas a decir que somos novios. Jamás —le di un golpe en el pecho con mi dedo índice y respiré para calmar mi mal humor.
—¿Por qué? Se te veía dispuesta a cabrearle y eso lo está haciendo —preguntó incrédulo. Abrí mis ojos con escepticismo y solté una risa amarga.
—En ningún momento dije que estaba dispuesta a hacerlo y, mucho menos, te dije que podías besarme —volví a espetarle.
La escasa conversación con Oliver me había hecho pensar. Verle junto a Heather me había hecho pensar. Me dolía ver que había pasado página y que lo hubiese hecho con ella. Me dolía verle así con alguien que no era yo. Pero yo había tenido mi oportunidad y la había dejado pasar por culpa de mis inseguridades, miedos y mal carácter. No podía culparle. Él no tenía la culpa de nada. Bastante había aguantado durante meses a mi lado. Estaba en su total derecho a rehacer su vida cuando le empujé fuera de la mía. No podía recriminarle y exigirle nada. Eso fue lo que me había dicho mi madre.
Aunque una parte de mí quería seguir haciéndole daño y darle una probada de su propia medicina. Ya le había fastidiado suficiente con el tema de Noah. Ya había sido suficiente sufrimiento para él cuando no estaba segura de lo que sentía. No podía hacerle más daño ni lastimarle. Aunque cuando no estaba segura de mis sentimientos no era mi culpa, pero sí lo fue cuando lo estuve pero no tuve el valor de decirle nada y seguir haciéndole la puñeta. Debía mostrarme como una persona adulta y responsable. Hacerle la puñeta celándole no iba a cambiar nada y me iba a dejar como si fuese una niña pequeña y no una joven de diecinueve años.
Si Oliver Moore había pasado página estaba bien. Se merecía ser feliz, aunque no fuese a mi lado.
Se merecía ser feliz, aunque a mí me desgarrase por dentro verle reír con otra persona.
Eso me repetía una y otra vez mientras que le veía charlar con Heather en la cocina. Morgan me miraba con preocupación y me pasó el botellín de cerveza que dejé a medias. Le di un gran sorbo hasta acabarme el contenido y sonreí a mis amigos. Sam no paraba de menear su pierna y se mordía las uñas. Alek a su lado le ponía una mano en la rodilla para calmar sus nervios. Cole hacía como si nada, bebía de su botellín de cerveza con tranquilidad.
—¿Quieres otra, fiestera? —habló Cole acercándose a mí y sacándome de mi ensoñación. Asentí porque no pensaba aguantar mucho en esta fiesta ni a esos dos sin una gota de alcohol en mi sangre. Bueno, sin estar como a Morgan le gustaba decir: Teletubbie perdida.
Cole se levantó y caminó entre la multitud hasta la cocina. Tragué saliva porque seguía viendo a Oliver desde mi sitio. No quería mirarle, no quería saber qué estaba haciendo, pero una parte de mí solo hacía mirar y observar en su dirección. Su mera presencia me llamaba a mirarle.
—No me puedo creer que te haya besado delante de Oliver —soltó la pelinegra con algo de diversión en la voz—. La cara que se le ha quedado ha sido increíble.
—Yo tampoco me lo puedo creer. No sé qué mosca le ha picado, pero le dije que no lo hiciese —repliqué frunciendo la nariz al recordar el tacto de sus labios.
—¿No quieres poner celoso a Oliver? —preguntó con extrañeza.
—¿Para qué? Ya le he hecho suficiente daño. Además, tú eres la que tiene las buenas ideas y me das consejos, ¿qué clase de consejo es este?
—Ya te lo he dicho antes, me habló un par de veces y dejó de hablarme en las vacaciones. Se merece sufrir un poco —sonreí algo divertida ante su explicación y negué con la cabeza.
—Oh, venga ya. Ambos sois adultos como para estar en este tira y afloja y celaros de esa manera —contestó Alek dándole un sorbo al contenido de su vaso de plástico rojo. Sam asintió a lo que decía su novio y yo volví a negar con la cabeza.
Después de lo que había vivido la noche de hoy, necesitaba una larga sentada pintando mientras escuchaba música clásica en mi habitación. Necesitaba reflexionar mucho y averiguar qué debía hacer. Aunque tampoco era que pudiese hacer mucho. Oliver tenía novia, era su decisión. No podía simplemente volver a meterme de lleno en su vida como si nada.
Ya lo había dicho. Pero había algo en Oliver que simplemente me atraía y atrapaba. Era una comparación estúpida, pero era como si yo fuese una polilla y él un gran farolillo lleno de luz. Me incitaba a mirarle y a centrar toda mi atención en él y en sus movimientos. Y eso hice: enfoqué mi vista hacia la esquina de la sala donde él se encontraba.
Él ya me estaba mirando.
Era una sensación extraña, como si se me secase la boca y me quedase sin palabras cada vez que me miraba así. Pero era justo lo que pasaba cada vez que lo hacía. Tragué saliva y mantuve su mirada durante unos segundos, hasta que alguien se puso a mi lado. Supe quien era al instante, no solo por el ceño fruncido o mandíbula apretada del orangután, sino por el botellín ante mis narices. Le agradecí el gesto y le di un sorbo a la bebida, pero le miré con el ceño fruncido al rubio por su osadía de pasar un brazo por mis hombros y darme un beso en la sien.
—¿Qué demonios te crees que haces? —espeté con la voz más seria que pude poner. No quería montar una escena aquí en medio.
—Está mirando hacia aquí, relájate que estás muy tensa —susurró con una sonrisa, pero yo no quería sonreír. No quería seguir jugando a este juego. No quería volver a comenzar una guerra con Oliver, porque podía terminar muy mal para ambos.
—Cole, te he dicho que no voy a jugar a ser tu novia —sentía los nervios en mi interior, aunque eran de esos nervios malos, de esos cargados de ira y tensión. Cole rodó los ojos, mas mantuvo la sonrisa.
—Venga ya, tienes que jugar bien tus cartas, fiesteras. Ya no solo por ponerle celoso, ¿es que no te acuerdas de las buenas noches en Washington?
—Eh, para ya, rubio —habló Morgan de forma tajante y amenazante. Cole volvió a rodar los ojos y dejó caer el brazo de mala manera sobre el sofá—. Vamos a bailar, novata —asentí y me levanté del asiento siguiendo a mi mejor amiga. Cole se mordía uno de los nudillos y miraba con la mirada perdida el suelo.
Alek y Sam nos siguieron y así acabamos bailando los cuatro en medio de la pista. Morgan puso las manos sobre mis caderas y quiso bailar pegadas, así que eso hicimos, aunque de manera torpe y ridícula debido a mis dos pies izquierdos cuando se trataba de bailar. Sam nos hizo bailar con ella de varias maneras y, en cada una de ellas, me harté de reír. Me sentí libre. Me sentí feliz.
Me sentí yo misma.
—Vi, ¿ronda de chupitos? —exclamó una alegre y ya algo borracha Sam. Asentí con euforia y seguí a la morena con Morgan pisándome los tacones. Llevaba solo dos cervezas, pero eso para mí era como llevar seis. Aun así, era consciente de todo y seguía con mis cinco sentidos activos.
El vaso pequeño estaba a rebosar de un líquido de color negro. No entendía la facilidad de los universitarios y jefes de las fraternidades de conseguir alcohol, pues tenía entendido que a Connor le quedaban un par de meses para cumplir los veintiunos y poder comprar alcohol de manera legal y legítima. Aunque no me importaba mucho. Había llegado a tal punto que me daba igual de qué manera lo conseguía y cómo. Si quería meterse en problemas era cosa suya, ni siquiera lo conocía para importarme lo más mínimo.
—¡Quién no recorre, no se corre! —exclamó Morgan frotando el culo de su vaso por la encimera y llevándoselo a su boca. Le miré extrañada e impactada porque no me entraba en la cabeza que no hiciese ni una sola mueca cuando el líquido pasaba por su esófago. Y también por el mantra que cambiaba cada vez que se tomaba un chupito.
Sam rompió a reír mientras miraba a nuestra amiga rellenarse otro vaso y repetir la maniobra. Alek ponía freno a nuestras mentes borrachas y desinhibidas repitiéndonos varias veces que debíamos tener cuidado. Reí sin importarme lo que decía. Este chupito había sido la gota que colmó el vaso en mi borrachera. Ya no pensaba en nada. Ya no tenía vergüenza que me impidiera hacer lo que quería.
—¡Vamos a jugar a los dardos, Sammy Sammy! —agarré a la morena de la muñeca y tiré de ella hasta la sala donde estaba la diana. Morgan venía detrás de nosotras despeinando la melena ya más que despeinada del falso surfista—. Morgan, si me ganas, tiro la basura en tus turnos —hipé y reí sola mientras agarraba los dardos que estaban enganchados a la diana. La pelinegra sonrió, ella había bebido más que yo, pero estaba más sobria y avispada. Era increíble su aguante con el alcohol.
—Oh, novata. Prepárate para morirte de frío tirando la basura —alcanzó los otros tres dardos y se preparó.
—Vale, Samantha. Tú y yo somos un equipo, pateémosles los traseros a esos dos —señalé a la pelinegra y al rubio con diversión, pero con una creciente ansias de ganar.
La partida fue rápida. Era una competitiva, pero por mi sangre recorría más sangre que glóbulos rojos, por lo que la puntería no era certera y ni todas las clases de física me podían ayudar. Aplicar las matemáticas aquí no me iban a servir de nada porque apuntaba a un sitio y acababa unos centímetros más a la derecha.
—¿La revancha, Vi? —preguntó el rubio con una sonrisa divertida. Morgan y él chocaron los cinco y se rieron en nuestra cara. Una tambaleante Sam apuntó con su dedo índice a su pareja y le frunció el ceño.
—No seas tan chulo ni presumido.
—Pensaba que te gustaba que fuese chulo —contestó con una sonrisa de superioridad. La cual hizo que la morena rodase los ojos y le hiciera un corte de mangas.
Me excusé para ir al baño, sentí a Morgan venir detrás de mí durante todo el camino. Al entrar en el lavabo no pude parar de reír, llevaba toda la noche riéndome. Bueno, desde que me había tomado los chupitos no paraba de reír y me estaba haciendo mucho pis. ¿No era extraño? Siempre me hacía mucho pis cuando bebía y lo peor era que una vez que comenzaba no podía parar de hacer pis.
Me reí todavía más sentada en la taza del inodoro al pensar en la palabra pis. ¡Qué palabra más graciosa! ¿Quién la habría inventado? ¿Quién habría inventado la expresión hacerse pis? Debía ser un genio. Ojalá se me hubiera ocurrido a mí.
—Pisssss —exageré la /s/ final mientras seguía riendo y limpiándome las manos en el lavabo. Morgan comenzó a reírse conmigo y se tuvo que apoyar porque no paraba de reír. Nuestro reflejo en el espejo nos mostraba lo despeinada y rojas que estábamos ambas.
—¿Y si le pedimos a Alek que nos lleve a por una hamburguesa antes de irnos? —se me hizo la boca agua ante la imagen de una comida. Estaba muerta de hambre.
—Yo quiero un bocadillo de los que hace Oliver —expresé en un puchero y apoyándome en la pared junto a ella. La pelinegra me miró con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.
—¿Algo más que quieras de Oliver, novata? —su voz era muy clara y cercana; no como la mía, que era arrastrada y difusa incluso para mí misma.
—Quiero ser yo quien baile con él.
—Pero si odias bailar.
—Ya, pero con él quiero hacerlo. Quiero hacer todas las locuras y tonterías del mundo, aunque me dé toda la vergüenza.
Los borrachos y los niños siempre decían la verdad y yo no mentía ahora. Aun así, tuve que añadir algo más.
—Pero también quiero pegarle por haber pasado página tan rápido. Quiero echarle varias cosas en cara y borrarle esa estúpida y preciosa sonrisa —hipé y apoyé la cabeza en la fría pared del baño. Quizá deberíamos salir ya, tendría que haber más gente esperando para entrar, pero no me importaba.
—¿Y qué te lo impide? —hipó y se acomodó la negra melena mientras me miraba con toda la seriedad que pudo reunir—. Ve a cantarle las cuarentas, dile que es un perro y que había más personas para salir que la pelirroja esa que solo sabe decir tonterías —no había burla en sus palabras. Lo decía totalmente en serio. Por lo que me recompuse e hice caso a lo que me dijo.
Debía ser el alcohol lo que me hizo abrirme paso entre la multitud hasta encontrar al orangután y a la pelirroja. Se despedían de Alek y Sam. La última estaba en los brazos del primero, quien le acariciaba la cabeza con cuidado y delicadeza. Levanté el brazo para ver si me veían, pero no lo hicieron. Les seguí a trompicones y chocándome con varias personas que seguían en la fiesta bailando y charlando. Por Einstein, ¿por qué era tan difícil caminar borracha? Todo se veía borroso y doble.
Pero vi de manera nítida como Heather comenzaba a tiritar al salir de la enorme y calurosa fraternidad. Por supuesto también vi de manera clara como Oliver se quitaba la chaqueta vaquera y se la ponía sobre los hombros con una sonrisa. Me quedé callada y con la respiración algo agitada debido a la carrera y mareo que tenía. Mi teoría que Oliver y yo nos sentíamos el uno al otro se hacía más evidente cada vez, pues sus ojos se centraron en los míos desde la distancia. Sentí como se atoraba mi respiración en la garganta al verle dispuesto a caminar hacia mí. Y ahí fue cuando sentí toda mi valentía desaparecer y darme la vuelta. Pero mi cuerpo chocó con algo duro, otro cuerpo.
—Violet. Dios, siento tanto lo de antes —me quedé pasmada ante lo que me decía Cole.
Por Einstein, ni siquiera me acordaba que seguía aquí ni que había venido con él. ¿Qué tan mala persona era por haber olvidado que estaba aquí cuando le habíamos invitado? Agarró mis hombros con sus manos y centró sus ojos en los míos. A pesar de la cercanía, lo veía todo muy borroso.
—No pasa nada —arrastré las palabras a medida que asentía. Él suspiró con alivio y sonrió.
—Sí que pasa, debí haberte hecho caso, pero es que eres tan increíble que no podía dejar que por culpa de un ex acabases mal. Te mereces lo mejor del mundo, fiestera —dejé escapar un jadeo de sorpresa cuando rodeó mi cuerpo en un abrazo. Sentí sus manos frotarme la espalda.
—Está bien, no pasa nada, Cole —le aclaré y vi al falso surfista avanzar hacia nosotros. Morgan aguantaba a Sam. O Sam aguantaba a Morgan. No sabría decir qué estaba pasando con certeza.
—Vi, Sam está para el arrastre, ¿vais a querer que os deje en casa? —asentí todavía con Cole a mi lado, quien no quitaba el brazo de mis hombros y avancé hacia mis amigos.
—Nos vemos en clase, fiestera —se despidió con la mano y avanzamos.
No había ni rastro de Oliver cuando salimos a la calle. Hice un mohín para mis adentros y seguimos a Alek hasta su coche. Nos sentamos las tres en la parte trasera. Dejé caer mi cabeza en el hombro derecho de Sam y mis ojos se cerraron poco a poco al escuchar la suave música que el rubio tenía en la radio y ante el suave recorrido que su coche seguía.
Una vez que llegamos a mi calle, Alek nos despertó con delicadeza y nos ayudó a ambas a llegar hasta la puerta de mi casa. Morgan y yo nos las ingeniamos para llegar hasta la planta superior y tirarnos en la cama y el colchón, perteneciente a Jason, que habíamos dejado preparado antes de salir. El vestido estaba hecho un desastre y se me podían ver las bragas cuando me moví en la cama, pero Morgan no hizo ningún comentario. Subir las escaleras me había despertado un poco, sobre todo después de las risas al subir junto a la pelinegra y al casi caernos al llegar al final. Aunque la pelinegra tenía el sueño pesado y se volvió a dormir de forma instantánea. Sus ronquidos profundos la delataron.
—Ojalá ser Heather.
Fueron mis palabras antes de quedar atrapada por los brazos de Morfeo.
Y todo porque la imagen de Oliver prestándole su chaqueta a la pelirroja fue en lo que me quedé pensando.
La cafetería era otra antes de la primera semana de curso. No estaba tan agitada ni ocupada como los meses donde había clases, cursillos y seminarios.
Era un mundo diferente.
Pero el olor a café se mantenía y era el aroma más delicioso del mundo. Mis fosas nasales agradecieron el magnifico aroma a café recién hecho nada más entrar por la puerta de la cafetería donde trabajaba.
Después de unos días pensándolo muy bien, había llegado a la conclusión de que debía venir a hablar con Tyler sobre un par de cosas. Había encontrado en los cajones del cuarto de baño de mi madre varias cartas de advertencias de que debíamos pagar un par de facturas atrasadas y no veía que mi madre intentase hacer algo por ello. Era muy serio.
Que ella se hubiese desmayado varias veces en el hospital y la hubiesen atendido allí era un problema. En mi familia intentábamos ir lo menos posible al hospital o a urgencias solo porque una sola sesión, por lo mínimo que te tratasen, te costaba una fortuna. Una fortuna que no nos podíamos permitir. Solo íbamos cuando más lo necesitábamos. Aunque contásemos con que a mi madre le cubría el seguro del trabajo y a ella le trataban casi gratis, había algunos gastos que el seguro laboral no le cubrían, como era las pastillas que la psiquiatra le recomendaba ni haber estado un par de días ingresada. El tema de la seguridad social era una tontería y un cachondeo.
Pero no era algo en lo que podía hacer mucho. Solo podía resignarme a pagar las altas facturas que se llevaban posponiendo desde sabía Einstein cuando. Y para ello necesitaba trabajar de nuevo y vender varias pertenencias que no eran tan necesarias. ¿Quién necesitaba tantas pinturas? ¿Y tanta ropa? ¿Quién necesitaba esos libros que ya había leído treinta veces? Debía hacer todo lo que estaba en mi mano para quitarme del medio esas facturas antes de que fuese demasiado tarde.
—¡Violet! ¡Qué de tiempo, pequeña! ¿Qué tal por Washington? —acepté su abrazo con alegría y reí ante la efusividad de sus palabras y gestos.
Aunque al principio me pareció que era un irresponsable, me había probado lo contrario. Era cierto que me seguía pareciendo muy joven para llevar él solo la cafetería que un día perteneció a su abuelo. Creo que eso era una responsabilidad muy grande, pero a él le iba bien y la cafetería siempre estaba llena.
—Hasta la semana que viene no empieza tu turno, ¿tantas ganas tienes de empezar a trabajar? ¿O es que me echabas de menos? —reí y acepté el café que me tendió.
Por Einstein, trabajar en una cafetería era lo mejor del mundo. Bueno, había días en los que quería tirar el delantal y salir corriendo. Los días donde estábamos a rebosar y apenas me daba tiempo a respirar eran un incordio. Y si añadíamos tener que aguantar clientes que se pensaban que siempre tenían la razón y no tenían ni una pizca de inteligencia ni empatía emocional la cosa se complicaba. Vale, quizás había exagerado. Lo único bueno de trabajar en una cafetería era que Tyler nos dejaba coger una galleta, magdalena o lo que fuese para merendar o desayunar gratis.
—La verdad es que venía a hablarte de eso —le dije mientras se sentaba frente a mí.
—No me digas que quieres dejar el trabajo —se le descompuso la cara cuando hablé, pero negué de manera rápida para que supiese que no era eso de lo que quería hablar.
—Más bien al contrario —levantó sus cejas con confusión y me invitó a continuar hablando—. Te quería preguntar si es posible que me amplies el horario. Puedo venir a trabajar directa desde clase. No tengo que esperar hasta las cinco y luego salir a las nueve. Puedo hacer una jornada completa y, los días que no tenga clase, puedo venir también —expliqué de manera apresurada y con claridad.
Por Einstein, si me decía que no iba a tener que buscar trabajo en otro sitio. Aquí no era como que pagasen muy bien, pero me servía y encima estaba al lado del campus. No tenía que desplazarme para ir a trabajar. Por lo menos no tenía que darme unos viajes muy largos. Ir y venir en bicicleta era lo mejor, lo más fácil y económico. Buscarme otro trabajo podía significar adecuarme a otro puesto, a otros compañeros y a otra ruta. No quería eso.
—Violet, tengo entendido que tu carrera requiere mucho tiempo. Tú misma lo dijiste, por eso acordamos ese horario en el que tienes tiempo a estudiar, comer e ir y venir —me explicó con preocupación. Mi pierna derecha no paraba de temblar bajo la mesa. Tuve que llevarme las manos a las rodillas para que no viese como me comenzaban a temblar también.
—Puedo hacerlo, Tyler. Puedo llevarlo todo bien. Por favor, necesito el dinero —le imploré con la voz algo temblorosa y casi a punto de llorar.
Sus facciones cambiaron ante mi tono de voz y mis palabras. Suspiró con pesadez y apartó la mirada durante unos segundos. La fijó de nuevo en mis ojos cuando me contó su decisión.
—Vas a tener suerte porque Ada me ha comunicado que deja el trabajo. Te doy una semana de prueba. Si vemos que es demasiado, vuelves a tu horario habitual, ¿entendido?
—¡Gracias, gracias, gracias! ¡Vas a ver que puedo llevarlo todo genial! —exclamé con una sonrisa llena de alivio.
Me despedí de él con un abrazo y salí con una sonrisa del establecimiento. Genial, una cosa menos de la que preocuparme. Solo me quedaba ver como iba a aguantar tres años más junto a la parejita del momento.
¿Estaba mal si deseaba que cortasen pronto para no tener que aguantarles? Sí, creo que estaba algo mal y no era correcto desear algo así. Pero era algo que pensaba mucho. Aunque ¿me sentiría mejor conmigo misma? Bueno, que rompiesen no significaba que Oliver y yo fuésemos a volver.
Lo nuestro no tenía futuro.
No existía nada como el «nosotros».
Un golpe en el hombro me hizo salir de la ensoñación. Agradecí el duro golpe porque estaba comenzando a irme por las ramas y dejarme llevar por pensamientos tristes que no quería. Aunque, por otra parte, me pareció muy descortés y borde que la persona que me había dado un golpe ni se había disculpado al pasar. Ni siquiera me había pedido perdón por haberme tirado el vaso desechable lleno de café al suelo. Al contrario, había seguido caminando con rapidez.
—Mira por donde vas, estúpida —eso fue lo único que dijo. Encima lo dijo de una manera seca y llena de acidez y asco.
Me quedé pasmada ante la voz llena de asco hacia mi persona.
Pero me quedé más pasmada al ver como movía las caderas mientras se alejaba. Su larga melena lisa se movía a la par que su cuerpo.
¿Había oído bien?
¿Heather me acababa de llamar estúpida?
¡Hola!
Ay, Cole, Cole, Cole... en menudo terreno pantanoso te metes...
¡Eso es, mi niña! Menos mal que eres responsable y sabes que está feo poner celoso a Oliver. Que orgullosa estoy.
¿De qué va Heather llamando a Oliver "Olivercín"? Solo nuestra cervatillo puede hacerlo. Pájarraca.
Violet borracha >>>>>>
Ehhhh, Cole ¿qué coño haces ahora? ¡Qué iban a hablar! No sé quien es peor, si Noah o tú :(
¿Creéis que Violet va a poder con todo?
Nuestra Vi está abriendo los ojos respecto a la pelirroja... ¿qué pasará?
«Se merecía ser feliz, aunque a mí me desgarrase por dentro verle reír con otra persona».
Did you hear that? its my heart breaking into pieces
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¿Qué frase tenéis ustedes como "brindis" para los chupitos?
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¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH! MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LAS 15K Y POR TODAS LAS PERSONAS NUEVAS QUE ESTÁN LLEGANDO A LA HISTORIA
OS QUIERO MUCHO❤❤❤❤❤❤
Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️
¡Muchas gracias! Nos leemos,
Maribel❤️
Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)
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