Cuarenta y seis

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Según el último censo de la ciudad, había como cincuenta cafeterías en todo Holmgraves, además de treinta establecimientos de comida rápida de todo tipo y ¿me tenía que encontrar yo siempre a alguien conocido?

Sam miraba al individuo frente a nosotras con el ceño fruncido y con desconfianza. Era normal, no sabía de quien se trataba. Morgan tampoco lo conocía, pero su expresión era diferente a la de la morena; ella sonreía con picardía mientras intercalaba la mirada entre los dos.

—¡Venga ya! ¿Sin dos copas encima no me vas a dar un abrazo? —me tensé en el asiento de la cafetería. Mis amigas fruncieron más el ceño y vi a Morgan apretar un puño sobre la mesa.

—Fueron tres copas, no dos —le aclaré con diversión, haciendo que él soltase una carcajada y mis amigas nos mirasen con extrañeza.

Había dos cosas que no les había contado a mis mejores amigas de mis aventuras en Washington. La primera era que había salido más de lo que esperaba y dentro de la residencia se hacían bastantes fiestas. La segunda era que uno de los días me había bebido más cervezas de las que debí y acabé besándome con un desconocido. El cual dejó de ser un desconocido y tenía ante mis ojos.

Cole estaba igual a cuando me fui del campamento. Su pelo rubio caía sobre sus hombros, el tono de su pelo contrastaba con su bronceado y ojos azules. Llevaba una camiseta negra con el estampado de una banda que era indiferente y desconocida, además de unos vaqueros azules y unas zapatillas blancas y negras. Sonrió y me apretó entre sus brazos cuando me levanté a darle un abrazo.

—Chicas, este es Cole Martins. Cole estas son Morgan Stone y Samantha Nelson —la primera le saludó con un asentimiento de cabeza y la segunda con un breve movimiento de mano.

—¿Por qué no te sientas con nosotras, Cole? —sonrió Sam mientras se echaba a un lado en su asiento. Palmeó el hueco libre que había dejado.

—Oh, no os preocupéis, seguro que queréis seguir charlando. Solo me he pasado porque hacía tiempo que no veía a esta cerebrito y quería saludarle —sonrió mostrando su dentadura, se podía ver que tenía un par de dientes torcidos.

—Bah, ya hemos hablado suficiente. Siéntate que queremos saber de qué conoce Violet a un chico tan guapo —miré con los ojos entrecerrados a Sam, quien ignoró mi mirada a la vez que le dio un sorbo a su bebida.

El rubio se sentó a su lado algo incómodo y sonrió con brevedad. Se sentía cohibido y no me extrañaba nada porque Morgan le miraba fijamente y Sam se preparaba para la ronda de preguntas. ¿Era en serio? ¿De verdad no había más cafeterías y teníamos que encontrarnos cuando estaba con mis amigas? Bueno, mirando el lado bueno, era Cole y no Oliver.

Cole contestó a todas las preguntas que mis amigas le hicieron. A cada pregunta que salía de la boca de Sam y Morgan me encogía más y más en mi asiento, incómoda por el interrogatorio que le estaban haciendo y avergonzada por las situaciones en las que yo estaba metida. Por suerte, no desveló mucho sobre la noche en la que nos conocimos y salté sobre sus labios al estar borracha como una cuba y triste por haber leído los mensajes de Oliver. Solo pasó una vez, pero me encargué de huir cada vez que lo veía que acabamos hablando largo y tendido y quedando como amigos.

—Pero ¿cuántas personas consiguieron la beca para el programa de Washington? —Morgan sorbió con exageración de su cañita y apoyó su cabeza sobre la mesa mientras miraba con atención al rubio.

—Cinco de cada Estado, en nuestra universidad cogieron a dos, pero uno rechazó la beca, así que me la dieron a mí —sabíamos quién había sido el que había declinado la oferta. Él mismo me confesó sus motivos para hacerlo.

—¿En California hace calor siempre? —preguntó de nuevo la pelinegra. Cole dejó escapar una risa y cruzó los brazos sobre el pecho mientras se pensaba la respuesta.

—Podría decirse, pero hay veces en las que hay lluvias torrenciales y poco sol tomas así —contestó con diversión—. Pero cuando no caen ese tipo de precipitaciones puedes tomar el sol y ponerte muy moreno.

—Ahí es donde quería llegar. Quiero vivir allí y estar siempre tomando el sol. Estoy perdiendo el moreno del verano —frunció los labios en un puchero y solté una pequeña risa. Cole prestó su atención en mí y sonrió.

—Deberíamos volver a pegarnos una de esas fiestas como las de Washington —abrí los ojos y desvié la mirada ante la implicatura de sus palabras.

Vale, quizás no nos habíamos besado solo una vez. Quizás hubiese pasado más de una vez. Quizás hubiésemos estado los dos borrachos y no sabíamos lo que hacíamos. O quizás estaba lo suficiente sobria pero quería olvidar y hacerle daño a alguien.

—¡Novata! Te dije que si había muchas fiestas divertidas con cosas ilegales —susurró lo último y me llamó la atención— me llamases. ¿Qué clase de amiga eres?

—La clase de amiga que se preocupa porque su amiga no salga todos los días y apruebe los exámenes de recuperación que tiene pronto —aclaré dándole un sorbo a mi café. Morgan ignoró mis palabras y miró a Sam, quien estaba muy callada.

—Oye, Sammy Sammy, ¿no había una fiesta este sábado? —asintió y se giró hacia el rubio con una sonrisa amplia.

—Deberías venir, las fiestas de Baker suelen ser las mejores. Y al ser mi novio miembro del equipo tenemos preferencia para entrar.

Me tensé levemente en el asiento ante la mención de Alek, aunque nadie se dio cuenta. Que Alek tuviese preferencia para entrar, significaba que otra persona también la tenía. Por lo que no quería ir a esa fiesta. No iba a ir si eso conllevaba encontrarme al orangután de la mano de Heather. Bastante tenía con estar en la misma carrera y con compartir asignaturas con ambos. No podía verles en mi vida fuera de la universidad. No podía aguantar eso.

Sentí un brazo sobre mis hombros y el cálido aliento de Morgan ante mi oído. Me produjo un escalofrío esa sensación de pillarme de improviso. Tragué saliva antes sus palabras y sonreí levemente.

Oliver no va a esas fiestas. No se lleva bien con Connor Baker, así que las evita. No ha ido a ninguna en todo el verano.

Esas fueron sus palabras. Y estas me reconfortaron y me hicieron respirar con tranquilidad. Ahora sí que no podía negarme a ir con ellas de fiesta. Ni con Cole. Aunque si lo pensaba con calma, quería volver a salir con mis amigas y reírme mientras veía a Morgan y Sam bailar y rechazar a chicos que se les acercaban. O ver a Morgan borrachísima pedir hamburguesas. Echaba de menos a Alek aguantándonos a las tres borrachas. Echaba de menos encararme con Oliver para acabar en sus brazos llevándome a casa.

Deseché el último pensamiento y fruncí el ceño, harta de pensar cosas así. Se suponía que no quería verle ni saber nada más de él. Pero ¿por qué seguía pensando en él? Por Einstein, solo quería hacer mi vida como antes de conocerle.

—Bueno, yo os dejo que todavía tengo que deshacer muchas maletas —Cole se levantó y se despidió de nosotras—. Ha sido un gusto conoceros y nos vemos el sábado. Nos vemos, fiestera —me revolvió el cabello y así supe lo que mi hermano sentía cada vez que yo se lo hacía.

Vi como desaparecía por la puerta. Su espalda poco trabajada dejó de verse en el momento que cruzó la puerta de cristal y se perdió entre la calle y la carretera. Cuando volví la mirada a mi taza de café vacía, Morgan y Sam me miraban con una sonrisa traviesa que no traía nada bueno.

—¿¡Cuándo nos ibas a decir que hay cerebritos tan guapos!? —exclamó la pelinegra con los ojos saliéndose de sus cuencas.

—¿Estáis seguras de que no va a ir a la fiesta? —pregunté ignorando su pregunta.

Me fiaba de Morgan, pero Sam lo conocía mucho más y sabría darme una respuesta más certera y confiable. Tamborileó los dedos sobre la mesa y se pensó la respuesta.

—Estoy un noventa y nueve por ciento segura de que no va a ir a la fiesta —declaró.

—¿Y qué pasa con el uno por ciento restante? —pregunté con nerviosismo.

—Se trata de Oliver Moore.

—Nunca sabes lo que te espera con él.

Mis amigas no se equivocaban.

Aunque esta vez esperaba que sí lo hiciesen.

El sábado tardó en llegar.

No sabía si era por los nervios que sentía de volver a una fiesta y reencontrarme con varias personas de la universidad o qué, pero me sentía ansiosa y con ganas de salir. Nunca me había considerado una persona fiestera y prefería evitar los ambientes cargados de música, personas y alcohol, pero me había acabado acostumbrando por tener que acompañar a mis amigas a sus sitios favoritos. Aunque también era porque no me lo pasaba tan mal como creía que iba a hacerlo. Era cierto que las primeras fiestas eran horrorosas, pero cuando les cogí el punto eran mejores.

Le echaba la culpa al alcohol y a lo libre que me sentía cada vez que un par de gotas se infiltraban en mi organismo.

Creo que sin ellas no sería lo mismo. Obviamente no pensaba que necesitara estar borracha para divertirme ni disfrutar. Me daba miedo depender del alcohol para sentir libertad, pero cuando llegaba a las fiestas me gustaba sentirme así. De otras maneras, solo sentía la libertad cuando pintaba, cuando dejaba de pensar y solo dibujaba sobre el lienzo en blanco, pero no podía hacer eso en una fiesta. Beberme dos copas de lo que me echaba mi mejor amiga era lo más cercano a esa libertad que me daba la pintura y el arte.

Y era por ello por lo que necesitaba sentirme libre antes de la fiesta a la que me iba a enfrentar, por eso me encontraba ante un lienzo lleno de colores cálidos: la noche estrellada que ilumina unas casas con los cables y postes de luz alrededor. Me había quedado observando la calle a través de la ventana del cuarto de Jason y era eso lo que podía ver, por lo que quise retratarlo. Aunque le añadí un par de tonos más de fantasía, como que el cielo era una mezcla de rosa y violeta, pero que le daba un toque bonito y misterioso.

Me pasé la mano por la frente para borrar cualquier rastro de sudor y repasé con cuidado y minuciosidad las estrellas y la luna en creciente menguante con el pincel fino de un color blanco. Me mordí la lengua mientras concentraba toda mi atención en mantener un pulso firme y no hacer un estropicio de la pintura. Sonreí al ver lo bien que me había salido y suspiré de alegría al ver que no la había pifiado y seguía teniendo un buen pulso.

Mi teléfono vibró sobre mi mesita de noche donde lo tenía cargando. Estaba esperando el mensaje de Morgan para saber cuándo iba a venir para mi casa, ya que nos íbamos juntas para allá. Aunque me encontré con un mensaje de Cole, en el cual me preguntaba si seguía en pie el plan de encontrarnos todos allí para luego entrar en la casa. Le contesté con una afirmación y me fijé en la hora. Era el momento de ducharme y comenzar a prepararme y debía hacerlo antes de que llegase Morgan o, de lo contrario, íbamos a comenzar a charlar y se nos iba a hacer tarde.

Una vez fuera de la ducha solo tenía que arreglarme esperar a mi mejor amiga. Le habíamos dicho a Sam que se viniese y arreglase con nosotras, pero nos dijo que salía de la casa de Alek para la fiesta. Ante esa explicación, volví a tensarme ante mis mejores amigas, quienes me juraron y perjuraron que no le habían dicho ni le iban a decir nada a Alek y, mucho menos al orangután. Y con eso me relajé un poco. Aunque no me terminaba de fiar mucho de ellas, pues Sam ya se había encargado de contarle al idiota donde tuve mi cita con Noah.

Rebusqué entre los cajones en un intento de encontrar el maquillaje y cosas para poder prepararme, pero no encontré nada. Morgan se iba a traer sus propios materiales ya que se quedaba a dormir después de la fiesta, por lo que se tenía que traer todo y dejarlo aquí. Aun sabiendo que ella iba a tener todo lo que necesitaba, yo quería tener las mías para mantenerme en mi línea, pero no estaban en mi sitio del baño.

—¡Mamá! ¿Has visto mi neceser con los cosméticos? —pregunté en voz alta mientras entraba en el baño de la planta baja. No escuché su respuesta, así que me encargué de rebuscar yo misma.

Ella estaba en el jardín trasero tomando el té mientras sentía la brisa en su cara. Me había dicho que esa era su forma de relajarse y sentir la libertad que ansiaba tener. A lo largo de los días le había visto beber de su taza de porcelana blanca con detalles violetas y dorados, cortesía de mis abuelos, y cerrar los ojos al darle pequeños sorbos. Le veía tranquila y relajada, las pastillas le daban esa calma y eso era lo que nos había recetado su doctora. No podía someterse a muchas situaciones de estrés y debía reposar. Además, habíamos hecho caso a otro de sus consejos y a lo que Morgan me había dicho una vez: había comenzado a ir a un psicólogo. Mi madre tenía muchas cosas guardadas y necesitaba sacarlas y exteriorizarlas. Llevaba pocas sesiones porque no era algo que podíamos permitirnos tan a la ligera, pero con las pocas que llevaba se veía algo de progreso. Ahora hacíamos más cosas juntas y nos comunicábamos mejor, aunque seguía habiendo algunas barreras entre nosotras.

Fruncí el ceño al encontrar un par de cartas abiertas de mala manera en los cajones del baño. El ceño se me frunció más todavía al entender el contenido de estas. Tragué saliva sintiendo como la garganta se me cerraba y se formaba un nudo en esta. Releí el contenido y memoricé las fechas y cifras antes de escuchar el sonido del timbre retumbar por toda la casa. Con las manos temblorosas dejé el contenido donde lo encontré, ya que si mi madre lo tenía escondido era por algo. Aunque ahora que sabía lo que pasaba no se iba a quedar la cosa tan tranquila.

—¡Tengo el mejor vestido para ti, novata! —exclamó nada más que le abrí la puerta. Sonrió de tal manera que pude verle toda la dentadura y me sacó la lengua dejando ver la bola plateada en su lengua—. Estaba rebuscando qué ponerme y he encontrado este que ya no uso y he pensado que te tiene que sentar genial. Ahora te lo enseño —me guiñó un ojo y me dio la maleta donde llevaba toda su ropa. Caminó hasta la cocina y se sirvió un vaso de zumo de naranja. Morgan ya había cogido la costumbre de hacer como si estuviese en su casa, pero no me importaba. Me hacía ver lo bien que nos llevábamos y la confianza que teníamos la una en la otra—. Hola, Valerie. ¿De qué es el té hoy?

—¿Cómo estás, Morgan? Pues es un té blanco. Noah me lo ha traído —mi madre le sonrió de vuelta y nos invitó a sentarnos con ella.

Y eso hicimos durante un rato. Compartimos una conversación y no dejé de sonreír al escuchar la risa de mi madre ante las cosas que decía mi mejor amiga. Morgan tenía muchos comentarios que le parecían hilarantes a mi progenitora. Lo que me hacía muy feliz. Saber que mi madre y mi mejor amiga se llevasen tan bien era lo mejor que me podía pasar.

—Mamá, vamos a arreglarnos que hemos quedado —le comuniqué al cabo de un rato. Asintió y se levantó para meterse en la casa. Lo mismo que hicimos Morgan y yo, solo que nosotras subimos a mi habitación.

Varios minutos, o casi una hora, después ya estábamos preparadas. Me observé otra vez en el espejo e hice un recorrido con mis ojos de mi figura. El vestido que me había traído Morgan era de color rojo y llegaba más arriba de las rodillas, además era de unas finas tirantas. La verdad es que era precioso, pero me sentía algo fuera de lugar con él. Aunque dejé pasar esa incomodidad y me lo dejé puesto. No era la primera vez que llevaba vestido. Sin embargo, sí que renuncié a ponerme tacones. Igualmente, Morgan no me hizo ponérmelos y pude ir con unas deportivas discretas. Era una fiesta en una fraternidad, no era una boda o evento importante y glamuroso.

—Con esto vas a romper mil corazones —comentó con orgullo y soltó un silbido que me hizo reír y negar con la cabeza.

—Vámonos ya antes de que me arrepienta.

—Como ordene la ingeniera —contestó con voz divertida, pero me hizo caso y cogió su chaqueta de cuero.

Tenía una sensación en el pecho de que iba a ser una noche inolvidable.

Sentía la misma sensación en el pecho cuando nos plantamos frente a la fachada de la fraternidad.

Se trataba de una casa diferente a la de todas las fiestas anteriores, aunque mantenía la esencia y todo lo que conllevaba ser una fraternidad y que se realizase una fiesta en ella. Podías ver a una gran cantidad de personas sujetar unos vasos llenos de a saber que bebida charlar en la puerta y entrada de la casa. Morgan agarró mi brazo y caminamos hasta el interior de esta. Cole iba a mi lado saludando a un par de personas conocidas. Dentro de la casa el ambiente era el mismo de siempre: música a todo volumen que dificultaba hablar y escuchar lo que te decían, personas bailando y charlando en las esquinas. Era el ambiente al que me estaba acostumbrando poco a poco.

Divisé la melena afro que llevaba Sam a lo lejos. Morgan me arrastró a su lado y sorprendimos a nuestra amiga con un abrazo. Cole se dedicó a saludarle con un simple movimiento de cabeza. Sonreí ampliamente, pero también con algo de nerviosismo al ver como Alek se acercaba con un par de vasos de plástico rojos hasta nosotras. Se quedó quieto y abrió la boca con incredulidad al verme ahí parada.

—¡Vi! ¡Has vuelto antes de tiempo! —rodeó mi cuerpo con sus brazos y me apretó contra su cuerpo. Sentí sus manos frías sobre mis hombros, pero no me importó, le había echado tanto de menos que estaba bien.

—Solo un par de días antes —o un par de semanas más bien, pero eso no tenía porqué saberlo.

—Voy a buscar algo para beber —gritó Morgan. Acabamos todos yendo con ella ya que había demasiada gente y podría tirar las bebidas en el camino de vuelta hasta donde nos encontrábamos—. Un botellín de cerveza para los futuros ingenieros —sonreí y acepté el botellín de cristal que mi amiga me tendió.

Me di la vuelta y seguí observando el ambiente que se creaba en la casa. Esta era más grande que la de siempre y tenía una organización diferente. Se notaba que había un sótano y las escaleras que llevaban a la planta superior eran amplias. Mi mirada viajó por toda la casa reconociendo a una gran parte de las personas que bailaban y charlaban. Divisé a un par de compañeros de la carrera jugando al tenis de mesa en una de las mesas del salón. El sorbo que le había dado a mi cerveza volvió al recipiente al ver dos caras demasiado conocidas.

Maldita teoría de la relatividad.

Con una cara seria y casi descompuesta volví con mis amigas, quienes bebían y reían de algo. Cole y Alek estaban charlando poco, se habían conocido hacía nada, pero Cole era una persona muy extrovertida y se llevaba bien con todo el mundo. Con la mano libre agarré a Sam del brazo y clavé mi mirada en sus ojos.

—Me dijiste que no venía a estas fiestas —ella abrió los ojos en respuesta junto con su boca.

—¡Nunca viene! —replicó con el ceño fruncido. Morgan tenía los labios apretados.

—Entonces, ¿quién es ese? ¿su doppelgänger? No le habréis dicho nada, ¿no? —señalé a mis amigas con algo de desconfianza, lo que llamó la atención de los chicos.

—¿Por qué desconfías de mí? Oliver es muy impredecible, te dije que había un uno por ciento de que apareciese —habló Sam de nuevo. Yo me estaba comenzando a poner nerviosa y en tensión.

Por Einstein, la sensación de que iba a ser una noche inolvidable se trataba de esto. No era por nada más, no iba a pasármelo fenomenal ni iba a ser increíble. Por Hubble, ¿Por qué tenía que encontrarme con Oliver antes de tiempo? Me estaba preparando para encontrármelo en clase, no en una fiesta y mucho menos riéndose de algo que decía cierta pelirroja. ¿Es qué no habían más fiestas en toda la ciudad? ¿Tenía que venir a la que hacía el capitán de su equipo? ¿al que se suponía que no aguantaba?

—Vamos a movernos antes de que vengan a por una bebida y nos vean —supliqué con la voz tensa. Fue mi turno de agarrar a Morgan de la mano.

¿Y si había sido Alek el que le había dicho que estaba aquí?

—Novata, nadie le ha dicho nada. Créeme, si supiese que estás aquí ya habría venido a buscarte —gritó Morgan en mi oído y asentí creyendo sus palabras.

Sentí una presión en mi codo y me paré en seco. Cole me miraba con el ceño fruncido y algo de preocupación. Sus ojos azules no se apartaban de los míos e inspeccionaron mi cara con detalle.

—¿De quién huimos? —preguntó con una sonrisa.

Morgan recorrió la estancia con los ojos y señaló con la cabeza a un lugar en concreto. Cole siguió su mirada y acentuó su ceño fruncido.

—Es su ex y no terminaron muy bien —contestó.

—Que conste que nunca llegamos a salir —añadí, aunque no me hicieron caso.

—La chica a su lado se ve muy cariñosa con él —comentó el rubio con el ceño fruncido. Le dio un sorbo a su cerveza y habló—. Si nos ve juntos no se acercará. Si nos tenemos que besar, nos besamos para alejarle —levanté ambas cejas con incredulidad. Morgan comenzó a toser y Sam abrió la boca—. ¿Qué? No es la primera vez que nos besamos, Violet —sentí como me ponía roja y comencé a boquear.

Por Einstein, eso era información confidencial. No se suponía que mis amigas debían enterarse.

—¡Sabía que algo se traían! ¡Me debes cinco dólares! —exclamó Morgan con una sonrisa victoriosa. Alek miraba la escena sin saber donde meterse y yo no podía soportar las miradas de mis amigas sobre mí.

—Estábamos borrachos, Cole —murmuré entre dientes. Él solo se encogió de hombros con una sonrisa divertida.

—Venga, Violet, quizás es hora de darle de probar un poco de su misma medicina —exclamó Morgan con una sonrisa leve.

—Siempre has sido partidaria de mi relación con el orangután, ¿por qué quieres que haga eso? —pregunté con incredulidad.

—Pues porque he visto a mi mejor amiga llorar y llorar por culpa de él. Además, no me habló en todo el verano. Que se joda —se encogió de hombros. Sam parecía que quería decir algo, pero Alek le dio un pequeño toque en el brazo y negó con la cabeza.

Quería saber que era lo que trataba de decir, pero no tenía la cabeza para tantos pensamientos ni nueva información. Primero me encontraba con las facturas sin pagar desde hacía meses del hospital de mi madre y, ahora me encontraba con Oliver bailando junto a Heather y charlando animosamente. No podía soportar más información. Ni siquiera quería beber. Solo quería irme a casa y verme el último documental en Netflix sobre la vida de los científicos más relevantes. Solo quería ponerme a pintar y sentir la libertad que necesitaba.

—Necesito salir a tomar aire —exclamé sintiendo como la cabeza me iba a reventar.

—¿Vas a dejar que un ex te joda la noche? —tragué saliva antes las palabras de Cole y me paré en seco. Me di la vuelta para mirarle—. No sé qué tipo de relación habéis tenido, pero no tiene porqué arruinarte las fiestas. Y si hay que ponerle celoso o algo, me ofrezco como voluntario, fiestera —sonreí levemente y asentí.

—Solo necesito tomar un poco de aire fresco —decliné su oferta de acompañarme.

Sentí el cambio de temperatura nada más poner un pie fuera de la casa. Crucé los brazos sobre mi pecho y aspiré el aire. Caminé un poco y me senté en uno de los bancos que quedaban libres. Miré mis zapatillas y meneé los pies intentando calmar los nervios que sentía en mi cuerpo. No quería jugar la carta de besarme con Cole para hacer sentir mal a Oliver. Aunque me preguntaba si eso le iba a hacer daño. Ni siquiera contestó mi felicitación y disculpas en su cumpleaños. Me dejó en visto. Y luego yo hice como que no le había dicho nada. Además, se le veía bien con Heather. ¿Por qué iba a sentarle mal que yo bailase con Cole o me viese pegada a él? Oliver había pasado página y lo había hecho con alguien que no terminaba de comprender.

Parpadeé para eliminar el rastro de lágrimas que se me habían formado en los ojos y apreté los labios con algo de cabreo y tristeza. Por Einstein, Morgan me decía que no tenía que dejarme llevar por los pensamientos llenos de condicionales. Pero ¿qué hubiese pasado con nosotros si no le hubiese echado? ¿si hubiese aceptado mis sentimientos antes? ¿si no hubiese esperado tanto tiempo haciendo que pasase página?

Quería irme a casa y pintar un rato. Quería estar en el jardín trasero con el viejo telescopio que Morgan me había ayudado a arreglar observando con detalle el cielo estrellado y plasmando las constelaciones con lápiz en el bloc de dibujo. Quería sentir esa sensación de libertad y no esta culpabilidad y tristeza.

Me levanté del banco y volví al interior de la casa. Si pasaba más tiempo a solas con mis pensamientos iba a acabar muy mal y llorando. No quería llorar. Cole tenía razón, no podía dejar que el orangután me arruinase la noche. Debía pasar página yo también y ser feliz como lo era él. Por mucho que me doliese que lo hubiese conseguido en un par de meses. Me sorbí la nariz y apreté los brazos sobre mi pecho mientras seguía caminando por el interior de la casa, abriéndome paso a través de la multitud a base de empujones y disculpas.

A la cuarta disculpa sentí como mi cuerpo se tensaba y como el aire dejó todo mi cuerpo. Levanté la cabeza a medida que escuchaba su voz filtrarse por mis oídos.

Era la misma sensación de siempre. No había cambiado nada. Con una simple nota de voz ya sentía el nerviosismo en la parte baja de mi estómago y como las piernas me temblaban.

—Cervatillo.

Y ahí estaba el estúpido mote que me había puesto y que tanto odiaba. Apreté los labios e ignoré su mirada, pero me agarró del brazo y me hizo mirarle a los ojos. Estaba sonriendo y yo quise pegarle un golpe en la cara. ¿Me estaba diciendo en serio que estaba feliz y que lo había superado? ¿Acaso era más estúpido de lo que pensaba?

—¿Cuándo has vuelto? Dios, tenía tantas ganas de verte.

—¿Y no tienes ganas de ver a tu novia? —exclamé con rabia. Frunció el ceño y sonrió con diversión. Como si todo se tratase de un juego.

—¿De qué...?

No terminó la frase ya que alguien se coló a nuestro lado. Sentí una mano en mi mandíbula y una leve y suave presión en mis labios. Abrí los ojos con incredulidad y me quedé quieta, sin saber cómo reaccionar. Cole se separó y me guiñó un ojo. No fue un beso de verdad, sino de esos que hacen en las películas. Aunque se veía de lo más real para las personas que nos veían.

—Menos mal que te encuentro, mi vida.

Vale, quizás sí que me equivocaba.

Quizás a Oliver le iba a molestar verme junto a Cole.

La mandíbula tensa y apretada, además de que no apartaba los ojos de los míos era lo que me lo demostró.

Quizás a mí no me molestaba jugar a hacerle sentir celos y que se sintiese como yo.

Lo siento, Oliver Moore, pero el juego acaba de comenzar.

¡Hola! ¡Qué de tiempo!

Omg, Cole, Cole... ¿qué tienes que hacer aquí? ¿Cuál es tu papel?

Venga, Sam, di ya lo que tienes que decir. Estamos deseando saber lo que es.

Todas sabíamos que Oliver iba a aparecer.

Violet, cariño, solo hablad las cosas :(

I must say que no me gusta que Violet vaya a jugar así con Oliver, pero como ella ha sufrido viendo a este con Yvonne y Heather algo de sufrimiento sí que se merece. Aunque no mucho, por favor.

Ah y que se coman la boca de nuevo y tengan mucha diversión desenfrenada :)

¿Qué creéis que tiene Sam para decir?
¿Qué pasará en el siguiente?
¿Cómo afrontará Violet esa nueva deuda? ¿Será capaz de hacerle daño siendo consciente de lo que ambos sienten?

¡Qué de incógnitas!

***

Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️

¡Muchas gracias! Nos leemos,

Maribel❤️

Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)

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