Cuarenta y nueve
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OLIVER
¿Sabíais esa sensación cómo de que todo iba demasiado bien y parecía que algo malo iba a pasar para contrarrestar?
Pues era así como me encontraba.
Me había confesado después de no sé cuantos meses guardándome lo que sentía en mi interior. Y parecía correspondido. Parecía que Violet sentía lo mismo. Parecía que por fin iba a darme esa oportunidad, pero se trataba de Violet Campbell, la misma con la que me había besado mil veces para luego decir que no había sido nada.
Así que no sabía qué esperarme esta vez.
Era cierto que no me había echado de su perfecta, ordenada e impoluta habitación hasta que se acordó de que Morgan iba a ir a pasar la tarde con ella. También me echó entre risas y, antes de cerrar la puerta delantera en mis narices, me dio un tímido beso en la mejilla, con las suyas completamente coloradas.
Por lo que me encontraba algo confuso ante sus reacciones. ¿Estábamos bien? Esto era un cambio en nuestra relación, ¿no? Quiero decir, el hecho de acostarnos otra vez debía significar algo. Para mí lo hacía, por lo menos. Ahora me encontraba en una nube, pero sabía que esa se podía desvanecer en cualquier momento y, sobre todo, si ese momento se trataba de Violet arrepintiéndose y saliendo, corriendo por no sabía que vez.
Quizás estaba siendo un paranoico. Quizás estaba imaginándome demasiadas cosas, pero no podía evitarlo. Ya me había quitado el caramelo de la boca demasiadas veces para no pensarlo.
Era por ello por lo que me encontraba algo nervioso y dudoso de llamar al timbre de la casa de la inocente cervatillo. ¿Llamaba ya? ¿Y si se había arrepentido? Mierda, no me había dicho que viniese. Apenas habíamos hablado en el fin de semana y no sabía que pensar. Me había precipitado a venir, lo sabía. Me iba. Si me abría la puerta y me mandaba a la mierda se acababa todo. Se acababa ir tras ella. Se acababa seguir intentándolo.
Joder, pero es que me encantaba tanto picarle que no iba a poder alejarme de verdad.
—Quien no arriesga, no gana —murmuré colocando mi mejor sonrisa ladeada y llamé al timbre.
Pasaron varios segundos que parecieron horas hasta que comencé a escuchar pasos y a alguien acercándose. Si era la madre no tendría problema, Valerie me amaba. Me dejaría entrar y esperar a su hija, quien no sabía si me adoraba tanto, pero todo indicaba que sí, por mucho que le costase admitirlo.
—¿Qué haces aquí? —su tono estaba cargado de confusión, no de enfado.
Punto para mí.
La sonrisa ladeada se acentuó más todavía. Crucé los brazos sobre mi pecho mientras observaba a Violet esperar mi respuesta, pero no se la di, sino que entré a su casa como si fuese la mía. Siempre que le hacía esto lo hacía de la manera más segura y confiada, pero ahora sentía como me el corazón me iba más rápido de lo normal debido a los nervios.
—Claro, adelante. Ponte cómodo —sonreí ante el tono irónico que utilizó y le hice caso para irritarle.
Caminé por la entrada de la casa hasta entrar en la cocina. Violet me siguió con el ceño completamente fruncido y con la tostada llena de mantequilla en una mano. La mesa de la cocina estaba montada con los útiles y comidas para un desayuno. ¿Lo mejor? Valerie estaba sentada mientras bebía de una taza con una cuerda de té colgando. Levantó la mirada y sonrió al verme.
—Hola, Oliver, ¿qué tal estás? —su voz era calmada, pero no tan agotada y cansada como las veces anteriores que había hablado con ella—. ¿Quieres desayunar algo? Puedo hacer más tortitas.
—Genial, Valerie. No te preocupes, ya he desayunado. Solo vengo a recoger a esta torpe —señalé con el pulgar a la castaña que se encontraba situada atrás de mí. Sentí como me daba un golpe en la cabeza y solté una carcajada ante lo bruta que era—. Venga, termina de prepararte que nos vamos.
—Todavía tengo siete minutos antes de que me suene la alarma para lavarme los dientes e irme. Déjame desayunar tranquila, orangután —fruncí el ceño entre confundido y divertido al enterarme ahora de las alarmas que tenía y que las siguiese al pie de la letra.
¿En serio me había enamorado de una maniaca del orden? ¡Qué broma más cruel del destino!
Violet se sentó en la silla que estaba al lado de la mía y le dio un sorbo a la taza de su café. Con leche, supuse. Siempre se lo tomaba con leche. Luego, sirvió de la cafetera su interior en otra taza y me la pasó, además de un plato con tortitas llenas de arándanos. No me miró en ningún momento, evitó mi mirada divertida y la de su madre, quien le miraba con una pequeña sonrisa en los labios que intentaba disimular bebiendo de su taza con el dibujo de una enfermera. Valerie se levantó y le dio un beso tímido en la cabeza a su hija y un abrazo a mí. Le sonreí y me despedí de ella.
—Cómete las tortitas, mi madre siempre que cocina lo hace para más personas por costumbre —habló llevándose un trozo a su boca.
La castaña ya estaba vestida, incluso tenía los zapatos puestos cuando entré. Por un momento temí que ya se hubiese ido hacia clases cuando llegó, pero vi la bicicleta aparcada en el jardín y pude respirar algo más tranquilo.
—¿Qué tal el entrenamiento del sábado? —preguntó mientras recogía los platos y los colocaba en el fregadero y los remojaba. Le ayudé a hacerlo.
Me sorprendí ante su respuesta, pero intenté que no lo notase. No recordaba decirle que tenía el sábado entrenamiento. Joder, no habíamos hablado nada en bastante tiempo. El viernes fue extraño, solo hablamos de tonterías y me metí con lo ordenada que tenía su habitación. No le dije eso.
—Fue bien. Fueron las pruebas para capitán. Seguro que consigo el puesto—hablé con orgullo.
Las pruebas me fueron genial. Sam fue a apoyar a Alek y encima nos cronometró a ambos individualmente y nos comentó los resultados, ya que el entrenador no anunciaba los resultados hasta el entrenamiento de esta tarde. A lo largo de año, mi rendimiento había aumentado bastante. Me lo notaba en verano, que fue cuando más tiempo entrené y más serio me tomé el puesto. Si me convertía en capitán conseguía más puntos para la beca y estaba el añadido de cerrarle la boca al gilipollas de Connor Baker, el actual capitán que no hacía caso a la hora de las estrategias y jugadas. Era un capitán de mierda, buen jugador, pero le gustaba chupar balón y que le hicieran caso solo a él.
—Seguro que sí —sonrió y apagó la alarma de su teléfono antes de que comenzase a sonar—. Ahora vengo, quédate aquí, orangután —me señaló con su dedo índice y yo solo pude levantar ambas manos y le enseñé las palmas en señal de paz.
Me quedé mirando el pasillo de la casa hasta que bajó. Las paredes que antes estaban vacías y limpias de decoraciones y de cuadros, ahora estaban algo más llenas. Un par de fotos familiares estaban colgadas. Sonreí al ver una foto de Violet de pequeña agarrada a Jason en un caballo rosa de un tiovivo. Le saqué una foto para meterme con ella en otro momento y seguí mirando las escasas fotografías que había. Violet abrazada a su madre por la espalda mientras esta cocinaba o dos niños pequeños (Violet y Jason) disfrazados de Spiderman y de Einstein y con una bolsa llena de caramelos en las manos mientras sonreían. Hasta había una foto de Violet con lágrimas en los ojos mostrando el diploma que certificaba su graduación en el instituto, en esta estaba sola. ¿Su madre le había echado la foto? ¿otra persona? ¿Había ido sola a su graduación?
—Ese día fue el único día en no sé cuántos años que mi madre pidió un día libre voluntariamente para venir a verme. Ella me hizo la foto mientras lloraba porque no me esperaba verle allí. Después de ese día tampoco hizo nada más por nuestra relación, hasta ahora —me explicó mientras se apoyaba en el barandal de la escalera en el último peldaño. Me sonrió con pesadez y avanzó hasta la puerta—. ¿Vamos? La alarma para salir está a punto de sonar.
—No sé como puedes seguir tantas alarmas, cervatillo. Eres una obsesa de la puntualidad.
—Me gusta ser educada —se encogió de hombros mientras se montaba en el coche y sonreía con diversión.
—Llegas media hora antes a clase, cervatillo —le comenté con diversión mientras me ponía las gafas de sol y arrancaba el coche. Rodó los ojos, pero pude ver la sonrisa que comenzaba a crecerle en el rostro.
Conduje en silencio hasta llegar al campus de la universidad. Era cierto que llegaba media hora antes, incluso habíamos llegado varios minutos de lo que ella hacía habitualmente porque veníamos en coche y no en bicicleta. Por lo que le obligué a quedarnos un par de minutos más en mi preciado vehículo.
—No tenías por qué venir a recogerme. Luego tendré que pedirle a Morgan que me deje en casa después del trabajo —comentó, aunque tenía una sonrisa.
Mierda, como siguiese sonriendo así no iba a tener escapatoria.
—Bah, tengo entrenamiento, así que te llevaré de vuelta, cervatillo. Soy todo un caballero —le contesté con orgullo y egocentrismo. Ella rompió a reír mientras negaba con la cabeza.
Era cierto que tenía entrenamiento, pero duraba un par de horas. Aunque me daba igual esperar tomándome un café en la cafetería mientras le esperaba para llevarle a casa. Sí, iba a hacer eso.
—Eres un unga unga, orangután.
—Me ofendes, cervatillo —me llevé una mano al pecho y exageré mi tono de voz mientras decía eso. Volvió a reír y yo solo pude sonreírle.
—Mentiroso, a ti no te ofende nada.
—Touché.
Nos quedamos un par de minutos en silencio, pero era un silencio agradable y cómodo. Podía quedarme así durante horas. Podía quedarme a su lado durante horas, días y años.
Aunque una duda comenzó a recorrerme. Era la misma de siempre. ¿Se la hacía? ¿Le preguntaba eso? Mierda, a lo mejor solo estaba siendo amable.
—Perdona por no haberte hablado en todo el finde —habló girándose a mí y sonriendo con timidez y vergüenza—. Morgan y Sam estuvieron el resto del viernes en casa. Además, la primera se quedó a dormir y no se fue hasta el sábado por la tarde. El domingo estuve tan hasta arriba de todo que ni miré el teléfono.
—No te preocupes, cervatillo. Sé que, si no hubieses estado ocupada, me habrías mandado mil mensajes diciendo lo mucho que me echabas de menos y lo mucho que querías volver a tocar mi cuerpo.
—Vete al tártaro.
—Si es contigo, hasta me perdería en una selva amazónica —sonreí ante lo colorada que se pusieron sus mejillas.
Otro punto para mí.
—Vamos para dentro, orangután —solté una gran carcajada ante lo rápida y apresurada que salió del coche y como aceleraba el paso hasta llegar a la entrada.
Comenzó a caminar de nuevo cuando me puse a su lado y caminamos juntos. Uno al lado del otro. Quise pasarle uno de mis brazos por encima de sus hombros. ¿Se lo tomaría mal? Mierda, se lo había hecho miles de veces pero siempre había sido para cachondearme de ella y sacarle de quicio. Ahora era diferente.
—Sé que no te gusta la primera fila y yo odio la última, ¿quieres que nos pongamos en una fila más intermedia? —habló centrando su atención en mí. Asentí con diversión y le seguí hasta uno de los asientos libres, que eran muchos.
Vi como conectaba el cargador de su ordenador en la toma de corriente y lo encendía. Pasé el brazo por el respaldar de su silla de madera y comencé a juguetear con su pelo de manera inconsciente. Olía al champú que solía utilizar, pero nunca reconocí qué aroma era. Aunque olía increíble. Sonreí con picardía y diversión ante su cuerpo tenso y los movimientos robóticos que realizaba.
—Cervatillo, ¿cuándo vamos a tener la cita en condiciones?
—Cuando me la pidas en condiciones —contestó con una sonrisa y dejó de mirarme.
—¿No hay un hueco libre? —levanté la ceja con incordio ante esa voz tan estúpida y pesada que escuché. Era como una mosca.
Qué tío más pesado.
Empezaba a preferir hasta al soso de Noah antes que a este. Le saludé con una sonrisa divertida y moví los dedos de mi mano para meterme con él. Podía irse por donde había venido. No, no había un hueco libre. Qué se fuese a molestar a otros. Le sonreí a modo de victoria cuando se fue a buscar un asiento vacío en otra fila.
—Deja de comportarte como un orangután, orangután —habló por lo bajo mientras continuaba mirando su ordenador y preparaba el material para la clase.
—Jamás. ¿Qué te puedo decir? Lo llevo en mi naturaleza de orangután.
Soltó una gran carcajada que hizo que se quedasen mirándole el resto de la clase. Sus mejillas se tornaron de un rojo chillón y se escondió entre su cabello para evitar las miradas.
Yo solo podía pensar en lo guapa que se veía así.
A las palabras de entrenador le siguió una ronda de aplausos.
No fingí sorpresa, ni me hice el tímido. Sino que sonreí con la sonrisa más prepotente y orgullosa que supe poner y me levanté para aceptar la mano del entrenador. Alek me abrazó con alegría y me palmeó la espalda con fuerza, lleno de orgullo. Le di la mano al resto de mis compañeros y les choqué los cinco extasiado ante el sonido de sus vítores y enhorabuena. Cuando llegó el turno de ponerme frente a Connor Baker, la sonrisa orgullosa aumentó, sobre todo, cuando su quijada se apretó y ejercía una fuerte presión en mi mano.
El entrenador se había callado la decisión durante todo el entrenamiento. Hasta que no terminó no dijo nada. Nos había hecho entrenar nerviosos y ansiosos por saber su decisión sobre la nueva plantilla principal y la nueva capitanía. Todo había resultado a mi favor.
Alek me palmeó la espalda todo sudado y agarró su maleta para salir de los vestuarios. Caminamos juntos hasta el aparcamiento y me apoyé en su coche mientras él guardaba sus cosas en el maletero.
—¡Lo has conseguido! —me revolvió el pelo y le tuve que dar un golpe en el estómago para que parase, consiguiendo así que se hartase de reír al verme tan irritado—. Venga ya, Oliver. ¡Qué lo has conseguido!
—¡Lo he conseguido! —reí y chocamos los puños.
Joder, lo había conseguido. Este año no iba a tener que seguir las putas órdenes de mierda que Baker hacía. Eran una mierda y no servían para nada. Se centraban en él y solo en él. Lo importante para él era lucirse, no demostrar la armonía que debía tener un equipo de fútbol americano. Eso había acabado. Ahora yo era el capitán. Me había matado a entrenar y entrenar durante meses para mejorar y fortalecerme y me había salido increíble. Volvía a ser el capitán después de dos años y me sentía increíble.
Yo era increíble.
Y conmigo el equipo de los Bulldogs iba a llegar a la final e iban a ganar la copa universitaria.
—¿Vas para el piso? —comentó arrancando el motor y colocándose sus gafas de sol en los ojos. Negué con una sonrisa y recordé la promesa que había hecho unas horas antes.
—Voy a llevar a Violet a su casa —sonrió ante mis palabras y me deseó suerte. Choqué su puño por última vez y dejé que se marchase.
Deambulé por todo el campus hasta llegar a la zona donde estaba la aburrida cafetería Ross's. El café estaba bueno, pero no era el mejor que había en la ciudad. Solo iba para una cosa. Tenía un propósito para ir: molestar a Vi. Aunque ahora no iba exactamente a molestarle. Bueno, sí. Era divertido ver como se picaba por algo tan simple.
Nuestras miradas se conectaron nada más entrar en el recinto. Sonrió con una tímida sonrisa y continuó atendiendo a los clientes que formaban una fila tras su caja registradora. Me coloqué detrás de la última persona y rodé los ojos ante la mirada traviesa que Morgan ponía desde la distancia. Esperé mi turno con paciencia, sabía mi orden y sabía lo que quería, pero me divertí unos minutos sacando a Violet de sus casillas preguntándole si las magdalenas eran del día o si el café estaba tostando a los grados indicados. Lo único que conseguí de ella fue una mala mirada y un corte de mangas disimulado.
Sonreí ante la estrella que había dibujado junto a mi nombre en el vaso de cartón reciclable y me senté en uno de los sillones. Desde este sitio podía ver cómo trabajaba y las miradas irritadas que me lanzaba desde la distancia. Le di un sorbo a mi café y saqué el teléfono del bolsillo de la chaqueta vaquera. Después del entrenamiento me duché porque odiaba apestar a sudor y no quería que Violet pensase lo mismo. Tenía que oler bien.
Fruncí el ceño ante el mensaje en mi teléfono y resoplé. Tenía una conversación pendiente con Heather, pero no tenía muchas ganas de hacerlo. No entendía por qué borró esos mensajes de Violet (me moría de ganas por saber qué me dijo a parte de la felicitación), pero quería averiguarlo. Heather y yo comenzamos a llevarnos mejor en el verano, éramos amigos. Joder, estaba mintiendo, claro que sabía qué intentaba, pero siempre que intentó algo conmigo le dejé claros mis límites y le dije que no quería nada con ella ni me interesaba de esa manera, pero seguíamos siendo amigos porque ambos nos necesitábamos. Parecía ser que ella seguía sin enterarse de eso. Iba a tener que hablarlo de nuevo me gustase o no.
Un par de horas después, Morgan y Violet salieron a tirar la basura y Tyler me hizo salir del establecimiento. Esperé a las chicas junto al dueño de la cafetería y sonreí al ver como Violet reía de algo que decía su mejor amiga. Su rostro estaba iluminado. Morgan le guiñó un ojo y le dio un pellizco que hizo que la castaña rodase los ojos y le mirase con mala cara.
—¡Hasta mañana, novata! ¡Recuerda, sin gorrito no hay fiesta! —colocó las palmas de sus manos en la boca a modo de megáfono para decir eso. Aguanté la carcajada que luchaba por salir y acompañé a Violet hasta mi coche.
—Es una estúpida —habló con los mofletes de un color rojo pronunciado una vez que se sentó en el asiento del copiloto.
—Es divertida —le contesté con una sonrisa y esperé a que dijese algo más. Me giré hacia ella y levanté las cejas con diversión—. ¿Has calculado ya la temperatura indicada para servir un café perfecto, cervatillo?
—Siempre ha sido noventa grados, orangután. Eres tú el que la lio con la temperatura la otra vez, por si no te acuerdas —rodó los ojos y se giró para mirarme. Apoyó la cabeza en el cabecero y sonrió con timidez—. ¿Qué tal el entrenamiento?
Sonreí con orgullo y prepotencia antes de señalarme a mí mismo y guiñarle un ojo.
—Estás hablando con el capitán, ¿qué crees? —levantó las cejas con sorpresa y sonrió ampliamente. A pesar de estar en un espacio cerrado como un coché, se las ingenió para abrazarme.
Tragué saliva algo impactado. No me acostumbraba que Violet comenzase los abrazos o cualquier muestra de afecto físico, siempre era yo quien lo hacía. Yo siempre tenía la iniciativa para todo.
—¡Es increíble, Oliver!
—Yo soy increíble, Violet —supe que rodó los ojos ante mi prepotencia, pero continuó abrazada a mí. Le acaricié el pelo y aspiré el aroma tan desconocido para mí, pero que amaba oler. Separó la cabeza y nuestras narices se rozaron.
Lo reiteraba. Estábamos en un espacio reducido, pero aun así Violet se las ingeniaba para hacer como si estuviésemos en el espacio más amplio del mundo. Sus solos ojos azules me trasportaban hacia el mar y hacia toda su inmensidad. O, si los comparábamos con su rama de la ciencia favorita, eran como el cielo en un día soleado y radiante. Violet era ese rayo de sol, aunque ella pensase lo contrario.
Moví levemente mi nariz como si fuese un beso de esquimal y acerqué mis labios hasta los suyos. Sus ojos estaban cerrados cuando nuestros alientos se volvieron uno solo y nuestros labios se fusionaron. Sonreí al sentir como seguía besando de la misma tímida manera de siempre. Sonreí al sentir su mano sobre mi mandíbula y como la acariciaba con delicadeza. Sonreí al sentir como Violet sonreía durante el beso.
Separé nuestros labios y apoyé nuestras frentes una junto a la otra. Abrió los ojos de manera pausada y clavó sus orbes azules en los míos. Me relamí los labios y hablé con la voz tranquila y relajada.
—Venga, que te llevo a casa.
—Vale, pero hoy no podemos hacer nada, tengo muchas cosas que hacer —sonreí. No pude evitarlo, rompí a reír haciendo que ella se apartase confundida y nerviosa—. ¿Qué he dicho?
—Ay, cervatillo, cervatillo. ¿No eras tú la que decías que el sexo no lo era todo? —su cara era un poema.
—Vete al tártaro.
Me comprometí conmigo mismo a recoger y llevar de vuelta a Violet a su casa todos los días.
No tenía que madrugar por ella porque ya lo hacía para salir a correr una vuelta al vecindario por la madrugada antes de ducharme e ir a clase. Aunque sí que tenía que ir más temprano de lo usual a la universidad solo porque a doña perfección y doña odio la tardanza tenía que llegar media hora antes a todas sus clases, pero no me importaba. Me dejaba pasar más tiempo con ella antes de que comenzase a trabajar o que yo tuviese entrenamiento.
Y hablando del entrenamiento, acababa de salir de este y me dirigía hasta la cafetería para esperar a la castaña. Llevaba algo preocupado todo el día. Hablamos en clase y, normalmente, antes de que ella entrase a trabajar me hablaba, pero yo había perdido una clase del día de hoy porque el entrenador necesitaba hablar conmigo cara al partido que nos esperaba dentro de nada. No habíamos hablado casi nada en todo el día y me preocupaba. ¿Se había cansado ya? Mierda, no. Seguro que se le había olvidado hablarme con el agobio que le entraba al ir a trabajar.
Al llegar a Ross's me encontré con algo que no pensaba que iba a encontrarme nunca. Me abrí paso con nerviosismo y agobio hasta llegar a la barra. Ignoré al resto de clientes quejándose e insultándome por haberme colado, pero me importó un carajo lo que tenían que decirme.
—¿Quién coño te ha hecho eso, Violet?
Tenía varios rasguños por toda la cara y un corte en el labio superior. Fruncí el ceño y me comencé a preocupar más y más cuando desvió la mirada y sus ojos se llenaron de lágrimas. Oh, mierda. ¿Qué coño había pasado? ¿Por qué estaba trabajando en estas condiciones?
—Oliver, por favor, hay más clientes delante de ti. Cuando llegue tu turno te atenderé —su voz era temblorosa y un manojo de nervios, lo que me enervó más todavía.
¿Dónde estaba Morgan? Mi mirada viajó por todo el establecimiento hasta ver a la pelinegra con el ceño fruncido y un par de rasguños también. El jefe le miraba con preocupación, pero no me importaba. ¿Cómo mierdas les dejaba trabajar así? caminé hacia él con pasos furiosos y le agarré del cuello de la camiseta. Sus ojos se abrieron como platos y escuché como toda la cafetería jadeaba en sorpresa por mi movimiento.
—¿Qué coño ha pasado, Ross? —escupí con cabreo y nerviosismo.
—Oliver, para —la pelinegra colocó una mano sobre mi brazo y me hizo soltar a su jefe. Le miré con confusión, mi respiración era cada vez más rápida—. Nos hemos metido en una pequeña pelea, no es nada.
—Violet, tómate el descanso ya —habló reajustándose el cuello de su camiseta y mirando a la castaña, quien estaba con la boca abierta y a punto de llorar—. Morgan, tú también.
Violet se quitó el delantal y le temblaban las manos al hacerlo. Si estaba tan nerviosa, ¿por qué seguía trabajando? Tyler era un tío fiable y le iba a dejar marcharse a casa si se lo pedía. Las seguí hasta la sala de empleados y me senté junto a la castaña. Con cuidado e intentando calmarme a mí y a ella, le toqué la cara. Hizo una mueca al sentir mi piel contra la suya.
—¿Qué ha pasado? —desvió la mirada hacia su mejor amiga y esta asintió.
—Estaba saliendo de clase de artes. Ya sabes, esa que tengo de optativa con la señora Dupont, que es francesa. Es una profesora increíble y sus dinámicas lo son aún más —corté su divagación antes de que se fuese por las ramas más todavía. Violet solía divagar mucho cuando se ponía nerviosa o borracha. Ahora era por lo primero—. Vale, salí de clase y escuché como alguien gritaba mi nombre. Solo me acuerdo de recibir un tirón de pelos y arañazos por toda la cara antes de yo hacer lo mismo. No sé, escuché a Morgan gritar diciéndome qué tenía que hacer hasta que nos separaron.
—Deberías haber visto a la otra —acotó Morgan con una sonrisa—. Nadie ataca por sorpresa a mi mejor amiga y sale ilesa. Yo habré recibido también, pero ella ha acabado peor —le lancé una mala mirada y continué mirando a la castaña, a quien le temblaba el labio.
—¿Estás bien? ¿Por qué no te has ido a casa? Allí ibas a estar más tranquila —le comenté con preocupación. Negó con la cabeza y me sonrió con las fuerzas que pudo reunir—. Dime quien ha sido, por favor.
—Heather —escupió Morgan al ver que su amiga se callaba la información.
Hostia puta.
¿Qué coño? ¿De qué iba esa tía? Joder, joder, joder.
—¿Puedes llevarme ahora a casa? —me preguntó cortando los pensamientos que estaba teniendo. Asentí y le ayudé a levantarse. Morgan le dio un abrazo y le revolvió le pelo antes de decirle algo al oído que hizo asentir a su mejor amiga.
Me disculpé con Tyler antes de salir del establecimiento. Caminamos en silencio hasta donde tenía el coche: en la otra punta del campus. Violet se paró en medio del trayecto y le miré con confusión. Pensé que se iba a poner a llorar.
—¿Por qué eres amigo de ella? —su pregunta me tomó desprevenido.
—Ambos estábamos pasando por un mal momento en verano y supongo que fue lo que nos unió —asintió y continuó caminando con el paso algo vacilante—. Debería haber visto lo cabrona que es. Lo siento mucho, Violet.
—No es tu culpa que sea así. Ya me amenazó el viernes, esto no me va a detener tampoco —abrí los ojos con impacto y confusión al escuchar que ya le había amenazado una vez.
—No sabía que causaba ese efecto en las chicas. ¿Pelearse por mí? Esta belleza es un super poder, pero también un peligro —opté por usar el sentido del humor en lugar de ir por un camino más oscuro. Su amplia carcajada fue un alivio—. ¿Estás bien en serio, Violet? —me sonrió y me colocó una mano en el brazo.
—Sí, tonto.
Al llegar al coche, arranqué y conduje hasta su casa escuchando la radio. Violet tarareaba las canciones como si no le viese nadie, pero era yo quien le veía y quien le escuchaba, por lo que aumenté el volumen de la radio y canté a pleno pulmón las canciones que me sabía. Violet acabó uniéndose y ambos cantamos la discografía de Taylor Swift hasta llegar a su casa. Continuamos charlando con una canción todavía sonando pero con el volumen más bajo.
—¿En serio trabajas este viernes? Mierda, pensaba que podíamos hacer algo —exclamé una vez que me dijo los planes que tenía para el fin de semana.
—No puedo escaquearme todos los días, niño de la abuela —reí ante esas palabras.
Maldije el día que le dije que mi abuela era quien me pagaba todo y no mis padres. Aunque prefería que nombrase a Vivien antes que a los hijos de puta (abuela, te quiero) que tenía como progenitores.
—¿El sábado trabajas? —negó con una sonrisa e hice un gesto de victoria—. ¿Vas a venir a animar al mejor capitán de la historia? —no le dejé que pensase su respuesta—. Olvídalo, no era una invitación. Quiero que vengas, cervatillo —sonrió y soltó una carcajada antes de dejar caer su peso en el respaldo del asiento.
Mierda, creo que había hablado demasiado rápido. Siempre que venía a los partidos lo hacía porque Morgan le obligaba. No iba a venir solo porque yo se lo dijese. Rechazaba mi invitación cada vez que se lo decía. Además, Violet odiaba el fútbol y ver corres a tantos unga ungas.
—Claro que voy a ir. ¿Quién si no te va a abuchear cuando falles un tanto? ¿Quién si no va a aplaudir entusiasmada cuando te tacleen y tiren al suelo? —aceptó con diversión. Pude respirar más tranquilo, pero no dudé en seguirle el rollo.
—Perdona, cervatillo, pero a mí nadie me taclea. Soy demasiado bueno como para que se acerquen a mí —rodó los ojos y yo sonreí.
Objetivo conseguido.
—Eres insoportable. Luego hay una fiesta. Odio las fiestas, pero Morgan me va a obligar a ir. ¿Nos escaqueamos y salimos a dar una vuelta? No me apetece aguantar a borrachos, prefiero estar contigo —habló con timidez, pero en un acto de valentía clavó sus ojos azules en los míos.
—¿Me estás pidiendo salir, cervatillo? —pregunté con diversión, pero por dentro estaba saltando de la alegría.
—Tú no lo haces, estoy harta de esperar —contestó encogiéndose de hombros y reí con ganas.
—Entonces es una cita —aclaré para asegurarme más que nada.
—Es una cita, Oliver Moore —sonrió.
No me dejó decir nada más. Me dio un rápido beso en la mejilla y salió corriendo del coche hasta la puerta de su casa.
Santísima Virgen, qué llegase ya el sábado.
Aunque antes tenía otra cosa que hacer.
Vamos a ver que tenía Heather que decir.
La cara de la pelirroja era un poema.
Mantuve mis distancias con ella en todo momento. No me podía creer lo que había hecho. Mierda, debí haber visto venir que muy bien de la cabeza no estaba y ese comentario que hizo sobre lo mojigata y amargada que estaba Violet me tuvo que haber dicho algo, pero no. Me cegó estar pasando por una mala racha y no tener a nadie en Holmgraves.
Heather me miraba con los ojos llorosos y pidiendo mil disculpas, una y otra vez. Su hermana miraba desde la puerta de la casa lo que estaba ocurriendo, pero no salió a defender a su hermana ni a decir nada. Apenas había hablado con ella, pero no quería ni hacerlo. Bastante tenía con una Heather, no necesitaba otra.
—¿¡Qué coño te pasa por la cabeza, Heather!? —exclamé moviendo las manos con nerviosismo y cabreo—. ¿¡De qué coño vas pegándole a Violet!? ¿¡Es que acaso estás loca!?
—¡Se estaba metiendo entre nosotros! ¡No me respondías los mensajes y estás distraído desde que ha vuelto! ¡Por su culpa tú y yo no estamos bien, Oliver! —exclamó de vuelta mientras las lágrimas caían por su rostro.
Me pasé las manos por la cara con exasperación y conté hasta diez en mi mente para no avanzar. Mierda, tenía que controlar por problemas de ira antes de hacer una locura. Me estaba sacando de mis casillas. No debería haber venido, pero si no lo hacía no sabía que más iba a hacerle a Violet.
—Heather, no se ha interpuesto porque nunca hemos sido nada. ¡Cuando me besaste te dije que no sentía nada y me dijiste que lo entendías! No me he alejado de ti porque te consideraba mi amiga, ¡pensé que tú pensabas lo mismo! —avanzó hacia mí, pero yo retrocedí y levanté las manos para pararle—. Sé que tienes muchos problemas, Heather, pero no puedo permitirte esto. Primero me borras los mensajes que me mandaba Violet y ahora le pegas en medio de la universidad. Además de que la has amenazado un par de veces —estaba agotado de todo esto—. Esto se acabó. No somos más amigos. No puedo ser amigo de alguien así.
—¡Oliver, por favor! Le pido perdón, pero no te alejes de mí. Somos amigos, no te volveré a besar ni le diré nada a Violet, aunque sea una zorra que quiere alejarte de mí —rodé los ojos y suspiré con pesadez. Vi como su hermana caminaba hasta ella y le agarraba por los brazos para que le mirase.
—Gracias, Harper —asintió con pesadez y obligó a su hermana a meterse para dentro de la casa.
Observé al dúo de pelirrojas ingresar dentro de la gran casa y me metí en mi coche. Me pasé ambas manos por la cara y solté un suspiro de exasperación. Me había pasado casi media hora gritándole a Heather y diciéndole todo lo que tenía que decirle. Esperaba que dejase en paz a Violet. Esperaba que me dejase en paz a mí.
Me vibró el teléfono y sonreí ante el mensaje de la castaña.
Cervatillo: no te interesa, pero ¡April Williams ha anunciado que su próximo libro se titula Golpe directo! Pd.: ¿has pensado qué vamos a hacer el sábado? Porque creo que, ya que te he pedido salir yo, debería elegir yo
Cervatillo: 😝🍆💦
Cervatillo: por Einstein, ¡no quería poner esos emojis! Solo quería decir que mi madre ha hecho lasaña de berenjena ¿¡por qué se han puesto esos emojis!? ¡no dejo que Morgan coja más mi móvil!
Reí con ganas y diversión leyendo todos los mensajes que me mandaba sin parar.
Por Einstein, estaba deseando que llegase el sábado.
Sábado. Día del partido. 17:30
Mis compañeros me miraban con atención mientras explicaba las estrategias junto al entrenador que debíamos seguir si queríamos conseguir la victoria.
El entrenador era el encargado de dar los discursos motivacionales antes de cada partido. Su discurso favorito era un plagio del que hacía Al Pacino en «Un domingo cualquiera» y su discurso de «Pulgada a pulgada». Este cascarrabias no tenía imaginación para inventarse uno propio, pero la estrategia le funcionaba, así que para qué quejarnos. La cosa era que, al ser mi debut como capitán en este nuevo equipo, me había pasado el testigo para motivar a mis compañeros.
Observé a todos mis compañeros, uno por uno, antes de comenzar a hablar. No tenía nada preparado. El entrenador me había dicho que tenía que hacerlo hacía unos segundos atrás, por lo que me había pillado completamente desprevenido y en calzoncillos, metafóricamente hablando.
—Es el primer partido de la temporada, así que tenemos que darlo todo. Y cuando digo todo, es todo. Sé que no todo el equipo confía en mí y cree que Connor debería seguir siendo capitán —no miré a nadie en específico, pero sabía quien había dicho eso a mis espaldas. Lo entendía—. Lo entiendo, sois amigos y él lleva más tiempo al mando que yo. Aunque escuchadme, no he llegado aquí por mi cara bonita —escuché un par de risas—, ni mucho menos para hacer amigos. He llegado aquí por ser constante, por luchar por mis sueños y por ponerme un objetivo. Y mi objetivo de esta noche es patear los culos a esos emúes de pacotilla —algunos comenzaron a gritar y sonreí alzando el brazo—. ¡Esta noche vamos a enseñarles a esas aves no voladoras de lo qué son capaces estos chuchos!
Hice el ladrido típico de los bulldogs y todos mis compañeros me siguieron. Colocamos las manos en el centro y a la cuenta de tres gritamos y ladramos para salir al campo a calentar. Alek me dio un golpe en la espalda, se le veía muy motivado y era una de las pocas veces que le veía tan motivado y entusiasmado en un partido. Sé que se metió en el equipo, tanto en el instituto como aquí, para tenerme controlado y por petición de mi abuela para cuando perdiese los estribos tuviese a alguien apoyándome.
—¡Oliver, Oliver, Oliver! ¡Alek, te quiero! —miré con diversión hacia las gradas donde vi a las chicas corear nuestros nombres y a Sam admirar a su novio.
La castaña estaba en el medio de ambas y aplaudía y gritaba mi nombre a coro con el resto. Le lancé un beso desde la distancia, el cual me respondió con un corte de mangas. Me hice el dolido y reí con diversión. Mierda, no podía apartar los ojos de ella ni del hecho que llevase mi sudadera del equipo con mi número en ella. Pensaba que me iba a mandar a tomar por culo como hizo ayer al dársela. Debía haber sido obra de Morgan.
Después del primer tiempo, vi como Violet se levantaba y hablaba con las chicas. Sam hizo contacto visual conmigo y gesticuló hacia donde iba. Así que tomé los minutos de descanso que tenía para ir a ver a la castaña. Metí la mano en la bolsa de plástico llena de palomitas con sal y me llevé una a la boca. No podía comer mucho o la iba a liar en medio del campo.
—Te queda fenomenal esa chaqueta. Yo creo que deberías quedártela —sonreí con burla. Rodó los ojos y me dio un golpe en la mano cuando quise quitarle otra palomita.
—Solo me la he puesto porque tenía frío y era lo único que tenía —aclaró, pero yo solo asentí con diversión y fingiendo asentimiento. Ya, como si eso fuera cierto—. ¿No era que a ti no te tacleaban? ¿Estás bien, por cierto? —su tono preocupado me enterneció y divirtió en partes iguales.
—Me he dejado taclear para que se confiase —contesté con diversión y ella rio mientras negaba con la cabeza—. ¿Estás preocupada por mí, cervatillo?
—Tienes que llegar de una pieza a la cita, orangután. No me he comido la cabeza para nada —el viento movió su larga melena y sonreí ante esa imagen.
—Todavía no me has dicho qué vamos a hacer.
—Es una sorpresa —contestó en un tono misterioso.
—¡Moore! ¡El descanso ha terminado! Deja de ligar o voy a tener que patearte el trasero que tienes.
La verdad era que tenía un buen culo. Violet podía afirmarlo.
—¿Un besito de buena suerte? —puse los labios de pato y esperé a que me diese un beso. Reí al sentir como me daba un golpe en la cara, pero antes de irse me dijo algo que me hizo sonreír como un estúpido. Además, me dejó un beso corto en la mejilla.
—No necesitas buena suerte porque eres el mejor jugador que conozco.
Volví a la pista con una sonrisa y me situé en el campo para la siguiente ronda. A lo largo de este tiempo sentía como las piernas me ardían y los pulmones me iban a reventar de tanto correr, pero estaba siendo un partido buenísimo. Con la pelota en mi mano, corrí y me escurrí de mis contrincantes con toda la gracia y agilidad que pude reunir hasta llegar a la línea de punto. Proferí un gran grito cuando fue el tanto ganador.
—Y el primer partido de la temporada se lo lleva el equipo de los Bulldogs ¡Qué gran comienzo para el número ochenta y tres, el nuevo capitán del equipo!
Sentí las manos de gran parte del equipo sobre mí y como me vitoreaban y elevaban en alto. Reí y levanté los brazos en señal de victoria. Después de ochenta minutos de partido estaba agotado, pero había sido una partida increíble. Hacía tiempo que no me sentía tan bien jugando ni en un partido. Joder, se sentía tan bien estar en la cima. Aunque la cima fuera ganar el primer partido, pero, joder, abríamos la temporada por todo lo alto. ¡Y yo había sido el causante de ello!
—Supongo que debíamos haberte hecho más caso el año pasado, Moore. Aunque solo es el primer partido, no hemos ganado la liga ni nada parecido.
Creo que esa era la forma amable de Connor Baker de felicitarme y adularme. Era una mierda de forma, pero me conformaba. Solo quería hacer una cosa ahora.
Quería celebrarlo en la cita con Violet.
Quería darle un beso de la victoria, pero no le encontraba por ningún lado. Mierda, le había visto cuando estaba en los brazos de estos capullos.
Caminé con el casco en la mano y quitándome el protector bucal con algo de nerviosismo y confusión. Había jurado verle, habíamos mantenido hasta contacto visual y sabía que iba a venir a verme.
Me quedé parado en el sitio, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada ante lo que estaba viendo.
—¿Qué coño está pasando aquí?
La cara de Violet era de absoluto horror. Un rubio cerca de ella, pero había aprendido algo. No era de fiar y Violet no estaba a gusto cerca de él.
Iba a matar al puto surfero de pacotilla.
¡Hola! ¡Qué es el penúltimo capítulo, estoy llorando!
Otra vez estamos en la mente de nuestro querido orangután. ¿Qué pensáis de sus nervios? Violet podría ser clara ya, aunque por lo menos están bien juntos y no corre. Aunque todas queremos que se confiese.
Heather, voy a por ti, ¿me escuchas? Escóndete porque nadie pega a mi Violet y sale ilesa, que te lo diga Morgan. Y busca ayuda, por favor.
Otro que va a tener que correr es Cole, ¡pégale, Oliver! ¡enséñale quién manda! aunque... ¿qué habrá pasado?
omg, ¿a dónde llevará Violet a Oliver en la cita?
un momento, después de ver a Vi con Cole, ¿seguirá habiendo cita?
¡Os leo! ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Se resolverá todo en el 50? más vale
***
Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️
¡Muchas gracias! Nos leemos,
Maribel❤️
Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)
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