Cuarenta y dos

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Depende del amor que reciba este capítulo, subo el 43 por la noche🥰

Oliver apretaba tanto los nudillos en el volante que se habían vuelto de un color blanquecino debido a la presión.

Había sido un susurro suave, sin intención de que se enterase, pero lo había hecho y ahora no había vuelta atrás. Se había enterado y no le había sentado bien, tal y como pensé que iba a ocurrir.

No dijo nada, solo pegó un frenazo con el coche y se quedó así, apretando el volante y respirando con fuerza. Retomó el camino a su apartamento sin decir ni una palabra. El ambiente se sentía tenso y se podía cortar el aire con un cuchillo. Me sentía fatal por soltar la noticia de esa manera, pero no podía volver el tiempo atrás.

Aunque tampoco entendía su cabreo. No era como si no supiese que me iba, a ambos nos seleccionaron en el mismo programa a la misma vez, íbamos a tener el mismo horario, pero él se encargó de rechazar la beca. Sabía que iba a estar fuera el verano y que me iba a ir pronto, así que no entendía esa reacción.

Sabía que debía decirle algo para calmar su reacción. Pero yo también era una terca y una cabezona y no le iba a decir nada. No era mi culpa que no supiese tomar una noticia que estaba bastante clara. No era nada nuevo que me fuese a Washington.

Ni siquiera me habló al bajarnos del coche, no dijo nada en todo el trayecto en ascensor. Pero no aguantaba más. Tenía que decirme algo ya o iba a explotar. No sabía quien iba a explotar antes, si él o yo.

—Venga ya, Oliver, tampoco es para tanto —frunció el ceño y centró sus pupilas en las mías cuando me puse frente a él. Soltó una risa irónica y cruzó los brazos en su pecho mientras me miraba con falsa diversión.

—Oh, vaya, ¿tú eliges por lo que puedo enfadarme? Porque cuando tú te enfadas por gilipolleces nadie puede decirte nada, Campbell.

Touché.

Me había dado en el sitio. Pero no pensaba admitir que tenía razón. No podía decirle porqué podía enfadarse y porqué no, pero me molestaba bastante que se lo tomase de esa manera. ¿Acaso era un niño chico para hacer tal berrinche?

—Eres imposible —hablé exasperada.

La campanita del ascensor sonó y bajamos de él. Seguí al orangután en todo el camino e intenté hacerle parar. Me sentía estúpida, ¿por qué siempre estábamos así? ¿Por qué no se me podía haber escapado que le quería? Llegaba a escuchar eso y seguro que se comportaba de otra manera.

—Oliver, ¿por qué no me escuchas por una vez en tu vida? —escupí nada más entrar en la casa.

—¿Qué yo te escuche a ti? ¿Ahora lo dices? —otra risa irónica salió de su garganta. A pesar del cabreo que llevaba encima, sus ojos verdes no se separaban de los míos—. Eres una hipócrita, Campbell. Nunca has tenido en cuenta nada de lo que te digo y ¿ahora quieres hablar?

—¿Por qué discute el matrimonio ahora? —escuché la lenta voz de Alek. Supuse que Morgan y Sam estaban con él. No me paré a mirarles y mantuve el juego peligroso de miradas que tenía con el orangután.

—Cállate, Alek —espetó Oliver y fruncí el ceño comenzando a cabrearme en serio.

—No le hables así a tu mejor amigo, bucéfalo —le reprendí y solo causó otra carcajada llena de veneno.

—No me des lecciones de amistad, Campbell —a través de mi vista periférica vi como Morgan avanzaba remangándose unas mangas imaginarias. Sam le agarró del brazo y la mantuvo en su sitio—. ¿Vas a venir a decirme cómo tratar a mis amigos ? ¿La misma que nos lleva ocultando desde semanas que se va?

—¿Qué? —la voz de Sam se escuchó ante el silencio que se formó. Fruncí el ceño y miré al orangután.

—Deja de hacerte la víctima, estúpido. Sabías que me iba desde hacía meses, no hagas ahora como que es algo nuevo —le di unos toquecitos con mi dedo índice en su pecho a medida que hablaba. Él me agarró de la muñeca al decir la última palabra—. Deja de hacer como que esto es mi culpa, si no has querido ver que me iba ha sido cosa tuya. No era ningún secreto.

—¿No era ningún secreto? ¿Y por eso me lo dices un día antes de irte? Venga ya, cervatillo, deja de ser tan estúpida —su voz estaba tensa y casi gritaba en mi cara, pues habíamos acabado echándonos las cosas en cara a un poco distancia.

—Paso, paso de seguir escuchándote y excusarme —me zafé de su agarré. Su ceño solo se acentuó y asintió con lentitud.

—¿Ves? Nunca quieres escuchar lo que tengo que decir. Siempre es yo, yo, yo...

Hice caso omiso a sus palabras y me metí en mi habitación. Me tapé la cara con las manos para acallar el grito desgarrado que salió de mi garganta. Estúpido Oliver. Estúpida yo por no decir nada antes. Sabía que debía haberlo dicho antes. La bola de nieve había bajado a toda velocidad por la montaña y se había convertido en una gigantesca bola imposible de parar sin haber daños. Yo sola me había ganado esto.

Por Einstein, ¿por qué no se lo había explicado bien en lugar de haberme puesto como una fiera? ¿Por qué tenía que ser tan cabezona y rebajarme a su nivel? Era todo mi culpa una vez más. Siempre lo era. No era capaz de hacer nada bien y por mi culpa todos acababan lastimados.

—Deja de culpabilizarte, novata —levanté la mirada y vi a mi amiga en la puerta. Caminó hacia mí y enredó sus brazos en mi cuerpo. Me permití apoyar mi frente contra su hombro y apretar su menudo cuerpo—. Es cierto que deberías habérselo dicho antes, pero no es tu culpa que se haya cabreado. Es un hombre, un unga unga, no hay que tomárselo en cuenta.

—Pero no debería haber reaccionado así, debería haberle explicado mis razones para irme antes —la pelinegra peinaba mis puntas con sus dedos y me hablaba con tranquilidad.

—Puedes decírselo cuando se calme un poco. ¡Qué coño! Qué venga él a pedirte perdón, el basilisco ha sido él.

—Gracias por estar siempre conmigo —me aferré a su cuerpo y aspiré el olor a tabaco que había dejado de incomodarme tanto.

—Para eso están las mejores amigas, novata —cerré los ojos ante el tacto de sus labios sobre mi frente y sonreí levemente, dejando el mal humor y tristeza de un lado.

Morgan siempre me trataba bien y me comprendía en todo lo que hacía. Tenía suerte de poder llamarla «mejor amiga» y de tenerla en mi vida. No sabría que sería de mí sin ella, todo lo que había aprendido este año había sido gracias a ella. Gracias a ella comenzaba a creer en el destino y en que las cosas pasaban porque tenían que pasar. Por ella había comenzado a creer en una ciencia inexacta.

Aunque tenía miedo de que algún día se cansase de mi actitud y me dejase de lado.

—Pero no es con él con quien debes hablar, hay alguien que también está muy disgustada.

Asentí y me separé de ella. El contacto de nuestros dedos se cortó lentamente cuando avancé hasta la puerta. Susurró unas palabras de ánimo y salí en búsqueda de mi otra amiga. Apreté los puños en mis costados varias veces, buscando algo de valentía para llamar a la puerta. No me hizo falta, Alek se encargó de abrirme y dejarme pasar. La habitación era la misma que Morgan y yo compartíamos, solo que las cosas estaban cambiadas de posición: lo que en la mía estaba a la izquierda, aquí lo estaba a la derecha.

Sam estaba arrodillada en el suelo, la maleta rosa gigantesca que traía estaba frente a ella y la tenía abierta. Introducía prendas en su interior y me hizo caso omiso cuando me arrodillé a su lado. Me puse algo nerviosa al ver como no doblaba bien la ropa. De esa manera cuando llegase a su casa y deshiciese la maleta iba a encontrarse toda la ropa arrugada y tendría que plancharla de nuevo. Ayudé a mi amiga a hacer la maleta en completo silencio. Todavía olía a su perfume de vainilla que siempre utilizaba.

—Vi, no hace falta que me ayudes —me sonrió ampliamente. No era la persona más indicada para leer el ambiente ni la situación, pero sabía que era una sonrisa falsa—. Hay que ver como se ha puesto Oliver por una tontería, ¿no? —acompañó sus palabras con una sencilla risa. Apreté los labios y sentí como se me llenaban los ojos de lágrimas—. Aunque él por lo menos se ha enterado —susurró. Me sorbí la nariz porque sentí como moqueaba.

—Perdón, perdón, perdón —repetí una y otra vez y dejé la blusa de flores que sostenía en la maleta.

—No te preocupes, Vi, que no es para tanto —otra sonrisa reconfortante. No sabía si sus palabras eran un consuelo para mí o para ella.

—Deja de hacer como si nada, Sam. Tienes derecho a enfadarte y a dejar de sonreír cuando no quieras hacerlo —exclamé y ella saltó en el sitio. La prenda que sostenía cayó al suelo y me miró con una sonrisa temblorosa—. Sé que no soy la mejor persona para opinar, pero no tienes que fingir que todo está siempre bien. Enfádate conmigo, grítame. Somos amigas, déjame entrar.

—¿Somos amigas? ¿Me lo estás diciendo en serio? —una risa irónica. Dije que quería que mostrase una reacción diferente a la típica sonrisa de siempre, que fuese más autentica y mostrase su verdadero ser, pero dolía mucho verle así—. El otro día te dije que sabía que nuestra relación no era tan profunda como la que tenías con Morgan, pero pensaba que lo era más. Podrías haberme contado esto, Violet —me miró con el labio tembloroso y sentí la primera lágrima caer. Limpié de su mejilla la que cayó de su ojo.

—Sé que debería haberlo hecho. Me sienta fatal, es solo que sabíais que me iba y que no iba pasar el verano con ustedes —me pasé las manos por la cara en frustración—. No me gustan las despedidas. Me dan miedo que sean un «para siempre» en lugar de un «hasta luego». Me da miedo que, al despedirme para irme a otra ciudad, no vuelva. Sé que son paranoias mías, pero tengo pánico de que se haga realidad. Mi padre dijo «ahora vuelvo, voy a quedarme con tu hermano mientras mamá se queda contigo» y desapareció cinco años. Jason también se ha ido. Me daba miedo decir que me iba antes y que os lo tomaseis mal.

—¿Por qué nos lo íbamos a tomar mal? Sabíamos desde meses atrás que te ibas, pero me habría gustado saber que te ibas en un día en específico. Podríamos haberte preparado una fiesta antes y otra cuando volvieses —los rizos le caían sobre la frente, así que se los aparté con una sonrisa temblorosa, la cual me devolvió—. No vamos a separarnos porque te vayas el verano, Vi. Tiene que haber una pandemia mundial para que eso ocurra, y tampoco permitiría que nos separase —acepté su abrazo. Sentí algo mojado sobre mi espalda y supuse que había dejado caer alguna lágrima. Se separó y mostró una gran sonrisa, pero no le llegaba a los ojos, los cuales estaban algo húmedos—. Podrías haber soltado la bomba un par de días antes, que mañana no voy a poder ir a almorzar ni cenar con ustedes —me codeó.

—Lo siento.

—No pasa nada, Violet —no sonrió—. No siempre soy la chica risueña, al igual que tú usas ser más reservada y seria, yo uso las risas como mecanismo de defensa —susurró y continuó doblando de manera mamarracha sus prendas. No había ni rastro de esa animosidad ni felicidad—. En mi casa hay muchos problemas y por eso vamos a pasar el domingo con mis padres, es como una tradición. Es el único día que nos reunimos todos los miembros de la familia —se encogió de hombros—. Si llegaba sonriendo a clases y comportándome bien, no hacían preguntas sobre lo que pasaba en casa. No te hacen preguntas si te ven feliz y alegre.

—Lo siento —dije apenada. No sabía nada de lo que pasaba en su casa y nunca me había preocupado por preguntarle.

—¿Por qué? Me gusta sonreír, la gente dice que tengo una sonrisa preciosa —mostró todos sus dientes para demostrarlo y reí de vuelta—. Ahora ayúdame a guardar la ropa, solo hago liarla.

Reí ante su súplica y ayudé a hacer su maleta entre risas y empujones.

El restaurante que había elegido la abuela de Oliver era impecable.

Con solo ver la fachada casi me atraganté. Por los grandes ventanales pude observar la elegancia y riqueza que desprendía ese lugar. Por Einstein, un vaso de agua aquí tendría que costar como mi casa. Ya estaba temiendo por ver los precios de los platos. Pero hasta que no llegase Vivien no iba a poder comprobarlo. Y daba gracias a su tardanza porque debía acostumbrarme a tal lujo y riqueza.

Morgan a mi lado se acomodaba los pechos en el sujetador en un gesto disimulado. Le miré con una ceja encarnada y con una leve sonrisa. Frunció el ceño al captar mi mirada, para luego sonreír con diversión y perversidad.

—¿Quieres volver a besarme, novata? —rodé los ojos y le di un codazo.

—Deja de ser tan creída, Morgan —me sacó la lengua. Retocó su labial mientras se miraba en la cámara frontal de su teléfono.

Dejé de prestarle atención y centré mi mirada en cierto orangután. Este esperaba en la puerta del lujoso restaurante vestido de etiqueta. Cuando su abuela nos invitó a cenar pensaba que íbamos a ir un sitio tranquilo y asequible para todos, pero Oliver llegó diciéndonos que había conseguido una reserva en el mejor restaurante de la ciudad y debíamos ir vestidos de acorde al código de vestimenta.

Morgan iba en su línea: un top negro de encaje y unos pantalones de color blanco roto, a juego con una chaqueta americana que apenas abrigaba. Me preguntaba cómo había acertado al traerse el conjunto de su casa. También me preguntaba cómo me había convencido para ponerme un vestido negro que me llegaba por las rodillas, aunque tenía una raja que dejaba ver mi pierna. Se había encargado de maquillarme un poco y de planchar mi pelo perfectamente. Dijo que así vestida iba a hacer que todos los tíos y tías se cayesen por donde pasase, incluso hicimos la prueba con Oliver, quien se quedó algo boquiabierto y sin palabras. Eso hizo que Morgan me chocase los cinco al montarnos en el coche.

Pero él no fue el único que se quedó sin palabras. Era la primera vez que le veía en un traje de chaqueta y le quedaba como anillo al dedo. No decepcionó. Llevaba un traje de chaqueta negro y una camisa blanca, un par de sus dedos eran adornados por unos anillos de color dorado y un reloj del mismo color brillaba en su muñeca derecha.

—Cierra la boca que te van a entrar moscas —se burló mi mejor amiga. Le di un codazo en respuesta y rodé los ojos—. ¿Vais a dejar de comportaros cómo críos y hablar? Te vas mañana, es decir, en nada. Tienes el vuelo a las diez de la mañana.

—Lo sé, pero si él no hace nada por acercarse, yo tampoco lo haré.

—Qué cabezotas sois los dos, por favor.

Era cierto que lo éramos. Ninguno había dado el brazo a torcer ni daba señales de querer hablar con el otro. El desayuno lo habíamos pasado en silencio, no hablábamos entre nosotros, no hubo pullas ni comentarios sarcásticos por su parte. Sam, Alek y Morgan intentaron hacer la comida más llevadera haciendo preguntas, pero evitando el tema que molestaba a Oliver, evitando así otra confrontación y pelea entre los dos. Se despidió de su mejor amigo y amiga en privado, aunque se iban a ver a lo largo del verano. Yo, en cambio, me dejé apretujar y achuchar por la morena y el rubio y les prometí hablar siempre que pudiese con ellos. Sam prometió hacerme una fiesta cuando volviese, allá por el veinte de septiembre que era cuando tenía el billete de vuelta. Alek solo se encargó de abrazarme y desearme suerte en el campamento. Seguía sin poder descifrar qué pasaba por la mente del rubio con pintas de surfero que le daba miedo el mar.

El repiqueteo de unos tacones me hizo desviar la mirada de la figura del orangután en traje y miré hacia la dirección del sonido. Vivien parecía recién salida de una pasarela de moda. Los tacones de color crema marcaban su paso, llevaba unos pantalones del mismo color y una camisa con estampado animal. Pude observar el reloj de oro en su muñeca y los diferentes anillos en sus dedos cuando guardó las gafas en el bolso. Primero saludó a su nieto con un abrazo y un beso que dejó la marca en su mejilla. Oliver se lo quitó con algo de retintín. Luego fue el turno de Morgan, quien desde que le había visto venir había estirado la espalda y colocado su mejor pose. Finalmente, me saludó a mí. El aroma que olí en la ropa de Oliver dos noches atrás traspasó por mis fosas nasales. Vaya, la abuela Moore sí que utilizaba un perfume potente.

—Vamos a cenar antes de que nos quiten la reserva —habló mientras se dirigía a la entrada.

El maître del restaurante nos llevó hasta nuestra mesa y tuve cuidado de no tropezar ante todo el lujo que había en el local. Nada más sentarnos, nos sirvieron un vaso de agua y nos entregaron las cartas. Vivien parecía que estaba en su hábitat, Oliver también. Pero Morgan y yo nos sentíamos más como peces fuera del agua. Aguanté las ganas de reírme cuando vi a la pelinegra releer la carta una y otra vez y cuando le escuché susurrar que no entendía nada de lo que ponía. Pero el inicio de carcajada murió cuando vi los precios. Por Einstein, mi madre tenía que rehipotecar la casa tres veces para poder venir a cenar. ¿Le echaban oro a la comida?

—Violet, querida, ¿te encuentras bien? —preguntó Vivien con voz dulce.

—¿Eh? Sí, sí, es solo que no estoy acostumbrada a este trato —me rasqué la sien y le di una sonrisa de disculpas.

—Oh, no te preocupes, suele ocurrir la primera vez. Pero pide lo que tú quieras, yo pago —que me dijese eso no me tranquilizaba mucho. Me daba vergüenza que me pagase las cosas.

—Una sugar mommy —murmuró Morgan con una sonrisa divertida mientras continuaba mirando la carta. Esperaba que Vivien no la escuchara.

—Deja de darle vueltas, Campbell. Ha dicho que invita, así que elige que comer —habló Oliver sin despegar la mirada de la carta. Ni siquiera me miró y su tono era brusco. Tragué saliva y esperé a que su abuela no pillase el cabreo que tenía.

Al final acabé eligiendo algo que no tenía ni idea de lo que era, pero el nombre en francés me llamó la atención. Sabía algo del idioma, pero no sabía qué relación podían tener los platos. Comimos entre una pequeña charla y con Morgan preguntándole mil cosas a Vivien, quien le respondía con el mismo descaro de Oliver y la pelinegra. Parecía que eran tres copias.

—Oh, ¿entonces vas a estar fuera todo el verano? —preguntó después de que Morgan le contase lo del campamento—. Qué pena, esperaba que nos pudiésemos ver más en las vacaciones y conocerte un poco más.

—Con permiso —Oliver dejó caer la servilleta de tela sobre la mesa y se levantó. Seguí sus pasos con la mirada hasta que se perdió por un pasillo. Me pasé las manos por el pelo y suspiré con frustración.

—¿He dicho algo que no debía? —la voz de Vivien denotaba preocupación, negué con la cabeza y la pelinegra se encargó de contarle por encima lo que había pasado.

—Creo que voy a ir a buscarle —me levanté y seguí su camino sin esperar respuesta por parte de ninguna.

No quería parecer una maleducada, pero ya me estaba empezando a hartar el comportamiento de orangután. No era para tanto. Él estaba siendo un maleducado y un niño chico por comportarse así ante la pregunta que había hecho su abuela. Odié por un momento el restaurante por el código de vestimenta que había que tener, pues llevaba tacones y no estaba nada acostumbrada a su uso. Creía que me iba a torcer el tobillo en cualquier momento.

Observé la puerta del servicio de caballeros y miré para ambos lados antes de cerrar los ojos y entrar con algo de vacile y miedo. ¿Qué me depararía este lugar? Abrí un ojo con miedo y me quedé impresionada. Hasta los baños estaban impecables y estaban llenos de lujo. Vi a Oliver apoyado en la pared frente a uno de los espejos que adornaban el lugar. Me acerqué hasta él y le pegué un pellizco en el brazo. Tenía el ceño fruncido desde el primer momento que me escuchó entrar, pues los tacones no servían para entrar en silencio en los sitios.

—Deja de comportarte como un crío, Oliver.

—Deja de decirme lo que tengo que hacer.

—Eres insoportable —no replicó con una de sus típicas bromas, así que me coloqué a su lado y crucé los brazos como él. Aspiré el aroma a coco y casi sonreí por la familiaridad. Casi.

—Sabía que te ibas, no era tonto, pero el programa empieza en dos semanas, ¿por qué te vas con tanto tiempo de antelación? Con irte uno o dos días antes ibas bien —habló con la voz calmada, pero llena de interrogantes.

—Era quedarme dos semanas sola en casa, sin las voces de Jason cuando perdía a la videoconsola y sin estar con mi madre. No quería estar tanto tiempo así, Morgan dijo que podíamos quedar, pero los del programa me tenían preparada la habitación, así que aproveché —le expliqué con la voz algo temblorosa. No era mentira. La casa se había quedado demasiado grande sin mi hermano. También le dije lo mismo que a Sam, me daban pánico las despedidas.

—También podrías haberte quedado en mi apartamento, te hubiese traído si lo necesitabas —contestó clavando su mirada en mí. Le sonreí levemente.

—Con el tira y afloja que llevábamos no estaba segura de nada —me encogí de hombros. Me despegué de la pared y me puse frente a él. Todavía me sentía algo incómoda al estar en el baño de hombres, por lo que quería salir de aquí cuanto antes.

—¿Tira y afloja? Nah, si tú admitieses tus sentimientos no estaríamos así, cervatillo —y ahí estaba el mote que ya no me importaba escuchar.

—¿Ya se te ha pasado el berrinche, orangután? —pregunté obviando sus palabras y pinchándole.

¿Cómo la liaba para luego estar tan tranquilo? Oliver era todo un misterio.

—Para nada. Has sido muy mala por mentirme, Violet.

—No te he mentido, solo oculté la verdad —expuse con fingida timidez y me di la vuelta. Su mano atrapó la mía y me tiró hacia él. Mi nariz chocó con su pecho y aspiré el aroma a coco. Su otra mano se posó en mi cintura y dejó un leve apretón.

—Pues ha sido una cosa muy fea, Violet —reí levemente y vi su sonrisa perfecta. Su cabeza descendió lentamente hasta que sus labios rozaron mi oído. Pude sentir su cálido aliento mientras hablaba, mis piernas temblaron ante esa acción—. Pienso hacértelo pagar cuando lleguemos a casa.

—¿Y por qué no aquí? —mordí mi labio inferior y esperé su reacción. No sabía de donde había salido mi valentía, pero la reacción fisiológica que producían sus lentos susurros sobre mi piel me hizo hablar sin pensar. Le escuché suspirar con pesadez.

—Joder, Violet, no me digas esas cosas —mi sonrisa se hizo más amplia y me separé un poco de él. Gesto que aprovechó para llevar una de sus manos hasta mi rostro y volver a pegarme a él en un beso.

Me besó con ferocidad hasta que mi espalda chocó con una puerta, la cual abrió y entramos. Se me hacía extraño que nadie entrase en el baño, pero la gente de dinero era muy extraña. El pestillo sonó y supe que Oliver lo había echado. No había un espacio en la parte inferior de la puerta, estaba completamente cerrado y nadie podía ver desde el exterior que había dos personas en el interior.

Continuó los besos desde mi boca hasta la clavícula, besando con cuidado la zona que prometió besar la noche anterior. Aferré mis manos a su cuello cuando me levantó y pegó mi espalda contra la pared mientras el beso seguía. Sentía la boca seca, pero en mi estómago había un remolino de deseo que no hacía más que incrementar. Daba gracias a que el vestido que Morgan había elegido era ligero y me podía mover con tranquilidad y gracia. Mis piernas rodeaban la cintura de Oliver y, este con una mano acariciaba uno de mis muslos; la otra la tenía como soporte en la pared. Me tapé la boca con una de las manos para acallar un gemido. Oliver había movido la mano hasta el interior de mis muslos y acariciaba con diversión mi zona íntima. Acalló el siguiente jadeo con su boca.

—No sabes las ganas que tengo de quitarte ese vestido —susurró junto a mi boca. Tragué saliva como respuesta y apreté mis muslos contra su mano—. Joder, Violet, llevo con una erección desde que te vi salir con esto puesto.

—Hazlo. Quítamelo —le susurré. Me soltó y me dio la vuelta en busca de la cremallera, pero estaba a un lateral. Reí levemente al escucharle tan desesperado por quitármelo. Las yemas de sus dedos mandaron descargas eléctricas por todo mi cuerpo a medida que bajaba la cremallera.

Pero su mano se quedó quieta cuando escuchamos la puerta abrirse y a dos voces masculinas charlar. Abrí los ojos avergonzada porque por culpa del calentón no me acordaba donde nos encontrábamos. Oliver me sonrió con picardía y dejó la cremallera olvidada. Cambió la mano de lugar hasta el interior del vestido. Sus ojos rebosaban lujuria y diversión por el morbo que le daba que nos pillasen.

—Ahora vas a tener que estar calladita, cervatillo —acalló con una mano el gemido que amenazaba con salir al introducir uno de sus dedos en mi intimidad. Dejé caer la cabeza con cuidado contra la pared a medida que marcaba un ritmo con su mano y yo sentía que iba a explotar por dentro.

—¿No te parece increíble que el senador Moore venga a cenar el mismo día que nosotros?

—Sí, menuda coincidencia.

Los movimientos de Oliver cesaron con brusquedad ante el intercambio de palabras del dúo que había entrado. Tenía el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Dejó atrás toda la lujuria solo con esas palabras. Volvía a ser el Oliver enfadado. Y no le faltaba razón.

Por Einstein, ya sabía porqué el senador Moore me era tan conocido.

¿Estábamos en el mismo restaurante que su padre?

¡Hola!

Se veía venir que a Oliver le iba a sentar mal, es algo típico en él, al igual que le dure un enfado nada y menos cuando Violet se le acerca

Pobre Sam, ha sido de las últimas en enterarse y, aun así, tiene una sonrisa para no hacer sentir mal a nadie :(

Conocemos un poco más la vida de Sam, aunque sea un poco

¿Morgan planea convertir a Vivien en su sugar mommy?

Mamá, la escena del bañoooo

Nos enteramos del porqué Violet no quería despedirse y se va antes

La escena iba ser una discusión que acababa así, pero una pelea en un baño iba a llamar más la atención xd

Violet así de traviesa >>>>>> Violet que lo sobre piensa todo

OMG Papi Moore al ataque, ¿qué pensará Violet del senador de Massachussets?

¿Qué os ha parecido? ¿Alguna teoría de lo que se aproxima?

The power they hold???? I mean, los amo

¡Tengo una noticia! Después de no sé cuanto tiempo en borradores, estoy subiendo la primera historia que compartí en Wattpad, le estoy dando nuevos detalles y cosas que no exploré en su tiempo, ya que le metí prisa para poder presentarla a los Wattys y se quedó paticorta xd

Voy poco a poco, pero al ser mi primer bebé quiero darle todo el tiempo que necesite. Si ya la habéis leído, os invito a hacerlo ya que hay cosas inéditas jeje. Aquí os hago algún que otro mini spoiler ya que cuando comencé a publicar RELC, seguía publicada, pero bueno, hay mucho drama y giros de guion para compensar :)

Podéis encontrarla en mi perfil como Dreams, trata sobre April, una amante de la escritura y la lectura que se tiene que mudar en el último año de instituto. April es muy reservada para mostrar sus escritos, pero conoce a Adam, quien es algo reservado para su pasión: la música. Ambos se ayudan mutuamente a salir del cascarón y el resto es cosa vuestra descubrirlo :)

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Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️

¡Muchas gracias! Nos leemos,

Maribel❤️

Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)

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