Cuarenta

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No me hago responsable de nada de lo que pase en este capítulo, ¿vale? Misa se ha encargado de gran parte.

Ahora...

¡A leer!
.

La chica de tez morena seguía aferrada al cuerpo de Oliver, no parecía tener intención de dejarle ir y al otro parecía no importarle, seguía con una suave sonrisa en su rostro mientras la sostenía en sus brazos. Fruncí el ceño y me quedé algo tensa cuando se apartó, pero tocó su mandíbula con una mano, sonriendo en todo el proceso. La tal Yvonne, con su vestido blanco, sus sandalias y su sonrisa perfecta no paraba de hablar. Oliver rio levemente en un momento y eso hizo que algo en mi estómago se revolviese y una sensación de malestar se instaló en mi organismo. Oliver parecía que había olvidado mi existencia mientras que hablaba con esa extraña, aunque para él era una conocida, bastante conocida.

Me revolví incómoda en el sitio, ya que ambos me estaban ignorando y tragué saliva, sintiendo una especie de nudo en el estómago y en la garganta. Genial, ahora me iba a empezar a preocupar. Justo cuando parecía que íbamos a volver a estar bien, aparece esta chica y lo fastidia todo. Miré a Oliver, esperando que me notase y volviésemos de vuelta con los demás, ya que nos estaban esperando a nosotros y a las bolsas de hielo que llevábamos. Al ver que no me hacía caso, carraspeé de forma ruidosa y coloqué una sonrisa angelical e inocente al hacerlo, acordándome de todas las palabras de Morgan. De alguna manera sentía que debía hacer algo y hacerme denotar, pues sentía que esta chica no era buena noticia, su sonrisa parecía un mal presagio.

—Oh, perdona, mojigata —le di una mirada extraña, pero este me ignoró—. Violet, ella es Yvonne. Yvonne, te presento a Violet, una amiga de la carrera —intenté que no se me mostrase en la cara su forma de referirse a mí mientras le estrechaba la mano a la chica. Su agarre fue firme, a pesar de lo delicada que parecía. Tenía la manicura francesa perfectamente realizada y parecía que me las iba a clavar en los dedos al soltar mi mano.

—Encantada de conocerte, Violet —me sonrió con alegría. Demasiada alegría que parecía demasiada forzada y falsa.

—Igualmente. ¿De qué os conocéis? —pregunté en un intento de que me integrasen en la conversación. Oliver se puso algo nervioso, lo supe por la manera en la que comenzó a menear su pie derecho, le miré de manera sospechosa.

Si Morgan estuviese aquí ella me diría si esta tal Yvonne trasmitía malas vibraciones o solo eran imaginaciones mías.

—Éramos amigos en el instituto —contestó Oliver por ella con demasiada rapidez. Ese gesto hizo que frunciese mi ceño en indecisión, pero asentí con brevedad. Oliver se giró hacia mí y me tendió la bolsa de plástico—. Campbell, ¿por qué no vuelves antes de que se derrita el hielo? —su sonrisa tensa me hizo sospechar más todavía de lo que estaba ocurriendo.

—Creo que el hielo está en perfectas condiciones todavía —pero era una mentira, lo sentía chorrear y gotear sobre los dedos de mis pies. Le sonreí de manera forzada y esperé a que hiciese otro comentario. La verdad era que quería volver con los demás, pero no me fiaba nada de esta chica—. Pero sí que deberíamos —marqué la palabra con una sonrisa mientras miraba a Yvonne, quien me devolvía la mirada con una de sus cejas perfectamente depiladas alzadas— volver. Nos están esperando, Olivercín —sonreí angelicalmente. Oliver tragó saliva y vi cómo le caía una gota de sudor por la sien. Entrecerré los ojos y acentué mi sonrisa—. Ha sido un placer conocerte, Ava —le sonreí mientras agarraba el brazo de Oliver—. Pero ahora debemos irnos.

—Es Yvonne —su sonrisa mordaz no me pasó desapercibido, al igual que tampoco lo hizo la forma de dirigirse al castaño, quien se le notaba algo incómodo, pero comenzaba a sonreír poco a poco—. Nos vemos por aquí, Oliver. Ha sido un placer verte después de tanto tiempo, sigo teniendo el mismo número, por si te apetece que nos veamos—sonrió y se despidió. Me tensé nuevamente cuando saltó a los brazos de Oliver, quien trastabilló y se quedó algo confundido, aunque pude notar como sus músculos se tensaban ante ese repentino abrazo y los susurros en su oído izquierdo, lejos del alcance de mi escucha—. Hasta otra, Violeta —se despidió finalmente y desapareció contoneando sus caderas por el muelle de madera, no sin antes mirar varias veces hacia atrás.

Gilipollas.

Comencé a caminar a paso apresurado y firme, sintiéndome algo cabreada por la interacción con esa chica. ¿Quién demonios se creía que era? ¿Por qué Oliver estaba tan a gusto con ella? ¿Qué le había susurrado? Pero la pregunta que más me interesaba saber era: ¿por qué había elegido esa manera de presentarme? Sabía que no habíamos dejado claro que éramos, pero estaba segura de que no compañeros de clase ni una amiga de la carrera. Lo ha dejado ver como si eso fuésemos nada más, pero somos más amigos que de carrera, si eso fuese así, solo nos veríamos en el campus y hablaríamos de la facultad y las clases, no de todas las cosas que hablábamos. No compartiríamos las cosas que compartíamos.

Oliver parecía que no tenía ni idea de lo que me molestaba, pero caminaba con el ceño algo fruncido y como si en su mente se estuviesen librando varias batallas, como si estuviese intentando descifrar algo. Rodé los ojos cuando me pilló mirándole y caminé más rápido. Él no hacía nada por acelerar el paso y yo ya me estaba cansando. El hielo estaba un paso cada vez más cerca de pasar a estado líquido, por lo que alargué la mano y, con la voz seria, le hablé.

—Dame la bolsa —coloqué la mano para que me la diese, pero me miró extrañado. Rodé los ojos de nuevo y le espeté lo mismo—. Dame la bolsa, estás en Babilonia y se va a derretir el hielo —parecía que me había entendido. Aunque no hizo lo que esperaba que hiciera, sino que levantó sus pobladas cejas y sonrió, mostrando sus perlas blancas—. ¿Qué te pasa? —le espeté con cabreo, sintiendo que se estaba riendo de mí.

—No, ¿qué te pasa a ti? Tienes una cara de tres carajos —dijo con tono divertido.

—Es que verte la cara me produce esa sensación —espeté, rehuyendo sus ojos brillosos por la diversión que le producía este intercambio.

—Ya, será eso —rio, consiguiendo que yo rodase los ojos y continuase mi paso. Sin embargo, él se encargó de pasar un brazo por mis hombros y pegarme a él a medida que caminábamos. Me estremecí en el momento que percibí su cálido aliento en mi oído. Supe que estaba sonriendo con sus palabras—. Yo creo que lo que te pasa es que estás celosa —bufé de forma exagerada.

—¿Por qué iba a estar celosa? —le espeté, aun así, no me aparté de su lado.

—Porque Ivonne ha sido la encargada de tocar este magnífico cuerpo de dios griego y no tú —me aguanté la carcajada, pero no pude evitarlo y comencé a reír, echando la cabeza para detrás y chocándola con su bíceps.

—Te lo tienes muy creído, orangután.

—¿No era Olivercín? ¿O solo me llamas así cuando estás borracha y celosa? —la última palabra la dijo junto a mi oído en un susurro lento y suave, el cual me hizo estremecer y que se me pusiese la piel de gallina. Le di un golpe en el torso con el codo y entrecerré los ojos mientras le miraba—. Además, se nota que no te ha caído bien solo por no llamarla por su nombre. Sabías perfectamente como se llamaba.

—No estoy celosa. Y no me acordaba del nombre. No soy buena con ellos —me encogí de hombros, pero era mentira. Era buenísima con los nombres y detalles que pasarían desapercibidos para otras personas.

—Ya, y Plutón es un planeta —contestó con ironía.

—Gilipollas.

—Seré todo lo gilipollas que quieras, pero, cervatillo, tú estás celosa.

—Deja de decir mentiras. Eres tú quien se pone celoso siempre.

—Y no te lo discuto, pero tú estás celosa, estás celosa, estás celosa —puso una voz cantarina y divertida mientras meneaba la cabeza.

—Dilo una vez más y te vas a enterar —le señalé con el dedo índice, pero supe que la había fastidiado cuando esbozó esa amplia sonrisa que solo implicaba malas noticias.

—¡Violet Campbell está celosa! —gritó mientras me soltaba y salía corriendo por toda la playa.

Me quedé en medio de la plataforma de madera, sintiendo mis mejillas coloradas y como todo el mundo me miraba, a pesar de que estuviesen metidos en sus narices y asuntos. Pero, sobre todo, sentía como el corazón me iba a una velocidad inhumana. Le vi correr y llegar hasta las sombrillas donde estaban nuestros amigos. Desde la distancia pude ver como hacía una reverencia y fingía que se quitaba el sombrero. Sonreí a la par que me mordía el labio inferior. Caminé hasta ellos y me integré en el grupo.

—Vamos a ver, Sammy, si hacemos varias torres y una muralla, el castillo de arena sería una fortaleza, ¿no es eso mejor? —escuché como Alek le explicaba a su novia al llegar al círculo. Su voz denotaba paciencia y ternura, pero Sam le miraba con el ceño fruncido y confusión.

—No, un castillo gigante mola más que una fortaleza —me senté junto a Morgan, quien miraba la escena con una cara de confusión increíble. Me hizo una mueca a la par que levantaba sus hombros y sonreí.

—Pero es que un castillo es muy difícil de hacer, Sammy. Siempre que venimos a la playa acabamos discutiendo por lo mismo.

—¿Estáis mejor? —escuché como Morgan se dirigía a mí y sonreí mientras que miraba a Oliver, quien estaba con Jason jugando de nuevo con la pelota. La pareja seguía enfrascada en una discusión sobre como hacer el castillo de arena. Me guiñó un ojo y le silbó a la pareja—. ¿Por qué no lo resolvéis al estilo Orangután y Cervatillo? —miré a la pelinegra con una mueca de confusión.

—¿Al estilo Violiver? —Sam compartía mi misma expresión.

—¿Qué pasa conmigo? —el orangután se unió a la conversación. Le lanzó una lata de refresco a mi hermano y ambos se sentaron en las sillas de playa que habían traído. Estaba en una pesadilla porque los dos hicieron los mismos gestos y las mismas posturas al sentarse y cruzar la pierna por encima de la rodilla.

—Que deberían resolver la discusión sobre que castillo hacer mediante una competición. Quien lo haga mejor, tiene razón —se encogió de hombros con relajación, señalando lo más obvio.

Ambos se miraron como si les hubiera dado la solución de su vida. Morgan contó hasta tres y comenzaron a hacer sus castillos de arena tal y como querían. Ladeé la cabeza a medida que los veía moldear la arena en los cubos de plástico. No tenían tiempo, pero estaban haciéndolo a la velocidad de la luz, como si les fuésemos a penalizar si tardaban mucho. Reí levemente junto a la pelinegra al ver a la pareja tan frustrada. Incluso Alek, con lo relajado que era, estaba algo nervioso por la competición tan estúpida en la que se habían metido.

Cuando la pareja terminó, nos encargamos de inspeccionar cada castillo de arena. A pesar del entusiasmo y de las ganas que tenía Sam de hacer uno gigante, no era tan bonito como imaginaba. Era como cuando era pequeña y me imaginaba pintando una escena, con los animales en la granja, pero que, luego, a la hora de ponerme a dibujar, el resultado era una bazofia, sin tener por donde cogerlo. El castillo de arena de Sam era exactamente igual. Por lo que dimos por campeón de la competición a Alek, quien miró con pena a su novia, pero sonrió al haber ganado. Oliver le colocó una toalla que había doblado de tal forma que simulaba una corona.

—Te dije que era muy difícil, amor —le sonrió con ternura. Sam rodó los ojos.

—Perdona por no ir a por lo simple, señor arquitecto —Alek le dio un golpe con un dedo en la frente y esta dejó de fruncir el ceño.

—¡El ganador se lleva un chapuzón! —exclamó Oliver. A Alek se le cambió la cara y negó repetidamente con la cabeza. Jason ayudó a Oliver y, entre los dos persiguieron al rubio por la playa.

—¡Esperadnos! —Sam y Morgan se levantaron y corrieron tras los chicos.

Morgan se paró al levantarse y me miró, confundida al verme tan quieta en la toalla sentada.

—¿No vienes? —preguntó extrañada.

—Más tarde —asintió con lentitud y arrastró a Sam tirándole de la mano hasta el agua.

Escuché como gritaron al notar lo fría que estaba. Alek estaba de pie en el medio, con los ojos cerrados y las manos pegadas a sus costados. Me dio pena porque recordaba como decía que le daba pánico que un tiburón le comiese o algo así, por eso prefería estar fuera, a pesar del calor.

—¡Todos los años montas la misma escena y te acabas bañando! —gritó Samantha mientras saltaba a su espalda y le mojaba, causando la risa en la morena y una tensión en el otro.

Aunque, justo al mojarse, cayó dentro del agua y se sumergió en ella. Salió profiriendo un grito y echándose el cabello rubio hacia atrás. Comenzó a reír y a lanzarse agua junto a los demás, dejando atrás sus miedos. Vi como Morgan le hacía una ahogadilla a mi hermano menor, quien no paraba de echarle agua en la cara. Mi mirada, sin embargo, tenía otro objetivo en mente, pues acabó fijándose en Oliver, quien había agarrado a Sam y la había tirado en el agua, como si de un saco de patatas se tratase. Le vi reír mientras echaba la cabeza hacia atrás, se pasó la mano por el flequillo mojado. Lo peor de todo es que le vi salir del agua como si de una película ñoña y románticas de las que amaba Morgan y me obligaba a ver: a cámara lenta mientras se pasaba la mano y se echaba el cabello hacia atrás. Gotas de agua salada caían por su torso. Tragué saliva con lentitud mientras mis ojos recorrían todo su cuerpo.

No me di cuenta de sus intenciones hasta que fue demasiado tarde.

—Quítate la camiseta, cervatillo —parpadeé repetidas veces y sentí como los mofletes se me ponían rojos. Su sonrisa se acentuó y me guiñó un ojo—. Por favor, cervatillo, soy un caballero. No te pediría que te quitases la camiseta, yo mismo te la quitaría —dejó ver sus dientes con la sonrisa. Rodé los ojos, deseando que me desapareciese el rubor en mis mejillas—. Tú te lo has buscado.

Se acercó a mí a una velocidad alucinante. Al tener sus ojos tan cerca de los míos temí por mi vida. No me dio tiempo a gritar cuando sentí sus ásperas manos sobre mi cintura. Lo siguiente que supe era que estaba en su hombro, como si de un saco de patatas me tratase. Empecé a aporrearle la trabajada espalda mientras que el otro reía.

—La camiseta se me va a mojar, so bruto.

—Te di la oportunidad de quitártela, cervatillo.

Supe que me iba a soltar en cualquier momento, por lo que cerré los ojos y esperé el impacto de agua fría. Pero, en el momento que sentí como mi cuerpo se despegaba de su hombro, le agarré de un brazo y tiré de él hacia mí, cayendo los dos en el agua. Salí riéndome y echándome la maraña de pelos que tenía hacia atrás. Oliver me devolvió el golpe con otra ahogadilla.

—Vamos a hacer una pelea. Jason, tú conmigo —Morgan señaló a mi hermano al cabo de un rato en el agua.

—Yo contigo voy al fin del mundo, muñeca —la pelinegra rodó los ojos, pero se montó en sus hombros. Dejándome a mí junto al orangután. La tatuada me lanzó un beso cuando vio que la estaba matando con la mirada.

Oliver se metió en el agua y yo, al ver que todo el mundo ya estaba preparado para la pelea falsa, me armé de valor y seguí los pasos de mis amigos. Coloqué mis muslos en sus hombros y me agarré, llena de miedo a su cabeza, quedándome encorvada. Oliver me hizo soltar el agarre, pero él acentuó el suyo. Tragué saliva, sintiéndome repentinamente nerviosa al sentir sus manos sobre mis muslos, haciendo presión para no dejarme caer. La piel se me erizó cuando comenzó a dejar caricias de forma circular con sus pulgares. Un calor se me extendió por todo el cuerpo.

—¡Ataca, cervatillo! —gritó una vez que comenzamos.

Las tres comenzamos a forcejear, intentando tirarnos las unas a las otras de los hombros de los chicos. Sentía que iba a perder el equilibrio en cualquier momento, pero a Oliver se le veía tan entusiasmado que me hacía no querer perder, por lo que reuní todas mis fuerzas y resistí. Morgan fue la última en caer.

Levanté los brazos en señal de victoria y comencé a reír. Incluso lo hice más todavía cuando Oliver me agarró de las piernas y me tiró hacia atrás, sumergiéndome en el agua de golpe.

Estaba siendo la mejor semana de mi vida.

—Tenía arena en sitios donde no pensaba que fuera posible.

Esas fueron las primeras palabras del rubio al entrar en el salón, después de haber salido de la ducha, donde había estado encerrado durante varios minutos. Sonreí levemente ante sus palabras y continué acariciando el cabello de la morena. Sam me sonrió de vuelta y acomodó la cabeza en mi regazo. Me había resultado algo incómodo al principio, pero, poco a poco, relajé mis dedos y fui capaz de estar tranquila y en armonía. En cambio, Morgan estaba tirada en la alfombra, de forma encorvada mientras liaba un cigarrillo con sus dedos. Dejó el producto terminado en la mesilla de café que tenía frente a ella y se recostó en la alfombra, esparciendo su larga melena por esta. Todos habíamos salido de la ducha ya y estábamos frescos y limpios. Habíamos dejado a Jason en casa de nuestro progenitor a la vuelta ya que este había llamado más de diez veces indicando que tenía que estar allí para las pruebas de no sabía qué de la boda. Me dolió mucho dejarle ahí, pero le prometí que íbamos a recogerle pronto para otro plan antes de volver a Holmgraves.

Alek se sentó en el otro extremo del sofá, levantándole los pies a su novia y posicionándose bajo ellos. Sam dejó escapar un suspiro y una especie de gemido de placer y satisfacción cuando el rubio comenzó a masajearle los pies.

—La playa me deja muerta —suspiró, dejando caer su brazo por el costado del sofá—. Creo que la fiesta de hoy la vamos a dejar para otro día —levantó un poco su cabeza y centró sus ojos marrones en los míos. Asentí en afirmación, tantos días seguidos y después de este día tan movido era imposible para mí. El ritmo era demasiado frenético para mi gusto.

—¿Desde cuándo tenemos cincuenta años para dejar una fiesta atrás? ¡Qué somos jóvenes, por Dios! —exclamó la pelinegra tirada en la alfombra—. Aunque, a decir verdad, estoy agotadísima —resopló, causando que sonría levemente.

—Podéis coger algún juego de mesa que hay en el armario —levanté mi cabeza por encima del respaldar del sofá y vi a Oliver, quien salía de la cocina con una manzana verde en la mano.

—¿Qué juegos tienes? —pregunté.

Ojalá tuviese el Trivial, en ese era una máquina, excepto en temas de entretenimiento y deportes. Aunque no esperaba que mis amigos quisiesen jugar, pues eran más fanáticos de los juegos de cartas y del Monopoly. Vi como pensaba los juegos que tenía guardados en el armario e hizo una lista.

—¡Vamos a jugar al Taboo! —Sam levantó la cabeza de mis muslos, recargada con la energía suficiente para emocionarse.

—Os lo traigo —le dio un mordisco a su manzana y avanzó hasta llegar al pequeño armario. Pude ver todos los juegos de mesa que había enumerado en ese espacio.

—¿Tú no juegas con nosotros? —inquirí con confusión y curiosidad.

—Voy a salir.

—¿A dónde vas?

—¿Qué clase de interrogatorio es este, cervatillo? —preguntó con diversión mientras dejaba la caja en la mesa. Morgan se levantó y sacó la carta de instrucciones.

—Se supone que hemos venido los seis a pasar las vacaciones, ¿a dónde vas? —él levantó las cejas sin borrar ese gesto de diversión.

—Para tu información, cervatillo, he quedado. Ahora, si me disculpas, me están esperando.

—¿Con quién has quedado? ¿Te han llamado los del equipo de rugby del instituto? —fue el turno de preguntar de Alek. Oliver hizo una mueca.

—Algo así —no entró en más detalles.

Pero las palabras del rubio me hicieron pensar y excavar en mis recuerdos. Era alguien del instituto, pero no nadie de su antiguo equipo. Abrí los ojos y le miré con estupefacción e incredulidad al recordar a la chica de piel morena que nos encontramos esta mañana, quien saltó sobre sus brazos y le susurró cosas que estuvieron fuera de mi alcance auditivo. Apreté los labios ante el cabreo que me estaba comenzando a invadir.

—¿Vas a dejarnos plantados por salir con una chica? Te esperaba de otra forma, pero sigues siendo el orangután que solo piensa con... —apreté los puños y desvié la mirada de los ojos de Oliver, incapaz de decir esa palabra mirándole a los ojos—. Con...

—Con la polla —continuó Morgan por mí. Estaba incorporada en la alfombra y miraba toda la escena.

—Tú nos has dejado plantados más veces, Campbell, permíteme recordártelo. ¿O te has olvidado de la vez que saliste con el sosainas en vez de salir con nosotros? ¿O cuándo estuviste coqueteando con él durante uno de los partidos más importantes de la temporada? —rodé los ojos, causando que él elevase sus cejas en forma de interrogación—. ¿Qué pasa? Qué no te acuerdas de eso, ¿no? Tienes memoria para lo que te interesa. Ahora me voy —se fue pegando un portazo.

Me dejé caer en el sofá, cerrando los ojos y soltando un largo suspiro de frustración. Cuando los abrí los tres me estaban mirando con algún sentimiento que no supe como descifrar, pero que me molestó mucho. Alek se dirigió hacia mí, con una voz lenta, pensándose sus palabras muy bien antes de decirlas.

—¿Cómo has sabido que ha quedado con una chica? —Sam le dio un golpe en la cabeza y le hizo unas señas, pero este la ignoró.

—Cuando fuimos a comprar el hielo nos encontramos con una chica. Una antigua compañera y amiga de clase. Pero no me cayó muy bien, su sonrisa perfecta escondía algo —la parejita intercambió una mirada y me volvieron a preguntar. Morgan se estaba levantando del suelo—. No me acuerdo bien del nombre. Creo que era Ava. No, Ava no, comenzaba por "Y" —intenté hacer memoria. Normalmente era buena con los nombres, pero debido al misterioso mal humor que me recorría no conseguía centrarme—. Ah, ya sé. Yvonne, se llamaba Yvonne.

La mirada que intercambiaron Alek y Sam no me gustó nada. Ellos tenían que saber quién era en realidad. Comencé a preocuparme cuando comenzaron a susurrar entre ellos. Samantha le dio un golpe en el brazo y le miró haciéndole señas con la cara. Alek tragó saliva y me miró.

—Yvonne no era solo una amiga, Vi. Era...

—Era la ex folla amiga —acabó Sam por él. Morgan abrió la boca y sentí su mirada en mí.

Por Einstein, por eso era la complicidad que tenían, la forma en la que le hablaba, conociéndole de toda la vida, conociéndole bien, al fondo. ¿Por qué no me lo había dicho? Apreté los puños en mis costados, en un intento de para el temblor que tenían mis manos, tenía la mandíbula muy apretada. Respiré mientras contaba hasta diez y sonreí, aunque por dentro sentía como el mundo se me venía encima.

—¿Es mal momento para decir que no tengo idea de cómo se juega al Taboo?

Todos rieron ante la broma de Morgan, intentando aligerar el ambiente tenso que se había formado, pero mi atención solo estaba fija en otra cosa. ¿Por qué se había ido con ella? ¿Irían a hacer algo? ¿Iban a retomar esa relación en verano? Por Einstein, se había cansado de mí y de mis idas y venidas. Y me lo merecía. Todo había sido mi culpa.

—Oliver nunca sintió nada por ella. Lo más seguro es que haya quedado para finalizarlo de una vez. Nunca le dieron un punto final a esa cosa —escuché a Alek susurrar en mi oído. Le miré con devastación y este me sonrió levemente mientras que me revolvía el cabello.

—No me importa lo que haga con su vida.

—Solo te informaba.

Pero sí que me importaba lo que hacía. Y le di las gracias por tal información.

La luz estelar entraba por el gran ventanal del salón. Esta se encargaba de iluminar a medias el cuaderno de dibujo y mis pinceladas con el lápiz número dos. No tenía ninguna idea fija de lo que dibujar, pero, aun así, mi muñeca se movía con armonía y serenidad.

Levanté mi cabeza del cuaderno cuando escuché el ascensor y el tintineo de unas llaves, pero nadie entró en el apartamento. Volví mi vista al dibujo sintiendo la decepción en mí. Esperaba que fuese Oliver, pues no había llegado todavía y eran pasadas las once de la noche. Sabía que no era tarde, pero el resto de mis amigos estaban dormidos debido al día tan agotador que habíamos vivido. Además, el juego de mesa nos había dejado más agotados todavía, mas yo no podía dormir. Mi mente estaba descentrada y, por muchas vueltas que daba en la cama junto a la pelinegra, no pude dormir. No saber dónde estaba Oliver me carcomía la cabeza.

Odiaba darle la razón y admitir que estaba celosa, pero era tal y como me encontraba.

El dibujo comenzaba a tener forma, sonreí levemente al ver el cohete en la plataforma, preparándose para despegar hasta el espacio exterior. Había dejado atrás los paisajes y me estaba centrando en otras cosas, en otro estilo diferente. El sombreado me seguía resultando algo complicado, pero cada vez me iba saliendo mejor. Estaba deseando llegar a casa para poder intentarlo con las temperas y acuarelas, intentar las técnicas que le vi al chico en el muelle de la playa. Necesitaba innovar y encontrar más estilos en los que mejorar.

—¿Qué estás haciendo despierta, cervatillo? —dejé escapar un grito ahogado.

El bloc se me cayó al suelo y me llevé una mano al lado izquierdo de mi pecho, completamente asustada por su interrupción. ¿Cuándo había llegado? No le había escuchado abrir la puerta. Estaba sonriendo con una media sonrisa y tenía las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros. Rodé los ojos y recogí mi cuaderno para continuar.

—¿Qué haces tú aquí? ¿No deberías estar con Yvonne? —dije su nombre con cierto retintín y me odié por ello. Con este tono solo le daba indicios de lo mucho que me molestaba que hubiese salido con ella.

—Con ella solo he estado un rato y luego he ido con mi abuela —se dejó caer en el sofá, a mi lado. Aspiré su aroma, pero no había ni rastro de su fragancia de coco, en cambio, un aroma a perfume femenino entró por mis orificios nasales. Pudo notar mi mueca de asco debido a su sonrisa—. No estés tan celosa, cervatillo. Mi abuela es la mujer de mi vida, aunque ya sabes que puedes estar en su puesto —le di un pequeño golpe con el codo y continué sombreando, ocultando la pequeña sonrisa que comenzaba a crecer—. No, en serio. Solo he hablado con Yvonne. Tenía que aclarar un par de cosas con ella.

—No tienes por qué darme explicaciones, Oliver.

—Ya, pero quiero hacerlo —se encogió de hombros a mi lado.

—También podrías haberme dicho que erais amigos con derechos —contesté con fingida indiferencia, pero nada que ver. Me dolía decir esas palabras más de lo que imaginé. Sentí como se tensó a mi lado. Su rodilla comenzó a temblar, subiéndola y bajándola en milésimas de segundos—. Es tu vida, haz lo que quieras.

Descrucé mis piernas y me levanté del sofá. Ahora que sabía que estaba aquí iba a poder dormir, o eso me dije. Por lo que me encaminé hasta mi habitación, aunque Oliver se encargó de impedírmelo al agarrarme la muñeca. Tragué saliva ante la leve presión que ejercía. Me giré hacia él.

—No te lo dije porque no tenía importancia. Terminó en el momento que me gradué y dejé la ciudad. Nunca hubo sentimientos de por medio, era una distracción —no quería saber nada de esto. Apreté los labios y le miré con cabreo—. Verla no ha cambiado nada, solo le he dicho la verdad, lo que te estoy diciendo a ti. Me quería matar, supongo que ella sí que sintió algo, pero no importa, cervatillo —se levantó y se posicionó ante mí. Levanté la cabeza para verle mejor, él ya me estaba mirando con seriedad—. Debería habértelo dicho, pero me daba miedo tu reacción.

—Sabía que eras un picaflor, Oliver. Se te ve a leguas —dejó escapar una carcajada que no tenía ni pizca de humor—. Pero no entiendo por qué me lo dices. Está bien, es tu vida. No es como si me fuese a morir porque me digas que eras un mujeriego. Lo que sí me ha molestado era que nos hayas dejado tirados. Vamos a estar todo el verano separados y coges y te vas con otra —fruncí el ceño. Su sonrisa me desconcertó y cabreó a partes iguales—. ¿De qué diantres te ríes?

—¿Por qué no admites que estás celosa, cervatillo?

—Lo admitiré cuando se resuelva la conjetura de Hodge —rodó los ojos con diversión.

—Deja de ser tan terca y admite que lo que te ha molestado es que he pasado cinco minutos con Yvonne y el resto de la noche con mi abuela —me dio un golpe en la frente con su dedo índice con cada palabra que articulaba. Tiré de mi brazo para salir de su agarre, sonrió, pero me dejó ir—. Que testaruda eres, cervatillo —chistó con la lengua. Me quedé de pie junto a su lado, pero su mano ya no rodeaba mi muñeca.

—Eres un gilipollas.

—Me lo dices mucho, sí.

—Y un engreído.

—Tengo razones para ser el mejor.

—Y te odio tanto.

—No son palabras que nunca me hayas dicho.

—Y ¿lo peor? Es que odio que me hagas sentir así —se quedó confundido por mis palabras. A decir verdad, yo tampoco esperaba soltar algo así, pero se me había escapado.

—¿Así cómo?

—Buenas noches, Oliver —ignoré su pregunta y me di la vuelta.

Sin embargo, su mano volvió a rodear mi muñeca, tragué saliva ante la cercanía de nuestros cuerpos, ante su aliento cálido sobre mi coronilla y mi rostro al levantar la cabeza un poco. Sus ojos no se separaban de los míos. Acarició la muñeca con la mano que me tenía atrapada y bajó las caricias hasta entrelazar nuestros dedos. Se lo permití.

—¿Cómo te hago sentir, Violet? —su voz era un susurro lento, con la voz rasgada, con la voz llena de deseo.

—Haces que quiera golpearte en la cara —susurré, sintiéndome la voz temblar. Sonrió levemente, y eso me hizo continuar—, pero luego quiero besarte los golpes.

Y eso hice, harta de la incertidumbre, de su cercanía, de tenerlo a escasos milímetros y no hacer nada. Por eso terminé de levantar la cabeza y uní nuestros labios en un suave beso. Oliver no supo cómo reaccionar y era normal. Nunca empezaba yo los besos, él siempre tenía la iniciativa, pero era mi turno de hacerlo. Supe que lo estaba asimilando en el momento que el contacto de nuestras manos se rompió y deslizó la suyas por mi cintura, agarrándome y pegándome más a él. Rompí el beso por falta de oxígeno. Su respiración estaba agitada, pero sus ojos tenían un brillo extraño. No le dejé hablar y volví a atraerle para besarle.

El beso era distinto. Volví a encargarme de tomar la iniciativa al pasar el ápice de mi lengua, con un movimiento nervioso y tímido, por su labio inferior. Su lengua se abrió paso por mi cavidad bucal y se unieron en una danza sin control. La ternura había desaparecido y había sido reemplazada por ferocidad y deseo. Sus manos se fueron algo más para el sur, hasta el punto de posarse en mi trasero. Dejé escapar un pequeño jadeo contra su boca cuando sus manos hicieron presión. Con un movimiento, mis pies dejaron de tocar el suelo. Miré como me llevaba en brazos hasta su habitación y me dejaba en la cama suavemente mientras volvía a besarme con lentitud.

Oliver estaba a mi lado mientras me besaba con calma, con delicadeza, como si me fuese a romper de un momento a otro. Cerré los ojos al sentir su roce en mi piel, acariciándome con las yemas de sus dedos por la mandíbula, el cuello hasta bajar a mi clavícula. Sonreía con una sonrisa sincera. Me volví hacia él y volví a besarle, sintiendo el suave tacto de sus labios contra los míos, el sabor mentolado que tanto le caracterizaba. Me coloqué a horcajadas sobre él, intensificando el beso de esa manera. Me aparté el pelo de la cara y dejé que Oliver se reincorporase un poco, dejándome sentada sobre su regazo en el borde de la cama, sintiendo su palpitante erección en mi zona íntima. Sus labios comenzaron a recorrer mi mandíbula con besos húmedos y lentos. Tenía los labios secos debido a la excitación del momento, además estaban entreabiertos debido a la respiración irregular y errática. Dejé escapar un jadeo cuando dejó un beso en un punto clave de mi cuello, noté su sonrisa sobre mi piel.

Mis manos estaban temblando justo cuando las llevé a la parte baja de su camiseta. No me vi capaz de quitársela, por lo que metí las manos por debajo de ella, causando un leve escalofrío a Oliver, pues debía de tener las manos heladas, pero no se inmutó, continuó los besos como si nada. Aunque igualó mis movimientos, sus pulgares dibujando pequeños círculos en mi cintura, en la zona baja de mi estómago, mandaron escalofríos por todo mi cuerpo y sentía como iba a explotar.

—¿Puedo?

—Sí —le susurré de la misma manera.

Con un movimiento, logró quitarme la camiseta del pijama de planetas que llevaba, el mismo del que se había cachondeado durante toda la semana. Por primera vez desde que estábamos así, me sentí expuesta. Mis mejillas estaban rojas, aunque no sabía si era debido a la excitación o a la vergüenza de estar en sujetador ante él. Llevé mis manos hasta mi pecho, rompiendo el contacto.

—No te tapes, por favor. Eres preciosa, Violet —su voz estaba cargada de ternura y de cariño mientras me hablaba y me agarraba de las manos, llevándolas hasta su pecho—. Quítame la mía, así estamos en paz —susurró y asentí, sintiendo lo mucho que temblaban mis manos cuando agarré el dobladillo de su camiseta de Nike y se la quité por la cabeza, sintiéndome como una adolescente.

Mi dedo índice recorrió su torso, desde su pecho hasta la zona baja de su ombligo, donde respiró con más dificultad, sintiendo esa corriente de electricidad que yo sentía cada vez que nuestras pieles se rozaban. Sonreí con levedad cuando dejó caer su cabeza hacia atrás mientras que mis dedos acariciaban la línea alba. Agarró mi mano y volvió a besarme, agarrándome de la nuca para hacer más profundo el intercambio de saliva. Instintivamente, moví la pelvis sobre su regazo, causando que nuestras zonas íntimas se rozasen y ambos dejásemos escapar un gemido en la boca del otro. Su mano dejó mi nuca y, con las dos, acarició mi espalda hasta llegar a la zona de los botones del sujetador burdeos. Forcejeó con las hebillas durante unos segundos que se me hicieron interminables, por lo que dejé escapar una leve risita ante su frustración al no poder quitarlo.

—Pero ¿no eras un mujeriego? —dije con algo de diversión, pero dejé de reírme cuando escuché un pequeño clic y sentí la espalda más liberada.

—Mucho tiempo sin práctica —volvió a besarme y a dejar un caminito de besos húmedos por todo mi cuerpo.

Me sentía en el paraíso.

OLIVER

Me sentía en el jodido paraíso, como si acabase de ganar el mayor torneo de la historia y ganase el Word Rugby, pero no se podía comparar a eso.

Porque, joder, los besos de Violet me mandaban al espacio con un billete de solo ida y podría quedarme allí durante siglos si eso significaba estar así, a su lado.

Nos cambié de posición y la dejé tendida en la cama. Sentía como soltaba pequeños gemidos en mi oído ante los besos por todo su cuello, bajando por su abdomen, besando las partes que llevaba desde hacía meses soñando con besar y lamer. A pesar de saber lo excitados que ambos estábamos, necesitaba escuchar una afirmación para continuar. Y por eso solté un pequeño jadeo cuando aceptó a que desapareciese el gracioso y cómico pantalón de pijama que llevaba. Mi mano viajó por su vientre hasta rozar el tierno lazo que adornaba su ropa interior. Su espalda se encorvó cuando aparté la tela con mis dedos y rocé la zona de placer.

Se veía como una jodida diosa y una vez más me sentí en el paraíso. Era una mezcla de un ángel y una diosa, con su cara roja debido al calor que recorría nuestros cuerpos, con la respiración agitada debido al orgasmo que acababa de tener, con su pelo revuelto y hecho una maraña, desperdigado por todo el colchón de mi cama.

No había dejado de besarla desde que ella lo había hecho en el salón, no sabía a qué había venido, pero no me quejaba, llevaba queriendo volver a probar sus labios sabor a refresco de naranja desde aquel día en el museo. Siempre quería besarla, pero siempre había algo que nos interrumpía. Ahora me sentía como si tuviese más de una puerta de esperanza abierta ante mí. Porque esto iba a ser algo más difícil de ocultar y hacer como si nada. Solo esperaba que Violet lo viese de la misma manera que yo.

A pesar de lo mucho que me había gustado complacerla, estaba a punto de explotar. Joder, me dolían mucho los huevos y todo era por culpa de esta inocente cabezota. Sentí que iba a reventar del todo cuando me copió y dejó besos húmedos por todo mi pecho desnudo, pero no le dejé continuar y seguí besándola, colocando una mano sobre su mejilla para intensificar el beso. Se separó de mí y habló sobre mis labios con un susurro.

—¿Tienes un preservativo? —asentí y me levanté de encima de ella. Busqué en un cajón de la mesita de noche la caja de condones que Vivien me había dejado cuando se enteró que íbamos a pasar unos días aquí.

Joder, amaba a mi abuela.

Nunca imaginé escuchar hablar a Violet así, con la voz tan cargada de deseo y con esa respiración tan agitada. Y con solo ese pensamiento, sentí como más sangre bajaba a mi miembro. Me quité los vaqueros con algo de torpeza debido a los nervios que sentía. No era mi primera vez, pero, joder, me sentía como un puto adolescente virginal que solo había visto tetas en el porno. Sentía que me iba a correr en los putos calzoncillos si seguíamos besándonos así y rozando nuestras zonas íntimas de esa manera. Por eso había visto las puertas del cielo cuando hizo esa pregunta.

—¿Estás segura de esto? —asintió y susurró una afirmación.

Me acerqué a ella y me coloqué entre sus piernas. Sentía sus piernas temblar al saber que el roce había dejado de ser un roce. Agarré una de sus manos y entrelacé nuestros dedos, dándole un leve apretón de apoyo. Dejé escapar un pequeño gruñido cuando me introduje en ella. Sabía que era su primera vez, por lo que fui delicado y no entré del todo, esperando a que estuviese más cómoda y se acostumbrase a la sensación. Tenía los ojos cerrados y respiraba con rapidez.

—¿Sabías que el 84,6% de las mujeres no llegan al orgasmo en su primera vez? Hay varios factores para eso —comenzó a parlotear y dejé caer mi frente sobre el colchón, respirando sobre su oído.

—Violet, por mucho que me guste escucharte hablar, ahora no es el momento.

—Perdón, es que estoy nerviosa —reí levemente y esperé a que se tranquilizase, aunque me moría por seguir moviéndome y bajar la erección que tenía desde hacia varios minutos, los cuales parecían horas—. Vale, muévete —San Pedro me abrió las puertas al cielo al oír esas palabras. No la dejé esperar mucho más y le hice caso.

Sabía que lo que había estado parloteando era cierto. La madre de Alek era sexóloga y nos había dado la charla mil veces y nos había explicado todo sobre el placer, tanto femenino como masculino. Pero que no llegase al orgasmo no era cien por cien fiable, e, igualmente, estábamos para pasárnoslo bien los dos, por lo que le hablaba a través de susurros, buscando su calma y serenidad, que se relajase y divirtiese. Le preguntaba si le gustaba así, si quería que cambiase el ritmo o algo. Escuché sus sugerencias hasta que mi zona baja se contrajo y llegué al orgasmo. Esperé a que ella me indicase algo, así que continué hasta que vi como cerraba los ojos y soltaba un gemido sonoro que insonorizó con la palma de su mano.

Me dejé caer a su lado, ambos teníamos la respiración agitada. El pecho me subía y bajaba a gran velocidad. Sentía que todo se trataba de una broma, de un sueño, por lo que acaricié el perfil de su mandíbula con mi dedo, trazando la forma de su cara redonda. Violet sonrió con una sonrisa adormilada y batió sus pestañas.

—Ha sido... —se pensó las palabras—. Divertido.

—Mucho —dejé un casto beso sobre sus labios.

Se levantó de la cama y entré en pánico. ¿Ya se iba? Acababa de decir que había sido divertido, ¿había cambiado de opinión? ¿ya se había arrepentido? ¿iba a ser como cuando nos besábamos?

—Tranquilo —susurró, como si hubiese leído mis pensamientos. Me sentí ella cuando estaba borracha y se pensaba que yo era capaz de hacer algo así—. Solo voy al baño. No estoy muy puesta en el tema, pero sé perfectamente que hay que hacer pis después de una relación sexual —asentí y esperé a que se fuese, pero no se fue. Le miré con confusión—. No mires.

—Violet, te acabo de ver desnuda. No es nada que no haya visto.

—Qué no mires, orangután —reí y me tapé los ojos con las palmas de las manos. Cuando las quité se había pasado una sábana por todo el cuerpo. Sonreí al verla de esa manera, entró en el baño que tenía en mi habitación y salió al cabo de unos largos minutos. Me preocupé un poco, por lo que llamé a la puerta, pero me mandó a callar y me dijo que salía en nada.

A mí me había dado tiempo a ponerme algo de ropa cuando se tiró en la cama. Se había llevado el pijama al baño, pues venía con él puesto. Pasé mi brazo por su cintura y la acerqué a mí, se dio la vuelta entre mis brazos y su cabeza quedó pegada en mi pecho. Mi corazón se aceleró.

—¿Vas a decirme que esto no ha pasado? —susurré al notar la tensión en sus hombros.

—No, esta vez no —se acurrucó junto a mí. Pero parecía que había algo que quería decirme.

Comencé a dejarle caricias por la cabeza, por la espalda y por los brazos, hasta que sentí que su respiración se ralentizaba y se volvía pasiva y tranquila. Eso era un indicio de que se había quedado dormida.

Sonreí adormilado yo también y cerré los ojos. Le di un beso en la coronilla y esperé a que el sueño me llevase.

Reafirmé algo antes de caer en los brazos de Morfeo.

Estaba en el puto paraíso.

¡Hola!

OMG

NO ME HAGO RESPONSABLE DE NADA

Yvonne se va por donde ha venido. ¿Ex folla amiga? Da igual jeje

Menos mal que Violet afirma que está celosa, ya era hora

Ehhhhh, Alek que mono eres, con tus castillitos de arena.

La pesadilla de Violet: ver que Oliver y su hermano son muy parecidos en la personalidad

Yo también quiero jugar a las peleas así :(

OMG, discusión delante de todo el grupito...

Pero ha merecido la pena para después.

Menuda tensión sexual no resuelta, aunque... ya está resuelta, ¿no?

Tenemos ambas perspectivas jejejejeje

AAAAAAAAAA

«Estaba en el jodido paraíso» como mantra.


Capítulo 20: primer beso

Capítulo 40: primera vez que lo hacen

Fair enough

Okey, aclaraciones.

Es la primera vez que escribo algo así. Misa ha poseído mi cuerpo y ella se ha encargado. He escrito lo que veía conveniente y lo que pensaba que iba mejor. He investigado un poco, ya sea en internet o con experiencias de mis conocidas. No he sido muy muy explícita porque no es algo en lo que me sienta muy cómoda todavía narrando, pero aun así espero que os haya gustado. Ha sido divertido dejar a Misa tomar el control.

*Aprovecho para decir: por favor, haced pis después de tener relaciones sexuales para prevenir las infecciones de orina. Haced caso a la todo lo sé Violet :)*

***

¡Gracias por las 9.000 lecturas! Estoy muy, pero que muy contenta por lo lejos que está llegando Rivales en la cima. No me esperaba este recibimiento ni en un millón de años.

Bueno, tengo noticias que no me hacen mucha gracia contar, pero es necesario. Tengo que volver a publicar una vez a la semana (domingos) ya que he empezado la universidad de nuevo y mandan proyectos de un día para el otro, por lo que tengo muy poco tiempo hasta para respirar. Espero que lo entendáis, si por mi fuera estaría escribiendo todo el día <3

***

Random, pero si por casualidad comentáis la historia por RRSS, podéis utilizar el hashtag #Rivalesenlacima para que pueda verlo😍☺️

¡Muchas gracias! Nos leemos,

Maribel❤️

Os dejo mis redes sociales donde, además de subir tonterías, publico adelantos y memes :)

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