2. Algunas verdades duelen
Pasaron tres años desde que le propusiera aquella locura, pero, aunque seguíamos hablando, no parecía tener la intención de presentarse en mi casa. Eso en parte me alivió, pues sentía cierto miedo ante lo desconocido. Nada me aseguraba que fuera tan bueno como mi imaginación lo había pintado, aunque tampoco pensaba que fuera alguien malvado. Lo único que pudo demostrarme con el tiempo fue que no le importaba tanto como yo pensaba. ¿Dónde quedó aquel juego?
Durante ese tercer año de universidad conocí a bastante gente, pero en especial a un chico cuya amistad me ayudó a olvidar lo que creía sentir por Víctor. ¿Había sido amor? ¿Solo una atracción estúpida debido a la distancia que nos separaba? ¿Qué? Podía reconocer que aún me dolía una verdad que, hasta el momento, me había negado a creer. No estaba dispuesto a tener relaciones serias después de una mala experiencia que tuvo en su pasado. ¡Ni siquiera supe cuánto había pasado desde aquello! ¿Semanas? ¿Meses? ¿Años?
Me negaba a creer que le hubieran lastimado de esa forma.
Y parecía no darse cuenta de que estaba haciendo lo mismo conmigo. ¿Cómo iba a hacerlo? ¡Si ni siquiera sabía lo que yo sentía por él!
Sin embargo, lo que consiguió sacarme de la cabeza gran parte de mis sentimientos confusos fueron mis estudios. Estaba siendo el peor año académico, pues apenas me permitía los descansos o ver más allá de la puerta de mi piso o de la facultad. Conocí también, por aquel entonces, a un chico que cursaba lo mismo que yo, pero en el otro turno de mañana. Coincidimos una tarde en la biblioteca, ambos nos examinábamos pronto de una asignatura complicada y decidimos echarnos una mano en nuestros puntos débiles.
Fue la mejor idea que pudimos haber tenido.
A partir de ese día continuamos hablando y viéndonos siempre que teníamos la oportunidad. Forjamos una amistad fuerte que se consolidó con el tiempo, llegando entonces a tratarnos con tanta confianza que pude considerarlo como mi otro mejor amigo. El punto de vista masculino que toda chica necesitaría. No obstante, llegó ese instante en el que sabes que algo ha cambiado en tu interior. Las cosas no vuelven a ser como antes y parece que tu mente conspira para que pienses en cosas que no deberías. Eso fue lo que ocurrió con Renato, que empecé a pensar más de la cuenta en él y a sentir que necesitaba algo más. Algo que, por supuesto, no iba a forzar. Mas el destino me había preparado una sorpresa extraña.
Víctor volvió a aparecer en mi vida, como por arte de magia. Intenté resistirme a él, a sus palabras, a su manera de tenerme enganchada al móvil. Me obligué a no responder a sus mensajes, pero había algo mucho más poderoso que yo: mis ganas de atormentarle, provocar alguna reacción satisfactoria para mí. Por eso, cuando volvió a establecer contacto conmigo, no fui la misma tonta de siempre.
¿Qué tal, preciosa? Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hablamos.
12:00 ✓✓
Es cierto, pero no creas que la culpa la tengo yo....
12:05 ✓✓
Tienes razón. Es más, yo soy el culpable.
12:06 ✓✓
No, si yo también lo he dejado pasar, tranquilo.Ya sabes, la universidad. A veces no tengo tiempo para hacer otras cosas que no sean estudiar, comer y dormir. Además... Últimamente tengo aquien te reemplace.Quizá por eso no extraño tanto nuestras conversaciones.
12:07 ✓✓
Fui idiota. Pensé que me sentiría bien tras soltarle aquella parrafada, pero no fue así. Estaba segura de que aquello había hecho daño, pues no volvimos a hablar en varios días. Insistí, pero no conseguí respuesta y aquello me preocupó mucho más de lo que hubiera querido. Tanto, que llegó a aparecer en mis sueños. Constantemente. Algunos eran agradables, pero otros me recordaban la profundidad de mi metedura de pata. Sin embargo, ya no podía hacer nada para arreglarlo, por mucho que me lo propusiera. Si no deseaba volver a dirigirme la palabra, lo aceptaría. No tenía nada que perder. Por eso me centré en Renato y, por supuesto, en la universidad. Necesitaba olvidar a Víctor como fuera.
Unos días más tarde, ambos salimos a tomar algo. En principio solo quería despejarme, pues el sueño de aquella noche fue el más intenso de todos los que había tenido con Víctor. No dejaba de rondar por mi cabeza la idea de que le hubiera sucedido algo por mi culpa, su última conexión seguía siendo la misma. Me planteé seriamente la posibilidad de contarle a Renato todo lo sucedido, pero algo en mi interior parecía impedírmelo.
—Te pasa algo ¿verdad? Sabes que puedes contarme lo que sea...
Al llegar hasta donde se encontraba, solo sonreí. Después le besé la mejilla con intensidad, como si con eso fuera capaz de hacerle entender lo que ocurría sin necesidad de palabras. Él no dijo nada, solo me rodeó la cintura, me atrajo hacia él y me abrazó de tal forma que supe que no podría olvidarlo. Fue capaz de hacerme olvidar todo lo que me preocupaba. Cuando nos separamos, él me sonrió y yo le devolví el gesto sin necesidad de fingir. Ninguno de los dos fuimos conscientes del tiempo que habíamos estado así, pero lo habíamos disfrutado. Al menos, eso pensaba yo.
—Hacía tiempo que no daba un abrazo así —comentó él manteniendo la sonrisa.
—Ya somos dos.
¿Desde cuándo me ponía nerviosa con mi mejor amigo? Suspiré y me crucé de brazos, pensativa aún.
—Aún no me has dicho qué te pasa, Olivia —insistió.
— ¿Sinceramente? —Él asintió— No lo sé.
Bajé los brazos y la cabeza para centrar mi mirada en el suelo. Sus pies invadieron mi campo de visión y su mano derecha alzó suavemente mi barbilla. Mis ojos se encontraron con el color negro de su camiseta, la que tanto me gustaba.
—Mírame.
Me encontré con sus ojos al poco tiempo, tras haberme detenido para observar con atención su cuello, sus labios y su nariz. Noté en mis mejillas un calor inusual que me indicaba que, si no lo estaba ya, faltaba poco para ruborizarme.
—Estás colorada —comentó Renato, lo que provocó que aumentara la intensidad del rubor en aquella zona.
—Ya lo he notado... —Empecé a reírme y no entendí por qué.
Los nervios me asaltaban, como si de un momento a otro fuéramos a besarnos. Pero no, aquello no pasaría nunca, éramos amigos y en ninguna circunstancia habíamos dado a entender la posibilidad de algo más. Él correspondió a mi risa dándome la mano antes de emprender nuestro camino, mas yo me negué a aquel contacto.
—Pensé que te vendría bien... —Llevó su mano derecha hacia la nunca y mostró una sonrisa de disculpa— No creí que te fuera a molestar.
—Oh, no. No es eso... —Quise explicarle lo que pasaba, decirle por qué me incomodaba esa situación, pero no fui capaz. Para ello debía confesar algunas cosas que para mí eran difíciles de afrontar— ¿No crees que es raro que dos amigos vayan de la mano? Inmediatamente empiezan a pensar que hay algo más entre ellos y no es plato de buen gusto para nadie cuando no hay algo más.
—Es razonable —Aún seguía pensativo, lo podía notar en su rostro—. Ven, vamos a tomar algo.
Respiré hondo al comprobar que no daría más vueltas al tema, aunque sabía que lo retomaría más tarde. No se daba por vencido tan pronto. Entramos en un bar que no estaba demasiado lleno y pedimos bebidas para ambos. Tras atendernos el camarero y servirnos los dos vasos, nos dirigimos hacia una de las mesas y nos sentamos.
—Sabes que no puedes mentirme ¿verdad? Te pasa algo y por tu cara no debe ser nada bueno. Y... ¿eso que veo en tus ojos son ojeras? ¿No descansas bien por las noches?
Sus preguntas provocaron que casi me atragantara con la bebida. Solté el vaso sobre la mesa y me llevé las dos manos hacia aquella zona de mis ojos. No obstante, recordaba no haber visto ni rastro de posibles ojeras al mirarme en el espejo aquella mañana.
—¡Es broma!
Suspiré bajando el brazo y apoyándolo sobre la mesa. Necesitaba otro trago, así que bebí de nuevo mientras notaba su mirada persistente sobre mí.
—Estoy esperando una respuesta.
Centré mis ojos en la mesa, analizando cada pequeño detalle que encontraba. Un garabato mal marcado, algunas manchas que no habían limpiado y algunas grietas que se notaban a simple vista.
—No duermo bien últimamente, es solo eso...
Renato frunció el ceño, escudriñándome con su mirada en busca de alguna señal que delatara que mentía. Pero, aunque había ocultado gran parte de la verdad, no lo había hecho.
—Vale, te creo —Alzó una ceja—. Entonces ¿qué crees que puede ser? ¿Insomnio? ¿Pesadillas?
—Tal vez las dos cosas —respondí rápidamente.
—Vaya, lo siento mucho —Miró su vaso con detenimiento, como si quisiera encontrar las respuestas que buscaba en el fondo—. ¿Qué te parece si te hago olvidar lo que sea que te provoque las pesadillas?
—¿Cómo? —Algo me decía que se avecinaba uno de esos momentos que no sabes si deseas o no.
—Tengo mis métodos.
Se levantó de la silla para acercarse a mí y sentarse en otra que había a mi lado. Colocó su mano derecha sobre mi mejilla izquierda y la acarició. Una sensación extraña invadió mi cuerpo conforme lo veía acercarse cada vez más. Mi respiración se aceleró, pero eso no me detuvo a la hora de observar sus labios con el deseo de querer probarlos. No me importaba si pensaba que sentía algo por él, o si solo me estaba poniendo a prueba para sacar sus propias conclusiones. Abrí la boca para protestar, pero él aprovechó la ocasión para juntar sus labios con los míos. Le correspondí, atrayendo su rostro mucho más hacia mí, pero a los pocos segundos lo aparté de mí.
—Esto no... no está bien... —dije como pude mientras me levantaba la silla.
Después, me marché de allí. Estaba muy confundida, su forma de ayudarme no había sido la mejor. Aquel beso había logrado que lo que creía sentir por él se avivara, pero yo no sabía si él sentía algo por mí o solo estaba jugando conmigo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top