017- Wild Flower.
Tan simple como unas cuantas palabras pueden destruirte, que ironía.
La fiesta de graduación prosiguió como si nada hubiese ocurrido, me introduje entre la marea de gente con un martini en mi mano derecha, pensando en que hice mal para que me llamase cotilla. Debo admitir que si quería saber porque estaba tan hundido en sus propios pensamientos, dejandome a un lado por unas horas.
Las parejas bailaban en la pista y yo me encontraba sola, de nuevo. Sentía su mirada fija en mi cuerpo y en como me movía sola, como si esperase a que dejara su orgullo a un lado y bailaramos juntos.
No iba a hacerlo.
Las lagrimas empezaron a apoderarse de mi como un torrente de emociones, emociones que sabía que existían pero que jamás me imagine volver a sentir. Sentí sus frías manos en mi cintura mientras me abrazaba por detrás, su caracteristico perfume versace Dylan Blue llenó mis sentidos entre tanto que sentíamos.
—Perdoname, Wild Flower.—Mencionó con su voz quebrada, dirigí mi mano a su mejilla y la acaricie cerrando mis ojos.
¿Wild Flower?
—Está bien.—Suspiré.—No ocurrió nada.
Yo se que sin importarme el pasado que antes me mataba solo es crecer, que nunca hemos sido dos, porque contando el miedo eramos tres. Entendí que somos tan iguales que si yo me voy, el se va también, el fallo es tener un problema y nunca aprender.
—Grey.—Murmuró en mi oído, agudizando mis sentidos como solo el sabía hacerlo.—Mirame.
Otra vez este jodido torrente de emociones. Otra vez lágrimas desborando de mis mejillas.
—Dime, ¿Como puedo entenderte? Si no me entiendo ni a mi, ¿como voy a entender lo nuestro?
—No quiero que dudes nada, Alexandra.—Dijo mientras su voz regresaba a su tono normal.—Si tu sobrepiensas yo te sobreexplico.
—Dime, solo que prefieres si tienes la opción de tener o temer.—Sentí como su mano me jalaba hacía afuera de la multitud, aún seguíamos en la graduación y todo era un desastre.
—Te prefiero a ti.
Lo miré, sus ojos llenos de lágrimas y cada una de aquellas frases de amor que siempre me decía estaban en el aire, cupido a veces no sabía que hacía. Siempre supe que era el, siempre supe que mi vida daría un gran giro apenas el estuviese en ella.
—Y elijo tener.—Murmuró.-Porque ya te tengo aquí.—Se acerco lo suficiente a mi y volvió a abrazarme.—Eres mi cotilla favorita.
—Cabrón.—Sonreí encapsulada en su aroma, en todo de el.
Me di cuenta que por más que niegue estar enamorada, lo estoy. No hay corazón que aguante cada una de las cosas que yo aguante por amor, no hay persona en este mundo que pueda amarlo más que yo.
Porque jamás encontrará a alguien como yo.
Eran las tres de la mañana, el olor a alcohol inundó mis fosas nasales y caí en cuenta de que todos bebían e incluso, en un punto también llegué a hacerlo. La fiesta se iba acabando a poco y tomé la decisión de llevar a Ale a casa y quizás, solo quizás, quedarme con ella.
—Bonita...—Susurré en su oído, notando como se estremecía. Una sonrisa desbordó mis mejillas.—Vamonos, debo llevarte a casa.
—Aún no quiero ir a casa.—Me miró suplicante.
—Me quedaré contigo, tu madre me ha avisado que tiene turno y Lilian no esta en casa.
—Jinnie...déjame quedarme, ¿Si?—Suplicó con esa mirada tierna en sus ojos.
—Vente, bonita.—Extendí mi mano hacia la suya y ella refunfuño, pero aún así la tomó.
Caminamos de la mano para salir del gran auditorio en donde se encontraba la fiesta, Ale se tambaleaba un poco así que decidí tomarla en brazos y llevarla como la princesa que es hasta mi Camaro.
Se veía tierna balbuceando cosas sin sentido, lucía cómo un sueño tenerla por fin.
—¿Sabes algo, Hyunjinnie?—Susurró en mi oído haciéndome estremecer.
—¿Qué me dirás ahora, bonita?
—Te amo.—Sonreí como un imbécil al escucharla.—Te amo como nadie ha amado a nadie y te juro por mi vida que jamás te haría daño.
—Yo también lo hago, Grey.—Amo llamarla por su apellido y siempre lo haré.
—Mira las estrellas...—Señaló con su dedo.—Mira como brillan por ti.
—¿Por mi?—La bajé para ayudarla a entrar en el auto, pero simplemente me quedé observandola.
—Si, por ti.—Me regaló esa sonrisa genuina que siempre me daba cuando algo le agradaba o cuando le emocionaba algo.
Finalmente entró al auto y yo hice lo mismo, llevándola a casa. El camino fue tranquilo, en la radio sonaba Clocks de Coldplay dándole ambiente a nuestra situación actual. Al llegar, bajé rápidamente para abrirle la puerta y así poder llevarla a casa, llegamos a la puerta y ella, torpemente, abrió la gran entrada dándonos acceso a la casa. Me encargue de cerrarla bien mientras ella se quitaba los tacones con la mano que no tenía herida, la reparé de espaldas, cintura pequeña, espalda femenina, brazos delgados, sus grandes piernas siempre llamaron mi atención, todo su cuerpo era perfecto con o sin heridas.
Sus ojos se posaron sobre los míos en aquella perpetua oscuridad y allí me di cuenta que la adoraba con toda mi existencia, que sería capaz de darle el mundo entero solo por una sonrisa y de ser posible, le bajaría la luna para que jugase en ella. Lentamente se acercó a mí, sus manos se enredaron en mi cuello y mis manos se posaron en su cintura, mirándonos como si fuésemos la octava maravilla del mundo, juntos.
Nuestros labios se unieron como aquella primera vez, dando paso a muchas posibilidades. Sus débiles piernas se enredaron en mi cintura y mientras nos besábamos, nos dirigíamos hacia su habitación.
La oscuridad no era perpetua, la luna iluminaba nuestro camino haciéndonos ver como si fuésemos especiales, nosotros siempre fuimos especiales. Estuvimos destinados el uno al otro, casi como un hilo rojo del destino el cual jamás se rompió incluso si estuvimos mucho tiempo alejados del otro.
Sus heridas manos fueron desabotonando lentamente mi camiseta mientras que la miraba con adoración, me encontraba de pie y ella sentada, ya que no podía mantenerse mucho tiempo de pie. Sus ojos repararon cada parte de mi pecho y abdomen, casi como si estuviera dispuesta a grabarse cada parte de mi cuerpo en su cabeza.
Sus ojos admiraron la belleza real que era estar juntos mientras que yo la tomaba en brazos y la sentaba sobre mi, dándome la posibilidad de quitarle aquel vestido que me volvía loco, que simplemente hacia que mi mente imaginara cosas que no debía.
Los besos eran constantes y las caricias eran especiales, como si intentasemos guardar cada parte del otro en nuestra mente. Siempre tendré mis ojos sobre ella sin importar que, porque la amo perdidamente. Busque su aprobación con la mirada y casi como si fuese automático, ella me la otorgó.
La recosté debajo mío mientras la observaba de arriba hacia abajo, mis dedos fueron bajando rápidamente hacia su punto más débil, dándome cuenta que no necesitaría preparación, ella siempre estuvo lista para mí.
Nuestros cuerpos finalmente se unieron en un vaivén emocionante, sus manos rodeaban mis brazos e intentaba no apretarme, pero al final lo hacía. Ver sus facciones cada que me empujaba dentro era como ver una pintura hermosa, era como estar en el cielo.
Las palabras de amor que soltaba en mi oído y cada uno de los gemidos que su boca soltaba me hacía pensar en que en verdad la amaba, en que era el amor de mi vida.
El amanecer se asomaba por aquella ventana mientras que nosotros estábamos en nuestro mundo, amándonos como personajes de un libro, nuestra historia de amor es un libro.
Su frente llena de sudor y sus ojos mirándome con aquella mirada que siempre me mataba, eran las cosas más preciadas en nuestro mundo.
La amo con locura.
Abri mis ojos luego de unas horas encontrándome con una linda vista.
Hyunjin me abrazaba fuertemente por la cintura, pero no llegaba a hacerme daño.
Su cabello liso, con tonos morados y rubios se encontraba desordenado y sus facciones denotaban la relajación en la que el peli-rubio se encontraba.
Amaba verlo así, aunque no pudiese admitirlo siempre me gustaría verlo así, tan indefenso y tan lindo.
—¿Que haces mirándome?—Preguntó y al escucharlo di un respingo.
—Jinnie...—Dije nerviosa—Estaba viendo a mi novio, ¿Qué no puedo?
—Bonita...—Una carcajada se desprendió de sus dulces labios.—Puedes hacerlo todo lo que quieras.
—Lo sé.—Reí mientras me acurrucaba más en su pecho, sintiendo el calor que este mismo desprendía.—Anoche fue...
—¿Especial?—Mencionó dubitativo.
—Lo fue.—Sonreí genuina.
—Te amo, preciosa.—Besó mi frente con cariño.—Gracias por permitirme observar tu cuerpo una vez más.
—No hay que agradecer, eres mi novio.—Acaricié su mejilla, el aire acondicionado estaba totalmente frío y las sábanas no eran suficientes.
—¿Frío?
—Solo un poco.
Una sonrisa socarrona se instaló en sus labios y con un simple beso me dejó indefensa, sus grandes manos me atrajeron más hacia el y con delicadeza me dejó sobre el, sus ojos recorrían cada parte de mi cuerpo mientras tocaba mis cicatrices. Su cuerpo desprendía calor, haciendo que el frío que sentía antes desapareciera.
Su mirada decía muchas más cosas que mil palabras, siempre me fijaba en ello cada que lo miraba. Las palabras sobran entre nosotros, siempre lo han hecho.
-With love, Danna Kim <3
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