Capítulo 5
Salgo de mi auto el lunes por la mañana con bolsas bajo mis ojos y unas ojeras de mapache porque el fin de semana con Jade fue bastante... cansado, se podría decir, ella lloró los días enteros y por las noches, mientras dormía, gritaba como si la estuviesen torturando, mas cuando la despertaba para apaciguar su dolor y saber cuál era su pesadilla, ella parecía no recordar absolutamente nada. En vista de eso, lucia fatal, no había descansado ni un solo momento.
Camino hacia la entrada de la universidad y tomo mi teléfono para mensajear a Aurora y a Cecilia por nuestro grupo de wasap, al que denominamos: power grirls.
Yo: ¿Dónde están? Ya vengo por la entrada.
Cecilia: En la cafetería, apresúrate.
Aurora: ¿Te pedimos un café?
¡Cataplam!
Mi teléfono cae al piso en cuanto tropiezo con lo que creo que es una pared, pero no. Recojo mi teléfono y miro con una ceja levantada al sujeto con quien me he tropezado y que, seguramente es mudo, ya que no dijo nada. Ese hombre va vestido con un traje de color negro, es alto, moreno de piel y bastante musculoso, pero también, es un mal educado.
—Te disculpo por haberme atropellado con tu cuerpo —digo sarcástica y él me mira como a un bicho raro y continúa su camino con arrogancia.
Me centro de nuevo en la pantalla del teléfono, leo los mensajes y contesto:
Yo: Por favor, chicas, y que esté bien cargado ese café. Ya nos vemos.
Lo que más espero es que mi día se suavice porque si continúa a golpes, como lo acabo de empezar, dudo mucho que me esperen cosas lindas hoy.
Mis amigas reciben con una sonrisa y un café que agradezco con alma.
—No se imaginan el bien que me hará esa taza de café. —Me siento en frente de ellas mientras inhalo el aroma que sale de las tazas.
—¿Por qué tan mala cara? —pregunta Aurora extrañada.
La verdad es que todo el fin de semana me ocupe única y exclusivamente de Jade, no tome el teléfono más que para observar la hora o pedir algún domicilio, pero, sobre todo, no veía correcto contarles a mis amigas por teléfono algo tan delicado.
—Tengo que contarles algo importantes, chicas —anuncio con seriedad y sus ojos se abren con sorpresa.
—Desembucha, Esme —contesta Cecilia quitando uno de los audífonos que llevaba en su oreja.
—Jade está embarazada.
—¿Qué? —exclaman al unísono.
—¿Y desde cuando tiene novio? —pregunta Aurora desconcertada.
—¿Tú padre que dijo? —interroga Cecilia confundida.
—No quiere que tenga al bebé. —Comienzo a sentir mis ojos pesados porque las lágrimas van acumulándose en ellos, por eso con mis manos me doy aire para calmarme.
—No puedes permitir esa atrocidad —declara Aurora—, eso es algo horrible.
—Lo es —apoya Cecilia—. ¿Qué tiempo tiene?
—Dieciséis semanas. —Doy un sorbo a mi café.
Mis amigas se ofrecieron a ayudarme con todo lo que necesite en cuanto a Jade y acordamos sacarla de casa lo más pronto posible. Los padres de Aurora poseen una cabaña lejos de la ciudad que solo utilizan en temporadas vacacionales y como no es temporada, ese sería el lugar perfecto para mantenerla lejos de mi padre y de la sociedad estúpida a la que tanta importancia le da.
Me despido de mis amigas y cada una toma el recorrido hacia su salón de clases. Yo camino en modo zombie porque no dejo de pensar en la situación que estamos pasando. Saco mi teléfono del bolsillo y marco el número de Jade esperando que ya haya despertado y no interrumpa su sueño.
—¿Dónde estás? —La oigo decir sobresaltada.
—¿Te desperté?
—No, acabo de hacerlo y justo iba a llamarte. ¿Por qué me dejas sola? Tengo miedo —dice con voz temblorosa.
—Tranquila, recuerda que no es un monstruo es nuestro padre y por más enojado que esté no va a hacerte daño.
—No confió en él.
—Pero confía en mí, Jade. De igual forma hoy en la noche te sacaré de casa, prepara tus cosas y dile a tu novio que se va con nosotros.
—Yo voy a tratar de...
Alguien me arrebata el teléfono de forma brusca y volteo enfurecida.
—Hola, preciosa —Alessandro me sonríe como si hubiera hecho algo gracioso y yo solo tengo ganas de golpear su rostro.
—¡Entrégame el teléfono ahora! —grito fuera de sí.
Él me mira con mala cara y un poco de nerviosos para luego acercar el teléfono hacia mí con cautela.
—Aló, ¿sigues allí? —digo apresurada.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien?
—Todo bien, solo es Alessandro. Haz lo que te dije y nos vemos más tarde.
Cuelgo la llamada para encontrarme con la expresión confundida de Aless.
—¿Todo en orden? Se aproxima y me da un beso rápido en los labios.
—No, todo mal. Tengo problemas en mi casa, Jade está muy mal, mi padre se encuentra peor y vienes tú con tus tontos juegos.
Entro a mi aula de clases molesta dejándolo parado y confundido frente a la puerta. Poco a poco van llegando los estudiantes y algunos me saludan con familiaridad mientras jugueteo con mi teléfono pasándolo de una mano a otra, pero en cuanto veo que entra el profesor Del moral, coloco el teléfono en modo vibrador, lo guardo en mi bolso y pongo atención a mi primera asignación.
Cada día que paso estudiando letras me enamoro más del mundo de la literatura, el día de hoy la clase es sobre extranjerismos adaptados y la verdad me resulta muy incómodo algunas de las nuevas adaptaciones, aunque espero que con el tiempo me logre adaptar a todo este mundo que desconocía.
Las horas transcurren y el profesor da aviso de culminación. Guardo rápidamente mi libreta y saco mi teléfono. Observo que en la pantalla hay una alerta de wasap, pincho el icono para ver el mensaje.
Jade: ¡Help me!
Mi corazón se acelera de forma incontrolable, el teléfono resbala por mis manos ahora sudorosas y todo dentro de mí comienza a temblar de pánico. Salgo a toda velocidad de mi aula de clases, tropiezo con un par de compañeros, pero no me importa, no pido disculpas y continúo mi carrera hasta el estacionamiento.
¡Dios mío no lo permitas! No permitas que mi padre le haga algo a ella y a su bebé.
Mi teléfono comienza a vibrar en mis manos, me detengo antes de abrir la puerta de mi auto para contestar y veo que es un número desconocido.
—¡Jade!
—Es su novio, no sé nada de ella, quedó en avisarme para irnos, pero no contesta. —Escucho su llanto y me preocupación crece.
—Ya voy a mi casa para ver qué pasa, llama en diez minutos.
Abro la puerta, coloco el teléfono en la base que tengo en el tablero y por comando de voz llamo a mamá, pero no contesta, enciendo el motor y comienzo a conducir lo más rápido que puedo, sin importarme nada. No puedo evitar que mis ojos se derramen como cascadas por esperar lo peor, me siento como en un callejón sin salida, me siento perdida en una película de terror.
Doblo en la última calle que da para llegar a mi casa y cuando me aproximo más veo el auto de mamá, lo que quiere decir que mi padre podría estar en casa también, respiro profundo consiente de que me enfrentaré a un gran problema y estaciono en frente y guardo en mi bolsillo trasero el teléfono para bajar y llegar adentro en una carrera.
Abro la puerta llamando a Jade a gritos, pero no responde, hago lo mismo con mi madre y no obtengo una respuesta. Subo las escaleras, llego a mi habitación y no encuentro a Jade allí; trago grueso e intento calmarme para saber qué hacer y decido ir hasta la habitación de mamá y abro la puerta sin golpear antes.
—¿Dónde está Jade? —pregunto a gritos en cuanto la veo llorando en el suelo cerca de su cama, pero ella no contesta y me acerco más a ella y me pongo de rodillas para estar a su altura—. ¿Dónde está Jade, mamá? —Una vez más ella no contesta y hunde la cara en sus rodillas y mi paciencia mágicamente se termina—. ¡Qué me digas dónde está carajo! —La zarandeo por los hombros para que me mire o diga algo que me ayude a saber qué pasa con mi hermana, pero ella no reacciona. La suelto de golpe y camino en dirección a la puerta para llamar al novio de Jade y encontrarla como sea. Pero antes de salir ella recupera el habla.
—Ella no lo soportó.
Sus palabras me aturden, mi cabeza se nubla, pierdo el equilibrio y me apoyo sobre la pared. Todo me da vueltas, miro hacia arriba y siento que el techo caerá sobre mí, ladeo la cabeza intentando recomponerme y vuelvo a mirar a mi madre.
—¿Dónde están? Habla ya, mamá.
—No lo sé, Esmeralda. Todo es mi culpa, yo debí enfrentarlo y no lo hice, es mi culpa, es mi culpa. —Era todo lo que ella decía.
Un estruendo me hizo reaccionar y supe enseguida que el ruido venia de la planta baja, así que dejo a mi madre para bajar corriendo a ver qué ocurre. Cuando llego abajo veo a mi padre completamente descompuesto, su rostro luce enrojecido y en sus ojos puedo notar que ha estado llorado, sus guardaespaldas intentan controlarlo, pero el da golpes y patadas a todos para evitar que lo toquen, Está fuera de control.
—¿Qué está pasando? —digo temerosa de saber la respuesta.
Mi padre me mira y sus ojos lucen desorbitados, jamás lo había visto en ese estado tan desagradable, no sé si siento lástima o miedo.
—Todo es culpa de ese pobre diablo, Esmeralda. Él va a pagar por esto, hija —dice acariciando mi rostro y llorando sin parar.
Yo no entiendo nada, me encuentro paralizada.
—Ya mandamos por ese desgraciado señorita —menciona uno de los guardaespaldas que se acerca a nosotros.
—No te metas, esto es un asunto familiar —respondo cuando recupero el habla.
Me alejo de papá y corro hacia la puerta de la entrada buscando a Jade, mas ella no encuentra y vuelvo adentro.
—¿Dime dónde está mi hermana? Miro furiosa a mi padre y él no me da la cara.
—Yo no quise hacerle daño a mi hija, te lo juro.
—Qué fue lo que hiciste. ¡Por Dios! Comienzo a desbordarme en llanto.
—Ella... ella, no...
Comenzó a llorar una vez y ya no fue necesario que dijera nada porque en ese momento me percaté de que unas manchas de sangres estaban sobre su saco y allí cuando sentí que el corazón se me partió en dos y el alma salió de mi cuerpo.
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