Capítulo 38
Mi habitación se encuentra llena de cientos de vestidos de novia, todos cortos, sencillos y sexys. Mi mirada se detiene en uno en particular: un vestido dorado, deslumbrante y absolutamente hermoso. La luz se refleja en sus detalles brillantes, haciendo que destaque aún más. me decido por ese definitivamente, porque no pretendo casarme de blanco, no con él. Además, el dorado resplandeciente añade un toque de glamour y sofisticación, y puedo imaginarme caminando por el pasillo, dejando a todos boquiabiertos.
Aún me deja anonada la manera que tiene Damasco para conseguir lo que se propone, el alcance para mover todo a su favor, para hacer de las personas y de su entorno justo lo que él desea. De verdad es sumamente impresionante.
Valentina entra a mi habitación totalmente histérica y hace salir al personal que me ayuda con mi aspecto. Una vez que estamos solas suelta unas palabras con tono hiriente.
—Es evidente que solo piensas en ti, finalmente si deberías casarte y ser feliz con Patrick. Son tal para cual.
—No hables de aquello que desconoces. Te dije que se lo diría y lo haré, por eso he adelantado la boda.
—¡Pero qué chingada! Por qué insistes en casarte, no te has dado cuenta en el lío que estás, no, en el que estamos —dice más fuerte de lo que necesito.
—¡Baja la voz, carajo! Me casaré con él, le diré lo que ocurre y buscaremos la solución juntos para largarnos de aquí.
—Esmeralda, esto se está saliendo de tus manos y no te has dado cuenta. Espero que no te equivoques. Iré a cambiarme solo tenemos treinta minutos. Ese es el tiempo estimado para que te conviertas en la señora Damasco. —Ella gira elegantemente sobre sus pies, como siempre, y sale sin decir más. Me es desesperante a la par de incomoda su actitud. Pero intento no pensarlo mucho, debo seguir mis instintos. No me queda otra cosa.
No he vuelto a hablar con Cecilia por razones obvias, mas la intriga me está consumiendo fuertemente.
Me coloco el vestido dorado con cuidado y me aseguro de que cada detalle esté en su lugar. Ajusto los tirantes y me miro en el espejo, quedando maravillada con el reflejo. Los tacones altos completan mi look, dándome una elegancia seductora. Los accesorios brillantes aportan un toque de glamour adicional, resaltando mi feminidad y confianza. Salgo de mi habitación con determinación, rumbo al jardín donde se llevará a cabo mi boda civil y el comienzo de mi venganza.
El lugar está iluminado con preciosas luces, creando un ambiente mágico. Las mesas están dispuestas con exquisitez, decoradas con flores y velas que añaden un toque de encanto. No hay muchas personas, pero si lo suficiente para algo rápido e íntimo.
Mi mirada se dirige a Patrick, quien espera frente al hombre que oficiará la ceremonia. Está guapo y deslumbrante en su ropa formal, irradiando confianza y seguridad. Su presencia tranquiliza mis nervios y me recuerda por qué estoy aquí, llevando a cabo mi plan de venganza.
—No te imaginas las ganas que tengo de arrancarte ese vestido y hacerte mía como mi esposa —susurra en cuanto me tiene a su lado. Yo me limito a sonreír y entrelazo mi mano con la suya.
La ceremonia comienza y mientras escucho las palabras del oficiante, me cuestiono el paso que estoy a punto de dar. Sé que esta venganza es arriesgada y que cambiará mi vida por completo, pero también sé que es la única forma de hacer justicia por lo que me hicieron sufrir. Mi mirada se alterna entre la del oficiante y la de Valentina, mi confidente y aliada, quien tiene una expresión de preocupación y desespero. Su rostro me recuerda las posibles consecuencias, pero también me impulsa a seguir adelante.
Llega el momento crucial, el intercambio de votos. Patrick dice un rotundo "sí" con una sonrisa radiante y deslumbrante. Por otro lado, yo pronuncio el "sí" con una sonrisa nerviosa e indecisa, ya que esta elección marca un camino incierto. Es en ese instante en el que me doy cuenta de que no solo estoy buscando venganza, sino también la posibilidad de un nuevo comienzo, de recuperar mi poder y mi libertad.
Mientras el oficiante nos declara marido y mujer, siento un torbellino de emociones dentro de mí. El destino se ha sellado, y aunque hay dudas en mi mente, estoy lista para enfrentar cualquier desafío que venga. Ahora comienza una nueva etapa de mi vida llena de incertidumbre, pero también de valentía y determinación.
Luego del enlace, Patrick y yo nos dirigimos a la pista de baile para nuestro primer baile de casados. La música suave nos envuelve mientras nos movemos en armonía. Sus brazos me rodean con ternura y sus ojos me miran con complicidad. Los aplausos envuelven la melodía musical y nuestro baile acaba con tranquilidad.
Después de la intensidad de la ceremonia y el estrés acumulado, decido tomar muchos tequilas para sacar el valor necesario y contarle la verdad a Patrick una vez que la fiesta termine. Valentina, preocupada, no se despega de mi lado y me pide que deje de beber de esa manera, pero estoy segura de que solo el alcohol me dará el coraje necesario, porque sobria no puedo hacerlo.
El tiempo pasa y la fiesta comienza a disminuir. Las pocas personas que aún quedan se marchan, y Patrick me carga en sus brazos hacia la que ahora será nuestra habitación. Río desenfrenadamente mientras él me lleva. Me encuentro completamente borracha y puedo percibir que disfruta de verme en ese estado, lo cual solo me impulsa a seguir adelante.
Una vez en la habitación, Patrick comienza a desvestirme, mientras mi risa continúa sin control. Cada prenda que cae al suelo es una liberación, y a medida que me desnuda, siento una mezcla de excitación y vulnerabilidad. Finalmente, él se quita la ropa y se acuesta a mi lado.
Es en ese momento, con la valentía que me brinda el alcohol, cuando tomo aliento y le digo la verdad. Las palabras salen de mis labios de manera torpe pero sincera, revelándole todo lo que he guardado dentro de mí durante tanto tiempo. Mientras hablo, puedo ver la sorpresa y el desconcierto en su rostro, pero también la disposición a escuchar y comprender.
El silencio se cierne sobre nosotros mientras él procesa mis palabras, y aunque no sé cómo reaccionará, me siento aliviada por haberme liberado de ese peso.
—¿Ha sido Valentina? ¿Ella te ha ayudado a contactar con ese hijo de la chingada?
No digo nada, no quiero revelar esa parte de la historia, no quiero involucrar a Valentina en esto.
—¡Dime maldita sea! —exclama mientras se levanta de un salto, toma su armamento y lo carga con determinación.
—¿Vas a dispararme, Damasco? Anda, hazlo. —Me pongo de pie y camino hacia donde se encuentra—. Mátame ahora si eso te tranquiliza.
—¡Cállate! No te imaginas lo que has hecho, nos has puesto en peligro a todos. Entiende que yo te traje aquí para protegerte de ese cabrón.
Esta situación me enloquece y la verdad es que no entiendo nada.
—¿De qué hablas, Patrick? Habla y dime de una maldita vez —grito y golpeo su pecho. Él toma mi mano con fuerza y me dice:
—Tú padre antes de morir me pidió protección para ti. Alessandro Monticello se acercó a ti por órdenes de su jefe para joder a tu padre.
—Qué tiene que ver mi padre en esto.
—Esmeralda, tu padre fue el jefe de esta mafia mucho tiempo junto al mío hasta que yo tome las riendas del negocio. Ellos transportaban y vendían cocaína desde que tú y yo éramos unos niños.
Me suelto del agarre de Patrick, atónita por sus palabras. Mis ojos se abren con sorpresa y mi corazón late desbocado en mi pecho. Me siento en la cama, sintiendo cómo se desvanece la estabilidad que creí tener en mi vida. Toda mi realidad se tambalea en ese momento, y la sensación de haber vivido en una mentira durante toda mi vida se apodera de mí.
Las preguntas inundan mi mente. ¿Cómo es posible que mi padre sea un mafioso? ¿Qué más ha estado ocultándome? La confusión me envuelve, y el peso de la revelación se hace casi insoportable. Las imágenes de mi infancia y adolescencia se desdibujan, cuestionando la autenticidad de cada recuerdo. Me siento engañada y vulnerable, sin saber en quién confiar.
Intento asimilar la información, pero es como si mi mundo se desmoronara a mi alrededor. Todo lo que creía conocer sobre mi familia y mi pasado se desvanece en un instante. La sensación de desconcierto y desorientación se mezcla con la ira y la decepción. ¿Cómo pude ser tan ingenua?
Mis manos tiemblan mientras trato de procesar esta nueva realidad. Mi mente se llena de incertidumbre y preguntas sin respuestas.
La desconfianza se mezcla con el dolor en mi pecho, pero necesito respuestas y claridad en medio de esta confusión abrumadora.
—Me largo de aquí —es lo único que logro decir e intento levantarme de la cama, pero el tequila me pasa factura y me tambaleo. Patrick llega a mi lado y me apoyo en él.
—Siéntate y quédate aquí, le diré a mi nana que venga. Yo iré a reunirme con Olec tenemos que marcharnos ahora mismo.
No digo una palabra y Patrick comienza a buscar qué ponerse. De repente golpes y detonaciones rompen el silencio de la noche. El miedo se apodera de mí, mi corazón se acelera desbocado en mi pecho. Patrick rápidamente se coloca unos pantalones. Con voz tensa, me pide que me vista, y entre mi borrachera y nerviosismo, obedezco torpemente.
Los guardias llegan y nos sacan de la habitación, me separan de Patrick quien me lanza una mirada melancólica y ya no sé cómo sentirme al respecto. Los guardias me dirigen hacia la parte trasera de la casa. Corro junto a ellos sin saber qué hacer, siguiendo sus indicaciones. En medio de la confusión, uno de los guardias me entrega un revólver. Lo tomo nerviosa, sintiendo el frío metal en mis manos temblorosas, mientras continúo junto a ellos.
Sin embargo, cuando estamos a punto de llegar a una de las camionetas, dos disparos resonantes dejan sin vida a los hombres que me custodian. Giro, nerviosa y me encuentro con Alessandro, y tres hombres más, cuyos ojos me transmiten una mirada que no puedo creer. No es la misma mirada que recordaba, ahora sus ojos despiden maldad y fuego. Él se acerca y me abraza, pero no respondo a su gesto, me quedo inmóvil sin saber cómo reaccionar.
Alessandro me toma del brazo y me anima a caminar con él por otro lado del jardín, un área que desconocía por completo. Mientras avanzamos, algo inesperado ocurre. Otros hombres comienzan a intercambiar disparos con Alessandro y sus acompañantes. En medio del caos, grito y me arrojo al suelo, soy incapaz de disparar, no sé quién es quien, no soy capaz de hacer nada. Desde el suelo, observo cómo uno de ellos golpea brutalmente a Alessandro y a los demás, dejándolos desmayados.
Esos hombres desconocidos se acercan a mí y me cubren la cabeza con una funda negra. Forcejeo y grito desesperadamente, pero es en vano. Siento cómo caigo dentro de un vehículo que comienza a rodar, sin tener idea de adónde me llevan ni qué me espera en el futuro.
—¿A dónde me llevan?, ¡suéltenme! ¿Los ha enviado mi esposo? Respondan.
—No, señorita, y lamentamos no llegar antes para impedir su boda.
—¿Quiénes son ustedes? —grito, histérica, nerviosa y muerta de miedo.
Sino ha sido Patrick, y Alessandro acaba de quedar tirado frente a mis ojos, entonces... ¿Quién me ha llevado? Comienzo a sentirme desafortunada y desdichada.
Después de un tiempo rodando en el vehículo con la cara tapada, finalmente me bajan y me guían para que camine. Mantengo el silencio, envuelta en incertidumbre y temor, sintiendo que incluso la borrachera se me ha pasado. Esos hombres me quitan la funda que cubre mi rostro, y me cuesta un poco acostumbrarme a la luz que emana desde donde estoy.
En medio de la confusión, logro vislumbrar una sombra frente a mí, pero no logro distinguir quién es. Estrujo mis ojos intentando enfocar mejor, pero cuando vuelvo a abrirlos, caigo de rodillas al suelo, abrumada por el miedo y la incredulidad. Comienzo a temblar y a llorar descontroladamente. Un nudo se forma en mi garganta, y luego los fluidos amenazan con salir, y vomito.
Siento que alguien se acerca a mí, y en medio de mi desesperación, grito de miedo, sin poder controlar mi reacción.
—¡Aléjate es un espejismo, esto no puede ser! —grito enloquecida e incrédula, las lágrimas me recorren y vuelvo a vomitar.
Siento sus manos recogermi cabello y un escalofrió me recorre todo el cuerpo al sentir su calor, esecalor que conozco y tanto anhelé, pero no puede ser. Es imposible que esté con vida...
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