Capítulo 31

Soledad... Hace meses que no saboreaba lo divino que es estar sola. Esa sensación de no oír nada más que tu respiración o tus propios pensamientos era lo que estaba necesitando desde hace mucho. Una conexión conmigo, un tiempo para mí, tiempo para reflexionar, para rebobinar lo que he vivido, pero, sobre todo, para planificar lo que estoy por vivir.

Mi venganza, mi gloria. Cada vez la siento más cerca, puedo olerlo, puedo sentirlo, mi momento está por llegar. Yo, Esmeralda Obregón, estoy por Triunfar, lo sé y ahora con la ayuda de Valentina todo será más fácil. Podré vengarme de Damasco e incluso, descubrir la verdad que arropa a Paolo y a mi difunta hermana Jade.

Mi mente es muy amplia, abierta y puede imaginarse cosas inigualables. Damasco va a pagarlo muy caro.

—La única persona en la que puedes confiar eres tú misma ¡No lo olvides jamás! —digo mirándome al espejo.

Enciendo un cigarrillo y doy una calada. Es de sabor a menta, me gusta la sensación mentolada, mezclada con nicotina en mi boca.

Estamos en Jalisco, quiere decir, a seis horas y un poco más de mi ciudad, Polanco. Estar aquí me pone tan impaciente, tan ansiosa. Quisiera saber de mis amigas y de Alessandro, aunque nuestra última vista no fue para nada buena, sentía que lo estaba extrañando y no solo a él, extraño mi vida.

Patrick me está volviendo loca. Camino por toda la habitación como prisionera, observando todo a mi alrededor. La decoración es tan fina que me sorprende el buen gusto de Damasco. En el recorrido desde afuera hasta la habitación, pude fijarme muy poco, pero lo que logré observar me dejó en claro que, si algo le sobra al pedazo de imbécil de Patrick es estilo y elegancia.

Deduzco que el capricho que siente por mí es enorme, más no es eso lo que quiero que sienta. Quiero que se enamoré de mí, porque independientemente de lo que diga Valentina yo no siento que lo de él sea amor.

Toc toc...

Me sobresalto con el sonido de la puerta.

—¿Quién es? —contesto, con el corazón agitado.

—¿Podemos hablar?

No puede ser... Damasco pidiendo permiso para entrar, esto sí que es una novedad. Pues vamos a divertirnos un poco.

—No me apetece hablar contigo, mucho menos ver tu rostro —contesto, intentando sonar lo suficientemente seria.

—Esmeralda, por favor.

¡Increíble! No me lo puedo creer.

No respondo y continúo aspirando mi cigarrillo.

Toc toc...

Vuelvo a escuchar luego de unos minutos.

—Pensé que te habías ido, Damasco. —Me acerco sigilosa a la puerta y dejo caer la colilla en el cesto.

—Deja de comportarte como una niña y abre la puerta.

¡Idiota!

Abro la puerta y su mirada me traspasa... me quema.

—¿Me permites? Alza una ceja esperando que le dé acceso a la habitación.

Lo miro unos segundos y sonrío.

—Claro. ¡Adelante, guapo!

Casi no logro cerrar la puerta porque Patrick sujeta mi brazo y me da la vuelta. Ahora su cuerpo presiona el mío. Estoy inmóvil entre la puerta y él.

—¿A qué quieres jugar, Esmeralda? —pregunta, seductor. Se acerca a mí y olfatea cerca de mis pechos.

No puedo negar que tenerlo cerco hace que mi cuerpo se descontrole, es inevitable que mi cuerpo reaccione a él, a sus malditos encantos. Aunque sé que no puedo desviarme de mi objetivo ¡Venganza!

Respiro profundo, y mando indicaciones a mi cerebro de control.

《Todo es por mi venganza, Patrick Damasco no significa nada para mí, repito mentalmente》

—No tenía en mente jugar a nada, pero si es lo que deseas puedo acceder a eso.

Paso mi lengua por sus labios y lo veo ronronear cual gatito indefenso. Llevo mi mano a sus testículos y comienzo a masajear presionando suavemente.

—No juegues con fuego, pequeña —comenta entre dientes con un atisbo de frustración.

—Ven y quémame. Llévame al cielo o al infierno, no importa... en tus brazos y entre tus piernas moriría feliz esta noche.

Lo oigo gruñir. El gatito comienza a convertirse en una fiera salvaje. Me levanta por el trasero, enrollo las piernas alrededor de sus caderas y él da unos pasos que me dejan pegada a la pared. Nos miramos con pasión y me muevo un poco para que sienta mi sexo. Unimos nuestros labios con vehemencia mientras que con mi lengua me abro paso entre su boca y me permite el acceso gustoso. Su lengua juega con la mía.

—Menta con nicotina. Me encanta —susurra, con la voz más perversa que había oído en mi vida.

Su boca baja hacía mi cuello y luego al inicio de mis senos. ¡Dios qué gusto me da el maldito!

Como un desesperado, me aparta de la pared y corre conmigo a la cama. Me deja sobre ella y me destroza la blusa de un tirón dejando mis senos al aire, ya que no llevo brasier.

—Patrick —grito de sorpresa y excitación.

—Quiero tenerte ya, Esmeralda. Deseo poseerte y estar dentro de ti.

Su teléfono comienza a sonar y el maldice.

—Contesta —le murmuro.

No me obedece. Continua sus besos en mis pechos y hace que mis pezones se endurezcan de inmediato. Lo veo sonreír por lo que ha conseguido.

El teléfono suena una vez más...

Patrick se quita su camiseta en un movimiento rápido dejando a la vista su abdomen bien definido y sus hombros anchos. Saca su armamento de la parte de atrás de espalda baja para colocarla sobre la pequeña mesa junto a la cama. Lo observo y muerdo mi labio inferior.

Con su dedo pulgar libera mi labio que estaba prisionero por mis dientes.

—No lo hagas que bien puedo hacer yo por ti. —Se acerca a mi boca y un gemido se me escapa por la intensidad del beso.

Él comienza a deslizar una de sus manos por mi abdomen hasta llegar a la goma de mi licra e introduce su mano buscando mi sexo y no tarda en darse cuenta de lo húmedo que estoy.

Oímos la puerta sonar, seguido de un:

—Señor, necesitamos su presencia de inmediato.

Patrick Ignora completamente el llamado y continua lo que está haciendo. Masajeándome con su hábil mano.

—Señor, esto no puede esperar —dicen una vez más del otro lado de la puerta.

—Puta madre —susurra, furioso y yo suspiro con fastidio. Toma su arma, la carga y se levanta con los ojos ardiendo de coraje.

—Dame un minuto, pequeña. —Asiento, sin decir una palabra.

Lo veo dar unos pasos y al abrir la puerta apunta a quien sea que esté allí.

—Espero que sea algo realmente importante o te quito la vida.

—Lo es, señor. Debe bajar ahora mismo. —La voz de Olec.

—Lo que sea puede esperar —Creo ver que le da la espalda a Olec y toma aire. No veo tan claro desde aquí—. ¡Maldita sea! Resuelvan algo solos por una maldita vez.

—Señor lo que pa...

—Lo que pasa es que el asunto conmigo solo puedes resolverlo tú, cariño. —Una voz desconocida y de mujer interrumpe a Olec de pronto.

Me siento sobre la cama. Había escuchado bien. ¿Dijo cariño?

Rápidamente me coloco la camiseta que Patrick acaba de quitarse.

—¿Qué haces tú aquí? —Lo escucho gritar de asombro.

—Desde cuando tu novia necesita permiso para verte.

¿Su qué? Camino hacia la puerta rápidamente y antes de que pueda decir nada la puerta se abre de par en par dejándome frente a la dueña de esa voz desconocida, Una rubia oxigenada, de piernas largas, rasgos refinados y unos pechos inflados como globos.

—¿Me explicas ahora mismo quién es está, Patrick?

Por primera vez lo veo mudo y sin saber qué hacer, así que me aproximo a contestar.

—La pregunta aquí es, ¿quién eres tú? Y mi nombre Esmeralda —digo con el ceño fruncido.

Patrick masaje su sien y una pequeña gota sudor se hace presente.

—Yo soy Marian Valle, la prometida de Patrick, así que te agradezco que te marches porque mi novio y yo tenemos qué hablar.

Miro a Patrick alzando una ceja... Pretender quedarse allí como un mismo idiota o va a darnos alguna explicación.

Él se mueve de su sitio y sujeta a la rubia por un brazo para sacarla de la habitación. Ella se resiste e intenta soltarse de su agarre gritando que le expliquen lo qué está pasando.

—Soy su mujer, por cierto —me atrevo a decir, con toda la mala intención de complicarle las cosas a Patrick.

—Esmeralda, silencio —me grita.

La chica logra soltarse de él y corre hacia mí dejando un tacón tirado muy al estilo de "cenicienta"

—Repíteme lo que has dicho —me dice en un ataque ira.

—Me acerco más a ella y le susurro con arrogancia—. Soy su mujer.

Ella reacciona como poseída por satanás halándome el cabello con fuerza, hago lo mismo y no sé en qué momento caemos al piso como dos perras calleras. Hasta que un disparo nos hace gritar y soltarnos.

Ambas volteamos y vemos que quien disparó ha sido Patrick. Olec llega a mi lado y me ayuda a ponerme de pie. Patrick se acerca a la chica y le ofrece su mano para levantarla, pero ella golpea su mano furiosa encendiendo el monstruo que Damasco lleva dentro. Él se agacha y la levanta bruscamente halándola por el cabello, sus gritos son demasiados y la suelta.

—Te tranquilizas y te callas o te va peor, ¿me entendiste? —le dice apretando la mandíbula.

Ella comienza a llorar y sale corriendo de la habitación.

—Ve tras ella y llévala a mi despacho —le ordena a Olec, quien sale de inmediato obedeciéndolo.

Nos miramos unos segundos sin decir nada.

Como no le veo intensiones de decir algo, procedo a quitarme su camiseta, hago de ella un bulto y la tiro sobre su pecho.

—Lárgate ahora mismo.

—Esmeralda, todo tiene una explicación —me dice en forma pasiva.

—No me interesa, Damasco. Te quiero fuera de mi habitación, si puedo llamarla mía —le digo sarcástica.

—Está mansión es tuya, todo lo que tengo también te pertenece ¡Maldición! Te prometo que lo arreglaré.

Le doy la espalda. Camino hacia a la cama y me dejo caer boca a arriba.

—De verdad lo solucionaré, pequeña.

La puerta se cierra y abro los ojos. Lo que más me provoca ahora es un cigarrillo, ubico la caja, el encendedor y con la primera calada maldigo en silencio. Patrick tiene una novia, eso complica gravemente mis planes.

Valentina me va a oír, seguro que lo sabía y como siempre me lo ha ocultado. ¿Ahora qué haré? Mi mundo comienza a desmoronarse... 

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