Epílogo
Jennie colocó la última prenda dentro del cajón que Lisa le dejó elegir para ella.
Estuvo toda la tarde guardando cosas, sacando de las cajas objetos viejos y nuevos que Lisa había comprado antes de planear la mudanza.
Nunca había arreglado algo por sí misma, así que digamos que la casa estaba arreglada a un estilo libre poco común.
Alejó su maleta, que estaba a un lado, para poder cerrar el último cajón, se levantó con un poco de esfuerzo en sus rodillas por el tiempo que llevaba en esa posición. Estiró sus extremidades y soltó una queja por lo refrescante.
Ahora su habitación estaba terminada y esperaba con ansias que a Lisa le gustara.
Ya la sala estaba instalada, justamente era en donde se encontraba Lisa con los niños mientras ella terminaba de ordenar y despejar las cosas para pasar ahí su primera noche en familia.
Aunque ya habían hecho eso tiempo atrás, por los agradables meses de embarazo que pasó viviendo con su suegra y cuñadas.
Pero la diferencia era que ahora estarían solas, alojándose en su propio hogar.
Se notaba la oscuridad exterior por las ventanas, así que fue hacia ellas para deshacer el nudo de las cortinas que las levantaban del marco. Cuando cubrió el ventanal, se dispuso a observar la tela y pasó sus dedos por los bonitos dibujos que ella misma había elegido.
Recordó cuando Lisa le había dicho que podía elegir cualquier cosa para su hogar.
Por supuesto que se había negado rotundamente porque, era Lisa la dueña de esa tierra y ella no tenía el derecho suficiente para tomarlo como suyo. Eso era lo que había pensado antes de que Lisa le convenciera amablemente a su manera, que ahora eran una sola persona, y que las cosas que poseía ella también eran suyas.
Además de otra técnica que para nada le sentó mal a Jennie; como un poco de privacidad en el baño.
Era todo tan lindo.
Era agradable vivir así.
Jennie se dió la vuelta para obtener la última vista buena del cuarto, y se enamoró aún más de lo que había ocasionado.
La cama era perfecta, y sabía que era suficiente para que dos cuerpos y un cuerpecito tuvieran la libertad de moverse.
A un lado de la cama, estaba una pequeña cama y la cuna que habían sido hechas por las propias manos de Lisa. Existía otras habitaciones en la cabaña, pero por el momento, ambas preferían que todos durmieran en el mismo lugar.
Ella se movió rápidamente hacia las maletas en el piso para cerrarlas y guardarlas en el gigantesco armario que habían rediseñado. En lo que se movilizaba de aquí y allá, Jennie recordó los últimos meses en la casa Manoban.
Se acercaba medio día. Jennie estaba con codos recostados en los barrotes de la cerca, viendo cómo Lisa pasaba de sí sus palabras y continuaba encima de ese caballo.
Había llegado hace ocho minutos para avisarle que el almuerzo estaba listo, pero ahora estaba esperándola mientras veía a Lisa dar vueltas y haciendo sonidos con su boca.
El sol empezaba a picarle la piel y el calor intenso le estaba sofocando. Solo a ella se le había ocurrido quedarse ahí para esperarla e ir juntas a comer. Como antes la había visto, Lisa se empeñaba a trabajar duro los siete meses que faltaban para que Jennie diera a luz. Lisa anhelaba que su bebé estuviera cómodo y para eso, ella debía hacer un esfuerzo más para tener algo de dinero.
Es por eso la razón de su incomprensible actuación, al hacer esperar a Jennie sin moderación. Pero es que verdaderamente, a Lisa se le habían subido los pensamientos a la cabeza y con descuido ignoró la presencia de Jennie.
Jennie se alejó de la cerca y dio vuelta hacia la casa.
Mientras luchaba para que la tierra no se le metiera entre sus pies y sus sandalias, con su mano se tapaba los ojos de los rayos del sol que le impedían siquiera mantenerlos abiertos.
Sinceramente le había molestado, pero no podía reclamarle tan insignificante situación; después de todo había sido por cuenta propia quedarse.
Pero no faltaron los segundos para que Lisa se diera cuenta de la silueta de Jennie alejarse del lugar. Frunció las cejas y apaciguó el andar del caballo para bajarse de él. De la soga lo llevó a amarrar y posteriormente le dio una palmada en el lomo con cariño.
Apenas salió de aquel campo, el camino de tierra que marcaba la ruta hacia la casa y el correr de sus pies hizo que el polvo se levantara. Mientras se acercaba notó que Jennie caminaba diferente, aunque podía deberse al extremo calor que hacía para la época; pero Lisa sentía que era su culpa por no prestarle demasiada atención.
Los minutos se habían ido y ella quería terminar lo más pronto con ese caballo. Una feria estaba en camino, su propia madre y jefa le había advertido que los necesitaba muy bien criados.
A su vez, cada día que pasaba y la extrema necesidad que Jennie estaba teniendo por tenerla cerca en todo momento, armaba una responsabilidad nueva para ella que muy a gusto cumpliría. La señora Manoban le había explicado a su hija que era normal luego de todos eso años perdidos; no era como si Lisa se estuviera quejando con su madre por tener a Jennie detrás suyo todo el día, más bien, la señora Manoban al haberle preguntado cómo iban las cosas entre ellas, Lisa con sinceridad le dijo lo bien que se sentía.
Jennie le conversaba algunas veces mientras trabaja, y cuando ella veía que Lisa estaba muy concentrada, guardaba silencio y esperaba. Luego de un rato Lisa volteaba a verla preguntándose por qué se había detenido. A ella le gustaba escuchar todo tipo cosas, y más si se trataba de ella y Ella. La señora Manoban, Rosé, Miyeon y Jennie preparaban las comidas, cosa que siempre hacía la cocina rebozar de felicidad.
Todas las comidas resultaban especiales. Pero especialmente la cena, que luego de que los niños se fueran a dormir, Rosé sacaba el vino mientras que Jisoo sacaba las cervezas, y se ponían a conversar del día o algunas anécdotas del viaje que habían tenido las recién llegadas.
Habían demorado en volver, pero Minnie y su esposa Miyeon regresaron muy emocionadas por conocer a las recientes miembros de la familia.
Había sido así los dos primeros meses.
Lisa alcanzó a Jennie y caminó a su lado un poco avergonzada por su falta de atención. Se hizo una nota mental de no dejar esperando a Jennie nunca más.
No le comentó al respecto, en cambio, supuso que todo estaba orden desde que Jennie cambió su forma rígida de caminar, por una más lenta. Lisa sonrió encantada porque esa señal si se la sabía: Jennie hacía eso cuando quería andar caminando por ahí más tiempo con ella.
Se percató también de que el sol le molestaba el rostro y aunque era algo poco atractivo, Lisa se quitó su sombrero de vaquero y se lo colocó.
Los gestos así, se veían todo el tiempo: Lisa dándole más de su comida favorita, Lisa dándole el control para que ella viera lo que quisiera, Lisa verificando que las luces de la casa estuvieran encendidas y asegurándose de que las puertas tuvieran su seguro, Lisa ayudándole con Ella, sus besos de buenas noches y por supuesto, la manera en que se aferraba a su cuerpo mientras dormían abrazadas. Pero, siempre que pasaban, a Jennie se le giraba el mundo.
Jennie la miró brevemente para sonreírle sin siquiera ocultar lo mucho que le gustó aquel sencillo acto. Se ajustó mejor el sombrero y ahora mejor que nunca, caminó junto a Lisa el corto tramo que les quedaba.
En lo que Lisa oprimía las ganas de tomarla de la cintura y besar sus labios con tanta fuerza por lo hermosamente tierna que actuaba Jennie últimamente, ambas escucharon el pitar de un auto.
Antes de llegar a la casa, Lisa siendo perseguida por Jennie, rodeó la zona hasta llegar al lado derecho, donde se había puesto un camino de tierra por las muchas veces que pasaron los camiones con alimento de animales y madera para algunos muebles que Lisa se había interesado en hacer. Pues justo por ese camino, entraba un Toyota Hilux con un remolque totalmente cerrado con algunas salidas para que el caballo pudiera respirar o ver.
Lisa curiosa por aquel vehículo poco conocido que entró sin más a la propiedad de su familia, fue poco a poco llegando hasta donde se detuvo para averiguar de qué se trataba.
Las dos puertas del frente y una de las traseras fueran abiertas a la vez.
La primera en pestañear incrédula fue Jennie, quien enseguida sus pies tomaron control de ella misma para caminar emocionada hasta Jeongyeon, quien era la que bajaba del asiento del copiloto. La conductora oficial era Nayeon, a quien Lisa le sonrió muy feliz. La otra que bajaba de la camioneta era Dahyun con unas bolsas blancas.
—En serio nos has tomado por sorpresa. —le comentó Lisa a Nayeon estrechando su mano por amabilidad, ya que ella se encontraba de todo menos presentable para visitas.
Unas semanas antes, Jennie había llamado con mucho temor a su antiguo hogar, esperando que contestara Jeongyeon. El caso fue, que nadie contestó. Fue Lisa la que llamó a Nayeon para saber cómo iban las cosas por allá, ya que Jennie se había preocupado enormemente cuando no tuvo noticias de su gran amiga. Se llevaron un gran alivio y sorpresa cuando Nayeon les contó que había contratado a Jeongyeon en un dos por tres tras enterarse del divorcio de los Kim.
Sin duda había sido un acto encantador para Jeongyeon, quien más que nadie estaba feliz, cosa que se notaba en estos momentos.
Jennie continuó haciéndole preguntas a Jeongyeon sobre aquel cambio que ninguna esperó hasta el momento, mientras que Nayeon le comentó a Lisa la gran movida que estuvo haciendo el anterior mes.
—Dahyun me ha avisado de algunas cosas que se estaban dando en la finca Kim; vendieron todo, incluso animales a bajos precios y no podía permitir que se me escapara de las manos aquel oro que muchas veces me negaron.
Lisa ya sospechaba de qué hablaba la joven e ingeniosa chica. Solamente pudo mirar por el rabillo del ojo a Jennie, sin que esta se esperara las buenas noticias.
Nayeon retrocedió hasta el remolque, haciéndole señas a Lisa para que le ayudara en lo que mejor sabía hacer.
Lisa notó el pelaje del caballo y empezó a emocionarse, porque sabía lo muy preocupada que había estado Jennie en ciertos aspectos. Por las noches, mientras conversaban para dormir, Jennie se preguntaba en voz alta qué iba a ser de Jeongyeon, y por último, de Monte, quien seguramente iría a parar en alguna subasta, conociendo a su ex esposo.
Nayeon hizo rodar la cerradura y con mucho cuidado abrió la puerta de metal. Lisa estaba ya trepada en una esquina exterior para desamarrar la soga y lanzándosela a Nayeon rápidamente para proseguir con la otra. Era un caballo muy fuerte, y debían tener tanto el cuidado, como la seguridad de dos cuerdas en el animal.
Desde afuera, Lisa empujando no tan brusco al caballo por su frente para indicarle que retrocediera, fue que Jennie observó con atención la escena.
Estaba sonriendo como nunca, y era una lástima que Lisa hubiera estado tan ocupada como para no verla; pero una vez más, Jeongyeon fue capaz de presenciar las pequeñas alegrías que Jennie dejaba ver.
Nayeon de un extremo, y cuando el caballo salió, Lisa del otro.
—Supuse que sería mejor uno de estos. —habló Jisoo avisando su llegada con una silla de montar en los brazos. Al ver desde una ventana cómo intentaban sacar al caballo, lo mejor que se le ocurrió para ayudar había sido correr al taller, donde su padre tenía una colección única de monturas.
Fue rápido que colocaron la silla, y sorprendentemente Nayeon ya estaba arriba.
Lisa rió. Era más que obvio que Nayeon había estado un tiempo con Monte, recompensando todas esas respuestas negativas que Jennie le había dado.
Lisa y Jisoo persiguieron a Nayeon hasta el campo abierto, mientras que Jennie invitaba a Jeongyeon una bebida antes de que partieran. Pero la despedida se había extendido cuando Nayeon les había sorprendido de que Monte era un regalo para la familia.
Lisa se negó al igual que Jennie, pero no pudieron competir con las excusas que daba Nayeon apesar de haber sido ella la que gastó seguramente un dineral por obtenerlo. Con solo escucharla decir que el dinero no había sido nada, el corazón de Lisa se hundió con solo saber que lo habían tratado como un objeto.
Ella era un poco sensible con esas cosas.
Como vuelto, las invitaron a cenar. Jeongyeon enamorada de poder pasar un tiempo con Ella, y Lisa junto a Jennie sonriendo por lo increíblemente amigable que se había convertido Ella en cuanto Jeongyeon pasó por la puerta.
Por un lado, aquella roca que impedía a Jennie seguir con su vida, se había ido por otra corriente y podía estar descansando, o pensando en los siguientes meses de embarazo que le faltaban.
De ahí en adelante, el tiempo se fue volando.
La señora Manoban parecía estar más fascinada con cada día que pasaba, ansiosa de que llegara el día del parto. Se había encargado de hacerle ver a Jennie que ella estaba a su lado, pues Lisa le comentó en otra de sus pláticas madre e hija que Jennie con Ella, lo había pasado todo sola.
Parecía mentira que los padres de Jennie hicieran oídos sordos con la situación de su hija y no se inmutaban en buscarla, ni en llamar a la residencia para saber su estado. Habían desaparecido, y muy en el fondo, detrás de esa alegría que Jennie emanaba todo el tiempo, Lisa sabía que aquello le entristecía.
Obviamente.
Incluso del señor Kim, Jennie no se esperó ese comportamiento.
Gracias a la amistad que Rosé y Miyeon fortalecían con ella, y el papel de madre que la señora Manoban realizó, Jennie pudo estar confiada de que ahora tenía a personas que se preocupaban por ella, que la cuidaban y que nunca la abandonarían.
Esta vez, Lisa la acompañó a su primera vista del bebé. Ella estaba más nerviosa que la mismísima Jennie, pero era por la falta de experiencia; no sabía cómo reaccionar cuando viera en vivo a su pequeño bebé moverse dentro de Jennie, conociéndose ella misma, sería llanto por todas partes.
No pudo contener la sorpresa cuando la doctora les avisó que estarían esperando a una niña.
Sus manos habían empezado a temblar, y su sonrisa era enorme. Sus mejillas se habían sonrojado a más no poder y no quitaba los ojos de la pantalla, hipnotizada por aquella criatura.
Jennie solo la observaba; como estaba recostada en la camilla, solo podía verle el perfil izquierdo. Parecía que Lisa no quería ni verla y ella adivinó el por qué cuando vio cómo se secaba las lágrimas disimuladamente.
Jennie se rió junto con la doctora. Ambas fingiendo no darse cuenta.
Mientras regresaban a casa, hablaban del nombre de su bebé. Todas las opciones habían sido descartadas por Jennie, ya que ella ya había pensado un nombre para cuando fueran totalmente libres.
Ella creía que tenía que retribuirse al nombre de Lisa. Así que cuando Lisa pensaba un nombre que sea parecida al suyo, Jennie dijo primero su idea.
"Lili".
Lisa sin quitar la vista de la carretera, sonrió hasta que sus dientes se dieron a ver y asintió afirmando la idea.
—Aunque yo me inclinaría más por "Sharon". —dijo con gracia el nombre que se le había ocurrido, a lo que Jennie negó, porque de verdad ansiaba que el nombre de Lisa también formara parte de sus hijas.
Todos los partos de la familia habían sido en casa. La señora Manoban fue la encargada de llamar a los mismos médicos que habían atendido a sus nueras. Quería que el movimiento resultara súper bien.
La madrugada de un jueves, en la habitación donde dormían junto a Ella, Lisa se había despertado tras unos movimientos en su mano provocados por Jennie.
Alarmada por el sonido de dolor que salió de los labios de Jennie, se apoyó del colchón para levantarse, y fue cuando se dió cuenta que las sábanas estaban empapadas de algo.
No llegó a procesarlo a tiempo. Jennie estaba quejándose, intentado no despertar a la niña junto a ella, y lo que menos pensó Lisa era que ya había roto fuente.
Como dormía en la esquina, se levantó rápidamente, provocando que de la otra esquina Ella se despertara y abriera sus ojos confundida. Lisa le había preguntado a Jennie qué le ocurría, a lo que simplemente está le respondió: "Llama a tu mamá".
Y así lo hizo. Corriendo por el pasillo, tropezandose con los sofás, llegó a la puerta de la habitación de la señora Manoban y tocó suavemente antes de entrar.
La señora Manoban poco a poco estaba frágil, si uno de sus nietos entraba corriendo a su habitación todo espantado por algún bicho, ella se llevaba el susto de su vida. Por eso, tras dar quejas a las madres de las criaturas, Lisa sabía que tenía que cuidar su forma de entrar para no alterarla.
El rostro de su hija le hizo saber a la señora lo que pasaba. Ya se había despertado como Dios mande y se levantó apurada buscando el teléfono, luego caminó por el pasillo tocando las puertas de las otras parejas para despertarlas y que también dieran apoyo a su más joven nuera.
En cuanto llegaron los médicos, la expresión de Lisa se veía más asustadiza, por eso le habían ordenado que se mantuviera fuera de la habitación por cualquier inconveniente.
Rosé tenía a Ella en los brazos en un principio, luego la llevó a la habitación de los niños para recostarla en un espacio de la cama y que pudiera continuar durmiendo. Mientras que Jisoo miraba a Lisa con una risa escondida. Se veía como si su hermana quisiera vomitar, pero a la vez con ganas de ir al baño, y las quejas de Jennie no ayudaban en nada.
Solo eran las primeras contracciones, y los médicos salieron de la habitación quince minutos después con las noticias.
Tenían que esperar a que estuviera dilatada como correspondía. Entre tanto, una enfermera se había quedado con Jennie, mientras que la señora Manoban le ofrecía desayuno a los dos médicos que estaban.
Lisa solo había entrado a la habitación dos veces. Una para asegurarse que estuviera bien, quedándose a lo lejos y sonriéndole nerviosamente a Jennie. Y la otra vez fue cuando escuchó que Jennie lloraba mientras intentaba aguantar las contracciones, quería tomar su mano y darle apoyo como siempre se lo había imaginado, pero Jennie lo que hacía era despedazar su mano con sus uñas.
Luego de cuatro horas así, los médicos dieron aviso de que empezarían con el proceso. A Lisa no le quedó de otra que escuchar todo desde la puerta. Aún estaba pálida por los nervios, pero inesperadamente cuando escuchó el llanto de su bebé, suspiró con alivio y su piel agarró su color natural.
Sus hermanas se habían abalanzado a ella para abrazarla y felicitarla, pero Lisa estaba ida, solo podía escuchar el llanto de su bebé y luego las burlas de Jisoo, contándole a las demás las ganas de reírse que tenía por las expresiones de Lisa.
Tan solos unos segundos después la puerta se abrió y la señora Manoban secando sus ojos, dejó pasar a todas.
El comentario no se hizo esperar.
"Es igual a ti".
La señora Manoban miraba de cerca a la bebé que se posaba en los brazos de Jennie muy cómoda, y detallaba cada detalle idéntico a Lisa.
Lisa del otro lado, miraba inexpresiva a la bebé.
Estaba fascinada.
Era una bebé hermosa y sana, era lo que importaba en esos momentos.
Cada parpadeo que dedicó los primeros instantes viendo a su bebé, fueron únicos, inconscientemente le hizo un millón de promesas mientras la observaba.
Jennie estaba igual de impactada. Nunca se imaginó poder superar la prueba del parto, y mucho menos tener a su lado a Lisa.
Recostó su cabeza en la almohada y empezó a calmar su respiración. Dejó que la señora Manoban tomara en brazos a su nieta y en ese momento miró a Lisa, esperando algún beso de su parte, quería tener algún contacto con ella para saber que en verdad estaba ahí.
Lisa dejando de ver a la bebé, bajó su rostro hacia el de Jennie, la miró con una débil sonrisa de estar oprimiendo las ganas de llorar, y después se sentó en la cama para tomarla de la mano.
"Lo hiciste muy bien" le dijo en privado Lisa, antes de que se inclinara a abrazarla, pero el gesto solo había sido para dedicarle unas palabras de aliento con sus labios rozando su oreja. "Eres la mejor", volvió a decir sin que alguien escuchara.
Jennie cerró sus ojos, pasando su brazo por detrás del cuello de Lisa y acercándola. Justo había sido eso lo que le desarmara el corazón.
Uno de los muchos sueños que tanto se imaginó Jennie, Lisa se había encargado de cumplir. Tenerla cerca en el mejor momento de su vida.
Vivieron unos meses en la Hacienda Manoban. Todas se rehusaban a dejarlas partir, querían que siguieran viviendo con ellas, pero el espacio empezaba a incomodarlas, y era lo que menos quería provocar Lisa.
Había trabajado lo suficiente ya, y había terminado de comprar víveres, ropa y otros objetos para estar asentuadas en casa con sus dos princesas y su reina.
Pero la señora Manoban sabía cómo hacer caras tristes para hacer que se quedaran a vivir un tiempo más. Como en una ocasión se dió en el gran sofá del salón, mientras Lisa cargaba a Lili en sus brazos luego de que Jennie le diera de comer. Jennie solo admiraba como Lisa acurrucaba el pequeño cuerpo de su hija, era un momento muy especial y por unos segundos estaba perdiendo nuevamente la cabeza por ella.
Jennie le había regañado ya unas cuantas veces porque la bebé se encontraba plácidamente dormida y Lisa comenzaba a susurrarle cosas, provocando que se retorciera por el ruido y abriera los ojos.
Lisa continuó con eso cuando veía que Jennie se entretenía en lo que pasaba por la televisión, luego dejaba que la bebé durmiera como si nada cuando Jennie se apoyaba más a su costado, con las dos piernas apoyadas en los muslos de Lisa, y ambas se disponía en ver a Lili dormir.
La señora Manoban luego apareció con Ella detrás de ella, y dió la excusa de que le enseñaría a la niña a hornear pastelitos junto a sus primos, que por ello, debían quedarse unas semanas más.
Mientras Lisa le afirmaba a su madre que harían eso, Jennie observó a Ella con una cara interrogante, la niña sólo pudo encogerse de hombros sin enterarse todavía de la decisión de su abuela.
Por ese tiempo, Lisa pudo ver a su bebé dormir en la cuna que ella misma había hecho. Fue todo un dilema aguantar la alegría de ver aquello. Aún así, Lili se despertaba con ansiedad por las noches y Jennie luego de calmarla la acostaba en la cama inmensa junto a Ella. El resultado fue que Lisa tuvo que dormir en el sofá de la habitación.
¿Lo bueno de aquello? Lisa nunca se lo imaginó.
Ya de madrugada, con brazos cruzados y el cuello adolorido de tanto cabecear, Lisa escuchó el sonido de alguien levantándose de la cama, cuando abrió los ojos, Jennie la miraba entre con ternura y lástima.
Le sonrió para hacerle ver que todo estaba bien. Pero Jennie se le tiró en las piernas para abrazarla por su cuello y decirle muy bajo, qué no podía dormir sabiendo que ella estaba lejos.
Era exagerado, pero la costumbre no se le iba. Dormía muy segura en los brazos de Lisa, y si tenía que pasar la noche con ella en el sofá, pues lo iba hacer.
Lisa empezó a darle caricias por sus pantorrillas para intentar que durmiera. Ambas debían descansar por las madrugadas enteras que debían de atender a Lili, y ni siquiera podían pensar hacerlo en el día, porque igualmente debían ocuparse en otras cosas además de la bebé.
Lisa le depósito un beso en los labios muy rápido, como si fuera una despedida para que sucumbieran en el sueño, pero lo que no sabían, era que aquello apenas era el inicio de una apasionada mañana.
Jennie se encontraba muy despierta, y sabiendo que Lisa estaba casi en el otro lado, empezó a jugar tímidamente con su mano. Ella estaba encima de Lisa, recostada en su pecho como si ella fuera una bebé, como la mano de Lisa se había quedado quieta detrás de su rodilla para sostener sus piernas arriba del sofá, fue muy fácil elegir la forma en que la despertaría.
Lisa abrió suavemente sus ojos por el jueguito que Jennie tenía con su dedo meñique. Bajó un poco la mirada para verla a los ojos y le dedicó una tierna sonrisa de "te atrapé".
Por poco y a Lisa se le escapa de los labios, que era mejor que durmiera en la cama, claramente una negación rotunda e inconscientemente de lo que Jennie quería iniciar. Pero se dió cuenta antes de decirlo, al ver cómo Jennie miraba sus labios con unos ojos enloquecedores.
Le dio un escalofrío por todo el cuerpo cuando Jennie dejó quieta su mano y se quedó mirándola fijamente a los ojos. Parecía querer decirle algo y Lisa esperaba no estar malinterpretando la situación, porque muchas ideas de cómo hacerlo se le pasaron por la cabeza.
Era increíble lo nerviosa que estaba Jennie, ni ella misma se creía que estaba literalmente arrastrando a Lisa a hacer tales actos. Pero en un momento de descontrol, se dejó de tonterías, pues Lisa era la madre de sus hijas y podía tener todo el derecho de pedirle una noche de amor como la que venía deseando ya hace bastante.
Se habían concentrado en muchas cosas, excepto sus vidas sexuales. Aquello era lo último que podían considerar hacer, pero ahora podían tomarse un poco de tiempo para gozarse mutuamente sin tanto alboroto a su alrededor.
Y, sin que las interrumpieran.
Jennie se levantó del regazo de Lisa, y con un movimiento lento, se inclinó hacia ella colocando sus manos de adrede en las rodillas de Lisa para sostener y bajar a darle un beso encendido.
Presionó sus rodillas unos segundos que terminaba de separse del beso, y se alejó para caminar lo más sensual que pudo intentar, hacia la puerta del baño de la habitación. Sintió la mirada de Lisa en su espalda, y estaba en lo correcto.
Lisa no despegó los ojos de sus firmes glúteos sostenidos por el pantaloncito de dormir que Jennie vestía.
Se levantó del sofá individual, fue a la cama y colocó almohadones alrededor de la bebé por su seguridad. Echó una ojeada a sus dos angelitos para asegurarse de que dormían profundamente.
Caminó al baño con sus partes brincando de emoción. Empujó la puerta ya con el corazón en la garganta y vio lo que probablemente era la mejor imagen sexual que había visto en su vida.
Jennie de espalda quitándose la camisilla de dormir que iba a juego con el pantalón. Dejó caer el prenda y solo quedó la perfecta espalda siendo cubierta por el cabello.
No hubo mucho problema en eso porque ella se amarró el cabello en una coleta alta y se giró para encarar a Lisa. Por parte de esta, lo único que pudo hacer era dejar medio ajustada la puerta y con una sonrisa se acercó a Jennie para besarla.
El beso fue dulce, nada acelerado ni dramático. Iban a entregarse una vez más pero no tenían que actuar en modo salvaje y desesperado.
Lisa disfrutó mucho ver la piel erizada de los brazos de Jennie, mientras le levantaba el dobladillo de la camiseta. Se la quitó con cuidado y con mucho deseo le observó sus pechos, que por el periodo de amamantamiento se encontraba un poco más grandes. La agarró de sus mejillas y la atrajo para besarla en lo que también la despojaba de su pantaloncito. La tenía completamente desnuda ante sus ojos, la besó con demasiada ternura por todo su cuello, sus manos iban por toda su espalda hasta la coyuntura de sus glúteos. Los suspiros que daba Jennie, era su vivo motor.
Aquella sección había sido suficiente, Jennie estaba pasándola muy bien por todo ese cariño, pero debía tomar por unos minutos las riendas de la película.
Por cuenta propia, Lisa se recostó en la pared fría del baño, momento perfecto para que Jennie se le acercara con intenciones de sentirla.
Ahí Jennie se ánimo a quitarle el suéter y por consiguiente a bajarle el buzo de dormir. Apenas se enderezó, Lisa la abrazó por la cintura, todavía sintiendo la piel erizada que Jennie no sabía como esconder ante el tacto tan suave que recibía.
Jennie, tal cual joven enamorada, sentía como si fuera la primera vez que estuvieran haciendo el amor.
Estaban completamente desnudas, sin restricciones y sin apuro; o bueno, este último punto estaba en duda ya que ambas encendieron esa alarma entre todo ese caos para estar al pendiente si oían algún llanto.
Lisa tomó con fuerza los glúteos de Jennie, mientras la sentía acercarse más hacia su cuerpo. Jennie profundizó cada vez más el beso, bajando la cabeza de Lisa hacia ella con sus manos en su cuello.
Como pudo, Lisa hizo que el último beso durara más, para mostrarle orgullosa a Jennie que había sido lo suficientemente caliente como para excitarse con solo el movimiento de sus bocas y que ya podían empezar.
Jennie sonrió, y a Lisa le fallaron las piernas al ver como ella bajaba la mirada a su parte íntima para verificar si estaba ya lista. Le devolvió la sonrisa cuando Jennie alzó la mirada.
En esos momentos, Lisa se sentía una muñeca de trapo. Que Jennie hiciera con ella lo que quisiera, era lo que más deseaba justo en ese baño. Se acercó nuevamente para besarla y Jennie empujándola del abdomen la hizo voltear y sentarse en el retrete con la tapa baja.
Jennie todavía de pies, se colocó en medio de las piernas abiertas de Lisa, y continuaba ese beso lento que le empezaba a dejar el labio rojo e hinchado por las pequeñas mordeduras que Lisa dejaba a su paso. Le repartió caricias en los hombros, hombros muy firmes por el trabajo que venía haciendo; dejó de besarla para poder mirarla a los ojos, y le encantó profundamente la decisión. Lisa se veía muy excitada, sus mejillas sonrojadas, su flequillo despeinado, sus ojos medio cerrados que la observaban expectante a cualquier movimiento.
No quería hacerla seguir sufriendo, y muy lento subió una pierna por encima del muslo de Lisa, luego pasó la otra y esperó unos segundos en lo que Lisa cerraba un poco las piernas y recostaba su espalda en el almacenamiento de agua que tenía el inodoro.
Jennie tuvo que apoyarse en la tapa detrás de Lisa para sostenerse, mientras veía como ésta tomaba su miembro con la mano derecha y lo preparaba antes de colocarlo en su entrada. Poco a poco empezó a dejarse caer, suspirando el aire de sus pulmones por lo placentero que se sentía. Lisa la detuvo a una distancia prudente y la sostuvo de las caderas para guiarla sobre ella.
Empezó a moverse muy lento. Su mirada puesta en los ojos de Lisa, sin parpadear, solo observando a detalle lo que Lisa le decía sin palabras. Sus manos, que habían estado colocadas en aquella parte del retrete, pasaron de nuevo a los hombros con una fuerza descomunal por las sensaciones del momento.
Continuó moviéndose, cada vez más rápido. Cerró sus ojos a la vez que abría su su boca sin emitir algún ruido; todo eso con la atenta mirada de Lisa sobre ella.
Lisa dejó una mano en su cadera, y la otra la pasó por la cintura, muslo, nalga y pecho, un recorrido valioso y aún más excitante para Jennie.
El tiempo en esa posición ya le estaba dejando las piernas dormidas, sin embargo, Jennie no desistió de su labor y se encargó de acercarse al orgasmo.
Era muy fuerte lo que estaba sintiendo, los bajos gemidos que brotaban de su garganta se generaban desde su corazón y ella más que nada en ese momento, pasó sus brazos alrededor del cuello de Lisa, y se inclinó a besarla mientras una fina corriente de placer viaja desde su centro hasta la punta de sus pies.
Lisa tenía la cabeza dándole vueltas por sentir a Jennie palpitando en su interior. La agarró de sus dos nalgas y continuó la velocidad hasta que pudo culminar unos segundos después.
Toda frágil, Jennie se dejó querer —todavía encima de Lisa— mientras ésta le acariciaba la espalda. Ella también le repartió unos delicados besos por la mejilla hasta parar con uno roce en sus labios.
Pero luego, no se dieron cuenta del tiempo que pasaron así hasta que se empezaba a escuchar el inicio de un llanto sofocado provenir de la habitación.
Jennie despertó repentinamente y ya consciente de dónde estaban, se alejó del abrazo que Lisa formó antes de quedarse rendida por el cansancio. Justo al mover sus piernas —que ni las podía sentir por el entumecimiento— Lisa se removió para ayudarla a levantarse.
Una risa salió de Jennie cuando estuvo de pies a un lado de Lisa que se mantenía sentada todavía en el retrete. No podía creer que nuevamente sus piernas le hacían fallar.
Lisa decidió levantarse con una vaga sonrisa en los labios tras escuchar a su amada mujer reír. El sueño la estaba dominando, pero aún así se vistió y le dijo a Jennie que ella iría a calmar a la bebé.
Se detuvo para darle un pequeño beso en sus labios y salió del baño con un caminar extraño.
Directamente fue a la bebé y como su madre le había enseñado, levantó a la bebé del colchón y cargó en sus brazos tarareando una canción que se sabía de memoria por sus sobrinos y Ella.
Caminó por la habitación ya con la bebé calmada, pero aún haciendo sonidos como de querer llorar. Lisa admiró lo innegable, el parecido que la bebé tenía con ella. Con sus ojitos oscuros mirando hacia el techo y sus cejas fruncidas, parecía ser cierto lo que hablaban. Pero lo encantador era: ver la boquita y la nariz heredados por Jennie.
Jennie salió del baño con su pijama y el rostro enrojecido por habérselo lavado.
Luego se quedaron despiertas hasta que la bebé pudo dormirse, pero ya casi amaneciendo, la opción de descansar no fue válida para ninguna. Lisa permaneció en el sofá, y Jennie luego de dejar a la bebé en la cama se dirigió a la cocina para poner el café.
Ese día, el sueño llegó a atacarles en varias ocasiones. Se mantuvieron a flote a la hora del almuerzo, pero de no ser por el increíble ojo de la señora Manoban, ninguna pudo descansar hasta que se hicieron las dos de la tarde, cuando ella se decidió a cuidar a la bebé, y Miyeon se llevó a los niños por un helado.
Lisa había insistido en trabajar, pero Jennie con unos ojos cansados y suplicantes le hizo cambiar de opinión. En la cama a toda su disposición, se abrazó al cuerpo de Jennie y lograron dormir hasta las cinco de la tarde que escucharon las risas de los niños.
Solo lograban acomodarse bien por las noches cuando Ella hacia pijamada con sus primos y se quedaba a dormir con todos. Lili dormía en la cuna unas horas hasta que luego de hacer un escándalo, le hacían un hueco entre ellas en la cama.
Siguiendo el recorrido de memorias. Jennie podía haber estado todo un día recordando los mejores momentos:
Lili intentando dar sus primeros pasos hacia Lisa, que se encontraba de espaldas marcando madera, y cuando sintió que le hablaban la camisa por detrás, se giró con curiosidad encontrando a su bebé muy sonriente y a Jennie emocionada y gritándole que había caminado hasta ella.
Ella yendo a la ciudad para comprar todos los útiles escolares de Ella, acompañada de Jisoo y Miyeon quienes se sabían por completo el catálogo de ofertas.
Ella enfurecida yéndose a la cama a eso de las seis de la tarde cuando preguntó por Lisa y Jisoo le había respondido que había salido con Dahyun por unas cosas. La palabra "cosas" no dejó de repetirla, hasta que escuchó a Lisa entrar a la habitación con una sonrisa asustada, pues sabía lo que le venía encima por su ida sin permiso.
Pero más fue ladrar y ninguna mordida.
Jeongyeon pasándole por un espacio de la puerta del baño, una prueba de embarazo, cuando el día del cumpleaños de Ella empezó a sentirse algo inquieta y al recordar que su período estaba atrasado, había llamado a Jeongyeon, para que le trajera una prueba, quien estaba invitada a una pequeña celebración en familia.
Recordó a la señora Manoban gritando de emoción.
A Lisa mirándola en estado de shock.
También recordó una cena, en donde Jisoo fue sorprendida con que iba a ser madre, otra vez. Y también Rosé anunciando que esperarían otro niño.
Todos los días, pasaba algo hermoso. Jennie se sentía como un sueño cuando en la mayoría de esos, Lisa y ella pasaban un rato a solas, hablando del futuro, dándose besos, etc.
Eran inolvidables, y ella al sentirse afortunada, no olvidaba casi ninguno de ellos.
Ahora mismo ya estaban en su hogar, y aunque se sentía sola sin la señora Manoban, sus sobrinos y sus cuñadas, estaba emocionada por el gran paso que habían dado.
Lisa le había dicho, que podían algunas noches dormir en casa de su madre, así que no era duda lo cercanas que seguirían siendo.
El tiempo que se llevaban de la cabaña hasta la Hacienda Manoban era de unos veinte minutos, el camino era de piedra pero despejado a su alrededor. Se imaginaba que cuando sus bebés crecieran andarían por sí solos hasta donde su abuela; por ese lado estaba tranquila.
Jennie escuchó unas risas provenir del salón principal, lo que la hizo apartar su mente de aquellos recuerdos bonitos de su nueva vida y darle un rápido vistazo a la habitación.
Las voces distorsionadas se seguían escuchando con eco. Nuevamente las risas aparecieron de sus protagonistas y esta vez decidió ir hacia ellas.
Mientras caminaba por el pasillo, su mano tocaba la pared de un color marrón romántico. Lisa había puesto unas fotos con sus hermanas, y el espacio sobrante estaba predeterminado para la travesía que les esperaba con sus bebés.
Al llegar, se encontró con la imagen que le derritió el corazón, haciendo que sonriera sin darse cuenta.
Se recostó de la pared al final del pasillo para ver en dirección al salón. Justo frente al sofá estaba Lisa con Lili en su espalda, y Ella hablaba alguna cosa referente a Leo, que estaba muy bien acostado y durmiente en el sofá.
Mientras Jennie acomodaba la habitación, Lisa se encargó de cuidar de ellos. Hasta el momento no había perdido los estribos y se mantenía firme.
Leo tenía un mes de nacido y hasta ahora no les había dado tanto trabajo; dormía muy bien por las noches y por el día se quedaba con ojos abiertos mirando a todas partes, sinceramente Jennie se preocupaba por tanta tranquilidad. En cambio, Lili cumpliría su primer año y definitivamente era lo opuesto a Leo con respecto a actividades.
Jennie se quedó un rato mirando con encanto la escena.
Lisa se inclinó hacia Leo cuando Lili se lo pidió, y todo por querer acercarse a él y ver con más claridad si estaba realmente dormido. Jennie sonrió por el esfuerzo que hacía Lisa para no dejarla caer de su espalda: como sus pies eran pequeños, no llegaban a sostenerse de la cintura de Lisa, así que Lili se jugaba la vida a esas alturas.
Jennie prefirió bajar a Lili antes de que pasara algo, caminó hasta ellas, llamando la atención de todas al caminar y tomó a la bebé.
A ella le gustaba cómo parecía llamar la atención de todas ahí. Los ojos de Lisa muy aliviados por tener un poco de ayuda y los ojos brillantes de sus niñas por pasar tiempo con ella.
Se sentó en el sofá grande, a un lado de Leo y con Lili en sus brazos.
Lisa puso la televisión y luego de que estiró sus brazos, se dirigió al sofá para plantarle un beso a Jennie en la comisura de sus labios.
—Ella y yo esta noche haremos la cena. —anunció Lisa, dándose vuelta hacia Ella sin ver la pequeña sonrisa que Jennie tenía en su rostro.
Al menos las cosas entre ellas se habían vuelto más confiadas. Ya podían hacerse bromas, o darse cariño en cualquier lado sin sentir esa pena al principio de una relación, aunque no estaban en una realmente. Pero ambas sabían que se pertenecían mutuamente y definir algo a estas alturas sería demasiado inútil cuando estaba claro los sentimientos.
Lisa cocinó una carne en tiras, arroz, y al final sacó el Kimchi para poner todo en la mesa. Antes de dejar el último plato, también puso a hervir el agua y preparó el biberón para Lili.
Todo fluía bien; maravillado se sentía el corazón de ambas que luego de mucha tiniebla, ahora sentían la luz del sol libre.
Con un ojo en su comida y otro hasta el sofá donde dormitaba todavía Leo, Jennie disfrutó de la comida preparada por Lisa. Aún no se acostumbraba a la sensación de gratitud que de repente le invadía el corazón al tenerla consigo y hacer todo lo que había imaginado imposible.
Entre una plática sobre la escuela de Ella, la cual asistía a la misma que sus primos, Lisa observaba a cada una en la mesa. Frente a ella estaba Jennie ayudando a Lili con la comida; y a su lado Ella contándoles brevemente cómo eran las clases.
Ella todavía tenía dificultades para comunicarse con sus familiares, principalmente con Lisa. Pero ahora lo hacía perfecto. Le habían cortado el cabello al hombro y seguía pareciéndose mucho a Jennie.
Era la primera vez que comían en su propia mesa, bajo su techo, en el comedor de su nuevo hogar, y Lisa se detuvo un momento para pensar en ello y en todo lo que había pasado para llegar hasta ahí.
Ella sentía que había sucedido todo en un parpadeo.
Sus dedos jugando nerviosamente con los palillos, y miró a Jennie en frente suyo.
Ella se veía sin expresión y le ponía atención a las palabras de Ella. Cuando la niña se detuvo para comer de su plato, el silencio hizo que Jennie mirara a Lisa.
Con solo ver a Lisa, que tenía ojos caídos, pudo imaginarse qué le sucedía. Le sonrió a medias y seguidamente estiró su mano por encima de la mesa para tomar la de Lisa.
Lisa continuó comiendo y preguntándole a Ella sobre otras cosas, pero su mirada terminaba deteniéndose en Jennie, quien le daba caricias en su mano tras ver su expresión melancólica e incrédula.
Minutos pasaron hasta que Jennie se levantó y tomó cada plato para ir a lavarlos mientras que Lisa muy sonriente le anunciaba a sus niñas que verían una película.
Esa noche por supuesto que tenía planeado algo como primera vez en familia. Especialmente Lisa no era el alma de la fiesta, pero hacía lo posible para caerle bien a sus bebés y que estas se sintieran cómodas con ella.
Ella se colgó del brazo de Lisa cuando pasó a su lado, y con esfuerzo, por ahí mismo levantó a Lili de la silla para niños con el otro.
El sonido del esfuerzo que hizo llegó hasta los oídos de Jennie, quien rió en lo que buscaba una esponja de paquete en alguna gaveta.
—Shh, debemos guardar silencio. —susurró Lisa cuando llegaron al salón.
—¿Cuándo va a despertar?
—Seguramente muy pronto. —le respondió a Ella estando delante del DVD, colocando la película que había elegido de la tienda.
Se sentó en el sofá mediano, y como si no hubiera más lugar de los cuatro sofás que había, Ella y Lili se lanzaron encima suyo y se acomodaron en sus piernas para ver la televisión.
—¿Y mamá Jennie dónde se sentará? —preguntó Lisa.
Lili se movió hacia el lugar vacío que estaba al lado y señaló el cojín pronunciando un "aquí" bajito.
Unos instantes después, Jennie llegó con ellas y automáticamente se acercó a Leo; luego de que acomodó bien las almohadas colocadas alrededor y le arropó mejor con su cobija, caminó hasta el sofá donde la estaban esperando para comenzar.
Se sentó en el espacio cercano a Lisa y rápidamente Lili se le acomodó en un abrazo.
Tan lejos se sentía de Jennie, aunque fuera diminuta la distancia, Lisa con su brazo rodeó su cintura para indicarle que se acercara. Cuando lo hizo, una mirada se dieron ambas antes de que Lisa presionara el botón de reproducir.
Que luminosa estaba la noche con sus ángeles, por los que había luchado tanto desde un inicio.
Había pasado días bajo sol y luna, velando por ella, vigilando sus sueños, recordando promesas, añorando un mejor lugar para vivir. Había pasado decepciones, llantos desolados y soledad, todo por ella, por Ella y ahora por sus dos bebés.
Todos eran parte de cada paso que dieron con lentitud y miedo. En una historia de un romance a escondidas, de un amor correspondido, y sobre una persona que fue capaz de hacer lo posible, esperar lo posible y soportar lo imposible, por aquella mujer que se había atrevido a entregarle su cuerpo. De una mujer que fue capaz de abandonar su clase e ideales por una persona que le amó como siempre quiso ser amada.
Lisa con ojos perdidos en la televisión, se dijo a sí misma, que no podría justificar luego las gotas que saldrían de sus ojos cuando llorara de gozo, porque ella se había estado conteniendo tanto.
Y con Ella en su regazo, solo pudo pensar en las promesas que tenía para ella y sus otros dos pequeños angelitos.
Por otra parte, Jennie recostó un cabeza entre el hombro y el pecho de Lisa para mejor comodidad. Había estado recordando otras cosas y hasta ahora, su recuerdo más preciado, por supuesto era el día que por primera vez había respirado con independencia.
¿Cómo creerse todo lo que tenían? Bueno, ella empezaría a vivir cada segundo como si fuera el día en que conoció a Lisa. Con una sonrisa y el corazón saltando en su interior.
Lisa se inclinó con cuidado de no molestar su movimiento la concentración de Ella en la película, y le dio un beso a Jennie en la coronilla.
Ninguna estaba preparada para la jornada de leche, pañales, escuela, etc., pero sí para ser felices aunque el cabalgar les diera temor a caer.
Pero no podían tener miedo de nada más, cuando estaban junto a la mujer correcta.
Podían pasar los años, y estaban seguras que sus sentimientos no iban a cambiar.
Podían ser otras vidas, y aunque pasaran dificultades, accidentes, incluso la muerte, sentirían el mismo amor y el mismo deseo de estar juntas.
Pero por ahora lo que debían hacer, era empezar a sentirse inmensamente feliz.
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Bueno, hasta acá llegamos. Sin más, gracias infinitamente por haberle dado una oportunidad a la historia. ¡Les quiero! <3
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