Capítulo 3

Tres días.

En tres días exactamente Lisa no había visto a Jennie por ningún lado.

Su preocupación rebasaba los niveles normales que podía tener a lo largo de su vida. Seguro iba a pescar un malestar de tanto pensar en cosas negativas.

En esos días trató de enfocarse en llevar a los terneros a la zona más cercana en donde los iban a subir y a trasladar.

Sabían muy bien que no debían despegar a los pobres bebés de sus madres. Pero no debían meterse en como él ordenaba su finca y mucho menos hacer comentarios en voz alta.

Algunos empleados tenían que ordeñar a las hembras y llevarles la leche por separado a las crías. Ya de ahí cada una se independizaba y terminaba comiendo como las otras.

¿Algún beneficio en hacerlo?

No. Lo hacía porque quería.

Ese hombre quería todo en orden y separado; algo así como clases sociales que no son hechas por casi nadie.

Eso era con respecto al ganado. Lisa tenía otras responsabilidades como encontrarles buenas parejas a los caballos, limpiar sus celdas, alimentarlos, entrenarlos; justo como hacía en estos momentos luego de que Taehyung se llevara en el vagón a ocho terneros.

Estaba montada en un caballo, que era amarrado a un poste en el medio de todo un centro de hectáreas. Ella utilizaba su mano para golpear sin brusquedad la parte trasera y eso hacía que el animal cabalgara a una velocidad mínima, dando trotadas en círculos alrededor del poste.

Si tenían suerte algún corredor querría probar uno de sus caballos. Eso le hizo recordar el negocio de su padre y que con tanto anhelo había aprendido. Pero las cosas habían cambiado ahora y debía acostumbrarse.

Tenía que enseñarle algunas cosas como su caminata y trote; algunos comandos lo hacía en otra ocasión, cuando no fueran tan salvajes con el terreno.

Bajó del caballo unos minutos para tomar agua de la jarra que Minho le había dejado. Estaban cortando la hierba de las hectáreas más lejanas que podían haber de la casa. Lisa supuso que por el excesivo trabajo duro de los hombres que habían tomado ya agua de ahí, en el agua de la jarra había migajas de tierra y minúsculas hierbas verdes.

Aún así bebió.

Se tiró solo unos segundos en la tierra que por los entrenamientos de los caballos se había desaparecido tras miles de pisadas, hizo que se levantara un poco el polvo.

El sonido de un balazo le llamó la atención.

Primero se paralizó. Dejó caer la jarra en la tierra derramando todo el agua.

Escuchó otro balazo y esta vez miró hacia la dirección que se encontraba la casa.

Su corazón queriendo salirse de su pecho la hizo balancearse al ponerse de pie y se había sostenido con una mano para no caer por completo. Volvió a levantarse con torpeza y se apresuró a desatar el nudo en la brida de la cabeza del caballo que lo sujetaba al poste.

Sus manos temblaban mientras suponía lo peor.

Otro disparo se oyó y también como alguien gritaba.

—¡Uhhhhh!

Se montó sin precaución al asiento del caballo y dio la vuelta para dirigirse a la casa.

Para que pudiera ir más rápido entre la hierba, ella se abalanzaba hacia delante y con la rienda que sujetaba para guiar al animal, la agitaba con fuerza para instruirlo a correr como nunca.

Cuando se aproximaba iba bajando la velocidad y a la vez ponía sus ojos fijos en la casa, buscando una señal para actuar de ser así.

Por la parte trasera de la casa no había nadie. En cuanto la parte delantera se dio a ver, notó la silueta de Jongin, Minho y unos hombres que llegaban a su lado.

El pecho de Lisa lo sentía caliente. Y su acelerada respiración no la dejaba pensar con claridad. Tenía la garganta seca y los nervios salidos.

Unos metros lejos de ellos se había bajado de un salto tan brusco como para lesionarse con una tendinitis. Pero de ser así no podría ni estar corriendo como lo estaba haciendo ahora.

Había hecho una mueca de dolor por el dolor de pecho. Pero apenas estuvo a unos veinte metros de Jongin se dio cuenta de la sonrisa que tenía en la cara.

Minho y los demás también sonreían y bebían de una botella que sin duda Jongin les había pasado para brindar.

Jongin miró a Lisa sin dejar de reírse y dio un halón de su botellita inseparable.

—Vaya, Manoban... hasta que llegas.

—¿Y esos disparos? —preguntó ocultando la preocupación en su voz y sobando su pecho sobre la camisa.

—Pues has llegado tarde... —Lisa continuó caminando hasta estar más cerca— ...me han dado una buena noticia.

A medida que controlaba su respiración, a Lisa se le empezó a desfigurar el rostro escuchando lo que Jongin le decía con tanta admiración.

—¡Resulta que voy a ser papá! Ya lo oyeron, mi hijo va hacerse cargo de mis tierras... será como yo. Y todos ustedes serán sus empleados.

Estaba borracho.

Sus ojos estaban rojos como si acabara de consumir alguna sustancia. Él miró a sus empleados con una sonrisa y puso la botellita hasta arriba para hacer un brindis.

Lisa solo lo miraba.

Jennie estuvo con ese hombre en una de estas noches que pasaron.

—Salud —dijo Jongin soltando un hipo.

Lisa no podía estar aliviada. El inicio de algo que debía evitar y que quería evitar ya se estaba dando. Ella se dejó caer en el césped bien mantenido del frente de la casa. Quiso ocuparse de tranquilizar su ritmo y de que no le diera un infarto.

Los otros brindaron con Jongin, y él le había prestado su pistola a Minho esta vez para que disparara al cielo.

—Toma —Jongin le tendió su botella de Talisker.

Lisa miró hacia arriba para ver su rostro. Tenía sus antebrazos sobre sus rodillas flexionadas en la hierba. Lo miró unos segundos y luego agarró la botellita.

Mientras miraba el líquido en su interior, solo podía pensar en todo lo que había pasado. Había tenido todo bajo control hace meses y ahora, más de una piedra le era lanzada en la cabeza. Sentía que Jennie se alejaba y no veía por ellos, aunque no la había visto, así lo sentía. Lo poco que le había importado a ella entregarsele nuevamente a Jongin, dejarle el título de padre a él... como si ella no valiera nada.

Todos esos sucesos cruzándose por su cabeza la hicieron dar un gran trago del exquisito licor en sus manos.

[•••]

—Señor Jongin no debería salir así, ni a esta hora —le dijo una de las señoras que cocinaba para ellos.

Jongin decidió no escucharla y salió de la cocina, por la puerta lateral a la casa hacia el coche estacionado sin importarle arruinar el precioso césped.

Aceleró y se fue a lo que él le había llamado una celebración con sus padres.

Estaba muy borracho, y Jennie sabía que los señores Kim no podían tan siquiera verlo con ese aspecto porque lo estarían echando a patadas de la casa; así que no se iba a ver con ellos, a menos de que fuera realmente tonto como para arriesgarse a que lo eliminaran también del testamento.

Jennie se había quedado sola en la cocina con la anciana y Jeongyeon. Ambas habían preparado té apenas se calmaron los disparos. Aseguraban que podía haberle hecho daño al bebé aquel sonido tan fuerte.

Jennie se había negado en beber. Tenía dolor de cabeza y solo quería ir a dormir un rato.

Los tres días para ella habían pasado demasiado lentos.

Quería ver a Lisa.

Pero cómo hacerlo cuando tenía que hacer que Jongin se acostara con ella estando sin una gota de alcohol.

No entremos en detalles. Lo único que Jennie confesaría es que jamás había podido quedar embarazada de verdad, de ser como había pasado la noche con él.

Una de las peores noches de su vida. No fue brutal, como ella le había nombrado a lo que iba hacer esa noche. Tenía mucho miedo de resultar herida pero fue lo contrario. Jongin ni siquiera podía moverse. La verdad era que Jennie no sabía como Jongin podía creerse eso de que la había embarazado.

Pero ya estaba hecho y por una parte agradecía que todo había salido mejor de lo que esperaba.

—Estaría bien que tomaras un poco de té... —le dijo la anciana.

Jennie estaba sentada en uno de los banquillos alrededor de la mesa gigante en la cocina. Se había quedado pensando en todo mientras miraba fijamente la puerta por donde su marido había salido.

Ella suspiró. Algo le dijo en la mirada de ambas mujeres en la cocina que pensaban que estaba preocupada por el hombre ese. Y no.

—Lo haré más tarde... quiero dormir un rato —se bajó de la silla y caminó hasta salir de la cocina.— No me interrumpan por favor.

Dicho eso, caminó por el extenso pasillo de madera. Las paredes blancas tenían colgando lámparas y unas fotos de la familia de Jongin. Caminó pasando un dedo por el espacio en la pared.

Su cabeza estaba en otro lado.

En Lisa.

Eran las nueve de la noche. ¿Qué estaría haciendo?

Cuando iba a entrar en su habitación, pensó en que tal vez tenía un poco de tiempo para ir a verla. Sabía que había hecho mal en separarse por pocos días pero el asunto de que tuvo que recalcarle las posiciones le hizo creer que lo de ellas iba a ponerse tenso.

Las cosas que había dicho, lo había soltado solo porque si dejaba que Lisa interfiriera en su decisión, no iba a poder hacer lo que debía hacer.

Claro que Jennie sabía que había sido ruda.

Giró la manigueta de la puerta, esperó tres segundos y la cerró con un poco de fuerza para que supieran que ya se había encerrado.

Caminó de puntillas hacia la sala, que estaba justo frente a la puerta de su habitación. Era grande, como de imaginarse y llena de muebles costosos, objetos, fotos y lámparas colgando de las paredes. Sus pisadas fueron más firmes en cuanto pisó la alfombra con un diseño de leopardo. Aquella gran habitación tenía una puerta que daba a la parte trasera de la casa.

Logró salir con éxito.

Se alzó el vestido rosa que llegaba hasta sus tobillos y empezó a correr como pudo hasta el establo. Estaba a unos cuantos kilómetros más lejos de la casa. Pudo haber corrido por el camino de tierra que dejaban los camiones o camionetas pero eso sería demasiado revelador.

Tenía tanto miedo pero las ganas de verla de nuevo podían más.

Cuando aparecía en su visión la silueta del establo, le costó poder descifrar si habían hombres a su alrededor. Estaba oscuro y las luces estaban apagadas.

Si no se equivocaba, antes de que Jongin se fuera había visto como unos hombres caminaban hacia los establos que estaban hacia el frente, llegando a la salida. Por ello quizás, de que no hubiera nadie.

Solo esperaba que Lisa estuviera sola o que no estuviera con los otros bebiendo y celebrando el "heredero" de su patrón.

¿Debía arriesgarse y entrar?

Nunca se había visto con Lisa en las habitaciones aquellas por el hecho de que siempre se encontraban personas. Se veían en los establos frontales donde en las noches y parte de las tardes nadie se asomaba.

Ahora estaba arriesgandolo todo por unos segundos llenos de paz.

Se colocó de puntillas y se asomó por las ventanillas de la puerta para ver si alguien estaba.

Todo oscuro. No podía ver con exactitud pero algunas puertas estaban abiertas. No sabía en cuál frecuentaba dormir Lisa y eso empeoró sus ánimos.

Se fue a una de las ventanas por los laterales y se felicitó a ella misma por su gran valentía.

Fue viéndolas una a una casi moviéndose de rodillas para no ser vista y con la esperanza de ver a Lisa.

Se detuvo en una de las esquinas hacia la parte que daba a otras hectáreas, así que estaba a salvo de verse si se aproximaba alguien desde la casa. Cuando se asomó en esa ventana logró ver su cabello extenderse por su espalda.

Lisa estaba sentada en la silla de su mesita, con la cabeza escondida entre sus manos. Parecía estar dormida. Jennie sonrió levemente y le tocó la ventana con un nudillo de su mano.

Tocó otra vez porque no se había movido.

Lisa levantó la cabeza. Se había asustado por esos golpes que le recordaron en su sueño los disparos. Se quedó expectante mirando hacia la pared frente a ella, esperando si escuchaba otro para salir corriendo hacia Jennie.

Miró a sus espaldas donde provenía el sonido cuando se volvió a escuchar y sin duda no eran disparos.

—Jen —Lisa se levantó alejando la silla bruscamente.

Jennie le hizo señas con las manos de que se daría la vuelta para entrar y Lisa corrió a salir de esa habitación para ayudarla con la puerta y que estuviera haciendo fuerza.

Lisa abrió la puerta justo cuando Jennie lo estaba haciendo. La dejó pasar por un pequeño espacio y enseguida la cerró. Se dio la vuelta y ahí estaba.

Jennie se colocó un mechón de cabello tras su oreja. Divinamente preciosa, mientras le sonreía a Lisa con entusiasmo por lo que estaba haciendo.

Lisa la tomó de la mano y la llevó directo a la habitación donde se quedaba. Mientras cerraba la puerta sintió las manos de Jennie en su espalda, como si le estuviera apresurando para algo.

—¿Qué hace a esta hora por aquí?

—Quería verte...

—Pero sabe que aquí no se puede, pudieron haberla visto...

—No importa —Jennie se le empezó a acercar.

Lisa apoyó la espalda en la puerta y se metía las manos en el cabello en un gesto frustrado.

—Que no importa —repitió en voz baja— ¿Ocurrió algo?

Ahora había vuelto su tono protector. Jennie relajó los hombros y negó lentamente con la cabeza.

—No debería estar aquí. Ellos pueden regresar... —Jennie se acercó un paso más.

Esos ojos de Jennie solo dictaban una cosa. La miraba con deseo y a la vez con miedo. Solo permanecieron en silencio unos minutos mientras pensaban que hacer.

No habían estado juntas casi nada y el contacto se estaba perdiendo. Jennie lo sabía, eso de que Lisa la empezaba a tratar de "usted", solo decía que se estaba alejando.

Cada quien pensaba lo suyo.

—Disculpa... por lo de Jongin.

—No, no tienes por qué pedirlas... menos a mí —Lisa se alejó de la puerta y pasó a un lado de Jennie para sentarse en la cama.— Después de todo, no podía interponerme.

—No quise tratarte así...

—Está bien, todo está bien —no, nada lo estaba. Pero no podía derrumbarse delante de ella y hacer como que todo ese asunto no valiera nada.

Lisa se había quedado pensando toda la tarde, y mientras más pensaba, más se daba cuenta de lo que estaba perdiendo y todas las cosas difíciles con las que tenía que enfrentar. Algo le decía que tenía que ser valiente y sacar a su familia de ese lugar. Pero Jennie ya había actuado por cuenta propia, y sin culparla por ello, la había arrastrado en un sufrimiento.

No podía hacer nada. Las cosas ya se habían dado y aún así seguiría a Jennie hasta el fin del mundo, aunque ese fin sea la muerte.

Lisa se levantó. Ya no tenía que aguantarse las ganas de querer tocarla. Podía hacerlo ahora mismo a su placer. La abrazó tan fuerte como pudo, sintiendo como las manos de Jennie estrujaban su camisa en su espalda.

Jennie también necesitaba ese abrazo, y se lo devolvió con todas sus ganas. Lisa la apretaba contra su pecho y suspiró audiblemente cuando luego de un rato sintió las manos de Jennie.

¿Hace cuánto no estaban juntas? Era su rutina, cada vez que se veían se apresuraban a tocarse un poco más; todo para que el tiempo fuera aprovechado.

Aquellas manos dieron a parar en la cremallera de su jeans.

En esa oscuridad, solas, lo único que podía escucharse era sus respiraciones tomando protagonismo.

—Sí... ¿podemos hacerlo? —le susurró Jennie con súplica y a la vez con un malestar de que sería rechazada.

Lisa cerró sus ojos mientras aspiraba el olor a flores frescas de su cabello. Jamás iba a rechazarla, por más que le había dolido en las últimas cuatro horas todo lo que estaba pasando, no lo iba hacer.

El trago de Talisker que Jongin le había ofrecido la había dejado muy abatida.

Jennie bajó la cremallera y soltó el botón del jeans. Lisa se separó del abrazo para ver aquellas manos haciendo todo el trabajo. Miró el rostro de Jennie, ella seguía mirando como quitaba su jeans, como los bajaba junto a su bóxer. Jennie en ningún momento la miró.

Lisa seguía esperando a encontrarse con esas pupilas que suponía estaban llenas de lujuria. Pero mientras Jennie empezó a desabotonar la camisa de Lisa una lágrima cayó en sus propias manos.

No se dijo nada al respecto. Lisa la detuvo y con el pantalón y el bóxer en sus tobillos la llevó con cuidado a la mesita recostada en la pared. La subió abriéndole las piernas y ella misma se dio la tarea de subirle el vestido hasta la cintura.

La empezó a besar, y sus manos vagaban de aquí y allá tocándole la piel de los brazos y sus pechos sobre la tela del vestido. Tuvo que inclinarse ya que la cabeza de Jennie había quedado recostada en la pared. Jennie enredaba sus dedos en el cabello negro, le lamió los labios con determinación, sintiendo el sabor de alcohol pero a comparación con Jongin, a Jennie le excitaba más.

Luego de unos minutos empezó a sentir como una mano de Lisa le hacía a un lado su ropa interior, sin querer quitársela y la penetraba con sumo cuidado.

Cuando Lisa estaba enteramente en ella, colocó una mano firme en la madera de la mesa y la otra mano tomaba de la cintura a Jennie. Empezó a moverse muy lento, demasiado. Temía que eso le molestara a Jennie, aunque era remotamente imposible.

Lisa estaba siendo muy cuidadosa, pero eso no le impedía sentir el placer que siempre tenía al tener a Jennie en sus brazos.

Le hacía el amor con todo el alma, y quería dejárselo en claro. No era como cualquier otra noche, Lisa sentía todo eso de querer enseñarle y recalcarle quién sí le hacía el amor.

Le molestaba que estuvieran contra reloj. Tenían que darse prisa si no querían ser descubiertas por los borrachos esos.

Cuando sus embestidas empezaron a ser un poco más rápidas por la sensación de querer aproximarse al final, Jennie la dejó de besar tratando de oprimir el gemido que necesitaba salir, solo abrió sus labios sin que saliera nada y cerró sus ojos con fuerza.

Algo estaba empezando a sentir y para apresurarse envolvió sus piernas en las caderas de Lisa que continuaba moviéndose sin alterar ese ritmo que había establecido. Jennie le agarró fuerte del brazo en la mesa y con la otra mano se agarró de su camisa semi abotonada.

Lisa la miraba sin detenerse. Guardaba cada centímetro de la imagen frente a ella, para que pudiera seguir durmiendo las siguientes noches pensando en su rostro, recordando una vez más que la hacía suya. Jennie abrió los ojos, mirándola con amor unos segundos, y se alzó como pudo entre la mesa y la pared para volver a besarla en los labios.

Esa noche, se dijeron un "te amo" diferente a los otros.

Sabían que esta noche había sido muy rápido como para disfrutar de las sensaciones, era más que eso. Ya no lo hacían por necesidad, ni por obligación, era algo indescriptible. Tampoco debía ser una excusa para decirse cuanto se amaban, solo que en el momento de la intimidad aprovechaban de no ser escuchadas.

Decirle en susurros a Jennie, que nunca la dejaría y que siempre iba a cuidar de ella y su bebé, era una de las cosas que Lisa tenía plasmado en su corazón y que salían de su boca sin pensar. Necesitaba decírselo.

Cuando todo acabó, Lisa la acompañó un poco más cerca de la casa para que no se tropezara corriendo o con alguna serpiente. Se había quedado un rato en la oscuridad de la pradera hasta que la vio entrar a la casa en silencio.

Volvió a la habitación y se dejó caer en la cama.

Sentía ahora un vacío. Jennie no se había quedado aunque sea unos segundos entre sus brazos... no, Jennie se había ido a dormir en otra cama, pero ella no tenía por qué pensar en eso ahora, en esos celos inútiles porque a fin de cuentas ella no podía meterse en ese matrimonio. De nada servía si se quejaba o armara planes, si Jennie seguiría ensimismada en llevar sus propias decisiones hasta el final.

Y si se metía con esa familia, sabía muy bien que Jongin era capaz de matarla.

Jennie tampoco sabía que iban a sufrir de cierta manera. Ella estaba dispuesta a no arruinar su reputación de niña buena y esposa fiel.

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