Capítulo 21
—Mamá, deja de mirarme así.
La señora Manoban cerró sus ojos por un momento, luego enfocó su mirada en el montón de gente que bailaba, conversaba y reía en las diferentes áreas del lugar.
Ya era de noche y habían llegado hace unos minutos. Fueron recibidos por Jongin muy contento y este al ver a Lisa vestida de camisa blanca manga larga y pantalón de tela marrón, dejando ver un estilo semi formal que su madre había escogido para ir a juego con ella, le había lanzado una mirada reprobable que luego se desapareció para saludar a la señora Manoban.
Habían pasado directo a unas de las mesas, pidieron algo de beber y fue llevado hasta ellas por el mesero contratado. Entre la gente estaba Jisoo, hablando con viejos amigos de Jongin, y también Lisa logró ver a los Im, encontrándose brevemente con las risas de Dahyun, lo cual ignoró por ese momento.
Lisa estaba concentrada en las expresiones de su madre. No se levantó de la silla en ningún momento, observaba todo desde una distancia ya que se sentía incómoda como invitada en uno de esos eventos. Buscó con la mirada a Jennie, pero no logró encontrarla hasta entonces.
—¿Cómo quieres que te mire, cuando me ocultaste todos estos años que era abuela de una niña? De tu hija, Lalisa Manoban. —la señora Manoban la miraba confusa, y ahora seguía regañando la por no haberle contado antes.
A Lisa no le lograron salir las palabras de la boca cuando su madre le preguntó luego de la confesión: en dónde vivían, y quién era la mujer con la que procreó. Le había respondido —muy nerviosa— que su bebé estaría en la fiesta de los Kim, así que ahí la conocería.
Las ganas de contarle sobre Ella eran más grandes que el mundo, y en eso se la pasó Lisa el resto de la tarde mientras se arreglaban para el evento.
Por supuesto que la señora estaba emocionada, y buscaba en todos lados a una niña de más o menos cuatro años con su mamá. En todo el transcurso del viaje no dejó de imaginarse cómo sería aquella pequeña creación de la que tanto le contó Lisa, y el momento en que la tendría en sus brazos para darle la bendición y la bienvenida a la familia.
Lisa no respondió ante la pregunta, solo se dio cuenta una vez más de lo enojada o más bien decepcionada que estaba su madre por ocultarle tremenda barbaridad. Desvió sus ojos hacia la casa buscando más allá de los invitados si lograba visualizarlas.
Se escuchó a un hombre hablando por el micrófono, deseando buenas noches a todos y agradecido con los que estaban presentes.
Lisa supuso que era un amigo cercano de la familia. Entre las palabras del desconocido y otras por parte del padre de Jongin, Lisa solo se entretuvo —más para calmar sus nervios— arreglando los pliegues de su camisa.
La gente empezó a aplaudir al final del discurso, y la mayoría de estas se sentaban en las sillas para esperar de la comida y bebida mientras observaban las pantallas programadas para presentar los atributos de la finca Kim y su progreso todos estos años. Su madre sonreía a cada persona que pasaba por su mesa, los saludaba con la mano y a todo esto Lisa solo la observaba de reojo.
Su madre nunca cambiaba.
Cuando la pista de baile se despejó, su campo de visión mejoró notoriamente. Justo al dirigir sus ojos a la entrada, iban llegando Jennie y en sus brazos iba Ella.
Jennie dejó a Ella sentada en una de las sillas, y ella se quedó detrás de esta con las manos en el respaldar, buscando por los lados a alguien.
Mientras tanto, Lisa sonrió enamorada por el peinado tan tierno que seguramente Jennie había copiado de internet para hacerle a Ella. La niña tenía unos zapatos de gamuza blanca, medias con un arreglo en sus tobillos y un vestido blanco a la rodilla que en las mangas tenía dibujado los colores de una guacamaya.
Jennie en lo que examinaba el lugar, se topó con los ojos de Lisa y enseguida su rostro cambió a uno extrañado al encontrarsela ahí vestida de esa forma. Había dirigido su mirada hacia la señora Manoban y la regresó a Lisa solo para parpadear un par de veces y quitarle la cara con brusquedad. Pareció que el recuerdo de aquel beso había llegado a ella en cuestión de segundos y entró en razón.
Con solo ver a la señora, Jennie se dio cuenta de que debía ser la madre de Lisa por el increíble parecido. No había sido como con Jisoo, quien imaginó debía tener más parecido con su padre.
Jennie vestía un enterizo rojo que dejaba sus brazos al descubierto y el cabello lo cargaba recogido en una coleta. Tenía unos tacones realmente molestos a la hora de hacer todo el viaje desde la casa hasta el área puesto que los tacones terminaron enterrado en la tierra. Pero Jongin había sido estricto con la forma en que debían vestirse y no le permitiría presentarse con zapatos bajos.
Hablando de fulano, este le hizo señas a Jennie para que se acercara al pequeño círculo de amigos. Ella hizo ademán de inclinarse para tomar a Ella en brazos, pero en el momento sin quitar aún su mirada de Jongin, este le negó con la cabeza.
Ella por supuesto que se quedó de piedra en el lugar dispuesta a quedarse con ella mientras Ella jugaba con su caballo de juguete sobre la mesa; ¿Cómo se le ocurría a él pensar que dejaría sola a su hija? Pero con el sombrío rostro que Jongin le enseñó, no tuvo opción que pensar dirigirse a él sin la niña.
Se inclinó para darle un beso a Ella en su frente.
—Ella, quédate aquí ¿sí? Regreso en unos minutos. No te muevas. —le dijo preocupada, a lo que Ella solo asintió.
Fuera de saber todo detrás de lo que sucedió para que Jennie dejara a Ella sola, Lisa observó como se alejaba sin ella.
Ella se quedó ahí, miraba al caballo sobre la mesa y después volteaba a ver como Jennie se alejaba de ella. Volvió a jugar y se olvidó de lo que pasaba a su alrededor.
Lisa, seriamente preocupada quería hacerle compañía. Quería levantarse de esa silla y sentarse a su lado.
Entonces vió oportunidad de terminar con lo que había empezado, ahora que estaba Ella sin Jennie.
Solo tal vez —pensó Lisa— presentaría a Ella antes de que regresara Jennie, y así su madre no se alteraría. Aunque luego se recriminó por pensar de manera tan cobarde.
Jennie también era parte de la familia después de todo y aunque se moría porque fueran otras las circunstancias en que la presentara ante su madre como su esposa, debía hacerlo ahora tal cual.
Miró a su mamá con ojos ya angustiados por lo que pasaría después, o lo que ella pensaba que pasaría. Su madre entraría en shock y le golpearía frente a todos, o quizás la exhibiría y delataría.
Fallando en el intento por llamar la atención de su madre, sonó su garganta ya seca y habló.
—Ya han llegado —le dijo posando su mano en la de la señora Manoban sobre la mesa.
Inmediatamente su mamá se dio cuenta del leve temblor que pasó por sus dedos, y no hizo más que asentir para indicarle afirmación.
Pero el rostro de Lisa, decía más.
—Te ves nerviosa.
Lisa miró hacia donde estaba Jennie. Saludaba a cada uno de los que rodeaba a Jongin con emblema y clase. Obvio que la conocían, y tenían entendido que no solo era la esposa de ese hombre. Aún así, todos al pasar de ella, felicitaban a Jongin por tenerla.
Quería sacarla de ahí. Quería llevársela lo más lejos posibles de todos esos lagartos. Jennie no merecía presentarse tan bajo a ellos.
Tantas cosas quería Lisa.
Ahora solo le quedaba esperar que su madre tomara todo bien. El apoyo de ella sería de mucha ayuda en esos momentos difíciles que no tenía con quien desahogarse, tal cual le había sucedido hace unas horas.
Se sentía tan oprimida, que necesitaba soltarlo. Eran de aquellas decisiones que luego acababas arrepentido, pero que por un lado era algo que debías hacer.
—Mamá debes prometerme que no te pondrás histérica... por favor —dijo volviendo su mirada, aquella súplica se escuchó con miedo en los oídos de la señora Manoban.
La anciana tenía las cejas fruncidas mostrando una expresión preocupada, apretó sus labios con una leve sonrisa y le asintió a su hija.
De verdad que aquella forma en que su hija llevaba la situación era extraña y nunca se esperaba algo fuera de lo normal.
Lisa se levantó de su silla, suspirando aire frío en el acto. Le tendió la mano a su madre y luego de que esta se la tomara, la ayudó a levantarse para caminar por la supuesta pista de baile hasta el otro lado.
A cada paso, su estómago se revolvía, pero la firme mano de su madre le tranquilizó una parte de su cerebro, la otra todavía pensaba en la riña que provocaría.
Apenas llegaron a la mesa, la cual tenía solo tres asientos ocupados, la señora Manoban se sentó sonriente frente a Ella, y Lisa no tuvo tiempo de ello también porque Ella al verla se había emocionado y le extendía los brazos para que Lisa le abrazara.
La señora miraba fascinada a ambas. Sus manos sobre la mesa le picaban por ya tomar las mejillas de su nieta y estrecharla en su regazo.
Lisa no tomaba en cuenta los demás ojos que la observaban en ese lugar, ella solo disfrutaba como siempre del abrazo de Ella.
—Estás muy bonita —elogió Lisa separándose de ella y volviendo a sentarla de manera correcta en la silla.
Ella tenía una sonrisa impecable en su rostro. Balanceaba sus pies elevados teniendo el caballo de juguete sobre sus piernas. Lisa se quedó de pies a un lado hipnotizada por la cercanía y por el hecho de que su mamá estaba conociendo a la personita más importante en su vida.
Recordando la presencia de su madre, alzó el rostro y le sonrió aguantando el entusiasmo. La señora Manoban guardaba sus manos de forma encantadora por el asesinato que aquella niña le había hecho a su corazón.
Estaba muy preciosa su nieta.
—Hola Ella ¿Sabes quién soy yo?
La señora Manoban observó como evidentemente Ella negó con la cabeza e ignoró la severa mirada de Lisa.
Lisa ni siquiera había tenido tan siquiera el gesto de presentarlas y dio por hecho que podía hacerlo por si misma, solo que no se esperó aquella mirada de su hija. La vio tragando con dificultad, pero ella prosiguió sin medir consecuencias.
—Soy tu abuela Manoban.
Ella rió por unos segundos, mirando intermitentemente a la señora y a Lisa con ojos que hipnotizaban. La señora Manoban sonrió por su reacción y a la vez por un fragmento de Lisa que reconoció en ese rostro angelical.
Y ahora que lo pensaba, sin duda aquella niña debía parecerse un noventa por cierto a la madre, a quien ya anciaba conocer.
—Ven acá, dame un abrazo de oso como se lo has dado a tu mamá.
Con cada oración que decía la señora Manoban, Lisa se movía impaciente desde su posición. Ayudó a Ella a bajar del asiento y cuando esta ya se hallaba en los brazos de su madre, se dejó caer en la silla para luego pasarse las manos por su cabello.
Iba a desmayarse, así lo presentía.
Ella no era de hablar con personas nuevas, ni con sus abuelos maternos era de llevarse bien pero con la señora Manoban fue totalmente diferente.
Lisa se halló ahí, sorprendida por lo que Ella intentaba contarle a su abuela. La señora Manoban le acariciaba la espalda, le acomodaba las medias, se reía de las pequeñas trenzas en su cabello y culminaba algunas frases que Ella dejaba inconclusas al no saber cómo decirlas.
El detalle era que Jennie estaba mirándolas desde lejos, muy absorta a decir verdad por una de las cosas que nunca se imaginó ver. También observó a Lisa, la mirada que tenía al verlas interactuar era cegadora y aquello solo le provocaban seguir persistiendo en querer estar con ella.
Fue cuando en todo eso, Jongin entre risas miró a Jennie. En cuestión de segundos él le ordenó traer a Ella y Jennie solo se mostró enojada por el cambio que le provocó la imagen de las demás. Aunque todo se llevaba en paz con Lisa, él aún no concebía que se acercara mucho a Ella.
Suficiente con el cariño que se tenían, el cual Jeongyeon se había encargado de explicarle. Jeongyeon le había dicho semanas atrás que la niña sólo admiraba a Lisa, que era una figura ejemplar a su lado y los niños siempre terminaban idolatrando a una persona adulta cercana.
Él milagrosamente entendió aquel gesto tan noble de Jeongyeon por sacar a Lisa de problemas.
Jongin nuevamente le dió una mirada imperturbable con la que le retó a desobedecerlo.
—Quiero que salude a los colegas de papá —le dijo tomando un trago de su copa.— Luego puedes llevarla a la cama.
Jennie no dejaba de mirar como sus labios saboreaban ese líquido amargo, y tragaba con cabeza alta. Le provocó un asco en el estómago tan solo ver lo superior que se creía y lo fingido que tenía el ser el padre deseado de todo niño.
Ella le hizo caso, por supuesto, pero con toda la intención de que luego se iría a la cama con el único pensamiento de escapar.
Sentía el frío en sus brazos a medida que avanzaba la noche. Ahora su cabeza empezaba a doler por lo frustrada que estaba con tener que servir a todo lo que él le dijera.
Caminó hasta ellas apresurada a salir de todo ese enredo.
Se seguía reproduciéndo la voz de una chica en el ambiente que no dejaba de alabar las grandes cosas que los Kim realizaban. Eso le estaba irritando aún más.
Pensaba que en cualquier momento saldría corriendo de ese lugar.
Ya muy cerca de ellas, la señora Manoban se percató de su cercanía y con una sonrisa estaba dispuesta a saludar formalmente a la señora Kim.
Pero Jennie más allá de los límites, no saludó. Había llegado de la nada, dijo una "disculpa" con una sonrisa triste en sus labios antes de extenderle los brazos a Ella para llevársela.
La señora Manoban estaba pasmada. Miró el descompuesto rostro de Jennie levantar a la niña y sin dirigir una última palabra se retiró.
Lisa se había levantado para detenerla, al menos para explicarle lo que sucedía o el por qué de lo hacía. Pero Jennie solo se fue de ahí dejándola preocupada ante la actitud que tuvo.
Quería decirle que su madre iba a apoyarlas, —aún cuando eso no era definitivo— que estaría para ellas en cualquier situación. Lisa miró a su alrededor y parecía que nadie había visto el suceso.
La señora Manoban miró a Lisa estar de pies, con hombros caídos observando en dirección a Jongin. Y ella no se quedó atrás, sus ojos se hallaron envueltos en la escena más terrorífica que había visto en todos sus años de vida.
Jennie había llegado junto a Jongin, y ese hombre tomaba en brazos a Ella para presumirla frente a esos vejestorios. Jennie se quedó a su lado, con la mirada puesta en el suelo y de brazos cruzados. La señora Manoban se dio cuenta de que tampoco a Jennie le gustaba la situación.
Lisa se dió vuelta para volver a la silla. Posó su codo en la mesa y con los dedos se frotó sus ojos. Sabía que lo peor estaba por venir cuando levantara su mirada y conectara con la desaprobación de su madre.
Pero el rostro de Jennie se le había clavado en la cabeza.
—Oh, Lisa...
Lisa no le hizo caso. Siguió frotando sus ojos hasta que dejó ir sus dedos a sus cejas para ocultar el rostro desecho que tenía.
Se preguntaba una y otra vez, si entendía el significado de una promesa. ¿Cómo podía dejar que Jennie se viera tan afectada por ese hombre y no hacer nada?
La señora Manoban estaba encogida en su puesto, su cartera de mano llena de piedras negras y brillantes la tenía escondida en sus brazos. Miraba con tristeza a su hija.
Ahora sabía a lo que se refería Lisa minutos antes.
—Hija... —volvió a llamar, tratando de tomarle la mano pero Lisa la apartó sin querer cuando encerró su rostro en ambas.
Sentía vergüenza. Había quedado en vergüenza delante de su madre, y no era por la actitud de Jennie, era porque ya sabía las razones por las que no lo había contado, por la situación tan desafortunada que tuvo al conocer el amor de su vida en aquellas circunstancias y porque sabía que su madre sentía tristeza por ella.
La señora Manoban tampoco necesitaba pruebas para saber que Ella era su nieta. Si así Lisa lo sentía, entonces era cierto. Le dió curiosidad por como ellas —Jennie y Lisa— llevaban comunicación, porque la interacción entre la niña y Lisa era enriquecedora y solo se podía cuando tenían tiempo juntas.
Inconscientemente se vio agradecida con Jennie por no hacer de la situación un borrón y cuenta nueva.
Del otro lado, Jennie tenía tomada de la mano a Ella quien tarareaba una canción entre labios muy contenta luego de que Jongin se la presentara a un colega nuevo y a los de su padre.
Jongin la miró desde arriba con ojos increpantes, y con esa misma mirada observó a Jennie.
—¿Quieres callarla? Intento hablar algo importante. —le dijo él entre labios.
Jennie se colocó en cuclillas para decirle en secreto que guardara un rato de silencio.
Pero en el rato que Jennie esperó a que Jongin le indicara que podía irse, volvió a escucharse el tarareo muy bajo.
Jennie la observó jugar con el caballo de juguete en el respaldar de una silla, la señora que estaba sentada ahí se volteó sonriendo amablemente a la niña al sentir que algo le tocaba la espalda.
Luego se volvió más impaciente. Ya se había pasado la hora en que normalmente dormía, cuando no lo hacía empezaba a frustrarse y todavía más cuando estaba de pies por más de diez minutos.
Jennie nuevamente se puso de cuclillas e inevitablemente Ella la abrazó soltando un suspiro de cansancio. Se refugió en los brazos de Jennie todavía en el suelo hasta que por su cuenta se alejó.
Jongin estrechó la mano con un señor, y Jennie se imaginó que pronto les ordenaría retirarse. Pero no fue así, Ella volvía a tararear algo con sus ojitos ya cerrándose y con cada entonada se escuchaba un pelín más fuerte.
—¡Te dije que la callaras!
—Es solo una niña, no tienes que gritar. —le respondió Jennie asustada y sintiendo la manita de Ella sujetarla con fuerza.
—¿Crees que me importa? Por eso está así, mal criada por ti. —él miró con una cara llena de asco hacia Ella y miró a Jennie para afirmarle sus palabras.— Está así por tu culpa. Tu madre tenía razón cuando me dijo que no sabías hacer nada.
—Jongin. —el señor Kim ya había querido interrumpir desde que escuchó a la niña impaciente por salir de ahí.— Cálmate. Jennie puedes retirarte ya.
Ella estaba como estatua. Jongin le había gritado muy cerca y parte de ese grito llegó a incrementarle el dolor de cabeza. Pero la últimas palabras eran algo que no terminaba de procesar.
Los colegas solo les quedó bajar la cabeza o seguir otras conversaciones para no prestar atención al embrollo de la pareja.
El padre de la castaña era también uno de los primeros en asomarse en el lugar, pero no habló aún cuando escuchó claramente lo que Jongin le había gritado a su hija.
No se hizo esperar el llanto de Ella entre todos. Lloraba muy bajo, pero aún así Lisa había escuchado y la señora Manoban estaba más que asustada porque había visto todo mientras Lisa se escondía en sus brazos.
En cuestión de segundos Jennie cargó a Ella todavía llorando en su cuello y se encaminó hacia la casa. No porque literalmente le ordenó el padre de Jongin a hacerlo, sino por su cuenta, porque ya quería estar lejos de ahí.
Y todo era su culpa, pensaba ya con lágrimas saliendo.
Desde el principio actuó sin pensar, actuó de forma egoísta, y se esperaba que cosas así le sucedieran. Se lo merecía. Pero ¿cómo Jongin podía tratar a una niña tan fríamente?
Había permitido que Jongin le gritara a su hija. A su bebé, y no la había defendido lo suficiente.
En lo que llegaba a la verja para salir de ese campo, pasos apresurados a llegar con ella le hicieron avanzar más rápido sin saber quién podría ser, aunque lo supo cuando la persona le llamó.
—Jen.
—No quiero hablar con nadie Lisa.
Pasó y la dejó abierta para ella a pesar de no querer estar con nadie.
Continuó caminando, pero se dirigió ahora hacia el campo posterior, justo detrás de la casa donde se encontraba más oscuro.
La señora Manoban le había dicho que la siguiera para que estuviera junto a ella y para cerciorarse de que no le ocurriera nada. Lisa le había afirmado ante de salir detrás de Jennie.
La señora Manoban estaba incrédula mirando hacia ellas en lo que se perdían en el campo.
—Espérame. —decía Lisa aumentando sus esfuerzos para alcanzarla.
Al cabo de unos segundos y cuando llegaron a la parte trasera de la casa, Jennie se detuvo y con "Ya ya ya" intentaba tranquilizar a Ella.
—Ya, no llores cariño —le susurró a Ella acariciando su espalda con delicadeza. Pero ella estaba llorando incluso más que su bebé y necesitaba que le abrazaran.
Lisa llegó con dificultad por el tramo de colina baja que aún así le tuvo que poner empeño para subir. Su pecho estaba caliente como otras veces, y empezaba a sufrir una taquicardia de las suyas.
Al detenerse empezó a tratar de recomponer su sistema, pero necesitaba llegar hasta donde ellas. Necesitaba hablarles antes de que se le cortara la voz.
Se colocó delante de Jennie y la vio. Tenía su rostro enterrado en el hombro de Ella y lloraba.
Ellla estaba deteniéndose poco a poco, y Lisa supuso que lo hacía por el extraño llanto de su madre. Seguramente nunca la había visto llorar y estaba con miedo.
Lisa respirando pesado, se acercó para envolver el cuerpo de Jennie en un abrazo, pero enseguida la alejó.
—No te me acerques Lisa.
—Pero ¿por qué?
—¡Porque ya lo escuchaste!
Lisa frunció las cejas y la miró con el pecho subiendo y bajando descontroladamente.
—De qué hablas. Ven... —la tomó por la cintura e intentó atraerla hacia su cuerpo.
—No, hazte para otro lado —dijo con voz chillona a lo que Lisa solo sonrió y la abrazó completamente.
Lisa sintió que ya Jennie se desvanecía en sus brazos, recostó su cabeza en su hombro y sintió las lágrimas ya traspasar su camisa.
—No llores... Ella se está preocupando.
—Ya no quiero estar aquí —decía muy poco audible por estar sumergida en aquel lugar, pero Lisa le entendió perfectamente y le ocasionó un dolor enorme en su pecho escucharla tan frágil.— Incluso mi mamá le ha dicho que no espere nada de mi porque no sé que es hacer algo bien.
Ella entre el abrazo de Lisa, la miró ya deteniendo el llanto y seriamente intentó ver el rostro de Jennie oculto.
—Eso no es verdad.
—Sí lo es, ni siquiera sé cocinar bien...
Lisa le sonrió a Ella ante lo desesperada que estaba por halar del hombro a Jennie y también por las quejas innecesarias de esta.
—No les hagas caso. Solo porque no lo haces a como quieren ellos, no significa que no lo sabes hacer.
Jennie guardó silencio momentáneamente.
—Mira, Ella quiere ver que estés bien. Ha parado de llorar por ti.
Lisa no siendo experta en el ámbito de consolar a alguien, quería seguir dirigiéndole palabras bonitas pero se había concentrado en Ella por lo último.
Se encargaría ella después de decirle el montón de aspectos buenos que Jennie poseía y también el privilegio de ella al tenerla como madre de Ella.
—Ni siquiera deberías de estar aquí —le dijo separándose de ella para propinarle un golpe no tan fuerte en el hombro.
Ella logró ver a Jennie y se abrazó a su cuello. Jennie estaba demasiado débil como para un abrazo de esos que le sacan el aliento por lo amoroso que era.
Se sentía a punto de explotar nuevamente por tanto amor que recibía por parte de su hija. Sin embargo, Lisa también estaba a su lado, y le daba caricias en el brazo a pesar de haber recibido un golpe anteriormente por el mismo.
—Mi mamá me ha dicho que viniera, aunque de todas maneras iba a seguirte.
La mirada que ambas se dedicaron frente a frente era más como de advertencia. Jennie cerró sus ojos y empezó a balancearse en su lugar.
—Ya sabe todo.
Que alguien más supiera lo suyo, no iba a negar Jennie que se asustó justo al escucharlo.
No tuvo ánimos de preguntar por qué Lisa lo había hecho.
—Ella nos apoyará, ya verás...
—¿Te ha dicho eso?
—Sé que lo hará. —aunque no lo sabía, sentía la necesidad de decirle aquello a Jennie.
Necesitaba que supiera que al menos tenían a alguien fuera que ayudaría en lo que sea.
Jennie no creía en mucho, pero si Lisa se lo aseguraba no había forma que le hicieran dudar de ella. La relación con su madre era devastadora, ya se había dado cuenta como aquella mujer que la había criado hablaba en sus espaldas.
En parte, toda esa escena había sido al enterarse indirectamente de esas palabras horribles. Jongin podía decirle lo que sea ahora y no se sentiría mal, porque ya había escuchado lo peor.
Le costaba confiar en una madre. Pero su Lisa era tan pura y buena, que no dudaba que le habían inculcado sus padres todos aquellas virtudes.
Mientras más lo pensaba, más creía en las palabras de Lisa.
Otra de las cosas que quería aclararle a Jennie era sobre el supuesto beso con Dahyun. Pero Lisa no habló al respecto.
Vió a Jennie asentir pesadamente mientras continuaba abrazando a Ella que por poco estaba quedándose dormida. Luego poco a poco Jennie volvió a acercársele al punto de que Lisa le rodeara con los brazos.
—Todo saldrá bien, ya verás.
Las palabras de Lisa intentaba incrustarsele en el pecho, pero no podía evitar soltar lágrimas al imaginarse lo contrario.
Bajo las nubes que se formaban cubriendo todas las estrellas, Lisa solo esperaba que muy pronto pudieran descansar de aquella vida que ambas habían soportado por mucho tiempo.
No había razones para desconfiar, tampoco razones para cantar victoria, pero eran razones suficientes para seguir adelante aquel anhelo de unirse como familia luego de la tempestad.
Lisa ahora más que cualquier otro día se había dado cuenta de cuánto amaba a ambas personitas en sus brazos. Por nada del mundo las había dejado en el camino y tampoco las dejaría en lo que restaba de su vida.
Estaba preparada para ser fuerte y para enfocar toda su mente en sacarlas a salvo de esa casa. Jongin no debía darse cuenta cuando se fueran, solo así lograrían esconderse hasta que consiguieran si acaso un par de billetes para empezar los trámites de divorcio. Con ello hecho, podría Lisa respirar con vida, saber que no había nada que amarrara a Jennie a aquel hombre.
Emocionalmente Jennie estaba mal. No sólo era pisoteada por Jongin, su supuesto marido, sino también por su madre y eso era lo más terrible que podía pasarle en el momento.
Luego de un par de minutos, Lisa pasó su dedo contorneando el espacio debajo de los ojos de Jennie hinchados. Y suspiró rendida ante la imagen que aquellas personas habían provocado.
En ese momento, viéndola tan perceptible ante el dolor, volvió a prometer en silencio que no permitiría que del rostro de Jennie se deslizara una lágrima más.
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Damos comienzo a un mini maratón <3
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