Capítulo 6
El León Carmesí había sido dirigido por la familia Vermillion desde su fundación como orden de caballeros mágicos. Con el león como el símbolo y el color carmesí como el distintivo color de orden, la orden de los leones se había mantenido como la segundo o primera orden de las nueve al servicio del Rey Mago en el Reino del Trébol, siempre rebosantes de confianza en su capitán; pero actualmente esa confianza se había desvanecido por completo. Tras el incidente en la Capital Real, Fuegoleon Vermillion fue herido de gravedad y quedó postrado en cama en un coma inducido, lo que obligó al vicecapitán de la orden a mantenerla activa, algo que causó más problemas que soluciones.
Sin un capitán en que sus miembros confiaran, la orden del León Carmesí entró en un bache constante que tocó ligeramente la moral de los caballeros mágicos pertenecientes a esta orden. Fue por ello que el Rey Mago decidió, como una jugada de último recurso, colocar a otro caballero como líder temporal de la orden hasta establecer un plan de contingencia contra el Ojo de la Noche Blanca, grupo que había estado causando estragos dentro del Reino del Trébol y que tenía a las ordenes moviéndose de un lado a otro.
Para ocupar el puesto de capitán de orden, a la mente del Rey Mago llegaron dos opciones completamente válidas. Una de ellas era la hermana mayor de Fuegoleon, una mujer realmente poderosa y con un poder probablemente superior a la de su hermano. La otra era un joven adulto con un poder y unas habilidades innegables, pero que carecía de una relación con Fuegoleon o los miembros de su orden, lo que generaba una brecha clara entre los miembros del León Carmesí y el joven que Julius consideraba poner como líder temporal.
Finalmente, el Rey Mago optó por cambiar completamente las tradiciones. Descartó a Mereoleona Vermillion, la opción más clara, y decidió colocar a Naruto Uzumaki, la opción menos sugerida y que más problemas podría causar a corto tiempo. Sin embargo, Julius había optado por esta opción al no contar con tiempo para reorganizar a la orden. Mereoleona estaba alejada de la capital y de los asuntos de los Caballeros Mágicos, lo que ponía trabas a que pudiera encontrar a la mujer a tiempo incluso siendo el Rey Mago.
Naruto estaba mucho más cerca, más receptivo a seguir las ordenes del Rey Mago y era algo que Julius conocía perfectamente. Había educado al muchacho como su pupilo no oficial y lo había adiestrado para que, en un futuro, fuera un líder de orden o incluso el próximo Rey Mago al mando de los Caballeros Mágicos del Trébol.
Era la oportunidad perfecta para que Naruto fuera probado como un líder de orden, para ver sus dotes de mando y como movía a sus subordinados en las situaciones que todo capitán de orden debía enfrentar. Eso no obligaba a Naruto a quedarse siempre sentado, sin hacer nada. Como capitán del León Carmesí, el joven debía seguir las directrices, entrenamientos y comportamientos de cualquier capitán de orden, algo que personas como Yami no entendían completamente.
Julius deseaba ver como su pupilo se desenvolvía en una orden completamente llena de nobles, como los guiaba a la victoria y como lidiaba con el amargo sabor de las derrotas o incluso de la pérdida de algunos compañeros.
Frustración, desesperación, ira, tristeza...todo capitán había sido sumergido en distintas emociones, tanto en su tiempo como miembro de orden como cuando fue nombrado capitán, lo que formaba la personalidad de cada líder de escuadrón. Era algo que todos podían ver. Cada capitán era distinto, se comportaba de una forma completamente diferente a la de sus compañeros, pero todos amaban y protegían a sus subordinados siguiendo sus propias directrices de comportamiento.
Fuegoleon fue un hombre hecho para liderar, un verdadero comandante dentro y fuera del campo de batalla. No solo los miembros de su orden lo respetaban. Incluso los miembros de las Águilas Plateadas mostraban un ligero respeto por el hombre, siendo Nozel el capitán quien más lo demostraba con sus acciones y considerando al usuario de fuego como su rival a vencer.
Los estándares estaban elevados para quien fuera elegido sustituto del anterior capitán del León Carmesí. Fuegoleon no sería un hombre fácil de sustituir, un nombre sencillo de borrar con acciones que él ya hubiera realizado. Alguien podía intentar opacar al hombre, pero pocos realmente podrían lograrlo y aquellos que lo lograran serían considerados casi aptos para ser los próximos Rey Mago del Trébol.
Resultados, reconocimiento y poder. Para ser el próximo Rey Mago al mando de los Caballeros Mágicos del Reino del Trébol, se debían cumplir tres sencillas premisas que elevarían a la persona seleccionada al puesto más alto dentro de los Caballeros Mágicos, una posición que daría el control del ejército a dicha persona. Pero a pesar de que dichas premisas eran sencillas, era complicado cumplirlas a menos que fueras un noble. Cualquier plebeyo que intentara alzarse como Rey Mago, encontraría demasiados muros en su camino.
Conociendo los problemas que podrían suceder, Julius había decidido designar la orden del León Carmesí bajo el mando del vicecapitán del Ciervo Aguamarino, tanto para dotarle de experiencia como un líder como para que fuera mejor visto por el resto de sus compañeros y civiles. Los capitanes atraían la mirada sobre ellos, eran completamente el foco de cualquier juicio dirigido a sus subordinados y eran los primeros en ser culpados si la orden no destacaba lo necesario, si no eran buenos caballeros mágicos.
Yami Sukehiro era un ejemplo de un capitán marcado por la deshonra. Los Toros Negros no habían destacado y acumularon estrellas negras durante el año anterior, quedando los últimos en el Festival de las Estrellas y siendo tachados como unos simples bárbaros, como los peores caballeros al servicio del reino.
Esos prejuicios sobre Yami eran los mismos que podrían volverse hacia Naruto. ¿Ser un buen o mal capitán? Julius esperaba que su preciado pupilo pudiera aprender y evolucionar más de lo que había hecho. Su actuación contra el Ojo de la Noche Blanca había marcado el primer paso en su camino, pero pocos caballeros habían visto eso o conocían al chico para saber cómo era realmente. Necesitaba el reconocimiento de otros caballeros y la orden de Fuegoleon era la oportunidad perfecta para ello, para que demostrara de que estaba hecho como Caballero Mágico al servicio del reino.
La situación estaba en la cuerda floja. El Diamante se movía por la frontera y el Ojo de la Noche Blanca estaba buscando unas piedras mágicas para completar un plan que se desconocía su finalidad por completo. Y a eso el Rey Mago debía añadir los extraños movimientos de un grupo armado que había aparecido recientemente regando las ciudades por donde pasaban con la sangre de personas, de caballeros.
El Rey Mago masajeó el puente de su nariz. Como el mago más poderoso podría deshacerse de cualquier peligro directo contra el reino, pero como Rey Mago debía mantenerse lo máximo posible dentro de la Capital Real. Debía delegar las misiones importantes a los distintos capitanes y las distintas ordenes, esperando que estos cumplieran con la misión sin baja alguna o sin una extrema dificultad, algo que últimamente se estaba complicando.
―Rey Mago.
El asistente hizo acto de presencia en el despacho del Rey Mago, mostrando un rostro preocupado.
―¿Dime, Marx? ¿Es algo sobre la misión otorgada a los Toros Negros?
Las piedras mágicas eran un problema que no podían dejar para otro momento. Debido a la urgencia y al caso de traición dentro de los caballeros, el Rey Mago designó la misión de obtener una de las piedras a Yami, el capitán de los Toros Negros, todo con el objetivo de que el Ojo de la Noche Blanca no obtuviera la información de la ubicación de dicho objeto mágico.
―No. Es sobre el reporte de un grupo de caballeros de los Leones Carmesíes.
Antes de asignar a Naruto como capitán de la orden de Fuegoleon, el Rey Mago asignó algunas misiones directamente al grupo como había hecho con los Toros Negros.
―¿Cómo es el reporte?
Julius observó el rostro de su asistente. Signos de preocupación, de angustia, se hacían presentes en el rostro de Marx a través de las arrugas, de la gota de sudor que escurría por su sien hasta su mentón.
―Hay varios muertos y heridos. Un combate entre los miembros restantes y un extraño se está llevando a cabo en la Región Olvidada, justo con la frontera con el Diamante.
Los ojos del Rey Mago se ampliaron ligeramente. Un enfrentamiento directo al borde con la frontera con el Reino de Diamante, atraería la atención de los miembros de los Guerreros Mágicos al servicio de su reino rival, algo que Julius quería evitar lo máximo posible.
―Ponte en contacto con Naruto. Es mejor que...
―Ya lo hice, Rey Mago―así como Julius, Marx había pertenecido a la vieja orden del Ciervo Ceniza, como anteriormente se conocía al Ciervo Aguamarino―. Llevamos trabajando años, Rey Mago.
Un suspiro escapó de la boca de Julius.
[Es el momento perfecto para que demuestres quien eres a tus subordinados, Naruto. Debes brillar ahora]
Región Olvidada; Zona del Conflicto
El Reino del Trébol se dividía en tres regiones: Región Noble, Región Común y Región Olvidada. Esta última región era donde se encontraban las personas con un poder mágico casi inexistente, con solo la capacidad para realizar tareas ordinarias y sin que estos pudieran aspirar a ocupar un puesto dentro de una orden de caballeros. Eran, por decirlo de una forma suave, las personas olvidadas del Reino del Trébol.
La Región Olvidada envolvía al a Región Común como una capa externa, siendo la frontera con los reinos vecinos al Trébol, siendo considerada como la frontera y el lugar donde los caballeros eran desplegados para que lucharan contra los distintos invasores del reino. También era la región donde las mazmorras hacían su aparición con mayor regularidad, siendo el objetivo claro del Diamante o de la Pica, los dos reinos enemigos del Trébol.
Actualmente, debido a los movimientos del Diamante, el Rey Mago había desplegado una cantidad necesaria de caballeros a lo largo de la frontera con la esperanza de mitigar los intentos de invasión. Era una medida de contención para evitar que el Diamante fuera un problema real hasta que se deshicieran completamente del Ojo de la Noche Blanca, grupo que actualmente estaba arriba en la lista de enemigos del reino y a quienes Julius había puesto como prioridad.
Pero colocar al Ojo de la Noche Blanca como prioridad no evitaba que los enemigos hicieran sus intentos de invasión. Generar enfrentamientos directamente con la frontera del Diamante, solo traería problemas apremiantes que el Rey Mago debía evitar lo máximo que pudiera, contenerlo si era necesario.
―*Jadeo*.
Leopold Vermillion, hermano menor de Mereoleona Vermillion y Fuegoleon Vermillion, rival declarado de Asta de los Toros Negros y el futuro capitán de los Leones Carmesíes con el claro objetivo de superar a su hermano mayor.
El joven caballero mágico fue desplegado en la Región Olvidada siguiendo las ordenes directas que el Rey Mago entregó en mano al vicecapitán de la orden, una misión que debería haber sido fácil de ejecutar, pero que se volvió extremadamente complicada cuando encontraron al "objetivo".
―No me gusta que me hagan esperar, ni me gusta hacer esperar a la gente―encorvado, con un apéndice saliendo de debajo de una oscura túnica, con el rostro oculto por un sombrero de paja. El enemigo que había herido y asesinado a diversos caballeros mágicos estaba ahora frente a Leopold Vermillion, mostrándose indiferente ante la magia de fuego de su adversario―. Mi nuevo compañero morirá demasiado joven.
―¡Magia de Fuego!―el brillo anaranjado acompañó al grito de un agotado Leopold Vermillion―. ¡Espiral de Fuego!
―Podría decir que el "fuego" es mi debilidad, sin embargo, estaría siendo erróneo―la cola se movió y se clavó en el suelo―. Este cuerpo no es uno que pueda ser dañado.
Escombros se esparcieron por la zona cuando el hechizo del joven Vermillion golpeó el trozo de suelo que el enemigo levanto usando su apéndice.
―¡Gha!
―El arte es una belleza eterna―ligeros hilos azules se hicieron presentes―. La carne es algo que se puede pudrir.
El hombre movió las manos y su cola se movió siguiendo las ordenes de su dueño. Pequeños trozos de roca se movieron hacia Leopold siendo empujados y tirados por estos hilos azules, obligando al joven mago a cubrirse con los brazos.
―Y no puedes distraerte, chico.
Leopold abrió los ojos. El sonido de la carne siendo desgarrada acompañó al grito agónico del más joven de los Vermillion.
La cola del hombre jorobado atravesó el estómago del muchacho, apareciendo por el otro lado como si de una espada se tratara. Cualquier persona hubiera pensado que atacaría como un escorpión, sin embargo, el hombre atravesó al chico sin miramientos.
―Es hora de reunirme con ese chico. Morir joven debe de ser preocupante.
Las piernas le fallaron. Leopold cayó sobre sus rodillas sintiendo como su cuerpo ardía, como la boca se le secaba.
[¿Hasta aquí llego? ¿Esto es lo que puedo lograr, lo que me permite hacer mi promesa?]
La frustración llenó la mente de Leopold hasta el punto del derrumbe. El joven caballero quedó tirado en la fría hierba, sintiendo la humedad del rocío de la mañana, observando los finos rayos de sol apareciendo por el horizonte. Aquella era su primera derrota, su primera misión fracasada y su posiblemente muerte antes de alcanzar la promesa que formuló al realizar la marca en su frente, una promesa que estaba escurriéndose entre sus dedos como las gotas de lluvia. Ni siquiera podía considerarse como el rival de Asta...
[¡No, no voy a quedarme tirado!]
El joven cerró ambas manos. Apretando los dientes, Leopold lentamente fue poniéndose de pie, cargando el peso del cuerpo sobre su tronco inferior ignorando el charco de sangre que estaba generando a sus pies.
―¿Te has vuelto a poner de pie? No sé si es de aplaudir o solamente eres un idiota demasiado extremo―el mecanismo de la cola se activó. La extremidad extra se movió hacia el Caballero Mágico intentando atravesarlo directamente por la cabeza―. Voy a terminar con esto, caballero mágico.
Las rodillas reaccionaron al permitir que Leopold flexionara las piernas. Los ojos del muchacho se mantuvieron enfocados. Su mente, sus sentidos, estuvieron enfocados en el ataque de su adversario.
El brillo rojo/anaranjado sumergió la mitad de su rostro.
―¡Magia de Fuego!―cada página del grimorio de un mago contenía un hechizo. Había páginas en blanco, listas para que nuevos hechizos aparecieran en ellas cuando sus portadores hubieran crecido como magos y hechiceros―. ¡Gran Espiral de Fuego!
Leopold Vermillion era ligeramente orgulloso. Estaba orgulloso de su hermano Fuegoleon, el hombre que lo educó, lo entrenó y lo preparó para ser un Caballero Mágico al servicio del Rey Mago. Fue su hermano quien le indicó para que servía la marca en su frente. El recuerdo de una promesa que un Vermillion no podía romper, de un sueño que debía alcanzar.
―¡¿?!
Bajo el sombrero de paja, el atacante abrió ligeramente los ojos. La madera al ser quemada generó un olor a ceniza y diversas astillas saltaron cuando su cola fue destrozada por el hechizo, un hechizo que era una marea ardiente en espiral que avanzaba hacia él.
―¡NO VOY A MORIR AQUÍ!
Leopold estaba dispuesto a terminar con el hombre frente a él. Diversos de sus compañeros estaban heridos, casi muertos.
―Morir quemado no es bello, pero puede considerarse como algo completamente eterno―un chasquido y una ligera nube de polvo escaparon de la túnica oscura―. No vas a matarme.
La marea de fuego engulló completamente al enemigo. El olor a cenizas y madera quemada acompañaron el rastro que el hechizo dejó por la zona del conflicto: una completa línea negra como la misma noche que avanzaba directamente hacia donde debería estar el cuerpo del atacante. Pero cuando el humo se desvaneció, varios segundos después, solo quedaban astillas chamuscadas, paja completamente convertida en cenizas y unos pequeños hilos de tela que debían de pertenecer a la oscura túnica del renegado.
―Los magos no tienen una conciencia de "asesinos". Es lo que he aprendido de nuestro encuentro―Leopold giró la cabeza. Sobre una de las gruesas ramas de un árbol, por encima de él, se encontraba un hombre joven de cabello rojo, ojos color café ceniza y una piel realmente clara que podía verse en su rostro, un rostro adolescente―. Actuar como un ninja, me da ventaja sobre nosotros, muchacho.
Los ojos de Leopold se abrieron. Detrás del pelirrojo con túnica negra, el joven mago visualizó cientos de marionetas que sobrevolaban la zona. Dedujo enseguida que eran marionetas. No se movían, estaban suspendidas, observando, esperando.
―Si fuera un caballero como ustedes, esto se consideraría como "magia de marionetas"; pero no soy un mago ni un hechicero ni un Caballero Mágico―un ligero silbido llegó a los tímpanos del más joven de los Vermillion―. Utilizo marionetas, las alimento. No es magia, pero me sirve para matarte.
Aquellas marionetas no reaccionaron por varios segundos. Cuando uno de los dedos del renegado se movió, aquella oscura nube formada por figuras hechas de madera y controladas por otra persona se movieron hacia su objetivo.
[¡No puedo moverme! Creí que lo había matado, pero parece que eliminé otra de esas marionetas. ¡Ni siquiera tengo maná! ¡¿Cómo voy a sobrevivir ahora?! ¡¿Cómo voy a salvar al resto de mis compañeros?!]
La magia era conocida en todo el mundo. Los Caballeros Mágicos así como los Guerreros Mágicos eran los soldados de sus respectivos reinos, dispuestos a seguir las ordenes de sus reyes. Debido a eso, Leopold no podía ver como aquel hombre estaba moviendo las marionetas, como las estaba utilizando para atacarlo sin verse abrumado al usar tantas. Era similar a Rades Spirito, el perpetrador del ataque sobre la Capital Real; pero el joven solo veía la similitud a la hora de sus técnicas, porque aquel marionetista estaba varios peldaños por encima del miembro de Ojo de la Noche Blanca.
―No deberías distraerte, muchacho.
La primera de las marionetas apareció frente al Caballero Mágico. El miembro del León Carmesí reaccionó tarde, siendo golpeado por esta y enviado nuevamente al suelo, rodando por el pasto hasta poder levantarse.
―Mejores reflejos.
La segunda marioneta apareció detrás del muchacho. Juntando ambas manos, esta mandó un golpe de martillo que envió a Leopold a estrellarse contra el suelo, manchando su rostro de tierra y hierba.
―Más atención al entorno.
La tercera apareció del suelo. Rompió este justo por donde estaba tirado Leopold, aferrando al chico de su cintura hasta enviarlo por los aires, a estrellarse con un enorme pino.
―¡Gah!
―Podría hacer una enorme lista de los errores que has cometido y que te llevaran a la muerte―Leopold cayó estrepitosamente al suelo, escupiendo sangre, sintiendo su cuerpo pesado―. Permitir a mis marionetas golpearte, ha permitido que mi veneno entre en tu torrente sanguíneo.
Un espasmo, el sabor de la sangre inundando la boca, la falta de oxígeno.
―¡Ngh!
―Combatir usando solamente mi ejército de marionetas, no es algo perfecto. Debo eliminar a mis enemigos. Es por ello por lo que todas mis marionetas tienen veneno, un veneno que ahora está corriendo por tu sistema infectándolo todo. Diría que en cinco minutos conocerás al Dios de la Muerte, si es que en este universo existe alguno. Si no, solamente quedará muerto, siendo devorado por los gusanos hasta que no quede nada más que los huesos.
En el mundo existían cientos de venenos, pasando desde los más insignificantes hasta los más mortales. En algunos casos, esos venenos dejaban secuelas a las personas que infectaban, unas secuelas que permanecían a pesar de usar magia de curación sobre las personas envenenadas.
―Dejarte agonizando no es algo demasiado bello. Terminaré con tu vida y buscaré a ese idiota...
Las hojas de los árboles comenzaron a mecerse. Primero lo hicieron de una forma suave y controlada, como si estuvieran siendo mecidas por los brazos amorosos de una madre; pero segundos después lo hicieron de una forma descontrolada, alocada, como si fueran miles de personas moviéndose por la ciudad a distintos puntos de esta.
―...
Las tres marionetas estallaron en miles de pedazos que se esparcieron por la zona del combate, perdiéndose entre la hierba y cenizas, manchándose de sangre y tierra.
―Varios de mis subordinados no han podido ser rescatados―Leopold fue alzado levemente por la persona que acababa de llegar. Un líquido azulado se vertió dentro de la boca del joven caballero y a los segundos dejó de tener espasmos y comenzó a respirar de forma normal, más controlada―. Es una suerte que conozca los efectos de algunos venenos.
―Un conocimiento sorprendente, he de señalar. Los Caballeros Mágicos confían demasiado en la magia; pero tú pareces completamente distinto―en dos rendijas, los ojos del renegado miraron la capa carmesí que ondeaba atada a los hombros de aquel intruso―. Otro León Carmesí, por lo que mis ojos ven.
―Soy su capitán.
Seis marionetas se movieron hacia el nuevo Caballero Mágico al mando de los Leones Carmesíes. Este flexionó las piernas, desenvainó su katana con un fluido movimiento. Una nube de astillas apareció entre él y el renegado.
―Eres distinto. Incluso sin tus ojos, has podido percibir el movimiento de mis marionetas. ¿Eres algún tipo de sensor?
―Podríamos estar hablando y podría explicarte los motivos de mi ceguera―Naruto levemente tocó la venda que cubría sus ojos―; pero no es exactamente por lo que estoy aquí.
Marx se había encargado de informarle antes que al Rey Mago. Solo hacía un par de días que había aceptado el cargo de capitán y ahora estaba envuelto en una situación demasiado frágil.
―Tendré que lidiar contigo, capitán del León Carmesí del Reino del Trébol―la capa se agitó. Gracias a la luz del alba, Naruto visualizó las nubes rojas en esta―. Pero me presentaré ante ti, para que se haga un poco de luz en tu mente. Soy Sasori de la Arena Roja, miembro de Akatsuki.
Los labios del Uzumaki se curvaron en una sonrisa.
―Bien, Sasori de Akatsuki. Veamos si realmente el arte es "eterno".
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