Capítulo 5
— Vivianna... — Empezó a practicar el cómo le haría frente a su hermana mientras caminaba hacía su oficina. — Sé que el Príncipe Thomas no te agrada, pero quisiera pedirte... — Murmuraba. — ¡No! — Exclamó deteniendo su andar por un segundo. — Te exijo, ¡Si, eso! — Se corrigió a sí misma. — Te exijo que me escuches, yo lo amo y él me ama a mí, no puedes oponerte a nuestro amor y no te permitiré intervenir...
La poca determinación que tenía la abandonó al encontrarse frente a la puerta de la oficina de su hermana, sentía las piernas temblarle y su mente fue invadida por el fuerte y persistente deseo de apartarse corriendo dejando para después la conversación que pensaba mantener con su hermana.
— No seas una cobarde, Genoveva. — Se reprendió a sí misma. — Ya has llegado demasiado lejos como para dar un paso atrás, quizá ella te regañe pero no tendrá más opción que darte su permiso y bendición para casarte con el hombre al que amas. — Suspiró tomando el picaporte de la puerta preparándose mentalmente para abrir la puerta. —, ella no podrá comprometerte con uno de los hombres que ella consideró buenos para el reino, todo saldrá bien, Genoveva. — Seguía refiriéndose a ella misma en tercera persona.
Giró la perilla con rapidez y empujó la puerta sin pensarlo; sabiendo que si volvía a cuestionárselo terminaría cambiando de opinión. La Reina se sobresaltó al escuchar la puerta abriéndose de forma tan repentina y debido a esto en un descuido una mancha de tinta terminó ensuciando la carta que se encontraba redactando.
— ¿Cuántas veces te he dicho que debes tocar antes de entrar? — Preguntó la mayor intentando inútilmente borrar aquella mancha de tinta. — Ahora tendré que volver a empezar. — Se quejó en un murmullo.
Genoveva; quien realmente no había recordado el llamar a la puerta antes de ingresar a la habitación, ahora se encontraba mucho más nerviosa y todo el discurso que había planeado en su cabeza se había esfumado, sólo siendo capaz de balbucear sílabas sin relación alguna.
— ¿Sólo te quedarás allí?, ¿A qué has venido, Genoveva? — Preguntó Vivianna al notar que su hermana seguía allí sin hacer ni decir nada.
— Yo... yo. — Repitió siendo esa la única palabra que lograba formular.
— No tengo tiempo para tus juegos, si no piensas decir nada te pediré que te retires. — Habló con firmeza.
— Voy a casarme con el Príncipe Thomas. — Declaró la Princesa. — el de Südseen. — Aclaró en caso de que hubiese otro Príncipe con el mismo nombre.
La Reina dejo de lado sus deberes para voltear a mirarla, primero confundida para luego cambiar su semblante a uno más serio. — Creí que ya habíamos establecido que él no era un hombre elegible. — Comentó ella intentando ser muy clara para sacar aquella idea descabellada de la cabeza de su hermana menor.
— No, tú lo estableciste. — Reclamó Genoveva. —, es mi boda de la que estamos hablando, no puedes forzarme a simplemente olvidarme del hombre al que amo.
— Tú no amas a ese hombre. — Aseguró la Reina. — Ni siquiera sabes quién es él, ¿Crees que por haber bailado una vez con él ya ha sido suficiente para conocerlo?, por favor Genoveva, no puedes ser tan ingenua.
— Tú no sabes nada sobre lo que yo siento. — Habló la rubia desafiando a la Monarca de Mystbelle. —, le conozco lo suficiente para saber que es él con quién deseo pasar el resto de mi vida, ¿Qué importa si su reino no puede beneficiarnos de alguna manera?, Mystbelle ya tiene incluso más de lo que necesita.
— Südseen es un reino problemático, involucrarnos con ellos podría incluso involucrarnos en una guerra que no podríamos ganar, ¿Tan difícil es de entender? — Vivianna comenzaba a perder la paciencia, se suponía que al ser ella la Reina su palabra debía ser obedecida, no debería estar discutiendo con su hermana sobre una decisión que ella ya había tomado.
— No relacionarnos con reinos bélicos no garantiza que Mystbelle no se vea envuelto en una guerra en algún momento. — Argumentó la rubia elevando su volumen de voz. —, ambas sabemos que muchos están interesados en casarse conmigo para tener acceso a las grandes riquezas, materias primas y demás que tenemos aquí y te tengo noticias, muchas de esas personas serían capaces de declararnos la guerra si no pueden obtener los recursos de nuestro reino por las buenas. — Hizo la observación. — Quizá con el apoyo de Südseen...
— ¡He dicho que no! — Exclamó Vivianna. — Es una orden de tu Reina y no debes cuestionarla, simplemente obedecerla.
— ¡Eres muy injusta! — Exclamó Genoveva. — Pero tendrás que aceptar a Thomas, no tendrás más opción que otorgarnos tu permiso y bendición.
— ¿Qué te hace pensar eso, Genoveva? — Cuestionó la mayor de las hermanas. — ¿Cómo piensas hacerme cambiar de opinión? — La desafió antes de soltar una sínica carcajada. — Dejemos el tema por la paz, no me obligues a ser yo quien elija a tu esposo.
— ¡Me entregué a él! — Exclamó después de estarse debatiendo a si misma sobre le cómo debería darle esa noticia a su hermana.
Vivianna quedó sin palabras y no hizo ningún movimiento por unos cuantos segundos, simplemente mirando a la rubia con detenimiento, tratando de digerir las palabras recién escuchadas. — ¿Qué tontería acabas de decir? — Preguntó aún sin querer creerlo. — Genoveva, por tú bien espero que eso sea una broma. — Le advirtió la castaña.
— No es ninguna broma. — Contestó la menor alzando la mirada con superioridad, sintiéndose la vencedora definitiva de aquella batalla. — Dijiste que ningún hombre querría mi mano en matrimonio si me consideraba impura, bien, entonces ¿Con quién piensas comprometerme ahora que ya he estado con un hombre? — Sonrió ella, siendo esta vez ella quién desafiaba a su hermana.
La Reina de Mystbelle se puso de pie y caminó hasta estar frente a su hermana, levantó una de sus manos dispuesta a abofetearla, pero se detuvo justo antes de hacerlo. — ¿Cómo pudiste hacer algo como eso? — Cuestionó ella. — ¿Crees que le importas, que te ama de verdad? — Continuó agregando preguntas. — ¿No ves que tan sólo le has dado justo lo que él quería?, sé que eres joven, pero no puedes actuar de una forma tan irresponsable, ¡¿Acaso no entiendes lo que hiciste?!
— ¡Hice lo que tenía que hacer! — Se defendió la Princesa. — ¡Tú jamás me escuchas, nunca tomas en cuenta lo que yo quiero!, actúas como si de verdad te importara mi opinión, pero me excluyes de la toma de decisiones, dices que yo puedo elegir con quién casarme, sin embargo en el instante en el que elijo a alguien te niegas a aceptarlo... ¡Sólo deseas controlar hasta el más mínimo detalle!, quizá controles todo lo que sucede en este reino, pero no pienso permitir que hagas lo mismo con mi vida.
— Ahora quizá no lo entiendas, pero un día entenderás que todo lo hago por tu bien. — Dijo Vivianna. —, ¿Enserio crees que perjudicas mi vida al desafiarme de tal manera?, ¿Crees que quién se verá principalmente afectado es Mystbelle? — Cuestionó ella. — ¿No ves que es obvio que ese hombre sólo te ha utilizado?, Lo que él desea es la corona.
— De ser así se hubiese fijado en ti, ¿No lo crees? — Habló la Princesa. —, ¿Tan difícil es de creer que alguien pudiese fijarse realmente en mí?, ¿Soy tan insignificante para ti?
— No manipules mis palabras para poder victimizarte. — La miró con firmeza. —, sabes perfectamente que me importas e intento incluirte en toma de decisiones que te afectan de alguna manera, pero mi deber como Reina es ver por el reino y mi responsabilidad como hermana mayor es cuidar de ti. — Le dijo. — Dime por favor que es mentira que te entregaste a ese hombre, Genoveva, dime que lo has inventado para poder salirte con la tuya.
— Lo dije muy enserio, hermana. — Dijo Genoveva. — No puedes deshacer lo que paso y bien sabes que no podrás comprometerme con alguien más ahora.
— Por tú propio bien, espero estar equivocada con respecto a ese hombre. — Dijo la Reina, preguntándose el cómo hallaría una solución para aquel lío en que las había metido la Princesa.
Las horas avanzaban con lentitud, si antes había tenido problemas para concentrarse en sus deberes; ahora le era imposible.
Había pasado la mayor parte de su tarde caminando en círculos por su oficina mientras en su mente maldecía el momento en el que el Príncipe Thomas de Südseen había pisado Mystbelle.
Aquel hombre podía engañar a su hermana, maravillándola con su aspecto físico y palabras ensayadas, pero ella sabía que no era más que una serpiente resbalosa que buscaba obtener todo lo que su corazón ambicionaba sin importarle hacer lo necesario para lograrlo.
Algunos de los otros Príncipes de Südseen habían intentado cortejarla, algunos haciéndole propuestas que se enfocaban más en el beneficio de ambos reinos, otros tenían el atrevimiento de jurarle amor eterno aún sin conocerla y también había presenciado patéticos intentos de obligarla a aceptar, sabía que Thomas no podía ser diferente al resto, pero quizá si más inteligente.
Genoveva no era la Reina, pero si la siguiente en la línea de sucesión al trono, Vivianna no era ninguna tonta y sabía que el mundo estaba repleto de hombres dispuestos a asesinarla para quitarla de en medio y con cada movimiento que el Príncipe Thomas hacía, ella estaba cada vez más segura de que él entraba en aquel grupo de personas.
No podía estar tranquila sabiendo que las opciones se le agotaban.
Al contrario de lo que Genoveva pensaba, ella sí que podría encontrarle un marido; uno que no fuera Thomas de Südseen, pero no sería el hombre ideal que pensó su hermana podría tener algún día, había unos cuantos nobles que con tal de recibir el título de Príncipe no les importaría que la novia no llegase virgen al matrimonio y se llevarían el secreto a la tumba ya que algunos hombres detestaban el admitir que alguien más se les hubiese "adelantado", pero eso no era lo que había deseado para su hermana.
Ella había prometido cuidar de Genoveva, cuando sus padres habían muerto, Genoveva era tan sólo una niña y Vivianna se había jurado a sí misma protegerla y asegurarle el mejor futuro posible, ahora estaba muy lejos de poder cumplir esa promesa.
— No la vi en el comedor.
— ¿Acaso ya nadie toca antes de entrar, Príncipe Anders? — Cuestionó ella de una manera más agresiva de lo que pretendía.
— Estaba preocupado. — Respondió él acercándose a ella. — No ha salido de esta oficina por horas.
— ¿Me vigila, Alteza?
— No se necesita ser muy observador para notar su ausencia durante la comida. — Ella se cruzó de brazos. — ¿Puedo saber qué ocurre?
— Mis problemas no son de su incumbencia, Príncipe Anders. — Se puso a la defensiva intentando apartarlo de la situación.
— Vivianna. — Ella rodó los ojos al escuchar cómo se refería a ella por su nombre y no por su título. —, dentro de poco reinaremos juntos, seremos un equipo. — Le recordó. —, sí queremos que funcione necesitamos confiar el uno en el otro, tener una buena comunicación, entiendo que no sea fácil, pero debemos estar dispuestos a intentarlo, si no estás dispuesta a ello quizá deberíamos replantearnos nuestro compromiso.
— Ya hicimos nuestro compromiso público y firmaste un acuerdo. — Dijo ella, advirtiéndole que anular su compromiso podría perjudicarle.
— No le pido que me ame o me deje entrar a su vida de inmediato, al menos desearía que entre nosotros existiera la confianza, compañerismo...
— Este problema no deseo compartirlo con usted. — Lo interrumpió. — Créame que también me gustaría que reinemos juntos y que ambos tomemos las decisiones referentes a Mystbelle, pero este problema no afecta principalmente al reino, así que... espero que sepa respetar el hecho de que podré ser su prometida y me convertiré en su esposa, pero tengo derecho a mi privacidad así como usted a la suya.
— Si eso es lo que desea, lo respeto. — Inclinó levemente la cabeza. —, pero quiero hacerle saber que en caso de que quiera acudir a alguien para hablar; deseo convertirme en esa persona de confianza para usted, si en algún momento no sabe a quién acudir; estoy dispuesto a escucharla y apoyarla dentro de lo posible.
— Por el momento no es necesario. — Dijo con algo de frialdad, él suspiró antes de dar media vuelta, más se giró levemente para añadir algo más.
— Por cierto, debería pedir que le traigan algo de comida, no es sano que descuide su alimentación. — Volvió a girarse y se dirigió hacia la puerta.
— Gracias. — Dijo ella sorprendiéndolo. — Es usted muy amable, Anders. — Lo tuteó haciendo sonreír al hombre.
Caminaba con firmeza, apresurando el paso intentando alcanzar al hombre al que casualmente había visto camino a su oficina aquella mañana. — Príncipe Thomas. — Lo llamó haciéndolo detenerse para aguardar a que ella lo alcanzara.
— Majestad, si me lo permite debo decirle que luce especialmente bella esta mañana. — La aduló con una sonrisa engreía en el rostro; seguramente estaba al tanto de la conversación que había mantenido con Genoveva el día anterior y creía que la tenía contra la pared. — Todos nos percatamos y preocupamos por su ausencia el día de ayer.
— Pensé haber sido clara con usted al decirle que no pienso caer en sus juegos, yo sé que toda esa fachada del pretendiente perfecto no es más que un truco. — Dijo molesta.
— Lamento que su Majestad tenga esa impresión, pero le juro que mis intenciones para con su hermana son buenas. — habló fingiendo inocencia. —, entiendo que usted y yo no tuvimos una primera impresión favorable el uno del otro, pero dado a que seremos familia...
— ¡Eso jamás! — Exclamó ella interrumpiéndolo. — yo jamás permitiré que mi hermana lo despose, le juro que mientras yo viva esa boda jamás ocurrirá.
— Si me permite darle un consejo, Majestad. — Habló él conservando la serenidad. —, no debería hacer ese tipo de juramentos puesto que algunos podrían considerarlos una invitación para atentar contra su vida. — Ella se estremeció, encontrando una amenaza en las palabras del hombre.
— Usted no ama a mi hermana.
— Eso no tiene manera de saberlo usted. — Defendió su engaño. — Reina Vivianna, usted no me ha dado oportunidad alguna de demostrarle que no tengo intenciones de perjudicar a la Princesa, a Mystbelle ni a usted, me ha catalogado como una especie de villano, pero no se preocupe, tendremos toda la vida por delante para convivir y sé que el concepto que usted tiene sobre mí cambiará para bien.
— Difiero completamente.
— Sí me diera la oportunidad de...
— A eso me refiero. — Lo interrumpió. —no pienso darle ni la más mínima oportunidad, en los días que usted ha estado en mi reino me ha demostrado que no es una persona en la que pueda depositar mi confianza, no pienso arriesgar el bienestar de mi reino ni de mi familia y me ha quedado claro que con el simple hecho de permitirle seguir aquí estoy poniendo a todo aquello que me importa en riesgo, así que le pediré que salga de Mystbelle a más tardar mañana al amanecer.
— ¿Su Majestad está desterrándome de Mystbelle? — Cuestionó sin ocultar su descontento.
— No, le estoy solicitando amablemente que regrese a su reino. — Contestó ella. —, prefiero que la paz persista entre ambos reinos, así que le sugiero que abandone Mystbelle por cuenta propia y sin hacer escándalo
— ¿Y si prefiero extender mi estadía en este bello lugar? — Dio un paso hacia adelante, acortando la distancia entre ambos desafiándola y provocándola, quizá aguardando a que ella retrocediera, pero la Reina se mantuvo firme y no demostró emoción alguna.
— Insisto en que lo mejor para todos es que usted regrese a su nación. — Sonrió. —, ya no hay nada que requiera su presencia en Mystbelle y seguramente tiene deberes que atender en Südseen.
— Nada que sea de vital importancia o requiera de mi presencia. — Intentó hacerle entender que no sería tan fácil deshacerse de él.
— Estoy segura de que le necesitan más en Südseen que aquí. — Dijo ella conservando la sonrisa en su rostro. —, espero escuche mi consejo y se embarqué rumbo a su reino cuanto antes y no me obligué a darle una despedida poco cordial.
— ¿Su Majestad acaba de amenazarme?
— Eso sería algo descortés y pondría en riesgo la paz que existe entre nuestros reinos, Alteza. — Lo miró con aparente desconcierto, pretendiendo parecer inocente. —, jamás cometería el error de amenazar a alguien, simplemente le estoy dando una pequeña advertencia, cumpliendo con notificarle que sus deberes aquí han concluido y otorgándole un plazo de tiempo en el cuál podría partir.
— Reina Vivianna, debería mejorar su forma de dar pequeñas advertencias puesto que he percibido sus palabras como una amenaza que está más que dispuesta a cumplir.
— Tomaré su consejo en consideración, Alteza. — Dio un paso hacia adelante, quedando aún más cerca del Príncipe. —, así como yo también espero que considere las sugerencias que yo le he dado, tenga un buen día. — Dijo antes de alejarse.
— ¡Maldita bruja! — Golpeó el escritorio que estaba en la habitación que le habían asignado al momento de su llegada, se llevó ambas manos al cabello con frustración. — ¡Esa mujer no va a arruinarlo todo!
Ya había tomado la virginidad de la Princesa, seguramente ella ya estaba al tanto y sabía que si todos se enteraban que la joven Princesa Genoveva ya no era pura se armaría un escándalo, pero al parecer la Reina estaba dispuesta a arriesgarse a mantenerlo en secreto.
Seguramente compraría el silencio de algún idiota y haría todo lo posible para ocultar la conducta inmoral de su ingenua hermana menor, ¿Esa idiota de verdad creía que las cosas serían tan fáciles?
Quizá la Reina era lo suficientemente inteligente para desconfiar de él, aquella mujer sabía que él se traía algo entre manos y hasta cierto punto a Thomas le parecía admirable la inteligencia de la castaña.
De no ser pos los idiotas de sus hermanos, él se hubiese arriesgado a intentar conquistarla, sin duda la Reina Vivianna era la mujer más hermosa que sus ojos habían visto y su actitud altiva y hasta arrogante le retaba a derrumbar los muros que ella había construido, su inteligencia y forma de conversar la hacían alguien interesante y una persona con la cuál le hubiese fascinado dirigir un reino a su lado, sin mencionar que su impresionante belleza y sensualidad lo hacían fantasear con el cómo sería compartir el lecho con ella y demostrarle en la cama quien estaba a cargo.
Sintió una presión en sus pantalones al imaginar a la Reina gritando su nombre entre gemidos y suplicándole que la hiciera suya.
Agitó la cabeza recordándose a sí mismo que esa mujer se había declarado como su enemiga, no podía olvidar que esa endemoniada mujer había tenido la osadía de amenazarlo camuflando sus palabras como una cordial despedida.
Pero no le daría el gusto de verlo partir hacía Südseen con las manos vacías, Thomas no pensaba volver a su reino sin haber obtenido lo que deseaba. Se había jurado a sí mismo lograr lo que sus hermanos no pudieron: Entrar a la línea de sucesión al trono de Mystbelle y después hacerse con la corona.
Había planeado comprometerse con la Princesa y en unos años asesinar a la Reina haciéndolo pasar por un terrible accidente con el cuál jamás podrían vincularlo, tenía pensado ganarse la confianza de Vivianna e incluso la amistad de esta, así podría fácilmente fingir tristeza el día del funeral, pero la Monarca lo había orillado a ejecutar medidas desesperadas.
Tendría que jugar bien sus cartas restantes para obligarla a aceptar su compromiso con la Princesa Genoveva, así como también dejar de depender de la menor de las hermanas para que convenciera a la Reina, ya había comprobado que no lograría nada de esa manera.
Tenía pocas horas para dar un golpe significativo o si no sería enviado de vuelta a su nación a la fuerza.
— La Reina quiere mantener en secreto lo que ha sucedido entre la Princesa y yo. — Se dijo a si mismo. — No le será tan sencillo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top