Capítulo 4

Advertencia: Cómo habrán notado, esta historia esta marcada como contenido adulto. En caso de no haber visto o prestado atención, debo hacerles saber que en la primer escena de este capítulo se incluye material de contenido adulto, lean bajo su responsabilidad.

Así cómo también siento la responsabilidad de aclarar que ésta historia se desarrolla en una época diferente a la nuestra, en el pasado era muy común que hombres muy mayores se casaran con chicas muy jóvenes (Eso no significa que éste bien), en este caso Genoveva, cómo ya fue mencionado, tiene 15 años, mientras que Thomas tiene 27. Este factor es algo que consideré importante para el desarrollo de la trama, pero quiero dejar en claro que desapruebo completamente las "relaciones, noviazgos" de este tipo.

Lean con consciencia, esto es sólo ficción, sin embargo pido no romantizar mencionadas acciones y/o hechos.

Sin más que agregar, disfruten la lectura.

Thomas estaba perplejo, su mente parecía seguir tratando de procesar las palabras de la Princesa de Mystbelle, la petición de Genoveva lo había tomado ligeramente desprevenido, en sus planes si estaba el enamorar a la joven, hacer que la Princesa lo amara con locura y estuviese dispuesta a cualquier cosa para luchar por aquel supuesto amor.

No era ningún ciego como para no darse cuenta de que había logrado captar la atención de la joven,  el hecho de que la Princesa Genoveva hubiese hecho todo lo posible para evitar coincidir con alguno de los hombres que aspiraban a convertirse en sus pretendientes, todas  aquellas reuniones secretas en la biblioteca e incluso había sido ella  quien propuso que ambos estuviesen a solas durante esos encuentros; todos esos factores delataban el hecho de que la doncella se interesaba por él.

Muchos hombres en la fiesta se habían desvivido y enfocado completamente en darle una buena impresión a la Reina y en cierto punto él comprendía eso, después de todo, de la Reina Vivianna dependía el sí aceptaba el compromiso de la Princesa con alguien o si se negaba a dar su bendición.  Sin embargo, al haber puesto todo su esfuerzo en ello, se habían olvidado de prestar atención a la Princesa.

Genoveva vivía bajo la sombra de su hermana mayor en muchos aspectos, incluso ella misma se sentía invisible e insuficiente a pesar de ser una Princesa. Su autoestima estaba tan por debajo que aceptaba con gusto hasta la  más mínima atención, la dulce jovencita hubiese quedado prendada de cualquier hombre que se hubiese fijado realmente en ella, sin embargo, a él jamás se le hubiese ocurrido que ella le propondría romper aquella regla moral; no tan pronto por lo menos.

Había pensado que sería él quien se atrevería a pedirle a Genoveva cometer tal falta,  pero en contra de todo pronóstico; tenía a la joven Princesa ante él pidiéndole que la hiciera suya.

—    Quiero ser tuya, Thomas. — Pronunció aquellas palabras como si quisiera dejar en claro que hablaba enserio, mas aquella frase también sirvió para comprobarle que había escuchado bien y no había sido una mala broma de su mente.

La joven se acortó la distancia entre ambos, colocando sus manos sobre las mejillas del hombre. — Bésame. — Le exigió. El Príncipe la tomó por la cintura, acercándola aún más a él.

La besó con deseo, sobresaltando a Genoveva en un inicio debido a lo rápido e intenso de la acción, pero no se demoró en corresponder el gesto intentando seguirle el ritmo al extranjero. Los labios expertos del hombre probaban los inexpertos de la Princesa, haciéndola sentir algo insegura del sí su forma tan torpe de devolverle el beso era la forma correcta.

Thomas se acomodó en el sillón para poder colocar a Genoveva sobre sus piernas. — ¿Estas segura de esto? — Cuestionó para escucharse considerado. Ella asintió con la cabeza antes de volver a besarlo.

Por supuesto que Genoveva no estaba muy segura de aquello, poco había escuchado hablar del tema, después de todo estaba prácticamente prohibido hacer preguntas sobre lo que era y que se suponía que pasaba al momento de entregarse a un hombre.

En algún momento de su vida había logrado escuchar a escondidas alguna conversación que algunas sirvientas de palacio habían mantenido entre ellas, en dónde entre risas una de ellas había narrado a sus compañeras un encuentro que había mantenido con su enamorado.

Sin embargo Genoveva no tenía información sobre qué era lo que conllevaba el sexo, cierta ocasión cuando su curiosidad la había invadido le había cuestionado a Vivianna sobre cómo era ese momento, mas lo único que había obtenido por parte de su hermana mayor había sido una reprimenda por tocar un tema tan escandaloso y prohibido, principalmente para una dama educada y decente.

Al haberle dicho que le preocupaba el cómo sería la noche de bodas con el hombre que algún día se convertiría en su esposo, la Reina con tal de evitar que el tema llegase más lejos tan sólo se limitó a decirle: Sólo deberás quedarte quieta y él hará todo.

Después de eso no había sabido más ni se había puesto a investigar por su cuenta.

Lo único que tenía claro es que era la forma de consumar una unión, que al entregar su pureza a un hombre; ese alguien tendría que ser el primero y único en toda su vida.

Estaba segura de querer que Thomas fuese ese alguien, mas no del acto en sí, no sabía bien el cómo se llevaría a cabo, tampoco tenía forma de saber qué era lo que el Príncipe esperaba de ella.

¿Debía simplemente quedarse quieta tal y cómo Vivianna le había dicho aquella vez o todo lo contrario?

¿Sería algo doloroso para ella?

Adivinando sus miedos, él acarició una de sus mejillas mientras la miraba a los ojos. — No tenemos que hacerlo si no quieres. — Habló él. —, podremos encontrar otra manera de obtener la bendición de la Reina. — Esperaba que ella no cambiara de opinión. — Te amo, Genoveva. Quiero hacer las cosas bien contigo. — El escucharlo decir que la amaba fue suficiente para la Princesa para disipar varias de sus dudas.

De igual forma, era un hecho el que jamás podría cambiar la percepción que su hermana tenía de Thomas, por experiencia sabía que intentar dialogar con Vivianna era imposible, su hermana mayor la veía como una niñita pequeña que carecía de la capacidad de tomar decisiones correctas.

—    Quiero hacerlo. — Intentó hablar con determinación. Asintió con la cabeza y colocó ambas manos sobre los hombros de su amado y fue descendiendo poco a poco, tocando con curiosidad, vergüenza y temor entremezclados el pecho cubierto por la vestimenta del hombre.

Thomas volvió a besar los labios de Genoveva, esta vez de forma dulce y pausada para hacerla sentir a salvo, deseando que ella estuviese lo más tranquila y relajada posible durante aquel encuentro, no quería alterarla ni asustarla, si ella reaccionaba violentamente podría alertar a alguien haciendo que los descubrieran antes de poder concretar el acto.

Sus labios descendieron hasta posarse sobre el cuello de la doncella, quién soltó un suspiro involuntario y aferró sus manos a la camisa del Príncipe en un impulso involuntario.

El Príncipe sonrió al ser testigo de la reacción de la joven.

Deseoso de seguir descubriendo la clase de reacciones que tendría la Princesa de Mystbelle ante su tacto, colocó una de sus manos en la cintura de la rubia y comenzó a ascender lentamente, estremeciéndola y robándole suspiros que lo invitaban a continuar.

Acarició uno de los pequeños pechos de la Princesa con una de sus manos, esto la sobresaltó por un segundo, pero se calmó cuando sus labios volvieron a ser capturados en un dulce beso.

Entre besos él alzó la falda del vestido de la Princesa en un movimiento lento, subiendo su mano por las piernas de ella. La joven comenzaba a sentir un cosquilleó que invadía varias partes de su piel, aunque aquello era algo nuevo y que una parte de ella sabía que aquello debería alertarla y hacerla retroceder, pero todo lo contrario, aquellas sensaciones antes desconocidas la hacían querer más.

En algún punto él la levantó tan sólo para poder recostarla sobre el sillón y permitirse el acomodarse sobre ella. Se deshizo de sus prendas superiores revelando su torso desnudo ante ella, la joven apartó la mirada apenada mientras que sus mejillas se coloreaban de un color que recordaba al de las fresas.

Thomas la tomó por la barbilla delicadamente haciéndola dirigir su mirada hacía él, con cuidado sujetó una de las manos de Genoveva y la colocó sobre su pecho. — Tócame,   preciosa. — Dijo, sabía que a las chicas poco se les decía sobre el acto sexual y eso poco generalmente era malo.

Una de sus compañeras del pasado le había dicho una vez que les decían que ese tema no era de su incumbencia, que no necesitaban saber nada al respecto y que al llegar el momento, sería el hombre quien realizaría todo lo necesario para que la mujer pudiese concebir un hijo, mientras que ellas no debían intervenir para nada.

Personalmente a él no le agradaba el que su compañera estuviese simplemente recostada sin decir o hacer nada; incluso le resultaba perturbador visto desde cierta perspectiva. Sabía que Genoveva era nueva en ello, quedaba en evidencia en la forma en la que reaccionaba y en la forma tan tímida y torpe que lo había besado, no iba a exigirle el mejor sexo de su vida ni sería demasiado intenso con ella, pero aunque no la amara, no quería lastimarla ni ser un desconsiderado al momento de reclamarla como suya.

Genoveva dudo un poco antes de tocar toda esa nueva piel descubierta, los grandes y azules ojos de la Princesa parecían no poder apartar la vista del marcado abdomen del Príncipe de Südseen. — ¿Disfrutas de la vista, pequeña? — Susurró a su oído con voz ronca, estremeciéndola.

La vergüenza y los suspiros que escapaban de sus labios sin que ella pudiese controlarlo, evitaban que respondiera a la pregunta del castaño, no quería escucharse vulgar dando una respuesta afirmativa, pero tampoco deseaba mentir al decir que no; eso podría hacer que aquel tacto terminase y ella no quería detenerlo, no aún por lo menos.

Las hábiles y expertas manos del Príncipe la levantaron ligeramente para poder desabotonar su vestido.

Las dudas e inseguridades la invadieron nuevamente. — ¿Y si él no pensaba que ella era bonita?, ¿Y si se decepcionaba al ver lo pequeños que eran sus pechos? — Su respiración se aceleraba conforme el bajaba la parte superior de su prenda, dejando al descubierto su corsé.

Genoveva sabía que la figura de su cuerpo era muy diferente cuando se desprendía de aquella incomoda prenda, la cintura que le moldeaba el corsé prácticamente desaparecía cuando no lo llevaba y si bien aun llevando aquella vestimenta sus pechos lucían pequeños, una vez que él le retirara el corsé se revelarían como dos diminutos bultos apenas perceptibles.

Temía no ser suficiente para él, que se llevara tal decepción que preferiría retroceder y olvidarse de ella.

Había cientos de Princesas mucho más hermosas de lo que ella era, Genoveva se consideraba a ella misma bonita, pero su belleza no resaltaba entre las doncellas de la corte. La única de sus características que parecía llamar la atención de los demás era lo rizado de su dorada cabellera, fuera de eso, ella estaba segura de poseer una belleza dentro del promedio.

Incluso sin títulos de por medio, sabía que la belleza de su hermana la opacaba completamente. Vivianna robaba miradas y suspiros a donde quiera que fuese, su cabello era de un castaño tan oscuro que algunos asegurarían que era negro, aquello hacía que sus ojos verdes resaltaran como un par de gemas preciosas, ella era alta y poseía un cuerpo con curvas que eran envidiadas por más de una mujer y deseadas por cientos de hombres. La belleza de su hermana se complementaba perfectamente con su inteligencia, entendía perfectamente por qué ella recibía tantas propuestas de matrimonio; era la clase de mujer que alguien desearía tener por esposa.

Mientras que ella era una torpe Princesa que era incapaz de resaltar en algo, simplemente era reconocida por ser la única hermana de la Reina de Mystbelle, sin embargo no la identificaban por alguna característica propia de ella.

—    ¿Estás bien? — Preguntó Thomas al notar que ella se había perdido en sus pensamientos. Genoveva sacudió su cabeza ligeramente para volver a la realidad.

—    Estoy bien. — Respondió. — Más que bien. — Reafirmó.

Los labios de ambos volvieron a encontrarse una vez más mientras se acariciaban mutuamente, recorriendo la piel expuesta del otro. Él reanudó la acción de desprenderla de su corsé y una vez que arrojó aquella prenda permaneció mirando el torso desnudo de la Princesa.

No decía nada ni parecía tener intenciones de tocar aquella zona de su cuerpo.

La mente de la Princesa la atacaba cruelmente con las mismas preguntas: ¿Pensará que no soy lo suficientemente bonita?, ¿Se estará burlando de mi cuerpo?, ¿Se ha llevado la más grande decepción de su vida?

Sintió el impulso de querer cubrirse con sus brazos para acabar con aquella tortura.

—    Dios, eres hermosa. — Dijo él en un tono de voz similar a un suspiro, ella se sonrojó a más no poder.

Uno de sus pequeños pechos fue capturado por una de las manos de Thomas, acariciándolo lentamente. Genoveva sintió un nuevo cosquilleo acompañado de una sensación que le era difícil de describir.

Su otro seno recibió las atenciones de los labios del hombre. La rubia echó la cabeza hacía atrás al sentir el cómo su amado besaba su pequeño busto, ella se aferró a los cabellos del hombre motivándolo a seguir y aumentar el contacto.

—    Thomas. — Suspiró la Princesa.

Sin detener la acción, con su mano libre terminó de alzar la falda de la joven. Acarició el interior de los muslos a penas cubiertos por la delgada tela de sus medias. Llevó su mano hasta dónde estaba la zona intima de la Princesa, ella reaccionó cerrando las piernas rápidamente debido a lo inesperado que resultó para ella.

—    Tranquila, mi dulce Genoveva. — Le dijo él. — Todo va a estar bien, te lo prometo. — Pausó sus acciones simplemente para hacerle una pregunta. — ¿Confías en mí? — Le cuestionó.

—    Sí, Thomas. — Respondió con honestidad. — Confío en ti completamente.

Con delicadeza la hizo separar las piernas y se colocó entre ellas para evitar que volviera a juntarlas. Se encargó de deshacerse de las prendas restantes que conformaban el vestido de Genoveva, ella simplemente conservaba sus medias y ropa interior inferior, mientras que él aún permanecía con su pantalón puesto.

Sabía que debía ir lento con ella, pero el hecho de que se encontraban en la biblioteca no lo dejaba del todo tranquilo, sabiendo que debería apresurarse antes de que alguien quisiera entrar al lugar. El hecho de que la puerta estuviera bajo llave en lugar de disuadir a alguien de ingresar, podría levantar sospechas e incluso más de una persona posiblemente se acercaría para forzar la cerradura.

Tampoco podía sacar de su cabeza el hecho de que la Reina podría notar la ausencia de su hermana e iniciar una búsqueda por todo el palacio para encontrarla, reafirmando que más que el miedo a ser descubiertos en una posición comprometedora, temía el que los interrumpieran antes de consumar el acto.

Bajó las prendas restantes de la joven, dejando expuesta la intimidad de la Princesa, apenas cubierta por unos pequeños vellos rubios. Tocó delicadamente la piel de aquella área con una de sus manos, ella se había tensado un poco así que el propósito de Thomas era el que hacer que la joven se relajara y humedecerla para que estuviera para recibirlo dentro de ella.

—    Mi dulce Genoveva. — Volvió a referirse de esa manera a ella. — Me encantas, mi amor.

—    Te amo, Thomas. — Logró decir ella entre suspiros. — Jamás había conocido a alguien como tú.

La sintió humedecerse y supo que el cuerpo de ella estaba listo para dar el siguiente paso. Se separó de ella por el tiempo suficiente para desabrochar su cinto y bajar sus pantalones junto a su ropa interior.

Genoveva quedó impactada al ver el miembro viril del Príncipe de Südseen, jamás había visto algo así y ciertamente no recordaba haber imaginado el cómo sería y si acaso alguna vez lo había hecho no había estado ni cerca de lo que sus ojos veían.

No pudo seguir observando por mucho tiempo, ya que él volvió a colocarse sobre ella y el contacto de ambos cuerpos desnudos fue una sensación diferente al que habían tenido cuando las prendas aún estaban presentes entre ellos.

Lo sintió acomodarse en su entrada y nuevamente ella volvió a tensarse y su mente la agobió con dudas de si acaso estaba segura de querer finalizar lo que habían empezado o si prefería detenerlo antes de que no hubiese vuelta atrás.

—    ¿Estás lista? — Preguntó Thomas.

—    ¿Va a doler? — Cuestionó ella con evidente temor.

—    Un poco. — Fue sincero al responder. — Pero tendré mucho cuidado para que duela lo menos posible, es una promesa. — Le sonrió. — Podemos parar en cualquier momento en que tú lo desees.

—    Estoy lista. — Dijo después de segundos de silencio.

Se introdujo en ella lentamente, el dolor invadió el cuerpo de Genoveva y fue aumentando poco a poco de manera gradual.

El topó con la barrera que simbolizaba la inocencia de la Princesa y la travesó, acallando el quejido de la chica besándola demandantemente en los labios, una vez que había entrado completamente en ella acarició uno de los pómulos de ella, secando una lágrima rebelde que había escapado de uno de sus ojos, besó su mejilla y le dedicó algunas palabras románticas que fácilmente pudieran parecer robadas de alguna  cursi historia de amor que se podría encontrar en alguno de los estantes de la biblioteca.

Comenzó a moverse con lentitud y sus embestidas fueron siendo cada vez más rápidas. El dolor fue reemplazado por placer y Genoveva entrelazó sus brazos por detrás del cuello de su amado, igualmente sus piernas fueron entrelazadas alrededor del cuerpo del Príncipe, acortando la distancia entre ambos.

Empezó a mover las caderas participando en aquel encuentro, deseando corresponder las atenciones que él estaba dándole.

El aroma de los perfumes y sudor de ambos se había mezclado, ambos gemían mientras se abandonaban al placer.

Ella sentía que finalmente había encontrado su historia de amor verdadero.

Él sentía que estaba un paso más cerca de obtener todo el poder con el que siempre había soñado.

Vivianna había inventado alguna tonta excusa que dudaba el Príncipe Anders hubiese creído, pero al menos había tenido la amabilidad de no oponerse a su partida.

El beso de su prometido la había tomado por sorpresa, había sido tan inapropiado y repentino que seguía procesándolo en su cabeza. No podía dejar de pensar en el hecho de que sus acompañantes habían sido testigos de tal acción y seguramente para ese entonces ya se habría corrido el chisme por palacio y alrededores.

Si bien era su prometido, los besos eran algo privado y aunque jamás habían discutido sobre el tema pensó que era algo que ya estaba implícito. Ciertamente ella jamás pensó que debería preocuparse por aquello.

Era un matrimonio arreglado, no se amaban, ¿Cuál era la necesidad de besarse?

Con Dorian jamás se había preocupado por ello, las veces que se habían besado se limitaron al día de la boda en donde al finalizar la boda religiosa el sacerdote había pronunciado la famosa frase: "Puede besar a la novia" y las pocas ocasiones en dónde intentaron concebir un hijo, fuera del ámbito privado jamás y ella había estado conforme con eso.

Jamás había llegado a enamorarse de su difunto esposo, él tampoco había llegado a amarla y habían dejado muy en claro eso en su momento. Fueron buenos amigos que cuando era necesario pretendían amarse para dar una buena imagen.

Pero él jamás la miro de la manera como en ocasiones lo sorprendió observando a  la Condesa de Wunsch; quién ella sabía había sido el más grande amor de él, sin embargo una boda con una heredera al trono era mucho más conveniente y se había visto forzado a proponerle matrimonio a ella, mientras que su amada había sido comprometida con el Conde Gerald de Wunsch, separando a dos amantes para siempre. Vivianna incluso recordaba a aquella mujer llorando el día del velorio de Dorian.

Una parte de ella se había sentido culpable, puesto que aquel hombre había pasado sus últimos días al lado de ella y no de la mujer a quien amaba.

Incluso en sus últimos momentos, en uno de sus delirios la había llamado Winifred; nombre perteneciente a la Condesa. Ella no lo había corregido, prefiriendo que su amigo partiera pensando que finalmente si había logrado estar al lado de su amada.

La última vez que lo besó fue en medio de uno de aquellos delirios, cuando Dorian dijo. — Winifred, bésame. —, sin duda la enfermedad y posterior muerte de su esposo la había dejado física y emocionalmente agotada.

Una de las razones por las cuales un segundo matrimonio no le entusiasmaba.

Aún seguía sin sentirse preparada para todo lo que conllevaba el casarse, continuaba intentando hacerse a la idea de que Anders dejaría de ser un Príncipe extranjero, que tendría que verlo todos los días, reinar a su lado y compartir el lecho, todo porque como Reina era su obligación darle herederos al reino.

No importaba el hecho de que el compromiso ya se había hecho público, ella aún no terminaba de aceptar el hecho de que pronto caminaría hacía el altar una vez más y de pronto ese hombre había tenido el atrevimiento de besarla poniendo sus pensamientos de cabeza y dejándola intranquila.

—    Thomas me ama. — Se repetía una y otra vez en su cabeza. La Princesa había comenzado a sentir remordimientos desde que había visto la pequeña mancha rojiza en uno de los pliegues de la falda de su vestido.

Su virginidad se había ido y aunque había sido con su consentimiento y Thomas había sido considerado con ella, no podía evitar sentirse culpable, por años le habían repetido que el valor de una mujer se basaba en su pureza y ella se la había entregado ya a un hombre.

Seguía diciéndose en su cabeza que había sido lo correcto, que era la única manera de asegurar un futuro al lado del hombre que su corazón había elegido, su hermana no tendría más opción que acceder a darles su bendición y ella podría casarse con Thomas, tendría su final feliz, entregarse al Príncipe de Südseen había sido un pequeño precio a pagar a cambio de su vida soñada.

Aun con eso en mente sentía la necesidad de convencerse a sí misma de que Thomas realmente la amaba, que no había cometido un error y que todo resultaría bien para ambos, todo estaría bien, entonces, ¿Por qué las lágrimas que salían sin parar de sus ojos decían todo lo contrario?

Una vez que había salido de la biblioteca se había dirigido a su habitación, donde rápidamente se había encargado de desvestirse, asearse y colocarse su camisón, sin importarle que aún faltara mucho para el anochecer.

Tomó la prenda manchada que daba evidencia de lo ocurrido y sintió el deseo de encender la chimenea y quemarla, pero en lugar de eso abrazó el vestido y se soltó a llorar, se recostó en la cama aun aferrándose a la prenda mientras seguía repitiéndose las mismas palabras.

—    Thomas me ama. — ¿Cuántas veces tendría que decirlo para dejar de sentirse agobiada?, ¿En algún momento la culpa se iría?

Genoveva deseaba el tener a alguien con quien compartir lo recién vivido, alguien que no la juzgara sino que la escuchara, pero bien sabía que estaba sola.

Seguía sumergida en sus pensamientos, tratando inútilmente de distraerse revisando documentos y leyendo correspondencia, pero su mente seguía repitiendo aquel beso en su cabeza. Inconscientemente llevó una de sus manos hasta sus labios acariciándolos con sus dedos.

Cerró los ojos y repitió aquel suceso en su mente; siendo esta vez un recuerdo más claro. Unos cuantos golpes a la puerta de su oficina la sobresaltó. — Adelante. — Dijo aun sintiéndose un poco alterada, reprimiéndose por sus pensamientos previos.

Se abrió la puerta y el Príncipe Anders se asomó un poco sin ingresar completamente al lugar. — Oh, es usted. — Dijo ella escuchándose más disgustada de lo que se había propuesto.

—    ¿Podemos hablar, Majestad? — Cuestionó él, Vivianna desvió la mirada para no hacer contacto visual con el hombre. —, enserio creo que debemos tener una conversación respecto a lo que pasó hace unos momentos.

—    Considero que a usted poco le importa lo que yo diga, Alteza. — Dijo ella. Anders suspiró antes de ingresar por completo a la oficina de la Reina, cerrando la puerta una vez dentro. Vivianna había enfocado su atención en alguno de los documentos sobre su escritorio, pretendiendo que poco le importaba la presencia de su prometido.

—    Lamento si me tomé demasiadas libertades al darle un beso. — Habló Anders, ella volteó a mirarlo, conservando aquel porte autoritario y sereno que la caracterizaba.

—    Por supuesto que se tomó demasiadas libertades, Alteza. — Dijo ella. — sus acciones fueron... — Se puso de pie dejándose llevar por la frustración que sentía. — fueron... reprobables, no puede simplemente hacer ese tipo de cosas como si no significaran nada.

—    ¿Quién dijo que no significó nada? — La interrumpió, el Príncipe se acercó a ella con lentitud, ignorando la mirada furiosa de su prometida. — Vivianna...

—    ¡Reina Vivianna! — Exclamó ella corrigiéndola, provocando las risas del hombre. — ¿Podría hacerme saber qué le parece tan gracioso, Alteza? — A ella no le simpatizaba que tomaran a broma sus palabras; algo que usualmente pasaba por el simple hecho de ella ser mujer, pero no pensaba permitir que aquel hombre tuviese el atrevimiento de hacerla menos, iba a casarse con él, sí, pero no estaba dispuesta a ser ese tipo de esposa que permitía humillaciones por parte de su marido.

—    Vamos a casarnos, ¿No crees que deberíamos comenzar a tutearnos? — Propuso él. — ¿O acaso piensas que siempre  nos tratemos con tanta formalidad?

—    Príncipe Anders, debo recordarle que aún no estamos casados. — Comentó ella. —  no es apropiado tener esa clase de confianza, pero me ha quedado claro que eso a usted poco parece importarle provocar todo tipo de escándalos.

—    Sólo besé a la mujer que se convertirá en mi esposa, personalmente pienso que no debería ser condenado por ello. — En algún punto ella se percató de que ambos habían estado acercándose lentamente el uno al otro y ahora se encontraban a escasos centímetros de distancia, él se atrevió a tomarla por la cintura y ella estuvo a punto de reclamar por ello. — ¿Vas a hacerme pagar por eso, querida?, porque quizá desee volver a hacerlo. — Y cumpliendo con aquellas palabras, besó los labios de su prometida con deseo.

Se separó ligeramente de ella, aguardando por la reacción de Vivianna. — Desafiar a una Reina puede traer consecuencias lamentables para quien lo hace, debería tomarlo en cuenta, Alteza. — Dijo ella. — Se arriesga demasiado por muy poco.

—    No pienso de igual manera, jamás te consideraría poca cosa, Vivianna. — Habló él volviendo a tomarla por la cintura y acercando sus labios peligrosamente a los de ella. —, ¿Es poco apropiado querer ganarme el corazón de mi futura esposa? — Cuestionó.

—    Es una pérdida de tiempo, Príncipe Anders. — Opinó ella. — Ya estamos comprometidos, tendrá mi mano en matrimonio y con ello la corona de Mystbelle, será el nuevo Rey, ya lo tiene todo, no tiene sentido alguno el que intente tal locura.

—    Yo no diría que carece de sentido, mi Reina. — Ella pensó que volvería a besarla, sin embargó Anders terminó por distanciarse. — Nos veremos luego, querida Vivianna. — Se despidió dejándola con la sensación de que algo le faltaba.

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