Capítulo 37

¿Quién diría que lo conseguiría al final del día?

Gracias a la ingenua y estúpida de Genoveva se había logrado quedar en Mystbelle el tiempo suficiente para obtener la confianza y apoyo del pueblo, sin mencionar que la rubia le había dado un hijo que garantizaba que su sangre quedaría por siempre en la familia Real de Mystbelle, también tenía que agradecer a la patética de Solveig ya que sin el veneno que diariamente colocó en el té del anterior Rey, él no hubiese logrado jugar sus cartas de tal manera que hizo parecer que la culpable de ello era Vivianna.

Oh Vivianna, el ser una mujer intentando convertirse en una Reina justa para todos había sido su perdición, de haber sido un varón las cosas habrían sido muy distintas, ya que nadie le hubiese cuestionado sus decisiones ni mirado con malos ojos cada uno de sus movimientos, de hecho, si todos los idiotas del consejo Real tuvieran la mente abierta sabrían que la chiquilla era una excelente Reina que había elevado las riquezas del reino durante el tiempo en que llevó la corona, sin duda, su maldición había sido nacer como mujer, ya que de haber sido hombre en lugar de crueles acusaciones de brujería habría recibido la admiración de varios Monarcas.

Habría logrado grandes cosas con un poco más de tiempo y apoyo, era una lástima que nadie lo supiese valorar y se deshicieran de ella; un daño que aún lamentaba puesto que sin duda tenerla de su lada le hubiese brindado grandes beneficios, sin mencionar que él si reconocía que ella poseía una impresionante inteligencia, era una gran estratega, sin duda una mujer mucho más interesante que cualquier otra insignificante mujer de la realeza.

Una verdadera lástima que ella fuese un obstáculo en su camino.

—No te preocupes querida, cuidaré bien de tu adorado reino y tu amado sobrino — Pensó el castaño frente al espejo —, Thomas es el heredero a la corona y es mi hijo, por lo tanto mi sangre será por siempre parte de la familia Real de Mystbelle, sé que eso te habría encantado Vivianna.

Desde el momento en que los miembros del consejo Real junto a los nobles de Mystbelle habían aceptado y decidido que él era el más indicado para portar la corona (aunque fuese de forma temporal), había esperado impacientemente a que el día de su coronación llegase. Su ego estaba por lo más alto el día en que el muelle estaba repleto de navíos de distintas naciones; incluyendo a Südseen, algunos de sus hermanos incluyendo a Caleb, Johannes y Xavier arribaron al puerto de Mystbelle, en sus rostros podía distinguir la furia y envidia, había logrado lo que ellos no: obtener la corona de aquel reino.

El pueblo entero estaba adornado con cintas de colores y había alegría por doquier, incluso Thomas juraría que el paisaje le parecía más hermoso de lo que antes parecía ser.

Había ganado y saborearía cada instante de su victoria.

En la capilla, conservó la mirada en alto y observó con detenimiento las expresiones faciales de cada uno de los presentes, quería asegurarse de que cada uno de ellos estuviese atento al momento en el que se convertiría oficialmente en Rey sin que ninguno de ellos pudiese hacer algo al respecto.

El sacerdote dio el mismo discurso que había escuchado durante la coronación de la anterior Reina, el religioso tomó entre sus manos la corona, para después acercarse al hombre.

—Rey Thomas de Mystbelle — Pronunció el sacerdote mientras colocaba la corona sobre la cabeza del castaño.

— ¡Rey Thomas de Mystbelle! — Exclamaron todos los presentes.

Thomas tenía propuesto saborear esas palabras, sin embargo antes de que siquiera fuese capaz de sonreír victorioso, las puestas del templo se abrieron de par en par con brusquedad, una violenta ráfaga de tiempo trajo consigo tierra, hojas secas y algunos listones coloridos que antes decoraban las calles.

El mal clima había llegado a Mystbelle.

Los fuertes vientos habían estado siendo acompañados por lluvia y la marea embravecida por los últimos días, en un principio todos se convencieron de que incluso un reino como Mystbelle sufría de un mal clima de vez en cuando, sin embargo esa repentina y misteriosa tormenta había durado demasiado para ser considerada normal, la lluvia había hecho colapsar los tejados de algunos hogares, las ráfagas de viento ocasionado que altos árboles se derrumbasen y las violentas olas impedían que barco alguno abandonase el muelle.

La tormenta había afectado tanto a los habitantes del reino como a los extranjeros que ahora se hallaban atrapados en Mystbelle, los recursos empezarían a escasear muy pronto, las cosechas amenazaban con perderse, la leña junto a cualquier cosa clasificada como alimento era ahora el equivalente al oro para todos. Muchos se encomendaban a Dios y rezaban para que aquel mal clima terminase pronto, algunos ya habían enfermado y la atención medica que el reino podía ofrecer no sería suficiente si la situación empeoraba.

Thomas se quería convencer de que era un desastre natural, ocasionado quizá por la mala suerte o el cruel destino, pero que como todo en la vida tendría un final, sin embargo muchos ya estaban al borde de la desesperación, los habitantes de Mystbelle eran supersticiosos y no habían tardado en concluir que aquella era la furia de la Reina Vivianna vengándose por haberle arrebatado la vida.

El Rey de Mystbelle sabía que tenía que poner todo de sí para mantener calmados a todos mientras la tormenta los mantuviera encerrados en sus casas o en el castillo, de no ser así, era cuestión de tiempo para que lo señalasen como el responsable del desastre que ocurría afuera.

Apenas y tenía un momento de descanso, entre intentar encontrar soluciones rápidas y efectivas para todo aquel que acudiese a él con una problemática urgente, aparentar ser un Rey benévolo que se preocupaba por el bienestar de sus súbditos y asegurarse de que Solveig no perdiera la cordura y cuidase bien del Príncipe, casi no era capaz de refugiarse en sus aposentos.

Ahora no sólo dormía con una daga bajo la alarma, sino que a lo largo del día, constantemente se aseguraba de mantener su espada cerca en caso de que necesitase enfrentarse a alguien. El constante deseo de embriagarse ya fuera para relajarse o simplemente perderse en el alcohol lo invadía, sin embargo se resistía a ser seducido por un buen vino o alguna bebida más fuerte, tenía que mantenerse alerta, aunque eso comprometiese su salud y cordura.

La sirvienta a quien había encomendado la protección y cuidados de su hijo era víctima de sus propios pensamientos, lo notaba al ver las ojeras bajos sus ojos y la delgadez de su cuerpo que dejaba ver algunos de sus huesos, sus pómulos estaban más marcados al igual que sus clavículas y su cabello se veía seco, además de que ponía menor empeño al peinarlo. Constantemente la escuchaba rezar mientras se aferraba a su rosario, así como también seguía comentándole que estaba segura de haber visto a Vivianna cerca de la cuna del bebé, Solveig se encontraba en un estado deplorable y no podía fiarse de las cosas que aseguraba haber visto.

Aun cuando él mismo en más de una ocasión había creído visualizar a la fallecida Reina en varios rincones del palacio, atribuía eso al cansancio, sin embargo prefería abstenerse de comentárselo a alguien; mucho menos a Solveig, eso tan sólo haría que se volviese aún más paranoica y no ayudaría en lo absoluto.

—Ella está muerta — Se repitió por milésima vez en el día —. Nadie regresa de la muerte, ni existen los fantasmas — Agregó.

Su vista lo engañaba cada vez que la menuda figura femenina se cruzaba rápidamente junto a él, debía haber una explicación lógica que no lo dejase ver como un loco frente a todos o alguna manera de hacerla desaparecer por completo de su mente y rápido.

Algunos nobles de Mystbelle se habían resignado a aceptarlo como su Rey, sin embargo no era algo que les alegrase, estarían más que dispuestos a quitarlo del camino aprovechándose del caos.

—Es posible que todo este tiempo quien estaba vinculado con la magia negra hubiese sido ese hombre y no la Reina Vivianna — Comentó el Duque con voz baja para evitar que el actual Rey de Mystbelle le escuchase —. Es posible que él la haya inculpado de todo para quedarse con la corona.

—Pero él ni siquiera formaba parte de la línea de sucesión al trono ¿Por qué asesinaría si no tenía el éxito asegurado? — Cuestionó uno de los miembros del consejo Real para desestimar su teoría, una nueva acusación de brujería no le convenía a nadie.

—Sin mencionar que declarar que el Rey Thomas es el verdadero hechicero sería admitir que condenar a la Reina Vivianna por brujería fue un error ¿Una equivocación? — Intervino otro — ¡Varios de nosotros seríamos juzgados por inculpar a alguien inocente!

—El pueblo exigió la muerte de la Reina Vivianna, si hay que señalar un culpable ¡Fueron ellos al presionar a que todo se efectuase de forma tan rápida! — Dijo uno.

—Tan sólo hay que asegurarnos de que el Rey Thomas no sea un peligro — Comentó el Duque — ¡No podemos descuidarnos ni un segundo! Nuestras vidas están comprometidas.

—Caballeros — Los presentes se sobresaltaron al escuchar la voz del castaño —. Entiendo su preocupación y debido a los antecedentes de brujería en este reino, comprendo que sea su primer conclusión ya que la situación que atraviesa Mystbelle es bastante inusual — Habló Thomas con calma —, sin embargo debo admitir que su teoría es fácil de desmentir, puesto que si realmente yo hubiese hecho algo horrible para conseguir el trono ¿Por qué ahora que conseguí ese objetivo provocaría una catástrofe en el reino?

El cuestionamiento del Rey ocasionó que los hombres se miraran entre ellos, aceptando que realmente no habían considerado ese importante factor.

Lo dicho a los nobles tan sólo le otorgaría un poco más de tiempo, sin embargo si la tormenta no se detenía pronto, estaría condenado. Una vez que ingresó en sus aposentos suspiró, estaba agotado y en su cabeza sólo intentaba idear un plan que lo salvase de aquellas acusaciones que empezaba a tener.

—Entiendo por lo que está pasando, mejor de lo que cree — La conocida voz femenina consiguió asustarlo. Allí estaba ella, de pie frente a la ventana —, pasé por eso, aunque claro, usted lo sabe perfectamente.

— ¡Tú estás muerta! — Exclamó a la mujer frente a él.

—Unos días siento el Rey y ya ha enloquecido, debo de admitir que me decepciona un poco — Comentó la que parecía ser Vivianna — ¿No es lo que usted tenía en mente?

— ¡No estás aquí! ¡Ni siquiera existes! — Gritó Thomas.

—Entonces no entiendo por qué esta gritándome, si no existo fácilmente podría ignorarme — Dijo la mujer —, pero usted prefiere seguir conversando conmigo o mejor dicho, gritando incongruencias.

— ¡No es ninguna incongruencia! ¡Yo mismo vi como morías! — Habló Thomas.

—Si bueno, usted ahora mismo está seguro de que está viéndome — Mencionó ella — ¿Qué tan fiable es su vista Majestad? — Cuestionó ella.

Aquella fue la primera de varias veces que aquella mujer se dirigió a él, sin embargo siempre sucedía cuando se hallaba completamente sólo, lo que fuese que tuviera la apariencia de la Reina Vivianna invadía por completo su privacidad y lo perseguía a dónde quiera que fuese.

Intentaba no gritarle para que se esfumara; no sólo porque no había resultado, sino porque también el gritarle a una mujer que posiblemente sólo él era capaz de ver no lo haría ver demasiado cuerdo.

Aquella mañana Solveig nuevamente había asegurado entre llanto que la Reina Vivianna había estado en la habitación del bebé, incluso aseguró que la mujer había cargado en brazos a su hijo y amenazado con llevárselo. La sirvienta creía que el niño no estaba a salvo en el castillo, pero él le decía que era imposible (A pesar de que él mismo había conversado con la mujer o su espíritu).

Para tranquilizar un poco a la mujer fue a la habitación de su hijo, al menos le tranquilizaba saber que aquella misteriosa Vivianna no lo atormentaba cuando alguien más se encontraba en la misma habitación que él. Tan sólo tendría que estar unos minutos en la habitación para demostrarle a ella (y a sí mismo) que todo estaba en su cabeza, que Vivianna estaba más que muerta.

Pero era un plan demasiado sencillo como para que resultase bien.

Cuando estaba a punto de salir de la habitación, una voz a sus espaldas lo hizo girarse velozmente.

— ¿Qué sucede? — Cuestionó Solveig confundida.

Thomas no respondió.

Sin poder creerlo, escuchó la voz de Vivianna cantar una canción de cuna mientras observaba con amor al pequeño que descansaba en su cuna, nunca la había escuchado cantar ¿O sí? ¿Podría estar imaginándose tan claramente algo que jamás presencio?

Vivianna lo miró de reojo sin detener su canto, sonrió y devolvió su atención al bebé.

—Siempre quise un bebé — Comentó la fallecida mujer —. Supongo que no se puede tener todo en la vida.

—Ella está aquí ¿Cierto? — Escuchaba la voz de Solveig, pero no prestaba atención a lo que decía, estaba atrapado en su asombro al ver a Vivianna allí.

Parpadeó un segundo y de pronto la escena fue distinta, Solveig sostenía al pequeño en brazos mientras que aseguraba que se llevaría al niño para siempre, dónde Vivianna no podría encontrarle, un segundo después, antes de que siquiera fuese capaz de reaccionar observó cómo Vivianna clavaba una espada en el cuerpo de la sirvienta

¿Acaso era su espada?

Solveig cayó al suelo, agonizando de dolor mientras la sangre brotaba de su cuerpo de forma rápida mientras poco a poco perdía el conocimiento y la vida, salió de su asombro y se giró a ver a Vivianna, un poco de la sangre de la sirvienta la había manchado, pero ella estaba sonriente mientras mimaba al bebé.

— ¡La mataste! — Exclamó Thomas.

— ¿Yo? — Cuestionó confundida — ¿Pero cómo he podido ser yo? Estoy muerta ¿Lo olvidaste?

De pronto el llanto de su hijo lo devolvió a la realidad. El pequeño Príncipe se hallaba llorando en su cuna mientras que el cuerpo sin vida de Solveig estaba en el suelo; el cual estaba cubierto de su sangre, pero era él quien sostenía el arma homicida y estaba manchado de aquel líquido rojizo.

¿Qué había sucedido?

No terminaba de entender lo que ocurría, tan sólo sabía que tenía que librarse de esa situación, no perdería todo por culpa de una insignificante mujer como lo era Solveig, había llegado tan lejos y obtenido todo lo que siempre había querido como para arriesgarse a que aquello se lo arrebatase en un abrir y cerrar de ojos.

—Ella se lo merecía — Vivianna reapareció en la habitación —. Ella asesinó a mi esposo, así que no era alguien inocente, además ella era un peligro, estaba a punto de explotar y revelar a todos tú más grande secretito.

Necesitaba borrar cada pista que lo involucrase con el homicidio de Solveig.

—Pusiste a todos en mi contra, incluso a Solveig, a mi hermana...— Mencionó la mujer —. Diría que todo esto lo has provocado tú. No es tan divertido lidiar con las consecuencias de tus actos ¿O sí Thomas? — Cuestionó ella.

— ¿Estás aquí para matarme? — Preguntó él.

—Estoy dentro de tu cabeza, no podría hacerlo ni aunque quisiera — Respondió Vivianna —, pero en realidad no quiero hacerlo. Quiero ver cómo tú mismo te encargas de destruir a Mystbelle y a todos en el reino, anhelo observar que pierdas todo, incluida tu cordura — Declaró ella —. Me aseguraré de que nadie te haga daño, pero tan sólo porque deseo que permanezcas con vida el tiempo suficiente para ver como todo este maldito reino se derrumba sin que puedas evitarlo...

—Estás detrás de todo esto...

—Cree lo que quieras, de igual manera, eso no cambiará nada — Dijo Vivianna —. Estaré a tu lado, tal y como querías ¿Acaso esa no fue la propuesta que me hiciste antes de morir? — Le recordó — Te prometo estar por toda la eternidad a tu lado, no darte ni un segundo de tranquilidad, te protegeré de ti mismo porque no permitiré que escapes de tu sufrimiento, hasta que yo lo desee así — Aseguró — ¡Larga vida al Rey Thomas de Mystbelle! — Exclamó con una sonrisa en su rostro.

En ese momento supo que Mystbelle y todos en él estaban condenados, así como que su cordura era inexistente.

Esa era su perdición. 

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