Capítulo 30
Vivianna correspondió el beso de su esposo mientras lo tomaba por los hombros, Anders se encontraba arriba de ella, con cuidado de no dejar caer todo su peso sobre ella, tomándola por la cintura con una de sus manos.
—Desearía poder quedarme así contigo, por siempre — Confesó el Rey. Ella no respondió nada, simplemente sonrió ligeramente.
Aún no se sentía preparada del todo para volver a la normalidad, sin embargo llevaba los últimos días luchando consigo misma, reintegrándose poco a poco en los deberes reales, puesto que mientras algunos en el reino continuaban considerando el fallecimiento de la Princesa algo reciente, el consejo Real había encontrado la manera perfecta para volver a presionarla con el tema de un heredero a la corona.
Con un argumento flojo intentaron que su indiferencia se camuflara como preocupación por el futuro del reino, si bien el hijo que había tenido Genoveva podría garantizar que la sangre real de Mystbelle no se perdería, no debían confiarse puesto que el destino era incierto y tendía a ser cruel, por lo cual era importante que concibieran uno o más hijos lo más pronto posible.
Añadieron que si la Reina anunciaba su embarazo inspiraría a los súbditos para sobreponerse ante la reciente desgracia.
No compartía la misma opinión que los miembros de su consejo; tampoco Anders lo hacía e incluso en su privacidad se habían negado a compartir el lecho, sin embargo aquella noche lo habían hecho, más porque esperaban quitarse un peso de encima que por placer o deseo. No era que a alguno de ellos le disgustase la idea de pasar la noche juntos, pero todo el contexto que los rodeaba no era el ideal para ninguno.
—Al menos así podríamos olvidar o ignorar todos los problemas que aguardan por nosotros una vez que abandonamos nuestros aposentos — Retomó la palabra el Rey.
—Creo que me es imposible dejar de pensar en todos esos problemas, pero me siento afortunada de tener tan agradable compañía en medio de toda esta tempestad — Dijo Vivianna —. Espero que las cosas mejoren pronto y esta tranquilidad no se tan sólo algo efímero o aparente, sino que sea real y duradera.
—Así será, mi Reina — Afirmó el pelirrojo —. Ya lo verás. Cuando menos lo esperes todo esto se habrá convertido en un amargo recuerdo.
Thomas se mostraba interesado por involucrarse en el cuidado y crianza de su hijo, principalmente frente a Solveig, en quien había generado una impresión equivocada sobre él, pero que resultaba extrañamente conveniente.
Solveig compartía algo con la fallecida Princesa y ese algo era su ingenuidad, afortunadamente la joven confundía la frialdad de la Reina con malicia, el misterio que rodeaba a Vivianna era malinterpretado como algo negativo y una premonición de que alguna tragedia llegaría.
Ya muchos en el reino percibían algo raro en el hecho de que la Reina pasaba gran parte de su tiempo con el pequeño Príncipe de Mystbelle, algunos sirvientes habían sido testigos de momentos en que la Reina había impedido que él pasara siquiera un corto tiempo a solas con su hijo; lo cual era sospechoso ante las miradas ajenas que desconocían lo que ocurría entre Vivianna y él.
Sin embargo Solveig tenía algo más que la diferenciaba del resto de sirvientas del castillo, tenía una mala experiencia con Vivianna. La Reina se había mostrado firme, estricta y poco permisiva para con Solveig, prescindiendo de su servicio como dama de compañía y asignándole deberes que requerían de mayor esfuerzo, reduciéndola a ser una sirvienta más del montón. La joven estaba predispuesta a odiar a la Reina, Thomas tan sólo tenía que mover los hilos correctamente.
—Alteza, creo que debería devolver al Príncipe a su cuna antes de que alguien se percate de que esta con usted — Habló Solveig con voz temblorosa mientras miraba nerviosa por la ventana para ver la posición del sol que indicaba en qué hora del día se hallaban —. Si la Reina solicita ver al Príncipe...
—La Reina Vivianna se ha reintegrado a sus deberes reales, por lo cual dispone de menos tiempo libre — Dijo Thomas para tranquilizarla —. Este pequeño y yo podemos estar juntos un par de minutos más sin que ella se entere — Cargó al bebé con falso cariño.
—Con todo el respeto del mundo, Alteza — Aclaró Solveig antes de dar su opinión al respecto —, pienso que es demasiado arriesgado, si alguien le informa de esto a la Reina o ella se entera por cualquier otro medio, no sólo mi empleo estaría en riesgo sino que usted y el Príncipe estarían bajo vigilancia más estricta, habría menos oportunidades para que pudiera estar a solas con su hijo.
Thomas suspiró y bajo la mirada desanimado.
—Tienes razón, Solveig — Aparentó tristeza —. Es sólo que siempre me es difícil separarme de él, me gustaría no tener que separarme de su lado nunca...es lo único que me queda de mi adorada Genoveva — Dijo finalmente.
Solveig sintió una gran angustia e impotencia al no poder ayudarle. El hombre le entregó al bebé en brazos.
—Será mejor que te apresures a devolverlo a su cuna antes de que sea hora de que la nodriza lo alimente — Comentó Thomas —. Tú misma lo has dicho, es arriesgado para todos...más para ti.
—Si dependiera de mí, créame que le permitiría pasar todo el tiempo del mundo con el Príncipe, sin impedimentos — La sirvienta se encontraba en una complicada situación en que su deber contradecía completamente sus deseos y principios, su lealtad tenía que estar con la corona, debía obedecer las órdenes de sus Majestades sin cuestionarles, pero era fiel creyente de que un niño necesitaba de sus padres, aquel bebé había perdido a su madre tan pronto como había llegado al mundo y era importante que tuviese a su padre a su lado, que no importaba cuanto la Reina amara al niño — Si es que lo hacía, claro estaba — , el cariño de una tía jamás podría sustituir o equiparar el de un padre —, pero le prometo que en cuanto se vuelva a presentar una oportunidad, me encargaré de que ambos vuelvan a reunirse.
—No sé qué haría sin usted, Solveig — Dijo el castaño colocando una de sus manos en el brazo de la sirvienta —. Sin Genoveva aquí, pensé que estaría completamente sólo.
—No piense eso Alteza, le sorprendería saber cuántas personas en el reino le tienen un verdadero aprecio — Comentó la chica —. Muchos se alegraron en cuanto se anunció su compromiso con la Princesa, usted parece ser un hombre amable y ha convivido más con los habitantes de Mystbelle que la propia Reina Vivianna.
—Su Majestad carece de habilidades sociales o tal vez esté al tanto de los rumores sobre su persona — Argumentó el hombre —. Quizá prefiera mantenerse al margen para evitar mal entendidos.
—Pues déjeme decirle que eso provoca todo lo contrario — Dijo ella bajando el volumen de su voz, con temor de que alguna otra sirvienta la escuchase y se lo informase a los Reyes —. Algunos le tienen muy poca confianza a la Reina, piensan que es muy extraña y que esconde secretos muy oscuros.
— ¿Qué clase de cosas que podría esconder su Majestad? — Soltó una pequeña carcajada — Quizá aparente ser una mujer fría, calculadora y eso genere desconfianza en ciertas personas, pero no creo que sea cruel ni una bruja como muchos aseguran, estoy seguro de que ella busca el bienestar del reino y de mi hijo.
Solveig se encontraba dudosa, sospechaba que el Príncipe de Südseen podía estar en un grave error.
—Sin mencionar que desde que conoció al Rey Anders las cosas cambiaron un poco en el castillo.
—Esa es la impresión que muchos tuvimos, cuando él la estuvo cortejando fuimos testigos de momentos entre ellos que parecían dignos de una nóvela romántica, creímos que finalmente alguien derretiría el corazón de hielo de su Majestad, pero ella continua siendo tan...— Pausó repentinamente — ¡Dios! No debería estar hablando de esta manera de su Majestad.
—Descuide, será nuestro secreto — Sonrió amablemente —. Tú me has demostrado tu apoyo Solveig y lo que menos puedo hacer es guardar silencio en esta ocasión y en todas las necesarias — Dijo —. Puede confiar en mí, Solveig. Estamos juntos en esto ¿No?
—Eso creo — Titubeó un poco la mujer —. Bueno, debería de irme antes de que ambos estemos en problemas que resulten irremediables.
—Tenga un bello día, Solveig — Le deseo el castaño para después enfocar su mirada en su primogénito —. Igual para ti, mi pequeño Príncipe, te prometo que papá volverá a pasar tiempo contigo en cuanto le sea posible.
Depositó un pequeño beso en la frente del bebé; algo que le pareció sumamente adorable a Solveig. Tras algunas cortas palabras de despedida, la sirvienta abandonó la habitación llevándose consigo al niño a pesar de que le rompía el corazón contribuir a la separación de una familia, aun cuando esta fuera temporal.
Solveig recargó su espalda en el marco de la puerta, pensando en la conversación que había mantenido con el Príncipe de Südseen horas antes, en el cómo las cosas habían cambiado desde el baile en donde la Princesa Genoveva le había conocido hasta la actualidad, mientras se hacía varias teorías de lo que podría pasar en el futuro.
—Ella ni siquiera le deja ver a su hijo con completa libertad — Murmuró.
Aunque lo que ella dijo fue inentendible para las demás personas allí, varias sirvientas se giraron a verla, curiosas de saber que era aquello que su compañera había dicho hacía apenas unos segundos, pero que celosamente había guardado para sus propios oídos.
— ¿Qué ocurre Solveig? — Cuestionó una de ellas, sospechando que la mencionada era portadora de un interesante y probablemente escandaloso rumor.
Solveig alzó la mirada, observándola alarmada e iniciando a titubear.
—Nada está pasando ¿Qué te hace pensar eso? — Respondió con otra pregunta, intentando pretender que todo estaba en orden — Tan sólo estoy algo agotada, no me presten demasiada atención.
—La vida de sirvienta es toda una hazaña para la damita de compañía — Se burló otra, recordándole a todas el que solía ser el anterior trabajo de la chica. —. Sin mencionar que la damita se desapareció gran parte de la tarde.
—Estaba cuidando del Príncipe — Justificó su ausencia.
— ¿Acaso sus Majestades te encomendaron esa tarea? — Preguntó una de ellas con sospecha —. Me parece difícil de creer que la Reina confiara en ti lo suficiente para ello, después de todo, prescindió de tus servicios como dama de compañía de la Princesa Genoveva; que en paz descanse.
—No entiendo la relación de ambas cosas — Dijo Solveig.
—Que si no confió en que tu cuidaras de una jovencita de quince años, mucho menos de un bebé de pocos meses de nacido — Mencionó la otra, provocando que las demás cayeran en cuenta de aquello.
La atención sobre ella se intensificó.
—No soy nadie para cuestionar las órdenes de su Majestad — Dijo Solveig para librarse del tema —. Tan sólo cumplí con mi trabajo; algo que todas deberían estar haciendo todas ustedes en lugar de interrogarme como si yo fuera una criminal.
—Y usted, damita Solveig debería llevarle su té a la Reina, veo que no se encuentra haciendo nada más que permanecer allí recargada y conversando como si esto se tratase de una tarde de campo — Intervino otra sirvienta entregándole una charola en sus manos.
— ¿Su Majestad solicitó su té a esta hora? — Cuestionó Solveig desconcertada puesto a que no era algo que formase parte de la rutina diaria de la Reina.
—Tan sólo encárgate de llevarlo a sus aposentos sin preguntas carentes de relevancia — Quiso evitar que aquella inocente petición de la Reina generase malos entendidos o rumores que rayasen en lo ridículo —. Tú lo has dicho, no somos nadie para cuestionar las órdenes de su Majestad.
Al ver cómo sus propias palabras eran usadas en su contra, la sirvienta tan sólo se limitó a asentir con la cabeza y retirarse.
Vivianna dio un pequeño sorbo a su té antes de dejar la taza sobre la mesa.
— ¿Mala decisión de té? — Cuestionó el Rey al percatarse de la acción realizada por su esposa. Ella alzó una de sus cejas.
—No, no hay ningún problema con el té — Respondió la Reina —. Sólo dejaré que se enfríe un poco — Agregó para explicar el motivo del porqué no había continuado bebiendo aquella infusión; aunque lo creía poco importante como para requerir justificación alguna.
Vivianna tomó su abre cartas para abrir un sobre.
— ¿Trabajo en la alcoba, mi Reina? — Preguntó Anders, la mujer le miró de reojo.
— ¿Acaso no puedo recibir correspondencia que no se relacione con trabajo? — Hizo la observación, colocando a su esposo en una complicada situación puesto que empezó a balbucear; creyendo que había cometido un grave error al hacer tal comentario.
Vivianna comenzó a reír al ver tal escena.
—Descuida querido, estoy al tanto de que no me caracterizo por ser una persona con una gran cantidad de amistades personales — Dijo ella —. Si se trata de algo laboral, me mantuve alejada de mis responsabilidades por un tiempo considerable y...
—Y todo está en orden — La interrumpió, colocando una de sus manos sobre el hombro de su esposa — ¿O es que acaso su Majestad duda de mi desempeño estando a cargo? — Se acercó peligrosamente al rostro de la mujer — ¿Mi Reina se encuentra inconforme con mi trabajo? — Cuestionó antes de depositar un beso en el cuello de Vivianna.
—Ahora no, Anders — Lo alejó con un ligero empujón —. Al menos permite que lea la carta, puede que sea importante y no pueda esperar — Condicionó ella.
—Oh, Reina Vivianna le suplicó que no extienda mi tortura de esta manera — Suplicó el Rey volviendo a intentar besarla.
— ¡No seas dramático! — Exclamó entre risas — Según recuerdo me casé con uno Príncipe de Fredeborg; no con el bufón de la corte — Bromeó con el único fin de molestarlo un poco.
— ¡Oye! — Gritó fingiéndose ofendido por las palabras de la Reina — Esto lo pagará muy caro, Majestad — Se puso de pie, algo que provocó cierta curiosidad en la mujer; quien se mantuvo atenta a cada movimiento realizado por su marido. — Empezaré confiscándole su té — Rápidamente cumplió con la que hasta hacía unos segundos era una amenaza que asemejaba un juego.
—Muy maduro de su parte, actitud digna del Rey de Mystbelle — Comentó ella haciendo uso del sarcasmo, más sin impedirle el beberse el contenido de su taza —. Al menos pida otra taza de té, querido...prometo compensárselo — Realizó un gesto juguetón e hizo uso de un tono de voz que pretendía ser seductor.
— ¿Obtendré una recompensa por pedir que traigan una taza de té? — Ella asintió con la cabeza — Entonces creo que comenzaré a pedir que traigan toda una tetera cada noche.
—Muy gracioso — Entrecerró los ojos.
Salió con la mayor discreción posible de palacio, teniendo como aliada a la oscuridad de la noche para pasar desapercibida. Con suma precaución se escabulló entre los arbustos para que ningún guardia o persona que casualmente anduviese por allí se percataran de su presencia y mucho menos le pudiesen reconocer en algún momento.
No estaba feliz con la decisión que había tomado, pero creía que era lo mejor para todos, que aunque sonase cruel, comparando las posibles consecuencias traería más beneficios que tragedias que lamentar.
Era lo correcto y tristemente no siempre era satisfactorio hacerlo; sino más bien doloroso.
Guiándose por habladurías y rumores, recurrió hasta una casa a las afueras del pueblo en dónde se decía que una mujer tenía grandes conocimientos en herbolaría (Algo que por algún motivo jamás había sido debidamente investigado), incluso algunos decían que conocían a personas que habían recurrido a ella para llevar a cabo grandes crímenes.
Desconocía la veracidad de aquellas palabras, sin embargo estaba a punto de averiguarlo.
Solveig se detuvo frente a la puerta de aquella vivienda que a simple vista parecía de lo más normal, quizá tan sólo se distinguía del resto de casas por la pequeña barda un tanto inclinada y hundida en la tierra; algo que indicaba que era demasiado vieja y había sido afectada por tiempos de lluvia y consumida por el lodo poco a poco.
La puerta se encontraba ligeramente mal colocada en el marco y la madera estaba desgastada; algo que la ya casi desaparecida capa de pintura era incapaz de ocultar; era curioso como a pesar de que la luz del farol más cercano no iluminase lo suficiente, ella podía percatarse de aquellos detalles.
Sacudió su cabeza, cayendo en cuenta de que estaba perdiendo el tiempo concentrándose en detalles sin importancia; temiendo inconscientemente el llevar a cabo su plan.
—Basta Solveig, es la única manera en que el pequeño Príncipe podrá crecer al lado de su padre — Intentó convencerse a sí misma de que era la única manera —. Ella jamás les permitirá estas juntos, no importa lo mucho que el Príncipe de Südseen lo crea posible — En su cabeza, la gran villana de la historia era la Reina y para que el tan ansiado final feliz fuese posible ella tenía que desaparecer —. La Princesa Genoveva amaba a su hermana — Dudó al recordar a la rubia —, sin embargo a ella no le gustaría que su hijo estuviese lejos de su padre, ella amaba y confiaba en el Príncipe Thomas, soñó con formar toda una vida a su lado y la Reina tan sólo se había opuesto desde un principio, negándose a darle una oportunidad al hombre para demostrarle que era digno del amor de la Princesa.
Respiró hondo y finalmente golpeó la puerta; sellando así el destino.
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