Capítulo 3

—    Alteza, si la Reina se entera de esto estaré en problemas. — Dijo Solveig; su dama de compañía, mirándola con ojos suplicantes para convencerla de no continuar con sus planes.

—    Tú lo has dicho Solveig; sólo habrá problemas sí ella se entera. — Comentó la Princesa con tranquilidad. —, Vivianna jamás lo sabrá si somos cuidadosas, hasta ahora no ha habido problemas.

—    Alteza, insisto en que no debería continuar con esto. — Habló la dama de compañía. — No está actuando correctamente, su comportamiento no es digno de una mujer de su posición... ni siquiera es digno de una dama, estos encuentros en la biblioteca... — Balbuceaba Solveig.

—    ¡No hago nada malo!  — Exclamó Genoveva subiendo un poco el volumen de su voz, pero no demasiado para no atraer la atención de cualquiera que estuviese cerca ya fuese uno de los invitados, alguno de los guardias o peor aún: su hermana.

—    Entonces ¿Por qué me pide que la deje a solas con el Príncipe Thomas? — Cuestionó la muchacha. — Princesa, bajo ninguna circunstancia usted debería encontrarse a solas con un hombre, los chismes corren rápido. — Añadió desesperada. — Piense en su futuro, se lo pido.

—    Eso hago, Solveig. — Dijo Genoveva con tranquilidad. — Pienso en la clase de futuro que tengo para mí y si mi hermana no me ayudará a tenerlo, es mi deber buscarlo por mi cuenta. — Suspiró. — El Príncipe Thomas comprende eso y está dispuesto a ayudarme.

—    Pero, ¿A qué costo? — Cuestionó su dama de compañía. — Princesa, debe tener precaución, considerar las consecuencias que podrían conllevar sus actos y decisiones, por más inocentes que sean estos encuentros con el Príncipe de Südseen otros podrían pensar que usted... ¡Dios!  Ni siquiera es propio de una mujer mencionarlo. — Dijo Solveig.

—    El Príncipe Thomas sería incapaz de hacer algo que me perjudicara ni dañarse mi reputación. — Afirmó la Princesa.

—    Sé que a usted no le agrada cuando coincido con la opinión de la Reina, pero realmente pienso que si un hombre tiene buenas intenciones con usted no le pediría hacer algo que fácilmente podría ser malinterpretado. — Opinó Solveig.

—    Agradezco tu preocupación, Solveig. — Habló la Princesa. —, mas no solicité tu opinión ni consejo, sólo limítate a hacer lo que te pido. — Dijo con un poco más de firmeza para evitar que su dama de compañía continuara agobiándola con sus comentarios. — Sólo evita cruzarte con mi hermana, así ella no te preguntará por mi paradero ni sospechará que algo malo ocurre.

—    ¿Entonces admite que algo malo ocurre?  —  Cuestionó alarmada.

—    No, yo no he dicho eso. — Negó la Princesa. —, pero mi hermana es toda una paranoica que piensa que todos sin excepción tienen intenciones ocultas. Yo aún creo que no todo el mundo es tan cruel como ella piensa y que existen personas buenas, merezco la oportunidad de crear mi propio criterio, tener mis propias experiencias, tratar y conocer a personas sin guiarme por miedos y prejuicios implementados en mi por otras personas. — Tomó un respiro y sin agregar más palabras se apartó finalmente de Solveig para ingresar a la biblioteca, lugar dónde al igual que en días anteriores; Thomas aguardaba por ella.

Mientras tanto en los jardines de palacio, la Reina Vivianna daba un paseo junto al Príncipe Anders, siendo acompañados por un par de chaperones que los seguía a una distancia prudente.

Vivianna no se sentía emocionada por aquel tipo de actividades, tampoco se encontraba demasiado interesada en la conversación que se hallaban manteniendo, estando demasiado distraída pensando en su hermana y lo mucho que la presencia del Príncipe de Südseen le preocupaba, sin embargo después de haber hecho público su compromiso con el Príncipe de Fredeborg, las personas en general esperaban verlos juntos, compartiendo actividades para dar una buena imagen.

—    Entiendo que esto es incómodo para usted. — Habló Anders captando nuevamente la atención de su prometida; quien se había sumergido tanto en sus pensamientos que ya ni se encontraba prestando atención a lo que él decía. —, estoy consciente de que un matrimonio no es lo que usted desea realmente, créame que no es mi intención provocarle algún malestar o incomodarla.

—    Lamento si he estado distraída, no es mi intención hacerle sentir que el compromiso me ha afectado negativamente. — Se disculpó la Reina. — Simplemente he estado preocupada por mi hermana, tengo que ver por su futuro e intento hacerla entender la importancia de tomar decisiones con cuidado y no impulsivamente. — Suspiró la Reina de Mystbelle.

—    ¿Se refiere a que la Princesa debe elegir un esposo? — Cuestionó, Vivianna asintió con la cabeza levemente. — ¿Acaso ella se niega a elegir esposo? — Su prometida negó con la cabeza.

—    Yo diría que me preocupa que tome una elección incorrecta que comprometa el bienestar de Mystbelle y el de ella. — Respondió la Reina. Los ojos verdes de la mujer reflejaron duda e incomodidad mientras pensaba en que era prudente mencionar y que era mejor guardarse para sí misma. —, he llegado a un acuerdo con el consejo real, la Princesa Genoveva dispondrá de un año para conocer a alguien y comprometerse, prefiero que se apresure a elegir a alguien y empiece a tratarlo para que al momento de la boda no se despose con un completo desconocido.

—    Su hermana es joven y según tengo entendido no tiene mucha experiencia asistiendo a eventos sociales, puede que sus intereses no sean acordes a lo que usted considera mejor para ella por el momento, mas puedo asegurarle de que llegado el momento asumirá sus responsabilidades y se convertirá en la Princesa que usted y el reino espera. — Mencionó Anders, ella le ofreció una discreta sonrisa en forma de agradecimiento por sus palabras.

» Majestad, sé que por ahora lo referente al tema del matrimonio le es de gran preocupación, mas considero que debido a que nuestra boda se aproxima deberíamos conocernos más. — Sugirió el hombre. — Estoy consciente de que hemos intercambiado correspondencia, mas aquellas cartas se centraban principalmente en nuestros reinos y dado a que pasaremos nuestras vidas, juntos, me gustaría conocer a quien se convertirá en mi esposa. — Dijo el Príncipe. — Usted lo ha dicho, no me gustaría que ninguno de los dos se casase con un completo desconocido, no debe compartir información demasiado personal si así no lo desea, pero me complacería saber algo acerca de usted.

—     ¿Algo sobre mí? — Lo miró confundida y un tanto sorprendida, a pesar de que iban a unirse en sagrado matrimonio jamás pensó que a él le interesaría conocerla a ella como persona, su compromiso era por simple interés y bienestar de ambos reinos, no por amor. El Príncipe extranjero asintió con la cabeza y ella permaneció mirándolo dudosa. — Me gusta leer. — Mencionó esperando que él no deseara saber datos más profundos.

—    Interesante, ¿Algún género que sea de su preferencia?, ¿Romance, tal vez? — Preguntó Anders.

—    Disfruto de esa clase de lecturas, sí. — Respondió ella, a pesar de que el género romántico no fuese su predilecto prefería no aclararlo.

—    ¿Estoy siendo demasiado atrevido?, respeto si no desea compartir información personal. — Su prometido empezó a hablar con algo de torpeza, temeroso de provocar algún malentendido que disgustara a la Reina. —, también comparto un gusto por la lectura; sin embargo siento predilección por las nóvelas que narran grandes aventuras, toda la acción y riesgos narrados en las páginas me mantienen intrigado, atento y ansioso por saber el desenlace de la historia. — Comentó el hombre. — Sin embargo si en algún momento desea hacerme una recomendación de alguna nóvela romántica que sea de su agrado, estaría gustoso de leerla. — Sonrió con amabilidad. — Puedes conocer mucho sobre una persona mediante los libros que esa persona considera sus favoritos. — Agregó él.

—    Siendo lo más respetuosa posible, debo decirle que no le será nada fácil conocerme. — Dijo con un casi imperceptible toque de diversión que invitaba a un aparente desafío. — Pienso que jamás se conoce a una persona por completo, Alteza. 

—    No puede culpar a éste hombre por querer intentarlo. —  Habló el Príncipe con un tono de voz más relajado. —, Reina Vivianna, no creo que alguna vez pueda llegar a amarla, así como tampoco espero que usted llegue a tener esa clase de sentimientos hacia mi persona, pero deseo hacer de nuestro matrimonio lo menos tormentoso para ambos, compartiremos una vida juntos, reinaremos Mystbelle y tendremos hijos. — Vivianna desvió la mirada incómoda ante el tema de los descendientes. — No quiero tener una familia con una completa desconocida. La admiro como Reina, sé que reinar a su lado será todo un honor para mí, pero también quiero conocerla como persona, quiero casarme con Vivianna no solamente con la Reina de Mystbelle.

—    Yo lo elegí cómo esposo, Alteza. — La mujer volvió a tomar la palabra. —, confío en haber tomado la decisión correcta, consideré muchos aspectos, fui observadora y cuidadosa al momento de decidir.

—    ¿Acaso usted me investigó? — Cuestionó él.

—    ¿Usted no a mí? — Devolvió la pregunta. — Como usted mencionó, tendremos una vida;  juntos y reinaremos Mystbelle, al casarse conmigo usted recibirá el título de Rey y con ello tendrá más poder del que yo poseo, no podía tomar a la ligera una decisión como esa, Príncipe Anders. —  Soltó sus palabras que; al igual que todo lo que salía de los labios de la Reina, se escuchaba como un discurso ensayado, haciendo al Príncipe preguntarse si acaso aquella mujer practicaba frente al espejo lo que diría ante cientos de probables escenarios. —, tomé en cuenta hasta el más mínimo rumor sobre usted y puedo concluir en que usted es la persona indicada para llevar la corona de mi reino, su reputación y valores lo preceden, Alteza, pero si me está dando a entender que usted no se informó acerca de mi persona al momento de iniciar el cortejo; debo decirle que es algo que debe cambiar; siempre debe saber con quién crea alianzas y firma acuerdos.

—    He escuchado toda clase de cosas sobre usted, Majestad. — Confesó el hombre. Vivianna podía imaginar la "clase de cosas" a las que él se refería. —, sin embargo decidí presentarme ante usted y formar mi propia opinión sobre mi prometida, uno no puede fiarse de las habladurías, ¿O acaso me dirá que usted es una poderosa hechicera?

—    No creo en la magia, Alteza. — Respondió Vivianna. —, mucho menos la práctico.

—    ¿No cree en la magia?

—    ¿Usted sí? — Cuestionó con burla mientras lo mirada con desaprobación.

—    Sé que hay cosas que son imposibles de explicar con la lógica, no me cierro a la idea de que exista la magia en el mundo, sin embargo puede que sea algo muy distinto a la idea que tenemos sobre ella. — Respondió. —, por lo general las personas tienen una opinión bastante negativa acerca de la magia, los prejuicios impiden a la gente darse la oportunidad de conocer algo nuevo, adquirir grandes conocimientos, incluso de encontrar la felicidad.

—    Si yo fuera usted no compartiría esa clase de pensamientos, Alteza. — Aconsejó la Reina. — Alguien podría pensar que usted está involucrado en las llamadas artes ocultas, muchos no comprenderían su mentalidad. — Ella guardó silencio por unos segundos. — La magia en sí, es un tema que la gente no comprende, entiende ni sabe mucho de ella y lo desconocido tiende a aterrar a las personas. Yo estoy firmemente convencida de que no existe tal cosa como la magia, pero muchas personas difieren con mi pensamiento y en lugar de intentar buscar una explicación lógica a ciertos eventos y tragedias que les ocurren prefieren culpar a algo que no entienden ni tampoco desean comprender; sólo destruirlo.

—    ¿Acaso su Majestad se preocupa por mi bienestar? — Cuestionó el hombre con notable diversión.

—    Quizá no deseo ser vinculada con otra muerte. — Dijo ella. — Sí mi prometido es acusado de brujería, los rumores que aseguran que yo soy una bruja aumentarían, estoy más que segura de que si usted muere pensarás que he ofrecido a otra persona en sacrificio, porque si no me equivoco eso creen que fue lo que ocurrió con mi difunto esposo. — Mencionó para dar explicación a su aparente preocupación; como el Príncipe se había referido a sus palabras previas.

—    Ya sabía yo que yo no le era del todo indiferente a la bella Reina de Mystbelle. — Comentó ignorando (aparentemente) el discurso de Vivianna, conservando aquel tomo de voz juguetón para romper el hielo con su prometida.

—    ¿Bella? Alteza... no es prudente... — Empezó a hablar apenada.

—    ¿No es prudente hacerle un cumplido a mi futura esposa? — Cuestionó él.

—    Nuestros acompañantes podrían creer que esa clase de comentarios y comportamiento son poco apropiados. — Dijo ella refiriéndose al par de chaperones que continuaban siguiéndolos y a pesar de la distancia que los separaba, Vivianna sabía que ellos podían escuchar su conversación.

—    Si van a acusarnos de tener comportamientos indecentes, que al menos  sea por algo más que simples palabras — Ella lo miró con confusión ante sus palabras, pero antes de que pudiera cuestionar algo al respecto, el Príncipe Anders la sorprendió uniendo sus labios con los de ella en un beso, el cual terminó rápidamente ya que ella se apartó más por la sorpresa que por disgusto.

Las mejillas de la Reina se pintaron de rosado mientras que el par de chaperones permanecían mirando la escena sin terminar de digerir lo que sus ojos habían presenciado.

En la biblioteca Genoveva y Thomas observaban un atlas, mientras que el Príncipe le narraba aventuras que había tenido alrededor del mundo, le contaba sobre todas las maravillas que había visto en los lugares que había visitado a lo largo de la vida.

La joven Princesa escuchaba atenta cada una de las palabras del hombre, maravillada mientras imaginaba el cómo se verían todos esos sitios, si bien había visto ilustraciones e investigado sobre otros reinos, la forma en la que Thomas le describía todo, hasta el más mínimo detalle se escuchaba como la cosa más increíble y fantástica de la Tierra.

Estaba convencida que con su talento; Thomas sería capaz de convencer a cualquiera de ir a visitar el lugar más aburrido y menos bello del mundo entero.

—    No puedo esperar el día en que finalmente pueda visitar cada uno de esos pueblos, parajes. Todo suena tan único y especial, no te imaginas lo mucho que deseo verlos con mis propios ojos. — Dijo Genoveva, reflejando la persona soñadora que era.

—    Ese día podría estar más cerca de lo que imaginas, Genoveva. — Ella le sonrió con dulzura, aunque estando segura de que su hermana mayor no autorizaría algo como aquello. — La Reina terminará por aceptar y comprender que tú como Princesa necesitas acudir a eventos, eres la segunda en la línea de sucesión al trono y es importante que sepas cómo funcionan las cosas dentro de la monarquía, los tipos de gobierno que existen en todo el mundo y como tratar con los representantes de cada reino.

—    Sé que a mi hermana le aterra que algo me pase en medio de un viaje. — Dijo ella. —, nuestros padres fueron asesinados en altamar y ella cree que manteniéndome dentro de Mystbelle me protege, pero no sé si se da cuenta de lo infeliz que me hace el no poder salir de los límites del reino.

—    El día en que desposes a alguien, ese alguien te llevará a viajar por lugares que ahora crees que jamás pisarás. — Aseguró el hombre. — Si yo resultase ser el afortunado, créeme que no permitiría que siguieras siendo prisionera de tu hermana y te sacaría de aquí a escondidas de ser necesario.

—    Que cosas dices. — Rió la Princesa creyendo que aquello era una simple broma sin un gramo de verdad en sus palabras.

—    Tendrás que disculpar mi atrevimiento, pero si por mi fuera te sacaría de este reino en cuanto deba partir hacía mi patria en unos días. — Genoveva bajó la mirada entristecida al ser recordada de la inevitable partida del Príncipe. Algunos de los invitados ya habían partido rumbo a sus reinos natales en los días anteriores y era cuestión de tiempo para que todos los extranjeros abandonaran los territorios de Mystbelle. — No te pongas triste, no era mi intención agobiarte.

—    Es sólo que...voy a extrañarte. — Confesó ella. — Jamás había conocido a alguien como tú, nunca nadie se había interesado en conocerme. Siempre me he sentido como un adorno, incluso inútil ya que creo que ni mi propia hermana confía en mis capacidades para desempeñar deberes de importancia con respecto al reino, sé que su labor como Reina es extenuante, mas cuando le he ofrecido mi ayuda la ha rechazado.

» Seguramente piensa que sólo soy un estorbo y que mi única utilidad es casarme con el mejor postor, sé que como miembro de la realeza es mi deber anteponer el bienestar del reino, pero... ¿Enserio no le importa ni un poco que es lo que yo quiero?, tengo ideas y propuestas que pienso beneficiarían a Mystbelle, pero ella simplemente me excluye y no quiere escucharme jamás. — Su voz empezó a quebrarse y sus ojos se humedecían con lágrimas que no tardarían en deslizarse por sus mejillas. — Tú me haces sentir como una persona que tiene derecho a soñar, tener ambiciones y no un simple objeto, sé que en cuanto de vayas todo volverá a ser como antes aquí.

—    Hey. — La tomó por la barbilla con delicadeza, forzándola a mirarlo a los ojos. — Prometo volver a visitarte, encontraré cualquier excusa para regresar a Mystbelle. — Prometió. — Tú hermana ya ha hecho público su compromiso y seguramente no tardará en fijar una fecha para su boda, el día en que tú hermana se case regresaré; te lo aseguro.

—    Quisiera que te quedaras. — Mencionó en voz un poco más baja. — Si hubiese una forma en la que mi hermana tuviese que aceptarlo... — Guardó silencio abruptamente dejándolo en suspenso. — Bésame. — Demandó.

—    Genoveva... ¿Qué? — El rostro de Thomas era un poema. — No entiendo... ¿Quieres que te bese?, ¿Cómo eso haría que tú hermana permitiese que me quede?

—     Sé que nos conocimos hace tan sólo unos días, pero estoy convencida de que eres una persona que vale la pena, tú me entiendes y apoyas mis más locas fantasías, crees que mis sueños no son tontos ni imposibles. — Número la Princesa. — Ninguno de los hombres que mi hermana aprobó podría compararse contigo, sé que si hay alguien con quien quiero pasar el resto de mi vida y compartir todas esas aventuras que tú aseguras que algún día tendré...esa persona eres tú. — Habló apresuradamente. —, hazme tuya, Thomas. — Pidió.

—    Genoveva, eso no es correcto.

—    Mi hermana me ha dicho que si yo pierdo mi virtud ningún buen hombre querrá desposarme, sí me entrego a ti entonces ella no tendrá más opción que aceptar nuestra relación. — Presentó su plan, notablemente segura de que aquella idea descabellada era la única y mejor solución al problema. — Quiero estar contigo. — Insistió mirándolo detenidamente.

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