Capítulo 29
— ¡No te atrevas! — Le advirtió Vivianna al notar que alzaba uno de los chocolates que habían recibido como obsequio del Príncipe Thomas, de inmediato Anders soltó el dulce dejándolo caer sobre la caja junto con los demás.
Habían estado recibiendo toda clase de detalles como galletas, chocolates, pudding entre otras golosinas y pastelillos que el hombre fácilmente podría conseguir en la panadería del pueblo o solicitándoselo a una de las cocineras del palacio, todo esto con la excusa de que le interesaba conseguir el perdón por sus acciones pasadas y dar pie a una amistad con los Reyes de Mystbelle.
Todos los obsequios habían terminado en la basura.
—Querida ¿No crees que exageras un poco? — Cuestionó Anders — Además, lo hemos visto comer algunas de las cosas que nos ha regalado.
—Sólo comió una galleta una vez, sé que lo hizo para demostrar que todo estaba bien con esas galleas y probablemente era así, sin embargo no puedo asegurar que esos chocolates no sean peligrosos — Argumentó Vivianna —. No creo que debas comerlos, si quieres chocolates solicita que uno de los sirvientes te consiga unos, pero no comas nada que haya caído en manos de Thomas de Südseen.
—Vivianna, no considero que sea lógico que Thomas intente deshacerse de nosotros, no por medio de la muerte al menos — Mencionó Anders —. No obtendría beneficio alguno, no forma parte de la línea de sucesión al trono. Jamás podría ser Rey de Mystbelle.
—Lo sé, pero también lo creo capaz de atentar contra nuestra vida únicamente por la satisfacción de tener una clase de venganza porque justamente no fue incluido en la línea de sucesión al trono porque lo hice firmar un acuerdo prematrimonial — Le recordó la Reina mientras se dirigía hacia el escritorio y tomaba la caja de chocolates para después desecharla —. No tomemos riesgos que no valen la pena.
Ella se paseó por la habitación, caminando en círculos por la oficina sin saber que hacer mientras aguardaba a que una sirvienta volviese con su sobrino una vez que fuese alimentado, cambiado, o cualquier otra necesidad del bebé fuese cubierta.
— ¿No consideras que si ambos morimos bajo circunstancias sospechosas la mayoría llegaría a la conclusión de que Thomas está detrás de ello? — Preguntó el Rey para tranquilizar a su esposa, haciéndole ver que el Príncipe de Südseen no resultaría victorioso si ambos perecían, sino que todo lo contrario ya que muchos lo señalarían como culpable.
Thomas empezaba a cansarse de ser amable con la Reina, le hacía sentir que no realizaba ningún tipo de avance, era como si hubiese entrado en un bucle sin salida en donde la misma escena se repetía una y otra vez con pequeños detalles distintos que no afectaban en lo más mínimo la rutina.
Estaba condenado a interpretar el papel del viudo que al ser tan afectado por la repentina muerte de su amada esposa había cometido errores de los cuales se arrepentía y había aprendido una clase de lección divina que lo motivaba a ser una mejor persona, bajar la mirada y fingir ser una pobre alma víctima de tristeza y culpa estaba acabando lentamente con él, la Reina no ponía de su parte, provocando que su paciencia amenazase con extinguirse por completo.
Tenía que mantenerse cuerdo, permanecer dentro de su papel; de eso dependía todo.
Se dirigía a la biblioteca con el fin de mantener ocupada su mente en alguna actividad cuando se cruzó con la que solía ser la dama de compañía de Genoveva; aquella a que no recordaba haber visto después de que la Reina se enteró de que aquella mujer fue cómplice para que Genoveva y él pudiesen pasar tiempo a solas.
—Alteza — Dijo la mujer con un poco de titubeo, haciendo un penoso intento de reverencia. Fue en ese momento en que Thomas se percató de que Solveig sostenía en brazos al Príncipe de Mystbelle —. Se me solicitó que llevase al Príncipe a la oficina de sus Majestades y se lo entregase a la Reina — Agregó la joven, como si sintiera necesitar justificarse.
—Puedes entregármelo a mí — Ofreció el castaño. La sirvienta se mostró dudosa.
—Alteza, recibí órdenes estrictas de llevar al Príncipe con la Reina — Se negó a entregarle al bebé —. Lo lamento, pero si su Majestad se entera que volví a incumplir con mi trabajo, podría tener problemas, se me asignarían tareas más pesadas o peor aún; mi empleo estaría en riesgo, discúlpeme Alteza, pero...
—Comprendo Solveig, entiendo que se encuentra en una posición complicada — La interrumpió —. Es sólo que, no tengo demasiadas oportunidades para pasar tiempo con mi hijo — Suspiró con el fin de parecer decepcionado y triste —, pero no pondré en riesgo tu empleo nuevamente, tan sólo espero que la Reina me permita pasar tiempo con Thomas pronto.
— ¿La Reina se lo prohíbe acaso? — Cuestionó Solveig.
—No puedo culparla a querer aferrarse a su sobrino, es lo que le queda de Genoveva y entiendo que al igual que todos; ella la extraña y tiene su proceso de duelo — Respondió Thomas —. Intento ser comprensivo con ella, supongo que esto es una clase de etapa que llegará a su fin pronto, sin embargo eso no lo hace más fácil.
La sirvienta bajó la mirada, sintiéndose atrapada en aquella situación, aun cuando el Príncipe le había dicho que comprendía que ella tan sólo obedecía órdenes de su Majestad, creía que lo correcto era permitir que el pequeño Príncipe pasara tiempo con su padre.
—Genoveva fue prácticamente criada por la Reina, sé que eran hermanas, pero su Majestad le tenía un cariño maternal, siempre intento protegerla, la educó — Nuevamente suspiró —, no puedo ser desconsiderado con ella.
—Es usted muy considerado Alteza — Opinó la joven —. Sé que la Reina reconocerá eso.
Thomas se reservó una carcajada sarcástica, incrédulo ante la ingenuidad de la muchacha, era más probable que Mystbelle quedase sin recursos de la noche a la mañana y eso llevase al reino a la ruina antes de que el atardecer llegase a que la Reina Vivianna tuviese un gesto amable con él.
—Honestamente no me importa recibir algún tipo de retribución por ello; sería algo desconsiderado y oportunista, no me permitiría obtener provecho de tan triste circunstancia — Dijo —. Su Majestad es una mujer excepcional y al parecer lo más cercano a una figura materna que mi hijo tendrá. No quiero crear un conflicto y privarlo de convivir con su tía.
—Sé que no soy nadie para opinar, pero quizá sea bueno para todos. El Príncipe tendría a una figura maternal a su lado, sin mencionar que hay cosas que solo las madres pueden hacer y no los padres — Continuó Solveig —. Espero no ser insolente al decir esto, pero he escuchado rumores de que su Majestad jamás podrá ser bendecida con un niño — Susurró la sirvienta.
Thomas se inclinó ligeramente hacia Solveig y murmuró.
—No soy tan cercano a su Majestad como para preguntar o descubrir si ese rumor tiene algo de verdad — Mencionó en secreto antes de volver a erguirse —. Espero no tener que preocuparme de que la Reina intente robarse a mi pequeño y reclamarlo como suyo — Bromeó con falsa inocencia mientras hacia un gesto gracioso al bebé —. En fin, no interferiré más con tu trabajo Solveig, además, el pequeño Thomas adora pasar tiempo con su tía, supongo que tendré que esperar mi turno.
El Príncipe de Südseen se retiró, dejando a Solveig un poco pensativa, analizando en su cabeza las palabras dichas por Thomas.
En cuanto llamaron a la puerta, la Reina se giró hacia la entrada del lugar esperando que finalmente pudiese reunirse nuevamente con su sobrino.
—Adelante — Pronunció su esposo.
La puerta se abrió con lentitud y por ella ingresó Solveig; algo que desconcertó a la Reina, puesto que no era ella la sirvienta a quien había encomendado el cuidado de su sobrino.
—Majestades — Dijo nerviosa haciendo una reverencia que rayaba en lo torpe —. Se me solicitó que... — Fue incapaz de terminar de explicar el porque era ella quien traía en brazos al Príncipe puesto que la Reina levantó ligeramente una de sus manos para ordenarle que guardara silencio.
—Gracias por traerlo, Solveig — Se limitó a agradecerle a la sirvienta mientras tomaba al bebé en brazos —. Puedes retirarte y continuar con tus tareas — Dijo Vivianna.
—Claro Majestad — Habló la chica antes, realizó una reverencia mejor a la anterior para después disponerse a retirarse, pasando desapercibida para no molestar de ninguna manera posible a los Reyes.
—Solveig — Ambas mujeres presentes se desconcertaron al escuchar la voz del Rey. Vivianna observó con recelo a su esposo; algo de lo cual Anders no se percató. Mientras que la sirvienta no se sentía del todo tranquila ante los Reyes — ¿Podrías traerme té de menta y galletas?
— ¿Galletas? — Se aseguró de haber escuchado correctamente, Anders respondió afirmativamente.
— ¿Tú deseas algo querida? — Preguntó el Rey a su esposa, Vivianna negó con la cabeza.
Entonces Solveig salió con el fin de la oficina para cumplir con las órdenes del Rey rápidamente. Quedando la pareja a solas junto al bebé.
— ¿Galletas? — Rió Vivianna mirando a su esposo de reojo.
—Bueno cariño, tú lo has dicho — Dijo Anders —. No debo aceptar nada que venga de parte del Príncipe de Südseen, que si deseo algún bocadillo se lo solicite a uno de los sirvientes — Le recordó las palabras que ella misma había utilizado previamente.
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