Capítulo 27
Vivianna sostenía en brazos a su pequeño sobrino mientras la servidumbre se encargaba de limpiar la recamara en dónde antes se hallaba la Princesa Genoveva. La Reina hacia un gran esfuerzo por mantenerse de pie mientras su mente intentaba procesar lo ocurrido hacia unas horas.
Había mucha sangre, una hemorragia que el médico junto a las demás mujeres allí intentaron controlar y detener, sin obtener los resultados esperados.
Necesitaba una explicación de lo ocurrido, analizaba la escena en su cabeza intentando encontrarle sentido, recordar si alguien cometió un error o si ella había podido haber hecho algo de distinta manera.
El rostro pálido y atemorizado de su hermana menor era lo último que había visto antes de que la rubia perdiera la consciencia y le solicitaran amablemente que se retirase de la habitación junto al bebé recién nacido.
Ahora su hermana estaba muerta.
El médico aseguró haber hecho todo lo posible, mientras se disculpaba y otorgaba su pésame, igual lo hizo con Thomas, quién se había ido tras recibir la noticia de la muerte de su joven esposa.
La mujer camino lentamente por los pasillos de palacio mientras intentaba arrullar a su sobrino pese a no tener conocimiento alguno en cómo hacerlo, continuó su camino hasta su recámara; dónde su esposo la recibió dispuesto a preguntarle el cómo había resultado el parto de la Princesa.
Al ver a Vivianna con el bebé en brazos supo que había malas noticias.
Rápidamente se acercó a ella y tomó al bebé, una vez que lo hizo, Vivianna se permitió a si misma comenzar a temblar, empezó a sollozar, intentando inútilmente contener las lágrimas, se dirigió a la cama para después dejarse caer sobre el colchón, ocultar su rostro entre las almohadas y abrazarse a sí misma.
Anders quería preguntarle qué había ocurrido, Vivianna por su parte no creía ser capaz de hablar sin romper en llanto y no quería hacerlo, contar lo que había pasado y llorar por ello lo volvería real definitivamente, no se sentía preparada para aceptarlo.
Genoveva ya no estaba.
Para Anders había sido difícil anunciar el fallecimiento de su cuñada y el nacimiento de su sobrino el mismo día. Nadie en el reino sabía cómo sentirse, se suponía que el día en que el pequeño Príncipe llegase al mundo marcaría el inicio de una larga celebración, nadie imaginó que tendrían que poner el cuerpo de la Princesa bajo tierra.
Dentro del castillo los Reyes habían tenido que lidiar con el Príncipe Thomas, forzándolo a dar un discurso de despedida para Genoveva, para al menos mantener las apariencias de que su esposa le importaba, sin embargo el hombre se encontraba muy poco interesado en todo lo que sucedía, ni siquiera había sostenido en brazos a su hijo, sólo lo había nombrado para evitar que la Reina se tomase la libertad de hacerlo.
—Se llamará Thomas — Dijo su cuñado, decidiendo nombrarlo igual que él como si de un desesperado intento de marcarlo como su propiedad se tratase.
—Genoveva tenía otro nombre en mente, lo sabrías si hubieses estado con ella ¿Siquiera la escuchaste alguna vez? ¿Al menos le preguntaste sobre ello? — Atacó Vivianna verbalmente al castaño.
—Por si acaso no se percató de ello, Majestad — Habló con un tono de voz burlesco al decir el título de la mujer, mientras se acercaba desafiantemente a ella —, Genoveva está muerta — Dijo cerca del rostro de su cuñada, siendo ella capaz de notar el aliento a alcohol que emanaba de su boca — ¡Los muertos no pueden hablar! — Exclamó.
—Al menos podrías tener el mínimo respeto por ella y lo que ella quería — Comentó ella —. Ella estaba enamorada de ti, anhelaba tener a ese bebé ¿Al menos podrías fingir que te interesa?
Thomas desvió la mirada y soltó una carcajada.
—Reina Vivianna, lo único que me agradaba de convivir con usted es que sabe la clase de persona que soy, no importó lo mucho que me esforzase por convencerla de que yo era una buena persona, usted siempre supo la verdad — Dijo —.No pretenda ahora que cree que mis sentimientos por su hermana eran verdaderos. Poco me interesa lo que la mocosa quería, está muerta y no tengo que complacerla más.
—Eres un infeliz — Lo miró con desprecio. Aun cuando él jamás le había agradado ni confiado en él (Tal y como él acababa de mencionar), pensaba que al menos existiría un poco de humanidad en su persona.
— ¿Qué más da mantener las apariencias ahora? — Cuestionó Thomas — Gracias a usted sin Genoveva aquí yo no formo parte de la línea de sucesión al trono de este asqueroso reino, no obtengo ni una mierda de esto por su culpa y la de Genoveva.
—Mi hermana nada de culpa tiene en esto — Sentía una enorme impotencia al escucharlo decir tal acusación.
— ¡Murió en el parto! — Elevó el tono de su voz antes de soltar otra carcajada que no hacía más que enfurecer a Vivianna — ¡La maldita no pudo hacer bien su único deber como mujer! Tal parece que eso es de familia, una no es capaz de sobrevivir el dar a luz a un bebé y la otra ni siquiera sirve para concebir un heredero — Se burló.
Acto seguido la Reina lo abofeteó con toda la fuerza de la que pudo hacer uso, no estaba dispuesta a seguir tolerando tal actitud.
—No le permito dirigirse a mí de ese modo — Habló con firmeza —. Usted fue lo peor que le ocurrió a mi hermana y claramente no entiendo él porque permanece en Mystbelle si ya no hay nada aquí para usted.
—Me iré en cuanto pueda salir de este infierno, alejarme de una bruja como lo es usted e ir en busca de la vida que merezco a otro reino — Informó él —, pero no se preocupe, le dejaré al mocoso para que jamás olvide mi nombre, querida cuñada, después de todo tiene experiencia criando hijos ajenos, esperemos que esta vez haga un mejor trabajo del que hizo con la estúpida de Genoveva.
Vivianna apretó los puños, furiosa.
Sin embargo le aliviaba el escuchar que Thomas planeaba irse y desaparecer de sus vidas por siempre, esperaba que ese día llegase pronto.
—Así que vaya a atender a mi hijo, al cabo que para eso están hechas las mujeres — Volvió a hablar el Príncipe —. Me largo de aquí — Se apartó, salió de la habitación y ella supuso que iría en búsqueda de más alcohol que beber.
Vivianna tomó aire con el fin de relajarse un poco, se sentía agotada mental y físicamente tras su enfrentamiento con Thomas, cerró los ojos mientras respiraba.
—Cálmate, no pierdas el juicio — Pensó, ordenándose a sí misma permanecer cuerda y no iniciar un escándalo, pelear con el Príncipe Thomas no ayudaría en nada, tan sólo la haría enfurecer en vano.
Optó entonces ir en busca de su sobrino, quizá la nodriza había terminado ya de alimentarlo.
Vivianna le cantaba una canción de cuna al pequeño Thomas, mientras que el pequeño la observaba con atención, el bebé había dejado de llorar, sin embargo parecía muy concentrado en el canto de su tía y sin intenciones de quedarse dormido.
La puerta de la recámara fue abierta e instantáneamente Vivianna guardó silencio.
— Thomas no está en ninguna parte del castillo o quizá se oculta muy bien — Comentó su esposo.
Vivianna volvió a mirar al bebé mientras negaba con la cabeza.
—Seguramente se ha ido a beber a una taberna — Dijo la Reina —. No le interesa el bebé ni continuar con su mentira de ser un Príncipe azul, Tommy está mucho mejor lejos de ese hombre.
— ¿Tommy? — Cuestionó el Rey con algo de sorpresa.
—Me parece mejor que llamarlo Thomas — Explicó la mujer —. Ni siquiera era el nombre que Genoveva quería para él. Me rompe el corazón el pensar que crecerá sin su madre, mi hermana tan sólo puso cargarlo una vez, no la recordará y su padre es una mala persona, un bebé merece algo mejor que eso.
Aquel inocente niño era prácticamente huérfano, su padre ya había decidido que se iría, dejándolo detrás ya que seguramente lo veía como un estorbo que le impediría encontrar una nueva esposa que poseyera un título importante.
— Será un niño amado a pesar de todo, cuidaremos de él — Dijo Anders —. Nada le hará falta, nos aseguraremos de ello.
—Será difícil explicarle que su padre no lo ama, sin mencionar que crecerá rodeado de toda clase de habladurías — Agregó Vivianna —. Desearía poder protegerlo de todo eso, evitar que fuese señalado y culpado de lo ocurrido.
Su madre había muerto al darlo a luz y su padre sería un completo extraño para él, crecería preguntándose por qué no era querido por su progenitor y lo acompañarían toda clase de preguntas como: ¿Acaso me culpa de la muerte de mamá? ¿Yo asesiné a mi madre? ¿Merezco ser amado?
Ella adoraba a ese pequeño a pesar del poco tiempo que llevaba existiendo, ya lo amaba incondicionalmente, sabía que ese sentimiento no haría más que ir en aumento e intentaría compensar la falta de Genoveva en su vida.
Aquel pequeño de cabellos rizados y rubios le había robado el corazón a la Reina de Mystbelle.
Thomas bebió aquel licor de un solo trago mientras era observado por unos cuantos hombres a la distancia, seguramente se preguntaban e intercambiaban teorías sobre el porqué el Príncipe se hallaba en aquella taberna.
Afortunadamente no tenían las agallas para acercarse a él, quizá creyendo que Thomas tenía derecho a llevar el luto por la defunción de su esposa de la manera que él prefiriese hacerlo, probablemente algunas personas se sentían conmovidas al ver su aparente dolor que le provocaba la partida de Genoveva.
Si tan sólo supieran que sufría por la pérdida de su lugar en la familia real de Mystbelle, alguna vez contaba con que con el paso del tiempo lograría ganarse la confianza de la Reina o convencer al Rey y al consejo de añadirlo a la línea de sucesión al trono, sin embargo Genoveva había muerto demasiado pronto, partiendo de este mundo y llevándose sus planes con ella.
—Maldita Reina — Pensó lleno de furia —. Estuve tan cerca de obtener lo que quería y merezco.
Volvería a Südseen en dónde sin importar que gracias a él, la engreída de Vivianna había accedido a llegar a un acuerdo con el reino y había logrado más que cualquiera de sus hermanos al lograr casarse con la Princesa de Mystbelle, de igual manera sería la burla al regresar con las manos vacías, porque efectivamente, se había quedado sin nada.
Maldecía a Genoveva por ser tan débil, fallando en una función natural de una mujer y dejando a un niño del cual no deseaba hacerse cargo, ese hijo no le otorgaba ningún beneficio y si lo mantenía a su lado era probable que ninguna mujer que valiera la pena aceptase ser cortejado por él.
Sin duda no lo llevaría consigo, sería problema de la Reina a partir de ahora, al menos se reconfortaría al pensar que esa mujer viviría con un niño que le recordaría a él toda la vida, el pequeño Príncipe llevaba su nombre y jamás podría negar que era hijo suyo.
—Al menos la Princesa Genoveva tuvo un hijo antes de morir — Escuchó una conversación a lo lejos, Thomas continuó enfocado en beber, pretendiendo que no escuchaba la plática ajena —. La Reina no ha tenido descendencia aún, pero creo que todos en el reino estaremos más tranquilos sabiendo que él heredará el trono una vez que los Reyes falten, en caso de que nunca tengan un hijo propio, claro.
—Si la Reina no tiene hijos — Murmuró Thomas —. Es su segundo matrimonio y no ha quedado en cinta — Se podía asumir que la Reina era infértil, pero siempre cabía la posibilidad de que no fuese el caso y en un futuro diera luz al que se convertiría en el heredero a la corona.
Sus pensamientos fueron interrumpidos una vez más ante otro comentario de un hombre.
—Mi mujer piensa que la Reina sentía envidia por su hermana — Thomas se giró levemente para poder escuchar mejor aquella conversación —, la Princesa quedó embarazada poco después de su boda, así que mi esposa piensa que la Reina le lanzó un maleficio para que falleciera y ella poder quedarse con el bebé, criarlo como suyo.
Thomas se había olvidado por un momento de aquel rumor que personalmente consideraba ridículo, así como también sabía que Vivianna adoraba a su hermana, incluso había hecho un gran esfuerzo en protegerla, sin embargo la mayoría desconocía esos detalles.
Ante el mundo, la Reina Vivianna era una mujer fría, poderosa y misteriosa, no era considerada la más sociable, mucho menos era una dulce persona como lo solía ser Genoveva, aquello originaba cierta desconfianza en algunos, eso acompañado de los rumores sobre su relación con magia negra era algo que los súbditos y otros reinos temían.
Ahora los rumores volvían a resurgir con más fuerza y podría usarlo a su favor, tan sólo tenía que establecer un plan, pensar hasta en el mínimo detalle para que fuera perfecto.
Actuaría con cuidado a partir de entonces, se aseguraría de no cometer ni el más mínimo error.
Su hijo podría serle útil después de todo.
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