𝒐𝒐. bienvenido al mundo mágico

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UNA BRISA SE COLABA POR EL ESPACIO DE LA VENTANA ENTREABIERTA, con ella le acompañaban nubes grises que se extendían por todo el cielo, indicando que pronto comenzaría a llover. Y un día así en verano debía de tener algo especial, algo muy pequeño o muy grande.

Los cabellos castaños de un niño junto a la ventana se movían al ser acariciados por aquella brisa fresca, al igual que las páginas del libro en el que tenía posados sus azules ojos. Para sorpresa de algunos no era un libro infantil o algo estrictamente diseñado para alguien de once años, que en realidad debería de estar fuera de su casa jugando con sus amigos.

Pero Calen era diferente, en muchos sentidos.

Calen amaba la astronomía, amaba observar y estudiar las estrellas, los planetas y cualquier otro objeto que tuviera relación alguna con el universo. Eso era lo que se le veía leyendo la mayor parte del tiempo desde que tenía seis años.

Un amor que nació cuando una noche mientras jugaba en el jardín de su casa una estrella fugaz adornó el cielo, su madre inmediatamente le dijo que pidiera un deseo. Pero lo primero que pensó en cuanto vió aquella estrella fue lo hermoso que se veían los cientos de puntitos blancos esparcidos por todo el cielo, nunca lo había notado, era como si alguien hubiese tomado un lienzo negro y simplemente salpicara finas gotas de pintura blanca sobre él solo por diversión. Lo mejor llegó segundos después, cuando más estrellas fugaces de las que podía contar se abrieron paso volando con rapidez, dejando a Calen aún más asombrado.

Al día siguiente su primer actividad fue ir con su madre a una librería con la finalidad de encontrar algún libro de astronomía que pudiera entender, lo encontró, y lo primero que descubrió fue que los puntitos blancos formaban figuras llamadas constelaciones y en mayor cantidad galaxias, e incluso que el sol era una estrella gigante.

Desde entonces solo quería seguir aprendiendo sobre el universo.

El sonido de un motor interrumpió su lectura, anunciando la llegada de su padre. Bingo, llegaba temprano del trabajo eso era algo especial, quizás pasarían la tarde en familia viendo algún programa en la televisión o jugando algún juego de mesa. Aunque no le sorprendería si no lo hicieran, Jake Robinson no era alguien muy amoroso y esas últimas semanas se había vuelto un poco más estricto de lo que ya era.

Pronto entraría a la secundaria y según él debía de esforzarse más, tenía que aprender a ser responsable, a estudiar lo suficiente para obtener excelentes notas. Algo que para un niño de su edad era demasiado.

—¡Calen! —su madre lo llamó, seguramente desde el recibidor—. Tu padre a llegado.

Cerró el libro dejando un separador entre las páginas para no perder su lectura. Antes de cruzar la puerta de la pequeña biblioteca tomó aire, y con cierta pesadez en sus pies bajó las escaleras dirigiéndose hasta la cocina, donde ahora estaban sus padres.

—Sigues leyendo eso —habló su padre en cuanto lo vió, con sus ojos puestos sobre el libro que llevaba en manos.

—Cariño falta más de un mes para que entre al colegio —la suave voz de su madre sonó para salvarlo—. Además es un niño muy listo, y tiene a la mejor maestra.

Amber Robinson era tan distinta a su esposo, era una madre tan cálida que amaba a su hijo con todo su ser, y cada que le era posible le mostraba que era lo más preciado que tenía. Y era por quien su padre siempre terminaba aceptando alguna idea.

Por lo que no tardó mucho para que una ligera sonrisa apenas visible se dibujara en el rostro de su padre después de mucho tiempo, según Calen. Seguido por un asentimiento con la cabeza.

—Bien.

El timbre de la casa sonó sorprendiendo a la familia, pues no esperaban a nadie.

—Yo iré —se apresuró a decir Calen, dejando el libro sobre la barra.

Caminó hasta la puerta y la abrió un tanto, no esperaba ver a una señora con vestimenta rara, pero ahí estaba. Sus ojos la recorrieron de arriba a abajo, era alta, portaba una capa color esmeralda y unas gafas cuadradas, su severo rostro estaba en dirección hacia él.

—Buenas tardes joven Robinson —su voz resultó ser igual de severa—. Necesito hablar con usted y sus padres.

—Claro, iré por...

—Está bien Calen —su padre interrumpió detrás de él, posando su mano sobre su hombro y abriendo otro poco la puerta—. Buenas tardes, ¿Podemos saber sobre qué quiere hablar?

Ahora su madre se acercó a ellos.

—Buenas tardes señores Robinson soy la profesora McGonagall, he venido hasta aquí para hablar sobre su hijo quien ha sido aceptado en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería —sus padres se miraron con una mueca de confusión, al mismo tiempo que Calen frunció el seño—. Con gusto les aclararé todas sus dudas si me permiten pasar, así podremos discutirlo más cómodamente.

—Claro, adelante pase —dijo su madre.

Ambos hombres se hicieron a un lado para dejar pasar a la profesora y guiarla hasta la sala de estar, donde los cuatro tomaron asiento.

—Bien, seguramente están muy confundidos pero no se preocupen que responderé a cualquiera de sus preguntas —comenzó a explicar—. Para empezar, lo primordial es comunicarles que Calen es un mago.

Esa última frase los dejó con los ojos bien abiertos, y sus padres voltearon a verlo. Calen estaba aún más confundido, aquella mujer había dicho la palabra “mago”, ¿Entonces eso significaba que la magia existía? ¿Sería como se mostraba en la película Marry Poppins?

—¿Qué quiere decir con que Calen es un mago? —preguntó su padre, pero por su tono de voz parecía que no creía lo que acaba de escuchar—. ¿Acaso nos quiere tomar el pelo?

—Jake, tranquilo —su madre lo tomó de las manos—. Continúe profesora.

—Yo nunca miento señor Robinson, lo que he dicho de su hijo es cierto —la profesora tomo una postura más estricta—. La magia existe, y Calen la posee en su interior. ¿Alguna vez te ha pasado algo inexplicable cuando has tenido emociones fuertes?

Calen tardo un poco en reaccionar que la pregunta era dirigida hacia él, lo pensó, y recordó que una vez unos niños de su escuela mientras lo molestaban habían tomado su libro favorito en ese entonces y lo lanzaron con rudeza al piso, ocasionando que algunas páginas se rasgaran. Esa noche se acostó con él entre sus brazos mientras lloraba en silencio y se aferraba a él hasta quedarse dormido, a la mañana siguente cuando despertó y tomó el libro éste estaba como nuevo, parecía que nada le hubiera pasado.

El castaño asintió y murmuró un sí.

—¿Podría hacernos una demostración? —pidió su padre, sorprendido ante la respuesta de su hijo. La profesora accedió.

Apuntó su varita hacia un florero que estaba cerca, y dijo:

—Avifors —al siguiente segundo el florero se convirtió en una decena de pájaros.

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Calen, mientras sus padres procesaban lo que acababan de ver.

—¿Yo también podré hacer eso? —preguntó el menor con emoción.

—Claro que sí —aseguró la profesora, de su túnica sacó un sobre y se lo extendió—. Es tu carta de aceptación junto con la lista de todo lo que necesitarás, entre ellas una varita con la que podrás hacer eso y otros magníficos hechizos. Ah, y también se imparte la materia de astronomía.

Calen aún con más emoción, tomó el sobre y lo abrió para leer la carta.

—Un momento —la seria voz de su padre cortó aquella emoción—. Nosotros ya teníamos planeado a qué escuela iría, ya hemos hecho gastos.

—Cielo —Amber llamó a su esposo con un tono de voz firme—. Entiende que nuestro hijo es distinto a los demás, a nosotros, tiene que convivir con personas como él y por supuesto que debe de aprender a utilizar su magia. ¿No es así profesora?

La mujer asintió y continuó hablando.

—En Hogwarts enseñamos a que puedan controlar y hacer un buen uso de la magia, para que así no ocasionen algún desastre donde terminen exhibiendo el mundo mágico.

Su padre aunque lo medito un poco terminó por aceptar, pero no podía juzgarlo, acababa de enterarse que había un mundo que desconocía y al que su hijo pertenecía. Y todo en tan solo unos minutos.

Después de procesar un poco aquella información, la explicación continúo con la profesora aclarando algunas de las dudas que tenían respecto a la escuela. Especialmente cuando llegaron a la parte de comprar los materiales, pues su dinero no tenía ningún valor para los magos, fue ahí donde McGonagall acordó con Calen en ir al lugar donde cambiarían el dinero muggle por el mágico y a comprar todo lo que necesitaba, el callejón diagon.

Decir que Calen estaba feliz por aquella noticia se quedaba corto ante la verdad, realmente era una combinación de emociones que le eran difíciles de explicar e ignorar.

Calen era un mago, y eso significaba que estaba por entrar a un mundo totalmente nuevo para él, claro que tener miedo y algo de nervios era normal. Pero por otro lado, la emoción se apoderaba por completo, porque estaba casi seguro que en ese colegio podría ser libre, ser él mismo y encajar. Esperaba que eso fuera un nuevo comienzo.


No podía negar que el lugar era completamente maravilloso, la forma en la que el comedor estaba iluminado por miles de velas flotando y daban una agradable sensación de calor era excepcional. Pero no había duda de que lo que más amaba de la decoración era el techo, en el cual se podía ver como si realmente fuera el cielo nocturno gracias a un hechizo que habían utilizado. Y gracias a eso podía ignorar y reducir los nervios que lo estaban atormentando con la terrible sensación de tener el estómago revuelto, o no.

—Oye, tranquilo —habló un niño a su lado—. No es nada malo ni difícil de hacer.

Calen volteó hacia él, su rubio cabello estaba un poco desordenado y una sonrisa comprensiva adornaba su rostro. Era increíble como lo había hecho sentir cómodo desde que se sentó con él en el mismo compartimiento del tren durante el trayecto, entonces le regresó una sonrisa aún nerviosa pero asintió intentando tranquilizarse.

El sombrero había terminado de cantar y la profesora comenzó a llamar a los niños.

—Black, Regulus.

Un niño chocó su hombro con el de Calen al momento de pasar hacia delante, caminaba con porte elegante, su cabello era rizado de color negro, en cuanto se sentó y el sombrero tocó su cabeza no tardó para gritar:

—¡Slytherin!

—Los integrantes de esa familia siempre van a Slytherin, son de esos que creen en la pureza de sangre —explicó el rubio.

Más niños siguieron pasando hasta que le tocó a quien esperaba que se convirtiera en su amigo, que llevaba por nombre Bryce. El sombrero tardó alrededor de un minuto en su cabeza para terminar mandándolo a Hufflepuff, y mientras caminaba hacia la mesa de los tejones le sonrió, de igual manera pudo reconocer que le había dicho “suerte”.

Por fin llegó su turno y con paso lento caminó hasta el taburete para sentarse, entonces tomó una buena bocanada de aire al mismo tiempo que la profesora ponía al sombrero parlante sobre él.

—Uhm que veo aquí —hizo una pequeña pausa, como si estuviera escogiendo las palabras cuidadosamente—. Tienes ambición de ser el mejor, pero Slytherin no va contigo por completo, los que amas son lo más importante así como ayudar, si obtienes lo que quieres es porque luchas por ello. Sí, es muy claro, te pondré en… ¡Hufflepuff!

Los alumnos de esa casa lo recibieron con aplausos y en cuanto llegó con Bryce éste lo abrazó. No había duda que en esa casa estaría muy bien.

Los días de habían ido más rápido de lo que se podía imaginar, siempre aprendía algo nuevo y aunque para algunos lo teórico era algo un poco aburrido, para él y para cualquier otro que nunca había tenido contacto con el mundo mágico era totalmente asombroso. Y esa mañana no era la excepción, Calen había aprendido algo nuevo en la clase de encantamientos, algo por lo que al final de la clase se quedó un rato para aclarar sus dudas. Le había dicho a Bryce —con quién muy pronto se volvió inseparable— que podía adelantarse y lo esperara a la entrada de las mazmorras para su siguiente clase.

—Bien—. accedió Bryce antes de salir del aula—. Pero no te tardes, y tampoco te pierdas.

Calen negó con la cabeza.

Después de despedirse del profesor Flitwick y salir del salón se dirigió a paso acelerado hacia las mazmorras, las cuales estaban bastante lejos. Cuando estaba apunto de llegar chocó con otro alumno más alto que él terminando en el suelo, al momento de levantar la mirada se encontró con un grupo de chicos mayores, aseguró que eran de último año y por el color de sus uniformes supo que eran de Slytherin, uno de ellos tenía cabello largo hasta los hombros de un color rubio platinado, la expresión en su cara era claramente de asco.

—Fíjate por donde caminas, maldito sangre sucia —dijo de manera mordaz, sacudiendo su túnica antes de continuar su camino.

Pudo escuchar como el resto del grupito reía por aquello alejándose del lugar, no entendía que significaba el término sangre sucia y porque a ellos les había parecido tan divertido. Pero una punzada en su estómago se hizo presente, junto con la creciente sensación de tener el estómago revuelto, otra vez.

Así siguió caminando hasta llegar a la entrada del aula de pociones, donde lo esperaba su amigo, que al ver la cara que tenía no dudó en preguntarle si estaba bien.

—Sí, no pasa nada.

—¿Seguro? —cuestionó nuevamente preocupado.

Calen tardó un poco en responder.

—¿Sabes qué significa sangre sucia?

—¿Dónde escuchaste eso? —Bryce abrió los ojos bastante sorprendido.

—Cuando venía hacia acá choque con otro alumno, uno de Slytherin y me dijo eso —respondió, parecía no ser algo bueno.

El rubio suspiró, una vez dentro del aula tomaron asiento.

—Mira Calen, como te había explicado en esa casa asisten los magos que normalmente vienen de familias puras y que se creen más importantes que los demás —comenzó a hablar con un tono de voz más bajo—. Quizás no todos son así, pero el termino sangre sucia lo usan ellos para… para referirse a alguien que proviene de familia muggle, cómo tú. Y según sus creencias no son importantes, son la vergüenza para el mundo mágico y no merecen llevar magia en sus venas.

La mirada de Calen se tornó triste, incluso su expresión había cambiado.

—Hey, yo no creo en eso ni otros que igual vienen de ese tipo de familias —continúo Bryce en un intento por animar al castaño—. Al contrario, pienso que pueden ser hasta mejores que los que han tenido contacto con la magia desde siempre. También creo que si nacen con magia es por algo.

—Entonces hay que demostrarselos —una pequeña sonrisa apareció en los labios de Calen.

Ese día Calen descubrió tres cosas: la primera, que su estancia ahí no sería fácil, mas no insoportable; la segunda, quien era en el mundo muggle no importaba ahí así que si quería ser respetado entonces debía de trabajar por ello; y la tercera pero no menos importante, que no debía de ignorar las sensaciones de su estómago, en especial en situaciones como esa.


Por fin actualizo después de siglos jajajja. Lo bueno es que nadie sabrá que tardé en subir el prólogo, solo unos cuantos lectores.

Anyway, la verdad tardé en terminar el prólogo porque para mí mala suerte la inspiración me llegaba cuando quería y tenía un buen de interrupciones. Pero se logró.

Y bueno, no hay más que decir, ya saben lo emocionada que estoy con esta historia y con el resto de la saga. Espero disfruten del prólogo y me apoyen con su voto y algún comentario <3

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