2. Niños
A la mañana siguiente, Kirishima salió a hacer su rutina de ejercicios, y arrastró al pobre Denki consigo, aunque éste prefería usar sus alas a correr, recibiendo algún que otro regaño del pelirrojo.
-Baja aquí y corre, tramposo.- Le gritó sin dejar de trotar.
El rubio se puso boca arriba y llevó ambos brazos debajo de su cabeza, elevó una pierna y curvó la otra para poder apoyar el pie en su rodilla. Suspiró y vio a su amigo de reojo.
-Estoy ejercitando mis alas, ¿que no ves?
Kirishima negó con la cabeza y siguió corriendo en silencio para no agotarse. Recorrió una larga distancia, incluso llegaron a la ciudad de los humanos, a un parque, más específicamente.
Se detuvieron al ver a tantos humanos reír juntos.
-¿Qué es esto?- Preguntó Kirishima.
Se vieron el uno al otro sin comprenderlo del todo bien. Habían varios niños jugando en la arena, persiguiéndose el uno al otro entre risas. Algunos pocos hacían figuras en la arena, y otros estaban con sus padres almorzando.
Uno de los niños corrió hacia donde estaba Kirishima, quien del susto dio un salto y emprendió vuelo, aún sabiendo que no podían tocarlo.
-Oye, ¡mira esos, Kiri-bro!- El susodicho volteó a ver al rubio, quien señalaba un grupo de niños, siguió su dedo y no pudo evitar reír, pero no porque fuese gracioso, sino por una repentina felicidad que emergía de su interior.
Se acercaron a ellos para poder verlos mejor.
Eran dos niñas hablando con un niño mientras dibujaban con sus crayones. Los tres dibujaban el auto de juguete que tenían en frente, y aunque apenas se lograba entender la forma, al pelirrojo le pareció la obra de arte más preciada.
-Bro... ¿Nuestros humanos serán así?- Preguntó con ilusión, sentándose junto a una de las niñas. -Nunca los había visto tan de cerca, son maravillosos.
-¡Yo espero que el mío sea como ese niño! Viste demasiado cool.
Los angelitos se vieron y rieron.
-Creo que no me importa dedicarles mi vida.- Dijo Kirishima mientras veía a su alrededor. -Son unas criaturas hermosas, sus risas son contagiosas. Quiero cuidar de ellas...
-Igual yo.- Le sonrió su amigo.
-+-+-+-+-+-
En otro sitio, dos personas habían tenido la misma idea. Se trataban de Katsuki y Tetsutetsu. Habían decidido salir a correr antes de que el comedor estuviese abierto. Después de todo era sábado y necesitaban un poco de energía para desperezarse.
Llegaron a la ciudad que no estaba a más de un kilómetro de distancia, y como los anteriores, se detuvieron ante los gritos de los niños que se divertían en el parque.
-¡Agh, qué escandalosos!- Gritó el rubio, mientras que llevaba sus dos manos a sus oídos y los apretaba con fuerza.
-Por Satán, que alguien los calle.- Tetsutetsu lo imitó.
Sin siquiera dudarlo, extendieron sus alas y con un salto comenzaron a ganar altura. Se detuvieron cuando los gritos cesaron su intensidad.
-Tsk. ¿En serio tenemos que cuidar de ellos?- Bakugo puso una cara de asco. -¿Tenemos cara de niñera o qué? Más les vale que mi humano no sea tan chillón.- Gruñó.
-Espero que al mío le gusten las peleas.- El de cabello gris chocó sus propios puños con una sonrisa y el ceño fruncido.
Observaron el parque desde lejos y se sorprendieron al ver dos pares de alas que acababan de llegar.
-¿Esos son ángeles?
Katsuki ni siquiera se molestó en responder. Bajaron hasta la copa de un árbol y se sentaron en una rama para verles mejor; eran un chico de cabello rojo y otro amarillo. Para nada llamativos, nótese el sarcasmo.
-¿Crees que nuestros rivales se vean así?
-¿Es que nunca te callas, pedazo de hojalata?- Masculló el rubio ceniza.
Les vieron reír con los niños y gozar de su compañía. Katsuki rodó los ojos, el ángel que le tocara no podría con él, estaba decidido a ser el mejor tentador del Purgatorio. Haría que Lucifer se sintiera orgulloso.
-Que infantiles.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top