23. El Tártaro.

CAPÍTULO VEINTITRÉS:
El Tártaro.


ELOISE

Serkás era una ciudad costera y, aunque presumía de ser turística, el viento rugía con tanta fuerza que obligaba a todos a protegerse en sus abrigos.

Las luces de los teatros eran lo único que quedaba para iluminar las calles a esas horas.

Llegamos hasta el Gran Hotel Tártaro, que seguía la misma fachada de estilo barroco que veía mezclarse en la ciudad, pese a que sospechaba que la mayoría de esas construcciones habían nacido en los años 20'.

Viajamos en dos autos, el Rolls Royce que conducía Mael, y la camioneta de Héctor, donde llegaron él y los demás, estacionaron en la parte trasera del hotel, a dos cuadras, en busca de no llamar la atención.

──Avisa cuando estés listo para entrar ──La voz de Héctor, autoritaria, fue fuerte y clara a través del intercomunicador del auto.

Cada uno tenía una réplica en la oreja, tan diminuta como para quedar oculta bajo el cabello, como esos que usarían en películas noventeras sobre espías.

──Yamato y Gabriel estarán de refuerzo, una vez que termines, solo salgan por la puerta principal, Mael estará atento a su salida.

──Copiado, jefe ──respondió Víctor, en un tono socarrón o no, a veces no podía decirlo──. Todavía puedo hacer esto con Ángela, será mejor, los dos tenemos experiencia.

──Lo haré sin ningún problema ──agregó la pelirroja──. Eloíse solo nos retrasará.

Sabía lo que intentaba hacer, probablemente Héctor también, por eso no funcionó.

──Ya acordamos esto, Víctor ──Héctor fue rotundo──. Pueden entrar cuando estén listos.

Víctor me observó un largo rato, más como contemplación introspectiva que en busca de algo que pudiera brindarle.

──Todo listo ──avisó la voz de Gabriel.

──Listo ──agregó Yamato.

──Bien, hecho ──soltó Víctor──. Entren si no salimos en media hora.


Se trataba del mismo hotel que la noche de la subasta, tan grande y magnífico, alcé la cabeza hacia la réplica del techo de la Capilla Sixtina que coronaba el vestíbulo.

Trazos expertos y precisos recreando el mito de la creación.
De igual manera, estaba demasiado nerviosa para prestarle atención a nada en demasiada profundidad, las ansias generaron cosquilleos en mi piel, escalando como hormigas.

La espalda comenzaba a dolerme por el esfuerzo de tanto tiempo en alerta.

Nos recibió un valet que saludó a Víctor como si lo conociera, pero yo no recordaba su rostro de la vez anterior.

No nos dirigimos a la recepción, porque Víctor parecía conocer ese lugar de memoria y se movía con la autoridad como si le perteneciera.

Colocó su mano en la parte baja de mi cintura.

──Veo que conoces mucho este lugar, ¿traes a muchas afortunadas? ──No estaba segura de si quise aligerar la tensión o empeorarla.

──¿Es un poco de celos lo que detecto, mi dulce Eloíse?

Me gustaba la forma suave y seductora en que su voz profunda delineaba el nombre que él había elegido para mí.

──¿De las pobres estúpidas a las que traes para emborracharlas y venderlas?

──Me haces ver como una persona horrible ──Guardó ambas manos en los bolsillos, viéndose nada conmovido.

──Puede que no lo recuerde y aún así, no creo haber conocido muchas peores, Víctor, admite que eres al menos peculiar.

Bajó su mirada hacia la mía, tan alto que debía encorvarse para quedar a mi altura, lo que era algo por completo nuevo para mí.

──Lo tendré en cuenta la próxima vez que estés rogando y yo no quiera ser tan benevolente.

No se me pasó desapercibido lo turbulento del brillo en sus ojos oscuros.

──Puras palabras.

Me adelanté, entrando al gran salón del hotel, pero Víctor no tardó en cruzar el umbral para colocar su mano en la parte baja de mi cintura, de la forma posesiva que me gustaba ver solo en él.

Ahí estaban, esas gotas, ese trago rápido de adrenalina que me daba empujones para recordarme que debía seguir, y no largarme a llorar en un rincón sin respuestas ni opciones.

──Víctor el bastardo.

Entonces lo vi, alzó ambos brazos como si recibiera a un rey, pese a que él se veía como uno, no como la imagen de ellos que nos daban el cine y los libros, sino como la que reconocían los historiadores de monarcas que habían engordado a sus anchas, con vidas sedentarias y apegadas a la comodidad del despilfarro.

El sujeto llevaba el cabello cano, casi gris, con una barba bien recortada y un rostro de sonrisa lasciva que tardé solo un momento en notar que no se dirigía a mí.

Dio un beso en cada mejilla de Víctor, él se alejó con un leve gesto de desagrado, que no tardó en esconder detrás de una sonrisa sardónica.

──Bazel, ella es Eloíse ──me presentó──. ¿La recuerdas?

¿Yo lo conocía?

Él se relamió al verme, dejando sus labios húmedos mientras me daba una inspección.

──¿La chica por la que asesinaste a uno de mis muchachos?

──Estaba fuera de jurisdicción ──Víctor apenas alzó una mano, restándole importancia.

Bazel nos invitó a sentarnos junto a él, en el bar del hotel, una mesa apartada al fondo de la sala, un rincón casi oscuro entre lámparas de pie y sillones de cuero con ornamentaciones exageradas.

Bazel se sentó de manera que tenía un vista panorámica del salón, poco concurrido del modo que demostraba exclusividad, Víctor ocupó el sillón a su derecha, de lado a los presentes, yo me ubiqué a su lado, pegué mis muslos a los suyos tanto como pude.

Víctor deslizó una mano debajo de la mesa de roble caoba, para acariciar mis piernas de forma leve, un pulgar metiéndose justo debajo del dobladillo de la falda, rocé mi mano con la suya porque de otra forma sentía que desvanecería ahí mismo.

Ellos hablaron sobre el hotel, lo mal que le iba para ser temporada alta porque en la ciudad se habían encarecido demasiado los costos, el camarero se acercó para dejar otra botella de ron y tres vasos. Me sorprendió que Víctor sí bebiera.

──¿Entonces? ──continuó el hombre──. ¿Pensaste en lo que te dije?

Solo entonces él detuvo sus caricias, de forma prudente en que se prepara un ataque.

──¿En qué?

Víctor le dedicó una sonrisa divertida y amplia, quitó su mano de mis piernas para dejarla sobre el respaldo detrás de mi cabeza, guiando la atención del hombre, quien parecía prestar especial atención a los movimientos felinos del rubio.

Sopesé un nuevo plan: qué tan mal estaría romperle una botella de ron por la cabeza a ese tal Bazel.

──No tengo tiempo para vueltas, Víctor, lo que me pides es demasiado, si se enteran me correran de la Comunidad.

──Solo son dos boletos, identificaciones falsas, algún contacto ocasional para mantenernos ocultos.

Víctor manejaba la situación en un tono tan cálido y envolvente como frío y autoritario, esos encargos no debían ser nuevos para él.

──Sabes que no puedes renunciar a esto ──aseveró Bazel, con su vida fija en mí, tan ávidos como los de un sediento.

──Solo serán vacaciones, un tiempo para los dos, solos, volveré… Cuando me aburra.

Me obligué a recordar que esas palabras y lo que implicaban no eran reales, decidí mentirme de esa manera.

──No lo sé ──dijo Bezal, acariciando su leve barba, sirviéndose otro trago──. Mientras te buscan podrían darme problemas.

──Puedes evadir mucho más que eso, Bazel, ambos lo sabemos.

El hombre volvió a mirarme, dejé que una cortina de seriedad permeara cualquier símbolo de miedo o incomodidad en mi rostro.
Si podía hacer panqueques con Ángela, fingiendo que ella no quería atravesar mi garganta con un cuchillo ─quería pensar que en ese entonces y no después de haber sellado nuestro trato─ entonces podía seguir con ese espectáculo.
Pocas cosas podían incomodarte, si superabas la sonrisa macabra de la pelirrojo.

Al no encontrar nada, Bazel volvió su atención a Víctor, su mirada astuta y hambrienta, como si estuviera a punto de conseguir un trofeo por el que había fantaseado un tiempo.

──Quizás con un poco más de… incentivo.

Deslizó su mano hasta la rodilla de Víctor, presionando, él no se movió pero por la cercanía de nuestros cuerpos lo noté tensarse.

Fui suficiente incentivo para clavar mis uñas en la muñeca de Bazel.

──Podría dejar sus manos quietas ──Mantuve su mirada en la mía.

El hombre no cedió hasta que sentí el crujir de su carne, Víctor se apresuró a separarnos, echando un vistazo al tipo de seguridad que hasta entonces noté.

Conté cuatro hombres trajeados de negro, vigilando las dos salidas.

Estaba claro que nadie podría lastimar a Bazel ahí.

──Me gusta esta chica ──El tipo soltó una carcajada──. Apuesto a que te pone que sea así contigo.

──Mientras sepa ponerse un límite ──me observó en reprimenda.

Debíamos apegarnos al plan, y era mantener a Bazel contento hasta volarle la cabeza. Una persona más razonable se hubiera entregado a la policía hace rato, pero estaba empezando a entender que yo no era del todo razonable.

Y que podía no ser culpable del crimen de Serena, pero lo sería de otro si ese tipo no dejaba de tocar a Víctor.

──Bueno, claro, tienes razón, creo que estamos todos demasiado tensos, ella lo está ──Bazel sirvió un vaso bien cargado──. Deberías relajarla, vamos, que beba.

La forma en la que hablaba como si no estuviera ahí, o como si no pudiera llegar a comprender sus palabras, solo me hirvió más la sangre.

Víctor me tendió el vaso que había servido Bazel.

──Haz caso a Bazel.

Ante mi reticencia, Víctor enredó sus dedos entre las hebras de mi pelo, acercando mi rostro hasta morder mi labio inferior, obedecí cuando su lengua se introdujo de forma demandante, por un momento dejé que me probara, respondiendo a la forma lasciva en que tomó mi boca.

Me alejé del beso, observando cómo él se relamía los labios, el calor en mi estómago ardió con el deseo en sus ojos marrones.

Hasta entonces recordé a Bazel, el tipo se movió en su asiento, acomodando su pantalón un par de veces antes de ponerse de pie.

──Bien, bien ──cedió entonces──, creo que podríamos seguir este negocio en un lugar más privado, quizás así irá a mejor puerto.


Me pegué a Víctor todo el camino en el ascensor, y hasta que las puertas se abrieron en un departamento iluminado con cálidas luces anaranjadas.

Se trataba de la suite del hotel, el lujo y la elegancia antigua que precedía al resto del establecimiento, también se había colado en esa habitación.
Pisos de madera caramelo, recubiertos con alfombras de estilo persa y un gran candelabro araña en el techo, imperio y que debía tener al menos treinta y dos luces.

Demasiado lujo para un cerdo.

Bazel se quitó el saco gris, arrojándolo sobre una silla mientras sus guardias de seguridad le realizaban un chequeo a Víctor, le confiscaron una pistola y dos navajas.

Miraron de regreso a su jefe, y él de vuelta a Víctor.

──Nunca salgo desarmado ──respondió sin más.

──Bien, salgan, no necesito mirones, solo vigilen afuera.

Así lo hicieron, cuando cerraron la puerta detrás la habitación pareció encogerse sobre mí, incluso en sus varios metros cuadrados, me asfixiaba.

En el medio de la habitación había una gran cama con dosel, sedas lilas y tantas almohadas que era ridículo.
Su ubicación parecía un intento de exhibicionismo, para que pudiera verse a través de sus cortinas de gasa desde cualquier ángulo.

Como la habitación de algún sultán.

Le lancé una mirada rápida a Víctor, mientras de reojo veía a Bazel desabrocharse el cinturón.

──¿Por qué no te pones cómodo, Víctor? ──preguntó, antes de dirigirse a mí──. Sirve un poco de champagne para los tres, cariño.

El rubio sonrió sin nada en los ojos, comenzó a quitarse la chaqueta con movimientos pausados y precisos, Bazel lo observaba con una lujuria que me tenía asqueada.

Revisé en la mesa, lo más cerca que tenía para lanzarlo sobre su cabeza.

Quizás después sobre la de Héctor, por haber ideado ese plan.

Fui en busca de la botella y tres copas, la tomé del cuello de vidrio, pero Víctor me negó con un gesto leve de la cabeza.

Bien, mucho ruido.

──Ven, puedo ayudarte con eso.

Me tensé al creer que el tono trastocado de Bazel se dirigía a mí, cerré mis dedos en un puño al notar que se acercó a Víctor.

Bazel tiró de él para dejarlo contra el poste de la cama, me puse de pie cuando lo giró para comenzar a bajar su cremallera. Víctor fue rápido al prever la situación, lo giró para empujarlo contra la silla, asestando con una sonrisa, que solo pareció avivar el hambre en Bazel.

──Eloíse, cariño, ¿por qué no ayudas al señor Bazel?

Le lancé una mirada cargada de rencor, que disimulé cuando el tipo me miró con deseo.

──Ven, preciosa.

Obedecí, menos segura a cada paso, deteniendo mi mano sobre su hombro para sonreír con picardía.

Víctor seguía detrás de él, comenzó a desabrochar su cinturón, me concentré solo en él, y en su mirada oscura, mientras comenzaba a bajar la falda a mis pies.

Bazel no tardó en llevar una mano a sus pantalones, liberó su erección para sostenerla mientras yo me esforzaba por seguir, berreó como un toro viejo.
Evité mostrar nada, el tipo estiró su mano dispuesto a tocarme con la que tenía libre, cuando Víctor le rodeó el cuello con su cinturón.

Tardó un momento hasta que Bazel tuvo su rostro enrojecido, sus ojos inyectados en sangre y baba cayendo por su mentón.
Luego cayó sobre el piso alfombrado como un saco de papas.

Di un paso hacia atrás, por inercia, y fue Víctor quien lo rodeó para llegar hasta mí.

──¿Estás bien?

Dejé que me envolviera en sus brazos, sintiendo la tranquilidad de tenerlo tan cerca y la descarga de adrenalina bajando como una estampida que dejaba mi cuerpo adolorido.

Bien, no estaba ni remotamente cerca de todas las formas en las que me describiría.

Pero mi lengua no colaboró para decirle nada de eso, y dejé que él tirara de mi brazo para encerrarnos en el baño de la suite, cerró con llave detrás de nosotros.

Me dejé caer sobre la tapa del retrete, cubriendo mi rostro mientras las arcadas iban y venían en un vaivén, Víctor me colocó una toalla mojada en el cuello, luego me salpicó con agua el rostro.

Al abrir los ojos noté la palidez enfermiza de mi rostro y entendí el gesto de preocupación en su cara.

Tenía la corbata suelta y la camisa levemente desabrochada. Lo ayudé al abrochar los botones, él me observó en silencio mientras ajustaba el nudo de su camisa.

──¿Respiras bien, Eloíse?

Noté que había abierto la ventanilla del baño, que no estaba ni cerca de ser el aire que necesitaba, pero agradecía eso antes de que volver a la habitación y ver el cuerpo en el piso.

──Estoy bien ──acerté a decir.

Cuando terminé, Víctor se arrodilló frente a mí, lo suficiente como para dejar su frente contra la mía y acariciar mi mejilla de forma leve.

Tenía el pelo más desordenado de lo usual, brillando como trigo bajo la luz blanquecina, acaricié su cabello mientras el tiempo se diluía en la habitación.

──Esperaremos a qué estés lista.

Definitivamente no lo estuve cuando alguien empujó la puerta del baño, abriéndola con una patada.

Gabriel nos observó con una ceja alzada, su mejilla manchada de sangre y el pelo cayendo negro y pesado, resaltando el brillo salvaje en sus ojos verdes.

──Quizás no el mejor momento para un descanso.

──¿Qué tal para una paliza? ──propuso Víctor.

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NOTITA:

Hace un montón que no publicaba por acá, ¿cómo andan?
Dividí este capítulo en dos, porque quedaba algo largo, no hay mucho que agregar porque no hay revelaciones, por ahora solo siguen el plan de Héctor para cumplir con el mandado de Fausto.
Con Revival me pasa algo raro, porque ya sé por dónde quiero ir, pero unir esos puntos está siendo difícil.
En fin, espero les haya gustado y me encantaría leer sus comentarios.

Besos
❤️

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