La vuelta de la moneda
Capítulo X
Últimamente me he sentido mal de salud. He tenido que posponer en reiteradas ocasiones mi viaje de aniversario con mi adorado Santiago. Pobre ya casi no sale de casa por estar conmigo al pendiente de todo lo que necesito. Su asistente Yesica lo mantiene al tanto de sus responsabilidades al tener que ir a nuestro hogar constantemente para llevar los documentos de los casos que lleva.
Mi estado ánimico está por el suelo, a duras penas logró levantarme de la cama. Me veo en el espejo, el reflejo ausente de mi hermoso rostro ha desaparecido dando paso en su lugar a mi extinta lozania. Unas horrendas ojeras terminan de definir mi tez. No puedo creer lo demacrada que estoy. Lágrimas resbalan en el preciso lapso en que me desvaneco perdiendo el sentido.
No se cuanto tiempo ha pasado. Santiago y el anciano Dr. Losada están en la habitación. Me revisa, me brinda lo que creo es una sonrisa. Y sale en compañía de Santiago.
De momento no puedo creer que esto me esté pasando con tan sólo 38 años. Aún deseo con el alma tener la posibilidad darle un hijo a mi esposo.
"Dios, apiadate de mi" —es lo único que alcanzo a susurrar al padre eterno.
Estoy perdida, eso lo sé muy bien. Estoy molesta, recién tomo conciencia de que soy una idiota. Ya casi no veo, mi vista está nublada. Sólo diviso unas sombras o bultos que siento que están por toda la habitación.
De repente escuchó que abren la puerta y entran dos personas ¿ o acaso mi vista me engaña? Se sientan y me observan. Quedó aterrada al reconocer quienes son en realidad, Elena y Ezequiel están junto a mi cama. Se dedican a mirarme de manera acusadora. Cierro mis atemorizados ojos pero aún y así escucho a Elena decir:
—Creíste que te saldría con la tuya? No pensante nunca que tarde o temprano pagarías por tu crimen.
Ezequiel asevera de manera amenazante apuntandome con su dedo cadaverico:
—¡¡¡Maldita!!! —me recrimina con una voz estridente— ¡¡¡Tú!!! ¡¡¡Desgraciada!!! cómo pudiste cortar los frenos del auto. Dios sabe cuánto te amé a pesar de saber que estabas envenenando a Elena.
Me tapo los oído, no quiero oír su espantosa voz, no quiero escuchar su reproches. No soporto más y entonces como única salida comienzo a gritar con desesperación. Sin embargo aquellos espectros vengadores no se marchan. No tienen intención de dejar de atormentarme con su presencia.
Un fuerte dolor en el pecho me estrangula el corazón. Me falta el aire. Ya no siento nada. Sólo un vacío enorme plagado de la más absoluta oscuridad toma posesión de mi desafortunada existencia...
Al abrir los ojos todo había cambiado, el dolor se había esfumado de mi ser. Las acusaciones fantasmales también habían cesado, el panorama era de otra dimensión, pues ahora estoy de pie, sí; de pie en medio de un escenario donde he dejado de ser la protagonista, A mi lado siguen los espectadores fantasmas de Elena y Ezequiel.
Recorro con la mirada y me veo en mi cama, inmóvil, pálida, sin vida. Muerta, más que nada condenada con una horrenda expresión en mi demacrado rostro. A mi lado Santiago y su asistente. Se miran como sorprendidos...
—¡Amorcito! ¿Escuchaste lo que dijo? —Expresa Yesenia.
—A lo mejor estaba alucinando o tal vez veía sus propios fantasmas, dicen que cuando estás próximo a morir algunos se aparecen para cobrar deudas pendientes —infiere Santiago en un tono que denota indiferencia ante el lecho de mi muerte.
—¡¡Por Dios santo que cosas dices!! —refiere frotándose los brazos por el escalofrío producido al oír las palabras de él— Y Ahora ¿que hacemos amor? Ya no soporto ver su horrible cara. . .Cubrele con la sábana y salgamos.
En sus facciones se puede apreciar con claridad lo asqueada que está al ver mi cadáver, ya no parece la misma chica atenta y amable que era conmigo; Yesenia ha develado su verdadero rostro, un rostro que yo conocía muy bien, un rostro que por años dibujé a la perfección. En eso la zorra oportunista se da la vuelta para no ver la podredumbre que soy ahora.
Los dos salen de la habitación, llaman al Dr. Losada que certifica mi defunción. No habrá autopsia, no habrá investigación. Será igual que con Elena y Ezequiel.
Mientras, Elena me recuerda con una sonrisa sinietra que en la alacena, detrás de las cajas de cereales se encuentra aún casi a medio terminar el frasco de cianuro que yo mucho antes había utilizado a diario en el té de las tarde.
"Nadie se va sin pagar, no antes de la hora del té "
Receta aromática de la traición.
En una taza de agua caliente vierta a continuación los siguientes ingredientes:
100 gramos de paciencia
70 gramos de envidia
60 gramos de mentiras
No olvide una pizca de cinismo con otra de traición sazonada; remueve con sutileza de arpía y sírvase caliente, preferiblemente en las tardes. Ah y no olvide endulzar con unas gotitas de cianuro.
FIN.
10/01/2017
Una mini historia con ingredientes ahorradores de una trama más extensa. Espero que sea de su agrado.
Compuesto por 7.890 palabras que irán creciendo en cada capítulo a medida que agregue situaciones que hagan crecer la trama.
Saludos
Atte.
Cristylove
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