//Uno//
—Oye Rinie, sabes que si no te sientes cómoda puedes llamarme ¿cierto? —suspiré por...quinta vez durante la llamada que me había hecho mi amiga mientras yo me colocaba los tacones negros de correas finas dejando reposar el teléfono entre mi oreja y mi hombro.
—Que lo se, Woonie, de verdad, que no pasa nada ¿vale? —le aseguré, aunque ya lo hubiese hecho unas dos veces antes igual y ella seguía con el temita de que esta cena era un error, yo por mi parte, no lo veía tanto así.
Luego de tantos años de matrimonio con GongChan creo que esta era una salida que nos podía revivir momentos importantes de nuestros años más gloriosos. Como el primero, por ejemplo. Pensé que casarme a mis recién cumplidos veinte años y con la persona de la que me había enamorado ciegamente sería el regalo más grande que me darían los dioses de allá arriba si era que existían realmente. Recuerdo ese día como si fuera ayer mismo, cómo conocí a GongChan, un chico que me llevaba (y me lleva) en ese entonces unos siete años, cuando las demás chicas de mi edad buscaban chicos más pequeños para...sentirse orgullosas de lo poco que sabían con personas más inexpertas, yo me enamoré de él porque siempre pensé que enamorarse de mayores era de personas maduras. Y yo, una chica de libros, literatura inglesa y fascinada con la belleza de ese hombre, simplemente me dejé llevar. Hasta que coincidimos en una apertura de un autor que me gustaba mucho en la ciudad, fue la primera vez que me habló, en donde me di cuenta de que mi enamoramiento no solo era por belleza sino que llevaba también inteligencia porque me cautivó con cada una de sus palabras. Y al parecer él también quedó fascinado por mi manera de saber de obras antiguas que a algunas personas no le gustaban en lo absoluto, porque al otro día, me fue a buscar a la universidad para tomar un café y regalarme un libro de literatura griega porque le había dicho que me gustaba recientemente. Luego vinieron más encuentros, en los que ambos nos sentíamos bien con el otro, hablábamos sobre nuestros gustos y preferencias y a mi me parecía todo un sueño de hadas del que no me quería despertar jamás.
Unos meses después me pidió ser novia de él, y yo, como una ilusa enamorada en esos momentos acepté súper emocionada por estar con el chico que me gustaba tanto y del que estaba locamente enamorada. Mi madre, quien era una mujer de costumbres antiguas y la que me repetía una y otra vez que lo único que se necesitaba en la vida era un hombre con buena posición y prestigio, cuando se lo presenté lo elogió tanto que me sentí poca cosa a su lado, porque nunca había recibido tantos elogios de mi madre como GongChan los recibió de la misma esa noche. Lo bueno de todo, era que lo había aceptado porque estaba de más decir que Seol GongChan heredaría una empresa y sería dueño de todo y por lo tanto, nadaba en dinero, y eso a mi madre le sobraba. Todo era felicidad, después que me casé con él la sonrisa de la cara no se me quitaba en lo absoluto porque parecía haber sacado a Seol de algún sueño mio de esos de "el chico perfecto" porque me hacia feliz a cada minuto que pasaba con él. Me daba flores todos los días, me llevaba a comer los fines de semana a un restaurante prestigioso en donde adorábamos de la música clásica, el típico escenario que a otros les parecería aburridísimo pero que para mí era lo mejor del mundo.
Sin embargo, todo duró tan poco, que realmente me pellizqué varias veces para asegurarme de que todo esto no era un sueño cuando Seol comenzó a llegar tarde del trabajo, más cansado que nunca, evitaba salir conmigo a donde fuera y todo lo camuflaba con un "tengo mucho trabajo". Un trabajo que me empezó a sonar raro, un trabajo que no existía porque no era tonta, y me olía muchas cosas, incluso cuando tenía sexo conmigo y ni siquiera me preguntaba si había llegado al clímax cuando él sí que lo había hecho. Todo había comenzado a cambiar luego de dos años años de matrimonio, y hoy en día, con dos más sobre la espalda, sigo aguantando lo mismo, porque sigo enamorada, sin la valentía de pedirle explicaciones del porqué llegaba tarde, sin el coraje suficiente de encararle y decirle que estaba un tanto harta de sus infidelidades desde que la tal JiSeul había aparecido en nuestras vidas.
Jeon JiSeul, una empresaria que había comenzado a hacer negocios con la empresa de mi marido hace exactamente dos años y aún se mantenían ahí, JiSeul era casada, tenía unos quince años más que yo y hasta donde sabía , también tenía un hijo, que si no me equivocaba tenía mi edad. Había buscado tanta información de ella que la conocía incluso igual o más que ella misma. Tuvo su hijo a los quince años de edad con su actual esposo, tuvo que abandonar su cuidad natal, Busan, porque sus padres la corrieron luego de enterarse de que estaba embarazada, su esposo y ella habían luchado mucho para llegar a ser los que eran y para colocarse en donde estaban ahora. Una historia que no encajaba en nada con la verdadera cara que yo conocía de esa mujer, la cual se le había metido por los ojos a mi esposo de tal modo que mi matrimonio dependía de un hilo bastante desgastado ya.
La fiestesilla esta la había preparado JiSeul, la muy amable, para conocernos todos y crear mejor confianza a pesar de todas las veces que nos habíamos visto por dos años enteros y supuestamente por una negocio que estaba llevando su empresa y la de GongChan y que iba camino a la gloria.
Por un momento me pensé las palabras de mi amiga WoonHe y de su insistencia en llamarle si pasaba algo que no me gustara, porque sabía que esta fiesta no iba a salir del todo bien como parecía, al menos, cuando yo tuviera a la señora esa delante de mi, iba a tener que comportarme muy bien para no soltarle muchas cosas que le tenía contenidas por descarada que era. Pero tal vez, a lo mejor, si lograba que GongChan me viera, con este vestido que tenía menos tela que mis bragas, se diera cuenta de que esa mujer no era nadie al lado mio, o eso creía, porque a pesar de tener sus treinta y nueve años, esa mujer se mantenía bastante bien.
Cuando acabé de hablar con mi amiga luego de repetirme una vez más que si pasaba algo que no dudase en llamarle, me miré una vez más en el espejo cuerpo entero que tenía en la habitación y me cercioré de que todo (maquillaje y ropa) estuviesen perfectos. GongChan ya me esperaba fuera del edificio hacía unos minutos porque me envió un mensaje acusándome. Cuando me despedí de la recepcionista con una sonrisa y abrí la puerta de copiloto para sentarme, mi decepción no pudo ser mayor. Porque GongChan, con su típico humor últimamente, ni siquiera me miró o dijo algo. Fue ahí donde me di cuenta, de que tal vez si que terminaría de llamar a Woonie en aproximadamente, media hora.
❣
Era una tortura realmente todo esto. Y más que eso, era humillante, era incómodo ver como tu propio esposo te hacía a un lado como si no fueras mas que un cuadro pintado en la pared para irse a hablar con JiSeul de lo más entusiasmado. Yo, sentada en un sofá de la sala, no sabía cuantas veces había suspirado ya y tampoco cuantas copas tenía en mi cuerpo, lo justo como para sentirme más miserable y también mareada. Cansada de tener todo el tiempo el culo estampado en aquel mueble, me coloqué de pie, solo para estirarme un poco. Caminé despacio admirando los retratos que había en la sala de aquella casa. Habían muchos abstractos y otros de paisajes pintorescos que realmente eran preciosos. Me detuve de más, cuando un cuadro enorme, con tres personas, se puso delante de mis ojos.
La familia perfecta Jeon, se veían hasta bonitos los tres juntos. JiSeul estaba en la parte derecha con un vestido pegado a su cuerpo en negro y sonriendo, su esposo, JungMyun estaba en el izquierdo con un traje de pinza negro, y ambos, abrazaban por sus hombros al chico pelinegro del medio, nunca lo había visto, JiSeul nunca lo enseñó en la empresa y lo mencionaba muy pocas veces, tanto, que no recordaba haber escuchado decir su nombre, en dos años, en dos putos años una madre nunca hablaba de su hijo, increíble, pero cierto. Aquel chico, con un traje muy parecido al de su padre con la excepción de que este traía un traje azul fuerte casi negro, sonreía, sonreía precioso, enseñando dos incisivos que hacían resaltar sus paletillas, parecía un conejito, muy tierno e infantil, tenían a un hijo muy guapo, eso sí no lo podía negar.
La noche pasaba lenta y tortuosa, ya había encontrado incluso polvo en la foto de tanto mirarla y también estaba más mareada que nunca. Los tragos me estaban pasando factura, cuando miré hacia la sala entera, a parte de verlo casi todo doble, no había nadie, ni estaba GongChan, ni JiSeul y mucho menos su esposo, estaba sola, increíble, me había quedado sola. Busqué el bolso en donde había guardado mi teléfono con el único propósito de llamar a Woonie y que me viniera a buscar porque ya no me apetecía estar en este lugar y mucho menos sola. La chica me respondió en el segundo tono y con voz ronca y arrastrando las palabras, le dije que me viniera a buscar, ella sabía la dirección, y lo agradecí porque ahora mismo no recordaba donde era que estaba. Ella me dijo que no me moviera de donde estaba y colgó. Yo, que obviamente no podía estarme quieta, quería llegar a la salida para esperarla. Cuando bajé las escaleras a duras penas, en el último escalón tuve la mala suerte de tropezar con mis propios pies y que los tacones me traicionaran doblándome el pié. Esperé el impacto en mi rostro, de verdad, incluso ya estaba gritando porque me iba a doler, pero en cambio, unos brazos y un pecho fue lo que impidió que cayera.
Cuando busqué la cara del chico, se me hacía conocido de algo. Por supuesto, lo había visto, sus dientes cuando sonrió al verme, sus paletillas, precioso, sus ojos brillaban, dios, si, es un dios, me morí y estaba viendo ángeles.
—Eres...muy guapo —fue lo único que pude decir decentemente. Él sonrió más grande.
—Estás borracha, noona.
❣
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