Los Merodeadores 2/3


Salió de ese recuerdo y se quedó mirando el frasco que ponía JP.

James y sus padres fueron los más interesados en saber que había ahí.

Volteó el frasco echándolo en el pensadero y metió la cabeza, Harry la siguió. Se encontraron otra vez en el despacho pero Dumbledore estaba hablando con dos personas. Adhara abrió la boca sorprendida.

Todos estaban intrigados.

Vio un chico con el pelo azabache, ojos marrones y gafas. Su hermano era una copia de él salvo los ojos.

Miradas a James.

Sonrió, al parecer ella había heredado sus ojos.

James y sus padres sonrieron.

- Y también los míos - dijo Dorea enternecida.

Luego fijó su mirada en la chica. Pelirroja y ojos verdes esmeraldas.

Miradas a Lily.

Las dos se parecían, aunque su color de cabello no era tan rojo. Pensó que era muy bonita.

Lily sonrió con cariño.

Nunca supo como eran, ni había alguna foto de ellos pero no dudaba que eran sus papás.

- ¿No le enseñaste fotos de ellos? - frunció el ceño Draco mirando a Harry.

- Harry, ¿tenías fotos nuestras y no se las enseñaste a tu hermana? - preguntó Lily.

Harry solo bajó la mirada y se removió incómodo. Sabía que su familia lo miraba con desconcierto y decepcionados por la indiferencia con la que trataba a Adhara.

Se puso a un lado y puso atención de lo que hablaban.

Todos lo hicieron.

- ¿Porqué nos ha citado aquí, Dumbledore? - preguntó James.

- Verán, mis muchachos - comenzó - hay algo importante que os incumbe.

- A mi también me llamaba mi muchacho todo el tiempo - dijo Harry.

- ¿Qué es? - preguntó Lily.

- Es una profecía sobre Voldemort y por los cálculos que he hecho también es sobre vuestro bebé.

- Lo tenía todo bien planeado el muy hijo de...- apretó la mandíbula James.

- ¿Nuestro bebé? - se asustó Lily poniendo las manos con protección sobre el vientre que parecía que tenía unos siete meses.

- Explicate - dijo James serio - ¿Qué profecía?

- Una en la que vuestro bebé sería el elegido para acabar con Voldemort.

James y Lily se miraron asustados.

- ¿Como crees que mi bebé va a acabar con él? ¿Se volvió loco? - dijo James alterado.

- Ya lo estaba - dijo Remus negando con la cabeza impactado de los planes del director.

- La profecía dice que un bebé vendrá al mundo al concluir el séptimo mes - les dijo Dumbledore - lo siento pero es el vuestro.

Los Merodeadores gruñeron.

Pero podéis esconderos en vuestra casa. Sería con el hechizo Fidelio; nunca os encontrará si nombraís un guardián del secreto.

- Eso podría funcionar - asintió Lily - ¿pero a quién nombramos guardián?

- A Sirius - dijo James.

- Gracias Cornamenta - sonrió Sirius.

Él le dió palmaditas en el hombro.

- Hay otra cosa Sr. Potter - dijo - es necesario que me prestes tu capa.

Adhara lo miró con el ceño fruncido.

James hizo lo mismo.

- ¿Para que quiere la capa? - preguntó Charlus frunciendo el ceño.

- ¿La capa? Lo siento pero esa capa es una reliquia familiar y no se la presto a nadie - dijo firme.

- Exacto - dijo Charlus asintiendo.

Adhara percibió un ligero e imperceptible movimiento en la mano de Dumbledore y luego se fijó en los ojos de su papá que de repente habían perdido brillo.

Harry supo también en ese momento que Dumbledore había lanzado a su padre la maldición imperius.

Jadeos se oyeron por el GC.

- ¡HECHIZASTE A MI HIJO! ¡YO TE MATO! - gritó furiosa Dorea lanzando crucios al director haciéndole gritar.

Charlus abrió la jaula con un hechizo y cogió a Dumbledore dándole la mayor paliza de su vida.

Lily abrazaba a James asustada por lo que estaban leyendo.

Después de dejarlo casi muerto, Charlus abrazó a su hijo.

- Necesito que me prestes la capa - volvió a repetir.

- Está bien - respondió James.

Adhara fulminó con la mirada a Dumbledore intuyendo sus planes. Si llegara a descubrir Voldemort donde estaban, la capa les podría servir para esconderse y poder escapar; pero si Dumbledore la tiene, no habría escapatoria.

- Esa niña debería haber ido a Slytherin - dijo Narcissa - es demasiado astuta.

Muchos Slytherin estuvieron de acuerdo.

- Pero si yo era el guardián no los habría encontrado porque nunca los hubiera traicionado - dijo Sirius preocupado.

- Lo sabemos cariño - dijo Dorea sabiendo lo que estaba pensando.

Los Potter asintieron dejándolo más tranquilo.

Salió de ese recuerdo y cogió el que decía SB. En ese estaban Dumbledore, sus papás y dos personas más que creyó que eran Sirius Black y Peter Petegrew.

- ¿Yo también? - se sorprendió Peter.

- Estos recuerdos son bastante interesantes, ¿no crees? - dijo Lucius a Barty.

Él asintió.

- Bien, ya que todos saben sobre la profecía podemos empezar ha hacer con el hechizo fidelio.

- Esperen - dijo Sirius - en cuanto se sepa, todos sabrán que yo soy el guardián. ¿Porqué no mejor Peter? Nadie sospechará de él.

- ¿No quieres serlo? - preguntó Lily.

- Claro que quiero pero todos sabrán que James pensaría primero en mí para ser el guardián e irán tras de mí - dijo - tengo la idea de esconderme, así nunca irían tras Peter.

Harry, Ron y Hermione suspiraron.

Los allí presentes miraron a Peter.

- ¿Serías nuestro guardián, Peter? - preguntó James.

En cuanto Peter aceptó hicieron el hechizo y Adhara pudo observar el brillo en los ojos de Dumbledore. Otro plan que se cumplía, supuso ella.

- Chicos yo tampoco los traicionaría - dijo Peter nervioso - de verdad.

- No voluntariamente - murmuró Harry.

- ¿Lo obligaron? - preguntó Remus al oírle.

- Lo oirán en el siguiente recuerdo - suspiró Harry.

Adhara se puso a pensar en toda la información que estaba reuniendo y lo que ya sabía.

Dumbledore fue testigo de que Sirius no era el guardián y aún así dejó que lo culparan de las muertes de sus papás. No luchó por qué tuviera un juicio y dejó que se pudriera doce años en Azkaban siendo inocente.

- ¿¡EN AZKABAN!? - gritaron sorprendidos sus amigos.

No podían creer que uno de los Merodeadores, el chico más travieso junto a James hubiera ido a ese lugar tan horrible por culpa del director.

Los que estaban a su lado lo abrazaron mientras Regulus lo miraba con tristeza.

Para ella estaba muy claro que quería a Harry solo y sin protección para poder manejarlo a su antojo. Y los que quedaban, estaban tan ciegos con el director que harían todo lo que él quisiera.

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