X
El rojo entintaba el cielo que parecía llorar fuego junto con ella.
—¡¡¡Isha!!! —gritó desde las entrañas, desesperada.
Pero Vi la retuvo, no le permitió alcanzarla, sintió el peso de su hermana sobre ella mientras la explosión azul las cegaba. Cuando hubo quietud, se separó de Vi, que intentó levantarse para ir tras ella, pero cayó inconsciente.
Jinx corrió tan rápido como pudo hasta ese punto, donde todo había sucedido, dónde todo parecía haber terminado; pero, en cuanto se acercó lo suficiente, aminoró el paso, temerosa de seguir avanzando, el corazón le latió con fuerza, con tanta fuerza que sentía que se le saldría del pecho, la respiración se le detuvo y las lágrimas nublaron su vista y su juicio, ni siquiera le importó que aún había medio ejército noxiano a su alrededor.
Dio un paso al frente para intentar verificar lo que ya sabía, lo que tanto le aterraba.
Pero al llegar hasta ahí...
No había nada.
Y eso la destrozó.
Tambaleó, dando un paso en falso, cuando su pie pateó el sólido del casco que pertenecía a esa niña, esa pequeña niña que tanta alegría le había traído desde que llegó a su vida.
Jinx cayó de rodillas, tomando el casco entre sus manos.
—No... No... Por favor, no... —balbuceó, aturdida—. ¡Oh, Janna, por favor! ¡A ella no! ¡Te lo ruego! ¡A ella no! ¡Devuélvemela, por favor! ¡Por favor!
Gritó con toda la voz que aún le quedaba, con la voz que aún guardaba en su pecho, la voz que no le alcanzó para suplicar más y más al cielo que le devolvieran la vida.
Los soldados que acompañaban a Caitlyn la tomaron por los brazos, obligándola a soltar el casco al suelo, mientras su mirada se despedía de su recuerdo para siempre.
Pasaron arrastrándola junto a Vi y la misma comandante Kiramman, esta última le dirigió una mirada cansina, mientras socorría a Vi. Una parte de Jinx se sintió aliviada de dejarla en sus manos.
Cuando la soltaron frente a ella, simplemente permaneció de rodillas y, con la mirada gacha, elevó las manos en silencio para entregarse. Los oficiales se la llevaron y Caitlyn permaneció en silencio, atónita.
Vander ya no estaba, Isha tampoco y la furia que movía a Jinx había desaparecido también.
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Era de madrugada, Jinx había llevado a Isha medio adormilada hasta el muelle de Demacia, donde un barco esperaba a zarpar, todo estaba oscuro, apenas iluminado por unos cuantos faroles de aceite que cargaban los tripulantes y los propios jóvenes.
Era mejor así, era la única manera en que el plan se realizara sin la noción de nadie más, el capitán y prácticamente todos los hombres eran de la entera confianza de Heimerdinger, el yordle había hablado con ellos con anterioridad para que llevaran a Isha hasta Piltover, donde una carta ya había sido entregada a la familia con la que dentro de pocos días llegaría.
Isha miró el barco, confundida, el sueño aún no le permitía entender lo que estaba sucediendo. Ekko colocó su mano sobre su hombro y se agachó a su altura, abrazándola con fuerza.
—Me hubiera gustado tener una idea mejor... —le murmuró y se despegó de ella, sonriéndole una última vez.
Jinx tardó unos segundos en volver la mirada hacia la niña, pero la insistencia de Isha no le dejó otra opción. Se arrodilló, tomándola por los hombros y mirándola fijamente a los ojos.
—Niña, no... no había podido decírtelo porque aun no sabía cómo hacerlo —comenzó y miró el barco con pesar—. Debes irte, volverás a Piltover, estas personas te llevarán hasta allí.
Isha arrugó la frente, sin comprender lo que estaba pasando.
«¿Vendrás conmigo?», preguntó con inocencia. Jinx guardó silencio.
—No, niña, aquí nos despedimos —respondió, arrastrando las palabras.
Isha se alejó de su agarre.
«No iré a ningún lado sin ti —dijo, en un remolino de manos—. No quiero».
—Isha, debes hacerlo —insistió Jinx—, tampoco me gusta la idea, pero ahora debemos permanecer en Demacia, no solo por la bola de pelos sino también por...
Guardó silencio, no quería preocupar más a la niña, y aunque al inicio todo había sido movido por la presencia de Heimerdinger, ahora era algo mucho más grande que los estaba superando. Debían averiguar las motivaciones de Rhena y cómo poner a salvo a Isha sin crear una guerra entre Zaun y Demacia.
Isha estaba molesta, muy molesta.
«¡No me iré! —los ojos comenzaron a humedecérsele mientras sus hombros temblaban—. ¿Tanto quieres que me aleje de ti?»
—¿Qué? ¡No! —exclamó Jinx—. Niña, no se trata de eso, solo quiero que estés a salvo, y aquí... ya no lo estás. —Acarició su mejilla para limpiar sus lágrimas—. No será por mucho, lo prometo.
«¿Irás a buscarme cuando todo termine?».
—Por supuesto, ratoncito.
Isha sonrió ante el apodo del cual, al parecer, Jinx se había apropiado. Se colgó a su cuello, sollozando y escondiendo su rostro en su hombro. La joven correspondió su abrazo, aferrándose con fuerza a ella, con tanta fuerza que sentía que, si la soltaba, la niña desaparecería y jamás la volvería a ver.
Una lluvia de disparos cayó sobre ellas.
Fue en un segundo, en un segundo en el que Jinx no pudo reaccionar porque Isha se aferró a su cuerpo.
Cuando el ruido ensordecedor de los disparos se disipó, Jinx había quedado aturdida.
El cuerpo de Isha flaqueó y se desplomó en sus brazos. La joven apenas alcanzó a sujetarla a tiempo, mirando horrorizada la sangre que escurría de su costado y le empapaba las manos de rojo.
—E... Ekko.... —balbuceó a duras penas, temblando.
El muchacho, a quien la fuerte corriente de disparos había terminado lanzando al suelo, dirigió su atención hasta Jinx. Isha estaba inconsciente y mal herida en sus brazos y ella estaba petrificada, no hacía más que buscar la mirada de la niña.
—¿I-Isha...? —sollozó, sosteniendo su rostro, la pequeña mantenía los ojos entreabiertos buscando la cara de la muchacha—. No, no, no... tranquila, tranquila. Todo estará bien. Por favor, no cierres los ojos, ratoncito. Por favor, no...
Ekko se puso de pie, ignorando el dolor de sus propias heridas y corrió hasta ambas.
—¡Jinx! ¡Debemos llevarla al castillo, tienen que atenderla antes de que pierda más sangre!
Ekko intentó hacer entrar en razón a la joven, pero Jinx simplemente no podía moverse, los recuerdos de aquella fatídica tarde en el campo de batalla inundaron su cabeza, tan traumáticos y dolorosos como los recordaba, la única diferencia era que ahora tenía el cuerpo de Isha entre sus brazos.
Ekko cargó a la niña con todo el cuidado que pudo. Sus rodillas flaquearon, no por el dolor sino por sentir la debilidad de su cuerpo sobre sus brazos, miró el rostro de Isha y no soportó la idea de verla morir en ese lugar.
—¡Vamos, hay que darnos prisa! —exclamó.
Heimerdinger, que se encontraba dentro del barco acordando los últimos pendientes con la tripulación cuando todo pasó, ayudó a Jinx a ponerse de pie.
—Ven, niña —le dijo, tratando de guardar la mayor calma posible en una situación como esa—. Debemos apresurarnos.
Jinx, sacudiendo sus ideas negativas y los garabatos que destellaban gritándole a los oídos, asintió y corrió detrás de Ekko, que ya iba varios metros delante de ambos.
Cuando llegaron al palacio, la joven abrió la puerta de un solo y violento empujón.
—¡Lux! —gritó, haciendo eco con su voz y las altas paredes del lugar—. ¡Luxanna! ¡Ayuda!
Heimerdinger se abrió paso entre ambos, guiando a Ekko hasta la habitación donde lo mantenían a él mientras estaba inconsciente. Lux llegó como un rayo después de eso, quedando petrificada al entrar y mirar a Isha, y a ambos jóvenes, cubiertos de sangre.
—¿Q-Qué fue lo que...? —intentó preguntar, pero su voz estaba temblando demasiado.
—¡Tienes que hacer algo! —exigió Jinx—. ¡Está muriendo!
Aquella última frase le dejó helado el cuerpo, ¿cómo es que todo había terminado tan mal?
—Y-Yo sé algo sobre medicina, pero no lo suficiente para que...
—¡Entonces encuentra a alguien que sí lo pueda hacer!
—Está muy mal herida... —comentó Lux.
Jinx elevó su mirada hasta ella, levantándola por el cuello de la ropa, sus encendidos ojos magenta se centraron en su rostro preocupado.
—¡Si ella muere, nadie en este maldito castillo quedará con vida, ¿me oíste?!
Lux tomó sus manos, sin decir nada, ni siquiera se inmutó, sabía lo que Jinx estaba sufriendo, entendía lo que pasaba por su cabeza y lo preocupada que estaba. Ekko estaba arrodillado junto a Isha, no tuvo las fuerzas suficientes para siquiera intentar detener a Jinx; pero no necesitó hacerlo, la muchacha suavizó su agarre después de mirar el gesto desolado del joven y a Isha inconsciente frente a él.
—Tienes que salvarla —le dijo a Lux, soltándola y dando un paso hacia atrás—. Por favor... no dejes que muera. Ella no puede... no puede morir, te lo suplico.
Lux trató de ignorar la sorpresa de ver a Jinx tan afectada y miró a Heimerdinger, que desde que había entrado a la habitación no perdió ni un solo segundo en alistar todas las herramientas necesarias para la cirugía, no era lo ideal, pero era lo único que tenían y ya no podían seguir perdiendo el tiempo.
—Deben salir de aquí —les dijo la rubia.
Ekko y Jinx dudaron en irse de la habitación, pero no les quedó otra alternativa, ahí dentro ya no podían hacer nada.
—Retrocede el tiempo —dijo Jinx en cuanto cerraron la puerta frente a ellos—. Vuelve en el tiempo y sálvala otra vez.
Ekko tragó en seco.
—Sabes que no puedo, no funciona así —respondió—. Además, el Z-Drive está prácticamente destruido... ya no tengo... tiempo para arreglarlo —sonrió amargamente, golpeando su frente con la palma de la mano—. Mierda.
Jinx se dejó caer contra la pared frente a la puerta, abrazando sus rodillas. Miró sus manos cubiertas de la sangre de Isha y sintió que el estómago se le revolvía. Permanecieron en silencio, uno junto al otro, por poco más de una hora. Ninguno de los dos tuvo la fortaleza suficiente para emitir palabra alguna, de cualquier forma, no había mucho que decir.
Jinx miró a Ekko de reojo, sus ropas estaban completamente empapadas de sangre seca, el muchacho parecía no haberse percatado de ello, al menos a la perspectiva de Jinx; no obstante, la verdad era que Ekko no había querido mirarlas, no tenía la fuerza para hacerlo, sentir a Isha desfalleciendo entre sus brazos sin poder hacer nada para ayudarla fue más que suficiente para quebrarlo.
La joven se puso de pie, sin hacer demasiado alboroto y se dio la media vuelta.
—¿Qué haces? —preguntó Ekko. Jinx solo lo ignoró—. ¡Jinx! —Ekko la tomó por el brazo, dirigiendo su atención hasta él. La mirada de Jinx estaba encendida, más encendida que nunca, Ekko inmediatamente adivinó lo que estaba pensando—. No sabes si fue ella, ni siquiera sabía que estábamos a punto de mandarla a Piltover, no estaba enterada de nuestros planes.
—¿Quién más pudo haber sido?
Jinx arrebató su brazo del joven , Ekko sabía que tenía razón, Rhena era la única persona en toda Demacia que hubiera sido capaz de hacer algo así, él mismo lo había considerado anteriormente, pero lo último que quería era encender más la ira y el dolor de Jinx.
—Yo iré —dijo, Jinx titubeó—. Tú quédate aquí, Isha te necesita.
La mirada de la joven se suavizó y terminó accediendo.
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Ekko azotó la puerta con tanta fuerza que una parte de la madera en ella se había hecho añicos. Uno de los guardias de Rhena intentó detenerlo y él lo bajó al suelo de un solo golpe.
—¿Qué estás...? —intentó decir la mujer, ni siquiera pudo terminar la frase cuando Ekko ya la tenía por el cuello y contra uno de los pilares cercanos.
Los hombres de Rhena entraron corriendo al dormitorio, apuntándole al muchacho directo a la cabeza, pero él nunca se inmutó.
—Diles que se vayan o te juro que igual no saldrás viva de aquí —amenazó.
Rhena les hizo una señal para que salieran de la habitación, sus hombres titubearon, pero la insistencia de Rhena fue más fuerte.
—Lo hiciste tú —escupió Ekko, tratando de que su cólera no le rompiera el cuello a la otra—. Tú ordenaste que le dispararan.
—N-No sé de qué demonios estás hablando —la voz de Rhena estaba comenzando a cortarse por la falta de aire.
Ekko estaba perdiendo la paciencia y lanzó a la mujer contra el suelo.
—¡No te hagas la estúpida! ¡Isha está muriendo y es por culpa tuya!
Aquellas palabras le hicieron añicos el corazón, pensar que esa niña estaba debatiéndose entre la vida y la muerte a solo unas habitaciones de distancia y que él no podía hacer nada más que esperar, le estaba quebrantando el alma.
—¿Qué...? —preguntó Rhena desde el suelo, sin moverse demasiado.
Ella parecía genuinamente sorprendida, lo que hizo titubear a Ekko, sin embargo, eso no fue suficiente para apaciguar su ira, estaba realmente furioso.
—Los disparos del muelle hace unas horas —explicó—, Isha salió herida.
—Mi gente dijo que había sido un altercado entre bandas de traficantes y que todos habían sido arrestados, nunca mencionaron heridos —respondió Rhena, Ekko guardó silencio y ella volvió su atención hasta él—. ¿Dónde está? —el muchacho no respondió—. ¡Merezco saberlo, soy su madre!
Ekko arrugó la frente, tenía mucho que quería decirle en ese preciso instante, porque de no ser por ella, en primer lugar, nada de eso habría sucedido, ¿y ahora se suponía que mostraba preocupación? Él no le creía nada, pero tampoco estaba completamente seguro de si ella había mandado a los matones o no. ¿Realmente debía creer que todo había sido una casualidad? Una jodida, jodida, casualidad.
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Ekko volvió hasta donde Jinx, seguido por Rhena, que se había pegado a él como una sanguijuela sedienta de sangre.
—¿Qué demonios hace ella aquí?
Rhena la miró sin inmutarse. Ekko solo pudo negar en silencio, dándole a entender que las cosas no habían sido como ambos creían.
—¿Dónde está? —preguntó la mujer—. ¿Quién la está auxiliando? ¿Dónde están los médicos del castillo?
—¡Ja! ¿Ahora resulta que te importa? —se burló Jinx—. Estoy segura de que tú estás detrás de todo esto, siempre lo estás.
Pero Rhena ni siquiera se molestó en mirarla. Jinx, cansada de su arrogancia, la tomó por el hombro, azotándola contra la pared junto a ellas y clavando su pistola en su cuello.
—Si algo le sucede... —gruñó, con más dolor en el pecho que en todo su cuerpo—. Te juro que a la primera a la que le volaré la cabeza será a ti.
La puerta se abrió antes de que Rhena pudiera decir nada. Jinx fue la primera en acercarse hasta Lux, suplicando con la mirada algo que pudiera devolverle el alma.
—Perdió mucha sangre... —comenzó la rubia, con la mirada ensombrecida—, logramos estabilizarla, pero... no ha... despertado aún.
Jinx sintió que el mundo se le cayó encima. Su mirada divagó, frenética en el suelo, pensando en las miles de posibilidades que había después de esa frase.
—Pueden verla, si quieren... —comentó Lux, mirando a Jinx y luego a Rhena.
Rhena guardó silencio y se marchó en cuanto Jinx se abrió paso dentro de la habitación, seguida de cerca por Ekko.
Isha se hallaba recostada en la cama, cubierta por unas pocas sábanas blancas que ya no mostraban el color rojo que antes las entintaba.
Ekko se arrodilló junto a la niña y tomó su mano con suavidad, aún estaba cálida, pero no se movía frenéticamente como cuando algo no le parecía y debía expresarlo, además lucía pálida y una ligera mueca de dolor parecía haberse quedado fija en su rostro.
—Ya estamos aquí, niña —le susurró. Pero al no obtener respuesta, ni siquiera por simple inercia corporal, se puso de pie y se alejó, guardando sus lágrimas.
Jinx permaneció de pie al lado de la cama. Mirando como Isha parecía solo estar durmiendo, parecía solo estar atrapada en una pesadilla. Quería que se despertara, tenía que despertar, odiaba verla inmóvil.
Odiaba que su pequeño ratoncito de laboratorio simplemente no se moviera.
Enredó sus dedos entre los de Isha.
—Isha... —murmuró, con la voz entrecortada—, siento que todo esto es culpa mía y ahora no... no sé cómo remediarlo. —Subió su caricia hasta los mechones de pelo de la niña para apartarlos de su rostro—. Cuando te perdí la primera vez, sentí como si una parte de mí se hubiera ido para siempre contigo y que jamás podría recuperarla —mordió su labio inferior con tanta fuerza que el sabor a hierro se impregnó en su lengua—. He perdido a tantas personas que me acostumbré a hacerlo, pero, al perderte a ti, me perdí a mí misma, lo perdí todo.
Pero Isha no se movió, ni siquiera arrugó las cejas como era su costumbre, no tomó su mano, no la miró con sus enormes ámbares que la hacían debilitarse poco a poco. Solo no hizo nada.
—No quiero volver a perderte... Si te pierdo una vez más ya no tendría motivos para seguir en este mundo, ¿entiendes? —siguió, apretando con fuerza la pequeña mano de la niña entre las suyas—. Eres... lo mejor que me ha pasado y quiero poder darte un futuro que merezcas. Algo más que esto... —dejó caer su rostro sobre la cama, sollozando—. ¿Podrás perdonarme algún día? ¿Podrás perdonarme por no ser capaz de protegerte?
Pero no hubo respuesta.
Aquella noche, fue la noche más larga en la vida de Ekko y Jinx, una que sintieron que jamás terminaría.
⧗
Rhena descendió cada peldaño hasta llegar al más profundo de los calabozos del palacio de Demacia, en la última y más corroída celda se hallaban tres hombres, de rodillas y con las manos atadas tras su espalda.
—¿Qué fue lo que me dijeron? "No hubo heridos" —comenzó—. "El plan no resultó como se esperaba, pero será fácil de disimular".
Ellos tragaron saliva.
—Se suponía que debían dispararle a la imbécil de cabello azul. ¡No a la niña, malditos estúpidos!
—¡La niña se interpuso en nuestro camino! —abogó uno de ellos—. ¡Fue imposible detener la bala después de eso!
—¡Cállate! ¡Ahora ella está allá arriba muriendo y es por culpa suya! Debían detener el plan de Heimerdinger de llevársela lejos de Demacia, debían deshacerse de Jinx y de Ekko, ¡sólo tenían que hacer una maldita cosa! Ahora el plan está en riesgo y es por culpa de ustedes —tomó el rostro del hombre con fuerza—. Si esa niña muere, todo por lo que he trabajado se irá con ella y no lo puedo permitir.
—Si nos das otra oportunidad...
Rhena soltó una carcajada burlona, inundada en rabia.
—Yo nunca doy segundas oportunidades.
Un halo de luz dorada salió de entre sus dedos y calcinó a los tres en un segundo, dejando sus cuerpos inertes a sus pies.
⧗
Los días solo pasaban uno tras otro, Ekko y Jinx simplemente no podían conciliar el sueño o siquiera probar bocado. Jinx era quien permanecía firme junto a Isha, Ekko la acompañaba en gran parte del tiempo, pero a veces la joven necesitaba su espacio con ella y él lo entendía, sabía que Jinx le hablaba cada día sin falta, esperando que su voz de alguna manera la trajera de regreso.
Heimerdinger entró a la habitación al caer la séptima noche. Jinx se encontraba sentada en una silla junto a la cama de Isha, su piel estaba más pálida y había bajado varios kilos de peso, las bolsas que colgaban bajo sus ojos demostraban que no podía conciliar el sueño.
—Debería dormir, señorita Jinx —le dijo con tristeza—, cuidarla a ella sin cuidarse a usted terminará haciéndole mucho daño —Jinx no dijo nada, el yordle colocó su mano sobre la de ella—. Solo por hoy al menos, la cuidaré por usted.
—No voy a moverme de aquí —se rehusó la joven—, si despierta y no me ve... estará muy asustada.
Heimerdinger frunció el entrecejo, sacudiendo los bigotes debajo de su nariz, realmente sentía lástima por ella.
—Entonces duerme aquí —comentó Ekko, entrando a la habitación, llevando consigo varias mantas y almohadas que había traído de su dormitorio.
Ya le había propuesto a la joven dormir dentro de la misma habitación de Isha, pero Jinx también se había rehusado, realmente de haber podido ni siquiera hubiera parpadeado con tal de no descuidarla ni por un segundo.
Pero con Brillo o sin él, Jinx seguía siendo humana y el cansancio era demasiado, incluso para ella. Ekko formó una pequeña cama en el suelo, a pocos centímetros de la de Isha y se la señaló.
—Duerme un poco —le dijo el joven—, yo me quedaré despierto a cuidarla, estará bien.
—Piense que, si no lo hace, en cuanto esa niña se despierte y la vea tan mal... se preocupará mucho por usted —dijo Heimerdinger, provocando una duda en el interior de Jinx y salió de la habitación.
Jinx se recostó sobre las muchas almohadas que Ekko se había encargado de traer solo para ella, pero no logró más que sentir un vacío descomunal en el pecho.
—No... no puedo... —dijo en un hilo de voz—. Me he acostumbrado al calor de Isha, suena estúpido y debería ser al revés, pero la verdad es que, si no duermo cerca de ella, no puedo... conciliar el sueño.
Ekko permaneció pensativo unos segundos, tomó todo el valor que aún le quedaba y se arrodilló, acostándose junto a ella. La abrazó por la espalda, recargando su mentón sobre su cabeza. Jinx sintió un escalofrío en cuanto los brazos de Ekko rodearon su cintura, pero no se movió.
—Ella despertará —le dijo el joven, con toda la suavidad del mundo, esperando que su calor fuera suficiente para reconfortarla—. Y cuando lo haga tienes que estar ahí, sana, para ella, para lo que vendrá después.
Jinx apretó los puños, temblorosa.
—Tenías razón... —tartamudeó, sin alejarse de él—. No había forma de que estuviera a salvo conmigo. Ella de verdad necesita una madre y yo no... no lo...
Ni siquiera fue capaz de terminar la frase. Ekko apretó su abrazo.
—Me equivoqué. Me equivoqué en todo —dijo—. Últimamente lo hago mucho, perdóname. No hay lugar más seguro en el mundo para ella que no sea contigo.
Jinx guardó silencio, le aterraba perderla y cada noche esas malditas voces en su cabeza la culpaban por lo que le había pasado a Isha. Pero esa noche no, esa noche lloró en silencio hasta quedarse dormida en los brazos de quien en ese momento estaba salvando su cordura y su vida, otra vez.
⧗
Diez días. Diez días habían pasado y nada era diferente, salvo que Jinx había comenzado a dormir un poco más que antes.
Ese día en específico, Ekko se la pasó caminando de una esquina de la habitación a otra, había estado trabajando a la par con Heimerdinger para encontrar una manera de traer a Isha de vuelta, pero el yordle le había asegurado que esta vez solo era cuestión de esperar, de darle tiempo.
«¿Tiempo? Me estás jodiendo, ¿verdad?», pensó el muchacho y continuó con su investigación.
Jinx recargó su cabeza sobre la cama, mirando a Isha con tristeza.
—Isha... —murmuró, jugueteando con sus dedos entre los de ella, como cada día lo hacía—. Ay, niña, si tan solo supieras... el cómo te has adueñado de lo que se supone es mi corazón, sé que aún lo tienes y lo vas a tener por siempre, así que, por favor... no te lo lleves contigo. Quédate aquí que estoy esperando a que vuelvas.
Pegó la mano de la niña a su mejilla y pudo notar que esta vez hubo un cambio, un pequeño movimiento que la hizo ponerse de pie de un salto.
—¡Ekko! —llamó, el muchacho salió como un rayo del cuarto junto a ella, resbalando los pies en el suelo—. Ella... ella está...
Pero antes de poder decir nada más, la mirada atónita del muchacho se fijó en Isha, Jinx se giró de inmediato, topándose con los ojos de la niña que la miraba mientras apretaba débilmente su mano.
—¿Isha...?
Jinx volvió a caer de rodillas a su lado, acariciando su mejilla solo para asegurarse de que no era un sueño y así fue, todo era real, ella por fin había despertado.
Ekko se arrodilló del otro lado de la cama, con los ojos desbordantes en lágrimas de alegría.
—¿Cómo te sientes, pequeña? —preguntó con una sonrisa húmeda—. Nos diste un gran susto.
Isha le sonrió de vuelta, apenas pudiendo controlar los músculos de su rostro y luego elevó sus manos, mirando a Jinx.
«Te escuché en mis sueños —dijo, moviendo débilmente los dedos—, todos los días, todo lo que dijiste —arrugó el entrecejo con tristeza y siguió moviendo las manos—, pero no podía despertar para decirte que no tenías porqué llorar».
Jinx no pudo decir nada, la voz se le había ido, pero sentía su corazón moviéndose frenéticamente. Claro que iba a llorar, ¿cómo no hacerlo? Si ella se estaba tambaleando entre la vida y la muerte.
Isha dio un tirón a las ropas de la muchacha, para volver a captar su atención.
«¿Esta vez puedo quedarme contigo?», preguntó.
Jinx frunció el entrecejo, permitiendo que las rosadas lágrimas cayeran redondeando sus mejillas, y le sonrió, abrazándola con fuerza.
—Nadie volverá a querer alejarme de ti —sollozó—. Mientras yo esté viva, no volverán a alejarte de mí. Te lo prometo.
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¡Lo prometido es deuda, aquí el segundo capítulo de hoy! ❤
¡Muchas gracias por leer!
Adoro leer los comentarios de todos y cada uno de ustedes.
❤❤ Espero disfruten el capítulo. No olviden seguir votando y comentando ❤❤
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