V
Dentro del gran salón, iluminado por un enorme candelero de cristal que colgaba del techo, se alzaba una alargada mesa. Jinx y Ekko se encontraban sentados a los costados de Isha, mirando a la cara a Rhena que sonreía con elegancia mientras bebía de su fina copa de vino.
Sobre la mesa se hallaban manteles y servilletas de seda que decoraban la caoba tallada a mano. Frente a los invitados, los hombres de Rhena habían colocado tazas de té y copas por igual, sirvieron el vino sin perturbar ni un poco la atención de ambos jóvenes que escudriñaban a su anfitriona.
Jinx no apartó los ojos de Rhena, casi sin parpadear, a la muchacha no le importaba en lo absoluto lo incómoda que la mujer pudiera llegar a sentirse, al contrario, hubiera deseado que así fuera, pero Rhena ni siquiera se inmutó.
Isha permaneció inmóvil en su sitio, con las manos tamborileándole sobre los muslos. Miraba la taza frente a ella y, de vez en cuando, elevaba la mirada hacia Rhena, pero al ver su severo gesto volvía la vista hacia abajo, asustada.
Ekko aclaró la garganta buscando cortar el silencio, pero solo logró que Jinx pusiera mala cara, rodando los ojos y desviando la atención hacia el lado contrario en cuanto el muchacho la miró, evidentemente seguía molesta con él.
—¿Problemas en el paraíso? —preguntó Rhena, socarrona.
Ambos muchachos se encogieron de hombros, sintiendo el calor incrementando en sus mejillas. Jinx ni siquiera quiso dirigirles una mirada fugaz. Ekko tomó aire, tratando de recobrar la compostura, si bien en ese momento él y Jinx se encontraban indispuestos, en ese preciso instante debían atender ese asunto antes que cualquier otra cosa.
—¿Hay algo en específico que desee tratar con nosotros, señora?
Rhena se atragantó con su bebida y comenzó a reír nerviosa y ligeramente ofendida.
—Por todos los dioses, muchacho —vaciló—, no me trates como si fuera una anciana, puedes llamarme por mi nombre, ¿de acuerdo? —Ekko enarcó una ceja, Rhena carraspeó la garganta, recuperando el aliento—. En realidad, después de todo lo que ha pasado, creo que lo más diplomático sería que nos lleváramos bien —miró a Jinx—, aunque no a todos les agrade la idea.
La muchacha solo se arrellanó sobre la silla, cruzándose de brazos y refunfuñando entre dientes. Isha la miró y se acercó a ella, poniendo sus manos en sus brazos, para intentar calmar su molestia. La niña sabía que cuando se trataba de Jinx, el tacto que ella le daba era más que suficiente para mantenerla con los pies en la tierra.
Rhena permaneció estática. No comprendía del todo lo que le habían contado sobre su situación. «La niña se había reportado como muerta», le aseguraron, pero en realidad desconocían como es que de un día para otro había "vuelto a la vida". Claro que, en cuanto lo notaron, aprovecharon la situación y la extrajeron de Zaun.
El haber vuelto de la muerte hacía que para Rhena, Isha fuera ahora algo más que solamente una niña que había decidido abandonar a su suerte, ahora era el punto clave de una extensa investigación.
—Isha... —dijo—, ese es tu nombre, ¿verdad?
Jinx se irguió de golpe en cuanto escuchó como la había llamado, como había pronunciado su nombre, un nombre que ella ni siquiera se había molestado en darle. Isha se giró hasta la mujer y asintió con el ceño fruncido.
Rhena sonrió, provocándole un escalofrío a Jinx, que inmediatamente se puso de pie, lanzando la silla hacia atrás y provocando que su choque contra el piso sobresaltara a Isha.
—Vamos —le indicó a la niña, inclinando su cabeza hacia la puerta.
Isha asintió, dando un salto desde la silla, pero en cuanto tomó su lugar junto a Jinx, Rhena se puso de pie.
—¿Se van tan pronto?
Jinx la miró de vuelta, elevando su brillante mirada magenta, a la defensiva y a expensas de no responder si se acercaba un centímetro más a ellas. Rhena ya había aprendido la lección cuando se trataba de Jinx, y molestarla cuando ya estaba bastante enojada gracias a Ekko hubiera sido un suicidio seguro, así que volvió a sentarse a regañadientes.
Ekko disimuló una carcajada sorbiendo de la taza de té, solo para que al final torciera los labios ante el insólito sabor.
—Bueno, al menos podré hablar con uno de los dos que parece ser más centrado —mencionó Rhena con una sonrisa y un particular brillo en sus ojos anaranjados.
Ekko elevó una ceja sin saber si sentirse halagado u ofendido. Y se inclinó sobre la mesa, recargando su codo en ella para sostener su cabeza y mirarla con curiosidad. Rhena carraspeó la garganta y enderezó la espalda, entrelazando los dedos de sus manos frente a su rostro.
—Comprenderás, muchacho, que estamos en una situación un tanto... complicada —comentó, pronto Ekko volvió a arrellanarse en la silla, dándole poca importancia—. Esa niña... Isha, es... una niña interesante —dijo con una sonrisa al notar que volvía a capturar la atención de Ekko—. Nunca creí que sobreviviría sola en un lugar como Zaun —Ekko frunció el ceño, ofendido—. Ya sabes, no es más que una niña frágil e indefensa, ¿me entiendes?
—Isha es todo, menos frágil e indefensa —aseveró Ekko.
—A una parte de mí le consta —se apresuró ella—, pero la otra...
Rhena se puso de pie, caminando a paso lento alrededor de la mesa hasta llegar detrás de la silla del muchacho, que permaneció quieto, recelando su espacio personal.
—Tiene mucha curiosidad, Ekko —continuó, con la voz pausada—, tal vez tú puedas explicarme —se inclinó a su lado—, ¿cómo es que esa niña volvió de entre los muertos?
El muchacho quedó helado ante la pregunta, ni siquiera fue capaz de mirar a la mujer que volvía a su lugar frente a él. Esta vez fue Rhena quien sostuvo su rostro entre sus manos, dejando caer su peso sobre la mesa.
—Escucha, Ekko —sonrió con malicia—, el poder que yo tengo en Demacia me da la capacidad de facilitar tu trabajo, de darle más... "esperanzas" a Heimerdinger —suspiró—, pero también me da la capacidad de complicarlo hasta el punto en el que tú y esa muchachita se vayan para siempre de Demacia y no puedan volver a poner un pie aquí.
Ekko tomó aire y se acomodó nuevamente en su sitio, soltando una sonrisa incrédula mientras negaba con la cabeza, suponiendo que así serían las cosas a partir de ese momento.
—¿Entonces esta era la supuesta forma en la que quería hacer las paces?
—¡Oh, no me malentiendas, muchacho! ¡No, no! —exclamó, fingiendo candidez en su voz—. Realmente creo que podemos llevarnos de maravilla, siempre y cuando comprendas que tengo derecho a saber absolutamente todo lo que quiera de... Isha. Soy su madre después de todo.
Ekko torció los labios en desacuerdo.
—¿Su madre, dices? —bufó—. No creo que ese título te pertenezca a ti.
Rhena frunció el entrecejo, borrando de su rostro la ingenuidad que tanto trabajo le había costado fingir. Ekko no era tonto, para él la única figura materna que Isha podía llegar a tener se había marchado minutos atrás junto con ella, y Rhena era consciente de eso.
—Esa muchachita —mencionó—, Jinx, ¿verdad? Es una persona "compleja", si es que debo elegir un adjetivo. Pero comprendo que es peligrosa y tú comprenderás que varios de los nobles en Demacia lo notaron también con su pequeño show al llegar aquí...
—Ella solo quería proteger a Isha.
—Sí, como sea —volvió a tomar la palabra—, ¿de verdad crees que eso fue lo que ellos interpretaron? —Ekko tragó saliva—. Jinx... pronto podría verse como una amenaza para Demacia, una enemiga y —carcajeó con orgullo—, los demacianos son famosos por no ser amigables con las amenazas. Depende de mí... y de ti, si eso sucede o no. —Se puso de pie, sacudiendo su vestido—. Piénsalo, niño.
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Jinx dio pasos pesados a través del corredor al exterior del salón, giraba en cada esquina que veía, pero parecía no ir a ningún sitio, aunque en realidad ni siquiera lo había notado. Iba maldiciendo entre dientes, enfurecida. Era Isha quien miraba todo a su alrededor igual que en el pasillo anterior, la seguía de cerca, observándola con preocupación.
Lo único que la niña comprendía era que Jinx detestaba ese lugar y a esa gente, y que sobre todo no confiaba en ellos porque la habían secuestrado; era consciente que, si seguían ahí, era por Heimerdinger, aunque a Jinx él realmente no le importaba, solo le importaba Ekko y, por más molesta que estuviera con él, no iba a dejarlo solo.
Isha corrió hasta Jinx, tirándola del brazo para que se detuviera en seco.
—¿Qué? —preguntó la muchacha, sin salir aún de su estado anímico. Isha la miró con el ceño fruncido y señaló todo a su alrededor, era evidente que habían estado caminando en círculos—. Ah.
Jinx soltó un resoplido y se dejó caer contra la pared, agotada. Isha tomó asiento a su lado, tan silenciosamente como siempre, no hizo nada más que mirarla con sus enormes ojos ambarinos. Jinx le sonrió, alborotando sus cabellos que ya comenzaban a verse castaños de nuevo.
—Cada que me miras así... me siento responsable por ti —sonrió para sí—, lo cual es extraño... nunca en toda mi vida me había sentido responsable ni siquiera por mí misma, pero desde que apareciste entendí que tenía algo más por lo que luchar, algo que quería... proteger, ¿entiendes?
Isha solo inclinó su cabeza, sin dejar de mirarla, Jinx abrazó sus rodillas con fuerza, la culpa por lo que había sucedido estaba volviendo a dominarla. Isha detestaba verla así, la decisión había sido de ella, entonces, ¿por qué Jinx cargaba con eso? Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas y se levantó, lanzándose sobre ella para abrazarla con fuerza.
Después de unos segundos, Jinx se separó de Isha con delicadeza y, colocándose de rodillas sobre el suelo, la miró a los ojos, de la misma forma en que lo había hecho al sacarla de Stillwater tiempo atrás.
—Lamento mucho... todo lo que tuviste que pasar por culpa mía, Isha —dijo con la voz entrecortada, la niña negó con la cabeza mientras sus ojos se volvían a llenar de lágrimas, Jinx acarició su mejilla—. No volverá a pasar, no volveré a perderte, alejaré todos los peligros de ti, voy a protegerte de absolutamente todo, te prometo que cuidaré de ti mucho mejor, realmente... no quiero volver a perderte.
Jinx sonrió con ironía, estaba comenzando a comprender lo que SIlco había pasado gracias a ella, el cómo había perdido su propia fortaleza y crueldad por culpa de la inocencia de una niña, aunque sabía que, sin duda, habría vuelto a hacerlo gustoso mientras Jinx permaneciera a salvo.
Ahora, de la manera más irónica, por fin comprendía lo que Silco había sentido desde el momento en que ella llegó a su vida. Isha le estaba demostrando el cómo un vínculo tan fuerte como el que ellas habían formado, podía simplemente construirla y destrozarla en un segundo y con solo una acción.
—Ya no soy tan fuerte como lo era —murmuró, con el rostro de la niña todavía entre sus manos—, y mucho menos cuando se trata de ti. Eres lo único que puede acabar conmigo, Isha.
La menor dio un paso hacia atrás, mirándola con angustia, ¿es que acaso se estaba convirtiendo en un lastre para la muchacha? Todo el tiempo que habían pasado juntas había hecho hasta lo imposible por serle de utilidad, por motivarla a seguir adelante, ¿es que ahora las cosas habían cambiado?
Jinx sonrió, capturando otra vez su mirada.
—Me refiero a que eres mi única debilidad —la tranquilizó—, y por eso voy a protegerte, cueste lo que cueste.
Isha volvió a recuperar el aliento y, después de unos segundos, señaló con la mirada el corredor por el que habían llegado.
—Ya sé, ya sé —se quejó Jinx, poniéndose de pie nuevamente—. De no ser por él... —desvió la mirada al techo, molesta—. Sé que se lo debo, pero Ekko nunca debió... decir eso —gruñó—. Es un idiota.
Isha insistió con la mirada, no tenía la menor idea de lo que estaba hablando, Jinx por un momento había olvidado que la niña no escuchó del todo la conversación entre ambos jóvenes, de cierta forma estaba agradecida con ello, lo último que deseaba era que se enterara de quién era Rhena, no era tiempo todavía.
Pero a Isha no le gustaba ver a Jinx molesta y, aunque normalmente le daba la razón siempre, esta vez sentía que debía darle el beneficio de la duda a Ekko, que de alguna manera se estaba ganando su confianza poco a poco.
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Ekko abrió la puerta de la habitación donde tenían bajo vigilancia al profesor Heimerdinger, para su sorpresa, Jinx e Isha ya se encontraban ahí, pintando con crayones en la contraparte de los documentos que Jinx consideró "poco útiles" para la investigación.
En cuanto lo notó, Isha se puso de pie de un salto y corrió hasta él para mostrarle con entusiasmo su obra de arte.
—Vaya —comentó Ekko, mirando la hoja al derecho y al revés—, esto... ¡es muy bueno! —sonrió, observando con preocupación la contraparte de la página—. Espero no necesitar esta información después... —murmuró para sí.
Isha volvió a su sitio, orgullosa y recién elogiada y siguió dibujando.
—Me sorprende que hayan llegado sin problemas de vuelta hasta aquí —mencionó Ekko al aire, tomando asiento frente al escritorio, dándoles la espalda. Sabía perfectamente que se dirigía a Jinx, pero hacerlo directamente habría incrementado el mal humor de la joven que ya no sabía cómo apaciguar.
Después de unos segundos en silencio, Jinx se puso de pie, tomando aire profundamente tras sentir los persistentes ojos de Isha.
—No creas que somos tan tontas —soltó. Isha la reprendió con la mirada, Jinx aclaró la garganta y dio unos pasos hacia Ekko—. Oye, yo...
El muchacho se giró de inmediato sobre la silla, tratando de tomar la palabra en su arranque de valor.
—Jinx, yo... —continuó casi al unísono—. Ah, lo siento, t-tú primero...
—No, no, está bien, tú... —Jinx por un segundo había olvidado a lo que iba, ahora que Ekko la miraba fijamente todo parecía mucho más complicado.
—Lo siento —se apresuró a decir el muchacho, Jinx lo miró sorprendida—. L-Lamento lo que dije, estuvo mal que me metiera en un asunto tan personal para ti, lo siento...
Jinx abrazó su cuerpo, apenada. Aunque fuera difícil de creer, en realidad ella iba a pedir disculpas por la manera en que había reaccionado, estaba comenzando a cambiar, quería intentarlo, pero Ekko no ponía de su parte y eso la frustraba.
—Gracias... —musitó con una media sonrisa que Ekko correspondió.
Isha corrió hasta ellos, abrazándose a la cintura de la muchacha y mirando a Ekko con alegría. El joven sacudió su cabello y colocó el casco que estaba sobre el escritorio en su cabeza, él le había colocado los últimos detalles para que fuera tan singular como ella: unos pocos dibujos de relojes de arena que adornaban las orillas.
—Ahora te ves más como tú —exclamó Jinx, orgullosa. Isha sonrió de oreja a oreja.
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—¿Me llamaste, Rhena?
—Toma asiento, querida —indicó la mayor. Lux, dubitativa, se acercó a la silla frente a ella en la pequeña mesa de té dentro de su alcoba—. Tengo entendido que nuestros invitados no se sienten del todo cómodos con nuestra hospitalidad.
—M-Me temo que... no —aceptó con decepción la rubia—, aunque no puedo culparlos, se sienten amenazados, haberlos traído aquí a la fuerza fue una pésima idea... tal vez debimos intentarlo de una manera distinta.
—No te arrepientas ahora, querida, sabíamos que los zaunitas eran personas peligrosas, no podíamos arriesgar a nuestra gente así, hiciste lo correcto para Demacia, Lux —la muchacha se encogió de hombros, poco convencida, Rhena dio un sorbo a su té—. No obstante, querida, hay un favor que me gustaría pedirte y que seguro logrará que nuestros invitados comiencen a tenernos mucha más confianza; después de todo, eso es lo que deseamos, ¿verdad?
Lux asintió, entusiasmada.
—¡Haré lo que sea necesario!
Rhena sonrió.
—Sabía que podía contar contigo, pequeña.
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