II
Jinx corría de una manera sobrehumana de una parte del laboratorio a otra, en pocos días había convertido la simple habitación de Ekko en una guarida muy similar a la que alguna vez había tenido. Ekko la miraba estático, podía sentir su angustia a kilómetros, pero se retenía de opinar, sabía que la muchacha no la estaba pasando nada bien.
—Jinx... —la llamó—, tal vez deberías descansar un poco, no has dormido en días.
La joven se hizo de oídos sordos mientras mantenía su entera atención en su nuevo proyecto: un extraño aparato similar a un motor de aeronave, mejorado para tomar una velocidad comparable a la de aquella nave que había logrado alejarse con Isha en ella, estaba segura de que colocándola en una aeronave de los piltillos lograría alcanzarlos.
—Ni siquiera sabemos... a dónde se la han llevado —volvió a decir Ekko, esta vez con mucho más cuidado.
Jinx se detuvo y, sin mirarlo, habló:
—Entonces no estás haciendo bien tu trabajo —escupió.
Ekko frunció el ceño y retrocedió ofendido, permaneciendo con las palabras atoradas en la garganta. Jinx tomó aire y lo miró, quitándose las gafas de trabajo.
—Lo siento —murmuró—, es solo que Isha está sola en quién sabe dónde y otra vez... me siento incapaz de mantenerla a salvo. —Se dejó caer sobre la silla a su lado, lamentándose mientras enterraba los dedos entre sus cabellos—. No pude protegerla...
Ekko relajó el entrecejo y se arrodilló frente a ella, mirándola desde abajo.
—Es una niña valiente —dijo—, estoy seguro de que está bien.
—El que sea valiente fue lo que me llevó a perderla en primer lugar.
Ekko tragó en seco y, temeroso, tomó una de las manos de Jinx entre las suyas, transmitiéndole la calidez de su tacto.
—Haré hasta lo imposible por traerla de vuelta, lo prometo.
Jinx miró su mano entre las del muchacho y luego elevó la mirada hasta la suya, notando un peculiar calor en su propio rostro, desvió la mirada esperando que Ekko no lo hubiese notado; pero el muchacho estaba más ocupado en atender el pitido que emanaba de un diminuto artefacto que rodeaba su muñeca. Ekko soltó su agarre y se puso de pie de inmediato.
—¡Lo tengo! —exclamó. Jinx lo miró confundida, Ekko volvió su atención hasta ella con una sonrisa—. ¡La encontré, por fin la encontré! —Comenzó a caminar buscando un mapa entre los cajones de la habitación—. Logré implantar un localizador en el casco de la nave, durante días se mantuvo sin señal, pero al fin logró encenderse. ¡La tengo, sé dónde está Isha! —Jinx lo miró con un rayo incontenible de esperanza en los ojos—. Vayamos por ella, Jinx —sonrió el muchacho.
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Al caer la noche, ambos se escabulleron en el puerto de zepellins, tomaron el más lejano de la vista de los guardias y se subieron en él. Ekko logró distinguir que, de hecho, uno de esos guardias que habían burlado, era un ex-Firelight; se disculpó por lo bajo con su antiguo compañero de rebeldías y siguió su camino detrás de Jinx.
La muchacha instaló su mejora dentro del motor de la aeronave y le hizo una señal a Ekko para que la encendiera, la máquina arrancó con un potente estruendo y una enorme velocidad, dejando una explosión de humo rosa y azul detrás de ellos.
Ekko colocó el aparato de su muñeca sobre el timón, permitiendo que éste lanzara una estela de luz verdosa hacia el frente, mostrándoles el camino a través de las brumosas nubes nocturnas. Jinx apartó al muchacho, empujándolo con la cadera, y se colocó detrás del timón.
—¿Estás segura de que sabes lo que haces?
—¿Estás seguro de que quieres subestimarme?
Jinx lo miró de reojo con una sonrisa ladina y orgullosa, Ekko rodó los ojos y accedió a permitirle el comando de la nave a regañadientes.
Viajaron sin parar durante dos días, agradecieron que la aeronave estuviera abastecida con los víveres necesarios para sobrevivir meses en el aire porque, de hecho, ninguno de los dos había sido consciente de lo que necesitarían o de cuánto tiempo estarían viajando, su mente estaba demasiado ocupada en Isha y en lo rápido que deseaban recuperarla.
Jinx no se había detenido en su papel como navegante, de no ser por Ekko que le llevaba agua y comida y, literalmente, la obligaba a dormir asegurándole que él no detendría la marcha ni por un segundo, ya habría sucumbido al cansancio.
La tercera noche cayó sobre ambos, el aire poco a poco se sentía cada vez más gélido, pero Jinx no soltó su agarre del timón, incluso al sentir el frío calándole los huesos. De vez en cuando su cuerpo parecía contraerse levemente por los escalofríos que recorrían su piel ya helada.
Ekko se quitó la chaqueta y la colocó sobre sus hombros, tomándola por sorpresa, pero para cuando Jinx volvió la mirada hacia él, el muchacho ya se había sentado hasta el otro lado de la nave. Su peculiar artefacto emitió un pitido mucho más largo y la luz que salía de él brilló con mayor intensidad. Ekko se puso de pie de inmediato, captando nuevamente la atención de Jinx que, en cuanto notó su gesto, comprendió que ya habían llegado.
Una enorme ciudad de construcciones de piedra y mármol, con murallas brillantes y que parecían reflejar pureza en su más vívido esplendor se alzaba frente a ellos, las banderas ondeaban majestuosas e inmaculadas con el aire nocturno. Ekko y Jinx avanzaron con lentitud, muy a pesar de todas las miradas que captaban con su presencia. Llevaron la nave hasta un páramo alejado de los mirones y descendieron para seguir su búsqueda. Ambos se colocaron trazas de las velas a manera de capucha y avanzaron por las calles de la desconocida ciudad. Ekko parecía fascinado con la arquitectura que en mucho se diferenciaba incluso a la de Piltover, mientras que Jinx lucía mucho más desconfiada y a la defensiva.
El resplandor del artefacto de Ekko los dirigió hasta un enorme palacio al centro de la ciudad, donde intentaron adentrarse, justo antes de que los guardias los detuvieran.
—No tienen permitido rondar por aquí —enunciaron despectivamente, como si de un par de vagabundos se tratara.
Ekko dio un paso al frente, bajando la capucha, y adelantándose al instinto abrasivo de Jinx para intentar ser mucho más diplomático, tal como alguna vez Heimerdinger le había enseñado.
«Hazle creer a la gente que les darás lo que desean si te dan lo que estás buscando», decía él, pero Ekko sentía que ese mismo consejo lo había escuchado de Vi años atrás.
—Hemos venido desde muy lejos —dijo—, deseamos hablar con su gobernante, estamos seguros de que lo que tenemos para ofrecerle podría interesarle.
Jinx lo miró confundida, ella sabía que no llevaban nada en los bolsillos para ofrecerle a un ricachón de una ciudad tan presuntuosa, nada que estuviera completo o funcional, al menos. Los guardias se miraron con una sonrisa desdeñosa y alzaron nuevamente sus armas hacia el muchacho.
—No hay nada que alguien como tú pueda ofrecernos que nos interese siquiera un poco.
Jinx colocó su mano sobre el blaster que colgaba de su desgastado cinturón. Una replica exacta de aquella arma que siempre había cargado consigo, claro que esta vez omitiendo la tecnología Hex y utilizando en su lugar tecnología de los Firelights, lo que provocaba que del ojo de la pistola se desprendiera un brillo verdoso. Estuvo a punto de desenvainarla, cuando Ekko cerró su camino colocándose un paso frente a ella.
—Es por eso que no se los está ofreciendo a ustedes —añadió un hombre de edad avanzada que salía por la puerta principal—, déjenlos pasar. Los estábamos esperando.
Los guardias obedecieron a regañadientes y les abrieron camino. Ekko y Jinx avanzaron hasta el hombre que les dirigió una sonrisa que hizo que a la joven se le pusieran los pelos de punta.
—¿Cómo que nos estaban esperando? —preguntó por fin—. ¿De qué se trata todo esto?
—Ya lo verán —respondió el hombre, pero al intentar dar la vuelta para seguir con su camino, Jinx se puso frente a él, apuntándole con su arma directo entre los ojos.
—Detesto las sorpresas —gruñó.
Ekko avanzó un paso más, tratando de calmar las cosas.
—Queremos hablar... —dijo—, pacíficamente.
El hombre no parecía realmente preocupado por lo que el arma de la muchacha pudiera hacerle, miró a Ekko de reojo, pero sin hacer movimientos bruscos.
—¿En serio? —preguntó.
Jinx miró a Ekko con insistencia, pegando el dedo al gatillo, dispuesta a moverlo solo un milímetro para disparar.
—¿En serio? —bramó la joven, abriendo mucho más los ojos.
Ekko asintió, observándola fijamente con el ceño fruncido. La mirada decidida del muchacho terminó por obligar a Jinx a bajar el arma con un alarido de molestia mientras ponía los ojos en blanco y, con un giro entre sus dedos, la volvía a colocar en su cinturón.
El hombre, sin inmutarse, se adentró en el palacio seguido por ambos jóvenes y guiándolos a través de los amplios corredores. Nunca en su vida Ekko y Jinx se habían sentido tan fuera de lugar.
—Este sitio me da escalofríos —mencionó Jinx entre dientes.
—Lamento que nuestro hogar no sea lo suficientemente... —el mayor la miró de reojo, enfocando su atención en sus ropas desgastadas y manchadas por la pintura que abundaba en el refugio de los Firelights, y sus mechones morados entremezclados con su melena azul—, colorido.
La muchacha frunció el ceño, Ekko soportó una carcajada que hizo que Jinx le soltara un codazo en la costilla, evidentemente enfadada.
—¿Puedes explicarme tu grandioso plan? —murmuró, vigilando a su anfitrión—. No tengo que recordarte que ellos se llevaron a Isha, no deberíamos ser tan "pacíficos".
—Ya lo saben —respondió Ekko, sin dejar de mirar al frente—, que nosotros estábamos ahí cuando se la llevaron, no parecen estúpidos, mira las estatuas. —Jinx elevó su mirada con discreción—. Los ojos están huecos, nos están espiando, ellos querían que viniéramos en primer lugar, necesitamos saber por qué.
Jinx tragó en seco, ahora entendía porque sintió escalofríos desde que llegó y no pudo evitar preocuparse aún más por Isha. Llegaron hasta un enorme salón donde se hallaba una mesa de mármol justo al centro, el hombre los dirigió hasta ella, del lado contrario se encontraban otras personas más, entre ellas una joven de cabellera rubia y un hombre de armadura platinada, idéntica a la que usaban aquellos que se habían llevado a Isha.
Jinx sintió inmediatamente un impulso y se lanzó sobre él, deslizándose sobre la mesa y quedando con su arma a pocos milímetros de su barbilla. El hombre solo la miró, inerte.
—¿Dónde está? —exigió la muchacha.
Ekko quedó petrificado ante la posibilidad de que les ganaran en número en dado caso de desatarse una pelea; pero a Jinx eso no pareció importarle en lo absoluto, sus ojos emitieron un amenazador brillo magenta, estaba dispuesta a tirar del gatillo si no obtenía una respuesta.
El hombre al que le apuntaba pareció desconcertado por dicha habilidad, pero jamás tembló ante su semblante.
—¿Qué eres tú? —preguntó, como si de un monstruo se tratase.
—Hermano, basta —se adelantó la joven de cabellera rubia y miró a Jinx—. Por favor, baja tu... arma —solicitó, confundida—, no buscamos hacerles daño.
Jinx la miró de reojo sin soltar su postura.
—Eso debieron haberlo pensado antes de secuestrar a Isha.
—¿Isha? —preguntó.
—Sí, la niña que ustedes raptaron de Zaun.
—Así que ese es su nombre...
Al escuchar que la reconocían, Jinx aguzó su mirada asesina en ella y giró el arma en su dirección. La joven elevó las manos, como si intentara detener con eso la creciente y retorcida sed de venganza de Jinx.
—¿Dónde está? —volvió a exigir—. ¡¿Dónde está Isha?!
Pero la rubia nunca respondió, Jinx estaba comenzando a perder la paciencia.
—Ella está bien, si eso es lo que te preocupa —mencionó una mujer entraba a la sala seguida por dos hombres vestidos con túnicas blancas. Ella miró a Jinx con una sonrisa pretenciosa—. Está donde siempre debió estar.
—¿Y quién demonios eres tú? —preguntó Jinx.
—Soy la madre de aquella a la que llamas Isha.
Jinx sintió la tierra desvanecerse bajo sus pies, no entendía lo que estaba pasando, pero las palabras de Ekko retumbaron en sus oídos: «¿Cuánto conoces de ella en realidad?», y su propia respuesta parecía escupirle en la cara su nulo argumento: «Lo suficiente».
Jinx flaqueó su agarre y se tambaleó sobre sus propias piernas, retrocediendo y bajando su arma. La supuesta madre de Isha, de aspecto imponente y piel acaramelada que hacía relucir sus brillantes ojos anaranjados, extendió su mano hasta dos asientos vacíos a su lado.
—Por favor, tomen asiento —dijo—, les explicaremos todo.
Ekko miró a Jinx y señaló las sillas de caoba, esperando que se acercara hasta él, la joven lo hizo, de mala gana. Ambos tomaron asiento frente a los demás presentes que parecían juzgarlos y temerles con la mirada, Jinx detestaba la sensación que eso le producía, pero no tenían más opción que escuchar lo que tenían que decir, por el bien de ellos y de la propia Isha.
—¿Por qué estaban esperándonos? —preguntó Ekko—. ¿Qué es lo que quieren de nosotros?
—Olvida eso —interrumpió Jinx—. Entréguennos a Isha de una maldita vez.
Ekko tiró del brazo de Jinx para lograr susurrar en su oído.
—¿Te das cuenta de que quieres alejarla de su madre biológica? —enfatizó.
—Me importa un carajo quien diga ella que es —exclamó Jinx por lo alto, llamando la atención de la mujer—. Isha estuvo sola toda su vida en Zaun, ¿por qué habría de interesarle ahora qué sucede con ella?
—No estás tan equivocada —confirmó la mujer, bebiendo un trago de una de las tantas copas de vino que se encontraban sobre la mesa frente a todos—. La última vez que vi a esa mocosa ni siquiera tenía un nombre.
Jinx sintió una opresión en el pecho y lo que pareció una patada en el estómago, hubiera estado dispuesta a dispararle de golpe de no ser por Ekko que sostuvo su mano para que no lo hiciera, Jinx miró el gesto del joven, que observaba a la mujer bebiendo como si nada, tampoco estaba feliz con ella, de hecho, parecía casi tan molesto como su compañera, pero sabía disimularlo mucho mejor.
—El hecho de que no pronuncie palabra alguna —volvió a abrir la boca—, me resulta una pérdida de energía y tiempo, ¿entienden? No valía la pena criarla, al menos no para mí —elevó la mirada hasta Jinx—, pero veo que tú no opinabas lo mismo.
Jinx se mantuvo en silencio, con una mirada fija y mortal en ella. La mujer solo sonrió e hizo una señal a uno de sus seguidores, que se aproximó hasta la puerta junto a ellos y la abrió de par en par, del otro lado se encontraba otro hombre vestido de blanco, sosteniendo a Isha por la muñeca, mientras ella forcejeaba con él para que la soltara, se mostraba feroz y molesta, tan valiente como siempre, incluso si las circunstancias la superaban.
Jinx se levantó de golpe, captando la atención de la niña, a quien de inmediato se le iluminaron los ojos; mordió al hombre para que la soltara y salió corriendo hacia Jinx. La muchacha se aproximó hasta ella, arrodillándose en el suelo y estirando sus manos para captarla en un abrazo.
—¿Estás bien, niña? —le preguntó mientras la abrazaba con fuerza e Isha escondía su rostro en el hueco de su cuello, asintiendo entre lágrimas. Jinx la separó para mirarla con una sonrisa—. No me digas que en verdad creíste que no vendría a buscarte.
Isha la miró con los ojos llorosos, como si su única y genuina respuesta fuera esa: realmente estaba esperando que fuera a buscarla. Y volvió a sus brazos. Jinx acarició su nuca con una sonrisa.
—Tranquila, iremos a casa.
—Me temo que eso no será posible —exclamó la mujer, poniéndose de pie, seguida de cerca por Ekko.
Jinx sacó su arma, apuntándole y aferrando a Isha a su cuerpo con su mano libre.
—Nos largamos de aquí —exclamó—. No impedirás que la lleve conmigo.
Isha miró a la mujer por encima de los hombros de Jinx, completamente confundida y aterrada.
—Por favor, no lo hagas —suplicó la joven rubia de antes—, necesitamos... su ayuda.
—¿Y la mejor idea que tuvieron para pedirla fue secuestrándola? —preguntó Ekko, esta vez tomando una postura mucho más a la defensiva y posándose junto a Jinx.
—Sabemos que no fue la mejor idea —respondió la joven—, pero fue la única manera, creímos que no vendrían si se los pedíamos...
—Que estupidez —bramó Jinx, poniéndose de pie y colocando a Isha detrás de ella—. Larguémonos de aquí, Ekko.
El muchacho estuvo a punto de abrirse paso entre los presentes con Jinx a su espalda.
—¡Por favor! —volvió a suplicar la rubia—. Se... trata del maestro Heimerdinger.
Ekko quedó helado.
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Si les gusta el contenido de Arcane, síganme! Espero escribir más sobre él, sobre todo de Isha y Jinx!
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