Resultados reto "Love is in the air"

Ganador: NERIDI0T-

Fandom:  Banana Fish

Las peonías son las flores favoritas de Yut-Lung.

Una vez había mencionado que a su madre también le encantaban esas flores, lo cual causó que él sintiera un fuerte apego hacia estas de inmediato. Incluso recordó que el último regalo que ella le dió antes de ser asesinada por sus despreciables hermanos fue una bella peonía blanca que mantuvo consigo hasta que se marchitó al igual que toda la pureza en su joven alma.

Shorter consideró que obsequiarle un pequeño ramo de peonías rojas sería una excelente declaración.

Con el permiso de su hermana mayor, Nadia, el joven pandillero tomó unas cuantas flores del jardín y citó a su enamorado en el hermoso Central Park. Al cabo de dos horas ya se encontraba montado en su moto con una sola cosa en mente: las palabras que le dedicaría al menor de la familia Lee.

Al llegar pudo apreciar al muchacho sentado sobre una banca y con la mirada fija en una pareja de patos que nadaban con libertad en un estanque. Shorter estacionó su moto y se acercó despacio a él con los nervios a flor de piel y una voz interna gritándole que no sea cobarde y diga todo lo que debía decir.

—Nadia siempre me dice que, en China, las peonías rojas significan riqueza, prosperidad, honor y respeto —dijo Shorter una vez que se acercó a Yut-Lung con dichas flores, sosteniéndolas con especial cuidado—. Pero, al parecer, en América tienen un significado distinto: aquí simbolizan la belleza impactante o inalcanzable. Estas flores son como tú, Yue.

Y lo siguiente fue sentarse a su lado. Yut-Lung, ya un poco sonrojado, volteó a verlo. Sus grises orbes chocaron con los eternamente cubiertos ojos de Shorter, y no pudo evitar sentir cómo su corazón se aceleraba.

—También son muy populares en cuanto a una declaración de amor se trata —comentó retirándose los lentes esta vez y dedicándole una dulce sonrisa al adolescente—. Te amo, Yut-Lung Lee.

El aludido rió por lo bajo.

—Nunca creí que serías tú quien me diría cosas como esas. Bueno, nunca creí que alguien me diría algo así en mi vida si soy sincero —admitió Yut-Lung sonriendo de igual manera—. Es lindo saber que mis sentimientos son correspondidos.

Shorter se quedó sin habla, incluso dejó caer sus lentes oscuros por la impresión. No podía creer que el chico que tenía en frente se confesaría también, ¡tenía creído que lo rechazaría y se burlaría de él durante bastante tiempo!

Yut-Lung tomó unas peonías rosadas que tenía a un lado y se las entregó a Shorter con cierta pena. Shorter imitó sus acciones.

—Aquí simbolizan el amor a primera vista o el embelesamiento entre dos extraños. Cuando llegaste con Ash eras un completo... —Pero no pudo continuar. Shorter había tomado la iniciativa y besó a Yut-Lung con una delicadeza y timidez inusual en su persona, siendo correspondido sin protesta.

Ambos se dieron cuenta en ese instante que aquello sería el inicio de un profundo amor.

Ganador: Lynxxe

Fandom: Los Jóvenes Titanes

Las piernas flanquean y el corazón aumenta la velocidad de sus latidos. Chico Bestia no quiere admitir que está asustado, pero sí, lo está. En especial porque hay grandes probabilidades de acabar con su vida antes de tiempo. O de terminar desterrado en otra dimensión.

Baja la mirada y observa la violeta entre sus manos. Es pequeña y delicada y el color de sus pétalos le hace pensar en el cabello de Raven tocado por la luz de la mañana.

Lleva meses sintiéndose así. Las emociones se conjugan en una madeja enredada, imposible de descifrar. Tiene un ardor en el pecho: son las palabras que no se atreve a decir en voz alta. Él nunca ha sido bueno con las palabras y esas cosas románticas. Por ello, aunque lleva semanas ensayando lo que va a decirle a Raven en ese momento, todo se borra al último segundo, dejándolo hecho una masita de nervios.

El muchacho se asoma por las puertas que dan a la gran sala. Abre una rendija, y la ve. Ella está sentada en el sofá, leyendo algún libro de hechizos. Sus ojos violáceos recorren las páginas con tranquilidad. Es tan linda, tan serena. Y es ajena a la turbación de un chico verde a sus espaldas.

Él se retrae y traga saliva. De pronto se le ha formado una masa pastosa en la lengua. Ya no piensa, ya no razona. Solo siente el temblor de sus rodillas, y eso, por supuesto, incrementa sus nervios.

Vuelve a mirar la flor que cuelga en sus dedos. Sin embargo, aquello no le produce ninguna clase de consuelo.

"Ya basta, es la hora".

Tensa los puños; se prepara mentalmente. En silencio, cuenta hasta tres, y antes de poder arrepentirse, da un paso al frente.

Los portones se deslizan y la luz de la sala lo ciega por unos instantes. Parpadea y la claridad regresa, pero la ve y cae en la cuenta de que no está listo. Está a punto a regresar, porque sabe que eso lo supera. Con el corazón guardado en un puño, empieza a volver sobre sus pasos, maldiciendo a los dioses, cuando una voz conocida lo detiene.

—¿Chico Bestia?

Él pega un respingo y se apresura a esconder la violeta detrás de su espalda.

—¿Sí?

Como un autómata, da media vuelta, enfrentándose a la chica que le roba el aliento por las noches. Sus grandes orbes lo escanean con recelo, y Chico Bestia siente cómo se derrite.

Dios, iba a morir por ese misterio envuelto en una capa azul.

Raven parece titubear. Al final, abre la boca con la intención de preguntar algo, mas se detiene cuando repara en el brazo de su compañero de equipo, que está detrás de su espalda, como si ocultara algo. Entonces su atención se desvía:

—¿Qué es eso que tienes ahí detrás?

Y Chico Bestia muere lentamente.

Ganador: DrawingColors

Fandom:  Inuyasha

Inuyasha corrió al olfatear repentinamente el aire. Encontró su aroma, la mezcla de la fragancia más cálida y potente que actualmente impactaba más allá de su nariz.

No estaba seguro, pero la verdad era que el olor lograba asentarse justo al lado de su corazón.

Aplicó más presión en la tierra e impulsó su cuerpo a la izquierda, de donde el viento traía el perfume de un cuerpo que extrañaba sentir junto a él.

Tenía cuidado de no apretar de más las flores entre sus uñas, de no cortar y perturbar la belleza de los cerezos que había logrado encontrar.

Kagome le había comentado de una fecha extraña, una celebración rara que él nunca escuchó antes y por la que ella estaba muy emocionada.

Inuyasha no estaba seguro de qué jornada era, ni la hora correcta para llevarla a cabo, pero Kagome le dejó dicho que regresaría de su casa el mismo día en que quedara un poco de la conmemoración.

Si bien las épocas eran distintas y poseía dudas de qué tanto cambiaban las cosas del otro lado, Inuyasha estaba seguro que solamente debía seguir haciendo lo que había decidido.

No en vano estuvo buscando por todo el bosque esos cerezos que florecían adelantados. Inuyasha estaba corriendo con las flores dentro de su rojo haori, protegiéndolas de la gran brisa que provocaba al desplazarse por el pasto hidratado.

Olisqueó el aire y supo estar cerca. El aroma llegaba más fuerte, y pudo comprobar a qué se debía cuando saltó un grueso tronco y estuvo en la orilla del claro cubierto de un anaranjado resplandor.

Kagome estaba dejando su mochila en el suelo y afincándose en el borde del pozo para saltar y pisar tierra.

Inuyasha se acercó rápido, escondiendo más en la manga izquierda el pequeño arreglo con flores y botones de cerezo que le había hecho. Había visto muchas veces desde lejos en la aldea que agregaban esas flores aún no desarrolladas a los ramos, así que probó y esperaba que le gustara.

Llegó a su lado y le ofreció la mano, alzándola y dejándola con cuidado en el suelo.

Kagome le sonrió y señaló a su mochila, pero él no podía encontrar las palabras para dejarlas salir y el momento ideal se le pasaba tan rápido que veía sus acciones como un recuerdo muy atrás en el tiempo.

No la dejó avanzar cuando pronunció más nervioso que serio su nombre y sintió desplazar los pétalos de las flores por el interior de su muñeca hasta su palma extensa.

Enalteció las flores de la mejor manera que pudo: sonriéndole y extendiéndolas frente a sus sorprendidos ojos.

Observó la bonita expresión y la prolongación de los extremos de sus labios. Sintió el suave tacto cuando tomó el improvisado ramo como una caricia en lo profundo del espíritu.

Le gustó mucho el resplandor rosado en los ojos de la muchacha justo antes de corriera a abrazarlo.

No lo sabía, pero él le había dedicado su amor y Kagome lo notó.

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