Resultados "Esperando a Santa"

Sus relatos estuvieron geniales y fue sumamente divertido para nosotros leerlos. Estamos muy contentos de darles este pequeño rincón donde puedan desestresarse y dejar volar su imaginación, pues nosotros también disfrutamos mucho con todo esto.

Estén pendientes, ¡el próximo fin de semana tendremos otro reto!

Si más preámbulo les dejamos los resultados de este segundo reto.

La mamá de los cinco niños se acerco a ellos, ya que no dejaban de rodear el árbol de navidad y siempre que lo tocaban caía uno que otro adorno.

-Chris, Richard, Erick, Zabdiel y Joel -la mujer volvió a tomar aire, los niños dejaron el árbol en paz y se acercaron a ella.

-Mamá, ¿Santa Claus vendrá? -pregunto el morenito de los niños.

-Ya hablamos de esto -Richard miro como su mamá le respondía-. El vendrá a media noche cuando nadie lo vea, por lo tanto si quieren recibir lo que Santa les traerá, es mejor que ya vayan a la cama.

-No es justo -Hablo Chris y con un movimiento de cabeza se peino. -Queremos ver a Santa -Dijo Joel.

-No pienso ir a la cama hasta verlo -Reprocho Erick, ese era el único niño con ojos claros igual a los de su madre.

-A la cama, ahora -dijo con autoridad, los niños se miraron y dentro de sí mismos idearon un plan. Caminaron y actuaron como si tuvieran mucho sueño.

-Que sueño -Hablo Zabdiel, el más alto de todos los niños.

-Buenas noches -hablo Joel y abrió la puerta de la habitación y entraron todos en fila.

-Si veo a uno de ustedes despierto y colgado del árbol, los voy a castigar -hablo mamá.

-Oh vamos -dijo Erick desanimado.

Unos minutos antes de media noche, los niños salieron caminando de puntitas de pie al árbol, Richard se subió a el hasta la punta dónde se encontraba la estrella.

-De aquí podre saltar encima de Santa -Joel se metió abajo del árbol con Erick.

-Desde aquí podremos recibir nuestros regalos primero -Chris y Zabdiel se metieron dentro de la chimenea.

-A ustedes Santa les va a caer encima -Dijo Erick y Chris estalló de risas, Erick se metió más abajo del árbol y sin querer lo pateó, Richard perdió el equilibrio y el árbol navideño cayo.

Rápidamente la madre salio corriendo a ver que pasaba. Desde ese día los niños cnco pasaron toda la semana castigados porden desobedecer, gracias a este castigo no podían abrir sus regalos hasta dos semanas después de navidad, por lo tanto sufrieron esperando a ver lo que sea que santa les hubiera traído.

Luego de la cena navideña, todos los presentes se reunieron junto al árbol, organizando las cosas para la llegada de Santa. El más entusiasmado era Peter, quien esperaba con ansias poder abrir su regalo.

De pronto se le ocurrió una idea.

—Veremos a Santa —susurró Peter, mirando a sus amigos.

—¿Y cómo piensas hacer eso, idiota? —preguntó su «hermano» de Ladonia con molestia. A veces odiaba las niñerías de Peter.

—Yo les explicaré cómo.

Luego de idear el «plan perfecto para capturar a Santa», los jóvenes fingieron tener sueño. Se despidieron de los adultos y esperaron a que todo quedara en silencio.

Cuando fue así, enviaron a Raivis a ver si ya no había nadie. El letonio dio una señal positiva y los demás salieron discretamente de la habitación, sosteniendo algunos materiales que usarían en la misión.

Hicieron varias «trampas» y las colocaron en varios rincones de la casa.

Todo iba bien hasta que escucharon unas pisadas. Los jóvenes corrieron hacia donde provenía ese sonido y se sorprendieron al ver a Alfred en el suelo, intentando comer una de las «carnadas».

—Estúpido americano glotón —dijo el pelirrojo, cruzando los brazos.

—¡Ladonia! —dijeron sus amigos y Alfred. Como ninguno sabía su nombre, decidieron llamarlo por el nombre de su lugar de origen.

El niño bufó. Sus amigos liberaron al estadounidense, ya que sus pies estaban atados. Alfred pudo levantarse del suelo.
Los jóvenes rogaron para que el americano no dijera nada. Alfred se rindió y decidió ayudarlos con su misión, pues creía que era sólo un juego infantil.

Apenas hicieron el «trato», escucharon un grito. Tanto jóvenes y adultos corrieron hacia donde provenía el sonido. No podían creer lo que veían.

Un hombre vestido de rojo y blanco, de cabello rubio y ojos violetas estaba atado de pies y manos junto al árbol de Navidad. ¿Acaso era Tino Väinämöinen? Peter miró al finlandés, sorprendido.

—¿Tino, tú eres...?

—Sorpresa —el finlandés rió con nervios. Eso nunca le había pasado.

—¿Eso significa que Tino tiene más años de los que aparenta? —preguntó el sueco, sorprendido. «Diablos», pensó.
Tino pidió amablemente que lo liberaran. Luego de ser desatado, explicó lo que sucedía. En realidad, el finlandés era un enviado. Berwald suspiró con alivio al enterarse.

Peter no podía creerlo. Tenía a «un Santa Claus» frente a sus ojos.

Tino no resistió tanta incomodidad. Los distrajo y, usando un poco de magia, hizo que todos cayeran dormidos de repente. El finlandés suspiró y dejó los regalos bajo el árbol. Miró a todos los presentes y se retiró.

Unas horas después, todos despertaron. Lo sucedido en la noche anterior había quedado como un sueño.
Contaron esa tan extraña situación, cada uno con una versión propia. Tino, quien había «llegado» antes de que despertaran, los escuchó atentamente.

—¡No puedo creer que soñé que tú eras Santa! —exclamó Peter, con los ojos bien abiertos. —¡No puedo creer que todos soñaramos eso! —lo corrigió Wy.

—¡Que imaginación tenemos todos!

Aquel «sueño de Navidad» fue inolvidable.

Hemos pasado todo el mes de diciembre practicando para la gran noche. Tomaremos turnos para dormir y vigilar el árbol de Navidad desde la pequeña hendija entre las maderas del suelo de nuestra habitación. Yo aguantaré hasta medianoche, y Hikaru continuará hasta la madrugada. Luego, yo lo relevaré hasta que suene la alarma que nuestros padres pusieron para que vayamos a abrir los obsequios. Funcionará. Atraparemos a Santa cuando llegue y le robaremos los paquetes para el resto del vecindario.

Cuando lo veamos llegar, el que esté de turno despertará al otro. Yo bajaré las escaleras descalzo, haré el papel del niño bueno que se acaba de levantar y quiere conocer a Santa. Hikaru trepará al techo desde nuestra ventana y comenzará a esconder los paquetes bajo las camas. Tengo que asegurarme de entretener a Santa por, al menos, diez minutos.

—¿Estás listo, Kaoru? —pregunta mi hermano. Ya se ha colocado su pijama navideño. Está recostado en la cama y tan solo sus ojos asoman por debajo de las mantas—. No te quedes dormido, que en tres horas podrás descansar.

—Lo sé —respondo en un susurro. Estoy recostado en el piso, con uno de mis ojos contra la hendija—. Duerme bien, hermano. Te despertaré antes si es que veo llegar a Santa.

—Buenas noches —murmura él entre bostezos. Ya se está rindiendo al sueño.

En silencio y rodeado por la oscuridad de la noche, espero. La única luz que me acompaña es la luna que brilla a través de la ventana.

Los minutos pasan con lentitud. Bostezo. Me tomo un pequeño descanso para comer un chocolate y mantenerme espabilado. Luego, regreso a mi posición.

Y antes de que lo note, la medianoche llega. Todavía no hay rastros de Santa. Decepcionado, despierto a Hikaru y cambiamos lugares. No confío en él porque más de una vez se ha dormido cuando practicábamos, pero estoy demasiado cansado como para continuar con la guardia. Me aseguro de que mi hermano gemelo esté en posición y cierro los ojos.
Siento entonces una sacudida. No recuerdo haberme quedado dormido, pero el reloj que cuelga de la pared dice que son casi las tres de la madrugada.

—¡Ya pasó! ¡Ya pasó! No sé cómo o cuándo, pero los regalos están debajo del árbol —asegura Hikaru. Lagrimas caen por sus ojos—. Te juro que no me dormí, Kaoru. Fui al baño y cuando regresé, ya era tarde. Fueron apenas unos minutos.

No le respondo. Salto de la cama y corro hacia la ventana, la abro y trepo al techo con prisa; Hikaru me sigue.

Busco el trineo por todos lados, sin encontrarlo. ¿Cómo es esto posible? El cielo todavía está completamente oscuro, pero sé que Santa no puede estar tan lejos. Salvo que sea excesivamente veloz, debería verlo en los techos de las casas vecinas.

—¿No está? —pregunta Hikaru, preocupado.

Niego con mi cabeza y bajo la mirada al suelo. Sobre la nieve que cubre el techo, todavía se ven las huellas de los renos.

Felicidades a los ganadores de esta ocasión.

A los participantes, a los que no tuvieron la oportunidad y los que no se atrevieron a publicar su relato, esperamos verlos en el siguiente. ¡Nos leemos en el próximo reto!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top