Resultados "Caja misteriosa"

Los resultados del último reto.

Fandom: It, el payaso asesino

Todos sabían quién era William Denbrough, aunque nadie lo conocía en realidad. Después de todo, William “Bill” no hablaba demasiado. La elocuencia no era lo suyo.
William, “Bill, el tartaja” era reconocido por tartamudear. Su madre justificaba ese hecho con una pequeña historia: cuando Bill tenía tres años, fue víctima de un accidente de auto. Desde entonces, Bill no podía coordinar sus propias palabras de manera correcta.
En realidad, nadie conocía a Bill.
Bill “el tartaja” era un niño especial. Su destino estuvo marcado desde el minuto en el que sus pulmones sintieron el calor del oxígeno por primera vez.
Dicen que cada uno de nosotros tiene una misión. Hay quienes creen que nosotros mismos construimos nuestros propios caminos. Pero también existen quienes dicen que nacemos condenados. Condenados para cumplir con nuestra responsabilidad; porque nacimos para ella y si no lo hacemos nosotros, no lo hará nadie más.
Cuando Bill era un simple niño, solo pensaba en pistas de carrera, soldaditos de jueguete y algunas caricaturas de televisión. A sus cortos tres años, la escuela aún era una idea lejana. En ese entonces, aún no era “Bill, el tartaja”, sino, Bill. El pequeño Bill Denbrough no daba muestras de tartamudear. Él era un niño sano y feliz, con una mente infantil repleta de fantasías aniñadas. Había nacido en Derry, un diminuto pueblo. Algunos decían que Derry era una ciudad maldita, pues un extraño ser la atormentaba. No tenía forma alguna, aunque solía presentarse en forma de payaso.
Todos creían que esos sucesos ocurrían cada veintinueve años, cuando “Eso” despertaba de su sueño. En verdad, “Eso” dejaba “recuerdos” que lo mantuviesen presente durante su largo descanso. 
Cuando Bill tenía tres años, se perdió. Por un descuido, soltó la mano de su madre y se escondió entre la muchedumbre de la feria anual. Como todo niño curioso, no hizo más que gatear y entrometerse en donde no debía.
Entró a una carpa, en la que sólo encontró una caja roja, decorada con graciosos garabatos de circo. Bill juntó sus manitas y abrió la caja: un payaso de tela salió disparado de él; un resorte lo mantenía conectado al interior de la caja. Luego de entender que solo era un chiste, Bill comenzó a reírse.
Pero, de repente, la sonrisa feliz del payaso se tornó extraña. El muñeco se tiñó de colores más oscuros y sus movimientos se volvieron más calculados. Un susurro inundó el lugar: “aquí abajo, todos flotan”.
Para Bill, la aventura ya había dejado de ser divertida. Una extraña sensación de que era observado lo horrorizó aún más.
De un momento a otro, su padre levantó la tela de la carpa y recogió a Bill. En ese instante, los sonidos y la caja desaparecieron, como si no hubiesen sido más que una simple pesadilla.
Bill nunca pudo contar lo que vio. En verdad, jamás pudo hablar correctamente. Algunas imágenes quedaron vagabundeando en su inconsciente; por eso, cuando se encontró con Pennywise, su rostro le resultó conocido.

Fandom: Cnco

Christopher Vélez se encuentra en el jardín de su casa tomando su desayuno mientras disfruta de la hermosa mañana de sábado que lo acompaña. Esta semana ha sido muy ajetreada debido a que el próximo lunes es la presentación de la nueva línea de ropa de Dolce &  Gabbana. Y él, trabaja allí como modelo desde hace ya dos años, justo después de que el contrato de CNCO con Sony Music terminara.

Los suaves rayos del sol de le acaricia el rostro así mismo como la brisa hace que su cabello se mueva un poco. Revisa su celular para ver las nuevas noticias o alguna notificación de los chicos y cuando lleva la cuchara llena de cereal a la boca el gato blanco que tiene le salta a las piernas haciendo que el contenido de la cuchara se derrame sobre sus pantalones.

—¡Carajo! —masculla enojado y deja la cuchara en su lugar y aparta al gato de ahí. Se levanta para buscar algún trapo con el cual limpiarse.

Empezamos mal el día. Piensa y busca entre los armarios de la cocina un mantel o una servilleta.

El timbre suena y Christopher levanta la cabeza impactándose con el mesón, maldiciendo se dirige a la puerta principal y la abre esperando encontrar quien lo llamaba.

Hace una mueca de confusión al no ver a nadie, así que restándole importancia intenta cerrar la puerta, no puede hacerlo y baja la mirada encontrándose con su gato olfateando una caja de madera pequeña que yace junto a su porche. No tiene nada que lo ayude a identificar quién es el remitente de esa misteriosa caja.

El gato maúlla e ignorándolo recoge la misteriosa caja y se dirige a la sala, se deja caer en el sofá y el gato se trepa en sus hombros acurrucándose alrededor de su cuello.

—Tú me quieres ahorcar.—Dice  mientras abre la caja.— ¿Qué tenemos aquí?—murmura y deja la tapa de la caja a un lado.

Mira con escepticismo los pedazos de papel que hay en el interior y una pequeña carta que está pegada al lado derecho de la pared interior. Despeja la carta y lee el contenido:

Christopher, sólo te pido que te tomes el tiempo de unir todos esos pedazos.

Lo que lee lo deja aún más confundido, se deja caer sobre el piso de madera y vacía la pequeña caja dejando los papeles en el suelo, uno a uno va levantándolos y descubre que son pedazos de fotos que están cortados en forma de rompecabezas. Con paciencia va uniendo cada pedazo y va recordando los buenos momentos que pasó junto a los chicos mientras fueron CNCO.

Una lágrima se resbala por su mejilla cuando termina de armar todo, son ellos, es CNCO una vez más. Observa el rompecabezas ya armado y sabe que es una foto de ellos en el último concierto, en el último tour. Debajo de la foto hay unas pequeñas letras en color blanco en las cuales puede leer claramente:

Att: una cncowner.

Fandom: Cameron Dallas

La caja era de madera, pequeña; nada de su exterior daba siquiera un indicio de lo que podía contener. Tampoco había nadie andando cerca, y no parecía ser el regalo de una admiradora. No, la caja tenía algo extraño; quizás incluso, por muy paranoico que sonara, aterrador.

Sin atreverse a entrarla en su casa, Cameron Dallas se colocó de cuclillas y, con sumo cuidado, empezó a arrancar el celo mal colocado que rodeaba la caja. Una vez que lo consiguió, con una pizca de temor cogió la tapa y la abrió. Miró el interior durante dos largos minutos, y después una sensación de vértigo le recorrió antes de cerrar la caja con fuerza.

— ¿Hola? —miró a ambos lados de la calle, sintiendo cómo el pánico empezaba a subirle por los pies hasta llegarle al corazón, que palpitaba a toda velocidad.

No había nadie.

Dentro de la caja, en un portofolio transparente, habían imágenes suyas, pero no las típicas que los paparazzi le sacaban a escondidas. Eran fotografías de él durmiendo, duchándose, comiendo el desayuno o mirando la televisión. Todas sacadas desde dentro de su casa, casi a su lado.

Al lado del portofolio, un post-it enganchado en el que se podía leer, en apresurada caligrafía "Llama a la policía y muere. Estoy en todas partes. Ven al 114 de Black Street antes de las 5 p.m."

Con el corazón en la garganta, Cameron miró el reloj en su muñeca: las 4:45.

No sabía qué hacer; todo era demasiado. ¿Qué sucedía si iba y algo malo le sucedía? ¿Qué pasaba si lo que le esperaba allí era peor que lo que le pasaría si se quedaba en casa? No podía arriesgarse a averiguarlo.

Cerrando la puerta de su casa y aprovechando que ya estaba vestido, salió a las frías calles de Nueva York. Aún no era temporada de nieve, pero pronto lo sería. Los árboles que veía mientras recorría el pequeño camino hasta Black Street estaban desnudos, y esa era la forma en la que se sentía en esos instantes: desnudo y desprotegido.

Cuando el cartel que señalaba la calle apareció ante él, aminoró el paso por inercia. La tensión en sus hombros aumentó a medida que iba viendo los números de las casas: 108, 109, 110, 112 y... 116.

Con una mueca, retrocedió unos pasos. No sirvió de nada: el 114 no existía. Con el corazón en la garganta, Cameron empezó a mirar frenéticamente a su alrededor. Era suficiente. Iba a llamar a la policía, denunciarlo todo y...

El sonido de unos pasos detrás suyo lo distrajeron.

Se giró, listo para afrontarlo, pero lo único que alcanzó a ver fue el cañón de una pistola y cómo todo se volvía negro a la vez que apretaban el gatillo.

Algo sucedió.

Con una exhalación, abrió los ojos: estaba en el marco de la puerta de su casa, observando una caja de madera que se encontraba en el suelo con la sensación de haberla visto antes

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top