Si no existe...
«Aquí estamos; tres amigos, la cafetería de nuestra Facultad, descanso entre clases... y un debate sobre el cambio climático. Quizá esto sea lo más interesante que vayamos a hacer hoy.
A un lado del ring... perdón, de la mesa, Clara. Seria, profunda... de esas personas que aparentan más edad y se toman todo en serio. Incluso lo que no debería serlo. Hace unas semanas decidí no consumir refrescos azucarados delante de ella por su insistencia en lo perjudiciales que son para la salud. Simplemente renuncié. Es imposible disfrutar de una bebida dulce y agradable al paladar si alguien a tu lado se dedica a desgranar sus ingredientes, añadiendo una retahíla de explicaciones sobre los posibles efectos perniciosos... He pedido un té insulso, sin azúcar. Su aprobadora mirada no me convence; añoro mi refresco.
Frente a Clara se sienta Darío, su antítesis. Es capaz de soltar una payasada sobre cualquier tema, por espinoso que sea; de hecho, muestra preferencia por aquellos asuntos que los demás no consideran tan risibles.
—¿Está rico tu té? —me pregunta, socarrón. Con sólo cuatro palabras ya ha conseguido que me replantee mi proverbial respeto hacia el resto de la humanidad.
Asiento en silencio mientras trago un sorbo, y luego ensayo mi mejor sonrisa. Queda confirmado. Acerté del todo en la elección de los participantes en este modesto "debate-contienda". Lo mejor es que no tengo ni idea de qué va a salir de aquí. Mi madre siempre me lo dice: "Hijo mío, tienes alma de kamikaze".
El kamikaze —o sea yo— expone el tema, y Clara y Darío entran al trapo enseguida.
—Todos esos datos que suelen aportarse para "demostrar" la existencia del cambio climático son muy relativos —afirma Clara con los brazos bien asentados en la mesa—. Desde la aparición de la vida en la Tierra, si no antes, el clima no ha dejado de cambiar.
Buen argumento. Miro a Darío, no tengo idea de por dónde va a salir.
—Eso me recuerda el chiste del recluta en el campo de tiro —salta él.
"Ay, Dios, ya estamos", pienso.
—El sargento —sigue Darío— le dice al recluta: "¿Por qué se esconde, Pérez? ¿Acaso le tiene miedo a las balas? Y el recluta responde: ¿Miedo yo a las balas, mi sargento? ¡Qué va! ¡Lo que me asusta es la velocidad que traen!"
Miro de reojo a Clara, que no ha movido un músculo.
—¿Y esa tontada qué tiene que ver con el cambio climático?
—Pues que puede ser correcto que el clima de la Tierra siempre haya estado sometido a cambios, pero lo relevante "ahora" es la velocidad a la que se producen esos cambios... Corrijo, "producimos". Porque esa es la otra diferencia importante, que el fenómeno obedece a causas humanas.
—¿Y eso cómo lo sabes? —pregunta Clara, escéptica.
Darío abre su carpeta y extrae un recorte de prensa que pone encima de la mesa. El titular dice: "Convertir el CO2 en energía a través de la fotosíntesis para luchar contra el cambio climático".
—Ahí lo tienes. Este artículo informa de cómo un equipo de investigadores suizos acaba de descubrir un método para imitar la fotosíntesis de las plantas y reducir la ingente cantidad de CO2 que emitimos a la atmósfera, fabricando durante el proceso etanol, una alternativa a los combustibles fósiles. —Tras una breve pausa, Darío concluye—: Estas investigaciones resultan costosas. ¿Por qué entonces invertiría alguien tanto dinero en corregir algo que no existe?»
Satisfecha, la niña apagó su computadora.
—¡Mamá! ¡Ya acabé mi relato para la clase de Historia! ¿¡Puedo salir a jugar?!
—¡Vale, cielo! ¡No olvides tu mascarilla y tu traje protector!
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