El grupo de héroes perfecto

      Bajaron de la nave lentamente por la pasarela mirado a su alrededor.

—Un lugar agradable —murmuró la cefalópoda con la voz metalizada del traductor universal.

—Pues yo preferiría un poco más de luz —replicó la flor pasando por su lado mientras accionaba las ruedas de su transporte.

—Como si la luz del sol fuera a ayudarte —intervino un tercero bajando por la rampa.

—Nadie te ha pedido tu opinión, lagarto enlatado —le recordó la flor molesto.

—Ni a ti la tuya, macetero con ruedas.

—Sabía que sería un lugar agradable este... —comenzó la cabeza de la izquierda haciendo que todos se volviesen.

—Volmir. Se llama Volmir, viejo estúpido —le indicó irritada la cabeza de la derecha.

— Cierto, cierto —asintió la cabeza de la izquierda pasando por delante de sus compañeros comenzando a alejarse de la nave.

—Nunca me acostumbraré a las discusiones de los bicéfalos —rezongó la flor siguiéndolos.

—Pues has tenido varios meses para hacerlo mientras veníamos a este lugar perdido —le recordó el lagarto.

—No me lo recuerdes —le pidió la flor.

—Y ahora debemos buscar la gema del alma —intervino la cefalópoda sacando una brújula y mirándola—. Esta por ahí —señaló a la derecha.

—¡Eh, bicéfalo! —gritó la flor—. Vas en la dirección equivocada.

—¿Cómo? —Preguntó la cabeza izquierda.

—Vamos, viejo estúpido —lo interrumpió la cabeza derecha comenzando a andar.

—No muevas mi pierna sin mi permiso —exigió la cabeza izquierda—. ¿A dónde vamos?

—A buscar la gema del alma —contestó la cabeza derecha cansadamente.

—¿La gema del alma? ¿Y para qué la necesitamos?

—La necesitamos para vengarnos de ese maldito Thanos por quitarnos todo lo que teníamos, incluido nuestro planeta, nuestros amigos, nuestra familia, incluida...

—Basta —lo detuvo la cefalópoda poniendo un tentáculo entre ambas cabezas—. Todos sabemos por qué estamos aquí, no es necesario recordarlo.

—Somos los últimos supervivientes de nuestros respectivos planetas —asintió la planta—. La única razón por la que no desaparecimos con ellos fue por la suerte...

—Y la edad —añadió el lagarto—. Somos tan viejos que nadie se molestó en rematarnos.

—Yo no soy tan viejo, sólo tengo veintitrés años —protestó la flor.

—Eso son casi trescientos en mi especie —replicó el lagarto.

—¿El recipiente para meter la gema está listo? — Preguntó la cefalópoda para detener la discusión.

—Por supuesto —asintió el lagarto sacando de su traje una caja de metal cruzada por una franja naranja.

—¿Y funcionará? —Le preguntó la flor dubitativo.

—Desde luego. Lo he hecho yo —asintió el lagarto con orgullo golpeando el símbolo naranja de su hombro.

—Precisamente por eso lo pregunto —replicó la flor.

      Al ver que comenzaba la enésima discusión entre aquellos dos, la cefalópoda aprovechó para desactivar su amplificador auditivo y descansar. El mundo fuera del agua era demasiado ruidoso y ella demasiado vieja, como lo demostraban su piel, antaño de un hermoso color y brillante color naranja y ahora de un apagando color marfil. Ya no le quedaba mucho, como a sus compañeros, pensó mirándolos. Una flor marchita que había perdido por completo su flexibilidad por lo que sólo podía mirar hacia delante, un lagarto tan viejo que sólo se mantenía en pie por el exoesqueleto que lo sostenía, y un bicéfalo tan anciano que una de sus cabezas tenía demencia. El grupo de héroes perfecto para arriesgarse a morir tan lejos de los planetas que los habían visto nacer y que ellos vieron morir.

—Abuela, los niveles...

—Lo sé —detuvo a la imagen que había surgido dentro de la escafandra haciéndola desaparecer. Tal vez no debería haber elegido como avatar de su ordenador personal a su nieta, pero tampoco había podido evitarlo.

—Estoy cansado —protestaba la cabeza izquierda.

—No más que yo —replicó la derecha.

—¿Pero por qué tenemos que ir hasta allí arriba?

—Porque según la cefalópoda, la gema del alma está ahí.

—¿Y para qué queremos la gema del alma?

—Para vengarnos de ese asesino de Thanos y quizás, sólo quizás...

—¿Tú crees que esa gema te concede el poder de hablar con los muertos? —Le preguntó la flor al lagarto.

—¿Quién sabe? —Contestó este—. Pero ojalá— añadió más bajo.

—Creo que hemos llegado —dijo la cefalópoda comprobando la brújula antes de mirar a su alrededor.

—¿Y ahora? —Preguntó el lagarto mirándola.

—Ahora esperemos que ocurra un milagro —contestó y de inmediato el agua comenzó a salir de su traje.

—¿Cómo? —Exclamó la flor acercándose sorprendida.

—Para conseguir la gema del alma es necesario un sacrificio —explicó el holograma apareciendo sobre el traje, tal y como había programado, mientras la luz desaparecía de los ojos de la anciana.

—Pero que tontería... ¿por qué no nos lo dijiste? —Comenzó a preguntar el lagarto mientras el bicéfalo se llevaba una mano a la boca y apretaba la otra con rabia.

—Estaba al final de su vida —explicó el holograma.

—Como todos, ¿entonces por qué no dijo nada? ¿Por qué se sacrificó sin consultarlo? —Repitió el lagarto rabioso.

—Mi abuela tan sólo espera no haberse equivocado —continuó el holograma siguiendo su programa—. Llevad la gema a lugar seguro y nunca permitáis que la encuentre —añadió desapareciendo.

—La gema —gritó la flor haciendo que todos se volviesen.

—No os acerquéis les advirtió el lagarto abriendo la caja y dirigiéndola a la gema, la cual flotó hasta ella entrando, resonando un ruido metálico cuando se cerró que resonó por todo el lugar.

—¿Y ahora? —Preguntó la flor tensa.

—Creo que yo tengo la respuesta —dijo alguien detrás de ellos.


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